Mao

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7. El poder de las armas

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Durante una semana, aproximadamente, Mao se mantuvo indeciso. La alternativa era ir más al sur, hasta la frontera entre Hunan y Guangdong, e intentar contactar con Zhu De y He Long, quienes deberían haber llegado hasta allí desde Nanchang. Pero a mediados de octubre supo, a través de un periódico, que las fuerzas de He habían sido derrotadas y dispersadas, y que se había iniciado una matanza.

Desde el punto de vista militar, Jinggangshan, defendido adecuadamente, era un lugar realmente inexpugnable. Se extiende en la confluencia de cuatro distritos —Ninggang, Yongxin, Suichuan y Lingxian— en el corazón de la cordillera de Louxiao, que se extiende por la línea fronteriza de Hunan y Jiangxi hasta llegar a Guangdong, en el sur.

El macizo consiste en una franja de negros y amenazadores montes que se funden con las nubes, de afilados riscos, con espesos bosques de alarces, pinos y bambúes, donde las cascadas se deslizan por entre escarpadas gargantas para perderse en la lejanía, entre estrechos torrentes azules y elevados pináculos de roca desnuda que emergen desde precipicios invisibles por detrás del impenetrable velo de vegetación subtropical. Es un paisaje para poetas, majestuoso, pero desesperadamente pobre.

En las tierras altas apenas había campos suficientes para el cultivo, excavados en las laderas o en pequeñas zonas de la altiplanicie, capaces apenas de alimentar una población de algo menos de dos mil habitantes. Éstos vivían en destartaladas casas de madera y pequeñas cabañas de piedra sin apenas ventanas, desperdigadas alrededor del principal asentamiento, Ciping —donde media docena de comerciantes había erigido algunas tiendas, lugar en que se celebraba un mercado semanal—, así como de otras cinco aldeas —Gran Pozo, Pequeño Pozo, Pozo Central, Pozo Inferior y Pozo Superior— que daban nombre a Jinggangshan (montaña del Cerro del Pozo). Los aldeanos se alimentaban de una variedad rojiza local de arroz silvestre y de las ardillas y tejones que atrapaban. El grano para las tropas se traía a través de los montes, a espaldas de los porteadores, desde los distritos más fértiles de las llanuras.[81]

Maoping se convirtió en la principal base de avanzadilla de Mao. Durante los doce meses siguientes, siempre que la situación militar se normalizaba, el ejército fijaba allí su cuartel general. Impuso a las tropas tres tareas principales. En la batalla, dijo Mao, debían luchar hasta alcanzar la victoria. A continuación tenían que expropiar las tierras de los terratenientes, tanto para ofrecer la tierra a los campesinos como para procurarse reservas que cubriesen las necesidades del ejército. En tiempos de paz debían esforzarse para convencer a «las masas», a los campesinos, los trabajadores y la pequeña burguesía. En noviembre el ejército ocupó Chaling, cuarenta y cinco kilómetros al oeste, y proclamó la fundación de un «gobierno soviético de soldados, campesinos y obreros», el primero del área fronteriza. Llegó a su fin apenas un mes después, cuando las fuerzas del Guomindang volvieron a la zona, pero otros soviets fronterizos tomaron el testigo en Sichuan, en enero de 1928, y Ninggang, en febrero.

Cuando la presión de los ataques del Guomindang se agudizó, Maoping fue abandonado y el ejército se retiró a las montañas, en el bastión de Wang Zuo, en Dajing (Gran Pozo), casi veinte kilómetros más al sur, desde donde podían controlar los desfiladeros. Wang vivía en una antigua casa que sus hombres habían requisado a un terrateniente, un auténtico palacio residencial en medio de aquella miseria, de muros blanqueados y gabletes, aleros delicados bajo techumbres entejadas de esquisto, caballetes ornamentados y más de una docena de habitaciones revestidas de madera y dotadas de mesas y camas con dosel, construidas alrededor de tres grandes patios interiores, cada uno de ellos abierto al cielo y dotado de un pozo en el centro para drenar el agua de la lluvia. Mao se había aproximado a Wang Zuo, al igual que lo había hecho con Yuan Wencai, con un importante agasajo de rifles y la oferta de ayuda de los consejeros comunistas para contribuir a la instrucción militar de su fuerza. Wang inicialmente se mantuvo cauto, pero después de que el líder del grupo de instrucción, He Changgong, le ayudase a derrotar a la milicia de un terrateniente que había estado atormentando a sus hombres, también él se sumó a la causa.

