Mao

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3. Los señores del caos

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Era un pequeño grupo de hombres serios [recordaba Mao] que no tenía tiempo para discutir sobre trivialidades. Todo lo que decían o hacían tenía algún objetivo. No tenían tiempo para el amor o los «romances», y creían que los tiempos eran demasiado críticos y la necesidad de conocimientos demasiado urgente como para discutir de mujeres o asuntos personales … Dejando de lado las conversaciones sobre los encantos femeninos, que juegan un papel tan importante en las charlas de los jóvenes de esa edad, mis compañeros se negaban a hablar incluso de los asuntos normales de la vida cotidiana … [Nosotros] preferíamos hablar sólo de grandes cuestiones: ¡La naturaleza del hombre, la sociedad humana, China, el mundo y el universo![75]

Bajo la influencia del profesor Yang Changji, que se había convertido en un fanático del deporte mientras residía en Japón, y de los principios que Mao había hecho públicos en su artículo de 1917 de Nueva Juventud, el grupo se adhirió a una disciplina física espartana.

Cada mañana se acercaban al pozo, se desvestían y se mojaban los unos a los otros con un cubo lleno de agua fría.[76] En verano realizaban largas caminatas:

Vagabundeábamos por los campos, subiendo y bajando montañas, andábamos por las murallas de la ciudad, cruzando ríos y arroyos. Si llovía, nos quitábamos las camisas y decíamos que aquello era un baño de lluvia. Cuando el sol nos achicharraba, también nos las quitábamos y decíamos que era un baño de sol. Con los vientos de la primavera, gritábamos diciendo que era un nuevo deporte llamado «baño de viento». Dormíamos a la intemperie cuando ya caía la escarcha, y en noviembre nadábamos en los fríos ríos.[77]

La admiración de Mao por el profesor Yang era ilimitada. «Cuando pienso en [su] grandeza, siento que jamás seré como él», confesó a un amigo.[78] El sentimiento era mutuo. «Es realmente difícil», escribió Yang en su diario, «encontrar a alguien tan inteligente y hermoso [como Mao]»[79] Él formaba parte de un pequeño grupo de estudiantes que acudían con regularidad, al anochecer, a la casa de Yang para charlar de los sucesos contemporáneos y, sin duda, la manera voluntarista y subjetiva de abordar la vida que el profesor ejemplificaba —poniendo el acento en la virtud personal, el poder de la voluntad, la firmeza y la perseverancia— dejó una influencia indeleble en él. Cuando Yang murió algunos años después, supuestamente por los excesivos baños helados durante los gélidos inviernos de Pekín, el periódico estudiantil señalaba que Mao y su amigo Cai Hesen habían sido sus alumnos favoritos.[80].

No obstante, Mao tuvo que ser, con algo más de veinte años, una cruz difícil de llevar para quienes le rodeaban. Aquel adolescente frustrado y rebelde de Shaoshan continuaba siendo un joven problemático, brillante pero difícil, atormentado por crisis de identidad y depresión.

En una ocasión se lamentaba: «En toda mi vida nunca he conseguido poseer buenos maestros ni amigos».[81] Al minuto siguiente le escribía íntimamente a Xiao Yu: «Se multiplican y me hunden … pensamientos pesarosos … ¿Vas a permitir que los libere hablando contigo?».[82] Su obstinación era legendaria, incluso con los que le complacían y a los que respetaba, como Yuan el Barbudo, con quien mantuvo una vehemente disputa sobre el título de un ensayo que Mao se negaba a cambiar. Después de otra contienda, esta vez con el director, fue necesaria la intervención combinada de Yuan, Yang Changji y otros profesores para evitar su expulsión.[83] En la privacidad de su diario, Mao se recriminaba:

No eres capaz de mantenerte sereno. Eres inestable y excitable. No tienes vergüenza de nada, como una mujer que anda pavoneándose. Te muestras fuerte, pero por dentro estás vacío. No reprimes tus ansias de fama y fortuna, y tus anhelos sensuales aumentan día a día. Disfrutas con las habladurías y los rumores, alborotas tu espíritu y pierdes el tiempo, y normalmente gozas contigo mismo. Siempre imitas la peonía [que produce cálices verdes y corolas bermejas], sin provecho alguno, pero te engañas diciendo: «Soy como la [humilde] calabaza [sin flores pero con fruto]». ¿No es esta actitud totalmente hipócrita?[84]

