MEG

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OPCIONES

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OPCIONES

André Dupont fue el primero en hablar:

—¿Y por qué tiene que hacer nada, comandante? ¿Desde cuándo la Marina de Estados Unidos se ocupa de los patrones de conducta de los peces?

—¿Y si ese «pez» empieza a devorar pequeños botes de pesca o a algún submarinista? ¿Qué hacemos entonces, señor Dupont?

—Doctor Taylor —intervino Tsukamoto—, si la presencia de ese animal alterara los patrones migratorios de las ballenas en el área del Japón, toda nuestra industria pesquera podría sufrir un grave perjuicio. En teoría, el JAMSTEC y el Instituto Tanaka podrían ser considerados responsables, según la ley. El programa UNIS ya ha quedado suspendido y no podemos permitirnos más deslices financieros. Por todo ello, el JAMSTEC recomienda oficialmente que esta criatura sea encontrada y destruida.

—Yo estoy de acuerdo con el doctor Tsukamoto —dijo McGovern—. No creo que la naturaleza se propusiera liberar a ese monstruo del abismo. Eso fue cosa suya, doctor Taylor. A pesar de sus seguridades, no puedo correr el riesgo de que ese Megalodon se aventure en aguas pobladas. Ya ha habido un muerto —añadió tras una pausa— y prefiero no esperar a tener una lista de cadáveres para ponerme a trabajar. Por lo tanto, voy a seguir la recomendación de uno de mis oficiales superiores de Hawai y ordenaré al Nautilus que localice a la hembra y la destruya.

—Y la Sociedad Cousteau movilizará a todos los grupos de defensa de los derechos de los animales ante la base naval de Oahu desde mañana mismo —intervino Dupont.

—Jonas… —Masao era la voz de la razón en aquella mesa—. Según tu opinión, ¿en qué dirección se encaminará ese Megalodon?

—Eso es imposible de predecir. Esa hembra seguirá la comida, de eso no hay duda. El problema es que en esta época del año las ballenas tienen cuatro patrones migratorios distintos en este hemisferio: al oeste hacia la costa de Japón, al este y al oeste de las islas Hawai y hacia el este, a lo largo de la costa de California. En este momento, parece que la hembra se dirige hacia Hawai. Se me ocurre que continuará hacia el este y terminará en aguas de California… ¡Esperen un momento!

—¿Qué sucede, Taylor? —preguntó McGovern.

—Quizás exista otra opción. Masao, ¿cuánto falta para terminar el Acuario Tanaka?

—Dos semanas… hasta que el JAMSTEC recortó los fondos cuando se averiaron las unidades UNIS —respondió Tanaka—. No pensarás capturar a ese animal, ¿verdad?

—¿Por qué no? Si el estanque estaba pensado para estudiar las ballenas en un ambiente natural, ¿por qué no utilizarlo para capturar al Megalodon? —Jonas se volvió hacia los directivos del JAMSTEC—. Caballeros, consideren la oportunidad que tenemos de estudiar a ese depredador…

—Tanaka —dijo el doctor Simidu—, ¿es factible esa opción?

Hai, Simiáu-sama, es posible, siempre que podamos localizarlo, para empezar. —Masao reflexionó durante unos momentos—. Desde luego, el acuario debería terminarse enseguida y habría que reacondicionar el Kiku. Si localizáramos al animal, quizá podríamos sedarlo y remolcarlo adentro.

—Masao —le interrumpió Jonas—, si vamos a intentar algo así, tendremos que aparejar una especie de arnés flotante para arrastrar al Megalodon. Recuerda que los tiburones, a diferencia de las ballenas, no flotan. Cuando la hayamos sedado, esa hembra se hundirá y se ahogará.

—Esto… disculpe —le interrumpió Adashek—. ¿Y por qué no flotan?

Jonas miró al periodista por primera vez.

—Los tiburones tienen un peso específico superior al del agua del mar; si dejan de nadar, se hunden. —Jonas se volvió hacia el comandante—: ¿Qué hace aquí este hombre?

—Hace una hora he recibido una llamada de varios funcionarios locales preocupados por la presencia de otro Megalodon en sus costas. Uno de ellos ha pedido que permitiera la presencia del señor Adashek durante estas sesiones y he aceptado, con el fin de mantener unas buenas relaciones con la comunidad.

Los dos representantes del JAMSTEC habían estado conversando entre ellos.

Tanaka-san —dijo el doctor Tsukamoto—. Ya ha perdido usted un hijo con esas fieras. Con todo respeto, si tanto desea capturar a la hembra, accedemos a patrocinar el proyecto y a permitirle terminar el estanque. Naturalmente, si tiene usted éxito, se garantizará al JAMSTEC el acceso pleno al Megalodon capturado, así como nuestra parte de beneficios por la explotación turística del acuario.

Masao permaneció callado unos instantes, con lágrimas en los ojos.

—Sí… Sí, creo que D. J. habría querido esto. Mi hijo dedicó su vida al progreso de la ciencia. Lo último que habría deseado es que destruyéramos esta especie única. Jonas, debemos intentar la captura del Megalodon.