Aquel invierno se convirtió para Mao en un espacio vital para comenzar a asumir sus nuevas ocupaciones militares. Había conseguido asumir la importancia del ejemplo en el liderazgo, animando a hombres exhaustos a seguirle con la única fuerza de la voluntad. En tanto que la mayoría de los soldados eran analfabetos, inicialmente se valió de cuentos populares e imágenes gráficas para explicar sus ideas. «El dios del trueno azota el doufu»,[T15] les comentaba para hacerles entender por qué tenían que concentrar sus fuerzas para atacar los puntos débiles del enemigo. Chiang Kai-shek era como un enorme caldero lleno de agua, mientras que el ejército revolucionario era como un guijarro diminuto. Pero el guijarro era duro, y a fuerza de golpear, algún día aquel caldero se rompería.

La calma no podía continuar indefinidamente. A mediados de febrero las fuerzas de Yuan Wencai y Wang Zuo se combinaron para formar el segundo regimiento, con He Changgong como representante del partido y varios dirigentes comunistas infiltrados entre las tropas. Diez días después llegaron noticias de que el ejército del Guomindang en Jiangxi había enviado un batallón para ocupar Xincheng, a unos doce kilómetros al norte de Maoping. A lo largo de la noche del 17 de febrero, Mao comandó tres batallones formados por sus propios hombres para rodear al adversario. Al amanecer, cuando las tropas enemigas realizaban sus ejercicios matinales, dio la orden de atacar.

La batalla duró algunas horas. Cuando llegó a su fin, el comandante enemigo y su lugarteniente habían muerto y se habían tomado más de cien prisioneros. Después de escoltarles hasta Maoping, Mao les dijo, para su sorpresa —tal como había hecho con sus propios hombres en Sanwan cinco meses antes—, que a todo el que desease irse se le entregaría dinero y se le permitiría partir. Los que decidiesen quedarse pasarían a engrosar el ejército revolucionario. Muchos se quedaron. La estrategia se mostró tan efectiva que algunos comandantes del Guomindang comenzaron a liberar a los prisioneros comunistas en un intento de emularle.[82]

La victoria de Mao también tuvo un precio. Los comandantes de Hunan y Jiangxi comprendieron la naturaleza del enemigo con el que se enfrentaban, de modo que comenzaron a reunir mayores efectivos para atacar el reducto de Jinggangshan e impusieron un bloqueo económico. Pero sus preocupaciones por esa cuestión pronto quedaron eclipsadas por problemas de muy distinto signo.

Desde octubre de 1927, Mao había intentado entrar en contacto con el comité provincial de Hunan, jerárquicamente superior al Comité del Frente que él dirigía. Algunos de sus mensajes, según parece, llegaron a su destino, pues a mediados de diciembre la central del partido estaba lo suficientemente informada de sus actividades como para escribir a Zhu De, entonces en el norte de Guangdong, sugiriéndole que estableciese vínculos con Mao. Sin que los dirigentes en Shanghai lo supiesen, Zhu ya había contactado algunas semanas antes con la base de Jinggangshan, enviando un mensajero que no era otro que el menor de los hermanos de Mao, Zetan, que había acompañado a las fuerzas de Zhu desde Nanchang. A partir de entonces ambos ejércitos mantuvieron contactos esporádicos. Pero el Politburó permanecía dividido en su valoración de la conducta de Mao. Qu Qiubai, que reconocía y admiraba el espíritu independiente de Mao, estaba dispuesto a dejarle actuar, aunque hasta cierto límite, según juzgase conveniente.[83] Zhou Enlai, que continuaba a cargo de los asuntos militares y se había convertido en uno de los compañeros más poderosos de Qu, cuestionaba las tácticas de Mao.[84] Sus tropas tenían «un carácter bandidesco», atacaba Zhou, y actuaban «desplazándose constantemente de un lugar a otro».[85] En una circular del Comité Central sobre las insurrecciones armadas, divulgada en enero de 1928, citó el liderazgo de Mao en la sublevación de la cosecha de otoño como un ejemplo de actuación errónea:

