Meta

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Se queda en silencio, inhalando el humo, mientras su mirada se pierde más allá de la ventana. Sus pensamientos parecen tan profundos y lejanos que no pueden escucharse. Me quedan lejos. Yo me distraigo consultando el teléfono móvil, mientras una invisible cortina de incomprensión se desliza entre nosotros dos. La amistad tiene dos enemigos implacables; el sexo y el dinero. Aunque esta distancia de hoy vive de otra fuente, de la indiferencia, que es la más cruel de todas, pues no tiene excusa.

Suena finalmente Quand je marche de Camille. Debería sentirme mal, pero no lo consigo. Fuera, más allá de las ventanas, la luz es crepuscular, y como en un teatro, la platea se va lentamente poniendo a oscuras para dar paso a las luces del escenario que empiezan a brillar con fuerza en forma de neones y farolas en el horizonte; la obra va a comenzar y yo reclamo mi papel protagonista.

 

Quand je marche, je marchequand je dors, je dorsquand je chante, je chanteje m'abandonne… 

XXIV – Sígueme hasta donde yo quiera

 

 

Son las nueve y después de llamarla por el interfono la veo, a través del cristal de la puerta del edificio, descender los pocos escalones que llevan al replano donde está el ascensor. Lleva un vestido negro, de falda ceñida que se para justo a la altura de sus rodillas, las cuales se doblan preciosas y gráciles, escalón tras escalón. En el centro de un escote vertical que muestra la piel blanca de su garganta, luce una cadena de plata que suspende un pequeño corazón de orfebrería que brilla al reflejar los apliques art decó que quedan a ambos lados de la portería. Sobre los hombros levitan ondulados sus cabellos rubios, y su boca rojo carmín enseña una tímida sonrisa cuando sus ojos de cielo coinciden con los míos. Al traspasar la puerta, sin decirnos nada, tomo el abrigo rojo que ella lleva doblado sobre su brazo derecho y la ayudo a ponérselo dejando que sus fragancias me envuelvan cuando paso mi brazo alrededor de sus hombros.

-Hola Josué. Gracias, muy amable –me dice tímidamente mirándome a los ojos-.

-Hola Sophie. Estás preciosa ¿Lo sabes?

-Oh, gracias Josué. Eres muy gentil.

Abro la puerta del coche que nos espera y que he contratado a través de una aplicación del móvil. Es un Mercedes negro con chófer incluido. Un pequeño capricho que me he permitido y me ha hecho pensar también en las muchas posibilidades de este tipo de plataformas informáticas.

-Y bien, Josué ¿dónde me llevas?

-Mmm…, me han hablado de un lugar en la Plaza Real, en Ciutat Vella. Espero que te guste la zona. El lugar es algo turístico, pero creo que podremos cenar bien y distraernos con música. Creo que incluso se puede bailar.

-¡Oh, bailar! ¡Qué fantástico! Con Armand, ya sabes, estando sola es difícil organizarse para salir por la noche, y bailar… uf, creo que hace años que no salgo a bailar. Hasta ahora he tenido que conformarme con hacerlo a solas en el salón de casa.

-Genial, así quiere decir que no has perdido la práctica.

-Oh, yo creo que sí. ¿Y tú, Josué? ¿Tú bailas?

-Sí, claro. Quiero decir, no tengo ni idea de bailar, lo hago francamente mal, pero como tampoco tengo sentido del ridículo, si tú te animas, cuenta con que te seguiré hasta dónde tú vayas.

Deja ir una carcajada como un pequeño regalo.

-Eres realmente único, Josué…

-Tú sí que eres única Sophie. Una entre millones. Nadie comparable a ti.

-Eres un exagerado ¿lo sabías?  Pero en cualquier caso, gracias, es muy agradable escuchar cosas así.

No sé si es algo instintivo que hasta ahora estaba oculto, o algún conocimiento que estoy adquiriendo en estos días mediante el impulso que le estoy dando a mis cualidades, siguiendo las pautas que me propuso Gabriela, pero tengo la sensación de tener la certeza  en cada momento de saber lo que he de decir para obtener lo que deseo.

Sophie ha bajado la mirada, ruborizada, y ahora, a través de la ventanilla del coche, ha puesto una distraída atención en las riadas de gente que caminan arriba y abajo por las Ramblas. Pongo mi mano sobre la suya, que ella había dejado entre nosotros dos, apoyada sobre el asiento. La aprieto suavemente y ella responde el gesto del mismo modo, apretando cándidamente la mía. Vuelve su mirada hacia mis ojos y le muestro una tranquilizadora y cómplice sonrisa con el ánimo de crear un círculo íntimo de confianza entre nosotros. Noto que ella ha percibido ese espacio privado y se relaja. Lo que queda fuera del círculo ya no tiene importancia. No al menos esta noche. La satisfacción me invade, debe ser la misma satisfacción que debe sentir un cazador que por fin tiene a tiro a su pieza. Es agradable y en mi rostro no consigo esconder una socarrona sonrisa que debo maquillar para que parezca de complicidad. Poso mi otra mano sobre mi vientre y dejo el dolor a un lado.

-¿Oh, ya hemos llegado?

-Sí, Sophie, aquí nos bajamos. Fin del trayecto en carroza por ahora -No nos arriesguemos a que se nos convierta en una calabaza, pienso sin decirlo-.

Entramos a la Plaza Real desde las Ramblas, cogidos de la mano. Nos dirigimos al Ocaña. Tengo mesa reservada para dos. Pedimos unas tapas de la carta y una botella de Chardonnay. Hablamos de verdades, mentiras y absurdos, y yo una vez más exagero un poco mis éxitos empresariales. Intuyo que me conviene. A fin de cuentas las exageraciones no son mentiras sino verdades salpimentadas. Y la intuición, o algo parecido a ella, está cada vez más presente en cada una de las pequeñas decisiones que tomo cada día. Es como un doble disparo que se produce en un par de segundos. Primero un pensamiento intuitivo me sugiere una decisión, mientras que inmediatamente  después, mi razón, tras analizarlo, concluye que ese pensamiento intuitivo es el acertado. No sé muy bien cómo funciona, pero lo está haciendo.

