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-Hola. Buenos días. ¿Qué tal? ¿Interrumpo? Puedo esperar fuera si lo prefieren.

-Oh, no -dice Gabriela-. Te esperábamos. ¿Preparado para una sesión apasionante?

-¿Cómo no estarlo?

-Bien entonces –dice el alemán- yo me retiro y les dejo para que puedan empezar. Gabriela, si estás de acuerdo, continuamos después ¿Puedes?

-Sí, luego paso a verle. Descuide.

El tal Schulze se aleja. Qué alivio. Por un momento pensé que iba a estar presente durante la sesión o incluso que iba a participar en ella. Hubiera sido un verdadero fastidio, la verdad, porque hoy Gabriela lleva una blusa satinada de color caldera con varios botones superiores desabrochados y una falda muy ajustada negra que no hubieran combinado en modo alguno con la bata blanca del color del yeso húmedo del alemán. El equilibrio cromático se hubiera declarado la guerra a sí mismo, y… sí, también es cierto, yo no habría podido evadirme mirando sus redondeadas rodillas, ni los movimientos de su cuello cuando ella habla. Hoy además tiene el pelo precioso. Los rizos que le caen por la mitad del rostro parecen haberse alimentado del sol que brilla hoy y resplandecen rebeldes como si el color negro quisiera iluminar la sala.

Después de retirar de una mesa apoyada en la pared su botella de agua etiquetada junto con dos vasos de papel, se dirige a una de las dos sillas que hay en el centro, pero hoy en lugar de sentarse en la misma que las dos veces anteriores, lo hace en la posición que me sentaba yo. Me invita con un gesto de la mano a ocupar la otra y, mientras llena los dos vasos de agua va de soslayo levantando su mirada hacia mí, en silencio, mientras parece hacerse algunas preguntas, que, ciertamente deberían intrigarme a mí más que a ella, pues no acabo de comprender qué de misterioso podría haber en mí que a ella le genere la más mínima duda. La última vez parecía tener las cosas tan claras sobre mí y sobre cómo manejarme que ahora todo me parece no poco más que teatro. 

-Josué, te prometí que en las primeras sesiones buscaríamos juntos herramientas que te permitieran, cómo decirlo, cimentar tu fuerza de voluntad ¿no es cierto?

-Pues sí, de eso hablamos. Estoy impaciente. Quiero ver hasta dónde puedes llegar.

Suelta una discreta carcajada con cierta condescendencia.

-No Josué, no se trata de hasta dónde pueda llegar yo, no al menos en lo que respecta a estas sesiones, sino de hasta dónde puedas llegar tú.

-Jejejeje… no deberías tener muchas expectativas. Ya te dije que no quería defraudarte. ¿Sabes? Las expectativas ponen la medida de las decepciones. Cuanto más esperas más probabilidades tienes de quedar decepcionado.

-Excelente apunte Josué. Probablemente te lo recuerde yo misma más adelante.

Me dice mientras ya voy notando en su voz y sus ojos su metamorfosis en la implacable doctora Zimmermann, la de mirada glaciar.

-Lo cierto Josué, es que cualquier método que queramos construir para mejorar nuestro desarrollo precisa de cierto rigor y de cierta disciplina, tanto en su concepción como en su seguimiento y posterior ejecución. Pero… ¿cómo decirlo? … para muchas personas, la disciplina o la perseverancia necesaria es la más empinada de las cuestas ¿no es cierto? Se tiene la voluntad, la determinación, pero la rutina que impone la disciplina se vive frecuentemente como un verdadero tormento.  Se experimenta como una forma de yugo sobre la creatividad, la libre expresión y la propia libertad individual –hace un gesto enérgico en el aire con el canto de la mano para gesticular la idea- Es frecuente pues que, ante cualquier propósito, la perseverancia acabe siendo la primera derrotada; no importa si se trata de dejar de fumar, hacer deporte o de escribir un libro, por poner algunos ejemplos. 

-Sé perfectamente a qué te refieres… -cómo no saberlo, doña Perseverancia y yo nunca hicimos buenas migas, ella siempre me consideró un débil, y yo la verdad, no estaba del todo en desacuerdo-.

-Sin embargo la disciplina es una cualidad que puede cultivarse, Josué y hacer que florezca en nosotros. Fijate Josué que la disciplina es el arte de obedecerse a uno mismo. Las razones por las que uno consigue ser finalmente perseverante en algo pueden ser distintas, pero pueden resumirse en dos motivaciones básicas; por causa de temor, a alguien o a algo, y por causa de deseo, de algo o de alguien. No debería pues sorprendernos que, a fin de cuentas, estos dos estímulos se hayan bastado por sí solos para mover e impulsar nuestra naturaleza más primigenia, desde incluso antes de que fuésemos mamíferos.

Me ofrece agua en uno de los vasos de papel y toma ella el otro del que bebe mientras por encima del borde sigue dejando sus ojos en mi. Casi imperceptiblemente el aire de la sala se está enfriando y siento la piel de la nuca y de mis brazos erizarse.

-Así es, Josué, ciertamente, todos los seres vivos se mueven, actúan, hacen y dejan de hacer por el deseo de algo o por el temor a algo. En realidad, por ambos a la vez como luego espero mostrarte.  Te pondré unos ejemplos: uno se mantiene disciplinado y perseverante en una dieta de adelgazamiento o bien porque no quiere engordar (temor), o porque quiere gustar a una persona concreta (deseo), por demostrarse que es capaz (deseo de auto-realización)  o porque se lo ha prescrito el médico (miedo a empeorar su salud), etc.

Se acompaña con las manos para hacer paréntesis y comillas en el aire. A pesar del porte de ratón de biblioteca que adopta en las sesiones, le delata las emociones esa manara tan latina de gesticular.

-Josué, uno anhela viajar, por ejemplo, porque quiere (deseo) conocer nuevos lugares y porque no quiere quedarse sin conocerlos (temor). Lo mismo ocurre por ejemplo con cualquier otra decisión que descompongamos. Y, si analizásemos cada uno de estos supuestos, verás que podremos observar que cada deseo lleva implícito una causa de temor y viceversa ¿Me sigues, Josué?