[Semejantes dirigentes] no confían en la fuerza de las masas sino que se inclinan hacia el oportunismo militarista, elaboran sus planes en términos de fuerzas militares, calculando cómo desplazar esta o aquella unidad del ejército, este o aquel ejército campesino, este o aquel cuerpo armado de obreros y campesinos para la contención, pensando en cómo enlazar con las fuerzas de este o aquel cabecilla de bandidos … y cómo desatar de este modo una «sublevación armada» a través de conspiraciones, enmascaradas como si fuesen estrategias. Las llamadas sublevaciones armadas no tienen relación alguna con las masas.[86]

Zhou fue con casi total seguridad el responsable de otra directriz del Comité Central, que también llegó a Changsha en enero de 1928, que acusaba a Mao de «serios errores políticos» y autorizaba al comité provincial de Hunan a destituirle como dirigente del partido en la zona fronteriza y a elaborar un nuevo plan de trabajo para el ejército que se «amoldase a las necesidades reales».[87]

El portador de estas nuevas, Zhou Lu, un joven oficial del Comité Especial del Sur de Hunan, llegó a Maoping durante la primera semana de marzo.[88] Se aplicó a la misión con denuedo, no sólo anunciando a Mao que había sido destituido del Politburó y del comité provincial de Hunan —lo que, a pesar de sus disputas con la central del partido de seis meses antes, tuvo que ser para él algo sorprendente—, sino también informándole, falsamente, que había sido expulsado del partido. Si aquello fue un simple error o una maniobra deliberada para acabar con la autoridad de Mao es algo que continúa sin esclarecerse. Pero, en la forma que se produjo, tras meses de dificultades, justo cuando el ejército acababa de conseguir su primera victoria y la zona base comenzaba a tomar forma, aquello tuvo que ser un duro golpe. Las injustificadas acusaciones, escribió Mao tiempo después, resultaron intolerables.[89]

En esta nueva coyuntura, «fuera del partido», Mao se convirtió en comandante de división (un cargo vacante desde que en febrero se formó el segundo regimiento). Se abolió el Comité del Frente, y Zhou Lu pasó a actuar como representante del partido.[90]

En este punto, las rivalidades locales asumieron un nuevo protagonismo. La primera preocupación de los comités provinciales, tanto de Hunan como de Jiangxi, era promover la revolución en sus propias áreas. En diciembre, la fuerza de Zhu De había abandonado su base de Guangdong para avanzar hacia el norte hasta el sureste de Hunan, donde promovió levantamientos campesinos y fundó «soviets de soldados, campesinos y obreros» en la ciudad fronteriza de Yizhang, y en Chenxian y Leiyang, más al norte.[91] La primera decisión de Zhou Lu al asumir su cargo a principios de marzo fue ordenar que la división de Mao en Hunan respaldase al ejército de Zhu De. Mao obedeció, pero avanzó con parsimonia. Dos semanas después, sus fuerzas estaban todavía a pocos kilómetros del límite de Jiangxi. Cuando las tropas de Zhu se vieron atacadas por unidades regulares del Guomindang llegadas de Hunan y Guangdong, el segundo regimiento de Mao tuvo que correr en su ayuda. En el momento en que consiguieron desembarazarse del enemigo, Zhou Lu había sufrido la máxima pena que podía corresponderle por sus maniobras en el comité de Hunan: había sido capturado y ejecutado. Mao avanzó hacia el norte, hasta Lingxian, donde las fuerzas perseguidoras fueron repelidas. La zona base, que había sido tomada por la milicia de un terrateniente, fue reconquistada, y en Lingxian o Ninggang —las fuentes difieren— él y Zhu se encontraron por vez primera hacia finales de abril.

