Mao

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5. El Comintern toma el mando

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Cuando Lenin, en el Segundo Congreso del Comintern de 1920, ridiculizó, por utópica, la idea de que un partido proletario pudiera detentar el poder en un país atrasado sin forjar un estrecho vínculo con el campesinado, los fundadores del Partido Comunista Chino, entre ellos Mao, respondieron con un silencio sepulcral.[159] Dos años después, bajo el estímulo del Comintern, el Segundo Congreso del Partido Comunista Chino reconoció que los trescientos millones de campesinos de China eran «el factor más importante del movimiento revolucionario», pero dejó claro que el Partido Comunista Chino no tenía intención de liderarles.[160] Su obligación era organizar a los obreros; los campesinos se debían liberar por sí mismos. Sin embargo, Chen Duxiu, el secretario general del partido, fue persuadido, durante una visita a Moscú en noviembre de 1922, de que los campesinos eran potencialmente «un ejército amigo … que el Partido Comunista Chino no podía ignorar»,[161] y en el Tercer Congreso del Partido Comunista Chino, al verano siguiente, el pensamiento del partido había evolucionado lo suficiente como para que los «trabajadores y campesinos» fueran considerados como un conjunto unido, cuyos intereses debían ser apoyados por el Partido Comunista Chino.[162]

En aquella época, un joven llamado Peng Pai, descendiente de una poderosa familia de terratenientes, había liderado a los campesinos en una exitosa toma de poder en Hailufeng, en Guangdong oriental, desafiando todos los intentos de las autoridades de acabar con ellos durante los siguientes cinco años.[163] Pero Peng todavía no era miembro del partido, y había llevado a cabo sus acciones sin ningún apoyo.[164] Su movimiento, en pleno fragor a sólo doscientos treinta kilómetros de donde el congreso se estaba celebrando, no mereció ni una sola mención.[165]

También Mao comenzaba, tardíamente, a mostrar interés por el papel que el campesinado podía desarrollar. Aquella primavera había enviado a dos comunistas de la mina de plomo de Shuikoushan de vuelta a sus aldeas natales para investigar las posibilidades de crear asociaciones campesinas en Hunan.[166] Zhang Guotao le recordaba explicando al congreso que en Hunan había «pocos obreros, y aún menos miembros del Guomindang y el Partido Comunista Chino, mientras que los campesinos plagaban sus montañas y campos».[167] Con su largo historial de revueltas e insurrecciones, argumentaba Mao, los campesinos se podían convertir en un poderoso aliado para la revolución nacional. Chen Duxiu estuvo de acuerdo, y se tomó la decisión de intentar unir a «los campesinos desheredados y los obreros rurales para … combatir contra los caciques militares y acabar con los oficiales corruptos y los tiranos».[168] Pero no hubo ningún intento de ponerlo en práctica.

La frustración del Comintern ante la torpeza de los camaradas chinos, cuando se trataba de los campesinos, se puso de manifiesto en una directriz que llegó a Shanghai poco después de la finalización del congreso:

La revolución nacional de China … vendrá acompañada necesariamente por una revolución agraria entre el campesinado … Esta revolución sólo puede triunfar si los pequeños campesinos, la base del pueblo chino, son atraídos para sumarse a ella. De este modo, el punto central de toda política es precisamente la cuestión campesina. Ignorar este punto tan fundamental, cualquiera que sea la razón, significa no comprender la importancia global del único fundamento socioeconómico sobre el que puede edificarse … una lucha victoriosa.[169]

Pero, como ocurría con tantas otras sugerencias, aquellas palabras llegaron a oídos poco dispuestos a escuchar.

Había motivos para la cerrazón de los miembros del Partido Comunista Chino. Para los jóvenes intelectuales, en su mayoría burgueses, que formaban la cúpula del partido, la industria, aunque incipiente, era moderna por definición. La nueva clase de trabajadores de las ciudades, por muy explotada y oprimida que estuviese, era el portaestandarte más idóneo de la brillante nueva sociedad que ese mundo moderno iba a engendrar. Los campesinos representaban, como contrapunto, lo más atrasado e inculto de China. El propio Mao, a pesar de su origen rural, confesó que, cuando era joven, les veía como «un pueblo estúpido y detestable». Sus revueltas, incluso cuando triunfaban, como al final de las dinastías Yuan y Ming, habían sido capaces de instaurar un nuevo emperador, pero nunca un nuevo sistema. Y los trabajadores del partido, apuntaba un informe de 1923, «detestaban las áreas rurales. Preferirían morir de hambre que volver a los pueblos».[170] Lejos de ser la insignia del futuro, el campesinado era la base amorfa del oscuro legado del imperio confuciano que la revolución debía aniquilar.

En Shaoshan, esto comenzó a cambiar.

Al principio, Mao se sentía tan exangüe que no hacía más que leer sus libros y recibir visitas de sus vecinos, que discutían sobre «asuntos familiares y eventos locales». Pero unas semanas después, con la mediación de un joven miembro de su clan llamado Mao Fuxuan, comenzó a incitar discretamente a algunos de los campesinos más pobres para crear una asociación. Yang Kaihui fundó una escuela nocturna para campesinos, una versión más humilde de la escuela de obreros que Mao había organizado siendo estudiante de la Primera Escuela Normal, donde se enseñaba a leer, aritmética, política y actualidad.[171]

Estas experiencias rudimentarias a pequeña escala habrían podido continuar de modo indefinido, y probablemente sin mayores resultados, si no hubiese sido por las acciones de una unidad de la policía de la concesión británica de Shanghai, a casi mil kilómetros río abajo.[172]

