Mao

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5. El Comintern toma el mando

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La delegación no consiguió todo lo que pretendía. La administración rehusó comprometerse a que nunca intervendría en los conflictos laborales; ni admitió el registro de la Federación como una entidad legalmente constituida. Pero ambos contendientes acordaron mantener contactos de manera regular para «evitar malentendidos».

El mes de diciembre de 1922 significó el apogeo del movimiento obrero de Hunan, además de un momento álgido en la vida de Mao. Se había convertido en el secretario del comité provincial del partido, en un organizador de sindicatos de éxito, al que incluso el gobernador Zhao tenía que escuchar, y en el padre de un niño de dos meses. Por si fuese poco, el día de su vigésimo noveno aniversario finalizaba con éxito la última de las grandes huelgas que había orquestado en la provincia aquel mismo año, en las minas de plomo y cinc de Shuikoushan.[73]

Pero, ocultas entre los triunfos del movimiento obrero, también se percibían algunas señales de advertencia. Shanghai, el mayor centro industrial de China, estaba bajo un control tan estrecho de la alianza formada por los capitalistas occidentales y chinos, la policía extranjera y los miembros de las tríadas en busca de neófitos que el Secretariado Obrero del partido era incapaz de actuar en la ciudad y, en otoño, se trasladó a Pekín.[74] Incluso en Hunan, donde el movimiento estaba más afianzado, algunos destacados simpatizantes de la elite provincial comenzaron a dudar de si los disturbios no habían llegado demasiado lejos.[75]

Sin embargo, fue en Pekín donde, finalmente, se encajó un golpe fatal. El Secretariado Obrero se había mudado allí en parte porque el máximo dirigente del norte, Wu Peifu, que a principios de 1922 había fortalecido su posición al derrotar al cacique manchú Zhang Zuolin, era considerado una figura relativamente liberal.[76] A Wu le gustaba airear el contraste que existía entre su nuevo gobierno y el gobierno projaponés de la camarilla de Anfu que le había precedido, y proclamó que la protección de la clase obrera era una de sus prioridades. Los comunistas lo tuvieron muy en cuenta y aquel verano el Secretariado y sus jefes provinciales, entre ellos Mao, solicitaron al parlamento de Pekín que promulgase una ley laboral que implantase la jornada laboral de ocho horas, vacaciones pagadas y el permiso por maternidad, además de proscribir el trabajo infantil.[77] Por iniciativa propia e individual, Li Dazhao alcanzó un acuerdo con los oficiales de Wu para que seis miembros del partido actuasen como «inspectores secretos» en el ferrocarril de Pekín a Hankou, la principal arteria norte-sur para los movimientos de tropas. La intención real de Wu era excluir a los partidarios de Zhang Zuolin de las asociaciones obreras de los ferroviarios. Sin embargo, el resultado fue que, a final de año, la mayoría de la fuerza obrera del ferrocarril había sido reorganizada en asociaciones de trabajadores dominadas por los comunistas.

Mientras tanto, la Rusia soviética había enviado un nuevo emisario, Adolf Joffe, para reanudar las conversaciones sobre el espinoso problema del reconocimiento diplomático.[78] Los representantes rusos comenzaron a soñar con una alianza entre Wu y Sun Yat-sen, que habría combinado el potencial del norte con el prestigio revolucionario del sur. Pero Joffe no pudo ofrecer a Pekín lo que deseaba —la restitución del Ferrocarril Oriental Chino en Manchuria, bajo administración rusa, y el reconocimiento de los intereses chinos en Mongolia—, de modo que el interés de Wu por los rusos y sus protegidos se desvaneció.

En estas circunstancias, las asociaciones de signo comunista de los trabajadores del ferrocarril de la línea Pekín-Hankou propusieron la celebración de un congreso fundacional, a celebrarse en Zhengzhou el día 1 de febrero, para crear un Sindicato General del Ferrocarril, similar al fundado por Mao en Hunan el otoño anterior. Unos días antes de que se celebrase la reunión, Wu Peifu declaró su proscripción. Cuando, a pesar de ello, los delegados siguieron adelante, las tropas ocuparon la sede del sindicato y se declaró una huelga nacional de ferroviarios. El 7 de febrero de 1923, Wu y otros señores de la guerra reprimieron con dureza a los huelguistas de Pekín, Zhengzhou y Hankou. Al menos cuarenta hombres murieron, entre ellos el secretario de la delegación de Hankou, que fue decapitado ante sus camaradas en el andén de la estación. Más de doscientos resultaron heridos.[79]

La «masacre del siete de febrero», como fue conocido el incidente, fue un duro golpe en las ambiciones comunistas de aprovechar el movimiento obrero como motor del cambio político. Las huelgas de trabajadores cayeron hasta la mitad, y las que tuvieron lugar fueron brutalmente reprimidas.[80] El movimiento obrero también se vio afectado por el creciente aumento del desempleo, a consecuencia del retroceso de las manufacturas chinas ante la mayor competencia de las extranjeras.

