Meta

Meta


Meta

Página 6 de 23

-Te espera en el despacho que queda al lado opuesto del pasillo, justo después de la escalera ¿Querés que te acompañe?

-Oh, no gracias. Imagino que no tiene pérdida –sólo será necesario que siga el olor a aftershave-.

-Nos vemos aquí luego entonces –suelta sin compasión una Gabriela encandiladora-.

Schulze tiene un pequeño cubículo al final del pasillo. Mira la pantalla de un ordenador mientras hace erráticos movimientos con el ratón. Estoy seguro de que ya me ha visto y me ha oído hablar con Gabriela, pero sigue poniendo un afectado absorto interés en la pantalla. Quiere parecer ocupado. Parecer ocupado es una de las mayores aficiones de nuestra época para la mayoría de ejecutivos y cargos de responsabilidad. Resulta en una especie de competición de a ver quién lo simula con más talento. La era de la informática nos ha regalado tanto tiempo que nadie sabe bien qué hacer con él, pero parecer ocupado es fundamental para quedar bien incrustado en el sistema.

-Buenos días, Schulze.

-Oh, buenos días Sr. Josué ¿Cómo está? ¿Cómo le va todo?

-Todo bien ¿Estás ocupado? Si lo estás podemos dejar los test para después…

-Oh, no, le esperaba. Bueno, claro que estoy ocupado pero quiero decir que los test no pueden esperar. Hemos de cumplir el protocolo previsto – dice forzando una grotesca sonrisa, con cierta autosuficiencia-.

-Bueno, vamos allá, entonces ¿Dónde están los test? ¿Dónde me pongo?

-Sí, eh… me gustaría que mantuviéramos antes una pequeña charla, una especie de entrevista, si no le importa. No nos llevará mucho más tiempo.

Lo dicho, el Dios del desatino ya hizo aparición, nunca defrauda. Es inapelable que cuanto más te conviene algo, más posibilidades hay de que eso que te conviene no ocurra. Hoy me convenía que la sesión fuera corta, y está claro que me va a ocupar toda la mañana. Tengo además una cierta resaca y hablar o hacer un test no entra precisamente en la categoría de mis placeres matutinos. Resaca… Oh, sí, mejor no pensar en lo de anoche ¡Qué horror! ¿Quién soy? Todavía no acabo de creérmelo ¿En qué estaría pensando? Desearía que no fuera más que un sueño, una pesadilla. Lo cierto es que esta mañana Ramirez ya no estaba, aunque… también he de reconocer que le he oído escurrirse como un ladrón de madrugada, así que mejor no engañarse. Imagino que se ha marchado antes del alba para que ningún vecino le viera salir de mi piso después. Sí, mejor así, desde luego. Tampoco deseo ahora encontrármelo en la escalera ¿Qué le diría? ¿Cómo reaccionar? Va a ser una situación muy incómoda.

-Eh…, claro, adelante.

-Muchas gracias Sr. Josué. Tome asiento por favor.

El despacho de Schulze es bastante pequeño, de unos dos por tres metros, quizás menos. La mesa es muy grande con lo cual aún hay mayor sensación de estrechez, y está cubierta de carpetas y papeles sueltos. En una especie de mesa camilla que queda a su derecha, haciendo escuadra, tiene un teclado y una pantalla de ordenador de aspecto obsoleto. La mesa es vieja, con una melamina gastada, y enfrente quedan dos sillas semi-acolchadas de un color rojo pálido, una junta a la otra. Para cerrar la puerta es necesario apartar una de las dos sillas, sino no queda espacio para hacer la  maniobra. No hay ventanas y del techo cuelga una lámpara suspendida con una luz amarillenta que sólo ilumina hacia la mesa, lo que deja a oscuras el techo y aumenta la sensación de agobio. A mi derecha queda una estantería con todos sus estantes llenos de carpetas y libros, sin un orden aparente. En definitiva parece un cuarto trastero, donde hayan depositado sobre una butaca giratoria de eskay negro y reposabrazos un maniquí germano con el cabello rubio, de más de metro ochenta de altura y anchas espaldas, que sonríe como si aquella habitación fuera el Estado Mayor de un poderoso imperio. Cada uno sabe la medida de su satisfacción, me digo.

Se acomoda contra el respaldo de su butaca y nos quedamos los dos mirando fijamente durante unos segundos, que parecen más tiempo, sin decir nada. Lleva un suéter de lana gris con un cuello de media luna cerrado sobre una camisa azul. Observo que mueve las manos arriba y abajo de los reposabrazos como tomando impulso para lanzarse hacia adelante. Encoje los hombros y fuerza una de sus sonrisas, llevando atrás la comisura de sus labios de manera exagerada mientras abre expresivamente sus ojos.

Siento que la nausea reclama su papel de invitada estrella en mi vida. Me canso de esperar la reacción del aspirante a ínclito, con su tez casi aria, y decido romper ese absurdo silencio.

-Y bueno Schulze… – estoy seguro de que le molesta que le llame por su apellido y no anteponga el “nobiliario” título de doctor para dirigirme a él como hace Gabriela; pero qué satisfactorio es ver esa casi imperceptible, ligerísima mueca de desconcierto en su cara, cada vez que lo hago- ¿Qué tal es la vida aquí en Barcelona? ¿Muy diferente de….?

-¿Leipzig?

-…sí, Leipzig.

-Bueno, sí, en ciertos sentidos es muy diferente, es verdad. Aunque hay algo también común a todas las ciudades de Europa, culturalmente hablando, quiero decir. El clima…. Bueno, Leipzig no es tan fría como otras zonas de Alemania, pero hace desde luego más frio que aquí. También es una ciudad más pequeña ¿Ha estado alguna vez allí?

-No, en realidad nunca he estado en Alemania.

-Ah, entonces puedo contarle alguna cosa. Por ejemplo que Leipzig es el lugar donde Napoleón sufrió su primera derrota ¿lo sabía? La Universidad de Leipzig ha sido además una de las más influyentes de Europa. Pero sobre todo Leipzig es famosa en el mundo por su tradición musical.