Allí tuvo lugar un incidente, el 30 de mayo de 1925, que encendió una explosión de fervor nacionalista sin precedentes desde el movimiento del 4 de mayo, seis años antes. La mecha había prendido dos semanas antes, cuando unos guardias japoneses dispararon contra un grupo de trabajadores chinos durante una huelga en una planta textil, matando a un organizador comunista. En las protestas que se siguieron, seis estudiantes fueron arrestados, desencadenando más manifestaciones y concentraciones. El comisario de la policía británica ordenó que las manifestaciones cesasen antes de que las autoridades perdieran el control. Se procedió a realizar más arrestos. La cólera de la multitud era mayor cada día que pasaba y el ambiente se tornaba más amenazador. Poco después de las tres y media de una calurosa y sofocante tarde de sábado, en la principal arteria comercial de la ciudad, la calle Nanjing, el oficial al mando de la comisaría central de policía, un inspector británico, temiendo que las masas irrumpiesen donde estaban sus hombres, ordenó a los alguaciles chinos y sikhs que abriesen fuego. La descarga provocó la muerte de cuatro manifestantes y más de cincuenta resultaron heridos, de los que seis acabaron sucumbiendo por la gravedad de sus heridas. Se siguieron nuevos disturbios, en los que murieron diez chinos más, y se declaró una huelga general.

Por toda China estallaron manifestaciones contra los británicos y los japoneses. En Cantón, las tropas de la concesión internacional abrieron fuego sobre los manifestantes con ametralladoras, muriendo más de cincuenta. Se desató una espiral de ira y odio, de violencia desenfrenada, que provocó un larga huelga de dieciséis meses contra las autoridades británicas de Hong Kong, al final de la cual el comercio de la colonia resultaría gravemente afectado.

Cuando las noticias llegaron a Changsha aquel fin de semana, los trabajadores y los estudiantes ocuparon las calles y comenzaron a entonar eslóganes contra los extranjeros. El Dagongbao lanzó una edición especial. Unas veinte mil personas asistieron a una concentración en la que se fundó la Asociación Vengar la Vergüenza, implantada en todo Hunan, y se declaró un boicot contra los bienes británicos y japoneses. Tres días después, cien mil personas marcharon por las calles de la ciudad, fijando en los muros carteles en los que se pedía la expulsión de los imperialistas, la derogación de los tratados desiguales y, lo más inquietante para las autoridades locales, el final del dominio de los señores de la guerra. Era la manifestación más multitudinaria jamás vista en Changsha. El gobernador Zhao Hengti reaccionó como solía hacer, enviando tropas armadas para imponer la cuarentena en las escuelas y el toque de queda las veinticuatro horas del día, y distribuyendo avisos de que «los que perturbasen la paz» serían tiroteados. Pero la Asociación Vengar la Vergüenza se las ingenió para seguir con sus actividades, y cuando los estudiantes abandonaron la ciudad con la llegada de las vacaciones de verano, continuaron con la campaña en sus distritos de origen.[173]

El efecto que todo ello tuvo en Mao fue electrizante, llevándole a zambullirse de nuevo en el mundo de las refriegas políticas.

A mediados de junio fundó una delegación del Partido Comunista Chino en Shaoshan, designando a Mao Fuxuan como secretario. Siguieron las delegaciones de la Liga de las Juventudes Socialistas y del Guomindang. El movimiento de las escuelas campesinas nocturnas se expandió con celeridad. Se formaron divisiones campesinas de la Asociación Vengar la Vergüenza. Un joven miembro del personal del comité provincial del Guomindang llamado He Erkang (antiguo estudiante de la escuela preparatoria adjunta a la antigua Universidad Autodidacta de Mao, también miembro, como muchos activistas hunaneses del Guomindang, del Partido Comunista Chino) se desplazó desde Changsha para colaborar y, como resultado, el 10 de julio tuvo lugar en Shaoshan la sesión inaugural de la grandilocuente «Asociación Vengar la Vergüenza del segundo distrito oeste del distrito de Xiangtan». Mao, en su discurso, denunció el imperialismo británico y ruso, y, acto seguido, la asamblea decidió boicotear todos los productos extranjeros. Sesenta y seis delegados asistieron de manera oficial, aunque toda la población adulta de Shaoshan y de otras aldeas vecinas, unas cuatrocientas personas en total, se acercaron de manera efectiva para observar.

Finalmente, a finales de agosto, todo este paciente trabajo preliminar comenzó a dar sus frutos. Se estaba sufriendo el azote de una sequía y, como siempre, los terratenientes se afanaban en acaparar arroz para provocar su carestía. Después de un encuentro en el hogar de los Mao, la asociación campesina de Shaoshan envió a los graneros a dos de sus miembros para exigir su apertura. No sólo no se hizo caso alguno de su petición, sino que además se les informó que el grano iba a ser embarcado con destino a la ciudad, donde alcanzaría precios más altos, tal como había sido el proceder, según recordaba Mao, de su propio padre. Siguiendo sus instrucciones, Mao Fushan y otros miembros del Partido Comunista Chino local encabezaron a varios centenares de campesinos, armados con azadones y picas de bambú, que consiguieron que los hacendados accediesen a vender el grano en las áreas locales y a un precio justo.[174]

En una perspectiva dilatada de los eventos épicos que nutrían la revolución china, aquello fue un suceso minúsculo, sin aparente consecuencia en el desmesurado escenario en que se decidía la historia. Pero fue la primera acción de esas características que tenía lugar en Hunan desde la aniquilación, dos años antes, de la asociación de Yuebei.[175] Durante algunos días se sucedieron conflictos similares en otros pueblos. Antes de que el mes hubiese concluido, se habían formado en el distrito de Xiangtan y sus alrededores más de veinte asociaciones campesinas.[176] En aquellas circunstancias, las noticias de las actividades de Mao llegaron a Zhao Hengti, que envió un lacónico telegrama secreto a la Oficina de Defensa del Distrito de Xiangtan: «Arresten inmediatamente a Mao Zedong. Ejecútenlo en el acto». La orden llegó a manos de un secretario que conocía a la familia de Mao, quien envió a toda prisa un mensajero para alertarle. De este modo se puso fin abruptamente a los días de Mao como organizador campesino. Aquella misma tarde huyó a Changsha, bajo un disfraz de médico y viajando en un palanquín cubierto.[177]

Con él iba la firme convicción de que el Comintern llevaba razón: los campesinos chinos eran una fuerza que el movimiento nacional sólo podía descuidar en perjuicio propio. La revolución nacional vencería, concluía Mao, siempre que fuese capaz de movilizar en contra de las clases opresoras la enorme reserva todavía sin explotar de descontento campesino.