-Sí, creo que sí

-Como puedes ver, la dualidad miedo-deseo es siempre permanente, denominador común de todos nuestros actos y decisiones. Esto es aplicable a todas las formas de vida, a toda clase de consciencia, lo cual incluye también la de aquella que podríamos considerar más alejada de nuestra manera de pensar, como la serpiente ¿Sí? con todo su simbolismo ¿Verdad? Pues también la serpiente caza y devora a sus víctimas porque no quiere morir de hambre (temor), porque quiere vivir, crecer y reproducirse (deseo). El ejemplo no lo he escogido al azar, ciertamente, pues  es precisamente en nuestro cerebro reptiliano donde reside este impulso básico, así que no hay en este sentido tanta diferencia entre las motivaciones básicas de la serpiente y las nuestras como pudiéramos pensar ¿No te parece?

Deja ir una de sus sonrisas ladeadas mientras, condescendiente, me guiña a medias su ojo derecho, antes de continuar. Me pregunto en ese momento cuáles deben ser sus motivaciones, por qué me ha elegido a mí y por qué estoy yo aquí. Al retomar su relato me saca del ensueño…

-Este impulso vital, como podemos ver, nos persigue desde antes de que fuésemos mamíferos, antes de evolucionar y la evolución, de hecho, no lo ha cambiado sustancialmente. Nos reproducimos, por ejemplo,  por el deseo de perdurar como individuos y como especie, lo hacemos a su vez por el temor de desaparecer  sin dejar un rastro trascendente de nosotros mismos. Creamos por el deseo de materializar nuestra creatividad en beneficio de los demás, creamos por miedo a que con nosotros se apague nuestra capacidad de expresarnos.

Por un momento su rostro ha dejado de mostrase severo y he tenido la sensación de que en sus últimas palabras me hablaba de algo que le era propio. Ha sido un cambio muy fugaz y ya ha vuelto la doctora Zimmermann a recuperar el control sobre mi atención. En realidad la tiene toda para ella, pero es verdad que una parte es para la manera en cómo se humedecen sus labios. Las rodillas no puedo mirárselas, y no porque queden cubiertas por unas densas medias negras, lo cual no es un problema para disfrutarlas, sino porque tiene sus ojos tan encima de los míos que me lo notaría.

-Se comprueba así que, el miedo es el reflejo del deseo y su mayor impulso y que todo deseo lleva aparejada una cierta dosis de miedo. Conocer este binomio de nuestra psique y aprender a manejarlo es de extraordinaria utilidad para gestionar nuestra vida, para desarrollar Súper Cualidades  y muy especialmente, para abonar en nosotros la disciplina y la perseverancia necesarias en el desarrollo de nuestro Súper yo. O dicho de la manera que gustan utilizar los “coach” ahora tan de moda; para “dar la mejor versión de nosotros mismos”. Pero, para poder utilizar el binomio miedo/deseo como un instrumento sobre nosotros, para que consigas la disciplina y la perseverancia que necesitás, es primeramente necesario que hagás tuyo y aprehendas uno de los principios básicos de la programación neurolingüística, Josué ¿Escuchaste hablar de la programación neurolingüística?

-No, la verdad es que no.

-Bien, no importa, ya hablaremos de ella cuando me invites a otro café -lo dice con una sonrisa cómplice que agradezco, mientras el sol reconoce todos los rincones de la sala. Es una luz hasta cierto punto cegadora, y su voz retumba dentro de la luz como si fuera la propia conciencia-.

-Perdón –se oye lejana la voz del alemán que pide permiso tácitamente desde el umbral de la puerta. Gabriela asiente delicadamente con la cabeza. Schulze entra como si no quisiera hacer ruido, me sonríe con su estirada sonrisa mientras camina hacia nosotros. Le entrega un papel impreso a Gabriela y le susurra algo al oído. Gabriela permanece inmóvil mientras escucha, con sus ojos (intuyo que son los dos) sobre los míos, y la boca tratando de dibujar un esbozo de sonrisa. Finalmente el alemán se retira.

-Discúlpenme por  la interrupción –acaba diciendo cuando ya camina hacia la salida-. Gabriela apenas mira el documento que ha caído sobre el montón que tiene sobre sus rodillas. Veo que toma aire y se carga de energía para continuar-.

-Quiero que te quedes con la siguiente idea, Josué: “Tú, no eres tu mente.” Es fundamental que entiendas que más allá de tu pensamiento hay un ser, tu verdadero Súper yo. Que más allá de ti está tu Superhombre, que trasciende tu propia naturaleza corpórea y va más allá de tu apariencia física. Mirá, desde un punto de vista místico se le ha llamado alma, áurea y otros eufemismos. Desde una visión científica, que es la que aquí nos importa, hoy sabemos que aquellas decisiones que hasta ahora creíamos se elucubraban y adoptaban en nuestra mente consciente, en el córtex pre-frontal, se forman en realidad en un estadio anterior, más profundo y subconsciente. Aquello que percibes y crees Ser a partir de tus sentidos y tu conciencia, es únicamente una parte de aquello global que realmente eres pues, tu conciencia, tu mente, no alcanza para discernir aquellas esferas de tu Yo que, por decirlo así, quedan fuera de su rango de visión –se queda en silencio durante unos segundos, mirándome fijamente-. En otras palabras, Josué, nos ocurre que lo que no vemos, creemos que no existe, puesto que pensamos que aquello que percibimos de nosotros mismos a través de los sentidos y que denominamos percepción consciente es todo lo que somos, ignorando que todo aquello que de momento no vemos, no percibimos, es también parte de nuestra entidad global.

Hace una pausa, bebe agua y me invita con la mirada a que yo haga lo mismo. Tengo todavía en la cabeza sus últimas palabras “yo no soy mi mente”, así que me bebo el vaso de un trago haciendo pasar las palabras dentro de mí. Ella parece haberlo adivinado pues se le vuelve a escapar por la comisura de sus rojos labios una sonrisa traviesa.