En Hunan, donde Zhao Hengti continuaba con su empeño de mantener las distancias con el norte y el sur, la crisis fue inicialmente capeada.[81] La Federación Obrera de Mao envió una serie de furibundos telegramas denunciando la «inefable maldad de los caciques militares», dirigidos a Wu y su aliado nominal, Cao Kun, y advirtiendo de manera muy gráfica: «Todo compatriota que haya visto a estos traidores … se lamenta de que no pueda devorar sus carnes y hacerse una litera con sus pieles».[82] La formación de nuevos sindicatos siguió adelante, y Mao envió a sus dos hermanos, Zemin y Zetan, a Anyuan y Shuikoushan para respaldar el desarrollo de nuevas asociaciones.[83] En abril, Mao ayudó a organizar una colosal manifestación que congregó a sesenta mil personas en las calles de Changsha, como contribución a una campaña nacional para exigir que Japón devolviese Port Arthur (Lüshun) y Dairen (Dalian) a China.[84] Pero fue la última victoria. Dos meses después, durante una huelga general convocada para protestar por la muerte de dos manifestantes asesinados por los marineros de un acorazado japonés, Zhao declaró la ley marcial,[85] llenó las calles de soldados y expidió órdenes de arresto de los líderes sindicales.[86]

Pero cuando todo eso ocurrió, Mao ya había abandonado Hunan. En enero de 1923, Chen Duxiu le había invitado a ir a Shanghai para trabajar en el Comité Central del Partido. Li Weihan, tres años menor que él, antiguo estudiante de la Primera Escuela Normal y uno de los primeros miembros de la Asociación de Estudios del Nuevo Pueblo, fue nombrado su sucesor en el cargo de secretario provincial del partido. El dirigente del sindicato del ferrocarril, Guo Liang, se convirtió en el jefe de la Federación Obrera; y otro antiguo integrante de la Asociación de Estudios del Nuevo Pueblo, Xia Xi, de veinte años, ocupó el puesto de secretario provincial de la Liga de las Juventudes. Para Mao, aquél fue un ascenso importante. Pero, según parece, no tenía ninguna prisa en irse, y su marcha se demoró hasta mediados de abril, cuando pudo despedirse de Yang Kaihui y su bebé, para embarcarse en un vapor del Yangzi que le llevaría hasta la costa.[87]

Las disensiones entre Chen Duxiu y Hendricus Sneevliet sobre las relaciones del partido con Moscú habían sido más o menos dejadas a un lado. Pero se produjo una segunda disputa, mucho más seria, en torno a la relación que debían mantener el Partido Comunista Chino y el Guomindang de Sun Yat-sen.[88] Se originó durante el invierno de 1921, cuando Sneevliet se reunió con Sun en Guilin. El veterano revolucionario le desconcertó cuando declaró que no había «nada nuevo en el marxismo. Todo había sido escrito dos mil años antes en los clásicos chinos». No obstante, los méritos revolucionarios de Sun y la decisión con que el Guomindang había apoyado la huelga de marineros de Hong Kong, que el mismo Sneevliet había presenciado desde Cantón, le convencieron de que la alianza entre los comunistas y el Guomindang era más que deseable.

Sus camaradas chinos se opusieron con vehemencia. Para ellos, el Guomindang era un partido patriarcal y premoderno, enraizado en las sociedades secretas, la lucha dinástica contra los manchúes y el difuso y oscuro mundo de las facciones de literatos e intelectuales controladas por la elite educada. Sun, que era conocido simplemente como «el Líder», lo dirigía como un feudo personal, exigiendo a sus seguidores que realizasen un juramento de fidelidad. Era profundamente corrupto. Su base de apoyo se limitaba a Guangdong y otras provincias del sur. No era, ni pretendía ser, un partido de masas, capaz de movilizar a los obreros y los campesinos, los comerciantes y empresarios de China, para luchar contra los señores de la guerra y los imperialistas. Según las ideas de Sun, más que enemigos, los caciques militares eran posibles aliados en pactos futuros.

A principios de abril de 1922, Chen Duxiu convocó a Mao, Zhang Guotao y algunos miembros de otras tres delegaciones provinciales del partido que estaban en aquel momento en Shanghai para «aprobar unánimemente una resolución expresando su total desacuerdo» ante cualquier posible alianza. Después envió una encendida nota a Voitinsky, entonces jefe de la Oficina del Extremo Oriente del Comintern, informándole de su decisión y declarando que la política del Guomindang era «totalmente incompatible con el comunismo»; que, más allá de Guangdong, era considerado «un partido político en lucha por el poder y el beneficio»; y que, por más que dijese Sun Yat-sen, su partido en realidad no toleraría las ideas comunistas. Estos factores, concluía Chen, hacían imposible cualquier intento de entendimiento.[89]

Los compromisarios, incluido Mao, retornaron a sus provincias natales, asumiendo que aquello ponía fin a la cuestión. Sin embargo, Sneevliet no se dio tan fácilmente por vencido. Durante los meses siguientes, los dirigentes del partido en Shanghai se vieron sometidos a las presiones del Comintern, el gobierno ruso, los izquierdistas del Guomindang y algunos militantes, así como de una compleja interacción de rivalidades entre los señores de la guerra. A principios de verano, cuando Sun fue expulsado de Cantón por un pronunciamiento protagonizado por antiguos aliados militares —volviéndose más receptivo ante la idea de cooperar con Moscú y sus colaboradores—, el Partido Comunista Chino estuvo dispuesto, a pesar de la ferviente reticencia mostrada, a aceptar la idea de un frente común, siempre y cuando el Guomindang cambiase su «vacilante política» y se mostrase dispuesto a tomar «el camino de la lucha revolucionaria».[90]

El Segundo Congreso del Partido Comunista Chino, celebrado en julio, confirmó este cambio de política. Se aprobó una resolución que reconocía la necesidad de «una alianza temporal con los elementos democráticos para derrotar … a nuestros enemigos comunes».[91]

