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6. Sucesos previos al incidente del día del caballo y sus sangrientas secuelas

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6. Sucesos previos al incidente del día del caballo y sus sangrientas secuelas

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Sucesos previos al incidente del día del caballo y sus sangrientas secuelas

Poco después de las cuatro de la madrugada del 12 de abril de 1927 se escuchó en todos los distritos al oeste de Shanghai el lúgubre lamento de la sirena de un vapor. Era la señal de las tropas nacionalistas para iniciar su aproximación silenciosa hasta las posiciones cercanas a las plazas fuertes comunistas de los barrios de la clase trabajadora de la ciudad, en Nandao y Zhabei. Estaban respaldadas por un millar de «obreros armados», que vestían todos idénticos uniformes de algodón azul con brazaletes blancos, en los que había escrito el carácter gong (trabajar). Para facilitar su labor, el consejo municipal había concedido a los hombres del comandante nacionalista, Bai Chongxi, libre acceso a las concesiones extranjeras.[1]

Al amanecer se inició un ataque concertado. Los «obreros» eran de hecho miembros de la Banda Verde, la organización clandestina dominante en Shanghai. Los comunistas, desprevenidos, estaban desarmados y con la guardia baja. Sólo en el cuartel general del Sindicato General de Obreros, y en las oficinas de la Prensa Comercial, donde se habían almacenado las armas y los trabajadores comandados por los comunistas fueron capaces de construir barricadas, se ofreció una resistencia seria. Pero también aquellos dos focos fueron aniquilados hacia el mediodía, después de que fuesen dispuestas las ametralladoras y la artillería pesada. «Quizá sea excesivo decir que el poder de los comunistas ha llegado a su fin», informaba el corresponsal de The Times, «pero los comunistas sin duda han sufrido un duro revés». La policía municipal, de tutela británica, estimó que unas cuatrocientas personas habían sido asesinadas y muchas otras habían resultado heridas o arrestadas.

Al día siguiente, Zhou Enlai, el dirigente comunista de mayor rango entonces en Shanghai, convocó una huelga general que sumió a la mayor parte de la ciudad en un paro total. Cerca de mil trabajadores, incluidos mujeres y niños que trabajaban en las plantas textiles, marcharon hasta los cuarteles militares para entregar una petición. Lo que ocurrió después fue descrito sucintamente en el titular del North China Herald: «Horrible lucha en Zhabei: las mujeres y los niños comunistas estaban en la primera línea … A pesar de ello los soldados dispararon». Los manifestantes, apuntaba el periódico, estaban desarmados; las tropas lanzaron una lluvia de balas en un radio de algunos metros. Unas veinte personas murieron al instante. Hasta doscientos más fueron abatidos mientras huían. Los testigos informaban de camiones cargados de cadáveres que eran transportados para sepultarlos en fosas comunes.[2] Después de aquello no hubo más manifestaciones. Chiang Kaishek y sus aliados volvían a controlar firmemente la situación.

Resulta casi imposible entender por qué el Partido Comunista Chino y la izquierda del Guomindang fueron incapaces de anticiparse al golpe de Chiang. Parte del problema residía en la insistencia de Stalin en que el frente unido debía mantenerse como tal a toda costa. Stalin creía que el Guomindang tenía muchas más posibilidades que los comunistas de unificar China y debilitar a los enemigos de Moscú, las grandes potencias, de modo que era necesario preservar la alianza entre el Soviet y el Guomindang. Su estrategia sobre China era más realpolitik que revolución. Y en el proceso menospreció al Comintern que, a su vez, infravaloró al Partido Comunista Chino.

Pero eso no era todo. Incluso teniendo en cuenta la disciplina del Comintern, los dirigentes del partido chino habían caído en una letargia extraordinaria. Todo el mes anterior al ataque de Shanghai habían cerrado los ojos al cúmulo de evidencias que mostraban que Chiang se había vuelto decisivamente en su contra.[3] A partir de mediados de marzo, cuando el Tercer Pleno del Guomindang confirmó la alianza entre la izquierda y el Partido Comunista Chino (en un intento de marginar a Chiang y la derecha del Guomindang del aparato del partido), se desarrollaron en las áreas controladas por las fuerzas de Chiang pautas de violencia sistemática dirigida contra la izquierda. Desde Chongqing, en el lejano Sichuan, hasta Amoy (Xiamen), en la costa del mar de China, el procedimiento era en todas partes el mismo.[4] Los sicarios reclutados entre las sociedades secretas (generalmente vinculadas con la Banda Verde), respaldados cuando era necesario por las tropas, arremetían contra las organizaciones de masas de la izquierda, y se fundaban apresuradamente nuevos grupos «moderados» para sustituirlas.

Otras fuerzas entraron en escena. Hankou, bajo el control de la izquierda del Guomindang, se convirtió en un desastre económico.[5] La militancia obrera obligó a docenas de bancos chinos a cerrar sus puertas. El comercio quedó paralizado. Para los ricos financieros e industriales chinos que observaban nerviosos desde Shanghai, la «capital roja», como era conocida, encarnaba todo lo que ellos querían evitar. Por si no fuese suficiente, en marzo una insurrección de obreros en Shanghai, dirigida sin piedad por piquetes comunistas —«pistoleros de uniforme negro», como les describió el Times londinense—[6] y terroríficamente eficaz, ofreció una muestra alarmante de lo que auguraba un gobierno comunista.

