Maps

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José Sazo


Un Sábado de octubre desperté. Tranquilo, día de sol. Todo bien hasta ahí… pero no sabía dónde ir.

Hace poco me había venido a vivir a Santiago y, aunque no era un completo desubicado, me faltaba mucho por conocer.

Estaba sólo, en un sector que no conocía, pero tenía unas ganas tremendas de ir al culto de los Sábados.

– Umm… No sé dónde hay una iglesia por aquí cerca.

– ¡Ya sé! Preguntémosle a Google 😀

*tap* *tap* *tap*

– Oh, hay uno a sólo unas cuadras de aquí. ¡Vamos! 😀

(Bueno, esta parte es un poco penosa porque en realidad estaba solo y sólo podía hablar conmigo mismo. También resultaron ser muchas más cuadras de las que pensé.)

Así que miré con cuidado el mapa, me aprendí en cuáles calles tenía que doblar y hacia qué lado y partí.

A pata.

Tal vez nunca había pensado demasiado en esto y por eso me pareció entretenido: Cada vez que parecía que me iba a perder reconocía alguna cosa que había visto en el mapa. ¡Y no me perdía!

*tun* *tun* *tun* *tun*… (pisadas)

– Chuta. Y ahora, ¿a la izquierda o a la derecha?

– Lorea: ¿Esa no es Aguas Claras?

– ¡Verdura! Y después viene La Sequía.

– A ver… Ah, ya cacho. A la vuelta está Loreley.

*tun* *tun* *tun*… ¡Llegué! 😀

*tarán*

Ese día pude llegar, felizmente, a la iglesia. En verdad lo disfruté.

Y recuerdo que pensé:

– ¡Fantástico! Si tengo el mapa puedo ir a donde quiera. Aunque nunca haya estado allí sé que puedo llegar.

Por supuesto, uno no ve mucha gente que vaya por allí con un gran mapa de papel bajo el brazo.

Muchos se han pasado a mapas en el teléfono. Quienes viven en el lugar no necesitan mapa, se lo han aprendido de memoria. Los taxistas llevan un receptor GPS en el cerebro. Y así, y así…

Si tengo el mapa puedo ir a donde quiera. Aunque nunca haya estado allí sé que puedo llegar.

Entiendes la idea: Para ubicarte en algún lugar nuevo un mapa es básico. En caso extremo, algunas indicaciones mínimas para orientarte también te sirven.

Hace no muchos siglos personas, de las cuales el mundo no era digno, entregaron sus vidas por conservar y entregar porciones de cierto mapa.

Hoy es fácil obtener una copia completa. No tienes que morir.

¿Tienes tú el mapa?

No contentos con una, en el mundo circulan muchas versiones de este mapa. Algunas versiones tienen inscripciones en latín y están adornadas con muchos dibujos de soles. En otras, el texto se lee de derecha a izquierda y tiene dibujitos de camellos y turbantes. En otras versiones, han distorsionado la geografía del lugar.

¿Tienes tú el mapa correcto?

Mucho se ha dicho acerca de este mapa: “Es inexacto”, “los lugares no se corresponden”, “ciertos lugares parecen dibujos de fantasías infantiles”, “esto es una broma, ¿cierto?”, “¿cómo puedes tomar este mapa en serio? Es sólo un montón de dibujos de la época en que la gente creía en que la tierra plana (o que descansaba sobre una gran tortuga gigante, que a su vez pisaba sobre otra tortuga gigante…)”, y así, y así…

¿Confías tú en el mapa?

«Dios nos ha dado su Palabra para que conozcamos sus enseñanzas y sepamos por nosotros mismos lo que él exige de nosotros. Cuando el doctor de la ley preguntó a Jesús: “¿Haciendo qué cosa, poseeré la vida eterna?” el Señor lo remitió a las Sagradas Escrituras, diciendo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿cómo lees?” La ignorancia no excusará ni a jóvenes ni a viejos, ni los librará tampoco del castigo que corresponde a la infracción de la ley de Dios, pues tienen a la mano una exposición fiel de dicha ley, de sus principios y de lo que ella exige del hombre. No basta tener buenas intenciones; no basta tampoco hacer lo que se cree justo o lo que los ministros dicen serlo. La salvación de nuestra alma está en juego y debemos escudriñar por nuestra cuenta las Santas Escrituras. Por arraigadas que sean las convicciones de un hombre, por muy seguro que esté de que el pastor sabe lo que es verdad, nada de esto debe servirle de fundamento. El tiene un mapa en el cual van consignadas todas las indicaciones del camino para el cielo y no tiene por qué hacer conjeturas.» — CS54 656.1

¿Conoces tú el mapa?

Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora nos está más cerca nuestra salud que cuando creímos. — Romanos 13:11 (RV 1909)


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