Misery

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III - Paul » 33

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Al día siguiente, llegó más policía, esta vez guardias locales. También venía un hombre flaco que llevaba una grabadora. Annie estuvo con ellos en la entrada escuchando con la cara inexpresiva. Luego, los condujo a la cocina.

Paul se quedó quieto con un bloc en las piernas y oyó la voz de Annie haciendo una declaración que consistía en repetir lo que había dicho a David y Goliat cuatro días atrás. Eso, pensó Paul, no era otra cosa que acoso descarado. Estaba sorprendido de compadecerse de Annie Wilkes.

El policía de Sidewinder, que hizo la mayor parte de las preguntas, empezó por advertirle que podía tener un abogado presente si lo quería. Annie repuso que no y simplemente volvió a contar la misma historia. Paul no pudo detectar ninguna contradicción.

Estuvieron en la cocina media hora. Casi al final, uno de ellos le preguntó cómo se había producido los arañazos que tenía en la frente.

—Me los hice por la noche —dijo ella—. Tuve una pesadilla.

—¿Qué soñó?

—Soñé que, después de todo este tiempo, la gente se acordaba de mí y volvían otra vez.

Cuando se fueron, Annie regresó a la habitación. Tenía la cara fláccida, distante y enferma.

—Este sitio se está convirtiendo en Central Park —comentó Paul.

Ella no sonrió.

—¿Cuánto tiempo falta?

Él vaciló, miró al montón de hojas escritas y luego la miró a ella.

—Dos días —dijo—, tal vez tres.

—La próxima vez vendrán con una orden de registro —dijo, y se marchó antes de que él pudiese contestar.

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