También la comunidad extranjera reclamaba, ante la presión imperante, una reacción por parte de las potencias para detener la «amenaza bolchevique». Los relatos escabrosos y depravantes circulaban con avidez. Una historia, reimpresa hasta la saciedad, describía cómo los comunistas, ya bien conocidos por «comunar las esposas», habían organizado una «procesión de cuerpos desnudos» de mujeres seleccionadas, «de cuerpos blancos como la nieve y pechos perfectos», por las calles de Hankou. No es difícil percibir aún hoy los deseos entonces desatados ante semejante relato. Un misionero norteamericano se estremecía por las consecuencias «si el perro enloquecido del bolchevismo no puede ser controlado … y se le permite brincar por los océanos hasta nuestro amado Estados Unidos».[7] Otro residente recordaba: «Éramos víctimas de una psicología del miedo. Todos nosotros seríamos asesinados por nuestros propios sirvientes. Y la verdad es que las primeras advertencias reales llegaron de los chiquillos, los culis y las nodrizas, que repetían con insistencia: “Demasiados problemas —mejor ir al área de Japón”».[8]

El 24 de marzo ocurrió un acontecimiento que alentó los peores temores. Cuando los ejércitos nacionalistas ocuparon Nanjing, los soldados saquearon los consulados de Estados Unidos, Gran Bretaña y Japón, y dispararon contra un grupo de extranjeros que esperaban para ser evacuados. El cónsul británico resultó herido y dos británicos, un norteamericano, un sacerdote francés y uno italiano, así como un marinero japonés fueron asesinados.[9] La «atrocidad de Nanjing», como fue llamada, convenció a las capitales occidentales de que había llegado la hora de actuar.

A principios de abril, las potencias extranjeras y los capitalistas de Shanghai procuraban hallar el remedio para detener la caída en la anarquía y el caos. El tema omnipresente en labios de los extranjeros era si Chiang Kai-shek, el comandante en jefe del Guomindang, pero también un hombre, según parecía, con muchas reservas ante la causa comunista, sería la respuesta a sus inquietudes.[10] «Chiang Kai-shek se mantiene en una encrucijada», escribía el North China Daily News.[11] «Él … [es] en estos momentos la única protección al sur del Yangzi que puede evitar que nos arrastre el Partido Comunista … Pero si el general Chiang quiere salvar a sus compatriotas de los rojos, debe actuar con presteza y sin descanso. ¿Se va a mostrar como un hombre de acción y decidido? … ¿O caerá también, como toda China, en la marea roja?».

La respuesta llegó por entregas, urdida hábilmente desde la sombra.[12] La comunidad china de negocios de Shanghai pagó secretamente más de tres millones de dólares, el primer plazo de un «préstamo», que según estiman las fuentes era de entre diez y veinticinco millones, concedido con el supuesto explícito de que los comunistas serían sometidos.[13] El 6 de abril los representantes en Pekín de las potencias extranjeras autorizaron que el gobierno del norte, controlado entonces por un cacique militar manchú, Zhang Zuolin, radicalmente en contra de los comunistas, enviase la policía china al distrito de las legaciones para investigar en el complejo de la embajada soviética, donde varios dirigentes locales del Partido Comunista Chino, incluyendo a Li Dazhao, se habían refugiado. También se registraron los establecimientos soviéticos en Tianjin. En Shanghai se situaron guardas en el consulado soviético con órdenes de denegar el acceso a toda persona que no perteneciese al funcionariado ruso.[14] El líder de la Banda Verde, Du Yuesheng, cuyo mentor «Huang el picoso» (Huang Jinrong) había entablado amistad en Shanghai diez años antes con Chiang mientras éste era un joven oficial, fundó una Asociación del Progreso Común con el objetivo de preparar a los llamados «obreros armados» para el inminente conflicto.[15] Al tiempo que, en ciudades vecinas, desde Fuzhou hasta Nanjing, el tamborileo constante de la represión anticomunista continuaba resonando.

Pero a pesar de todos estos movimientos, cuando finalmente cayó el hacha, «a los defensores de la revolución», en palabras de un observador contemporáneo, «los cogieron desprevenidos».[16] No sólo no había defensa alguna dispuesta, sino que Wang Shouhua, el joven líder de la Comisión Obrera del Comité Central del Partido Comunista Chino y presidente del Sindicato Obrero General de Shanghai —es decir, el dirigente comunista más importante de la ciudad— aceptó, sin sospecha alguna, una invitación del propio Du Yuesheng para asistir a una cena la noche del 11 de abril. Fue estrangulado al llegar y su cuerpo arrojado a una tumba poco profunda en un baldío de los suburbios.[17]

El problema no residía en un error de cálculo. Ya en el mes de enero, la Oficina Central del Comité Central había advertido que se llegaría a una «situación extremadamente peligrosa» en el supuesto de que se alcanzase «una alianza entre los imperialistas extranjeros y el ala derecha o moderada del Guomindang».[18] Pero el Generalísimo había disimulado sus movimientos con tan consumada habilidad que nadie ajeno a su círculo interno habría acertado a adivinar sus auténticas intenciones. Tanto extranjeros como comunistas permanecían desconcertados. A principios de abril, mientras el North China Daily News se lamentaba del rechazo de Chiang a adoptar una «actitud francamente anticomunista»,[19] la Oficina Central continuaba convencida de que los ataques en las provincias contra las organizaciones dirigidas por los comunistas eran esfuerzos poco sistemáticos, de ningún modo el preludio de un enfrentamiento a gran escala.[20] La realidad era que en 1927 el Partido Comunista Chino estaba tan entregado a la alianza con la burguesía que era incapaz de concebir una revolución sin su participación.[21]