En un poema escrito cuando se mantenía oculto en Changsha, a principios de septiembre, expresó sombríamente la magnitud del cometido que le aguardaba:

Cien botes luchan contra la corriente.

Las águilas baten sus alas en el vacío infinito,

los peces se agitan en el fondo de los bajíos,

todas las criaturas luchan por su libertad bajo el cielo glacial.

Aturdido ante esta inmensidad,

pregunto a la tierra, que se extiende sin límites,

¿quién decide, pues, la dicha y el infortunio?[178]

En un pasaje melancólico muy notorio, continuó lamentándose del paso irreversible de aquellos «años gloriosos», cuando él y sus compañeros de estudio, «con el fervor idealista de los estudiantes, hablábamos con libertad, ingenuos y sin temor» y «tratábamos a los grandes y poderosos del momento como si fuesen estiércol y polvo». Estaban convencidos, en aquel tiempo, de que poseían la solución a todos los problemas de China. Pero aquella época había pasado y, a los treinta y un años, la alegre audacia de la juventud se había desvanecido.

Durante los siete meses que Mao residió en Shaoshan, el aspecto del panorama político chino cambió drásticamente.[179] Sun Yat-sen murió en marzo de 1925, dejando un testamento que impelía a sus seguidores a mantenerse fieles a las decisiones del Primer Congreso del Guomindang, que había ratificado el frente unido y el apoyo a la alianza con Rusia. El izquierdista Wang Jingwei emergió como el sucesor más probable de Sun, desatando una reacción conservadora que, antes de la conclusión del año, vio cómo la facción derechista, conocida como el «Grupo de las Colinas del Oeste», organizaba un fallido golpe de Estado. Wang se alimentó de la gran oleada de fervor antiimperialista desatada por el incidente del 30 de mayo, que animó a los jóvenes radicales a lanzarse a engrosar las filas tanto del Guomindang como del Partido Comunista. Poco después, su rival, Hu Hanmin, fue desterrado a Moscú por supuestas sospechas de complicidad en el asesinato, aquel mismo verano, del veterano radical del Guomindang, Liao Zhongkai; al tiempo que Chiang Kai-shek, entonces comandante de la guarnición de Cantón, comenzaba a construir una base sobre la que apoyarse en el seno del recién creado Ejército Nacional Revolucionario. El resultado fue un partido que no sólo era mucho más poderoso que a principios de año, sino que además se había inclinado notablemente hacia la izquierda.

Debió de ser suficiente para que el Guomindang, desarrollándose entonces clandestinamente en Changsha, comenzase a merecer el respeto de Mao, como comunicó a Xia Xi y otros antiguos protegidos suyos, además de determinar sus acciones futuras.[180] En Shaoshan, Mao se había convencido de que su intuición política del año anterior era correcta. En último término, la salvación de China llegaría con la lucha de clases, emprendida por el Partido Comunista al liderar a los obreros y los campesinos de todo el país para acabar enérgicamente con sus opresores. Pero hasta que aquel día se hiciese realidad, el Guomindang, que podía actuar legalmente (a diferencia de los comunistas), y que poseía su propio ejército, instruido y financiado por los rusos, además de una firme base territorial en Guangdong, estaba mejor emplazado para impulsar la revolución que el Partido Comunista Chino. De acuerdo con estas ideas, las escuelas campesinas nocturnas de Mao no pretendían instruir sobre marxismo, sino sobre los «tres principios del pueblo» de Sun Yat-sen: nacionalismo, democracia y socialismo.[181] Los esfuerzos de Mao para la construcción de un partido, después de retomar sus acciones políticas del mes de junio, estaban destinados a ayudar más al Guomindang que al Partido Comunista Chino o la Liga de las Juventudes.[182] Expuso su nuevo credo político en un sumario que redactó más tarde, aquel mismo año:

Creo en el comunismo y defiendo la revolución social del proletariado. No obstante, la represión interna y extranjera de nuestros tiempos no puede ser vencida por las fuerzas de una única clase. Abogo por una revolución nacional en la que el proletariado, el pequeñoburgués [el campesinado] y el ala izquierda de la burguesía media cooperen para hacer realidad los tres principios del pueblo del Guomindang chino, para acabar con el imperialismo, los caciques militares y la clase de los terratenientes y los especuladores [aliada con ellos] … y cumplir con el gobierno unido [de esas tres clases revolucionarias] … o sea, el gobierno de las masas populares revolucionarias.[183]

Su situación personal también ejerció, sin duda, alguna influencia. Mao todavía era un miembro suplente del Comité Central Ejecutivo del Guomindang, al tiempo que no ostentaba ya ningún cargo en el Partido Comunista Chino. Además, el Guomindang, con su raigambre en las sociedades secretas y la lucha antidinástica, había mostrado desde sus inicios más interés por el campesinado que el Partido Comunista, acomodado en el mundo urbano. En otoño de 1925 poseía un Departamento del Campesinado y un Instituto para la Instrucción del Movimiento Campesino dirigido a los promotores rurales.[184] En cambio, en aquel período, el Partido Comunista Chino todavía no había impulsado ninguna iniciativa similar.