Observo que me va a hablar de lo que a él le interesa y no de lo que yo le he preguntado, que era sobre su experiencia aquí. La culpa es mía en cualquier caso por hacer preguntas. El Dios del desatino hoy se está esmerando a fondo y ya veo que no me va a perdonar ni una.

-¿Su tradición musical?

-Oh, sí, yo mismo estudié piano en el Königliche Conservatorium der Musik, fundado por el mismo Mendelssohn y ciertamente una de las escuelas de música más celebres del mundo.

-Ajá….

- ¿Sabía que Schiller escribió la Oda de la Alegría en Leipzig? ¡Pues debo decir además que Bach compuso la Pasión según San Mateo también en Leipzig! ¿Le parece poca cosa?

No acabo de entender esa autosuficiencia de la mayoría de los alemanes, después de que se han pasado toda su historia intentando de un modo u otro conquistar a los demás ¿Si uno está conforme y satisfecho con su vida, no debería quedarse plácidamente donde está?

-Pues si le parece poco le diré entonces que Wagner nació en Leipzig y que Goethe y Schumann también estudiaron allí. El mismo Mahler dirigió la orquesta del Teatro Civil de Leipzig, e incluso Richard Strauss dirigió en Leipzig después de estrenar la primera representación de Salomé en Dresde. ¿Qué? ¿Qué le parece? No es una ciudad tan grande como Barcelona, pero me reconocerá que no es tampoco una “pequeña” ciudad ¿verdad? – dice con emoción en la cara y echando el cuerpo hacia atrás claramente satisfecho de haber podido contar su vanagloriosa historia-

-Sí, eso parece. Veo que está muy orgulloso de ella y lo entiendo. De todos modos, creo que quería que tuviéramos una entrevista ¿no? ¿De qué quería hablar exactamente?

-Oh, sí, efectivamente.- Se pone a rebuscar entre sus papeles lo que parecen unas notas al margen sobre los últimos test que realicé- … veamos.. Ah, sí, sus padres… ¿Podría hablarme de sus padres?

-¿Mis padres? Mis padres murieron.

-Sí, lo sabemos, pero ¿podría darnos algún detalle más por favor?

-Sí, claro, supongo que sí, aunque no hay mucho que contar… Mi madre murió hace ahora… unos veinte años, sí, veinte años hizo el mes pasado y…, mi padre murió unos años antes, cuando yo tenía ocho años. Mi padre falleció en un accidente de tráfico. No sé, no hay mucho más que explicar.

-¿Ocho años? Debió ser un gran impacto para usted…

-Supongo que sí.

-¿Podría darme algún detalle más?

-¿Detalles? …Está bien, le haré un resumen… -respondo con evidente desgana-. En realidad, si lo pienso bien, no es una historia tan larga. Viajábamos los tres, mis padres y yo. Acabábamos de llegar a una casa en la montaña que mi padre había alquilado en el Pirineo aragonés. Era una casa aislada, rodeada de vegetación a la que se llegaba por un camino de tierra bastante empinado, de unos dos kilómetros desde la carretera que pasaba más cercana. Mi padre ansiaba mucho la paz de la montaña y le gustaba que saliéramos a caminar sin encontrarnos con otras personas. Él era comercial y ya sabe, se pasaba el día hablando con todo el mundo y sufriendo el tráfico urbano yendo de un cliente a otro, así que para él las únicas vacaciones posibles eran allí donde no se oyera a nadie, no se viera un coche y menos aún un semáforo. Mi madre, por el contrario, deseaba siempre quedarse en casa. Cualquier plan que hiciéramos a ella le provocaba siempre una soporífera e insuperable pereza. Al final siempre transigía. Hubiera seguido a mi padre hasta el infierno. En cierto modo lo hizo. Realmente ella lo adoraba. Recuerdo que en el camino desde Barcelona yo me maree bastante y tuvimos que parar un par de veces para que yo me recuperara, así que mis padres decidieron que primero llegaríamos hasta la casa, inspeccionaríamos el interior, analizaríamos qué nos hacía falta para pasar las dos semanas que teníamos contratadas, y entonces yo me quedaría allí descansando mientras ellos dos bajarían hasta el pueblo, a unos tres kilómetros. En el pueblo comprarían los víveres y lo que pudiéramos necesitar para aquellas dos semanas. Al dejarme entonces en la casa, bajaron de nuevo el sendero de tierra hasta la carretera principal y resultó que, al tratar de incorporarse a la carretera, un coche les embistió por el lateral, el coche de mis padres salió rodando ladera abajo por el barranco de una riera que pasaba paralela a la carretera. Mi padre falleció en el acto. Mi madre quedó inconsciente.

-¡Vaya, eso es terrible! ¿Qué hizo usted?

-Esperarlos.

-¿Esperarlos?

-Sí, nadie sabía que yo estaba en la casa, mi madre estaba inconsciente y no podía informar a nadie. Esperé pensando que se habían entretenido. Pasaron las horas y tomé consciencia de que algo malo había ocurrido. En aquella época no había teléfonos móviles y tampoco había línea telefónica en la casa. Si la hubiera habido, la verdad, tampoco sé a quién hubiera llamado. Cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde. La noche era muy oscura, no había luna, lo recuerdo bien, así que no me atreví a bajar por el camino de tierra. Recordaba que había un par de cruces y no estaba seguro de que fuera capaz de llegar hasta abajo sin perderme. Además, una vez allí, tampoco sabría a dónde ir; tenía ocho años, no conocía el lugar y había llegado hasta la casa realmente mareado.

-¿Qué hizo entonces?

