Messi

Messi


19. En lo que pueden convertirse los sueños

Página 25 de 29

19

En lo que pueden convertirse los sueños

Cuando Leo entra en el vestuario del Barça, el resto del equipo está ya ahí, cambiándose. Se acerca a su taquilla con actitud reverente. Su nombre es el último de la lista de futbolistas del Barça que la han ocupado antes. La abre y se viste para el encuentro. Es el 1 de mayo de 2005, y antes en este mismo año ha demostrado sus méritos al entrenador Frank Rijkaard en dos partidos, provocando un penalti y creando claras oportunidades de gol. Está a punto de jugar su tercer encuentro con el primer equipo, esta vez contra el Albacete. Tiene sólo diecisiete años y es el jugador más joven.

Un destello azulgrana pasa rápidamente junto a él y le da una palmada en la espalda. Leo alza la vista. Es su amigo Andrés Iniesta.

—¡Hora del espectáculo, Leo! —dice Andrés.

Él asiente, se pone en pie de un salto y sale del vestuario detrás de sus amigos y compañeros de equipo Piqué, Andrés y Ronaldinho.

Para llegar al campo han de recorrer un largo túnel en cuyas paredes cuelgan retratos gigantescos de los actuales jugadores del FC Barcelona. Leo, orgulloso, trota por el túnel hacia la luz y el terreno de juego, rodeado por sus compañeros de equipo. Cuando llegan al final y saltan al césped, el público prorrumpe en un ensordecedor clamor. A Leo le da un vuelco el corazón. Las gradas están llenas de seguidores, y esta vez sí cruza la línea de banda y avanza hacia el centro para la presentación de los jugadores. Cuando oye su nombre, un escalofrío le recorre la espalda. Ha soñado con ese momento toda su vida.

Cuarenta y cuatro minutos después, Andrés pone en juego el balón y lo recibe de nuevo, regatea fácilmente a unos cuantos defensores y combina con Ronaldinho, que hace un globo por encima de la cabeza del último defensa y la coloca en la trayectoria de Leo. Messi controla el balón perfectamente, da un toque más para prepararse y, con toda serenidad, hace una vaselina que supera al portero y envía la pelota entre los tres palos contra el lateral de la red. Se lo ve contento, pero de pronto oye el silbato y ve que el juez de línea levanta el banderín. Fuera de juego. Gol anulado. Leo conserva la calma y sonríe tímidamente. Su primer gol con el primer equipo tendrá que esperar.

Justo un minuto después, como si fuera una repetición de la jugada, Ronaldinho vuelve a colgarla en el área por encima de la defensa. Leo recoge el balón con serenidad y anota de vaselina.

¡¡¡Gooool!!!

Leo salta de alegría, corre hacia Ronaldinho y de un brinco se sube a su espalda. Mientras Ronaldinho trota por el campo con Leo a cuestas, éste levanta los brazos. El público ruge. Leo se deja caer al césped, apunta los dedos al cielo y dedica el primero de muchos goles a su abuela Celia, la mujer que lo inspiró para llegar hasta ahí.

En la banda, el entrenador Frank Rijkaard abraza a su ayudante, Pere Gratacós.

En la tribuna, hacia la mitad del estadio, Jorge Messi se pone en pie, vitorea a su hijo con fervor, ¡y besa al desconocido que tiene a su lado!

En las gradas, por detrás de los banquillos, Josep Maria Minguella, de pie, observa a Leo obrar un milagro en el campo. En la banda, Charly Rexach hincha el pecho, orgulloso del chico de Rosario.

En Rosario, y en toda Argentina, hinchas y familias, el entrenador Apa y el señor Griffa, Gabriel Digerolamo, Ernesto Vecchio y Carlos Morales, el doctor Schwartzstein, camioneros y marinos, verduleros y maestros, futuros futbolistas y colegiales se ponen todos en pie de inmediato, lanzando gritos de júbilo ante sus televisores al ver a su Leo Messi, el Pibe de Rosario, Argentina, marcar su primer gol para el Barça.

Ir a la siguiente página

Report Page