Pero no se mencionaba al Guomindang por su nombre, y la resolución insistía en que «bajo ninguna circunstancia» se podía relegar al proletariado a una posición secundaria. Si los comunistas pasaban a formar parte de un frente común, lo debían hacer por su propio beneficio, no por el de los demás. Este mensaje fue confirmado por la nueva constitución del partido, que proclamaba su adhesión al Comintern y advertía que los miembros del Partido Comunista Chino no podían ingresar en ningún otro partido político sin la autorización expresa del Comité Central.[92] Era menos radical que la política de «exclusión y agresión» que había aprobado el Primer Congreso, pero impedía la bienvenida de los cincuenta mil miembros del Guomindang que se unían a la causa común. Esta actitud, viniendo de un minúsculo corpúsculo político que en aquel momento contaba, en toda China, con sólo ciento noventa y cinco miembros suscritos, mostraba un descaro sorprendente.[93]

Mao no asistió al Segundo Congreso. Años después argumentó que, cuando llegó a Shanghai, «olvidé el nombre del lugar en que se tenía que celebrar, no pude encontrar ningún camarada y me lo perdí».[94] Pero parece que lo más probable es que se mantuvo al margen porque no estaba de acuerdo con el compromiso que se estaba diseñando. De ser así, Mao no estaba solo: los representantes del comité del partido de Cantón, que eran igualmente hostiles a una alianza con Sun, tampoco asistieron.[95]

En agosto, Sneevliet regresó de Moscú, provisto de una directriz del Comintern que decretaba que el Guomindang debía ser considerado un partido revolucionario. Dos semanas después, en una reunión del Comité Central en Hangzhou, apeló a la obediencia al Comintern para afrontar, ante la vigorosa oposición de todos los chinos que asistieron, una nueva estrategia conocida como el «bloque infiltrado», según la cual los miembros del Partido Comunista Chino se afiliarían al Guomindang individualmente y el partido se serviría de la alianza para promocionar la causa del proletariado. Poco tiempo después, un pequeño grupo de oficiales del Partido Comunista Chino, incluidos Chen Duxiu y Li Dazhao, fueron admitidos en el Guomindang en una ceremonia presidida por el mismo Sun Yat-sen. Para conmemorar la alianza se fundó un nuevo semanario del partido, el Xiangdao zhoubao (Guía semanal), editado por un amigo de Mao, Cai Hesen, con la intención de orientar al Guomindang hacia unas tendencias más revolucionarias. Fue entonces, en enero de 1923, cuando Sun Yat-sen se reunió con Adolf Joffe en Shanghai, señalando el inicio de una estrecha relación con Moscú, y se dieron los primeros pasos para una reorganización del Guomindang basada en tesis que, con el tiempo, serían las leninistas.[96]

Sin embargo, para muchos seguidores comunistas la estrategia del «bloque infiltrado» continuó siendo un anatema, y se mantuvo una vigorosa oposición.

Hubo además otras razones, en esa primavera, para que los dirigentes del partido se sintiesen abatidos. Su único gran logro, la organización del movimiento obrero, había acabado vapuleado. El partido no tenía carácter legal y se veía obligado a actuar en la clandestinidad.[97] Las divisiones internas se habían agudizado de tal modo que, en algún momento, Chen Duxiu amenazó con dimitir.[98] El propio Sneevliet reconoció que el Partido Comunista Chino era una creación artificial, que había sido «parido, o más correctamente, fabricado» antes de tiempo,[99] mientras Joffe había afirmado públicamente que «el sistema soviético no se puede introducir en la actualidad en China, ya que aquí no existen las condiciones para una implantación exitosa del comunismo».[100]

Incluso Mao, cuyo trabajo en Hunan había sido objeto de notables elogios,[101] estaba, según Sneevliet, «al final de su cruzada con la organización obrera y tan pesimista que consideraba que la salvación de China sólo llegaría con la intervención de Rusia».[102] El futuro de China, le dijo melancólico, se decidiría con el poder militar, no con el de las organizaciones de masas, fuesen nacionalistas o comunistas.[103]

En medio de este ambiente depresivo, cuarenta delegados, en representación de los cuatrocientos veinte miembros del partido, el doble del año anterior, se reunieron en Cantón para celebrar el Tercer Congreso del Partido Comunista Chino, donde, una vez más, la vinculación con el Guomindang se convirtió en el tema principal.[104] El quid de la cuestión fue, esa vez, la insistencia de Sneevliet en que todos los miembros del partido debían afiliarse de manera inmediata a las filas del Guomindang. Mao, Cai Hesen y los demás delegados de Hunan, que votaron en bloque, se opusieron.[105]

A diferencia de Zhang Guotao, que mantenía que el principio de colaboración con el Guomindang era una equivocación, la valoración de Mao era más pragmática. Después del incidente de febrero en Zhengzhou, sus ideas sobre una alianza táctica habían cambiado. El Guomindang, concluía, representaba «el grueso de la facción democrática revolucionaria», y los comunistas no debían retraerse ante la posibilidad de unirse a él. Pero el proletariado se iría fortaleciendo a medida que la economía china se desarrollase, por lo que era esencial que el partido mantuviera su independencia, para que, cuando llegase ese momento, pudiese retomar su dirección. Al fin y al cabo, añadía Mao, la burguesía era incapaz de encabezar una revolución nacional; el optimismo del Comintern era infundado:

El Partido Comunista ha abandonado temporalmente sus ideas más radicales para cooperar con el relativamente radical Guomindang … y derrotar a nuestros enemigos comunes … [Al final] el resultado … será [nuestra] victoria … En el futuro inmediato, no obstante, y durante un cierto período, China necesariamente seguirá siendo el reino de los señores de la guerra. La política se tornará aún más oscura, la situación financiera se volverá aún más caótica, los ejércitos proliferarán … [y] los métodos de represión contra el pueblo serán más terribles, si cabe … Esta situación se podrá prolongar ocho o diez años más … Pero si la política se vuelve más reaccionaria y confusa, el resultado no podrá ser otro que la demanda entre los ciudadanos de todo el país de las ideas revolucionarias, del mismo modo que la capacidad organizativa de los ciudadanos mejorará día a día … Esta situación es la madre de la revolución, es la poción mágica de la democracia y la independencia. Que todo el mundo lo tenga en cuenta.[106]