-Esperarlos, ya se lo he dicho. Me senté en un sofá-cama que había en la salita de estar. No quería dormirme, aunque al final,  alrededor de las cuatro o las cinco de la madrugada me dormí sin quererlo. Cerca del amanecer me despertó el ruido del motor de un vehículo que se acercaba a la casa. Salí corriendo pensando que eran ellos. Aun era bastante oscuro y los faros me cegaron los ojos. Cuando recuperé la visión vi un vehículo de la Guardia Civil que venía a recogerme para llevarme al hospital, donde estaba mi madre ingresada, aún inconsciente. Se despertó unas horas más tarde, aunque hubiera preferido no hacerlo. Mi madre estaba locamente enamorada de mi padre.

Supieron de mí por mi tía, a la que localizaron en la agenda telefónica que mi madre llevaba en el bolso. Ella fue la que les preguntó por mí y así supieron que mis padres no viajaban solos.

-Una experiencia terrible para un niño, eso es seguro. ¿Cree que arrastra usted algún sentimiento de culpa o algo parecido?

-No, ¿por qué? ¿Lo dice porque yo me mareara y eso alterara los planes? Los niños se marean, ¿qué culpa podría tener yo? Los niños nunca son culpables.

-Por supuesto, coincido con usted. Pero, dígame por favor, hace veinte años su madre debía ser todavía joven. ¿De qué murió?

-Murió de intoxicación por barbitúricos.

-¿Barbitru….? Perdón, no conozco aún esa palabra.

-Se suicidó. Unos meses después de que yo entrara en la universidad. Que yo entrara en la universidad era el gran deseo de mis padres.

-Vaya Josué, eso debió de ser espantoso también para usted.

-Fue su decisión. Yo la respeto. Aquel día, en el desayuno, mientras conversábamos antes de que yo saliera camino de la facultad, mi madre me dijo la misma mañana en que murió que Dios se llevaba a las personas por dos motivos, o porque ya habían sufrido demasiado, o porque Dios ya había colmado todos sus deseos.

-¿Por qué cree que tomó esa decisión?

-Mi madre conducía el coche. Se saltó el Stop.


XVI – Voy hacia mí

 

 

-Hola de nuevo, Josué ¿Todo bien? Te veo cansado. Más pálido…

-No,  no. Todo bien Gabriela.

-Bien, perfecto entonces. ¿Empezamos? Toma asiento por favor.

Como de costumbre, lleva una botella de agua etiquetada bajo el brazo, dos vasos de papel y su bloc de notas. Me hace un gesto con la mirada hacia las dos sillas que hay en el centro de la sala. Se supone que debo elegir una. Entra una luz tenue por las grandes ventanas a pesar de que ya es medio día y no se ven nubes en el horizonte. Sin embargo, una especie de traslucida seda blanca parece esconder el cielo, dejándolo todo en una luz distante, sin apenas intensidad. Eso al menos me parece a mí, o quizás no sea más que la resaca que arrastro. Definitivamente no sé si progreso con esta suerte de terapia, pero lo que es seguro es que si algo avanzo, el alcohol me lo hace retroceder, esa sensación tengo en mi interior y ahora la nausea se hace presencia.

Tomo asiento en una de las dos sillas, la de siempre ¿Qué problema habrá con ello? Ella también toma asiento y empieza a llenar los dos vasos. Me ofrece uno que ciertamente agradecería viniera acompañado de un analgésico para el dolor de cabeza. Presiono con la palma de la mano izquierda mi vientre para resituar mis sombras.

-Y contáme ¿Qué son todas esas nuevas? ¿Cómo te va la vida?

-Oh, no creas, nada extraordinario realmente…

-Bueno, algo nuevo debe haber ¿no?

-Bueno, ya sabes, por pura necesidad tuve que tomar la iniciativa con el tema laboral. Empiezo a estar en una edad muy difícil para quedarme en el paro, así que podemos decir que o me movía yo o difícilmente iba a salir de la situación estancada en la que me había sumergido.

-¿Sumergido? Curiosa palabra ¿Te encontrabas, digamos, “sumergido” y ahora tienes la sensación de no estarlo? ¿Es así?

No me había fijado hasta ahora que tiene unas cejas pobladas, pero no excesivamente, que le dan mucha expresividad a su rostro. Su roja boca sigue siendo el centro de su cuerpo. Está recostada sobre la silla, ligeramente inclinada con un brazo por detrás del respaldo, en un estilo un tanto fanfarrón, pero que es bienvenido porque así no se deja ver la cerebral y aséptica Zimmermann y resulta más amena la conversación.

-Bueno, tampoco quisiera exagerar, pero evidentemente ahora no tengo mucho tiempo para pensar en mí mismo, a diferencia de cuando estaba completamente desempleado, y eso no deja de ser, como mínimo, un cambio de situación, cualitativamente quiero decir.

-Claro, y dime Josué, ¿qué mas cambios has experimentado? Contame cómo te fue en la reunión de vecinos.

Le hago un pequeño resumen de la reunión en el portal del edificio. A diferencia de con Sophie, con Gabriela prefiero minimizar lo ocurrido. No sé muy bien por qué.

-Entiendo. Veo que lo enfocás todo con mucha prudencia. Me parece bien. Hemos de ser cautos y no hacer valoraciones precipitadas. No queremos sentirnos decepcionados ¿Cierto?

-No, por supuesto. Tampoco creo que se trate de eso. Además… ¿Vamos a dar por hecho que cualquier cambio en mi vida va a ser a partir de ahora interpretado como consecuencia de las sesiones? ¿Parece poco probable, no?

-Claro que no. Tenés razón.

-Porque… en las experiencias anteriores con otras personas que ya han seguido el programa, ¿Qué ha ocurrido? ¿Siempre ha habido cambios? Sí, ya sé, no me lo vas a decir, pero… ¿Cómo sabéis que es siempre el programa? ¿Y si resulta que no es más que la propia sugestión de seguir el programa lo que impulsa los cambios?