Es decir, Cantón, más que Shanghai, se había convertido en el fulcro de la lucha revolucionaria. Por ello, cuando Mao se escabulló de Changsha a finales de la primera semana de septiembre, dirigió sus pasos hacia el sur.[185] A pesar de que, de hecho, no sabía cuál iba a ser su recibimiento. Uno de sus compañeros durante aquel viaje recordaba que, inesperadamente, cayó presa del pánico, quemando todas sus notas por miedo a que acabasen en manos de una patrulla de las tropas de Zhao Hengti. Su neurastenia había vuelto y, a su llegada, reposó algunos días en el hospital.[186]

Pero su decisión de ir a Cantón había sido la correcta. Años después evocaba que «la ciudad estaba bajo el embrujo de un aroma de optimismo extraordinario».[187] Obtuvo una entrevista en la sede del Guomindang con Wang Jingwei, presidente del recién formado gobierno nacional, que estaba consolidando su posición como hombre más poderoso del partido. Wang había quedado impresionado por el entusiasmo juvenil de Mao en el Primer Congreso del Guomindang de enero de 1924. Wang propuso entonces que, para disminuir su carga, Mao le supliese como jefe del Departamento de Propaganda del Guomindang. Dos semanas después, su nominación fue confirmada formalmente.[188]

Como oficial de rango superior, Mao era una figura de peso. Yang Kai hui, su madre y los dos niños llegaron de Changsha para reunirse con él. Alquilaron una casa en las arboladas y agradables afueras de Dongshan, donde tenían sus hogares los consejeros rusos y muchos de los dirigentes del Guomindang, incluido Chiang Kai-shek.

Durante los dieciocho meses siguientes, Mao se entregó a las dos cuestiones que en aquel momento consideraba fundamentales para la consecución de la revolución: la consolidación de la izquierda del Guomindang y la movilización del campesinado. Su primera empresa, aquel invierno, fue la fundación de un nuevo periódico del partido, Zhengzhi zhoubao (Semanario Político), destinado a contrarrestar los ataques al frente unido lanzados por los derechistas del Grupo de las Colinas del Oeste[189] y fortalecer la determinación de «aquellos revolucionarios cuyas convicciones flaqueaban». El primer número proclamaba:

La unión con Rusia y la admisión de los comunistas son tácticas fundamentales para que nuestro partido alcance la victoria en la revolución. El último director general [Sun Yat-sen] fue el primero en decidirlo así … y así se asumió en el Primer Congreso Nacional … La revolución actual es un episodio de la decisiva lucha final entre las dos grandes fuerzas mundiales de la revolución y la contrarrevolución … Si la estrategia revolucionaria de nuestro partido no toma como punto de partida su alianza con la Unión Soviética, [y] … si no acepta a los comunistas, que defienden los intereses de los campesinos y los trabajadores, entonces las fuerzas revolucionarias se hundirán en el aislamiento y no se podrá culminar la revolución … El que no está de parte de la revolución, lo está de la contrarrevolución. No existe una zona neutral.[190]

La elección, argumentaba Mao, oscilaba entre «la revolución de las clases medias al estilo occidental», tal como reclamaba la derecha del Guomindang, y la formación de una amplia alianza de las izquierdas que desembocase en el gobierno conjunto de «todas las fuerzas revolucionarias».[191] Los que se refugiaban tras «la máscara gris de la neutralidad» serían pronto impelidos a decidir en qué bando querían estar.[192]

Precisamente, la cuestión de qué fuerzas debían ser consideradas revolucionarias fue el tema de un extenso artículo titulado «Un análisis de todas las clases de la sociedad china», que Mao publicó el 1 de diciembre de 1925 en Geming (Revolución), revista del nuevo Ejército Nacional Revolucionario.[193] En él presentaba de modo magistral las conclusiones de sus largos meses de reflexión en Shaoshan:

¿Quiénes son nuestros enemigos? ¿Quiénes nuestros amigos? El que no sabe distinguir entre los enemigos y los amigos no es, ciertamente, un revolucionario, a pesar de que no es fácil distinguirlos. Si la revolución china … ha conseguido tan poco … ha sido precisamente por un error estratégico: la incapacidad de conciliar los verdaderos amigos para atacar después a los verdaderos enemigos.

Mao siguió enumerando no menos de veinte estratos sociales diferentes presentes en China, agrupados en cinco clases principales. Éstas se extendían desde la alta burguesía, «un enemigo mortal», y sus aliados de la derecha; hasta la izquierda de la burguesía media, que «rechaza categóricamente el imperialismo», pero que «a menudo se acobarda cuando afronta las tendencias “rojas”»; y las tres categorías de la pequeña burguesía (que comprende a los campesinos acaudalados, los comerciantes, los artesanos y los profesionales liberales), cuyo grado de conciencia revolucionaria estaba en proporción directa a su pobreza. A ello había que añadir seis jerarquías de semiproletariado (principalmente los campesinos pobres o sin muchos medios, los tenderos y los vendedores ambulantes) y cuatro de proletariado urbano, rural y lumpen. Entre ellos, los obreros urbanos y los culis eran descritos como la «principal fuerza» de la revolución; el proletariado agrícola, los campesinos pobres y los vendedores ambulantes eran «extremadamente receptivos a la propaganda revolucionaria» y «lucharían con bravura»; y el lumpenproletariado, formado por bandidos, soldados, ladrones, rateros y prostitutas «lucharían muy bravamente … si pudiésemos encontrar el modo de controlarles».

Por consiguiente, concluía Mao, de los cuatrocientos millones de habitantes de China, un millón era irremediablemente hostil, cuatro millones eran básicamente hostiles pero se podía hacer que rectificasen, y trescientos noventa y cinco millones eran revolucionarios o, al menos, simpatizantes neutrales.