La perspectiva de otra década dominada por los señores de la guerra, imbuida además de la persistente idea defendida por Mao de la unidad de los opuestos, era demasiado sombría para la mayoría de sus compañeros, y Sneevliet sintió la necesidad de afirmar que él no compartía su pesimismo.[107]

Cuando se procedió a la votación, la postura del Comintern fue aprobada por un estrecho margen.[108] Pero los documentos del congreso no ocultan los conflictos latentes consagrados en la nueva política. El Guomindang, declararon los delegados, debía ser «la fuerza central de la revolución nacional y [debía] asumir su liderazgo». Pero, al mismo tiempo, el Partido Comunista, al que se le había asignado la «tarea especial» de movilizar a los obreros y los campesinos, debía engrosar sus filas, a expensas de su aliado, absorbiendo «los elementos revolucionarios y con verdadera conciencia de clase» de la facción izquierdista del Guomindang; mientras que, en términos políticos, su objetivo era «forzar al Guomindang» a acercarse a la Rusia soviética.[109]

Sin embargo, si bien los comunistas mostraban una firme determinación en convertirse en un grupo dinámico, el Guomindang no estaba menos decidido a impedir que ese pequeño corpúsculo tomase el mando. De este modo se preparaba la escena para una lastimosa lucha de voluntades y, en último término, de armas, que dominaría la estrategia comunista el resto de la década y parte de la siguiente.

Cuando el Tercer Congreso llegó a su fin, Mao fue elegido[110] miembro del Comité Central y, más significativo, secretario de la recién establecida Oficina Central,[111] responsable de los asuntos cotidianos del partido, que comprendía al propio Mao, al secretario general, Chen Duxiu, y a otros tres: Cai Hesen y Luo Zhanglong, compañeros de Mao en Hunan (y antiguos miembros fundadores de la Asociación de Estudios del Nuevo Pueblo), además del jefe del comité del partido en Cantón, Tan Pingshan (pronto sustituido por Wang Hebo, ferroviario shanghainés organizador de sindicatos).

El partido había emergido de sus tribulaciones con mayor fuerza, mucho más centralizado y más leninista, al menos en un sentido organizativo, que en sus dos primeros años. Las luchas por superar las divisiones que habían llevado a Chen Duxiu a amenazar con su dimisión durante el otoño anterior habían moderado a los dirigentes. Obligados a aceptar las instrucciones del Comintern y a someterse a la voluntad de la mayoría, tuvieron que hacer frente, por vez primera, al principio de centralismo democrático que era la base de todos los partidos bolcheviques. Algunos, como Li Hanjun, literato marxista que había abogado por un partido abierto y descentralizado durante el Primer Congreso, renunciaron a causa de la repugnancia que sentían.[112] Pero se estaba trazando la estructura de un partido ortodoxo, y Chen Duxiu ya no podía quejarse de que «el Comité Central no está organizado internamente … [Su] información es escasa … [y sus] ideas políticas no son lo suficientemente claras».[113] A pesar de que la comprensión que los nuevos dirigentes poseían de las teorías marxistas no era superior a la de los anteriores, la base de una ideología común que guiaba y unificaba su acción era como mínimo discernible.[114]

Los pocos meses que abarcaban el final de la primavera y el verano de 1923 significaron un punto de inflexión para Mao. A nivel provincial, en Hunan, logró imponer su influencia en algunos asuntos, en tanto que dirigente obrero e intelectual progresista con fuertes vínculos entre la clase dirigente liberal. Sus funciones en el partido eran un secreto sólo compartido por un pequeño círculo de iniciados. Pero en esa época consiguió formar parte de un cuadro dirigente que, a pesar de actuar todavía en la clandestinidad, tenía capacidad de decisión en la dirección nacional del partido. De este modo, sus relaciones con la clase obrera y la elite liberal se fueron marchitando.

También fue un período de búsqueda de nuevas posibilidades intelectuales. La lección de la «masacre del siete de febrero», que había mostrado que la clase obrera no podía por sí sola abrirse paso hasta el poder, le llevó a considerar por primera vez nuevas opciones: la vía militar, de la que había discutido con Sneevliet en julio y a la que había aludido, unas semanas antes, en una carta a Sun Yat-sen, en la que proponía la creación de un «ejército revolucionario nacional centralizado»;[115] y la vía campesina, que requería la movilización de las capas más numerosas y oprimidas de la ingente población de China.

En aquel momento, no obstante, aquellos pensamientos eran meramente especulativos, ya que la opción escogida por el partido había sido la del «frente unido». Poco después de Tercer Congreso, Mao se afilió al Guomindang.[116] Durante los siguientes dieciocho meses su empeño se centraría en la empresa del fortalecimiento del frente.