Mao vivía con frugalidad. Xiao Yu le recordaba en su primer encuentro como un «joven alto, desmañado y mal vestido, cuyos zapatos [de algodón] reclamaban con urgencia una reparación».[85] A diferencia de otros jóvenes de su edad, que gustaban seguir las nuevas modas occidentales, él sólo tenía un uniforme añil de escuela, una toga gris de estudiante, además de una chaqueta acolchada y un par de pantalones sueltos de color blanco. Tampoco ponía atención alguna a su comida. En parte por necesidad, pues el estipendio que recibía de su padre era de unos veinticinco dólares al año. Pero además recibía la influencia de uno de sus profesores, Xu Teli, un inconformista famoso por su vida frugal; siempre iba andando a la escuela, en lugar de subirse a un rickshaw o tomar un palanquín, como hacían el resto de profesores.[86]

El presupuesto de Mao se reducía aún más a causa del número de periódicos y revistas que compraba, que representaba, según sus cálculos, cerca de la mitad de sus ingresos.[87] Sus compañeros le recordaban sentado en la biblioteca del colegio, tomando diminutas notas en largas tiras de papel, recortadas de los márgenes de las páginas, para poder memorizar los nombres de los países extranjeros y sus dirigentes.

Mao era igualmente diligente en sus estudios, pero sólo con las asignaturas que a él le complacían.[88] Su humor cambiaba impulsivamente de la fascinación por lo que aprendía al desespero por sus propios errores. Protestó amargamente por las reglas de la escuela que le obligaban a seguir cursos que consideraba aburridos. «Las ciencias naturales no me interesaban demasiado, no las estudiaba y, por ello, obtuve malas notas», recordaba.[89] «Por encima de todo, odiaba un curso obligatorio sobre pintura de bodegones. Lo encontraba extraordinariamente estúpido. Normalmente pensaba en los objetos más sencillos de dibujar, los acababa rápidamente y abandonaba la clase». En una ocasión dibujó una línea horizontal con un semicírculo sobre ella, afirmando que era una escena de un poema de Li Bai, «Sueño de un paseo por el monte Tianmu», que describe el sol elevándose sobre el mar. En el examen final, dibujó un ovoide y dijo que era un huevo. El profesor le suspendió.

Sin embargo, de manera cíclica intentaba imponerse una disciplina. «He mantenido ideas equivocadas en el pasado», reconocía en 1915.[90] «Ahora … [he] madurado un poco … A partir de hoy, empieza una nueva vida». Pero unos meses después caía de nuevo en el desaliento. «Éste no es lugar para aprender», escribió enojado a un antiguo profesor.[91] «No hay libertad de pensamiento, el nivel es muy bajo, y los compañeros, muy malos. Es desolador ver que mi valioso cuerpo y mi precioso tiempo se reducen mientras espero y languidezco … Las escuelas como ésta son realmente el más oscuro de los valles». Pero poco después se mostraba de nuevo exultante por un nuevo plan de estudios:

Al amanecer estudio inglés; de las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde voy a clase; de las cuatro de la tarde hasta la cena estudio literatura china; desde el momento en que se encienden las luces hasta que las apagan hago las tareas de las clases; y cuando se apagan las luces, practico durante una hora.[92]

Seis meses después, todavía estaba «comenzando de nuevo … a estudiar desde la mañana hasta la noche sin descanso»,[93] sólo para sufrir otra recaída. «¿Quién no ambiciona progresar?», escribió malhumorado.[94] «Pero cuando los anhelos se frustran continuamente, y cuando uno se pierde en un laberinto de giros y requiebros, se siente demasiada amargura para poder describirla. Para un hombre joven, todo esto se transforma en una vida de tormentos».