La mañana del 12 de abril Mao asistió en Hankou a una reunión de la nueva Comisión de la Tierra del Guomindang, que pretendía elaborar una política de redistribución de las tierras que satisficiese las demandas de los campesinos sin ofender a los terratenientes que respaldaban al Guomindang.[22] Mao se mantenía todavía rebosante de optimismo después de sus experiencias en Hunan, por lo que insistió en una propuesta radical: permitir que los campesinos entrasen en acción negándose a pagar las rentas —el reconocimiento legal de semejante postura llegaría más tarde. Qu Qiubai y él estaban esbozando propuestas similares para el Quinto Congreso del Partido Comunista Chino, programado para aquel mismo mes.[23] El nuevo delegado del Comintern, Mahendranath (M. N.) Roy, recién llegado de Moscú, era mucho más partidario de la revolución agraria de lo que lo había sido Borodin. Wang Jingwei permanecía en Hankou y Chen Duxiu estaba de camino.[24]

Aquella tarde, cuando comenzaron a llegar los primeros mensajes urgentes desde Shanghai, todas esas esperanzas tan minuciosamente elaboradas se desvanecieron.

Durante seis días la Oficina Central del Partido Comunista Chino se reunió en sesión casi continua, mientras los dos consejeros de Moscú ofrecían recomendaciones diametralmente opuestas.[25] Borodin, respaldado por Chen Duxiu, sugirió una «retirada estratégica» que suponía severas restricciones a los movimientos campesino y obrero en los territorios controlados por el gobierno de Wuhan, y la inmediata reasunción de la Expedición Norte bajo el mando de Tang Shengzhi. Propuso que Tang se aliase en Henan con el general cristiano Feng Yuxiang, destinatario de una sustancial ayuda soviética, para organizar una campaña conjunta contra las fuerzas norteñas de Zhang Zuolin. Una vez las tropas de Zhang fuesen derrotadas habría tiempo suficiente para negociar con Chiang Kai-shek y reanudar un movimiento revolucionario que había quedado temporalmente arrinconado.[26] Pero Roy mantenía que aquello era «una traición al campesinado, al proletariado … y a las masas». La revolución china, declaraba, «triunfará a través de la revolución agrícola o no triunfará de ningún modo». Avanzar hacia el norte significaba «colaborar con las mismas fuerzas reaccionarias que traicionan la revolución a cada paso». El consejo de Borodin, concluyó, era «muy peligroso» y el partido debía rechazarlo.[27]

La divergencia hizo aflorar la contradicción fundamental inherente a la política de Stalin sobre China. ¿Tenían preferencia los obreros y los campesinos? ¿O la alianza con la burguesía?

Mientras la disputa se tornaba cada vez más enconada llegó un telegrama de Zhou Enlai y otros dirigentes de Shanghai proponiendo una tercera posibilidad.[28] La posición militar de Chiang Kai-shek era mucho más débil de lo que aparentaba. Si Tang Shengzhi marchaba sobre Nanjing y adoptaba «acciones punitivas enérgicas», las fuerzas de Chiang podían ser derrotadas. Pero si, por el contrario, continuaba la indecisión, él vería que su posición se consolidaba. Qu Qiubai mostró su acuerdo con el grupo de Shanghai. Chen Duxiu retomó la idea, propuesta originalmente por Sun Yat-sen, de avanzar hacia el noroeste, donde las fuerzas imperialistas eran más débiles. Tan Pingshan y Zhang Guotao eran partidarios de marchar hacia el sur para reconquistar la antigua base del Guomindang en Cantón.[29]

La futilidad de estas discusiones, y la impotencia del Partido Comunista Chino, se mostró gráficamente una semana después, cuando la Oficina confirmó el cargo de Roy y emitió una resolución declarando que continuar con la Expedición Norte sería «dañino para la revolución»,[30] aun que, al día siguiente, Wang Jingwei, incitado por Borodin, anunciase la inminente reasunción de la expedición.[31]

Mao no asistió a esas reuniones.[32] Su rango era demasiado bajo (ni siquiera era miembro del Comité Central); y, desde la disputa sobre su informe de Hunan, Chen Duxiu se había negado a tener nada que ver con él. Pero las simpatías de Mao estaban del lado de Roy.

Dedicó aquel mes a trabajar en el Comisión de la Tierra del Guomindang junto a un grupo mixto de jóvenes izquierdistas, funcionarios más conservadores y veteranos del Guomindang con el empeño de hallar una fórmula para la redistribución de las tierras que satisficiese los diferentes intereses en juego. La cuestión fundamental giraba alrededor de la magnitud de la redistribución de las tierras. ¿Tenían que confiscar todas las tierras privadas, como Mao proponía? ¿O sólo propiedades que sobrepasasen los treinta mu (dos hectáreas), algo más de lo que el padre de Mao había poseído? ¿O más de cincuenta o de cien mu, como pretendían los delegados más mayores? Al final, sin embargo, resultó ser un ejercicio en vano, pues incluso la versión más restringida que recomendó el comité de Mao fue dejada de lado por el Consejo Político del Guomindang, aduciendo que irritaría al ejército; muchos de sus oficiales provenían de familias latifundistas.[33]

Los esfuerzos de Mao no encontraron mejor respuesta en el seno de su propio partido.[34] Su esbozo de resolución reclamando la confiscación de todas las tierras fue desestimada sin discusión durante el Quinto Congreso. El principio de «nacionalización de las tierras» recibió fingidas alabanzas, pero sin efecto alguno porque los comunistas, al igual que el Guomindang, prohibían la confiscación de los bienes a los «pequeños terratenientes», término que quedó prudentemente sin definir.[35]