En los postres pedimos una bola de helado y dos cucharas.

-Es un lugar trés amusant. Oh, perdona. A veces, ya ves, todavía mezclo el francés cuando hablo.

-Oh, no te preocupes. Mi madre era francesa y me hablaba siempre en francés. Yo le contestaba casi siempre en castellano, pero lo que quiero decir es que lo entiendo perfectamente. Podrías hablar toda la noche en francés y no habría problema. Te entendería perfectamente. En realidad, aunque no dijeras nada y guardaras silencio, creo que sabría lo que quieres decir.

-¿Cómo se llamaba?

-Geraldine. Tenía un precioso pelo rubio, como el tuyo. Sus ojos sin embargo eran de un marrón claro, de un tono avellana. Es lo que más recuerdo de ella, sus ojos, un tanto tristes, pero apacibles y entrañables, del color de la miel, siempre con ese aire perezoso que la caracterizaba. Mi madre era de Narbonne ¿Conoces el lugar?

-Ah, sí, qué bonita ciudad…

Seguimos conversando un tiempo más que no recuerdo. Bajamos después de cenar a una suerte de sótano abovedado que hay en el mismo lugar, con una barra y una sala despejada que hace las veces de pista de baile. No hay mucha gente ahí en comparación con el restaurante y la terraza que queda arriba. Será por la hora, supongo, no es muy tarde aún y en el sur de Europa la noche no empieza hasta las once.

Suena Via Con Me de Paolo Conte y Sophie se lanza a dar unos pasos bailando. Después de dar unos círculos vuelve a mi lado y me susurra al oído,

-Dijiste que me seguirías hasta dónde yo fuera ¿Lo recuerdas? Tienes que bailar conmigo, estás comprometido.

-Sí, es cierto. Pero no te dije que había una pequeña condición.

-¿Una condición? ¿Cuál?

-Que después me tendrás que seguir tú a mí. Hasta donde te lleve, y quedarte conmigo, toda la noche.

-¿Toda la noche? Uhm… ¿Qué tramas, Josué?

-¿Aceptas entonces?

-Uhmmm…

Se pone a bailar de nuevo y con el índice hace un gesto para que la siga al centro de la pista. Allí bailamos los dos solos.

 

Via, via, vieni via con me

entra in questo amore buio,

non perderti per niente al mondo…

via, via, non perderti per niente al mondo

lo spettacolo d’ arte varia di uno innamorato di te,

It’s wonderful, it’s wonderful, it’s wonderful

good luck my babe, it’s wonderful,

it’s wonderful, it’s wonderful, I dream of you…

chips, chips, du-du-du-du-du…

 

Bailamos durante dos horas, la Milonga de Paolo Conte y todas las que vinieron después. Bailando nos besamos varias veces, cada vez más apasionadamente. Si había alguien más, no lo vimos. Si hubo un tiempo, no lo vivimos, si algo estuvo bien o mal, no nos importó. La última copa la hicimos en el Pipa Club, también en la Plaza Real, donde me las arreglé para que pudiéramos entrar. No recuerdo si había actuación en directo o no, sólo recuerdo que nos besamos como colegiales mientras se fundía el hielo en los vasos desatendidos.

 

XXV – La Felicidad no puede aplazarse

 

 

El veneno de la soledad circula en mis venas como la sangre misma, y sin embargo ahora, recién despunta el alba, veo a Sophie, durmiendo, a mi lado, en mi cama. Es mejor de lo que había imaginado. Supongo porque yo mismo me veo mejor. Son las cinco de la madrugada. La vela que había encendido antes de salir de casa todavía prende en el salón. La luz tintinea y el aroma a mujer llena el apartamento. También mi piel huele a Sophie. En este momento tengo la certeza de que la vida puede ser devorada si realmente te lo propones. Respiro profundamente. Mis ojos se pierden en la blanca oscuridad de la pared al fondo y mi atiborrada biblioteca a la derecha. No tengo prisa. Estoy donde quisiera estar. No me cambiaría por nadie ahora.

Me queda una hora. Me pidió que la despertara a las seis para regresar a casa a tiempo de prepararle el desayuno a Armand. Ahora está con una canguro que duerme en su casa por esta noche. Me queda una hora.

Llegadas las seis, despierto a Sophie lentamente. Mientras se viste le preparo algo de desayuno. Caigo en la cuenta de que es un buen momento para estrenar mi nuevo exprimidor.

-¿Te gusta el zumo de naranja, Sophie?

-¿Eh? No, gracias, me da cierta acidez ¿Qué es esto? ¿Un juguete?

-No, … es… el exprimidor

-¿El exprimidor? Ah, sí, ya veo.

-Es de Phillippe Starck

-¿De quién?

-Eh…. da igual, déjalo.

Nos miramos de frente mientras desayunamos. Apenas decimos nada. Cualquier otra palabra sólo hubiera estorbado.

Me despido de ella en la puerta del apartamento con un beso mientras mi mano acaricia su nuca y nuestras cabezas quedan apoyadas la una contra la otra, respirando el momento.

Acto seguido, en cuanto se cierra la puerta y como si nada hubiera ocurrido, concentro mi pensamiento en una idea que me persigue desde ayer por la tarde; crear una plataforma de mensajería que conecte directamente a los clientes con los mensajeros freelance y limitar así la intermediación a una pequeña comisión sobre cada servicio.