Cuando Mao adquirió mayor confianza, estos arrebatos se tornaron menos frecuentes. A finales de la primavera de 1917, cuando tenía veintitrés años, sus compañeros le escogieron «estudiante del año».[95] Su artículo de Nueva Juventud, aparecido unas semanas antes, había sido el primero que la revista había aceptado de un estudiante de Hunan. Pero también en otros aspectos adquirió mayor seguridad en sí mismo. La deferencia con que trataba a Xiao Yu en sus cartas dejó paso a una relación más equilibrada, en la que Mao, más joven que Xiao, destacaba con frecuencia como la voz dominante. El verano de aquel año criticó un manual de enseñanza redactado por Xiao, emplazándole a que lo escribiera por segunda vez, «conservando las joyas y descartando la escoria».[96] Poco después ambos desafiaron las convenciones, ante la consternación de sus profesores, al dedicar sus vacaciones de verano a un viaje a pie de un mes, en el cual mendigaron la comida y se cobijaron en los templos budistas, confiando en el auxilio de las gentes compasivas de los distritos por los que pasaban.[97]

En un poema escrito aquel mismo año, Mao se comparó a sí mismo con un peng, un pájaro mitológico parecido al rukh,[T10] que «levantaba una estela de cinco mil kilómetros» cuando aleteaba por el Mar del Sur.[98] De entre los héroes de su niñez, sólo el gobernador de la dinastía Qing, Zeng Guofan, suscitaba todavía su admiración.[99] Ahora consideraba que Liang Qichao y Kang Youwei eran demasiado imperfectos.

La publicación del artículo de Nueva Juventud animó a Mao a iniciar la búsqueda de otros medios para participar en la construcción de la nueva China que con tanta vehemencia anhelaban él y sus amigos. La elite, argüía Mao, tiene la obligación moral de ayudar a los menos afortunados:

El hombre superior ya posee una sabiduría y una moral elevadas … Pero la gente humilde es digna de compasión. Si los hombres superiores se preocupan sólo de sí mismos, abandonarán al vulgo y vivirán como eremitas. Algunos lo hicieron así en los tiempos antiguos … [Pero] si poseen corazones compasivos, [aceptarán] que la gente humilde es … parte de un único universo. Si nos alejamos, ellos se hundirán cada vez más hondo. Es mejor para nosotros tenderles la mano, para que sus espíritus se abran y su virtud se acreciente.[100]

La oportunidad de poner estas ideas en práctica llegó en octubre de 1917, cuando Mao fue elegido jefe de la Asociación de Estudiantes, organizadora de actividades extraescolares en la escuela.[101] Una de sus primeras decisiones fue reactivar una escuela nocturna para los trabajadores locales que se había creado seis meses antes, pero que para entonces había quedado abandonada.[102] En aquel momento, cuando la mayoría de la población China no tenía ninguna educación, iniciativas como aquella eran «extraordinariamente cruciales», escribió Mao. «Las plantas y los árboles, las aves y los animales, todos ellos nutren y cuidan de los de su propia especie. ¿Los seres humanos van a ser menos?». La «gente humilde» no era «mala por naturaleza» o «esencialmente inferior»; simplemente no tiene fortuna, de modo que «las personas humanas deben mostrar[les] simpatía». Incluso en los países avanzados de Europa y Estados Unidos, añadía, se cree que las escuelas nocturnas son beneficiosas. Más aún, permiten que los estudiantes adquieran experiencia docente y, sobre todo, ayudan a formar un sentimiento de solidaridad entre la masa del pueblo y la elite educada del país:

La escuela y la sociedad representan dos polos, dos elementos separados por un enorme abismo. Cuando entran en la escuela, los estudiantes menosprecian la sociedad, como si hubiesen ascendido a los cielos. La sociedad también observa a los intelectuales como algo sagrado e inalcanzable. Este distanciamiento mutuo causa tres males. Uno es que los estudiantes no pueden encontrar trabajos en la sociedad … Otro mal es que la sociedad no envía a los niños a la escuela … El tercer mal es … [el resentimiento público que lleva a] quemar las escuelas y al bloqueo de los presupuestos. Si podemos acabar con estos tres males … la sociedad tendrá en los estudiantes sus ojos y sus oídos y confiará en su dirección para recoger los beneficios de la prosperidad y el desarrollo. Y los estudiantes tendrán en las gentes que forman la sociedad sus manos y sus pies, cuya ayuda les permitirá alcanzar sus propósitos. [Al final] todo el pueblo … se habrá graduado en [un tipo de] escuela [u otro]. Una parte de la escolarización consistirá en la gran escuela a la que se va por un tiempo, y la sociedad entera será la gran escuela a la que se va por siempre.[103]