Mao volvía una vez más a sentirse por aquel entonces «muy insatisfecho con la política del partido».[36] Era un sentimiento recíproco. Cuando se eligió el nuevo Comité Central, él apenas fue escogido miembro suplente, ocupando el puesto trigésimo dentro de la jerarquía del partido.[37] Una semana después, cuando el Comité Campesino del Comité Central fue «reorganizado», su posición como secretario fue asumida por Qu Qiubai, quien había sido ascendido hasta el Comité Permanente del nuevo Politburó (tal como era llamada entonces la Oficina Central).[38] Mao conservó su filiación en el comité y continuó su trabajo en la Asociación de los Campesinos de China. Pero sus posibilidades de crear en todos los rincones del país un movimiento campesino «tan veloz y violento que ningún poder … será capaz de suprimirlo», como había escrito a su vuelta de Hunan, parecían cada vez más remotas.[39]

Mientras tanto, el torrente de malas noticias llegadas desde otras provincias se convirtió en una inundación.

En Cantón, el gobernador derechista del Guomindang proclamó la ley marcial. Dos mil sospechosos de ser comunistas fueron acorralados y una veintena de ellos ejecutada. En las áreas bajo control directo de Chiang se lanzó una «campaña de depuración del partido» para extirpar a los comunistas. En Pekín, Li Dazhao y diecinueve de los que fueron detenidos con él durante el ataque a la embajada soviética fueron estrangulados por orden de Zhang Zuolin.[40]

A principios de mayo sólo Hubei, Hunan y Jiangxi, cuyo gobernador, Zhu Peide, era un viejo aliado de Wang Jingwei, se mantenían bajo el control del gobierno de Wuhan.

Aún más seria era la crisis económica. La actividad del movimiento obrero había sumido a las ciudades en un estado de anarquía. Hankou, Hanyang y Wuchang tenían más de trescientos mil desempleados. La población extranjera había disminuido de cuatro mil quinientos a mil trescientos residentes y la difícil situación de los que se mantenían era descrita en The Times bajo el titular «Terror rojo en Hankou»:

El gobierno es ahora por completo comunista, los negocios son imposibles, los sindicatos obreros y los piquetes reinan en la ciudad, mientras los soldados dan muestra de un temperamento violento y se ha vuelto inseguro para los [súbditos] británicos aparecer por las calles. Los gerentes de las empresas se han convertido ahora en el principal objetivo de la violencia de la muchedumbre, y algunos son perseguidos por las calles con bayonetas.[41]

La situación se complicó aún más cuando los bancos chinos de Cantón y Shanghai, siguiendo las órdenes de Chiang, suspendieron sus relaciones con Wuhan. Cesó la recaudación de impuestos, el gobierno emitió dinero sin el respaldo del tesoro, los bienes de primera necesidad desaparecieron de las tiendas. A finales de abril se temía incluso una nueva carestía de arroz, a raíz de la decisión de las autoridades revolucionarias de Hunan de parar la exportación de grano para contener los precios.[42]

A instancias de Borodin, el Consejo Político del Guomindang proclamó la prohibición de las huelgas ilegales, así como la aplicación de medidas para imponer «disciplina revolucionaria» al movimiento obrero, estabilizar el valor del dinero, regular los precios y proporcionar auxilio a los desempleados.[43]

Pero en aquellas circunstancias el equilibrio militar comenzó una vez más a desnivelarse. Las fuerzas de Tang Shengzhi habían avanzado hacia el norte para unirse en Henan al Ejército del Nuevo Pueblo, comandado por Feng Yuxiang. Sólo una guarnición básica continuaba acuartelada en Hubei, lo que concedió una oportunidad a Chiang Kai-shek para probar la capacidad defensiva de Wuhan.[44] A mediados de mayo, el general Xia Douyin, comandante nacionalista de Yichang, trescientos kilómetros río arriba, se unió a los estandartes de Chiang y marchó hacia Hankou encabezando una fuerza de dos mil hombres. Con el aliento de Chiang otros generales nominalmente leales a Wuhan movilizaron sus tropas hasta la retaguardia. El 18 de mayo se informó de la presencia de las tropas de vanguardia de Xia a pocos kilómetros de Wuchang. Los tenderos cerraron los postigos y se detuvo el servicio de transbordador para cruzar el río. Ye Ting, un comunista que había sido nombrado comandante en funciones de la guarnición, reunió a varios centenares de cadetes y hombres de una división de instrucción y les preparó lo mejor que supo para presentar batalla. A Mao se le pidió que movilizase los cuatrocientos estudiantes del Instituto del Movimiento Obrero, a cada uno de los cuales se le facilitó un anticuado rifle e instrucción militar rudimentaria con el objetivo de patrullar por las calles de la ciudad.

A la mañana siguiente, la improvisada fuerza de Ye Ting avanzó desde la ciudad y los hombres de Xia fueron derrotados.[45] Pero el fuego que habían encendido no se extinguiría con facilidad.