De este modo, escribía Mao, todas las condiciones objetivas para la revolución estaban presentes; lo único que faltaba era movilizar a las masas. A lo largo de los años que siguieron, Mao no abandonaría esta creencia. Le dio coraje en los momentos más oscuros, cuando todo parecía estar perdido. Sin embargo, ofrecía escaso consuelo a los centristas del Guomindang, los representantes en el partido de la «vacilante burguesía media», a quienes estaban destinadas las homilías que Mao pronunció aquel invierno. La toma de decisión que les acechaba se cerniría sobre ellos antes de lo que nadie imaginaba.

A finales de 1925, Chiang Kai-shek se había convertido en el dirigente más poderoso del Guomindang, sólo por detrás de la figura de Wang Jingwei.[194] Como comandante del Ejército Nacional Revolucionario había dirigido durante el otoño una serie de exitosas campañas militares que aseguraron la posición del gobierno del Guomindang en Guangdong a pesar de los ataques de los déspotas militares locales. Chiang controlaba la guarnición de Cantón y lideraba la Academia Militar de Wangpoa, que se convertiría en su cuartel militar. Su lealtad parecía fuera de toda duda: cuando el noviembre anterior el Grupo de las Colinas del Oeste había amenazado el liderazgo de Wang Jingwei, él expidió inmediatamente un comunicado expresando su apoyo. Pero durante el Segundo Congreso del Guomindang, en enero de 1926, Chiang se tornó cada vez más inquieto. El cónclave experimentó una brusca sacudida hacia la izquierda, tanto en la composición de la Comisión Permanente del Comité Ejecutivo Central —del que Chiang era uno de los apenas tres representantes centristas, compartiendo el poder con tres miembros de la izquierda del Guomindang y tres comunistas— como en sus decisiones políticas, de lejos mucho más radicales que todo lo que hasta entonces había aprobado el partido.[195] La «Resolución sobre la propaganda», redactada por Mao, advertía fatídica: «Sólo los que respalden el movimiento de liberación de los campesinos chinos serán miembros revolucionarios fehacientes del partido; los que no, serán contrarrevolucionarios».[196] La idea de que el movimiento campesino ocupaba un lugar central en la revolución fue ampliamente aceptada por los centristas del Guomindang.[197] Pero no lo fue el uso del término «liberación» para designar la revolución social en el campo. El Guomindang era todavía un partido burgués, y buena parte de su apoyo llegaba, directa o indirectamente, de descendientes de las familias terratenientes. Este grupo amparaba las reformas, pero la demolición violenta del orden rural establecido no formaba parte de su programa.

Para Chiang, como para muchos otros, las nuevas tendencias radicales eran desconcertantes.[198] Además, llegaron en un momento en que su posición se veía sometida a presiones. El nuevo jefe del grupo de consejeros militares soviéticos, el general N. V. Kuibyshev, que había llegado dos meses antes y que usaba el inverosímil alias de Kisanka (minino), era un hombre arrogante e inflexible cuyo desprecio por los generales chinos, y por Chiang en particular, era sólo comparable con su férrea voluntad de situar al Ejército Nacional Revolucionario bajo el firme control soviético. Chiang pronto sintió odio por él y, como muestra de su repulsa, dimitió el 15 de enero de su cargo de comandante del primer regimiento. El principal punto de fricción orbitaba alrededor del momento de inicio de la largamente esperada Expedición Norte, que había de cumplir con el sueño de Sun Yat-sen de unificar toda China bajo el gobierno del Guomindang, aniquilando a los caciques militares y humillando a sus aliados imperialistas. Kuibyshev argüía que era necesario un período más largo de preparación (opinión compartida por los dirigentes del Partido Comunista Chino en Shanghai). Chiang, en cambio, pretendía avanzar de inmediato. En el momento en que Wang Jingwei mostró su apoyo a Kuibyshev las líneas para la batalla quedaron trazadas.[199] La situación fue resumida de manera ingeniosa por Vera Vishnyakova-Akimova, una de las intérpretes de la delegación rusa: «Todo el mundo sabía», escribió, «que se había desatado una lucha invisible por el poder entre Chiang Kai-shek y Wang Jingwei. Por un lado, el prestigio político; por el otro, la fuerza militar».[200]

Pero cuando Chiang finalmente lanzó el golpe, en la madrugada del 20 de marzo, sorprendió a todos.[201] Declaró la ley marcial, ordenó el arresto de los oficiales comunistas y los trabajadores políticos de la guarnición de Cantón, así como del comandante de un acorazado, el Zhongshan, que, según dijo, se comportaba de manera sospechosa, y envió tropas para rodear las residencias de los consejeros militares soviéticos y desarmar a sus guardias. Después, Chiang alegó poseer evidencias de que Wang Jingwei, respaldado por Kuibyshev, planeaba secuestrarle con la ayuda de una unidad naval controlada por los comunistas y desterrarlo a Moscú. Es posible que fuese cierto. Pero, incluso de no ser así, el enfrentamiento se había convertido, en aquel momento, en inevitable.

El «golpe de Estado» de Chiang, como fue denominado, acabó casi antes de comenzar.[202] Nadie resultó herido, y menos aún muerto. Al día siguiente se disculpó aduciendo que sus subordinados se habían excedido al cumplir sus órdenes. Pero sus intenciones eran ya entonces evidentes. No se oponía a Rusia ni al Partido Comunista Chino, explicó, sino a «ciertos individuos» que se habían extralimitado en el ejercicio de su poder. Setenta y dos horas después, Kuibyshev y otros dos consejeros soviéticos de alto rango tomaron un barco para Vladivostok. A Wang Jingwei se le concedió una «baja por enfermedad» y partió silencioso hacia Europa. Los rusos intentaron suavizar la situación y los dirigentes del partido en Shanghai decidieron, aparentemente sin coerciones por parte del Comintern, que no cabía otra posibilidad más que adoptar la misma actitud conciliadora.