-Te mueves, Josué, aunque no seas consciente de ello. Te mueves y detienes las cosas, que también se mueven, para observarlas.

-¿Cómo dices? ¿Me muevo? ¿Se mueven las cosas?

-Sí –sonríe satisfecha-. Como resultado del trabajo llevado a cabo por la física cuántica en la última década, la ciencia nos propone ahora que las partículas, todas las partículas, Josué, están en realidad en múltiples posiciones, en constante movimiento, incluso en más de un sitio a la vez,  y que sólo se mantienen fijas cuando posamos nuestra atención sobre ellas. Es por tanto la atención consciente sobre algo lo que lo materializa de manera que pueda ser percibido, observado y constatado de forma sensorial. Esto es revolucionario Josué –dice echando su cuerpo hacia atrás y descansándolo por milésimas de segundo sobre el respaldo de la silla- pero es fundamental que todo el mundo llegue a entenderlo. Es un cambio absoluto en la manera que se desarrolla el mundo, en cómo lo vivimos. Fijate que, siguiendo con dicho principio cuántico –eleva la intensidad de su tono de voz mientras vuelve a acercar su rostro al mío- ocurrirá por ejemplo que, cuanto más interés pongamos en descubrir la partícula más elemental de la materia o más lejos alcancemos en la observación del universo, más pequeñas serán las nuevas partículas que iremos descubriendo y más lejano y profundo se nos aparecerá el universo –dice juntando las yemas de su dedo pulgar y el índice y elevándolos por encima de nuestras cabezas-. Y esto es porque nuestra observación les otorga entidad. Algo así como si nuestra voluntad de ir más allá, creara el más allá. En otras palabras, cuando un árbol cae solitario en el lejano bosque, sin que nadie pueda oírlo, sin un tímpano o membrana que vibre al recoger su estruendo al caer, pues, sencillamente, Josué, no hace ningún ruido.

Marca y separa claramente las últimas palabras creando una dramatización que hace que uno se ponga alerta. Como si dejara entrever que ahora viene la parte realmente emocionante. Desde luego para ella lo es. La piel de sus mejillas y de su cuello está ahora más radiante. Sus hombros se han crecido, inspira tomando todo el aire de la sala, me absorbe el interés hacia su interior. Y yo sigo notando frio en la piel.

-Nosotros somos también un conjunto de partículas, Josué, no lo olvidemos –dice desde un lugar más profundo de sí misma-. Las mismas partículas que se mantienen quietas cuando conscientemente las observamos, de tal suerte que cuando lo hacemos, estamos alterando su verdadera naturaleza, las limitamos, las “sujetamos” para que puedan ser percibidas de una manera que podamos manejar y aprehender sensorialmente en forma de una identidad aproximada de lo que aparentemente son, pero, ciertamente, Josué, las partículas que nos componen a nosotros y al universo en su conjunto –dice dibujando un círculo en el aire con su mano derecha- son mucho más; son ubicuas, dinámicas, multidimensionales… Si nuestro cuerpo está formado a su vez de partículas, como toda clase de materia y está constatado científicamente que éstas están en constante movimiento, en más de un sitio a la vez, es claro que aquello que vemos al mirarnos al espejo no es más que una fotografía de una especie de representación física de lo que realmente somos. O dicho de una forma más poética, aquello que vemos no es más que el disfraz que nos ponemos para que nuestros ojos puedan vernos, nuestros dedos tocarlo y nuestros sentidos en general percibirlo.

-Me muevo... Creo que ahora te entiendo. Como se mueven los electrones de los átomos a pesar de que no lo veamos…

El brillo de sus labios se posa en mis retinas. Cuando su boca se mueve, parece hacerlo al mismo ritmo que los latidos de mi corazón. Pareciera que su voz fuera yo.

-Somos eso, esencia de universo en movimiento. Si bien, nosotros sólo vemos la fotografía, una representación estática en tres dimensiones de algo que realmente tiene al menos cuatro. No sé si me seguís, pero aquí, ahora Josué, es pues el momento de que asumas esa realidad, aunque de manera consciente no la percibas, porque, recordá “Tú no eres tu mente” sos mucho más que eso y la mente no es más que un instrumento del que nos dotamos para ejercer la experiencia de la vida de una manera física y circunscrita a un espacio determinado. Pero sin duda, tu Yo global, aquel que reside también en el subconsciente es mucho más transcendente, más capaz y atesora para ti un sinfín de Súper Cualidades. Ese Súper humano que hay en cada uno de nosotros domina las ciencias, las lenguas, las artes –eleva el tono mientras estira su cuello hacia arriba-. Dispone de una serie de habilidades que tan sólo intuimos. Es ese Yo que, como te contaba el otro día, lleva a tu boca la respuesta a una pregunta que no sabías que sabías, te ofrece la certeza de la mejor decisión posible en el momento adecuado, te hace entender de repente una frase en una lengua extranjera que no conoces, o es cómo cuando descubres que sabes cosas que no sabías que… ya sabías, ni cómo las has aprendido –dice mientras extiende sus brazos con las palmas de las manos hacia arriba-. Es ese Tú transcendental que te cura repentinamente de una enfermedad que parecía crónica o, incluso mortal, porque sí, porque así lo has decidido, pero no exactamente de una manera plenamente consciente, como un pensamiento de tu mente, sino que la verbalización llegó unos siete segundos después. Antes, un instante antes, la “magia” ocurrió en tu subconsciente, más allá de tu consciencia, en una habitación a oscuras en la que, por momentos, entró la luz. Pero no, no es magia exactamente Josué, aunque lo parezca, son simplemente partes de ti que no estás viendo ni utilizando, no al menos en todo su potencial. Pero que cuando tienes la “inspiración” de coordinarlas y ponerlas a trabajar para ti, te reinstalas en ti y brillas.

-¿Has dicho curarse Gabriela? ¿Puede uno decidir curarse? ¿Uno mismo? ¿Puede curarse?