Durante los primeros meses, el proceso de aprendizaje resultó ser para ambos bandos una senda muy escabrosa. Sun rechazaba sistemáticamente toda propuesta aportada por los comunistas.[117] En una reunión de mediados de julio, Chen, Mao y los otros miembros de la Oficina Central se lamentaban: «No podemos esperar nada [por lo que se refiere a] la modernización del Guomindang … mientras Sun mantenga [su] noción [actual] de lo [que debe ser] un partido político, y mientras no quiera hacer uso de las células comunistas [para llevar a cabo] el trabajo». Sneevliet, el artífice del frente, se sentía especialmente abatido. Apoyar a Sun, se quejó a Joffe, era simplemente «tirar el dinero».[118]

Al mismo tiempo, habiendo finalmente aceptado la tesis del Comintern de que el camino hacia el futuro pasaba por una revolución nacional liderada por el Guomindang, los dirigentes del Partido Comunista Chino se aferraron a cualquier pequeño indicio que parecía favorecer su estrategia. Incluso Mao, que algunas semanas antes había ridiculizado la idea de que la burguesía pudiese desempeñar un papel destacado, elogiaba ahora la comunidad empresarial de Shanghai por su apoyo a la causa antimilitarista:

Esta revolución es el deber de todo el pueblo … Pero … la tarea que los comerciantes deberán acometer en la revolución nacional es más apremiante e importante que la del resto del pueblo chino … Los comerciantes de Shanghai se han levantado y han comenzado a actuar … Cuanto más firme sea la unión de los comerciantes, mayor será su influencia, mayor su capacidad para liberar al pueblo de toda la nación, y más rápida la victoria de la revolución.[119]

Aunque sólo hasta cierto punto, estas palabras tenían un cierto regusto a ironía. Mao no creía realmente que, entre todo el pueblo chino, como decía, los comerciantes fuesen los que sufrían «más intensamente y de forma más apremiante» la represión de los señores de la guerra y los imperialistas. Ni tenía demasiada confianza en que el espíritu revolucionario de la clase comerciante, hasta hacía muy poco en estado de letargia, pudiese perdurar largo tiempo. De todos modos, mientras los señores de la guerra fuesen el principal enemigo, la burguesía debía ser considerada una aliada. Mao, como el resto de dirigentes del partido, estaba dispuesto, por el momento, a concederle el beneficio de la duda.

Sin embargo, la cuestión clave era todavía cómo obligar al Guomindang a cambiar sus métodos elitistas tradicionales y convertirse en un partido moderno que contase con las masas como base.

A finales de julio, después de que la Oficina Central retornase a Shanghai,[120] se decidió emplear la estrategia del caballo de Troya: los activistas del partido formarían una red improvisada de grupos del Guomindang en el norte y el centro de China (donde en aquel momento no existía ninguno), para que esas delegaciones provinciales dominadas por los comunistas pudieran actuar como grupos de presión que decantasen el grueso del partido nacionalista hacia la izquierda.[121] Li Dazhao fue designado para llevar a cabo la misión en el norte de China y, en septiembre, Mao viajó en secreto hasta Changsha para encargarse de las provincias del centro.[122]

Hunan volvía a estar sometido a las agonías de la guerra civil. Aquel verano se había amotinado uno de los comandantes de Zhao Hengti. El antiguo gobernador, Tan Yankai, que había estado aguardando la llegada de su hora en el sur, donde había establecido algunos vínculos con Sun Yat-sen, aprovechó la oportunidad para invadir la provincia a la cabeza de un «ejército aniquilador de bandidos» para someter a Zhao. A finales de agosto, los aliados de Tan tomaron Changsha y el gobernador Zhao se vio obligado a huir para salvar su vida. Ello persuadió a Chen Duxiu de la conveniencia de otorgar a Mao un permiso que le eximiese de sus nuevas responsabilidades como secretario, nombrando a Luo Zhanglong como sustituto mientras él no estuviese presente. Aquello evidentemente complació a Mao. No gustaba del austero trabajo administrativo que llenaba las tareas diarias de un secretario. Shanghai, una ciudad creada por los imperialistas y los capitalistas, sería siempre ajena a él; y en su hogar, en Changsha, le esperaba Yang Kaihui, a la que no había visto desde abril, encinta de su segundo hijo. Sin embargo, mientras se encontraba a bordo del vapor, el signo de la guerra cambió bruscamente y, cuando llegó a Changsha, Mao halló la ciudad, una vez más, en manos de Zhao.[123]

Durante los meses que siguieron, la ciudad estuvo bajo sitio y sometida a bombardeos intermitentes. Los aliados de Tan controlaban la orilla oeste del río Xiang; las fuerzas de Zhang, la parte este. Para los extranjeros, seguros en sus residencias consulares, aquello parecía una «guerra de ópera bufa», con momentos de peligro esporádicos e irregulares que rompían con el tedio. Pero para los chinos era muy distinto:

Las grandes tiendas de la ciudad no descorrían nunca los postigos que se usaban por la noche, al tiempo que los ricos habían huido o estaban escondidos. Todos temían a los oficiales que andaban y cabalgaban por las calles portando varas rojas [las «enormes flechas»] de la vida y la muerte, con cuyo poder requisaban arroz y dinero. Nadie osaba decirles que no … [porque] los que lo hacían … corrían el peligro de ser llevados a un descampado junto a la Casa de Aduanas donde el verdugo esperaba con un largo cuchillo para decapitarles.[124]

En el campo, los pueblos estaban sometidos a una orgía de violación, pillaje e incendios premeditados, como en los peores días de Zhang Jingyao.[125] Mao todavía confiaba en la victoria de Tan, y escribió al Departamento de Asuntos Generales del Guomindang, en Cantón, indicando que Zhao sería incapaz de mantener su territorio.[126] Pero una mañana soleada se percibió el sonido lejano de unos disparos. Wu Peifu había enviado tropas para apuntalar la resistencia de Zhao, y los hombres de Zhao fueron derrotados. Los extranjeros observaban con binóculos el retorno de la fuerza victoriosa, de «los porteadores, las ametralladoras transportadas en silla de ruedas como si fuesen inválidos, los soldados balanceando los faroles y sus zapatos de esparto, y los oficiales, protegiéndose de los rayos con parasoles de papel».

