MEG

MEG


LA RECUPERACIÓN

Página 25 de 50

LA RECUPERACIÓN

El policía militar de la Marina apostado ante la puerta de la habitación de Jonas en el hospital Naval Aura se puso firme cuando Terry se acercó.

—Lo siento, señora. No se permite el paso a la prensa.

—No soy periodista.

El policía la observó con suspicacia.

—Pues le aseguro que no parece miembro de la familia.

—Me llamo Terry Tanaka. Soy del…

—¡Oh…! Disculpe —el hombre se hizo a un lado—. Discúlpeme, señora. Y… mis condolencias —añadió, y desvió los ojos.

—Gracias —susurró ella y entró en la habitación.

Jonas tenía la cama cerca de la ventana y llevaba la frente vendada. Su rostro, pálido y lleno de arañazos, mostraba síntomas de agotamiento.

—Lo siento… —murmuró con voz todavía débil.

Terry asintió en silencio.

—Me alegro de que estés bien —dijo por último.

—¿Has hablado con tu padre?

—Sí… Estará aquí por la mañana. Jonas se volvió hacia la luz blanca de la ventana, sin saber qué decir.

—Terry, esto es culpa mía…

—No. Tú intentaste advertirnos, pero nos burlamos de ti.

—No debería haber dejado que D. J. bajara. Debería haber…

—Basta, Jonas —lo interrumpió Terry—. No puedo cargar con mi propio sentimiento de culpabilidad, y mucho menos con el tuyo. D. J. era adulto y, desde luego, no estaba en absoluto dispuesto a escucharte. Afrontemos los hechos: él quería ir, pese a todas tus advertencias. Estamos todos desolados, conmocionados. No sé qué sucederá ahora. Soy incapaz de prever nada…

—Calma, Terry. Ven aquí.

La muchacha se sentó en la cama, se abrazó a él y rompió a llorar en su pecho. Jonas le acarició los cabellos e intentó consolarla. Al cabo de unos minutos Terry recobró la compostura y, sentada en la cama todavía, apartó el rostro para enjugarse las lágrimas.

—Me ves en una circunstancia muy rara. Yo no lloro nunca.

—No tienes que ser siempre tan dura.

—Sí, claro que sí —replicó ella con una sonrisa—. Mamá murió cuando yo era muy pequeña y durante todos estos años he tenido que ocuparme yo sola de papá y de D. J.

—¿Cómo está tu padre?

—Está destrozado. Tengo que ayudarlo a pasar este trance pero ni siquiera sé qué hay que hacer. ¿Habrá funeral? No hay cuerpo y…

Las lágrimas nublaron sus ojos.

—Habla con DeMarco. Dile que organice el servicio.

—Está bien. Solo quiero que esto termine. Quiero volver a California.

Jonas la miró un momento:

—Terry, este asunto del tiburón todavía no ha terminado. Tienes que saber una cosa: en la fosa había dos Megalodon. El que ha izado el Kíku fue atacado por una hembra más grande. La vi subir agarrada con los dientes a su compañero.

—Mira, Jonas, todo el mundo a bordo estaba observando y no apareció nada más en la superficie. Heller insiste en que la otra criatura, esa hembra, no podría sobrevivir al viaje a través de las capas de aguas frías. Eso fue lo que tú mismo dijiste…

—Escúchame, Terry. —Jonas intentó incorporar el torso, pero el dolor lo obligó a echarse hacia atrás otra vez—. El cuerpo del macho… Había mucha sangre. Los Megalodon son como los grandes tiburones blancos: no son mamíferos de sangre caliente pero tienen el cuerpo caliente. Algunos científicos denominan a eso «gigantotermia» y lo definen como la capacidad de los animales grandes para mantener una temperatura corporal alta mediante un tamaño corporal grande, unas tasas metabólicas bajas y unos tejidos periféricos utilizados como aislamiento.

—Jonas, déjate de lecciones. Me estoy perdiendo.

—El Megalodon es capaz de mantener unas temperaturas internas altas. Su sangre se calienta internamente como resultado del movimiento de los músculos. Hablamos de entre nueve y once grados más que la temperatura ambiente, y las corrientes del fondo abisal eran muy calientes.

—¿Qué intentas decir?

—Cuando el Kiku empezó a izar los restos del sumergible de D. J., el Megalodon se quedó atrapado en el cable de acero. Entonces vi cómo la hembra, de mayor tamaño, ascendía con el cuerpo de su compañero sin salirse del chorro de sangre caliente que manaba de este. Por fin, la vi desaparecer en aguas frías, por encima de la capa cálida del fondo.

—¿Qué temperatura puede alcanzar la sangre de un Megalodon?

Jonas cerró los ojos e hizo cálculos.

—Dado que vive en la fosa, la temperatura de la sangre podría superar los treinta grados. Si la hembra se mantuvo en la estela de sangre de su compañero muerto, es posible que llegara a la termoclina. Es muy grande; veinte metros o más. Un tiburón de ese tamaño podría cubrir la distancia de la fosa a las aguas superficiales cálidas en veinte minutos.

Terry lo contempló durante un momento interminable.

—Tengo que irme. Quiero que descanses un poco. Le estrechó la mano y abandonó la habitación.

Ir a la siguiente página

Report Page