-Ahí estuviste acertado, Josué, efectivamente, porque como ya hemos hablado y veremos más adelante, los procesos de sugestión son muy importantes, tanto que el propio programa Meta los utiliza continuamente. Entonces ¿Cómo saberlo? ¿Cómo saber si es la propia inclinación del individuo al cambio, en un momento dado de su vida, lo que sirve de motor a la evolución que observamos, y el programa no es más que circunstancial pero no determinante? Es eso lo que quieres decir, ¿cierto? ¿Si no será la misma causalidad la que lleva a las personas predispuestas al cambio a acercarse a nosotros o, a cualquier otra forma de estimulación del desarrollo personal, en una forma de ritual previo, donde, igualmente, los cambios se iban a producir? ¿Sí?

-Sí, eso me preguntaba.

-Efectivamente, también el equipo que puso en marcha el programa se hizo la misma pregunta –dice en un tono algo condescendiente-. Pues bien, no todos los participantes reciben el programa tal y como se ha diseñado. Algunos son lo que llamamos sujetos de control.

-¿Sujetos de control?

-Sí, así es. El sujeto de control, escogido aleatoriamente entre todos los que siguen el plan, no recibe el programa Meta, sino solamente una serie desordenada de diversas técnicas de entrenamiento personal,  pero que están intencionadamente desestructuradas para que no produzcan ningún efecto a medio plazo en el sujeto. Entonces, de este modo vemos si sus progresos son sólo sugestiones en forma de “fogonazos” que es lo que suele ocurrir en esos casos, y así podemos compararlo con los individuos que si están recibiendo el programa íntegramente.

-¿Y soy yo un sujeto de control?

-Josué, estoy segura de que me entendiste perfectamente, y por esa misma razón sabés que no puedo decírtelo. Tendrás que vivir con ello – dice mientras acaba con una amplia sonrisa-.

-Ya. Espero no ser un sujeto de control porque pasar el rato contigo no está mal del todo, lo de las imágenes del biocampo no es ningún problema, pero los test son insufribles y no acabo de entender su utilidad. A lo peor son así de raros porque son para cobayas de control –le digo mientras abro los ojos y ensancho la boca con la misma teatralidad del alemán, para que capte la analogía- .

-¿Los test insufribles? No será para tanto Josué.

-Oh sí, ya lo creo. Además no entiendo la utilidad de la mayoría de preguntas. A ver si no qué sentido tiene preguntar cosas como ¿Cuándo fue la última vez que lloraste? O ¿De qué color eran los ojos de la primera persona que viste esta mañana? Eso…., eso… ¿Para qué sirve? Acabo de encontrarme con preguntas así en el test que acabo de hacer con… eh….

-¿El Dr. Schulze?

-Sí, eso, el alemán.

-Todo tiene un fin Josué, algunas son para conocer por ejemplo tu nivel de introspección en relación con tus propios sentimientos. Otras, para ver cómo funcionan tus sistemas de alerta, tu capacidad de percibir el entorno, y medir la evolución según progresas en las sesiones; si es que hay progresión, claro. Estamos “construyendo” un nuevo Josué ¿Recuerdas? Necesitamos saber si lo estamos logrando, y los cambios no son sólo físicos, así que tenemos que medir otros parámetros, digamos, más profundos.

-Otro Josué…. ¿Y no deberíais haberme preguntado cómo quiero que sea ese nuevo Josué?

-A través de los test, de manera indirecta, lo hacemos en cada ocasión, pero, dime, ¿Cómo te gustaría que fuese ese nuevo Josué?

-Pues, …. ¿Sabes? Me gustaría parecerme a la persona que quiero ser.

-Eso es exactamente de lo que vamos a hablar hoy ¿Empezamos con la sesión?


XVII – Justo Antes de Dormir

 

 

-Josué, no sé si habrás oído hablar de Joaquin Valls o has leído algo de él.

-No, la verdad es que no ¿Debería conocerlo?

-Te lo preguntaba porque él ejerce acá, en Barcelona, pero déjame

entonces que te cuente; Joaquin Valls es economista, profesor universitario y entrenador de inteligencia emocional. En sus estudios ha profundizado en las posibilidades de sugestión de la mente para modificar y crear comportamientos –resalta su tono de voz, abriendo la mirada-. Sus trabajos de divulgación se centran principalmente en dos técnicas, Josué; la grafotransformación, que defiende la idea de que la escritura refleja nuestra psique y que por tanto, en sentido inverso, desde la escritura puede modificarse la psique gracias a la plasticidad de nuestro cerebro. Y, por otro lado, ha profundizado también en la técnica de las instrucciones nocturnas al cerebro.

-¿Instrucciones nocturnas? Eso suena muy místico, Gabriela.

-Pues ciertamente no tiene nada de místico. En realidad la técnica se sustenta sobre la base de que justo antes de dormirnos, en el proceso de renuncia del consciente a la vigilia para sumergirse en el sueño, las instrucciones recibidas durante esos momentos van a beneficiarse después, mientras dormimos, del mayor número de conexiones neuronales que se producen durante el tiempo del sueño. De este modo las instrucciones y consignas de carácter positivo escritas y verbalizadas justo en ese instante consiguen,  tras un número determinado de repeticiones, una fuerte fijación psíquica en nuestro ser que va a influirnos después en nuestro día a día y de una manera positiva. 

Hace una pausa para beber agua y con la mirada me sugiere que yo haga lo mismo. Hoy lleva una bata blanca de laboratorio, abierta, por encima de un jersey verde de gruesa lana y cuello alto y todo ello combinado con una minifalda negra, bastante ajustada, según parece, pero que la gastada bata blanca camufla, haciendo que el conjunto pierda interés.

-La técnica de las instrucciones nocturnas… -continua hablando y a veces me parece que ignora que yo estoy frente a ella- que puede encontrarse a menudo reflejada en diversos libros de coaching y auto ayuda con más o menos mística incorporada, debo reconocerlo, pero que al fin y al cabo tiene una base científica que lo sustenta, como te he explicado, no es otra que la que utiliza a su vez la  programación neurolingüística, la cual se sostiene también en la plasticidad cognitiva, es la que nos permite sugestionar constantemente nuestro consciente. El mismo consciente que va a tener después la responsabilidad de dar impulso, o por el contrario, poner barreras, a cada una de nuestras potencialidades.