Minutos después pongo a Mercedes y a Pedro a buscar desarrolladores de plataformas móviles que puedan estar interesados en participar como asociados. Si mi idea es factible, el crecimiento puede ser espectacular y, tal y como quería, sin apenas costos fijos. La vida está llena de pequeñas historias, ahora me doy cuenta. Y es importante vivirlas todas y cada una. Una detrás de otra. La atención debe estar puesta sólo en el Ahora. La felicidad no puede posponerse, la felicidad no puede aplazarse, sólo se puede ser feliz ahora.

 

XXVI - Distorsiones

 

 

-Sí, he preferido reunirme antes con usted Sr. Josué para comunicarle mi decisión. Así que le pido me conceda estos minutos. No me extenderé mucho.

-Me tienes intrigado, Schulze. Dime ¿qué ocurre?

-Se trata de sus test de seguimiento. De hecho, los últimos que ha hecho esta mañana me han acabado de confirmar en mi decisión.

-¿Qué pasa con los test? ¿Qué decisión?

-Sus test presentan, uhm… cómo decirlo, sí, distorsiones.

-¿Distorsiones?

-No se precipite, déjeme que le explique, aunque ciertamente no es fácil.

-Vamos Schulze, seguro que puedo entenderlo ¿De qué se trata?

-Los test tienen la finalidad de medir sus progresos, lo cual interrelacionamos con la evolución de su espectrograma, a partir de las imágenes del biocampo que tomamos periódicamente, como usted ya debe saber. Para ello monitorizamos aspectos de su psique basándonos en la contraposición de experiencias reales que ha vivido y su manera de reaccionar ante estas, frente a experiencias nuevas, reales o proyectadas, y su experiencia de respuesta, que también puede ser proyectada. La diferencia numérica entre ambas reacciones frente a situaciones homologables nos da un rango que puede ser interpretado cuantitativamente. Lo que hacemos no obstante es cruzar datos basados en sus respuestas a preguntas indirectas, para así otorgar un valor numérico a cada una de esas reacciones según una métrica desarrollada por el equipo de investigación. La imagen de su espectrograma, viene a confirmar o desmentir las conclusiones.

-Ya, sea como sea, créeme, algunas preguntas son realmente estrambóticas.

-Entiendo que diga eso, sin embargo están debidamente contrastadas y le puedo asegurar que funcionan estupendamente bien, o, al menos lo han hecho durante la última década. Y de hecho ahí está el quid de la cuestión.

-¿Qué ya no funcionan? No me extraña, parecen, puf, cómo decirlo, propias… ¡Son kafkianas!

-Debo insistir en que los test funcionan y de hecho he comentado el asunto con otros colegas que forman parte de otros equipos que las están aplicando en otros países, como lo hemos hecho nosotros hasta ahora aquí.

-¿Entonces?

-No funcionan con usted, o, mejor dicho, como decía al principio, presentan “distorsiones” que somos incapaces de correlacionar.

-Ya, pues habrá que cambiar algunas de la preguntas, ¿no?

-Veo que no me acabo de explicar, Sr. Josué. Las distorsiones no son aleatorias, no habían ocurrido antes, ni están ocurriendo en ningún otro sitio, sencillamente, algo no acaba de encajar y por eso me he visto obligado a tomar la decisión.

-Ah, la decisión ¿qué decisión?

-Apartarlo de Meta

-¿Apartarme de Meta?

-Sí, después de hablarlo con el equipo en nuestra próxima reunión, espero le haremos una comunicación oficial.

-Pero, por qué…

-Es lo que intento explicarle, usted no encaja con el programa, ha habido una pre-evaluación errónea. Sus respuestas presentan demasiados planos de personalidad, o usted miente al responder los test, o sus progresos están produciéndose de una manera caótica, asíncrona, lo cual genera muchas incertidumbres que no nos podemos arriesgar a asumir, lo digo fundamentalmente por su propio bien.

-¿No crees que estás exagerando Schulze? El programa está bien, los test son un incordio, lo reconozco, pero no quiero dejar el programa, ahora no.

-Sr. Josué, si en esta fase no podemos ya controlar las variables que están influyéndole, la situación será completamente incontrolable en las próximas semanas, se nos va de las manos. No puedo permitir una desviación así de los objetivos y principios que guían este programa. Es muy probable que usted no esté siendo del todo sincero en sus respuestas, pero aún descontando ese factor en nuestras ponderaciones, siguen habiendo factores que escapan a nuestro control. Definitivamente usted no puede seguir adentrándose más aún en Meta, no sabemos cómo podría acabar usted. Es mejor detenerse ahora.

-¿Cómo podría acabar? Vamos, Schulze, si apenas he experimentado ningún cambio. Desde luego está exagerando ¿no le parece? Soy yo, Josué ¿qué cambios ve? Venga, dígamelo ¡Soy el mismo tipo!

-Me temo que está usted confundiendo el recipiente con el contenido.

El maldito alemán está realmente decidido a sacarme del proyecto, se le nota en la mirada, está determinado. No sé qué demonios le pasa por la cabeza pero desde luego ahora no estoy dispuesto a dejar esto a medias. Quiero llegar hasta el final, tengo planes y me conviene mantenerme en esto, no sé si funciona, pero no pienso dejarlo. Pero el alemán se muestra inflexible, parapetado detrás de su cochambroso escritorio de melamina. Voy a tener que ser más hábil para convencerlo.

-Dr. Schulze, quiero ver este… asunto, como usted, desde una visión científica.

-Eso haría las cosas más fáciles, desde luego. Cuando lo vea  con un criterio científico, entenderá que no tengo otra opción que cesar su participación en el programa.

-Criterio científico… Veamos, si lo enfocamos desde un punto de vista científico y dejamos de lado las otras consideraciones…

-Sí, eso sería oportuno...