Mao añadió a esta noción antielitista de un sistema educativo sin restricciones, su repugnancia por la adoración de los libros. «De todo el pequeño progreso que he experimentado durante estos últimos años», había escrito en 1915, «sólo una pequeña parte hay que atribuirla a los libros. La mayor parte de mis adelantos son el resultado de formular preguntas e indagar las soluciones a los problemas [prácticos]»[104]. Comentaba positivamente el hecho de que Kant insistiese en que «nuestro entendimiento debe originarse en los hechos de la experiencia»,[105] y fustigaba el formalismo de los métodos de enseñanza tradicionales chinos:

En el sistema educativo de nuestro país, los cursos obligatorios son tan burdos como los pelos de un buey. Incluso un adulto de cuerpo fornido y poderoso puede no soportarlo, no digamos los que no han alcanzado la edad adulta … Al especular sobre las intenciones de los educadores, uno se pregunta si no diseñan un currículo tan insufrible sólo para dejar a los estudiantes exhaustos, pisotearles sus cuerpos y arruinar sus vidas … Y si alguien posee una inteligencia fuera de lo común, le dan todo tipo de lecturas complementarias … ¡Qué estupideces![106]

Los principios que Mao expresó en estas líneas con tanta pasión conformaron su actitud ante la educación para el resto de su vida. Sin embargo, también es cierto que su actitud era menos radical de lo que podría parecer hoy en día. La pedagogía china estaba tan dominada por el aprendizaje mnemotécnico y la sobrecarga curricular era tan excesiva que en 1917 siete de los compañeros de Mao murieron después de enfermar —según sus compañeros y algunos profesores creyeron— como consecuencia del excesivo número de horas que habían estudiado sin las pausas debidas.[107]

Estas ideas, para conveniencia de los cerca de sesenta trabajadores de Changsha que se inscribieron aquel septiembre en la escuela nocturna,[108] se tradujeron en el uso del chino vernáculo, en lugar del clásico;[109] en un currículo más simple, adaptado a la vida cotidiana, «escribiendo cartas y haciendo sumas, cosas que todos ustedes, señores, necesitan a todas horas», como escribió el propio Mao en el prospecto; y en un esfuerzo por infundir el «espíritu patriótico», alentando, entre otras cosas, la compra de productos chinos en lugar de los extranjeros.[110]

Pero antes de que la escuela se hubiese asentado definitivamente, los conflictos entre los cabecillas militares de Pekín sumieron una vez más a Hunan en la guerra civil; se acercaba a la provincia una devastación de tales proporciones que no se podía comparar a nada de lo que Mao, hasta ese momento, había llegado a presenciar.

Cuando Tang Xiangming huyó de Changsha, en julio de 1916, fue sustituido, después de un período de confusión, por su predecesor, Tan Yankai, el dirigente de la aristocracia.

Durante un tiempo todo fue bien. Tan dispuso la fundación de una administración hunanesa, disfrutando de una autonomía considerable y apoyado por las elites provinciales, similar a lo que había liderado durante su gobierno anterior, de 1911 a 1913. El nuevo primer ministro en Pekín, Duan Qirui, que había sido uno de los principales subordinados de Yuan Shikai, estaba demasiado ocupado intentando consolidar su posición ante las maniobras de sus rivales del norte como para dedicar suficiente empeño en poner a la provincia en su horma.

La situación, no obstante, cambió durante el verano. La lucha por el poder en la capital desembocó en un absurdo desenlace, cuando un dirigente militar conservador decidió restaurar al emperador manchú en el trono, aliando inmediatamente en su contra, aunque de manera temporal, a todos los militares del norte. Esta nueva coyuntura culminó con el establecimiento de dos camarillas distintas en el norte: la primera, el llamado grupo de Anhui (o de Anfu), encabezado por Duan Qirui; la segunda, la camarilla de Zhili, dirigida por el nuevo presidente, Feng Guozhang, cuya dramática ocupación de Nanjing había impulsado a Mao a considerarle, un año antes, un precursor de la política terrorista de Tang Xiangming en Hunan. Las rivalidades, a su vez, desatarían, poco tiempo después, un sangriento conflicto entre caciques militares que, de manera inconstante, haría estragos en el centro y el este de China durante más de una década. Pero, momentáneamente, se alcanzó una tregua y Duan pudo dedicar sus pensamientos a los revoltosos hunaneses.