-¿Hablas de la sugestión como una herramienta? ¿Cómo algo hecho con premeditación?

-Los procesos de sugestión son constantes a lo largo de nuestra vida, Josué, sean o no intencionales. Si desde niño nos dicen cotidianamente que no somos hábiles en algo, acabaremos creyéndolo y nosotros mismos acabaremos repitiendo lo mismo potenciando aún más la sugestión ¿Me entendés? Por el contrario, si nos dicen que en algo somos buenos, acabaremos asimismo creyéndolo y –hace una clara inflexión en la voz y señala con el dedo índice hacia el techo- esto es muy importante, acabaremos potenciando nosotros  mismos dicha cualidad ya que los procesos de sugestión se retroalimentan, es decir, cuanto más se repiten, más fuertes se hacen y más se consolidan ¿Entendés lo que intento explicar, Josué?

-Sí, está claro que si el entorno, digamos, “te machaca”, difícilmente puedes sentirte bien contigo mismo ¿no? Y que si tienes gente que te anima a tu alrededor, pues vas a sentirte mejor, sin duda y te va a ser más fácil tener éxito.

-Así es, pero fijate que la sugestión no depende únicamente de los demás, uno mismo adquiere la principal responsabilidad según se aleja de la infancia y empieza a adentrarse en la adolescencia. Los procesos de imitación inconscientes, heredados de nuestros antepasados los simios, nos llevan de niños a adoptar gestos de nuestros padres (incluso de padres adoptivos) y a ver reflejado en nosotros sus cualidades y sus defectos. Ocurre entonces que, si aquel de nuestros progenitores con el que nos consideramos más identificados, se declara de letras o de ciencias, o poco hábil para el deporte, o bueno en las artes plásticas, es habitual que el adolescente empiece a definirse a sí mismo en un rol semejante, atribuyéndose a sí mismo dichas cualidades o carencias. Es a lo que coloquialmente nos referimos con la conocida frase de “yo ha salido a mi padre/madre”

-Pues en mi caso debo decir que creo no haber salido a ninguno de los dos. Quizás a mi abuelo. Pudiera ser.

-Lo cierto Josué es que  no hay razón alguna para que así sea; el padre de Einstein no era un brillante científico, sino el propietario de una fábrica de aparatos eléctricos. Curiosamente Einstein dejó la secundaria después de fallar un examen que tenía que haberlo encaminado a la diplomatura de ingeniero eléctrico, y sin embargo, fue el regalo de una brújula que le obsequió su padre mientras reposaba en cama a causa de una enfermedad, lo que hizo que se interesara por la ciencia.

-¿Por una brújula? Vaya, no conocía la historia…

-No es un caso aislado. Si mirás la biografía de innumerables genios, artistas y reconocidas personalidades, se observa que en la mayoría de casos estos no siguieron la tendencia familiar; los padres de Lincoln eran granjeros, el padre de Jesús era carpintero, el padre de Napoleón fue político, no militar, y el padre de Shakespeare era comerciante…  Sin embargo, por el contrario, estadísticamente, la mayoría de personas tienden a seguir la profesión de los padres y a cursar los mismos estudios y carreras. ¿Por qué? Es el poder de la sugestión, la externa y la interna, que nos hace creer que no estamos dotados de ninguna cualidad que no esté previamente en nuestro árbol genealógico, lo cual es una solemne estupidez, como queda demostrado en los ejemplos que acabo de contarte, pues las cualidades, y muy especialmente las súper cualidades residen en nosotros independientemente de que previamente las hayan manifestado nuestros padres a lo largo de su vida.

-¿Cómo se rompe ese círculo, Gabriela? ¿Es siempre beneficioso hacerlo?

-La sugestión, Josué, puede abrirnos puertas y a la vez cerrarlas, pueden ser un círculo virtuoso o por el contrario una espiral perjudicial –afirma dibujando un círculo en el aire con su mano-. Mal administradas harán que el niño que nace en un entorno humilde crea que no ha sido dotado de las herramientas necesarias para cambiar su sino y en consecuencia continuará de adulto su vida en aquel mismo barrio o pueblo, haciendo profesionalmente algo muy próximo a lo que hacían sus padres. Pero –hace una marcada pausa abriendo sus ojos y apuntando con su dedo índice hacia el techo para poner el acento en lo que va a decir- adecuadamente gestionadas, las sugestiones pueden beneficiarse de la plasticidad de nuestro cerebro para transformarnos y proveernos de  herramientas que nos impulsarán a un abanico de infinitas posibilidades que nada tienen que  ver con el lugar de dónde venimos. Recordemos esto pues, Josué, no podemos cambiar de dónde venimos pero sí a donde vamos.

Se toma un respiro, pero esta vez no toma el vaso, si no que pierde su mirada por unos segundos más allá de los ventanales. A veces pareciera que está atrapada en ella misma y que cuanto cuenta, lo cuenta sobre ella. A menudo su voz parece mi voz. Remueve entonces sus papeles dentro de la carpeta que sostiene. Pienso en sus últimas palabras y creo que yo no quiero cambiar a dónde voy, sólo cambiarme a mí mismo, no quiero llegar siendo lo que he sido.

En ese instante se oye un repiqueo sobre la puerta y sin esperar respuesta entra el alemán a grandes zancadas con la mirada fija en Gabriela, esforzándose por no mirarme. En la mano sostiene un papel. Se pone casi frente a ella, dejándome a mí con la visión de su espalda ladeada, haciéndome invisible.

-Aquí tienes –dice en un hilo de voz pero en un tono severo dejando una copia de mi biocampo en la mano de ella-. Es tal y como yo había pronosticado –termina diciendo con cierta autosuficiencia-.