Rumores disparatados comenzaron a circular por Changsha explicando la caída de Wuhan, la huida de Wang Jingwei o la ejecución de Borodin. Aquella primavera el conflicto de facciones entre los elementos izquierdistas y moderados había escapado a todo control. En abril, algunos eminentes ciudadanos vinculados con el ala derecha o con la comunidad extranjera, incluido Ye Dehui, el viejo intelectual ultraconservador que había contribuido a instigar los disturbios por el arroz de 1910 que tanto habían impresionado a Mao cuando era niño, fueron arrestados y fusilados. Los enfrentamientos se referían por aquel entonces a los soldados y los activistas de las asociaciones campesinas. El 19 de mayo el suegro de He Jian, el lugarteniente de Tang Shengzhi, fue golpeado por los manifestantes comunistas.[46]

Dos días después, el 21 de mayo de 1927, el día del caballo en el calendario antiguo, el comandante de la guarnición de Changsha, Xu Kexiang, decidió que ya había tenido bastante.[47]

A los líderes del Partido Comunista Chino en Hunan, a diferencia de sus colegas de Shanghai, les llegaron rumores de lo que se estaba fraguando.[48] Pero los tres mil obreros que integraban los piquetes que ellos encabezaban estaban armados sólo con varas y lanzas, y no pudieron concebir planes alternativos para la resistencia.[49] Por la tarde entre los dirigentes del partido se distribuyeron fondos de emergencia, y las mujeres y los niños fueron enviados a lugares seguros.[50] Los disparos comenzaron a las once de la noche y continuaron hasta el amanecer.[51] «Las llamas prendieron los cielos», escribió tiempo después la esposa de un dirigente. «Oí los disparos que llegaban de [la sede de la asociación campesina], armas automáticas y rifles … Todos los que estábamos en nuestra casa aguardábamos sentados en la sala del altar, totalmente atemorizados. Mi hijo de seis meses descansaba en mi regazo mamando de mi pecho, pero la leche no salía. Él lloraba y lloraba»[52].

Xu Kexiang alardeaba más tarde: «La neblina roja del terrorismo que había impregnado la ciudad durante tanto tiempo quedó desvanecida al alba con uno solo de mis bufidos».[53]

En el transcurso de las tres semanas siguientes se estima que fueron asesinadas en Changsha y sus alrededores unas diez mil personas.[54] Grupos de supuestos comunistas eran conducidos día a día, desde el amanecer hasta el anochecer, al viejo campo de ejecuciones que se extendía en la parte exterior de la puerta oeste.[55] Otros murieron el 31 de mayo en una fallida insurrección de los miembros de las fuerzas de autodefensa campesinas orquestada por el comité del partido de Hunan. En el último minuto habían llegado instrucciones desde Hankou para anularla. Pero los dos grupos que atacaron Changsha y Xiangtan no fueron advertidos del cambio de planes y resultaron aniquilados.[56]

La oleada de represión conservadora se propagó desde Hunan hasta Hubei, donde las tropas derrotadas de Xia Douyin se dejaron llevar por la furia, asesinando a miles de aldeanos.[57] En Jiangxi se disolvieron las asociaciones campesinas, desatando una tormenta de venganza que la pequeña burguesía se encargó de avivar. Por toda China, el terror rojo dejó paso al terror blanco, cuando las mintuan, las milicias de los terratenientes, tomaron represalias terribles contra los campesinos que se atrevían a alzarse contra ellas. Mao advirtió de ello en un informe preparado a mediados de junio para la Asociación de los Campesinos de China:

En Hunan … han decapitado al jefe del sindicato general obrero de Xiangtan y han pateado su cabeza como si fuese un balón, han llenado después su estómago de queroseno y han prendido fuego al cuerpo … En Hubei … los castigos brutales infligidos a los campesinos revolucionarios por la despótica elite incluyen aberraciones como sacar los ojos o arrancar la lengua, destripar los intestinos y decapitar, rasgar con cuchillos, raspar con arena, quemar con queroseno o marcar con hierro al rojo vivo. En el caso de las mujeres, punzan sus senos [con alambre de hierro, con el que las amarran a todas juntas] y las hacen desfilar desnudas en público, o simplemente las descuartizan.[58]

Cuando se puso fin a los asesinatos, en Liling, en la provincia de Hunan, habían muerto hasta ese momento ochenta mil personas. En los distritos de Chaling, Leiyang, Liuyang y Pingjiang fallecieron cerca de trescientas mil.[59] La matanza sobrepasó en mucho todo lo perpetrado por Zhang el Maligno cuando una década antes sus tropas habían devastado Hunan. No había acontecido nada similar en China desde que los Taiping habían convertido la década de 1850 en un auténtico baño de sangre.

El «incidente del día del caballo» y sus sangrientas consecuencias representaron un punto de inflexión en la evolución del Partido Comunista. «El Partido Comunista Chino aprendió de esta sanguinaria lección», escribió tiempo después Zhang Guotao, «que “sólo con las armas se puede responder a las armas”»[60].

Esta afirmación contaba con la clarividencia que proporciona el conocimiento del pasado. Pero la respuesta del partido en aquel momento fue dilatoria y confusa. Los primeros informes de la masacre de Changsha llegaron a Wuhan cuando los comunistas todavía estaban digiriendo la fallida rebelión de Xia Douyin, y resolvieron que, provisionalmente, el movimiento campesino tenía que moderarse para evitar que en el futuro volvieran a ocurrir sucesos semejantes.[61] De hecho, la conclusión inicial del Politburó, del 25 de mayo, fue que los campesinos, con sus excesos, se habían buscado su propia ruina. Al día siguiente, con la aprobación de Wang Jingwei, Borodin se dirigió hacia Changsha a la cabeza de una comisión conjunta del Partido Comunista Chino y el Guomindang para intentar averiguar lo ocurrido.[62] Tras su partida, Mao envió un mensaje en nombre de la Asociación de los Campesinos de China a los dirigentes de Hunan indicándoles que «fuesen pacientes y esperasen a los funcionarios del gobierno para evitar mayores rencillas».[63] La comisión nunca llegó a su destino. Tuvo que regresar al alcanzar la frontera de Hunan (según algunas fuentes por la advertencia de Xu Kexiang de que, si no se volvían, todos sus miembros serían asesinados).[64] Sólo entonces apeló el Comité Central a los dirigentes del Guomindang para que disolviesen el «comité insurrecto» de Xu Kexiang, enviasen una expedición punitiva a Changsha, comandada por Tang Shengzhi, entonces considerado por los comunistas como su aliado, y abasteciesen de armas a los campesinos para su propia defensa.[65] Se hizo caso omiso a cualquiera de estas demandas.