En agosto de 1917 designó a un miembro de su familia política, Fu Liangzou, antiguo viceministro de la guerra, como recambio de Tan en el cargo de gobernador provincial. Fu había nacido en Hunan, al igual que Tan, pero había pasado la mayor parte de su vida en el norte y era considerado un extranjero en su provincia natal.[111] Tres días después de asumir el cargo intentó destituir a dos veteranos oficiales militares cuya lealtad estaba bajo sospecha.[112] Sus unidades se amotinaron desatando una reacción en cadena que, a principios de octubre, había llevado a cerca de la mitad de los soldados de la región a declararse en abierta rebeldía. Se enviaron desde el norte dos divisiones de soldados para sofocar el motín. Pero la única consecuencia que hubo fue que los gobernadores militares de las provincias limítrofes independientes de Guangxi y Guangdong quedaron convencidos de que, también ellos, debían intervenir para impedir que las fuerzas del norte amenazasen sus propias fronteras. Miles de soldados de infantería de Guangxi, enfundados en abrigos verdes y acompañados por unidades de artillería dotadas de armas pesadas y trabucos, se introdujeron en Hunan, con las órdenes de bloquear el avance norteño antes de que penetrasen en el sur de la provincia.

Parecía que finalmente se había marchitado la buena fortuna de Hunan, después de que, milagrosamente, hubiese evitado ya en dos ocasiones haberse convertido en el campo de batalla de los enfrentamientos entre el norte y el sur: en 1913, cuando sucumbió la Segunda Revolución, y en 1916, cuando la muerte de Yuan Shikai puso fin a la guerra contra la monarquía. Se proclamó la ley marcial en Changsha,[113] al tiempo que los dos ejércitos batallaban sin convicción en una estrecha franja cercana a la ciudad de Hengzhou, al sur. Pero los combatientes no contaban con las intrigas políticas de Pekín. Un día, a mediados de noviembre, Duan Qirui fue obligado a dimitir, el gobernador Fu escapó, las tropas del norte se retiraron y «a las nueve en punto [del día siguiente], como en un apagón eléctrico, la ciudad entera languideció», aguardando con inquietud la aparición de los sureños. Cuando éstos llegaron, «armados hasta los dientes», como los describió un testigo, las mujeres y los niños se cobijaron en los refugios de la Cruz Roja. Sin embargo, en aquella ocasión, apenas se produjeron saqueos y la ciudad se congratuló de quedar liberada sin sufrir graves percances.[114]

Mao y otros miembros de la Asociación de Estudiantes de la Escuela Normal habían organizado una fuerza de voluntarios que patrullaban, durante ese terrorífico período, armados con armas de madera en busca de malhechores.[115] Según recordaba un compañero suyo, Mao había contribuido enseñándoles a cortar estacas de punta afilada, útiles para vaciar los ojos de cualquier soldado lo suficientemente temerario como para querer trepar por el muro de la escuela. Él y sus mejores amigos, Xiao Yu y Cai Hesen, se llamaban a sí mismos «los tres héroes»,[116] y se entrenaban para cultivar la fuerza física y su espíritu marcial. Pero, a pesar de que Mao había madurado enormemente desde los tiempos en que, siendo un adolescente asustado, se escondió en las letrinas para huir de unos soldados alborotadores,[117] su bravura se mantenía todavía en los límites de la prudencia. El Registro de la Primera Escuela Normal afirmaba con orgullo que los voluntarios de Mao se habían mostrado «excepcionalmente eficaces».[118] Pero al mes siguiente, en marzo, cuando se produjeron de nuevo graves altercados, se mantuvieron visiblemente al margen.[119] Aquel mes, Duan Qirui y sus rivales acordaron desplegar un nuevo intento para lanzar el lazo a Hunan. Esta vez fue el turno de los hombres de Guangxi para retirarse sin presentar batalla:

Cuando cayó la noche [informaba un residente extranjero], se cernió sobre la ciudad el más profundo silencio. Desde aproximadamente [las ocho de la noche] en adelante, en las ocupadas calles del sur y el oeste de la ciudad se pudo oír una sucesión de disparos, cristales rotos y golpes sobre los postigos que se prolongó hasta el amanecer … [Fui] a averiguar por mí mismo qué estaba ocurriendo … Había un auténtico río de soldados abriéndose paso hacia el sur. Pero había también docenas de ellos … dedicados al pillaje. Comenzaron por las tiendas de abalorios de plata … Ocho o nueve se agruparon alrededor de la puerta y las ventanas … Con la culata de los rifles se abrieron camino sin dificultad por el maderaje … El porcentaje de tiendas saqueadas es muy alto.[120]

Por la mañana no quedaba «nadie al mando y la ciudad [continuaba] sumida en el espanto».[121] Las tropas del norte llegaron veinticuatro horas más tarde. Duan Qirui, de nuevo primer ministro, nombró a un seguidor de confianza, Zhang Jingyao, para hacerse cargo del gobierno, que seguía vacante desde la huida, cuatro meses antes, de Fu Liangzou.