-Sí, claro, pues eso, si dejamos de lado otras consideraciones y nos ceñimos únicamente a analizar las variables del proyecto, única y exclusivamente ajustándonos a criterios puramente científicos, lo que tenemos sobre la mesa son desviaciones inesperadas sobre la rutina de resultados que usted tenía prevista ¿cierto?

-Sí, eso es correcto, es lo que intentaba explicarle.

-Bien, científicamente hablando tenemos una respuesta atípica que merecería una explicación.

-Sí, así es, pero creo que ya sé por dónde quiere ir. Usted subestima los riesgos, no se trata simplemente de ampliar el campo de investigación incorporando variables nuevas y descontroladas…

-Vamos, Schulze –le interrumpo- hemos preestablecido que el criterio debía ser científico ¿verdad?

-Sí, pero…

-Oh, no…, seamos serios, la estimación de riesgos que hace usted es subjetiva; Subjetiva, Dr. Schulze! Y los dos sabemos que no hay nada menos científico que una apreciación subjetiva. Por otra parte, desperdiciar la oportunidad de evaluar e investigar una variable atípica sería tan poco científico como que Edison hubiera desestimado la investigación de la bombilla porque se le hubieran fundido las 100 primeras…

-Pero Sr. Josué, no se equivoque, no estamos en una fase de investigación básica, el programa lleva años funcionando, estamos en la fase de aplicación de los resultados, no nos compete a nosotros adentrarnos en la investigación del programa, tan sólo aplicarlo, y esa aplicación debe ser responsable y minimizar los riesgos, y honestamente no sé a qué riesgos nos enfrentamos, especialmente usted.

-Dr. Schulze, déjeme a mi decidir qué riesgos correr ¿no le parece? Muy bien, como usted dice, no estamos en la investigación básica del proyecto, sin embargo, usted mismo coincide en afirmar que ni usted ni sus colegas en otros países pueden explicar de una manera solvente qué es lo que está ocurriendo; nunca antes se habían encontrado con este patrón de respuesta del programa ¿cierto?

-Sí, así es, por eso es que pienso….

-Pensemos todos, Dr. Schulze, pensemos todos. Quizás se está desperdiciando una oportunidad de mejorar el programa ¿no le parece? Quizás sin usted imaginarlo tiene ante sí la capacidad de aportar mucho más al programa que un simple protocolo de seguimiento. Vamos, doctor, usted se incorporó no hace mucho a Meta, creo que ha sido el último en hacerlo ¿verdad?

-Sí, así es…

-Entonces, ¿va a tomar usted el riesgo de asumir en solitario la decisión de desperdiciar esta oportunidad de mejorar el programa? Imagine qué contribución más importante podría hacer. De hecho es usted el que ha detectado las.. cómo las ha llamado, ah sí “distorsiones” ¿no debería ser usted el que las investigara? Claro que sí ¿Quién si no? Por supuesto necesitará otro despacho más grande, mejor ubicado, ya no se tratará solamente de completar test, tendrá ante sí un reto científico importantísimo para el proyecto que, Dr. Schulze, en mi opinión, debería recaer en sus manos, yo lo veo así y creo que todos lo harán igual.

Veo con satisfacción que el efecto del binomio miedo-deseo también puede ser utilizado en los demás. La vanidad es además una seductora implacable. Si la alimentas, casi nunca falla y te hace siempre la mitad del trabajo. Veo en sus ojos como se imagina él mismo exponiendo a sus colegas sus “distorsiones” como un gran hallazgo.

-Entiendo lo que dice, pero insisto en que debemos considerar los riesgos.

Su determinación ha caído de manera evidente, ya no está tan seguro y creo que quiere que lo acabe de convencer.

-Dr. Schulze, lo que le propongo es que comentemos el asunto, en una mesa redonda, con el resto del equipo ¿qué le parece? Así evitaríamos apreciaciones excesivamente subjetivas y tomaríamos la decisión más racional. Lo que sí le pido es que me permita a mí ser también parte activa en dicha reunión, lo que le acabo de explicar me gustaría poder explicarlo igualmente a los demás.

Sutil artimaña la mía (espero) pues de este modo le descargo de la tarea de defender su papel como protagonista de la investigación y le hago más fácil la aceptación de continuar el programa al descansar sobre todo el equipo la decisión.

Arruga los labios, mira hacia una pared, después a la otra, mientras pasa las manos arriba y abajo de los reposabrazos de la silla de raído eskay.

-Está bien, supongo que lo que decida el equipo será lo más adecuado. Los convocaré para hoy mismo a una videoconferencia, para después de comer ¿Le va a usted bien hoy mismo, a las tres?

-Sí, perfecto, pero ¿qué le parece si comemos juntos? ¿Usted y yo? Le invito, quiero llevarlo a un sitio que hay en mi barrio ¿Ha probado ya las patatas bravas desde que está en Barcelona?

-Sí, creo que sí.

-Pues las patatas bravas de Blasa no tienen comparación con ningunas otras en esta ciudad, en especial su mayonesa. Se lo prometo ¿Acepta?

-Eh, sí, por qué no. Muchas gracias, Sr. Josué.

Mientras salimos los dos juntos del Palau de las Heures, una vez en la escalinata que desciende hacia los jardines, me doy cuenta de dos cosas. La primera es que está claro que yo no soy un “sujeto de control”. De lo contrario, no tendrían sentido las preocupaciones del alemán. La segunda es que al salir he pisado las junturas de las baldosas arlequinadas del hall de entrada sin ni siquiera pensar en ellas.

XXVII – La voluntad que todo lo puede

 

 

-Buenos días, Gabriela.

-Buenos días, Josué. Me alegra verte aquí de nuevo. ¿Listo para reiniciar el “viaje”?

