Misery

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I - Annie » 3

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Oscuridad. Luego el dolor de la bruma. Después, la certeza de que, aunque el dolor era constante, algunas veces quedaba mitigado como por un transitorio acuerdo de alivio. El primer recuerdo real: detenerse, verse violado por el aliento apestoso de aquella mujer… y devuelto a la vida por aquella violación.

Siguiente recuerdo real: los dedos de la maldita mujer metiéndole en la boca algo parecido a cápsulas Contac sólo que, como no había agua, no pudo tragarlas y se deshacían en su boca, dejándole un gusto amargo semejante al de la aspirina. Le hubiese gustado escupir, pero sabía que era mejor no hacerlo, porque ese gusto amargo era el que provocaba la marea alta que cubría el pilote. «Pilotes y más pilotes. No… sólo hay dos», pensó en silencio.

Se convenció de que habían desaparecido.

El dolor volvía a intervalos sucesivos; luego parecía desgastarse, como debió de hacerlo el pilote de Revere Beach, porque nada es eterno, aunque de niño él se hubiese burlado de semejante herejía. Las cosas del mundo exterior empezaron a chocar violentamente hasta que la realidad objetiva, con toda su carga de recuerdos, experiencias y prejuicios, pudo restablecerse. Él era Paul Sheldon, autor de novelas de dos tipos: buenas y best-sellers. Se había casado y divorciado dos veces. Fumaba demasiado, o lo hacía antes de todo aquello, fuese lo que fuese «todo aquello». Le había ocurrido algo terrible, pero aún estaba vivo. Aquella bruma oscura empezó a disiparse cada vez más aprisa. Aún había de pasar un tiempo antes de que su fan número uno trajese su vieja Royal de mueca sonriente y voz de Ducky Daddles, pero Paul comprendió mucho antes que estaba metido en un problema de todos los demonios.

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