La victoria de Zhao costó un alto precio. Se puso fin a la posición intermedia de Hunan como muro de contención entre el norte y el sur. Changsha volvió a sufrir una vez más la irrupción de los soldados del norte. La elite liberal aliada con Tan, en cuya protección Mao había confiado, se vio apartada del poder y se dispersó. Siguiendo las órdenes de Zhao, la Universidad Autodidacta fue clausurada y la Federación Obrera y el Sindicato de Estudiantes, prohibidos.[127] El propio Mao, que dos meses antes había publicado un detallado inventario de los crímenes de Zhao, describiéndole como «una criatura inmoral y de una maldad intolerable»,[128] vivía bajo un nombre falso, Mao Shishan («Mao la Montaña de Piedra»).[129]

Difícilmente se podría haber escogido peor momento para intentar impulsar un partido nacionalista relacionado con el adversario derrotado de Zhao. Mao y Xia Xi, líder de la Liga de las Juventudes Socialistas que con la recomendación de Mao había sido nombrado director preliminar del Guomindang en Hunan, consiguieron establecer una sede provincial provisional del partido, con delegaciones clandestinas en Changsha, Ningxiang (a través de Hu Shusheng) y las minas de carbón de Anyuan (donde, un año antes, había dejado al cargo a un joven responsable, recién llegado de Moscú, llamado Liu Shaoqi). Pero eran poco más que células vacías, operando en el máximo secreto.[130] Mao continuó en Hunan hasta diciembre, y celebró su trigésimo aniversario junto a Yang Kaihui, Anying y su segundo hijo, Anqing, nacido seis semanas antes.[131] Es evidente que su demora hasta una fecha tan tardía tuvo más que ver con su familia que con sus compromisos políticos, tal como muestra un poema de amor que Mao escribió para su esposa poco después de su partida, claramente marcada por una pelea:

Un ademán de la mano y el momento de la marcha llega.

Duro es mirarse el uno al otro con dolor,

emergen una vez más los sentimientos amargos.

La ira se dibuja en tus ojos y tus cejas,

y cuando se acercan las lágrimas, no permites que asomen.

Sabemos que los malentendidos surgieron con la última carta.[132]

Déjalos desvanecerse, como las nubes y la niebla,

¿quién de este mundo se siente tan cercano como nosotros?

Me pregunto, ¿puede el Cielo descifrar nuestros errores humanos?

La escarcha descansa esta mañana en el camino de la puerta este,

la menguante luna enciende el estanque y la mitad del firmamento,

¡cuan frío y desolado!

El gemido de la sirena del vapor hace pedazos mi corazón,

debo vagar en soledad por los lugares más recónditos de la tierra.

Hagamos un esfuerzo para romper aquellas ataduras de pena y rencor,

como si se derrumbasen los escarpados riscos del Monte Kunlun,

como si un tifón barriese el universo entero.

Seamos de nuevo dos aves aleteando una junto a la otra,

planeando entre las altas nubes.[133]

Durante el tiempo que Mao estuvo en Hunan, en otoño y principios del invierno de 1923, la relación entre el Guomindang y los rusos experimentó una transformación.[134] La cúpula soviética había decidido que, dado el aislamiento internacional de Moscú, un régimen chino progresista, a pesar de estar encabezado por un partido burgués, sería un valioso aliado. Mijaíl Borodin, revolucionario muy bien considerado que había trabajado con Lenin y Stalin, fue nombrado delegado especial para entrevistarse con Sun Yat-sen. El jefe del estado mayor del Guomindang, Chiang Kai-shek, un hombre delgado, casi cadavérico, de treinta y tantos años, se desplazó a Moscú, donde fue tratado con honores, para aprender sobre el Ejército Rojo.[135] A pesar de que la quijotesca propuesta de Sun para que una fuerza comandada por los rusos atacase Pekín por el norte —«una aventura condenada de antemano al fracaso», como objetó el Consejo Militar Revolucionario Soviético— fuese firmemente descartada, los rusos acordaron la financiación de una escuela de formación militar y, en un encuentro acontecido en noviembre, Trotski prometió «asistencia real en forma de armas y ayuda económica».

Mientras estuvo en Cantón, el consejero Bao, como era conocido Borodin,[136] trató de conciliar con destreza las sensibilidades de los dos partidos chinos en torno a la alianza triangular que Moscú pretendía organizar.

Hombre considerado y paciente, cercano a la cuarentena, Borodin era en muchos aspectos la antítesis del dominador Sneevliet. Se las ingenió para ganarse la confianza de Sun mientras persuadía tanto al Guomindang como a los comunistas de que todos tenían mucho que ganar con la nueva relación que se estaba gestando. En octubre, cuando Borodin ofrecía su respaldo a Sun (que intentaba acabar con un nuevo intento perpetrado por un cacique militar de destronarle), el viejo conspirador telegrafiaba a Chiang en Moscú: «Se ha podido ver claramente quiénes son ahora nuestros amigos y quiénes nuestros enemigos».