-Sí, por supuesto. Por cierto ¿Cómo se encuentra Schulze? ¿Se sabe qué le ocurrió?

-Todo apunta a que se trató de una indigestión. Creo que anda mejor, después le llamaré para ver si sigue mejorando.

-Vaya, cómo lo siento. Espero se recupere pronto.

-Sí, todos lo esperamos.

Después de comer con fruición las patatas bravas de Blasa, cubiertas de una generosa mayonesa que había hecho ella misma (yo comí un bocadillo de queso con la excusa de haberlas probado aquella misma mañana) el alemán no parecía sentirse muy bien durante la reunión que finalmente tuvimos a solas con Gabriela. Así pues, no se mostró muy animado a argumentar en contra de mantenerme en el programa, por lo que fue bastante fácil convencerlos de que lo más conveniente era seguir como hasta ahora, con la única salvedad de que Schulze prestaría una atención especial a las desviaciones que había observado y consagrándole a él en la investigación de las mismas.

-Hoy voy a intentar guiarte Josué en el proceso de empezar a superarte a ti mismo ¿Estás preparado?

Mientras Gabriela se prepara mentalmente para su exposición, llena cautelosamente dos vasos de agua. Observo la botella etiquetada, como siempre, sin embargo percibo algunas de las letras entre sus dedos, las cuales no se corresponden con su nombre. No consigo ver la palabra al completo y cuando ella deja de nuevo la botella en el suelo, al lado de su silla, por primera  vez me doy cuenta de que intencionadamente gira el envase para que la etiqueta no quede al alcance de mi vista.

-Josué, al decidirnos por esta nueva manera de conocernos, por esta nueva forma de redescubrirnos, puede suceder que nos perdamos en alcanzar metas intermedias. Quizás nos parezca que estas metas están dotadas de cierto pragmatismo, pero al final nos dejan un cierto regusto de insatisfacción, de proceso inacabado, de cierta espectacularidad circense pero, a fin de cuentas, como si se tratara no más de un entretenimiento colorista, una suerte de truco de magia de salón para compartir en la sobremesa de los domingos.

Algo así puede sucedernos si enfocamos nuestro crecimiento personal con una visión a corto plazo y no como un propósito global y de largo recorrido, pues, como dijo Ortega y Gasset “sólo se puede avanzar cuando se mira lejos”.

Hace una pausa y mira hacia la ventana. Después vuelve sobre mí. Esboza una tímida sonrisa. Yo se la devuelvo.

-Te contaba en la sesión anterior que cada uno debe determinar cuáles deben ser las habilidades, cualidades y comportamientos que debe potenciar en un primer término. Pero no por ello debe ignorarse que cualquier proceso de construcción debe asegurarse en sus inicios una base sólida que le asegure que las herramientas que van a adquirirse van a quedar firmemente integradas en el conjunto y que así van a sernos útiles, ahora y mañana, a nosotros y a los que nos rodean. Porque si no lo hacemos así corremos el riesgo de que volvamos a recordar esta etapa como uno de aquellos episodios de inspiración que, inevitablemente, volverán más tarde o más temprano a disiparse ¿Me seguís, Josué?

-Sí, creo que sí, quieres decir que no se trata de desarrollar cualidades individualmente si no de crecer globalmente ¿verdad?

-Así es. Por esta razón decíamos que era conveniente concentrarse en un primer momento en cualidades de carácter humanista y no poner nuestra primera atención en cualidades que pueden a primera vista resultar más atractivas, como por ejemplo la memoria, la habilidad para los idiomas o las matemáticas. Ese tipo de cualidades, si no se sustentan sobre cualidades fundamentales, no nos permitirán más que eso, resultar singulares en ciertos sentidos, pero no globalmente. Se puede llegar a hablar  siete u ocho idiomas a la vez gracias al uso de las técnicas de este programa, pero no tener luz propia suficiente como para iluminar una pequeña habitación mientras les hablas a los demás. De qué te serviría hablar cien idiomas si no  puedes llegar a sus corazones.

Hace una pausa y bebe lentamente. Hoy viste una suerte de polo con unos tejanos, pero todo queda deslucido por una bata blanca desgastada que lleva encima y desdibuja sus curvas.

-Por ese motivo quisiera destacar ahora la que me parece la más esencial de todas ellas; la voluntad, pues esta es de todas la más consustancial al acto mismo de vivir y la que mueve todo lo demás. “La misma fuerza que mueve las estrellas es la que mueve el corazón del hombre” dice un proverbio hindú.

-La misma fuerza que mueve… -murmuro intentando repetir sus últimas palabras para no olvidarlo-.

-Así es. Al menos mientras la ciencia no encuentre otra explicación, el misterio de la vida y la propia existencia del cosmos están unidos en un mismo enigma. La fuerza de voluntad es la que nos trae a la vida y la que nos retiene en ella. Por su parte, recuerda, el movimiento puede ser involuntario, pero la creación es necesariamente fruto de la voluntad –dice con una energía peculiar en la voz y brillo en la mirada-. 

Hace una pausa. Ordena sus papeles sobre las rodillas y después se queda mirándome como si buscara una respuesta en mis ojos. Observo sus labios separase apenas el espacio de un suspiro. Después se cierran de nuevo mientras toma aire por la nariz y carga sus pulmones.

-Josué, cuando hablábamos del binomio miedo/deseo que está presente en toda decisión que adoptamos ya veíamos cómo la voluntad es a su vez el denominador común de éstos; la voluntad de vivir, la voluntad de no morir, la voluntad de crecer y reproducirnos, la voluntad de no desaparecer sin dejar un rastro vivo de nosotros mismos... Tiene asimismo esta cualidad universal doble titularidad, Josué, ya que puede serlo de carácter individual como de carácter colectivo. Así, tenemos la voluntad de cada uno de nosotros, con carácter individual, como podríamos hablar a su vez de la voluntad de un grupo, de la voluntad de un pueblo… Y es además intransferible como nos recordaba Rousseau en su obra más conocida  “El Contrato Social” cuando nos decía “el poder puede ser transmitido, la voluntad jamás”.