Hace de nuevo una pausa que llena de un ruidoso silencio la sala. La energía de su discurso se había disparado y su vibración golpeaba las altas paredes hasta el techo. Rellena los vasos de agua. Nos quedamos por unos segundos los dos en silencio, mirándonos fijamente. Yo no sé qué decir, ciertamente. Sólo quiero que ella continúe, que responda. Y ella… Ella no sé lo que quiere de mí.

-Si quieres curarte, Josué, si quisieras hacerlo, puede estar en tu mano, a veces. Sigamos por ahora, Josué ¿Te parece? Ya tomaremos este tema más adelante.

-Sí, adelante Gabriela, por favor.

Ella se detiene mirándome a los ojos. Observo cómo se levanta, rodea la silla por detrás y se dirige hacia una de las ventanas. Su silueta queda recortada como una sombra difusa por la luz que entra desde el exterior. Después de unos segundos oigo de nuevo su voz llegar hasta mí mientras siento sus pasos acercarse de nuevo el centro de la sala.

-Tratemos a la mente consciente como lo que realmente es, Josué, un órgano más de nuestro cuerpo que debe ser gobernado por nosotros, por nuestro Súper yo y no a la inversa. Tu mente no tiene el control, el control lo debés tener tú.

Señala con su índice hacia mi pecho cuando lo dice y en su cara observo un gesto de reprimenda reivindicativa, como si hubiera hecho las cosas mal hasta ahora. Seguidamente continúa.

-Entonces, si nuestro Súper Yo es quien nos conduce, nos llevará allá donde nuestras Súper Cualidades pueden elevarnos, mientras que si quien conduce es nuestra mente –dice mientras señala hacia arriba- ésta, al ser vulnerable a toda clase de estímulos, modas, complejos e inseguridades, nos llevará muy probablemente en zigzag de manera errática y con una angustiosa sensación de incertidumbre –y su mano dibuja un zigzag en el aire como si fuera el movimiento de un pez- sin la determinación que se requiere para alcanzar nuestras metas-. Conocernos pues, conocernos más allá de nuestra consciencia o, si se prefiere, incorporar a nuestra consciencia la constatación de una mayor dimensión de nuestro Yo, una parte de nuestro Yo que, oculta a la “vista” de la razón, forma parte, es parte de nosotros mismos, como también la parte oculta de un iceberg es parte de éste aunque no la veamos.

Conocernos es pues clave para poder manejarnos adecuadamente –la escucho atentamente hablar mientras con el dedo índice señala el techo-.

Toma aire, yo se lo cedo. Expira, yo lo tomo de ella. Observo que se sienta frente a mí de nuevo.

-Pues bien, Josué, para adquirir esta conciencia, dos de las herramientas más útiles a nuestro alcance son la lectura regular y la meditación. Me dijiste que eras buen lector ¿no es cierto? ¿Sabías que la lectura regular es, al fin y al cabo, una forma “indirecta” de meditación transcendente? Así es, en episodios de lectura de tres o más horas se alcanzan niveles de abstracción similares a los que se obtienen con la meditación transcendental.

Niego tímidamente con la cabeza, todo yo temeroso de abrir siquiera la boca. El sol bajo en el horizonte parece entrar por las ventanas sólo para iluminarla a ella. A mí sólo me queda el frio.

-¿Quieres decir Gabriela que la gente que lee de alguna manera también está meditando?

-Sí, ciertamente, siempre y cuando se supere un cierto tiempo mínimo de lectura continuada. Esto es perfectamente observable en la práctica de la lectura regular y reiterativa de textos del Corán en las madrazas con el movimiento sincopado del cuerpo, así también la lectura de la Torá o la Cábala en el Judaísmo ortodoxo. La lectura de textos bíblicos por parte de estudiosos católicos o la repetición de oraciones en forma de mantras. Pero es también aplicable al estudio de la filosofía, la cuántica o las matemáticas. Algo similar ocurre con la composición musical o literaria que requiere de niveles de abstracción transcendental similares. Por cierto ¿Te acordás de lo que me sucedió en Viedma, al sur de Buenos Aires, en la casa de la costa? ¿Recordás lo que te dije sobre las fórmulas matemáticas?

-Sí, claro. Debió ser una experiencia increíble. Me encantaría experimentar algo así.

-Bien pues, entonces, sigamos –dice, estudiando las pausas y poniendo algo de calor en su tono de voz-. Sea Josué que, el primer objetivo, la perseverancia, se nos muestre especialmente complicado, pues para materializar la verdadera dimensión de nuestro Yo precisamos de una de esas Súper Cualidades que la mayoría no saben aún administrar en el plano consciente: la disciplina. Como te decía hace un momento la clave está en el binomio miedo/deseo y en el adecuado manejo de la mente, como un instrumento más a nuestro servicio.

Empecemos por la lectura. Para dotarse de la disciplina necesaria para la lectura regular e intensa podemos servirnos de aquel binomio miedo/deseo que mayor eficacia tenga sobre nosotros. La sugestión es la medida de dicha eficacia. Cuánto mayor el impacto, mayor efecto sobre nuestra memoria. Cuánto más sugerente sea el binomio sobre nuestra psique, más efectivo será. Cuánto más estrambótico; más estimulante. La memoria, el recuerdo de lo que nos hemos propuesto hacer, de manera regular y disciplinada, es el substrato del impulso hacia la acción.

-Ahora no sé si te entiendo.