Zhu tenía cuarenta y un años, siete más que Mao. Agnes Smedley, que pasó varios meses con él durante los años treinta, escribió que, a diferencia de Mao, quien con su «mente extraña y cavilosa, en perpetuo forcejeo con los … problemas de la revolución» era esencialmente un intelectual,[92] Zhu era «un hombre de acción y un organizador militar»:

[véase mapa].

Medía alrededor de un metro setenta y tres. No era feo ni hermoso, y no había nada de heroico o portentoso en él. Su cabeza era redonda y estaba cubierta de una mata corta de pelo negro jaspeado de gris, su frente era amplia y despejada, sus pómulos, prominentes. La mandíbula y el mentón, fuertes y tercos, albergaban una gran boca y unos dientes perfectos que centelleaban al sonreír … Era un hombre de apariencia tan común que si no hubiese sido por su uniforme [raído y descolorido de tanto llevarlo y lavarlo] habría podido pasar por cualquier campesino de cualquier pueblo de China.[93]

Pero la vida de Zhu encarnó, con mayor dramatismo que la de Mao, la confusa combinación de contradicciones y transformaciones que azotó a China a finales del siglo XIX y principios del XX. Nacido en el seno de una familia sichuanesa de campesinos pobres, consiguió el grado de xiucai, paso previo para convertirse en mandarín. A pesar de ello, se convirtió en un pequeño cacique militar, además de en un adicto al opio. En 1922, tras un período de curas en Shanghai, tomó un barco con destino a Europa, donde conoció a Zhou Enlai. Él le introdujo en el Partido Comunista. Estudió durante cuatro años en Berlín, hasta que volvió a China para retomar su carrera militar —esta vez en defensa de los comunistas— en el Cuarto Ejército, escindido del Guomindang, formado por los «caballeros», tal como orgullosamente se hacían llamar.[94]

La asociación entre Mao y Zhu De marcó el apogeo de la zona base de Jinggangshan, que rápidamente se expandió para alcanzar, aquel mismo verano, su momento de máximo esplendor, ocupando parcialmente hasta siete distritos distintos, con una población de más de quinientas mil personas.

También mejoró la fortuna política de Mao. En abril supo, por boca de Zhu, que su expulsión del partido nunca había tenido lugar. Después, en mayo, llegaron noticias desde la cúpula provincial del partido de que había sido autorizada la creación, que Mao había estado reclamando desde diciembre, de un Comité Especial de la Zona Fronteriza de Hunan y Jiangxi, con el mismo Mao como secretario.[95] Posteriormente se fundaba el gobierno soviético de la zona fronteriza, encabezado por Yuan Wencai.

Los dos ejércitos se fusionaron para crear el Cuarto Ejército Revolucionario de Obreros y Campesinos (llamado así a imitación del Cuarto Ejército del Guomindang, del que Zhu y muchos de sus oficiales eran originarios), poco después rebautizado —con la bendición del Politburó— como Cuarto Ejército Rojo, un cambio de nombre de no poca importancia, ya que señalaba el inicio del fin de la larga y estéril divergencia sobre los respectivos papeles del ejército y las masas rebeldes. Un Ejército Rojo, por definición, era rebelde, de modo que no podían surgir disensiones.

El ejército de Zhu y Mao, como sería conocido, comprendía cuatro regimientos, hasta alcanzar la cifra de ocho mil hombres: el vigésimo octavo, que tenía, como núcleo, los «caballeros» que habían acompañado a Zhu desde Nanchang; el vigésimo noveno, compuesto principalmente de unidades de autodefensa campesina del sur de Hunan; el trigésimo primero, que era el primer regimiento de Mao; y el trigésimo segundo (el antiguo segundo regimiento), bajo las órdenes de Yuan Wencai y Wang Zuo. En defensa de la unidad de las fuerzas, la figura de los dos comandantes de división fue abolida. Zhu se convirtió en el comandante del ejército, Mao en representante del partido, y Chen Yi, antiguo lugarteniente de Zhu, en secretario del comité militar del partido.