A finales de mayo Mao solicitó al Politburó que le enviase a Hunan para ayudar a reconstruir allí la organización del partido. Diez días después fue destinado a Xiangtan con el objetivo de organizar un nuevo comité provincial, del que debía ocupar el secretariado. Pero la decisión se revocó casi de inmediato.[66] Aun así, desde principios de junio Mao se encargó de la negociación diaria de los asuntos de Hunan[67] y durante unas semanas intentó, con cierto éxito, a través de declaraciones y directrices, conseguir una reconciliación entre las demandas del partido de que el campesinado retornase al orden y la aguerrida defensa de lo que él insistía eran legítimos «medios violentos de resistencia».[68]

Sin embargo, se acercaba desde el lugar más inesperado otro revés que azotaría a los sitiados comunistas chinos.

Desde el golpe de Chiang en abril, Stalin se había mantenido enfrascado en una lucha con Trotski sobre su responsabilidad en la debacle china.[69] En consecuencia, el Partido Comunista se vio liberado para poder continuar según su criterio. Pero el 1 de junio de 1927,[70] después de un largo pleno del Comintern en el Kremlin inusualmente secreto, llegó un telegrama a Hankou.[71] En él el Kremlin instaba al Comité Central a adoptar una política más rigurosa. Debía promover la revolución agrícola «por todos los medios posibles». Cualquier exceso debía ser tratado por las asociaciones campesinas. El Guomindang tenía que organizar un tribunal revolucionario que impusiera castigos severos a los oficiales que mantuviesen contactos con Chiang Kai-shek o empleasen las tropas para dominar a las masas. «La persuasión no basta: es hora de actuar», declaró Stalin. «Los canallas serán castigados». Se debía crear un ejército con garantías «antes de que fuese demasiado tarde», movilizando «unos veinte mil comunistas y cincuenta mil obreros y campesinos revolucionarios de Hunan y Hubei», para «acabar de inmediato con la dependencia de generales veleidosos». El Comité Ejecutivo Central del Guomindang también necesitaba una transfusión de sangre nueva. Eran necesarios nuevos dirigentes poderosos formados entre los campesinos y la clase obrera para robustecer la determinación de «ciertos líderes veteranos» que «vacilaban y flaqueaban», o de lo contrario tendrían que expulsarlos a todos.[72]

Cuando se leyó la misiva, según Zhang Guotao, los miembros del Politburó «no sabían si llorar o reír».[73] Tiempo después Chen Duxiu escribió que fue «como tomar un baño de mierda».[74] Incluso Borodin y Voitinsky estuvieron de acuerdo en que no tenía ningún sentido intentar ponerla en práctica.[75]

No es que las ideas de Stalin estuviesen equivocadas. Un año antes los dirigentes del Partido Comunista Chino habían solicitado a Moscú un total de cinco mil rifles para armar una fuerza campesina independiente en Guangdong, pero la petición había sido desestimada porque podía crear desconfianza entre el ejército del Guomindang.[76] Mao y Cai Hesen llevaban largo tiempo defendiendo que eran las asociaciones campesinas, y no otras fuerzas externas, las que debían ocuparse de los excesos campesinos.[77] Pero la sentencia de Stalin sobre la necesidad de un equilibrio político en el movimiento revolucionario debió de sonar como llegada de otro planeta. Ni la izquierda del Guomindang ni, aún menos, el Partido Comunista Chino tenían capacidad alguna para disciplinar a los «generales veleidosos». Y los comunistas no podían reorganizar un Comité Ejecutivo Central del Guomindang que se estaba inclinando tan rápidamente hacia la de recha que fueron necesarias todas las energías del Partido Comunista Chino para mantener intacta su alianza.

Roy, que esperaba que el telegrama estimulase al partido para que apoyase con mayor decisión el movimiento campesino, aprovechó la coyuntura para tomar las riendas del asunto.

Sin consultar a Borodin o a cualquiera de los dirigentes chinos, mostró el telegrama a Wang Jingwei. No se han aclarado convenientemente sus motivos, pero parece que, al igual que Stalin, juzgó mal el equilibrio político, y creyó que para Wang el apoyo comunista era todavía lo suficientemente importante para que una muestra del desencanto de Moscú ante la actitud del Guomindang le animase a adoptar una política más radical. Pero como se pudo comprobar, el efecto fue otro muy distinto. Wang decidió que la alianza entre el Guomindang y el Partido Comunista Chino había llegado a su fin. Al día siguiente, el 6 de junio, él mismo encabezó una delegación de la izquierda del Guomindang a Zhengzhou, en Henan, que acababa de caer a manos de Feng Yuxiang, supuestamente para discutir una alianza conjunta contra Chiang Kai-shek, pero en realidad para iniciar tentativas de paz con el fin de llegar a una futura reconciliación con el ala derecha del partido en Nanjing.[78]

El despropósito de Roy aceleró lo inevitable. Los dos corceles desbocados que el Partido Comunista Chino pretendía montar —la revuelta campesina y la revolución burguesa— habían estado durante los últimos meses tirando cada uno por su lado. De modo que, incluso sin ese movimiento en falso, el incidente del día del caballo habría significado la separación definitiva de sus caminos.