-Dejame que me explique mejor. La nemotecnia, ya desde tiempos de la Antigua Grecia, ha venido desarrollando metodologías de aprendizaje al mismo tiempo que constataba que lo que nos falla, lo que nos limita, no es la memoria en sí, sino el estímulo que permita las conexiones de recuperación de los datos. En nuestro caso ahora, del impulso físico e intelectual que nos lleve a hacer aquello que nos hemos propuesto, la chispa que nos dispara hacia la acción. Así pues, los mismos principios básicos que utilizaron Platón y Aristóteles en la Antigua Grecia, Cicerón en la Antigua Roma, o después Tomás de Aquino para memorizar discursos completos, repertorios de poemas o gran cantidad de datos, nos sirve hoy además para crear estímulos, en forma de artificios intelectuales, de gran utilidad para dotarnos de la disciplina que requerimos en este nuevo trayecto. La mente, por su parte, como cualquier músculo del cuerpo, tiene una plasticidad y tolerancia relativamente amplias –lo dice acompañándose con las manos como si manejara un acordeón sobre su pecho-. No es infinita, pero lo es más de lo que generalmente podamos imaginar y mucho más de lo que la aprovechamos. Así pues, no es cierto que, como dice la leyenda urbana sólo utilicemos un diez por ciento de nuestra capacidad intelectual, pero sí lo es que apenas sacamos partido de su elasticidad y plasticidad una vez nos escolarizamos –deja ir con un cierto tono  de reprimenda-. Recuerda, Josué “Tú no eres tu mente” así pues, la mente, como los brazos, las piernas, los ojos, debe estar a tu servicio y del mismo modo que estiraríamos el cuerpo para alcanzar algo que nos interesa en lo más alto de un estante, del mismo modo debemos estirar nuestra mente y servirnos de su plasticidad para alcanzar aquello que deseamos. Para aumentar la elasticidad del cuerpo nos servimos de aparatos y ejercicios gimnásticos, para gestionar la mente nos hemos de  servir de pensamientos, pero no de cualquier tipo de pensamientos, sino de aquellos que nos provoquen emociones, e, igual que la gimnasia busca los límites de nuestra resistencia, también dichas emociones deberán “golpear” nuestras resistencias mentales para generar como respuesta los impulsos, actitudes y gestos que precisamos en la búsqueda de lo que nos hemos propuesto.

Has de crear pues Josué binomios de pensamientos, tan absurdos y sugerentes como sea necesario, para que influyan en tu conducta. La influencia sobre tu conducta es la clave en este momento. Te pongo un par de ejemplos; ¿Leerías todos los días tres o cuatro horas si supieras que, de no hacerlo,  una gran desgracia recaerá sobre ti? (miedo) Pues hazlo, piénsalo, créelo, grábalo en tu mente, es sólo un artificio para ejercitarte, pero no te imaginas lo efectivo que puede llegar a ser. ¿Practicarías meditación dos veces al día si supieras que después de un tiempo de práctica te otorgarían un premio millonario que saldaría todas tus deudas y compraría tus deseos materiales? (deseo) Pues hazlo, grábalo a fuego en tu mente, sugestiónate, que tu mente le otorgue credibilidad, hazlo funcionar –exclama extendiendo sus brazos hacia mí-.

Estos son sólo dos ejemplos, busca Josué aquellos que funcionen para ti –afirma mientras me interroga con la mirada- ¿Cómo saber cuáles funcionan? Bien sencillo, si se produce el impulso necesario, de manera regular tal y como te lo has propuesto, entonces funcionan, si no, entonces eleva el listón y/o grábalo en tu mente con mayor intensidad, recréate en el premio (deseo), recréate en la desgracia (miedo), visualízala, siéntela, cada vez que dudes, cada vez que la disciplina amenace con decaer, recurre a tu mente, utilízala en tu beneficio, entrénala, domínala, pues, dado que dejar de pensar no lo hacemos nunca, utiliza esos pensamientos en tu beneficio. Son tuyos. Elígelos de acuerdo a tus intereses. Créalos, dibújalos, vuélvelos a inventar, cámbialos. ¡Son tuyos, haz que te sirvan!

Levanta los brazos y los hombros cuando lo dice, felizmente, tal si hubiera encontrado sentido a todo. Sus ojos brillan distintos.

-¿Te parece absurdo, Josué? ¡Es gimnasia! ¿Acaso la misma razón no debería encontrar absurdo salir a correr por las calles? ¿A dónde vas? ¿Por qué corrés? Al final siempre volvés a casa ¿Cuál era el propósito, pues? ¿Por qué pedalear en una bicicleta estática? No se mueve, no va a ningún lugar. Imaginate lo que pensaría alguien del siglo XV que viera a cualquiera agotarse sobre una bicicleta estática. Claro, cierto, tú ahora lo sabes: es gimnasia, tiene un propósito; ejercitar los músculos, aumentar su resistencia, mejorar la salud…. Pues del mismo modo vos debés utilizar “aparatos”, artificios mentales que si bien pueden parecer absurdos y, en cierto sentido así es, tienen un propósito muy parecido; aumentar tus capacidades, mejorar tu vida, hacerte más feliz –trona en toda la sala su voz llena de emociones confusas para mí. Medio balbuceando intento responder a sus intenciones-.

-Lo que dices, Gabriela, es que me imagine situaciones asociadas a experiencias de miedo y de deseo que me impulsen hacer las cosas que de otra manera no acabaría haciendo por falta de perseverancia, por falta de motivación suficiente ¿Es eso? ¿Qué me monte algo así como películas en mi mente que de alguna manera me presionen a hacer las cosas que quiero hacer pero que casi nunca acabo haciendo por falta de perseverancia? ¿Sí?

-Así es Josué –responde acentuando el tono de la voz-. Está comprobado científicamente que cierto grado de estrés es necesario para mantener ciertas funciones neuronales activas y consecuentemente un funcionamiento metabólico saludable. Esto se puede observar a menudo en ciertas personas mayores que, al poco de jubilarse, al perder los objetivos y la dosis diaria de estrés a la que estaban habituados, de repente empeoran claramente de salud y el envejecimiento físico se hace mucho más evidente en los meses justo después de haberse jubilado. Genera pues Josué ciertos niveles de estrés en la dirección que te interese se focalicen para conseguir tus metas –dice señalándome-.

Eso sí, recuerda –se interrumpe con una clara inflexión en su tono de voz- hablamos de ciertos niveles. Exagerar el “tratamiento” puede ser contraproducente y perjudicarte, como hacer una maratón a diario también lo sería. Aplicá todo en su justa medida. Recordá, en el caso de los binomios de pensamiento, la medida es el nivel de sugestión  y la dosis apropiada aquella que produce el efecto deseado. Más allá de ahí, no te conviene elevar los niveles. Múltiples sugestiones a la vez tampoco son adecuadas pues pueden desbordar tus niveles de estrés. Acumular objetivos en lugar de encadenarlos, sería sin duda un enorme error. ¿Me seguís?