¿Cómo decirlo? Mirá, la voluntad es o un don de Dios o del cosmos (aquí que cado uno tome lo suyo de acuerdo con sus creencias). Pero lo que quiero decirte es que la voluntad es un tesoro, y como todo tesoro nos enriquece y, cuanto más alimentamos ese tesoro, más ricos nos hacemos. Cultivar la fuerza de voluntad es la mejor inversión que podemos hacer sobre nosotros mismos, en nuestro beneficio y en beneficio de todas las causas que emprendamos, por insignificantes o extraordinarias que puedan ser. “Querer” es el impulso fundamental que todo lo puede: “querer ser, querer estar, querer llegar, querer hacer...” Es una cualidad tan extraordinaria que nos trasciende a nosotros mismos hasta el punto de que la voluntad amplía su esfera de acción más allá de nuestros propios intereses, y así queremos para otras personas, tenemos voluntad y deseos dirigidas a otras individuos, pueblos o proyectos. Es cuando pensamos que “queremos que a aquella persona le vaya bien”, “queremos que aquel equipo gane”. Ahí, fijate, ponemos también nuestra voluntad en nuestro pensamiento, que la lleva consigo.

La vibración de su voz se ha hecho más intensa y la sala se llena con sus palabras. Su aliento llega suave a tocar mis mejillas.

-La voluntad es tan poderosa que contiene la magia necesaria que hace que movamos nuestros músculos, que desplacemos cosas, que acabemos nuestros estudios, que levantemos proyectos y empresas, que nos aferremos a la vida de esa manera que hacemos cada día, pues es la voluntad la que nos retira del sueño cada vez, cada mañana, la que nos despierta pues, pudiendo como podríamos quedar sumidos en el sueño, la voluntad nos hace abrir los ojos cada día, nos levanta hacia adelante y nos ofrece más, más oportunidades, más de nosotros, más de lo que nos rodea y de lo que todavía no lo hace. La que nos lleva en busca de más experiencias, la que pide por crecer más, por saber más, por vivir más, y no lo hace sólo una vez al día, pues cada latido del corazón lleva voluntad, Josué.

Deberíamos entonces poner nuestra primera y más consciente atención en cultivar y fortalecer nuestra voluntad, pues esta es la energía que todo lo mueve y de nada servirá todo lo demás sin la energía que le otorgará sentido, como de nada serviría tener la maquina más sofisticada y capaz del mundo sin una fuente de energía que la impulse.

-Pero es la voluntad una marea que va y viene ¿no, Gabriela? En mi caso, hay días que todo lo puedo y otros, por el contrario, falta hasta la voluntad de respirar.

-Tienes razón, Josué. Cuando uno no se maneja, la mente lo maneja a uno.

-Entiendo –musito, mientras mis ojos se quedan en su boca-.

-Es pues recomendable que, salvo que ya estés dotado de una voluntad férrea, la cual sepas administrar adecuadamente, procures entonces dirigir tus primeros ejercicios y sesiones a “enriquecerte” con mayores dosis de fuerza de voluntad. Esta subyace además en todo camino que emprendamos, incluido este mismo, por supuesto. Como ya debes saber, es una verdad empírica que, cuanto más te propones alcanzar tus objetivos más posibilidades tienes de alcanzarlos o dicho de una forma más poética; mientras no aceptas un no por respuesta conservas todavía la posibilidad de conseguir aquello que querías, en la medida que conservas tus opciones de conseguirlo, mientras las opciones de fracasar se van diluyendo. Es pura matemática probabilística. Por tanto, a mayor fuerza de voluntad, más probabilidades de éxito en todo lo que hagas. De hecho, si analizamos la historia de grandes e ilustres personalidades a lo largo de la historia de la humanidad, descubriremos que en la mayoría de los casos, la fuerza de voluntad y la determinación fueron responsables del  80% de su éxito, si no en un porcentaje aún mayor.

Ordena sus notas sobre la carpeta que sujeta por encima de sus rodillas, pero no deja de mirarme, interrogándome con la mirada.

-Fortalecer nuestra voluntad – continúa en un tono algo más afable- puede hacerse desde cuatro frentes, Josué. Dos de ellos ya los hemos comentado; por un lado tenemos los binomios de pensamiento, y por otro lado las sesiones de programación mediante instrucciones a nuestro cerebro, como hemos tratado en las sesiones anteriores. Priorizar el crecimiento de la fuerza de voluntad en las primeras sesiones debería estar pues en nuestro plan de acción si queremos asegurar el éxito de las siguientes etapas ¿Sí?

Busca mi asentimiento con la mirada, mientras sus ojos han atravesado los míos. Parece que a veces sabe lo que pienso, y hoy pienso en ella.

-Los otros dos son: la focalización y la convicción plena. La voluntad es como un caudal de agua, Josué. Si concentras todos los afluentes en un solo cauce, éste será poderoso y avanzará decidido abriéndose paso hacia su destino. Por el contrario, si lo dividimos en pequeños riachuelos, pocos de ellos avanzarán, la mayoría sucumbirán por el camino y los que avancen apenas tendrán fuerza para apartar de su paso aquello que los entorpezca para alcanzar su meta.