El 15 de junio Chen Duxiu envió a Stalin la respuesta del Politburó, que destacaba tanto por su manifiesto desespero ante el modo de hacer del líder soviético como por su presagio de inminente perdición:

El movimiento campesino mostraba en Hunan una evolución particularmente rápida. El 90 por 100 de los miembros del ejército nacional es originario de Hunan. El ejército entero es hostil a los excesos del movimiento campesino … En semejante situación no sólo el Guomindang sino también el Partido Comunista deben adoptar una política de concesiones … De lo contrario … se producirá un cisma en el Guomindang … [De hecho,] es posible que esto sea inevitable en el futuro próximo … Vuestras instrucciones son correctas y cruciales. Expresamos nuestro pleno acuerdo … pero será imposible alcanzarlo a corto plazo … Hasta que no nos veamos en posición de cumplir con estas tareas por nosotros mismos, será necesario mantener unas buenas relaciones [con los líderes de la izquierda del Guomindang y del ejército nacional].[79]

La única instrucción del dirigente ruso que Chen dejó sin réplica directa fue la orden de crear «vuestro propio ejército digno de confianza». No fue un descuido. El 26 de mayo, algo menos de una semana antes de que llegase el telegrama de Stalin, el Politburó había insistido en que se debía evitar el conflicto armado y, de hecho, ésta fue la razón de la anulación del ataque a Changsha del 31 de mayo.[80] Pero aquello iba a cambiar. Aunque tarde, la cuestión de una fuerza comunista independiente estaba siendo discutida muy en serio.

La persistente trascendencia del telegrama de Stalin, mucho después de quedar olvidada la inmediata controversia que provocó, residía precisamente en el hecho de que había sembrado las semillas de las que, a lo largo de los meses siguientes, germinaría el Ejército Rojo chino.[81]

En el momento en que Chen envió la respuesta del Politburó ya se había creado una comisión secreta del Comité Central, encabezada por Zhou Enlai, entonces secretario de la Comisión Militar del Comité Central, que elaboró un detallado plan para infiltrar a más de un centenar de agentes comunistas en Hunan con el fin de organizar alzamientos armados de campesinos contra las fuerzas de Xu Kexiang. En una reunión celebrada en Wuhan poco antes de que partiese la misión, Mao les comunicó que su objetivo era volver a sus tierras natales y «mantener viva la lucha armada mediante la fuerza armada». Las previsiones, según parece, eran que si las insurrecciones llegaban a buen puerto, las unidades de campesinos comandadas por los comunistas formarían la base del «ejército digno de confianza» que reclamaba Stalin.[82]

El 24 de junio Mao fue designado secretario del partido de Hunan y partió de inmediato hacia Changsha para observar qué se podía salvar en medio de aquella persistente represión. Unos días después indicó en Hengshan a un grupo de oficiales supervivientes del partido y de la Liga de las Juventudes que el tiempo de las dudas había llegado a su fin. A partir de entonces debían responder a «las armas con las armas».

Pero mientras Mao hablaba, la tierra se resquebrajaba bajo los pies de los comunistas.

Era inminente una ruptura abierta entre Wang Jingwei y los rusos. Los propios consejeros rusos pudieron contemplar las advertencias garabateadas sobre los muros y prepararon con antelación su equipaje.[83] No sólo se trataba de los titubeos de Wang; el otro protegido de Moscú, Feng Yuxiang, había cambiado de bando como compensación a un subsidio mensual de dos millones de dólares y respaldaba ahora a Chiang Kai-shek.[84]

Una oleada de sombrío pesimismo desoló al Politburó.[85] Cai Hesen recordaba que «[todos nosotros] vagábamos exangües, con aspecto deprimido … y éramos incapaces … de tomar decisiones firmes y definitivas sobre cualquier asunto».

Aparecieron algunos signos de desesperación. El 23 de junio el secretariado del Comité Central hizo pública una melodramática advertencia indicando que «una fractura inmediata con el Guomindang significaría la inminente liquidación de nuestro partido», y proponía la creación de un nuevo «incidente del 30 de mayo» como el que había llevado al país a las armas en 1925 para «alejarnos de esta peligrosa crisis».[86] La ejecución de tan descabellada aventura se dejó en manos de Roy. «La idea de colaborar con el Guomindang», dijo severamente a la cúpula, «se está convirtiendo en un fetiche real en cuyo honor se sacrifica todo lo demás»[87] Su advertencia fue ignorada. El 30 de junio, en un último intento para evitar el colapso final, el Politburó aprobó una resolución cobarde que ratificaba la «posición privilegiada [del Guomindang] en la revolución nacional», dejando a las organizaciones de trabajadores y campesinos —incluidas las fuerzas de autodefensa campesina— bajo la supervisión del Guomindang, restringiendo la función de los piquetes de obreros y limitando las demandas de las huelgas.[88].