Asiento con la cabeza, mientras observo maravillado como todo su cuerpo ya se ha involucrado de nuevo en el discurso agitándose según se encadenan sus aseveraciones. Sus ojos están brillantes y las feromonas que emanan de su cuerpo me rodean seduciéndome. La luz del sol que entra por las ventanas se confunde con su propia luz, aunque ninguna de las dos me alivia el frio de la piel.

-Por otra parte, como es fácil imaginar, la técnica de los binomios de pensamiento, puede utilizarse en múltiples situaciones. Como veremos también más adelante, deshacer esos binomios que a lo largo de nuestra vida  hemos incorporado a nuestro Yo será también de gran utilidad para facilitarnos el camino hacia nuestras Súper Cualidades. Esto es importante porque, como hemos visto y parafraseando a Gandhi, nuestros pensamientos se convierten en actos, nuestros  actos se convierten en costumbres, las costumbres en hábitos, los hábitos en nuestro carácter y nuestro carácter va a determinar nuestro destino. Elegí pues Josué los pensamientos apropiados, aquellos que te han de conducir a tu destino, pues ahora mandas tú y no tu mente. Dime Josué, ¿Estás preparado para tomar el control?


XI – Elevemos la apuesta

 

 

En mi opinión hay cuatro tipos de profesionales con los cuales, siempre, al tratar con ellos, sufres la certeza de que te están engañando; estos son, los vendedores de pisos y coches de segunda mano, los que hacen reformas en viviendas y los responsables de talleres mecánicos. Te digan lo que te digan, siempre tienes la sensación de que la mitad de sus verdades pesan más o menos lo mismo que la mitad de sus mentiras.

Acabo de finalizar la última conversación telefónica con el mecánico que podría arreglarme la motocicleta, y no sólo no he conseguido que flexibilice sus condiciones de pago, sino que además ha empezado a deslizar que quizás la reparación sea más cara de lo que inicialmente había presupuestado. Sin embargo, no ha conseguido doblegarme. Hoy no. Mi energía sigue intacta, sin dolor. Al menos de momento. Es aún temprano, pero no era ningún sarcasmo. Es sólo que hoy lo veo así. A veces ocurre que un día te levantas y ese día puedes. A mí esto no me ocurre con frecuencia, eso es cierto, pero está bien disfrutarlo cuando así es.

Sucede en ocasiones que, a pesar del continuo maltrato al cuerpo, el fiel Sancho siempre se levanta para seguir al alma, y a veces, sólo a veces, el cuerpo parece sentirse tan ligero como esta última, y se acompasan, y te sientes más joven, o el mismo, pero con ganas de más. Y te dices entonces; aprovechemos el día, pero al final no lo haces porque estás bien y prefieres estar contigo, pero esta vez no, esta vez me he decidido a tener iniciativa, porque hacía falta y porque podía hacerlo, hoy sí. Porque hay que cambiar cosas, porque así no puedo seguir.

Y entonces he pensado en llamar algunos clientes a los que atendía hasta hace poco y les he dicho que podría darles el mismo servicio que recibían desde la antigua empresa en la que yo trabajaba, pero a un mejor precio, más barato, y dos me han dicho que sí, que les interesaba, así que he llamado a antiguos compañeros que también están desempleados ahora mismo, pero ellos sí que tienen la motocicleta a punto, y he acordado con ellos una tarifa que me permite dar a los clientes ese servicio más ajustado en precio, y dejarme a la vez un pequeño margen para mi, que total, no tengo gastos operativos más que la tarifa plana del teléfono, así que ha sido fácil, todo fácil, menos lidiar con la excitada efervescencia que me recorría el cuerpo, pues no sé bien del todo cómo ha sido, pero lo he hecho, así que después de colgar esta tarde el teléfono y confirmar que la entrega del primer cliente se había resuelto más que satisfactoriamente, me he abierto una botella de vino tinto, y me he servido una copa para calmar mis nervios, con la inestimable ayuda del Easy Living de Billie Holiday, reproduciéndose en su negro vinilo, que es cómo hay que escuchar a Billie, y preguntándome, mientras Sancho se iba desprendiendo de la tensión acumulada, qué demonios había hecho, pero sin remordimiento, sino más bien con la curiosidad de un niño ante la magia de un prestidigitador.

 

Living for you is easy livingIt's easy to live when you're in loveAnd I'm so in loveThere's nothing in life but you…

 

Y entonces me he acordado de que anoche me fui a dormir jugando a las sugestiones que Gabriela me proponía ayer, y me dormí convenciéndome de que si no impulsaba un cambio inmediato en mi vida al caer la tarde de hoy, los dementores que acosaban a Harry Potter, aquellas alargadas sombras del inframundo,  vendrían a por mí, y yo, sin los poderes y determinación de Harry,  pues claro, sería presa fácil para ellos. Así que no sé si habrá sido eso, que seguramente no, pero por si acaso, puedo tener ahora la certeza de que al menos hoy no vendrán a por mí. Esta tarde no, porque lo que he hecho hoy no sé si durará mañana, pero hoy hecho está. Y esta noche también voy a “jugar” a las sugestiones, pero hoy sin dementores, que todavía me tiembla el pulso mientras sujeto la copa de vino. Esta vez toca “deseo” y no “temor” así que mañana voy a llamar a Sophie, y le voy a proponer que nos veamos, porque sé que me va a decir que sí o algo igualmente positivo va a ocurrirme y que si no lo hago… vaya, es verdad que al final la dualidad miedo/deseo aparece siempre. Vamos a ver qué tal sucede. Vamos a ver.