El 20 de mayo, sesenta delegados del Ejército Rojo y de los comités del partido de seis distritos distintos se congregaron en el salón del clan de los Xie, la familia de terratenientes más acaudalada de Maoping, para celebrar el primer congreso de organizaciones del partido de la zona fronteriza de Hunan y Jiangxi.[96]

A pesar de la fusión con la fuerza de Zhu De, el pesimismo era notable. La derrota de Zhu en Hunan y la facilidad con que las fuerzas de los terratenientes recuperaban el control de las áreas base, tan pronto como el Ejército Rojo se retiraba de ellas, habían suscitado dudas en muchos corazones sobre la validez de la estrategia insurrecta. Por este motivo, Mao decidió abordar la cuestión en uno de sus discursos, titulado «¿Durante cuánto tiempo se podrá defender la bandera roja?». Se trataba de un tema al que recurrió repetidamente a medida que el año avanzaba:

En ningún otro lugar del mundo se ha vivido la experiencia, dentro de un mismo país, de la existencia prolongada de una o varias zonas menores bajo el poder político rojo, estando rodeadas en las cuatro direcciones por el poder político blanco. Existen varias razones para explicar la emergencia de este curioso fenómeno … Sólo se puede concebir en la China [semicolonial], controlada indirectamente por el imperialismo … [donde se producen] continuas escisiones y enfrentamientos entre las fuerzas políticas blancas … [Nuestro] gobierno independiente de las fronteras de Hunan y Jiangxi es una de esas muchas zonas. En los tiempos difíciles y críticos, algunos camaradas albergan a menudo dudas sobre la supervivencia de este poder político rojo y manifiestan tendencias pesimistas … [Pero] con que sepamos sólo que las escisiones y las guerras entre las fuerzas blancas continuarán sin interrupción, no tendremos duda alguna sobre la emergencia, la supervivencia y el desarrollo, día a día, del poder político rojo.[97]

Existían otros factores igualmente necesarios, aseguraba Mao. Las áreas rojas podían existir sólo en provincias como Hunan, Hubei, Jiangxi o Guangdong, donde se habían desarrollado vigorosas campañas populares durante la Expedición Norte, y sólo si «la disposición revolucionaria de la nación entera continúa progresando» (como, según insistía Mao, era el caso de China). Además, era necesario que las fuerzas regulares del Ejército Rojo las protegiesen y que un tenaz Partido Comunista las dirigiese. Pero, incluso en tal caso, reconocía, llegarían momentos en que sería muy difícil mantener el control sobre esas áreas: «La lucha interna entre los señores de la guerra no se puede prolongar un día tras otro sin detenerse. Siempre que el poder político blanco goce, en una o más provincias, de períodos de estabilidad, la clase gobernante … sin duda alguna, no escatimará esfuerzos en destruir el poder político rojo». Sin embargo, aclaraba Mao, entre las fuerzas blancas «los compromisos sólo pueden ser temporales; y un compromiso transitorio para hoy prepara la escena de una guerra de mayores dimensiones para mañana».

El proceder más correcto en tales circunstancias consistía, según argumentaba Mao, no en ambicionar todo el país, organizando levantamientos que fracasarían tan pronto como el ejército se alejase, sino en conseguir que la revolución arraigase lo más profundo posible en una zona única.

Cuando el congreso de apenas dos días llegó a su fin, las propuestas políticas de Mao habían sido aprobadas.

En una época en que Jinggangshan estaba bajo presión constante del enemigo —en las tres semanas posteriores a la llegada de Zhu De habían sido abortadas dos nuevas ofensivas enemigas de grandes dimensiones— aquella estrategia requería unos nervios de acero. Pero la confianza de Mao en su nuevo cargo de estratega militar iba en aumento. A lo largo del invierno había oído por boca de los campesinos algunos relatos sobre un legendario bandido de las montañas llamado Ju, el viejo sordo, que había luchado siguiendo la máxima de que «todo lo que hay que conocer sobre la guerra es cómo zarcear de un lado a otro».[98] La moraleja, dijo a sus tropas, era que debían mantenerse lejos de las fuerzas principales del enemigo, obligarlas a marchar en círculos y, en el momento en que estuviesen confundidas y desorientadas, atacar sobre los puntos más débiles.