Gabriela pone sus ojos sobre el papel y se muerde el labio mientras parece que lo analiza. Después de un par de segundos el alemán se gira a la derecha dándome completamente la espalda y sin esperar ninguna respuesta de Gabriela vuelve a marcharse. Justo después ella inserta el documento que le ha entregado Schulze por detrás de todos los que tiene sobre la carpeta que descansa en sus rodillas. Me mira serenamente, con cierta comprensión en los ojos y toma aire profundamente. Veo como delicadamente separa sus labios y espero de nuevo el sonido de su voz caer sobre mi rostro.

-La clave está en la plasticidad mental, Josué, que tan poco aprovechamos –continua hablando como si el reciente episodio con Schulze nunca hubiera existido-. Mirá, el 24 de marzo de 2014 la edición digital de BBC Mundo publicaba la noticia titulada “los niños que mostraron ser más listos que jóvenes universitarios”  la cual se hacía eco de los resultados obtenidos en la investigación que la Universidad de California-Berkeley, en Estados Unidos, había llevado a cabo con ciento seis niños de preescolar y ciento setenta estudiantes universitarios y cuyas habilidades cognitivas fueron puestas a prueba pidiéndoles que comprendieran cómo poner en marcha un aparato que funcionaba de manera atípica. El estudio fue publicado recientemente en la revista científica Cognition.

-¿Ah, sí? ¿Qué pasó? Ya sabes lo que opino de la manera de enseñar en las escuelas y universidades…

Se pone a ordenar sus papeles y sobrepone encima de ellos lo que parece ser una fotocopia de un artículo de prensa.

-Mirá, a ambos grupos de jóvenes se les puso de manera individual frente a una caja que se encendía y emitía música, pero sólo lo hacía cuando se colocaban sobre ella de forma independiente o conjuntamente unas piezas de diferentes formas que los investigadores habían bautizado como "blickets" (esta es una palabra que en realidad no existe –me aclara-). Pues bien, los niños entendieron con mucha mayor rapidez que combinaciones inusuales de los llamados "blickets", hacían que la caja funcionara, mientras que los universitarios, por su parte, uno tras otro, se quedaban bloqueados intentando determinar la eficacia de cada una de las piezas de forma individual. La clave del resultado estaba Josué en la flexibilidad, la intuición y la ausencia de ideas preconcebidas de los niños frente a las de los universitarios, que casi clamaban porque les facilitaran un manual de instrucciones para resolver el misterio.

-Jajajaja…. (no puedo evitar reírme ufanamente).

-Sí, pero no te creás, Josué, probablemente tú y yo hubiéramos actuado igual.

-Sí, posiblemente –respondo intentando mostrarme humilde-.

-Los investigadores concluyeron que los menores demostraron ser más listos en la prueba porque son mentalmente más flexibles, y porque estaban menos influenciados que los universitarios por las ideas preconcebidas sobre causa-efecto. Fijate que durante el estudio muchos universitarios decidieron ignorar aquellas evidencias que no se correspondían con la experiencia que habían acumulado por muy ciertas que fueran, o utilizando las propias palabras de Christopher Lucas, uno de los investigadores que participó en el estudio –dice llevando su mirada a los papeles que sostiene- "Los adultos parecen tener más expectativas sobre lo que debe y no debe suceder y eso hace que presten menos atención a las evidencias que se les presentan, tardando más tiempo en aprender lo que está pasando frente a ellos".

El mismo investigador explicó lo siguiente; “es probable que haya una base racional" que explique por qué los adultos son menos flexibles. "Quieren hacer juicios que sean correctos y para eso se han de basar en la experiencia que han adquirido durante toda la vida. Así, por lo general, combinan esa experiencia con las pruebas que se les presentan”.

-Lo que no les parecía probable lo descartaban ¿no? ¿Aunque fuera obvio?

-Efectivamente. Por ejemplo, si nuestra experiencia nos dice que un determinado fenómeno de causa-efecto es improbable o imposible, lo que hacemos es rechazar las evidencias que contradicen eso. El mismo investigador reconocía que "En cambio, los niños, como no tienen casi experiencia ni ideas preconcebidas, sí tienen en cuenta las evidencias que se les presentan”

-Qué interesante. Es como si la experiencia nos fuera encerrando en nosotros mismos en lugar de abrirnos a una diversidad de opciones.

-Así es en cierto modo. A partir de dicho estudio, fijémonos en lo que ocurre en tan sólo el tiempo que va de ser niño a ser un estudiante universitario. En apenas unos años, las experiencias acumuladas y los procesos de racionalización de las mismas nos sugestionan e influyen tanto en nuestra capacidad para desplegar nuestras habilidades como para alterar completamente su eficacia. Recordemos de nuevo lo comentado por el investigador para volver a la influencia del entorno en las cualidades que te contaba antes. El investigador decía: Entonces, si por ejemplo, nuestra experiencia nos dice que un determinado fenómeno de causa-efecto es improbable o imposible, lo que hacemos es rechazar las evidencias que contradicen eso. Pues esto es exactamente lo que sucede con la sugestión. Si nuestro entorno, aquel en el que hemos crecido, que es del que tomamos nuestras primeras experiencias, nos dice que es improbable que nosotros dispongamos de cualidades determinadas porque no las observamos en el entorno familiar y social en el que nos desenvolvemos, lo que probablemente haremos es rechazar las evidencias que sugieran lo contrario y convencernos de que tales habilidades no residen en nosotros, aunque a menudo, esas evidencias sean claras y repetitivas, como cuando nos referimos a los “momentos de inspiración” que todos hemos experimentado.

-Esto que cuentas me hace pensar en una conocida frase de Oscar Wilde: “el hombre puede creer lo imposible pero nunca lo improbable”

-Oh, sí, -ríe con descaro- muy oportuna la cita, Josué. En verdad que Oscar nunca decepciona, siempre tan agudo.

