Martina

Martina


Capítulo 15

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Capítulo 15

 

 

 

 

 

Martina me habló del gran amor de su vida, del padre de su hijo. Un tal Felipe Schäfer. Su apellido significa «pastor» en alemán, me dijo ella un día. Y me sorprendió que Martina, con lo intuitiva que era, no hubiera descubierto esa señal: su antiguo amor llevaba ese significado encima, sin saberlo, y yo era un auténtico pastor. Yo tenía un rebaño de ovejas. Yo era auténtico en todos los sentidos, hasta en mi amor por ella. Cómo decirle algo así y no caer en la vanidad y la arrogancia.

Pero sí, Martina me habló de ese impresentable con el que había estado conviviendo durante años y que jamás se le había ofrecido como marido. Que nunca, jamás, le pidió que se casara con él. Que en ningún momento, después de tantos años y después de continuar teniendo sexo esporádico con ella, le dijera que era la mujer de su vida o que la admiraba o cualquier otra cosa que a mí me puede salir, sin más, mirándola como yo la miro. Con ojos de oveja. De oveja enamorada.

Cuando Martina me dijo que había soñado con su ex y que ese ex le llamaba por teléfono y le decía que iba a venir a verla, a mí me dio algo. Me dio el dolor insoportable de la pérdida anunciada. Comencé a vivir esa pérdida y notaba que, si se producía, yo ya no podría reponerme de ella nunca más.

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