MEG

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EL PERIODISTA

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EL PERIODISTA

David Adashek se ajustó las bifocales de montura metálica y llamó a la puerta doble de la suite 810. No hubo respuesta. Llamó otra vez, más fuerte en esta ocasión.

La puerta se abrió y tras ella apareció una adormilada Maggie Taylor, cubierta solo con un salto de cama blanco, desanudado, que dejaba a la vista su bronceado.

—¡David! Cielos, ¿qué hora es?

—Casi mediodía. ¿Una noche agitada?

Aún medio dormida, ella sonrió:

—No tanto como la de mi marido, estoy segura. Siéntate. —Señaló un par de sillones blancos colocados ante un gran televisor en el salón.

—Bonita suite. ¿Dónde anda Bud?

Maggie se enroscó en el sofá del fondo, frente a Adashek.

—Salió hace un par de horas. Se te dio muy bien eso de importunar a Jonas en la conferencia.

—¿Es necesario todo esto, Maggie? Parece un tipo bastante decente…

—¡Pues cásate tú con él! Yo, después de casi diez años, ya tengo bastante.

—¿Por qué no te limitas a divorciarte y acabas con esto de una vez?

—No es tan sencillo. Mi agente dice que, ahora que soy objeto de la atención pública, debo andarme con mucho cuidado con mi imagen. Jonas todavía tiene muchos amigos en la ciudad y ha de quedar como un lunático. La gente tiene que creer que el divorcio lo provoca su comportamiento. Lo de anoche estuvo muy bien, para empezar.

—¿Y qué viene a continuación? —¿Dónde está Jonas ahora? Adashek sacó su bloc de notas: —Esa mujer, Terry Tanaka, lo llevó a casa… —¿Jonas? ¿Con otra mujer? —Maggie soltó una carcajada histérica.

—Sencillamente, lo llevó a vuestra casa a la salida de los premios. Todo muy inocente. Esta mañana lo he seguido hasta el aeropuerto. Se dirigían a Monterrey. Supongo que a ese nuevo estanque para ballenas que construye el Instituto Oceanográfico Tanaka.

—Bien, quédate con él y mantenme informada. A finales de la próxima semana, quiero que hagas público el asunto de la Marina. Y subraya el hecho de que dos de los tripulantes murieron. Una vez aparezca la historia, me harás una entrevista en profundidad y, a continuación, presentaré la demanda de divorcio alegando humillación pública y demás.

—Tú mandas. Escucha, si tengo que seguir a Jonas, necesitaré más dinero.

Maggie sacó un grueso sobre del bolsillo de la fina bata.

—Bud dice que guardes los recibos.

Sí, pensó Adashek. Seguro que los necesitaba.

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