En esas circunstancias, el Guomindang convocó su Primer Congreso Nacional en Cantón para el 20 de febrero de 1924. Mao había llegado dos semanas antes desde Shanghai con una delegación de seis miembros representando la todavía marcadamente teórica organización del Guomindang en Hunan, que incluía a Xia Xi y al líder provincial del Partido Comunista Chino, Li Weihan.[137]

El congreso aprobó una nueva constitución, redactada por Borodin siguiendo las teorías leninistas, que enfatizaba la disciplina, la centralización y la necesidad de formar cuadros revolucionarios para movilizar el apoyo de las masas; se adoptó un programa político más radical, denunciando al imperialismo como la causa principal de los padeceres de China; y exigió, por vez primera, el desarrollo de movimientos obreros y campesinos para promover la revolución.[138] Los comunistas, en su mayoría jóvenes, de espíritu más vivaz que el de los veteranos del partido nacionalista, causaron una honda impresión. Durante una sesión, según consta, Mao y Li Lisan dominaron de tal modo el desarrollo de los acontecimientos, que los ancianos «les miraron con recelo, como si se preguntasen: “¿De dónde han salido estos dos jóvenes desconocidos?”». Wang Jingwei, líder radical y uno de los compañeros de Sun desde los días de la Tongmenhui, la Alianza Revolucionaria, comentó posteriormente: «Al fin y al cabo, los jóvenes del movimiento del 4 de mayo han de ser tenidos en cuenta. Fijaos en el entusiasmo con el que hablan y su enérgica actitud».[139]

El nuevo Comité Central Ejecutivo del Guomindang, elegido por aclamación tras la propuesta de Sun, incluía tres comunistas entre sus veinticuatro miembros plenarios:[140] Li Dazhao, Yu Shude de Pekín, y el líder del Partido Comunista Chino en Cantón, Tan Pingshan, que también fue designado director del Departamento de Organización, uno de los cargos de mayor poder en el partido, y que como tal se convirtió en uno de los tres miembros de la Comisión Permanente del Comité Central Ejecutivo, junto con el tesorero del partido, Liao Zhongkai, representante del izquierdismo dentro del Guomindang, y Dai Jidao, representante de la derecha. Mao fue elegido uno de los dieciséis miembros suplentes (sin derecho a voto) del Comité Central Ejecutivo, siete de los cuales eran comunistas, incluidos Lin Boqu, compañero en Hunan que se convirtió en el director del Departamento del Campesinado del Guomindang; Qu Qiubai, joven y célebre literato que había trabajado en Moscú como corresponsal del Chenbao, periódico progresista de Pekín, y entonces asistente de Borodin en Cantón; y Zhang Guotao, quien, según parece, dejó de lado sus reservas sobre la alianza contranatura de los dos partidos.[141]

A mediados de febrero Mao volvió a Shanghai, donde compartía una casa en Zhabei con Luo Zhanglong, Cai Hesen y la novia de Cai, Xiang Jingyu, no lejos de la carretera del Pozo Burbujeante, en la parte norte de la concesión internacional.[142] Hasta final de año cargó con una doble tarea: servir como secretario de la Oficina Central del Partido Comunista Chino, que operaba desde esa misma dirección camuflada bajo la máscara de ser una oficina de declaración de aduanas que proporcionaba servicios de secretaría a los hombres de negocios chinos que debían tratar con la Administración de Aduanas, controlada por los extranjeros;[143] y ocuparse de responsabilidades similares en el Comité Ejecutivo del Guomindang en Shanghai,[144] con una oficina en la concesión francesa.[145] Este organismo era el responsable del funcionamiento de las delegaciones del Guomindang en cuatro provincias, Anhui, Jiangxi, Jiangsu y Zhejiang, además de la ciudad de Shanghai.

La suya no era una ocupación sencilla. A pesar de los esfuerzos de Borodin en Cantón y Grigory Voitinsky en Shanghai (que había sustituido a Hendricus Sneevliet como representante del Comintern),[146] las fricciones entre los dos partidos se intensificaron.[147] Los conservadores del Guomindang, no sin razón, veían al Partido Comunista Chino como una quinta columna. A finales de abril o principios de mayo de 1924 consiguieron la copia de una instrucción del Comité Central del Partido Comunista que conminaba a los comunistas a establecer un sistema estricto de «fracciones del partido» para transmitir y llevar a cabo las directrices del partido y mantener su identidad comunista. El sector derechista de la Comisión de Control del Guomindang inició diligencias para procesar a la cúpula del Partido Comunista Chino por crear «un partido dentro del partido». Mao, Cai Hesen y Chen Duxiu argumentaron que la alianza con el Guomindang había fracasado y que se debía poner fin a su unión, pero Voitinsky les advirtió que aquello era inadmisible para Moscú.[148] Sun Yat-sen se inclinó por el mantenimiento del statu quo, pero incluso Borodin se alarmó ante la coalición anticomunista que se estaba formando, hasta entonces sólo disuadida de la toma de acciones por miedo a perder el apoyo ruso.

En julio, Chen y Mao acuñaron una circular del Comité Central reafirmando la estrategia del «bloque infiltrado» impuesta el año anterior durante el Tercer Congreso, aunque admitiendo que su ejecución estaba resultando muy dificultosa:

Día a día se han sucedido los ataques, abiertos y encubiertos, contra nosotros, así como los intentos de desplazarnos, lanzados por la mayoría de los miembros del Guomindang … Sólo una pequeña parte de los dirigentes del Guomindang, como Sun Yat-sen y Liao Zhongkai, no ha decidido romper con nosotros, aunque ellos no quieren ofender a los elementos derechistas de su partido … Por mor de la unidad de las fuerzas revolucionarias, no podemos tolerar en absoluto palabras o actos separatistas entre los nuestros, y debemos intentar ser máximamente tolerantes y cooperar con ellos. [Al mismo tiempo] … no podemos aceptar las políticas derechistas no revolucionarias sin enmendarlas.[149]

Esas palabras fijaban la tendencia de las tácticas comunistas para los tres años siguientes. Tan pronto como el frente unido se afianzase, el Partido Comunista Chino no podría rechazarlo. Más bien, a petición del Comintern, cedería paulatinamente para complacer a sus compañeros nacionalistas. Pero no a todos ellos. La decisión más importante que se tomó durante el verano de 1924 fue que el Guomindang debía ser tratado como un partido dividido, con un ala izquierdista, con la que los comunistas se debían aliar, y un ala derecha, que no podía ser convencida y a la que se debía combatir con todos los medios posibles.