McGovern reanudó la conversación.

—Señor Tanaka, señores… Que quede bien entendido: la Marina no puede apoyar sus intenciones. Se asignará al Nautilus la misión de perseguir a ese animal y de proteger la vida de los americanos. Si consiguen capturar al tiburón primero, perfecto. Personalmente, espero que lo logren. Sin embargo, la Marina no puede aceptar de un modo oficial lo que ustedes proponen como opción viable.

McGovern se levantó y puso fin a la reunión.

—Por cierto, doctor Taylor —el comandante se volvió y miró a Jonas—, ¿qué le hace pensar que el tiburón viajará hasta aguas de California?

—Verá, comandante; en este mismo momento, mientras hablamos, unas veinte mil ballenas emigran hacia el sur desde el mar de Bering, en dirección a la península de la Baja California, en México. Estoy seguro de que el Megalodon seguirá, textualmente, el latir de sus corazones.

Veinte minutos más tarde, David Adashek se encontraba en una cabina, fuera de la base naval, marcando el número de una habitación de un hotel local.

Esperó a que la voz de mujer respondiera.

—¿Maggie? Soy yo. Sí, he estado en la reunión; dile a Bud que todo ha funcionado. Sí, tengo exactamente lo que queríais…

—¿Capturar al Meg? —Frank Heller palideció—. ¿Te das cuenta de lo que dices, Masao? ¡Esa fiera mató a D. J.! Es una amenaza. Intentar capturarlo sería un trágico error. Hay que destruirlo. ¿Cuántos inocentes más tienen que morir?

Masao dio la espalda a Frank y volvió el rostro hacia el sol que se hundía en el Pacífico. Respiró el aire salado y cerró los ojos con aire meditabundo. Heller miró a Jonas y masculló:

—¡Esto es culpa tuya! ¡D. J. murió debido a tu incompetencia y ahora vas a matarnos a todos!

—¡Frank! —Masao se volvió y taladró al médico con una mirada enfurecida—. El proyecto es mío, y el barco, también; la decisión es firme. O apoyas el trabajo del grupo, o te haré desembarcar en Hawai. ¿Queda claro?

Heller miró con cólera a Jonas. Luego, volvió la vista a Masao.

—Hace dieciséis años que nos conocemos —le dijo—. Creo que cometes un gran error al prestar oídos a este chiflado pero, por respeto a ti y a Terry, prefiero quedarme a bordo para ayudar, si puedo.

—Si te quedas, trabajarás con Jonas. He decidido nombrarlo jefe del grupo que ha de capturar al Megalodon. Ahora, dime si crees que los dos podréis trabajar juntos.

Heller bajó la mirada y la fijó en la cubierta.

—Colaboraré con él, Masao. —Miró a Jonas—. Haré lo posible para proteger la vida de la tripulación.

—Bien. —Masao se volvió a Jonas—. ¿Cuándo es la reunión?

—Dentro de quince minutos. En el comedor.

El comedor había sido reconvertido en la sala de mando de las operaciones. Jonas había colgado de una pared un gran mapa que ilustraba las rutas migratorias de las ballenas, con una serie de distintivos rojos que señalaban los lugares donde se habían avistado cadáveres de ballena recientemente. Se apreciaba una trayectoria: la hembra parecía dirigirse al noreste, hacia las islas Hawai. Junto al mapa pendía un gran gráfico que ilustraba la anatomía interna del gran tiburón blanco.

Terry y Masao ocupaban dos sillas contiguas mientras DeMarco y Mac Mackreides se hallaban de pie ante el mapa. Heller fue el último en llegar.

—Mac —preguntó Jonas—, ¿conoces a todos los presentes?

—Sí. Hola, Frank. Cuánto tiempo… —Se estrecharon la mano.

—Mac… No sabía que ibas a participar en este asunto del tiburón.

—Ya me conoces, Frank. Siempre pendiente de un dólar.

Jonas dirigió la palabra a los presentes:

—Mac y yo volaremos en el helicóptero e intentaremos localizar al Megalodon. Como los arpones y el arnés que preparan en Honolulú tardarán unos días en estar a punto, nuestro primer objetivo será ver si podemos ponerle un emisor de radio.

—¿Y cómo piensas localizar un pez en este océano? —inquirió Heller con una sonrisa burlona.

—Como puedes ver —explicó Jonas—, el mapa ilustra la situación de los comederos invernales de las ballenas que emigran al sur desde el mar de Bering. El Megalodon puede detectar las vibraciones masivas producidas por las poblaciones de ballenas al este y al oeste de Guam. Si nos guiamos por las muertes recientes de cetáceos, la hembra parece dirigirse al este, hacia las concentraciones de ballenas localizadas a lo largo de las aguas costeras de Hawai. No será fácil localizarla —añadió, mirando hacia Masao—, pero sabemos que no saldrá a la superficie de día porque sus ojos son demasiado sensibles a la luz. Esto significa que se dedicará a alimentarse por la noche, atacando a los grupos de ballenas cerca de la superficie. El helicóptero de Mac ha sido equipado con un visor térmico y un monitor que nos permitirán localizar al Megalodon y a las ballenas en la oscuridad. Llevaré una carabina y utilizaré prismáticos de visión nocturna. Ese animal tiene una piel casi fluorescente, fácil de distinguir desde el aire, de noche; es una ventaja. —Jonas miró en torno a sí—. En cuanto empiece a cazar, tendremos un rastro de sangre y restos en el agua que no será difícil seguir.