Es un alivio verla sonreír deshaciéndose por segundos del manto de rigor científico que la cubre. El aire entonces se descompone en minúsculas gotas de cristal que emiten destellos a su alrededor y yo…, bueno yo, entonces, le cedo mi lugar en el espacio.

-Fijate Josué, si Einstein se hubiera dejado sugestionar por su entorno, se hubiera vuelto a presentar al examen y probablemente hubiera acabado siendo un eficiente ingeniero eléctrico, el cual, a lo largo de su vida, hubiera tenido algunos “momentos de inspiración” que le hubieran hecho pensar y reflexionar sobre las fuerzas que mueven al mundo y al universo, pero a las que probablemente no hubiera dedicado mucho más tiempo que algunas tardes de domingo, ocupado como estaría en su más que digno empleo de ingeniero eléctrico el resto de la semana. Es pues el momento de seguir con el programa y una vez más, la sugestión, igual que pasaba con los binomios de pensamiento, se significa en esta etapa como una herramienta de indudable utilidad. En este punto se confiere como la clave tanto para crear nuevos comportamientos y actitudes como para deshacerse de otros –gesticula lanzando una mano tras de sí- y, a la vez, desbloquear ciertos prejuicios sobre nosotros mismos. Las instrucciones nocturnas son una técnica consistente en darnos repetidamente una instrucción sobre un comportamiento, una actitud o una habilidad que queramos desarrollar y para ello aprovechamos el momento justo antes de quedarnos dormidos para que su arraigo sea mayor, al aprovechar el mayor número de conexiones neuronales que van a producirse durante el sueño, que es, por decirlo así, el momento en el que nuestro cerebro se dedica a poner en orden toda la información que ha recibido durante el día, siendo que las últimas de tales informaciones, aquellas que llegan justo antes de ese instante, quedan especialmente grabadas e interiorizadas ¿Vamos a ello?

-¡Vamos! –digo con sincero entusiasmo

-La grafotransformacion Josué se fundamenta en la idea de que la escritura es reflejo de nuestra psique (como hace también la grafología –la técnica que analiza nuestra personalidad a partir de la escritura y nuestra firma-) y asume que ésta puede ser a su vez transformada en sentido inverso –hace una pausa y se queda dos o tres segundos mirándome, como si quisiera reconocerme, como si se hubiera olvidado de mí-. Por tanto –continúa al fin- si nuestra psique tiene traslación en nuestra escritura, aquello que escribimos y cómo lo escribimos puede a su vez influir en nuestra psique. El profesor Manuel Valls, como te decía, se sirve a menudo del síndrome de Moebius como ejemplo para explicar este circuito inverso. Las personas que padecen este síndrome adolecen de una disfunción muscular en el rostro que les impide mostrar emociones. Curiosamente, a fuerza de no poder expresar esas emociones de manera física, las personas que lo sufren, al poco tiempo, dejan también de sentir esas emociones internamente, lo que demostraría que las emociones son un rio de dos direcciones, y si no pueden expresarse, se anulan progresivamente. Pero a su vez, pone de manifiesto que a través de su expresión física, las emociones pueden retroalimentarse y regenerarse, de tal suerte que el flujo de la emoción es permeable y podemos por tanto gestionarlas desde fuera hacia adentro, así como está demostrado que, si dibujas una sonrisa en tu rostro, acabarás por sentirte mejor, o que por el contrario, si tu entorno está lleno de caras tristes tu probablemente acabarás sintiéndote triste, aunque no tengas razones objetivas para ello, y viceversa.

Vuelve a quedarse en silencio. Puedo oír su respiración como una brisa lejana, casi tan lejana como sus ojos cuando se queda así,  vacía.

-Esta propiedad de la escritura manual, Josué, es la que vamos a aprovechar para afianzar aún más las autoinstrucciones, escribiéndolas cinco veces en un papel en cada momento previo a quedarnos dormidos, de nuestro puño y letra. Pero, puesto que el estado en el que nos sumergimos al meditar es propicio para profundizar en nuestro subconsciente, en la medida que se favorece la comunicación entre ambos planos, no vamos pues a limitar las instrucciones a nuestro subconsciente únicamente al momento previo al sueño, sino que vamos a seguir este ejercicio también justo antes de cada sesión de meditación. Por cierto ¿Cómo andás con la meditación?

-Bien, creo que bien, le voy tomando el gusto –respondo ufano- No siempre es fácil conseguir entrar a fondo, algunos días casi imposible, pero veo que me hace bien.

-Genial, pues incorporando estas nuevas técnicas en tus sesiones, vamos a avanzar mucho más deprisa en recuperar tus habilidades, pudiendo además utilizar esta técnica para deshacernos de prejuicios y comportamientos que nos interese desacoplar de tu personalidad. Entonces, dentro de nuestro árbol de prioridades, vamos a elegir las súper cualidades, comportamientos o aptitudes que justo antes de cada sesión de meditación (no durante la meditación) vamos a introducir en forma de sugestión. En la próxima sesión hablaremos de ellas y de la importancia de limitarnos a escoger un máximo de dos por  cada etapa, es decir, hasta que no hayamos alcanzado un primer objetivo, no pasaremos al siguiente.

-Vaya, me siento abrumado; un poco perdido.

-Lo sé, es normal. Esta sesión tendrá más sentido para vos junto con la que haremos pasado mañana. Confiá.

-Sí, confío, es sólo que hoy me siento un poco espeso.