Concentrarnos en unos pocos objetivos para obtener el mayor rendimiento de nuestra fuerza de voluntad se llama focalización.  Y puesto que en las instrucciones nocturnas y previas a las sesiones de meditación podemos potenciar este aspecto, entonces, una forma indirecta de potenciar nuestra fuerza de voluntad es desarrollar simultáneamente nuestra capacidad de focalización, lo cual nos será también muy útil en todo lo que queramos emprender. La capacidad de poner toda nuestra atención en un solo punto, de concentrar nuestra atención es de una potencia mucho mayor de lo que podamos imaginar, capaz de influir en todo lo hagamos en la vida.  

Tengo la tentación de decirle que toda mi atención está en ella, que concentra mi voluntad, pero su ímpetu al hablar me deja en silencio. Me estoy a acostumbrando a que el tiempo se pare mientras ella me mira.

-Dotar de sentido nuestros actos depende de nuestra moral, dotarlos de la energía necesaria depende de nuestra voluntad.

Intercambia la manera de cruzar sus piernas en silencio mientas vislumbro la oscuridad de la pupila que queda oculta detrás del mechón de cabello rizado que cae a un lado de su cara.

-Por último, Josué, la cuarta vía para mejorar nuestra fuerza de voluntad reside en la convicción. O, mirándolo desde un sentido opuesto, entendiendo que las dudas con las que te atormentas diariamente debilitan tu fuerza de voluntad en la medida en que las dudas emanan igualmente de la misma fuente. Del mismo modo que es voluntario el acto de ponerte en marcha, dudar de si debes hacerlo o no es también un acto que emana desde la voluntad. Todo acto consciente es fruto de la voluntad y si oponemos a una fuerza determinada la misma fuerza en sentido inverso, no habrá movimiento alguno, sin que ello quiera decir que no ha habido energía implicada, pues la ha habido, pero en sentidos opuestos, una frente a la otra, tu voluntad de hacer, de creer, de avanzar, frente a las dudas de si debes, puedes, o lo conseguirás… lo que acaba paralizando toda intención inicial, al tiempo que consume tus energías sin beneficio alguno.

-¿Quieres decir que debe ser anulada toda clase de duda, Gabriela?

- No precisamente. Sólo un tipo concreto de duda. La duda en sí misma es útil en el campo de la ciencia pues anima la investigación, es una voluntad creadora ya que da lugar a la energía necesaria para emprender proyectos científicos y estudios diversos. Esto es así porque la duda científica orbita sobre enigmas que merecen y deben resolverse y precisamente lo que hace es dotar de convicción a la voluntad de investigar, y no es por tanto una voluntad enfrentada a otra de igual fuente e idéntica magnitud, sino el sustrato que alimenta la voluntad de ir más allá, de continuar creciendo en conocimiento. De igual modo, las dudas que son el resultado de un proceso de evaluación de alternativas son asimismo útiles en la medida en que someten toda decisión a un filtro racionalizador, si bien, como ya sabemos, sólo un 10% de ellas estará realmente ponderada en nuestro córtex pre-frontal por más que creamos que hemos analizado concienzudamente las diversas opciones.

Sin embargo, la duda que se proyecta sobre uno mismo, sobre las propias capacidades, sobre nuestra capacidad de iniciativa, emana de la misma fuente que la fuerza que debe movernos hacia adelante y debe por tanto ser despejada cuanto antes. Debe la mente sugestionarse con la finalidad de liberarse cuanto antes de ella, pues así como el rio avanzará con fuerza si lo hace en un solo caudal y arrastrará aquello que se le interponga, más veloz y más fuerza dinámica tendrá si a su vez no hay obstáculos a su paso, no al menos aquellos que nos pondríamos nosotros mismos a partir de nuestras dudas interiores.

-¿Puede uno terminar con sus dudas interiores, realmente? Me cuesta creerlo, Gabriela.

-Josué, el mundo es de los que se guían por sus convicciones, no por sus dudas. Entonces, si este es el momento de definir qué y quiénes queremos ser y trabajar en esa dirección,  despejar el camino de las dudas interiores, tener fe en las propias potencialidades, creer en uno mismo debe ser por sí mismo un propósito. Hay que mirar lejos, aquí y ahora.

-Entiendo. Lo que quieres decir es que no debemos limitarnos a nosotros mismos. Debemos ser ambiciosos en nuestras metas, y no boicotearnos.

-Si la cuántica nos dice que nuestra atención consciente sobre algo es lo que otorga entidad precisamente a aquello que observamos, la fe no deja de ser pues en sí misma una fuerza creadora, en tanto que la fe/convicción son el primer estrato de la acción que debe proyectarnos hacia adelante. La convicción pone el impulso, las bases de la convicción las pones tú y ésta sólo precisa de determinación y fe.

-Se me hace extraño oírte hablar de fe, Gabriela.

-No me refiero a la fe en un sentido religioso, Josué, sino a la fe como razón autónoma del convencimiento.

-Entiendo, pero la fe es frágil. Todos lo sabemos.

-En los momentos de duda, Josué, puedes acordarte siempre de la actitud ejemplar del cerezo. El cerezo no sabe nunca con certeza cómo será la primavera, si vendrá un viento fuerte, lluvia torrencial o aún peor, las temidas heladas tardías. Todos ellos fenómenos meteorológicos habituales que pueden malograr sus apreciadas cerezas, haciendo que se pierda toda la cosecha. Sin embargo el cerezo tiene una lección bien aprendida: “sin flores, no hay frutos”. Así que cada año, sin ninguna clase de dudas, el cerezo florece, se abre y pone lo mejor de sí mismo para crear flores hermosas, atractivas, livianas, de puro blanco, de suave fragancia, y todo ello lo hace sin someterse a ningún tipo de juicio ni debate interno y, casi siempre, año tras año,  el cerezo acaba dando sus frutos, sus flores terminan en jugosas cerezas que le darán la oportunidad de expandirse y multiplicarse, así cada año. Pese a las amenazas constantes, el cerezo, como muchos otros árboles, acaba teniendo éxito pues, la suerte ayuda siempre a los valientes. Sin movimiento, sin el impulso creador, no se pueden generar las oportunidades que buscamos.