Pero como tantas otra veces, Mao se opuso.[203] Los comunistas más veteranos en las filas del ejército del Guomindang eran Zhou Enlai, que entonces tenía veintiocho años, y un joven hunanés llamado Li Fuchun, un antiguo miembro de la Asociación de Estudios del Nuevo Pueblo, casado con Cai Chang, la hermana de Cai Hesen. Ambos habían llegado a Cantón después de estudiar en Francia. Zhou era el director del Departamento Político en la Academia de Whampoa y comisario delegado del Primer Cuerpo de Chiang; Li ocupaba el mismo cargo en el Segundo Cuerpo bajo el mando de Tan Yankai. Unas pocas horas después del golpe, Mao se reunió con Zhou en casa de Li Fuchun. Según el relato de Zhou, Mao afirmaba que Chiang estaba aislado; cuatro de los otros cinco comandantes de los cuerpos militares le eran hostiles y tanto en el Primer Cuerpo como en la Academia los comunistas dominaban la mayor parte de los cargos de prestigio. Si la izquierda del Guomindang actuaba con decisión, continuaba, el sostén de Chiang se desmoronaría. Según parece, otros dirigentes del Partido Comunista Chino de Cantón llegaron a conclusiones similares. Pero cuando Zhou informó de ello a Kuibyshev, el ruso vetó la idea, según parece porque las fuerzas de Chiang eran imponentes.[204]

Aquello desencadenó nuevas recriminaciones; Mao y otros criticaron que Zhou, responsable de los asuntos militares del comité del Partido Comunista Chino de Cantón, hubiese perdido tanto tiempo en infiltrarse en el Primer Cuerpo de Chiang y la Academia, mientras descuidaba su obligación de situar a los dirigentes comunistas en otras secciones del Ejército Revolucionario.[205] Pero en aquel momento eso eran cuestiones teóricas. Lo realmente importaba era que Chiang había vencido de forma aplastante y estaba en posición de proclamarse líder ineludible del Guomindang, papel que interpretaría, ocupando el poder o no, durante cuarenta y nueve años.

Mao ocupaba entonces una posición delicada. Wang Jingwei había sido su principal valedor. Gracias a él había sido nombrado jefe efectivo del Departamento de Propaganda, tras el Segundo Congreso, y durante el mes de febrero y principios de marzo había acumulado otros cargos importantes.[206] Pero sus relaciones con el Partido Comunista Chino continuaban siendo problemáticas. No tenemos constancia alguna de la reacción de los dirigentes del partido cuando en octubre de 1925 supieron que Mao se había asegurado una posición tan suculenta, ambicionada por el Partido Comunista Chino desde la primavera de 1924.[207] De todos los posibles candidatos comunistas, él era sin duda la última persona que habrían escogido. Era ingobernable, de ideas heterodoxas, no ocupaba ningún cargo en el Partido Comunista Chino y no había mantenido contactos con la central del partido durante la mayor parte del último año.[208]

La determinación de Mao se manifestó, aquel mismo verano, en su reclamación de «una ideología creada partiendo de la situación china» y su énfasis en la primacía de las masas:

El pensamiento académico … es una escoria inservible si no está al servicio de las necesidades de las masas para la liberación social y económica … El lema de los intelectuales debería ser «Mezclémonos con las masas». Sólo entre las masas se podrá encontrar la liberación de China … Cualquiera que se aleje de las masas habrá perdido su base social.[209]

Para el Comité Central del partido, prisionero de la camisa de fuerza de la ortodoxia del Comintern, la noción de una ideología «creada partiendo de la situación china» era por completo herética. La salvación de China, según sostenían, no provendría de «las masas», amorfas e indefinidas, sino del proletariado urbano que ellos lideraban.

Estas divergencias llegaron a su culminación cuando Mao remitió al periódico del partido, Xiangdao, su «Análisis de todas las clases de la sociedad china», donde resumía las lecciones que había esbozado durante su estancia en Hunan.[210] Chen Duxiu se negó a publicarlo, aduciendo que ponía demasiado énfasis en el papel del campesinado.[211]

Pero el aislamiento de Mao respecto de la cúpula de Shanghai fue menos doloroso que el que le habría causado si ésta se hubiese mantenido unida. A principios de 1926, el Partido Comunista Chino estaba escindido por luchas intestinas, marcadas, en una unión inextricable, por la política y la relación entre sus figuras. Por un lado estaban Peng Shuzhi y Chen Duxiu, y por el otro Qu Qiubai.[212] Cai Hesen odiaba a Peng, que hacía poco había seducido a su esposa; mientras, Zhaong Guotao deambulaba entre ellos. Por si no era suficiente, el Comité Central y el del partido de Cantón seguían políticas tan distintas que, como reconoció tiempo después Borodin, parecían en ocasiones dos partidos diferentes. Una nueva divergencia, esta vez con Mao, que ni siquiera era miembro del Comité Central, no podía ser tan importante. De hecho, para los dirigentes del partido, la única consideración real que les merecía Mao se debía a su habilidad para acumular un número importante de cargos de poder dentro del Guomindang.

En abril de 1926, mientras los comunistas esperaban con impaciencia que Chiang Kai-shek diese el siguiente paso, Mao se mantuvo deliberadamente al margen de la escena.[213] Zhang Guotao, que había sido enviado a Cantón como plenipotenciario del Comité Central, recordaba que «desde el principio hasta el final, [Mao] estuvo al margen de las disputas y se mantuvo como espectador», añadiendo con perspicacia: «Con aquel proceder parecía que había acumulado una experiencia considerable».