Sí, lo sé, esto parece absurdo. Sinceramente creo que lo es. Qué le vamos a hacer. Me comprometí y lo cierto es que no me arrepiento. Aunque es altamente probable que lo que ha ocurrido hoy llevara ya un tiempo madurando en mi y, tan sólo se trate de una casualidad, quizás no más que un detonante que ha adelantado acontecimientos que igualmente iban a suceder en los próximos días. No lo sé. Elevemos la apuesta; todo al rojo. No corren buenos tiempos para apostar por otro color.

XII - Medita

 

 

Después del excitante día de ayer, hoy, a pesar de ser también un día muy agitado y sumar más clientes al proyecto, parece que todo discurre con más tranquilidad. Más aún que ya es de  noche, sopla un viento frio y cortante y camino por los jardines de Mundet en busca del Palau. Hoy nuestra cita está convocada a las ocho de la tarde y la ausencia de coches por esta zona de la ciudad hace más oscura la noche, si cabe. Según voy subiendo, al fondo, en lo alto de la escalinata, ya veo las luces encendidas del piso superior. Allí estará Gabriela, esperándome. No voy a contarle nada de lo sucedido, no de momento. Podría sacar conclusiones anticipadas cuando lo más probable es que lo ocurrido entre ayer y hoy  ya estaba maquinándose en mi cabeza tiempo atrás.

El hall de entrada está en poco más que en penumbra. Me sorprende ver que aquí puede entrar cualquiera a esta hora. El mundo académico tiene en general una confianza en la bondad de la naturaleza humana que empíricamente debería haber desterrado hace tiempo.

Los baldosines negros y blancos siguen ahí, claro. Los atravieso rápidamente evitando pisar las junturas y me deslizo hacia arriba por la escalera en escuadra. Arriba, en cubierta, no hay peligro. Los ventanales de medio arco a ambos lados del corredor ahora están abrazados por la oscuridad de la noche y se refleja en ellos mi figura caminando hacia la sala del fondo. Me miro en el cristal y en cierto sentido no me reconozco.

La sala de sesiones está iluminada pero vacía, salvo por las dos sillas situadas como siempre justo en el centro. Pero ya oigo acercándose unos zapatos de tacón a mi espalda. Sin duda debe haber oído mis pasos. Buena chica.

-Hola Josué

-Hola Gabriela, ¿Cómo estás?

-Bien ¿y vos? Veo que los golpes de la cara ya se van borrando -me guiña un ojo mientras lo dice, que a mí me sobraría si no fuera el suyo-.

-Eh… Sí, estoy mejor. Estoy bien, todo bien, tranquilo. Este lugar por la noche cambia mucho ¿verdad?

-Sí, se hace un poco raro caminar por aquí cuando oscurece. En verdad que yo la mayoría de veces salgo de acá sobre esta hora, así que ya me estoy acostumbrando. Cuando llego a la parada de metro es entonces que reconecto con la idea de que estoy viviendo en una ciudad, pero aquí a veces lo olvidás.

Me hace un gesto con la mano para invitarme a sentarme, pero creo que intencionadamente a una distancia de las sillas lo suficientemente alejada como para que no quede claro en cuál debo hacerlo. Se supone que debo elegir mi lugar. Opto por sentarme en la misma silla de los primeros días. Después se sienta ella. Lleva como siempre una carpeta, una botella de agua etiquetada y un par de vasos. No dice nada mientras los va llenando de agua. Continua en silencio mientras hace anotaciones en sus papeles. Lleva un jersey de lana gruesa gris, de un cuello alto muy ancho y holgado que no oculta del todo su cuello cuando se inclina hacia adelante. Viste además unos tejanos y unos botines de tacón de color negro. Su rostro es color del nácar y sus ojos, rodeados de unas densas pestañas negras, se muestran húmedos como si también hubiera estado en el exterior sintiendo el frio en su cara. Los labios, perfectamente dibujados en un rojo intenso, quedan siempre a un suspiro de estar cerrados.

-Y, cuéntame Josué. ¿Alguna novedad desde la última sesión? ¿Pusiste a prueba las sugestiones?

-Oh, no, nada destacable. La verdad es que no he tenido tiempo, he estado bastante ocupado…

-¿Ah, sí? Cuéntame, qué ha pasado….

-Eh… no, nada, la motocicleta, ya sabes, el taller mecánico y burocracia diversa. Sé que me he de poner con lo de las sugestiones. Estoy comprometido y lo haré. Cuenta con ello.

-Sí, estoy segura Josué. Sé que lo harás. Es importante que empieces a tomar el control de tu vida. A partir de que tomas el control de tu mente es todo entonces más fácil. Cuando te das cuenta de que eres mucho más  que tus pensamientos, el salto hacia adelante es determinante. Todo cambia. Los pensamientos se ponen a tu servicio y dejás de estar tú al arbitrio de ellos. La mente es vulnerable, ya lo sabemos, cambia su estado y sus pensamientos dependiendo de qué la rodea, de tu estado físico, etc. Fijate que algo tan sencillo como los colores de la habitación en la que te encuentres cambian tu estado de ánimo y por tanto los pensamientos que tienes, y el cómo te sientes. La música que escuchas, o la cantidad de gente y ruido a tu alrededor cambian también tu manera de pensar. Se comprenden entonces que no podemos dejar nuestras vidas en manos de un órgano tan voluble ¿no te parece? –pregunta retóricamente poniendo las palmas de la mano hacia arriba- Y, ya que tenemos esa información, al menos utilicémosla en nuestro beneficio. Si podemos crear el entorno apropiado para tener los pensamientos que nos convienen, ¿Por qué no aprovecharlo? ¿no es cierto?

-Sí, entiendo lo que dices, pero resulta extraño separarse de los propios pensamientos. ¿Acaso no somos lo que pensamos?

-Josué, si observás el embrión de cualquier ser vivo, antes incluso, mucho antes, de que se haya formado el cerebro de ese ser y sus principales órganos como la vista, el oído…, podrás ver que su corazón ya late.

-Sí, claro, como en las ecografías ¿Pero eso qué significa?