Como puede extraerse del Bhagavad Gita, Josué, uno de los textos sagrados más importantes del hinduismo, una manera de aprehenderlo en una sola frase sería; “ocúpate de hacer tu trabajo, sin preocuparte por el resultado”.

XXVIII – Mensajes en el Agua

 

 

Al acabar la sesión Gabriela se retira sin percatarse de que deja olvidada la botella de agua a los pies de su silla, que queda frente a mí, como siempre, en el centro de la sala. Yo, con la excusa de teclear en la agenda del teléfono la fecha de la próxima cita me he quedado sentado en mi silla. Cuando sus pasos suenan lejos me acerco y la hago girar para ver qué pone en la etiqueta. Es una botella de cristal con una etiqueta adhesiva blanca en la que se ha escrito a mano, con un rotulador grueso, “Fuerza de Voluntad”. No podría ser más desconcertante. Giro mi cabeza hacia la puerta de entrada y observo a Gabriela que me observa desde el dintel de la puerta. Sostiene entre su brazo y su cuerpo una carpeta contra la bata blanca. Me sonríe y en un esfuerzo inútil de querer mostrar que la botella etiquetada no tiene ninguna importancia, dice,

-¿Vas hacia el centro, Josué? Yo iba ahora para casa y pensé que podíamos bajar juntos.

-Eh, sí, sí, claro, bajemos juntos… -le digo mientras me dirijo a la puerta, y pasando a su lado le digo de soslayo- …y así me vas contando por el camino por qué etiquetáis las botellas de ese modo.

Salimos juntos del Palau y nos adentramos jardines abajo en busca de la parada del metro. Descendemos hacia la bocana del metro cruzándonos con varios runners y ciclistas que eligen subir hasta aquí arriba para practicar sus deportes lejos de la polución. Gabriela y yo estamos en silencio pero yo no dejo de lanzarle mensajes con la mirada para que empiece a explicarme por qué lo hacen, por qué etiquetan las botellas de agua. Finalmente, ante mi impaciencia, se decide a hablar.

-¿Has oído hablar del japonés Masaru Emoto?

-¿Es un dibujante de comics manga? –pregunto, provocándole una sonora carcajada-.

-…No, no lo es, Josué –responde aún con la sonrisa en los labios-.

-Pues entonces no sé quién es. Cuéntamelo tú –le digo mientras le guiño un ojo cómplice- .

-Allá voy; las investigaciones de Emoto se centraron en la estructura del agua y sus propiedades. Sus primeros estudios le llevaron inicialmente a concluir que, la formación de los cristales que crea el agua al congelarse; me refiero a esas micro estrellas que utilizamos cuando queremos representar el hielo o la nieve, como si fueran copos ¿sabes lo que quiero decir?

-Sí, ya sé, que es también como un símbolo navideño ¿verdad?

-Eh, sí, también. Bueno, pues según sus investigaciones, concluyó primeramente que en función del nivel de pureza o contaminación del agua, una vez se congelaba el agua, esos cristales se formaban de manera más perfecta o imperfecta, hasta el punto de que en algunos casos no llegaban prácticamente a cristalizar.

-¿Y cómo comprobaba eso?

-Sometía las muestras de cada agua a una observación a través de microscopio, en cámaras de frio e iba fotografiando los resultados.  Observaron que unas estrellas o cristales eran más armónicos que otros, y que esto generalmente estaba asociado a la salud del agua y/o al entorno e historia que rodeaba esa fuente de agua, que eran tanto pantanos, estanques, manantiales, ríos, etc…

-Entiendo. Imagino que la nieve, al ser agua pura sería la que daría mejor resultado, y que las aguas más contaminadas las que tendrían las estrellas más feas ¿no?

-Sí, algo así. Para Emoto, esto significaba que el agua tenía una manera de expresarse, de comunicar su estado. Y claro, como los investigadores andamos todos medio locos, ya sabés – me mira de soslayo, mientras levanta una de sus sonrisas ladeadas- pues una cosa llevó a la otra, y se preguntó entonces si, siendo capaz el agua de emitir un mensaje sería también capaz de recibirlo. Él y su equipo empezaron entonces a embotellar agua y a exponerla a diferentes tipos de música.

-¿Música?

-Sí, de distintas clases. Desde música clásica, de Beethoven o Mozart, por ejemplo, a música folklórica, rock e incluso Heavy Metal.

No puedo reprimir una carcajada que ella responde con una de sus sonrisas.

-¿Heavy Metal? Venga, cuenta, Gabriela ¿Y qué ocurrió?

-Pues parece ser que  el agua reaccionó, formando cristales más perfectos cuanta más armónica fuera la música a la que se la exponía antes de ser congelada para pasar luego por el microscopio.

-¿En serio?

-Sí, así es, pero aún hay más. Surgió entonces la siguiente cuestión; si el agua era sensible a la armonía musical y a ciertas canciones, ¿Era posible que también lo fuera a las palabras? Y lo cierto es que para ello contaba con el resultado de un curioso experimento con arroz, digámosle de carácter “popular”, que circulaba entonces de boca en boca.

-¿Experimento popular?

-Sí, podés hacerlo vos mismo. En una escuela de primaria de Japón, los alumnos, dirigidos por su profesor tomaron dos frascos, lo cuales se llenaron ambos con el mismo arroz y se taparon a la vez. Durante un mes seguido, dos niños le hablaron a cada frasco todos los días. A uno de ellos siempre le decían “gracias” y demás palabras agradables, mientras que al otro siempre le decían “estúpido” y le dirigían toda clase de insultos.

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