Después de un mes de enconadas negociaciones entre Chiang (que se reservaba la posibilidad de romper drásticamente con los rusos) y Borodin (que controlaba el suministro de las armas que necesitaba Chiang), se llegó a un acuerdo, claramente decantado en favor de Chiang. El Comité Ejecutivo Central del Guomindang se reunió el 15 de mayo en sesión plenaria y aprobó una serie de resoluciones que vetaban a los comunistas la dirección de los departamentos del Guomindang o en más de un tercio de los cargos de alto rango de los comités del partido nacionalista; proscribían las células comunistas en las organizaciones del Guomindang; prohibían que los miembros del Guomindang se uniesen en el futuro al Partido Comunista; y exigían que el Partido Comunista Chino proporcionase una relación de los miembros del Guomindang con doble pertenencia de partidos. A cambio, Chiang accedió a tomar medidas enérgicas contra los derechistas del Guomindang, siendo muchos de sus líderes arrestados y enviados al exilio (acción que respondía a sus propios intereses, tanto como a los del Partido Comunista Chino), y a mantener el statu quo ante de las relaciones entre el Guomindang y el Partido Comunista Chino. Los rusos, por su parte, se comprometieron a ofrecer pleno apoyo a la Expedición del Norte.[214]

En esta ocasión, la cúpula del Partido Comunista Chino se mostró unánime, por una vez, en su desacuerdo. Chen Duxiu propuso, una vez más, el final de la estrategia del «bloque infiltrado» y la reafirmación de la independencia del partido.[215] Pero Stalin insistía en que el compromiso con Chiang debía seguir adelante.[216] A partir de entonces, según las irónicas palabras de Borodin, el Partido Comunista Chino estaba «destinado a interpretar el papel de un culí en la revolución china».[217] Aunque en aquel momento no se entendió así, el golpe de Estado nacionalista representó un punto de inflexión en la relación de los comunistas con Moscú. Hasta el mes de marzo de 1926, los consejos del Comintern al Partido Comunista eran bienintencionados y bien informados, y con frecuencia más realistas que los puntos de vista de los inexpertos dirigentes del Partido Comunista Chino en Shanghai. Pero después del golpe, la política de Moscú respecto de China se convirtió en el juguete de los políticos del Kremlin, una prolongación de los conflictos de Stalin con Trotski y su otro gran rival, Nikolái Bujarin, el representante de la línea moderada del partido soviético.

Sin embargo, Mao salió mejor librado de lo que se podía prever. Junto con otros oficiales del Guomindang, el 28 de mayo renunció a la jefatura del Departamento de Propaganda.[218] Pero mantuvo sus otros cargos, como el de director del Instituto para la Instrucción del Movimiento Campesino, que estaba progresando rápidamente y adquiría una importancia creciente, o el de miembro del Comité del Movimiento Obrero del Guomindang, involucrado en cuestiones políticas.[219]

Estas decisiones mostraron que Chiang reconocía el papel que el campesinado ocuparía durante la Expedición Norte.[220] En 1926, Mao era una de las pocas autoridades en el seno del Guomindang sobre cuestiones relativas al campesinado. Había impartido conferencias sobre el tema en la escuela de instrucción de oficiales del Segundo Cuerpo (hunanés) del Ejército Nacional Revolucionario; así como en el Instituto de Formación de Jóvenes y en una escuela secundaria adscrita a la Universidad de Guangdong, sin olvidar, por supuesto, el Instituto del Movimiento Obrero.[221] Además, era un experto en lo relativo a las provincias del centro de China, por las que debía pasar la Expedición Norte. Los consejeros rusos se mostraban inflexibles en su convicción de que la expedición sólo conseguiría sus objetivos si los campesinos, a lo largo de su marcha, eran movilizados para apoyarla.[222] Mao compartía esta visión.[223] Desde el mes de marzo había insistido al Comité del Movimiento Campesino del Guomindang que pusiese «su máximo empeño en las áreas por las que los ejércitos revolucionarios iban a pasar».

Cuando todavía no habían transcurrido dos meses desde el pleno de mayo, el Ejército Revolucionario, con setenta y cinco mil hombres, inició el 9 de julio de 1926 la tan largamente esperada campaña que debía acabar con los señores de la guerra y, finalmente, reunificar China bajo la bandera del Guomindang.[224]

La expedición se lanzó apresuradamente para sacar ventaja de los sucesos acaecidos en Hunan, donde el comandante local, Tang Shengzhi, que había desatado una rebelión triunfante y se había declarado partidario del sur, se defendía de los ataques de las tropas norteñas de Wu Peifu.[225] La decisión de respaldar a Tang se mostró adecuada (al menos a corto plazo), pues a finales de mes Hunan estaba bajo el control del sur; Chiang, como comandante en jefe, radiante bajo un brillante manto militar color gris y una panoplia de nuevos títulos y poderes, se instaló en Changsha.[226] Junto a él llegaron los consejeros soviéticos, dirigidos entonces por el general Vasily Blyukher, el jefe original de la misión militar soviética que había vuelto para sustituir a Kuibyshev. Chiang y él se entendían bien, y el «Generalísimo» (como después sería conocido), de conocimientos militares bastante limitados, fue lo suficientemente inteligente como para dejar las cuestiones tácticas en las experimentadas manos de Blyukher.