Hunan pagaría muy cara esta decisión. «Zhang el Maligno», como sería conocido, fue un «dictador cruel y sádico», cuyos métodos se parecían a los del «carnicero» Tang, pero a mayor escala.[122] Los misioneros extranjeros de los suburbios más pobres de Changsha informaron de que «se pone fin al honor de las mujeres y a la posesión de cualquier objeto susceptible de transformarse en dinero».[123] Los distritos de las afueras de la ciudad ofrecían una lista detallada de los crímenes cometidos por los hombres de Zhang durante los primeros días de abril:

La señorita S., de veinte años, [fue] atacada por tres soldados a las once de la mañana y abusaron de ella tan salvajemente que todavía es incapaz de caminar … L. fue ensartado en el interior de su propia casa y después le hincaron las bayonetas. Tras ello, dispusieron una vela encendida sobre sus heridas … H. salió para proteger a su hija, una niña de ocho años, a la que habían disparado. También le dispararon a él … Una chiquilla de catorce años fue violada por dos hombres; murió de las heridas … Un hombre, intentando proteger en vano a su nuera, embarazada de seis meses, huyó a las colinas, donde fue perseguido por los soldados, que hirieron al hombre y abusaron de la mujer … Las historias repugnantes se repiten en los otros barrios.[124]

A lo largo de la carretera principal que une Changsha con Pingjiang, en el noreste, «han matado todo el ganado, se han llevado todo el arroz, han ahuyentado a todos los habitantes».[125] Liling, noventa kilómetros más al sur, pagó un precio aún más alto.[126] Cuando en mayo los misioneros norteamericanos llegaron a la ciudad sólo encontraron vivas a tres personas, en medio de un yermo pleno de escombros entre los cuales, a un lado y a otro, se alzaban muros a medio derruir. En el distrito de Liling, veintiún mil de los quinientos ochenta mil habitantes originales fueron asesinados y cuarenta y ocho mil hogares, arrasados.

Desde la seguridad que conferían las concesiones extranjeras de Shanghai, los periódicos publicaron indignados editoriales que acusaban a los «ególatras y codiciosos generales» de «convertir una de las mejores provincias de China en un escenario de ruina y lamentos diarios».[127] Irónicamente, el sur de Hunan, donde había comenzado la rebelión siete meses antes, había padecido en menor grado. El general Wu Peifu, cuyas tropas habían encabezado el avance norteño, se detuvo después de capturar Hengzhou y negoció un alto el fuego, ignorando las órdenes de Duan Qirui de seguir presionando hasta Guangdong y dejando la parte sur de la provincia al control del ejército del sur. Una vez más, los tejemanejes políticos de Pekín estaban actuando. Wu era miembro de la camarilla de Zhili, y no consideró que existiese ninguna ventaja, una vez se había impuesto un gobernador del norte, en continuar colaborando con una causa apoyada por Duan y sus rivales del grupo de Anfu.[128]

A partir del mes de abril, la escuela de Mao se convirtió de mala gana en huésped de un regimiento de las tropas de Zhang, que fueron acomodadas en las clases. El nuevo gobernador reemprendiendo la tradición iniciada cinco años antes por el «carnicero» Tang, congeló el presupuesto educativo. Los profesores de la Primera Escuela Normal se quedaron sin sueldo, la mayoría de los estudiantes abandonaron y el director tuvo que buscar dinero para acabar pagando de su propio bolsillo la comida de los que se quedaron.[129] Al igual que había hecho Tang, «Zhang el Maligno» organizó una red de informadores y agentes especiales que intimidaban a la población. Se pagaba una sustanciosa recompensa por cada supuesto «espía» capturado. Un hombre fue arrestado simplemente por llevar zapatos de diferentes colores. «Cadáveres de horrenda visión se dejan en toda clase de extraños lugares», decía una noticia, «algunos simplemente en el centro de la ciudad, otros en los caminos que frecuentaban los militares. No hay información alguna sobre los juicios a los sospechosos. Sólo con muchas dificultades consiguen los familiares averiguar el destino de los que han desaparecido»[130] En consecuencia, existían «mucho terror oculto y muy pocas conversaciones en público».[131].