Aquello quedó resumido en una lacónica rima popular que condensaba la esencia de la futura estrategia del Ejército Rojo. Su versión final, elaborada en mayo por Mao y Zhu y popularizada a lo largo y ancho del ejército, contenía dieciséis caracteres:

Di jin, wo tui

[Cuando el] enemigo avanza, yo retrocedo,

Di xiu, wo rao

[Cuando el] enemigo reposa, yo le hostigo,

Di pi, wo da

[Cuando el] enemigo se agota, yo ataco,

Di tui, wo zhui

[Cuando el] enemigo retrocede, yo le persigo.

[99]

Meses después se dictaron dos nuevos principios:

Concentrar al Ejército Rojo para luchar contra el enemigo … y evitar la dispersión de las fuerzas para impedir que sean destruidas una tras otra.

Cuando ampliamos la zona bajo [nuestro control], adoptar la política de avanzar en paulatinas oleadas y oponerse a la política de avance global.[100]

Al mismo tiempo, las directrices por las que se debía regir el trato del ejército a los civiles, que Mao había hecho públicas por vez primera en Sanwan en septiembre de 1927, fueron ampliadas hasta convertirse en los llamados «Seis principales puntos de atención». Se instaba a los soldados a reemplazar los colchones de paja y los tablones de madera que hacían las funciones de yacija después de pernoctar en las casas de los campesinos, devolver todo lo que tomasen prestado, pagar por todos los daños que provocasen, ser corteses, ser justos en las negociaciones y tratar con humanidad a los campesinos.[101] Posteriormente Lin Biao añadió dos «Puntos de atención» más: «No molestar a las mujeres» (en versiones anteriores, «No bañarse a la vista de las mujeres») y «cavar las letrinas lejos de los hogares y cubrirlas antes de irse». Asimismo se distribuyeron «Tres reglas principales de disciplina»: «Obedecer las órdenes», «No tomar nada que pertenezca a las masas» (la frase original, «ni siquiera un boniato» fue transformada en «ni siquiera una aguja o un hilo»), y «Devolver para su distribución pública todos los bienes confiscados a los terratenientes y caciques locales».

El impulso de la estrategia revolucionaria de Mao era, pues, totalmente diferente de la aproximación sediciosa de Qu Qiubai. Allí donde Qu creía que el viejo sistema debía ser destruido por el fervor de los campesinos y los obreros, sin necesidad de instrucción alguna, rebelándose para tomar el poder con sus propias manos, Mao veía al campesinado como una fuente de simpatía y apoyo, un «mar», como después lo describiría, en el que los «peces» (las guerrillas rojas) podían nadar. Ni siquiera en Jinggangshan, señaló sobriamente, no habían pasado de ser unos pocos los lugareños que se habían adherido voluntariamente al Ejército Rojo.[102] Una vez los terratenientes eran derrotados y sus tierras repartidas, lo único que los campesinos anhelaban era que se les dejara en paz para cultivar. Por la misma razón, Mao reclamaba moderación ante la pequeña burguesía urbana, los mercaderes y los comerciantes de las pequeñas ciudades comerciales, para evitar empujarles hasta la oposición a la revolución.[103] A menudo, los excesos eran inevitables, reconocía, y podían convertirse en un método muy eficaz para exaltar la opinión pública. Pero, en la práctica, eran frecuentemente contraproducentes: «Para poder asesinar y quemar las casas hay que sostenerse en el apoyo de las masas … [y no se trata simplemente] de quemar y asesinar por decisión propia del ejército».[104] La violencia revolucionaria era útil, argumentaba, sólo cuando tenía un propósito evidente y estaba respaldada por un movimiento lo suficientemente fuerte como para resistir el desquite que inevitablemente comportaba.