Casi al mismo tiempo Mao recibió un llamamiento urgente para abandonar los planes de insurrección en Hunan y retornar a Wuhan. Evidentemente, Borodin había decidido que la amenaza a lo que quedaba de aquella alianza con la izquierda del Guomindang acarrearía muchos más perjuicios que posibles beneficios.[89]

El lunes 4 de julio Mao y Liu Zhixun, jefe de la ahora prohibida asociación campesina de Hunan, asistieron en Wuchang a una asamblea ampliada del Comité Permanente del Politburó para intentar decidir el siguiente paso.[90] Las actas que se han conservado muestran una cúpula intentando aferrarse a meras ilusiones. Gran parte de las discusiones se refirieron a la relación existente entre Tang Shengzhi y su subordinado, el general He Jian, oficial en jefe de Xu Kexiang. He Jian era públicamente anticomunista y Tang se estaba inclinando velozmente hacia la derecha.[91] Pero durante la reunión todavía se pretendía creer que, en palabras de Mao, era posible «fomentar la discordia … entre Tang y He [y] arrastrar a Tang hacia nuestra causa». Era más un deseo que un razonamiento. En julio de 1927, los dirigentes comunistas ya habían perdido la capacidad de ejercer cualquier influencia política, y eso era algo de lo que todos, en su fuero interno, eran conscientes.

La cuestión fundamental que debían afrontar era la función de las unidades locales de autodefensa campesina que ya se habían creado antes de revocar el plan de sublevación. Cai Hesen sugirió que podían «lanzarse a los montes» y comenzar la rebelión desde allí. Pero Li Weihan objetó que de obrar así el siguiente paso sería su adhesión al bandolerismo. Propuso que debían transformarse en una fuerza pacificadora local con sanción oficial. Y si eso no era posible, añadió, deberían deponer las armas y aguardar. Chen Duxiu mantenía que los campesinos podrían formar una fuerza armada imponente después de haber sido instruidos por el ejército nacional (comandado por el Guomindang). Mao lo resumió así:

Además de [la posibilidad de convertir las unidades en una fuerza pacificadora, en la práctica de difícil legalización], existían dos posturas: a) ir a los montes; o b) unirse al ejército. Si se lanzaban a los montes, podíamos crear la base de una fuerza militar real … Si no mantenemos [semejante] fuerza, cuando surjan nuevas emergencias estaremos desamparados.[92]

La discusión se prolongó sin que se tomase decisión alguna. Pero estaba claro que en la mente de Mao, al igual que en la de Cai Hesen, se estaba comenzando a formar el germen de una futura estrategia.[93]

No obstante, mientras dialogaban, los acontecimientos se aproximaban a su conclusión.

Stalin no estaba conforme con el mensaje que Chen Duxiu había enviado el pasado 15 de junio. Durante la primera semana de julio, si no antes, ya había decidido que Chen debía abandonar su posición. Roy y Voitinsky fueron reclamados en Moscú y el 10 de julio, a través de un artículo en Pravda, Bujarin denunció a la cúpula del Partido Comunista Chino por haber rechazado los dictámenes soviéticos, supuestamente por ser «poco prácticos». Dos días después Chen presentó su renuncia y se formó un Comité Permanente Provisional del Comité Central integrado por cinco miembros —incluyendo Zhang Guotao, Li Weihan, Zhou Enlai, Li Lisan y Zhang Tailei— para revisar los asuntos cotidianos mientras Borodin y Qu Qiubai, designado sucesor de Chen, se retiraban a un refugio del monte Lushan para considerar las opciones del partido.

Al día siguiente, el 13 de julio, la nueva central del partido aprobó, aunque no se anunció inmediatamente, un manifiesto en el que se acusaba a los dirigentes de la izquierda del Guomindang de «traicionar a las masas obreras». Durante los días 14 y 15 de julio, la cúpula de la izquierda del Guomindang, también congregada en una reunión cerrada, aprobó medidas para restringir aún más el papel de los comunistas, un paso equivalente a su exclusión. Finalmente, el 16 de julio, tanto el manifiesto como las resoluciones fueron publicadas.

Pero la ficción no había terminado. Siguiendo las instrucciones de Moscú, el Partido Comunista Chino mantuvo la pretensión de que continuaba existiendo un frente unido con «los elementos progresistas de la izquierda del Guomindang».[94] La realidad, sin embargo, era que la alianza había llegado a su fin. En pocas horas las tropas del general He Jian ocuparon el Sindicato Obrero y comenzaron a asediar a los sospechosos de ser comunistas.[95] Mao y el resto de dirigentes del partido tuvieron que ocultarse. Chen Duxiu, enfundado en un disfraz, embarcó en un vapor con destino a Shanghai.[96] Los consejeros soviéticos que todavía resistían partieron. Una asamblea de las figuras más destacadas del Guomindang, encabezada por el mismo Wang Jingwei, dedicó a Borodin, uno de los últimos en marchar, una despedida ceremonial en la estación de ferrocarril de Hankou. Posteriormente llegaría a Siberia, después de un agotador viaje en automóvil por el Gobi, a principios de agosto.[97] La influencia moscovita en China, a la cual Stalin había dedicado millones de rublos de oro, había quedado reducida a la nada.

También la izquierda del Guomindang se derrumbaría a finales de año y Wang Jingwei huiría a Europa. Cuando la década se aproximase a su fin, Chiang Kai-shek tomaría Pekín y se convertiría en el nuevo gobernador de China.

Pero eso todavía formaba parte del futuro. En el bochornoso calor de finales de julio de 1927, Yang Kaihui y sus tres pequeños hijos hacían su último viaje a Changsha.[98] El frente unido había desaparecido. La revolución comunista estaba a punto de comenzar.

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