A principios de junio de 1918 Mao obtuvo su diploma en educación.[132] Todavía no tenía una idea clara de lo que quería hacer con su vida. «Estoy muy confundido», escribió a un antiguo profesor, «y lo que comienza en la confusión, sin duda acaba en la confusión». Contempló la posibilidad de abrir una escuela privada para enseñar «lo esencial de las disciplinas chinas, [tras lo cual] los alumnos podrían ir al extranjero a estudiar … lo esencial del pensamiento occidental». Pero los tiempos no podían ser menos propicios, y la aventura habría requerido una gran suma de dinero, de la que Mao no disponía.[133]

Durante las semanas siguientes, se dedicó a vivir con un grupo de amigos en una academia clásica abandonada situada en una colina al otro lado del río Xiang, donde recogían la leña y portaban el agua de un manantial.[134] Todos ellos eran miembros del informal grupo de estudio que Mao había organizado tres años antes, ahora con un nuevo nombre, Xinmin xuehui, la Asociación de Estudios del Nuevo Pueblo.[135] Las relaciones personales son en China un trampolín indispensable para cualquier iniciativa importante; por ello, Mao concedía mucha importancia a este grupo. La sociedad había sido formalmente constituida en abril, con Xiao Yu de secretario y Mao como su ayudante. Algunos de los trece miembros fundadores, incluido Xiao, tomarían con el tiempo caminos separados, pero la mayoría continuó junto a Mao durante los años de exterminio y desorden que siguieron, algunos pagando con su propia vida.

La sociedad de Mao fue una de las primeras asociaciones estudiantiles progresistas que proliferaron en aquel entonces en China —entre ellas Fushe (Sociedad del renacer), en Pekín; y Juewu shi (Sociedad del despertar), fundada por Zhou Enlai en Tianjin—, como respuesta de los jóvenes patriotas a las agresiones de los señores de la guerra y las presiones de las potencias imperialistas. Uno de los compañeros de Mao, Luo Xuezan, lo explicaba en una carta que ese verano envió a su familia:

Debéis saber que los extranjeros quieren ocupar el territorio de China, quieren robar el dinero de China y quieren dañar al pueblo de China … No puedo vivir con estas perspectivas y quedarme de brazos cruzados. Por ello, ahora … queremos fundar una asociación … [que luchará ] para que China sea fuerte y, así, el pueblo chino pueda encontrar un nuevo camino. Nuestro objetivo es alcanzar el día de la resurrección de China.[136]

El mismo nombre, Asociación de Estudios del Nuevo Pueblo, reflejaba los cambios que se estaban produciendo en el país. La expresión xinmin tiene un doble significado —«nuevo pueblo» y «renovar al pueblo»— que le confiere una resonancia radical y casi revolucionaria. Liang Qichao lo había usado quince años antes en el título de su revista reformista, Xinming congbao (Revista del nuevo pueblo). Pero, además, era un término clásico que se halla en los clásicos confucianos.[137] «Renovar al pueblo» era la tarea del intelectual confuciano.

Esa actitud ambivalente ante la herencia clásica china era el sello distintivo de la época.

En la escuela nocturna que Mao había contribuido a organizar, los estudiantes realizaban tres reverencias cada noche ante la imagen del Sabio;[138] a pesar de que él, como otros miembros de su generación, era cada vez más crítico con las virtudes del confucianismo ortodoxo.[139] «Hay que acabar con los tres vínculos de nuestro país», escribió el verano de 1917[140] en referencia a las tres relaciones que constituían los fundamentos de la moralidad confuciana, las existentes entre el príncipe y el ministro, el padre y el hijo, y el marido y la mujer. Acusaba a «las iglesias, los capitalistas, la monarquía y el Estado» de ser «los cuatro demonios perversos del mundo»[141] y reclamaba «un cambio fundamental» en las actitudes nacionales.[142].