Jonas sostuvo entre los dedos uno de los dardos de seguimiento, sujeto al cual había un aparato electrónico de apenas el tamaño de una linterna de bolsillo.

—Este transmisor encaja en la bocacha de un fusil de alta potencia. Si conseguimos clavar el dardo cerca del corazón, no solo podremos seguir al animal, sino también recoger datos de su ritmo cardíaco.

—¿Con qué objeto? —preguntó DeMarco.

—Cuando hayamos tranquilizado al Megalodon, conocer su ritmo cardíaco puede ser vital para nuestra seguridad y para la supervivencia del propio animal. Los arpones llevarán una combinación de pentobarbital y ketamina. El primero deprimirá el consumo de oxígeno cerebral, lo cual me tiene algo preocupado. La ketamina es, más bien, un anestésico general sin barbitúrico. El ritmo cardíaco del Meg debería reducirse apreciablemente una vez surta efecto el fármaco. He calculado las dosis para el tamaño de la hembra. También estoy un poco preocupado por los posibles efectos secundarios del somnífero.

—¿Qué efectos? —Heller levantó la cabeza. —El pentobarbital podría provocar cierta excitación inicial en la hembra…

—¿Qué carajo significa eso?

—Significa que se va a sentir bastante molesta antes de que caiga dormida.

—¿Oyes eso, Masao?

—Déjale terminar, Frank. —Masao miró a Jonas—. Y cuando tengas drogado al animal, ¿cómo piensas remolcarlo al acuario?

—Esa es la parte más delicada. El cañón de arponear irá instalado en la popa del Kiku. Utilizaremos como cabo el cable de acero que está enrollado en el cabrestante. Es probable que el arpón no permanezca mucho rato clavado en el Meg, de modo que es importante colocarle el arnés lo más deprisa posible. Este consiste, básicamente, en una red de pesca de setenta metros con boyas de flotación a lo largo de los bordes, cada seis o siete metros. La red nos ayudará a mantener a la hembra a flote mientras la remolcamos al interior del estanque. El arpón, pues, debería seguir hundido en la piel del Megalodon para que, cuando el animal quede inconsciente, el Kiku pueda arrastrarlo mientras terminamos de colocar la red. Esto es de suma importancia. Si no conseguimos que siga circulando agua por su boca, dejarán de funcionarle las agallas y se ahogará.

—¿Y cómo te propones colocar la red? —preguntó DeMarco.

—Un extremo seguirá sujeto a la popa del Kiku y utilizaré el AG-I para pasar el otro extremo por debajo del animal.

—¿Piensas volver a meterte en el agua con ese monstruo? —Terry miró a Jonas.

—Terry, escucha…

—¡No! ¡Escucha tú! Todo esto apesta a machismo. Arriesgar la vida por capturar ese monstruo… Ya he perdido un hermano; no quiero… —Se detuvo a media frase, como si temiera lo que pudiese decir a continuación—. Lo siento, papá, no puedo soportarlo más.

Masao contempló a su hija mientras esta abandonaba la sala a toda prisa. Luego, se puso en pie:

—Es la muerte de D. J. Ninguno de los dos hemos tenido mucho tiempo para llorarlo, realmente. Debo ir a hablar con ella pero, Jonas, ¿qué peligros correrás a bordo de ese AG-I?

—Controlaremos el ritmo cardíaco del Megalodon y estaré en constante comunicación con el Kiku.

Cuando el animal empiece a despertar, se le acelerará rápidamente el pulso y eso nos servirá de advertencia. El AG-I es un sumergible rápido y no tendré problemas para ponerme a salvo. Créeme, Masao, no tengo ningún deseo de hacerme el héroe. La fiera estará dormida antes de que me meta en el agua con el vehículo. Masao asintió y abandonó la sala en busca de su hija.

—Tengo una pregunta… —Mac se acercó al diagrama de los órganos internos del gran tiburón blanco—. Dices que vamos a poner el dardo cerca del corazón del tiburón.

¿Dónde coño lo tiene?

Jonas señaló la boca del animal del dibujo.

—Si trazas una línea a través de la boca y del esófago, el corazón debería de estar situado justo debajo del punto en que el esófago conecta con el estómago. Naturalmente, lo que vemos aquí es la anatomía de un gran tiburón blanco; nadie sabe con seguridad cómo se distribuyen los órganos internos de un Megalodon. Tenemos que suponer que el parecido entre ambas especies no es solo externo, sino también en cuanto a anatomía interna. Si podemos clavarle el dardo en esta zona —indicó un área en la parte inferior del costado del tiburón, entre las aberturas de las agallas y las aletas pectorales—, creo que todo saldrá bien.

Mac ladeó la cabeza con gesto escéptico:

—¿Y si fallamos?

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