Misery

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I - Annie » 31

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Vivió un momento horrible, espantoso, cuando le pareció que la silla de ruedas no pasaba por la puerta. Sólo era unos cinco centímetros más ancha que el hueco; pero eso significaba que no pasaría. «Ella la trajo plegada —le recordó una voz lúgubre en su mente—, por eso pensaste al principio que era un carrito de supermercado».

Al final, pudo escurrirse poniéndose frente a la puerta y agarrándose a las jambas. Los ejes de las ruedas chirriaron al rozar la madera, pero pudo pasar.

Una vez fuera, volvió a perder el conocimiento.

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