Cuando llegó Zhou Lu, en marzo, Mao fue duramente criticado por todas estas ideas. Su trabajo era «demasiado derechista», le habían acu sado.[105] No estaba «matando ni quemando lo suficiente, [y] no ponía en práctica la política de “transformar la pequeña burguesía en proletariado y después obligarla a adherirse a la revolución”». Pero en aquel momento, sin que lo supiese Zhou (concediendo cierta tranquilidad a Mao), el Politburó de Shanghai tenía otras intenciones:

En todo el país [escribía en abril Qu Qiubai] parece que el movimiento campesino exige que, además de matar a la burguesía, «hay» que entregar sus hogares a las llamas … Muchos pueblos de Hubei han sido reducidos a cenizas. El líder de cierta localidad de Hunan propuso quemar una ciudad entera, tomando de ella sólo lo que los campesinos insurgentes necesitaban (máquinas de estarcir y cosas similares) y matar a todo el que se cruzase con ellos a menos que se uniese a la revolución … Esto [es una] tendencia pequeñoburguesa … El proletariado no lideraba a los campesinos, sino que eran los campesinos los que guiaban al proletariado.[106]

De este modo, las decisiones políticas que Mao anticipó en el Primer Congreso del Partido de la Zona Fronteriza llegaron en el momento oportuno. Antes de que transcurriese una semana, el nuevo comité provincial de Hunan, aparentemente escarmentado por el fiasco de la expedición de Zhu De durante la primavera, acordó que el ejército de Zhu y Mao debía permanecer acuartelado en Jinggangshan, y advirtió, con indignación, en contra de la locura de «quemar ciudades enteras». Ello concedió a Mao la oportunidad de replicar jocosamente: «El comité provincial señala que quemar las ciudades es un error. No volveremos a cometer este error».[107]

Poco después, el Comité Central aprobó la estrategia propuesta por Mao. Finalmente, a principios de junio, llegó a Shanghai una carta del área base, la primera comunicación directa desde su creación en el pasado octubre. La mayoría de los líderes estaban en Moscú, preparando el Sexto Congreso del partido que, según el Comintern había decidido, no se iba a celebrar en China, donde la «marea de terror blanco» de Chiang Kai-shek alcanzaba su momento álgido, sino en la Unión Soviética (donde los rusos podían ejercer un mayor control).[108] Por ello, la responsabilidad de redactar la respuesta del Comité Central recayó en Li Weihan, que había quedado al mando.[109] Li apoyaba con vehemencia el liderazgo de Mao; propuso que el Comité del Frente, abolido por Zhou Lu, quedase restituido, y ratificó las decisiones de Mao de centrarse en la construcción de la base de Jinggangshan como eje desde el cual propagar la revolución, tanto en Hunan como en Jiangxi; decisiones en concordancia con el nuevo espíritu de realismo que marcaría la evolución del congreso.

Dos semanas más tarde, los ciento dieciocho delegados que se congregaron en una vieja casa de campo desmantelada cerca de Zvenigorod, sesenta kilómetros al noroeste de Moscú,[110] reconocieron con franqueza que no existía «un gran ardor revolucionario» en China, ni indicios de que su irrupción fuese inminente.

El partido, declararon, había sobrestimado la fuerza de los campesinos y los trabajadores, y había menospreciado las fuerzas reaccionarias. China continuaba enfrascada en una revolución burguesa democrática y las principales tareas consistían en unificar el país para luchar contra los imperialistas, abolir el sistema latifundista y crear soviets de obreros, campesinos y soldados para «inducir a las vastas y afanosas masas a participar del gobierno político». La revolución socialista llegaría más tarde.[111]

Estas cuestiones habían resonado (aunque habían sido ignoradas en Shanghai) en una resolución del Comintern de febrero anterior, que también había hecho hincapié en la importancia de coordinar la revolución rural y las sublevaciones en las ciudades.[112] Pero Bujarin, que fiscalizaba los procedimientos en nombre de Stalin, introdujo entonces un requisito fundamental: «[Podemos] mantener [la consigna de] incitar el estallido de sublevaciones», dijo. «[Pero] esto no significa que en un país de las dimensiones de China … las colosales masas se levanten de repente en un breve período de tiempo … No ocurrirá así»[113]. Era necesario que los dirigentes chinos se armasen para una lucha desigual y prolongada, en la que las victorias en unos lugares serían contestadas por las derrotas en otros. Incluso así, era esencial un largo período de preparación antes de que se produjesen sublevaciones que abarcasen toda una provincia.