Pero allí donde los otros simplemente rechazaban el pasado, Mao buscaba una síntesis que lograse reconciliar la dialéctica tradicional de las costumbres antiguas del país con el radicalismo occidental. La visión que resultaba era sorprendentemente moderna:

Todos los fenómenos del mundo son simplemente un estadio del cambio permanente … El nacimiento de esto es necesariamente la muerte de aquello, y la muerte de aquello es necesariamente el nacimiento de esto, de manera que el nacimiento no es nacimiento y la muerte no es destrucción…

Antes me preocupaba a menudo de que nuestra China pudiese ser destruida, pero ahora sé que no será así. Con el establecimiento de un nuevo sistema político y un cambio en el carácter nacional, los estados germánicos se convirtieron en el Primer Reich … La única cuestión es cómo llevar a cabo los cambios. Creo que debería producirse una completa transformación, como la materia que toma forma después de la destrucción, o como el niño que nace del útero de la madre … En todos los países, las diversas nacionalidades han lanzado distintos tipos de revoluciones que purifican de manera periódica lo viejo, infundiéndole lo nuevo, representando todas ellas cambios enormes, que implican la vida y la muerte, la generación y la destrucción. La destrucción del universo también es así … Aguardo con impaciencia su disolución, porque de la destrucción del viejo universo nacerá uno nuevo y, ¿acaso no será mejor que el antiguo universo?…

Yo afirmo: lo conceptual es real, lo finito es lo infinito, los significados temporales son los significados intemporales, la imaginación es pensamiento, la forma es sustancia, yo soy el universo, la vida es muerte y la muerte es vida, el presente es el pasado y el futuro, el pasado y el futuro son el presente, lo pequeño es grande, el yang es el yin, arriba es abajo, lo sucio es limpio, lo masculino es femenino, y lo grueso es fino. En esencia, todas las cosas son una sola, y el cambio es la permanencia.

Soy la persona más eminente, y también la persona más indigna.[143]

Estas palabras, escritas a los veinticuatro años, anunciaban ominosas los acontecimientos que llegarían medio siglo después, cuando Mao, en el apogeo de su poder, desencadenaría una revolución continua de cambio doloroso y convulsivo, con la pretensión de que el pensamiento de una cuarta parte de la humanidad se conformase a su voluntad. Un período en el que la inestabilidad sería realmente inmutable, y la armonía, confrontación.

Alcanzar la «completa transformación» de China y mantener el ímpetu de la dialéctica que debía impulsarla se convirtieron en los objetivos últimos de la vida política de Mao. Era consciente ya de que no se trataba de propósitos que pudiesen llevarse a cabo por etapas. Era necesaria una guía ideológica:

Los que desean transformar el mundo han de transformar los corazones y las mentes del mundo, [y] … para transformar el corazón de la gente hay que poseer unos principios últimos extraordinarios. Las reformas de hoy en día comienzan por detalles menores como el parlamento, la constitución, la presidencia, el gabinete, los asuntos militares, los negocios, la educación; todo esto son cuestiones secundarias … Sin principios últimos, estos detalles son superfluos … Los principios últimos son las verdades del universo … Si hoy en día apelamos a los corazones de todo lo que hay bajo el cielo a través de unos principios últimos extraordinarios, ¿habrá alguno que no sea transformado? Y si todos los corazones del reino son transformados, ¿existe algo que no se pueda conseguir?[144]

Otra cuestión muy distinta era en qué podían consistir semejantes principios. Pero para Mao y su pequeño grupo de graduados idealistas, después de observar el siniestro mandato de Zhang Jingyao, no había duda alguna de que tenían que buscarse lejos de Changsha. A principios de mayo, Luo Zhanglong, uno de los seis miembros fundadores del círculo original de estudios, partió hacia Japón.[145] El viejo maestro de Mao, el profesor Yang, que vivía entonces en Pekín, le escribió en detalle acerca de un nuevo programa de ayuda a los estudiantes chinos para ir a Francia. En junio, los miembros de la Asociación de Estudios del Nuevo Pueblo decidieron enviar a Cai Hesen a la capital para informarse mejor.[146] Dos meses después, Mao le siguió junto a otros veinte. Antes de partir, visitó a su madre en Xiangxiang y la tranquilizó sutilmente: «El único fin de nuestro viaje es hacer turismo, nada más».[147]

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