Mao resumió la problemática que este proceder encerraba en una expresiva máxima popular china, «Chongchuang diehu», que significa, literalmente, «dos camas, dos familias».[150] En otras palabras, si el frente era simplemente un intento de unir el partido con la izquierda procomunista del Guomindang, que compartía las mismas ideas y los mismos objetivos, entonces uno de los dos grupos era superfluo. La cuestión era, ¿cuál de los dos?

Parecía que el Partido Comunista Chino avanzaba hacia ninguna parte. La afiliación aumentaba muy lentamente. El movimiento obrero estaba en un punto muerto. A pesar de toda la propaganda del Comintern, que describía un proletariado sediento del programa comunista, los obreros chinos apenas mostraban interés por la política, y las energías de los comunistas se dispersaban en estériles batallas por su supervivencia. Algunos prominentes comunistas decidieron aquel verano que su partido era una cama para demasiados, y se resignaron a emprender una nueva trayectoria en las filas del Guomindang. Mao nunca dio ese paso. Pero, a medida que avanzaba el año, se sentía cada vez más desalentado. Un joven comunista hunanés llamado Peng Shuzhi, de visita en Shanghai después de tres años de estudios en Moscú, lo halló malhumorado y apático:

Tenía muy mal aspecto. Estaba tan delgado que parecía aún más alto de lo que en realidad era. Estaba pálido y su semblante tenía un matiz verdoso poco saludable. Temía que hubiese contraído la tuberculosis, como había ocurrido o iba a ocurrir con muchos de nuestros camaradas en un momento u otro de sus vidas.[151]

Durante el otoño, según la opinión de Mao, la situación fue de mal en peor. La sede del Guomindang dejó de enviar dinero y el trabajo en el comité de Shanghai se detuvo en seco.[152] Comenzó a sufrir de neurastenia —una forma de depresión marcada por el insomnio, los dolores de cabeza, los mareos y la presión alta, todos ellos crónicos—, que le afectaría el resto de su vida.[153] Sus relaciones con los otros dirigentes del Partido Comunista Chino, que raras veces habían sido fluidas, se deterioraron aún más.[154] El Cuarto Congreso, que él se encargaba de organizar, se pospuso hasta enero del año siguiente porque Voitinsky estaba en Moscú.[155] Finalmente, en octubre, se produjo un nuevo cambio en el panorama político de Pekín, que llevó al poder a Feng Yuxiang, un señor de la guerra independiente conocido como «el general cristiano» porque había bautizado sus tropas valiéndose de una manguera de incendios. Feng nombró al odiado líder del grupo de Anfu, Duan Qirui, jefe de gobierno, e invitó a Sun Yat-sen a parlamentar en Pekín sobre la reconciliación nacional.

Para Mao, la aceptación de esa invitación fue la gota que colmaba el vaso. Durante los dos años anteriores había presenciado el fracaso del movimiento obrero, la elite progresista y liberal había sido silenciada, y el Partido Comunista Chino se había mantenido aferrado a políticas que no parecían tener ninguna posibilidad de éxito. Y ahora, el Guomindang retrocedía, en palabras del Comité Central, con «el mismo juego de política militarista» que tantas veces había fracasado en el pasado.

Hacia finales de diciembre, apenas tres semanas antes del inicio del Cuarto Congreso del Partido Comunista Chino, Mao partió hacia Changsha acompañado de Yang Kaihui, su madre y sus dos hijos, quienes se habían reunido con él en Shanghai aquel verano.[156] Oficialmente, se le había concedido un permiso para ausentarse por razones de salud. Pero, tal como su médico, Li Zhisui, anotaría no muchos años después, la neurastenia de Mao tenía siempre una naturaleza política: «Los síntomas se volvían mucho más severos cuando se vislumbraba el inicio de cualquier confrontación política».[157] Sólo que esta vez se trataba de otro tipo de lucha: Mao se enfrentaba a una crisis de fe.

Cuando se acercaba el año 1925, mientras sus antiguos camaradas se reunían para trazar el futuro de un partido que ahora comprendía a novecientos noventa y cuatro miembros, Mao celebraba el Año Nuevo chino en la vieja casa familiar de los Yang, donde diez años antes, siendo estudiante de la Primera Escuela Normal, se había sentado a los pies de su querido profesor de ética, el padre de Kaihui. Parecía que el ciclo se había completado. Ya no mantenía ningún contacto con sus antiguos amigos de Changsha, ni con los comités provinciales del Partido Comunista Chino o del Guomindang que había en la ciudad. A todos los niveles, su abandono de la política era absoluto. En febrero, partió con la familia hacia Shaoshan, tomando consigo varios fardos llenos de libros. Estaba enfermo, dijo Kaihui a los vecinos. Durante tres meses, desde invierno hasta finales de primavera, Mao no vio a nadie más que a los miembros de su familia y los aldeanos.[158] Era un retorno a sus orígenes, a las raíces campesinas de las que, como joven y ambicioso intelectual, había intentado liberarse. Pero fue allí, entre los compañeros de su infancia, donde consiguió distinguir los primeros resplandores de un nuevo y más esperanzador horizonte.

Los campesinos apenas existían para los comunistas chinos de la primera mitad de los años veinte. Eran, como había ocurrido durante siglos, parte del telón de fondo de la vida china, una capa invariablemente amarilla, más extensa que la vida misma, sobre la que se dibujaban los grandes sucesos y las grandes figuras en el inacabable rollo de pintura que es la historia de China.

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