Mao, acompañado de otros miembros del Comité Ejecutivo Central, acudió al desfile para ver partir las tropas, pero se mantuvo alejado del escenario político del Guomindang.[227]

En lugar de ello, se sumió en el trabajo con el campesinado,[228] que, como había anticipado, comenzó a desempeñar un papel destacado en el avance de las tropas del sur.[229] Después de que el Ejército Revolucionario hubiese pasado por Xiangtan, envió a cincuenta estudiantes del Instituto para la Instrucción hasta Shaoshan para observar las acciones de las asociaciones campesinas.[230] Un mes después publicó un artículo en la revista del Departamento Campesino del Guomindang, Nongmin yundong (Movimiento Campesino), en el que identificó por primera vez de manera explícita a los terratenientes como el principal obstáculo para el cambio revolucionario, y a los campesinos como el principal instrumento para derrotarles:

En el día de hoy, existen todavía ciertas personas, incluso dentro del partido revolucionario, que no entienden … que el más temible enemigo de la revolución en una semicolonia económicamente atrasada es la clase patriarcal y feudal (la clase de los terratenientes) de los pueblos … [Esta] clase constituye la única base sólida de la clase gobernante en nuestro país y de los imperialistas del extranjero. A menos que se golpee a esa base, es absolutamente imposible debilitar la enorme estructura que se ha construido sobre ella. Los señores de la guerra de China son sólo los caciques de esta clase feudal del mundo rural. Decir que se quiere acabar con los señores de la guerra pero que no se quiere eliminar la clase feudal que domina en el campo es, simplemente, mostrarse incapaz de distinguir entre el grano y la paja, lo esencial y lo secundario.

Para que la revolución llegase a buen puerto, razonaba Mao, los campesinos debían ser liberados y el poder de los terratenientes, totalmente desarticulado.

La consecuencia era que todo lo demás, incluido el proletariado, quedaba en segundo lugar. Y, lejos de intentar ocultarlo, Mao lo defendía con vehemencia. La lucha de clases del campesinado, escribió, era «de diferente naturaleza que la del movimiento de los trabajadores de las ciudades». Este último, en aquel período, no apuntaba a la destrucción de la posición política de la burguesía, sino simplemente a la obtención de derechos sindicales. Los campesinos, por el contrario, eran prisioneros de una lucha elemental por la supervivencia:

Así, aunque todos somos conscientes de que los trabajadores, los estudiantes y los pequeños y medianos comerciantes de las ciudades se deberían alzar y luchar ferozmente contra la clase de los especuladores y oponerse directamente al imperialismo, y aunque sabemos que la clase obrera progresista es, en particular, la primera entre las clases revolucionarias, si los campesinos no se levantan y luchan en los pueblos para destruir los privilegios de la clase feudal y patriarcal de los terratenientes, el poder de los caciques militares y del imperialismo no podrá ser derrotado de un modo definitivo.[231]

Los análisis de Mao, a lo largo de un período de varios meses, habían ido evolucionando gradualmente. La idea de que el campesinado era, como él mismo anotó, «el problema central de la revolución nacional» se remontaba al diciembre anterior.[232] En enero había descrito a los grandes terratenientes como «el fundamento real del imperialismo y [a] los señores de la guerra, [como] el único baluarte seguro de la sociedad feudal y patriarcal, la causa última de la eclosión de todas las fuerzas contrarrevolucionarias»,[233] frase que Borodin retomaría y emplearía un mes después en un informe a una misión soviética de alto rango.[234]

Pero si bien es cierto que Mao no fue el único en llegar a la conclusión de que el feudalismo del mundo rural chino era el principal obstáculo a eliminar, también lo es que nadie más intentó, como hizo él, investigar las consecuencias de esta premisa y llegar a su consecuencia más lógica —tan inaceptable ideológicamente para el Partido Comunista Chino como para, desde un punto de vista práctico, el Guomindang.

Cuando aparecieron las primeras compilaciones de los años cuarenta y cincuenta, el artículo del Nongming yundong fue excluido del canon oficial de las obras de Mao; era, simplemente, demasiado heterodoxo. Pero bajo el aparente barniz de rectitud moral, el triunfo comunista llegó, más de veinte años después, tal como él había descrito, con la movilización de los campesinos, no del proletariado urbano.

Mientras Mao se dedicaba de esa manera a consolidar los cimientos intelectuales de su futura estrategia, los organizadores de acciones campesinas formados en su instituto —la mayoría de ellos miembros del Partido Comunista Chino que usaban el nombre del Guomindang como tapadera— se distribuyeron por el campo para estimular el estallido de rebeliones rurales. Primero en Hunan, y luego en Hubei y Jiangxi, allanaron el camino a los ejércitos nacionalistas, permaneciendo en los territorios por los que cruzaban las tropas para afianzar las nuevas asociaciones campesinas, que a partir de aquel momento podían actuar públicamente.

También en el campo de batalla, los acontecimientos se sucedieron con celeridad. Chiang Kai-shek convocó el 12 de agosto una asamblea militar en Changsha; allí se decidió que Tang Shengzhi, que ocupaba entonces el cargo de gobernador del Guomindang en Hunan, debía liderar una fuerza mixta, compuesta por sus propias unidades y las de Chiang, hacia el próximo objetivo de la expedición, Wuhan. El propio Wu Peifu tomó el mando de las fuerzas del norte, pero sus hombres no fueron adversarios para las tropas del sur y Tang capturó Hankou y Hanyang los días 6 y 7 de septiembre. Wuchang, la última de las tres ciudades que formaban Wuhan, resistió el acoso de los sitiadores hasta el 10 de octubre, cuando los hombres de Chiang consiguieron sobornar a uno de los comandantes de la defensa. Pero después, durante dos semanas de máxima tensión, la ofensiva del sur se estancó; hasta que, finalmente, en noviembre, cayó la ciudad de Nanchang, concediendo a los ejércitos del sur y sus aliados un control nítido de las provincias de Hunan, Hubei y Jiangxi. Guangxi ya era parte del área nacionalista y Guizhou se había adherido a su causa en julio. De todas las provincias fronterizas con Guangzhou, sólo la zona norte de Fujian continuaba en manos hostiles, hasta que sucumbió en el mes de diciembre.[235]

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