-Pues que la voluntad es anterior al pensamiento. Antes de pensar ya tenemos voluntad, la voluntad de vivir, de nacer, de existir de crecer, de evolucionar... La vida es el recipiente de la voluntad. Aún cuando el cerebro no existe, el corazón ya late. Nuestros deseos más fundamentales, más básicos y más determinantes para nosotros están en nosotros antes de que tengamos las “razones” para ello. Incluso la decisión misma de tener un cerebro reside en nuestra naturaleza, es una decisión que tomas tú, pero no tú “el cerebro”, sino que la toma ese tú que es más aún que aquello que piensas sobre ti, que aquello que piensas al menos de una forma racional, con tu cerebro.

-Entiendo, si no existe aún el cerebro, está claro que el cerebro no puede tomar la decisión de crearse a sí mismo. Sí, hay una voluntad anterior, eso lo veo, pero... ¿Y no tiene eso algo de místico, de religioso?

-Bueno, ya sabes, la religión y los dogmas son sólo para aquellos que han renunciado a seguir buscando la verdad. Para la comunidad científica la clave está en averiguar dónde reside esa forma de conciencia, que parece estar en todas las células de nuestro cuerpo y que no depende de nuestro cerebro. Nos interesa descubrir todo ese potencial, investigar cómo aprovecharlo y ponerlo entonces al servicio de la sociedad y de las personas en particular para mejorar sus vidas. No nos conformamos con modular una explicación mística a la que después rendirle tributo, queremos saber la verdad y cómo universalizarla –dice estirando el cuello hacia mí y apoyando sus manos sobre la carpeta que sostiene sobre las rodillas-.

-La verdad es que suena muy atractivo cuando lo cuentas. Cuando lo cuentas tú. Le pones tanta emoción que me fascina la idea de formar parte, aunque sea con mi pequeña contribución como rata de laboratorio.

-Oh Josué vos no sos ninguna rata de laboratorio. Créeme. No estamos experimentando. Recuerda que el programa ya se está aplicando desde hace varios años, con resultados asombrosos en otros países.

-Sí, y entonces… ¿qué es lo que ha acabado pasando con las personas que han terminado el programa en los otros países? ¿Han cambiado? ¿Qué ha sido de ellos?

-Me temo que eso no puedo contártelo.

-¿Por qué no?

-Porque influiría en tu percepción de las sesiones y crearía una serie de expectativas que podrían afectar negativamente en la evolución del programa. Creo que fuiste tú mismo quien en una sesión anterior me dijiste aquello de que las expectativas son la medida de las decepciones ¿No es cierto? -me guiña un ojo con tono de  revancha-.

-Ya, claro. Mmm... que sepas que utilizar las propias palabras del otro para rebatirle es entrar en un juego peligroso. Nunca sabes cómo puede acabar eso, jejejeje….

Deja ir una sonrisa que inunda la sala y mi alma.

-Josué, sí, pero no he podido resistir la tentación. Perdoná, no quería retarte. O quizás sí, uhm… ya no lo recuerdo –y sigue riendo-.

A veces, oyendo a la doctora Zimmermann, la del rictus serio y enérgico, olvido su condición de mujer atractiva, pero cuando ríe así, con esa juvenil y desafectada sonrisa, abierta de par en par, mostrando unos perfectamente alineados y blancos dientes perfilados por sus expresivos labios de rojo intenso, caigo de nuevo en el ensueño de su femenina condición y entonces la hendidura de su garganta se convierte en una autopista hacia la pasión, que desciende escondiéndose más allá de la barrera que forma su jersey de lana alrededor de sus hombros.

-Hoy Josué vamos a hablar de la meditación transcendental. ¿Has meditado alguna vez?

-No, bueno... una vez leí un libro que trataba sobre la filosofía Zen y hacía todo un circunloquio alrededor de la meditación, pero la verdad, me pareció sobrecargado y redundante en cierta manera. Afortunadamente no era un libro muy largo y conseguí acabarlo, pero reconozco que la imagen que me dejó sobre la meditación fue…, cómo decirlo, no negativa, pero sí ajena y extraña al mundo occidental. ¿No te lo parece a ti?

-Entiendo lo que quieres decir. Por suerte hoy hay manuales muchos más sencillos sobre meditación transcendental e incluso breves videos por internet que permiten una aproximación fructífera sin complicaciones. Después te pasaré unas direcciones útiles al respecto.

Me ofrece agua para beber. Bebemos y rellena de nuevo los vasos. Empiezo a tener la sensación de que beber agua se ha convertido en un ritual propio de las sesiones, como si estas pausas formaran parte misma de la organización de estos momentos. No entiendo el propósito pero por ahora no hago preguntas, más allá de las que me hago yo mismo.

-De hecho Josué no pretende esta sesión ser un manual sobre como meditar, pues como digo ya hay mucho material disponible al respecto, tanto impreso, en la red o en infinidad de talleres, tan solo apuntaremos algunas ideas que pueden serte útiles para, por un lado, adquirir la práctica continuada de la meditación y, por otro, obtener de ella el mayor partido en el propósito de adquirir un mayor conocimiento de nosotros mismos y, en consecuencia, de nuestras respectivas potencialidades ¿Te parece?

-Sí, claro, por supuesto.

-Mirá Josué, si desde que estamos en la escuela se nos hace hincapié en la importancia de leer comprendiendo simultáneamente aquello que se lee, en la meditación transcendental, dado que su principal función es la abstracción, el impulso racional de intentar la comprensión de aquello que nos ocurre durante los estados de meditación  es del todo contraproducente, ya que es lo mismo que querer parar un coche mientras se aprieta al mismo tiempo el acelerador y el freno; se tarda más, se produce un mayor esfuerzo y en consecuencia un mayor desgaste y se frustra el objetivo de la misma en la mayoría de casos. Hemos pues de entender qué pasa en nuestro Ser durante una sesión de meditación, pero no poner nuestra atención en ello mientras la llevamos a cabo ¿Sí?

Asiento con la cabeza, sin mucho convencimiento, pero con todo el deseo de seguir escuchándola, eternamente.

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