Misery

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I - Annie » 27

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Annie lo despertó agitándolo mientras el sol radiante de la mañana entraba sesgado por la ventana. Había dejado de nevar.

—¡Despierte, dormilón! Le traigo yogur y un hermoso huevo duro. Ya va siendo hora de que empiece a trabajar.

Vio el entusiasmo de su cara y experimentó una sensación nueva y extraña: esperanza. Había soñado que Annie Wilkes era Sherezade, con su sólido cuerpo envuelto en ropas transparentes, sus enormes pies metidos en babuchas rosas con la punta retorcida, mientras volaba en su alfombra mágica y pronunciaba las frases mágicas que abren la puerta de todos los cuentos. Pero no era Annie la que encarnaba a Sherezade, por supuesto, sino él mismo. Y si él describía algo que fuese verdaderamente bueno, si conseguía mantenerla en vilo hasta el desenlace, de forma que no pudiese matarlo por más que el instinto animal le impulsase a lo contrario… ¿No era posible que aún tuviera una esperanza?

Vio que ella había girado la máquina de escribir antes de despertarle. La Royal le sonreía con su mella, susurrando que esperar era correcto y luchar noble, y que al final sólo contaría el destino.

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