-Josué, fijémonos aquí qué importante no es sólo potenciar nuestras cualidades, sino también, desbrozar el camino para que estas puedan manifestarse, eliminando, cuando así sea necesario, los prejuicios, sugestiones de carácter negativo y carencias que venimos previamente arrastrando desde nuestra juventud. Recordemos, cuando decíamos al principio de las sesiones, qué conveniente es que los elementos sobre los que vamos a trabajar estén previamente ordenados y armonizados. Este es el momento de poner primero las cosas en orden, hacer la debida introspección e identificar qué nos falta, pero también, qué nos sobra, pues todo adulto tiene la obligación consigo mismo de liberarse de todo aquello ajeno que le ha sido imbuido en su infancia por parte de otros y en su adolescencia por parte de otros y de sí mismo, y que no forma parte realmente del prototipo de persona que él o ella quieren ser. De la persona que realmente son –hace otra larga pausa y mi atención se posa por un momento en la luz que llega hasta las paredes- Esa es nuestra primera meta –continúa-. Pero pongamos atención antes en una premisa que no debe ignorarse para evitar frustraciones. Tal y como defiende el controvertido neurólogo Dick Swaab, podemos cambiar nuestro comportamiento pero no nuestro carácter, dado que éste sí que tiene una componente genética del orden del 80%. Hemos pues de diferenciar, tal y como decíamos más arriba, lo que nos es ajeno, aquello que nos han hecho o nos hemos obligado a creer, de aquello que nos es propio, de nuestro carácter, de nuestra personalidad, aquello que ya venía con nosotros, que se manifestaba desde la niñez, antes de empezar a ser sugestionados. Puesto que eso somos nosotros, lo más auténtico de cada uno. Este es pues el momento de describirnos a nosotros mismos el tipo de persona que queremos ser, cómo queremos vernos.

 

XVIII – Por más que lo he intentado

 

 

Salir del Palau de les Heures este mediodía ha sido lo mismo que escapar del enemigo. Esa sensación he tenido. Los test, la entrevista y la sesión parecían orquestadas para derrumbar mis fortalezas, un asalto al escondite de mis asuntos personales. Al final ¿para qué? para concluir que mi carácter, nuestro carácter, no puede ser cambiado. Entonces ¿de qué sirve entrar hasta el mismo núcleo del alma? ¡Menuda estupidez! ¿Acaso no se trataba de eso? Si no hay un cambio profundo ¿a qué estamos apostando entonces? ¿Instrucciones nocturnas antes de dormir, instrucciones antes de meditar? ¿De qué servirá? Para cambiar sólo el comportamiento, dice Gabriela. Sí así es, qué porcentaje de lo que somos corresponde al carácter y cuánto al comportamiento. Hubiera sido una buena pregunta para hacerle. Siempre las buenas preguntas y las mejores respuestas se le ocurren a uno cuando ya es demasiado tarde para hacerlas. Quizás en la próxima sesión.

Hoy el día no promete nada nuevo. No llueve, pero por mi podría llover. Los días desafortunados tienen más sentido si al menos llueve. Te queda el consuelo de que al menos el cielo funciona. La lluvia no te conviene, claro, pero eso es así, coherente con el despropósito del día y sabes que, pese a todo, pese a ti, las cosas siguen su ciclo natural.

Entrar en mi piso no ha sido mejor. Al primer lugar que se ha dirigido mi vista al cruzar la puerta ha sido hacia una bolsa de plástico de la tienda de delicatesen de la esquina que quedó anoche apoyado en un lado del sofá. Dentro debe estar el acta de la junta de vecinos esperando mi firma. Para empezar, es la prueba irrefutable de que lo de anoche no fue ninguna fantasía de mi mente. Firmarla no será un problema, el inconveniente está en volver a ver a Ramirez para hacerle entrega del documento. No me apetece. Definitivamente, no me apetece. Ya pensaré algo, quizás dejarla en su buzón o pasarla por debajo de su puerta. Algo se me ocurrirá.

Por otro lado el teléfono no suena en este momento, pero el contestador automático está lleno de órdenes de servicio y reclamaciones que no han sido atendidas en toda la mañana. Eso no es bueno para el negocio. Necesito ayuda con esto, no cabe duda. Yo sólo no puedo. Aspiraba a poder mantener esta maquinaria con lo mínimo para no incurrir en gastos extras; quería algo pequeño, que pudiera manejar yo solo. Cuanto más complejo es un mecanismo más posibilidades hay de que se estropee. Pero ya veo que mantenerlo simple no va a ser posible. Este pequeño monstruo que he creado quiere crecer y no me queda más alternativa que seguir alimentándolo, dependemos el uno del otro.

Me siento apesadumbrado. El alcohol debe andar aún en mis venas y no me deja pensar con claridad. Debería llover, eso siempre ayuda. Y el dolor sigue ahí, fiel.

El cava con Ramirez y antes el vino con Sophie. Uhm… Sophie, es curioso, la había olvidado por completo. ¿Debería hacer algo, tomar la iniciativa? Supongo que sí. Sí, ya sé, le mandaré un whatsapp. Hoy día no hay nada más útil y a la vez peligroso que un whatsap a tiempo.

-  Hola preciosa; por más que lo he intentado, no he podido dejar ni un momento de pensar en ti desde nuestro último beso. ;-)

XIX – Free riders

 

 

Cruzarme con los vecinos es ahora incluso más incómodo que antes. Hasta ayer, en la mayoría de casos, nos ignorábamos, lo cual era un saludable alivio. Ahora esa opción no parece estar disponible. Todos se ven obligados a hacer un mínimo saludo, aunque sea un ligero cabeceo, y yo me veo en la obligación de corresponder, aunque me falte la costumbre. Pero lo peor es su manera de mirarme. Ahora me escudriñan con la mirada, antes no se molestaban en hacerlo, sencillamente no existía. Sin embargo ahora me miran y noto cómo se preguntan ellos mismos por qué se dejaron persuadir por mí, o peor aún, sin tengo algún plan maquiavélico escondido en la manga. En cualquier caso se palpa la desconfianza; los que se deciden a tomar la iniciativa siempre deben contar con que el entorno les será en cierto modo hostil, hasta que se resuelva el resultado y se sepa si valió la pena o no. Así se nota el ambiente, vacio y amenazante. Por cierto, he dejado el acta en el buzón de Ramirez. Por suerte todavía no me lo he cruzado.

Ir a la siguiente página

Report Page