El congreso, en consecuencia, aprobó una estrategia de guerrilla para debilitar el control del Guomindang en las áreas rurales, así como el establecimiento de soviets locales, incluso a pesar de que ello significase conseguirlo inicialmente «en un solo distrito o en algunos pocos municipios». El poder militar, declaró, era «de gran significación» para la revolución china, y el desarrollo del Ejército Rojo debía convertirse en la «preocupación central» en las zonas rurales.[114] Por el contrario, las heroicidades suicidas de pequeños grupos de fanáticos que actuasen sin el apoyo de las masas fueron condenadas tajantemente, especialmente en las zonas urbanas. En palabras de Bujarin:

Si las sublevaciones que el partido dirige fracasan una, dos, tres, cuatro veces, o son aniquiladas en diez o quince ocasiones, la clase obrera dirá entonces: «¡Eh, vosotros! ¡Escuchad! Seguramente sois buena gente, pero ¡mejor largaos de aquí! ¡No merecéis ser nuestros líderes!» … Este [tipo de] demostraciones excesivas no aportan nada a nuestro partido, por revolucionarias que sean.[115]

Los levantamientos urbanos no quedaron explícitamente proscritos. Pero todo el empeño del discurso de Bujarin, y de las resoluciones del congreso, se dirigía a que, al menos en ese momento, los campesinos, no los obreros, se convirtiesen en la principal fuerza revolucionaria; con la única salvedad de que los campesinos debían estar bajo el control de dirigentes proletarios, para frenar sus impulsos anarquistas y pequeñoburgueses.[116]

Estas decisiones, escribió tiempo después Mao, proporcionaron «unos cimientos teóricos correctos» sobre los que edificar las zonas base y el Ejército Rojo.[117]

Ni la carta del Comité Central de principios de junio ni las resoluciones del Congreso consiguieron llegar a Jinggangshan hasta varios meses más tarde. Pero había suficientes indicios que indicaban que el partido había virado su orientación. También la vida de Mao cambió durante aquel verano, pero de un modo muy distinto: consiguió «una compañera revolucionaria».

Tenía dieciocho años y su nombre era He Zizhen. Joven vivaz e independiente, de figura esbelta como un muchacho, con las finas facciones y la encantadora sonrisa de su madre cantonesa, y el afán literario de su padre, un intelectual local, se había unido en secreto al partido a los dieciséis años, y era alumna de la escuela de una misión local, dirigida por una monja finlandesa.[118]

Yuan Wencai, antiguo compañero de clase de su hermano mayor, se la presentó a Mao, y aquella primavera ella comenzó a trabajar como su ayudante. Tiempo después escribió que cuando descubrió que se estaba enamorando de él, intentó ocultar sus sentimientos. Pero un día, Mao la sorprendió mirándole con anhelo y comprendió lo que ocurría. Cogió una silla, le pidió que se sentase y entonces le habló de Yang Kaihui y los niños que había dejado en Changsha. Poco después de aquella conversación, comenzaron a vivir juntos.

Yuan propició un encuentro y les preparó la cena nupcial, al parecer con el deseo de que la asociación de Mao con una muchacha local le comprometiera más estrechamente con la defensa de la zona.[119] Desde hacía mucho, Mao había mostrado su desdén por las convenciones matrimoniales, y en un lugar como Jinggangshan parecía haber aún menos razones para intentar amoldarse a ellas. Wang Zuo tenía tres consortes.[120] Zhu De, que había dejado seis años antes a su propia esposa y a su pequeño hijo en Sichuan, también estaba viviendo con una mujer mucho más joven.[121]

A pesar de ello, Mao comprensiblemente sintió remordimientos y culpabilidad por su deslealtad con Yang Kaihui. Para justificarse, dijo a He Zizhen que no había tenido noticias de ella y que pensaba que había sido ejecutada. No obstante, no hay evidencia alguna que muestre que Mao intentó comunicarse con su familia en Changsha. Su decisión de tomar una joven como compañera parece haber sido otro paso consciente más en su paulatino alejamiento de los vínculos que le habían atado al mundo exterior, el mundo «normal» que había sido el suyo antes de que la revolución le hubiese reclamado.

Cuando Kaihui, unos meses después, tuvo noticias de que Mao se había unido a una nueva «esposa», cayó en una profunda depresión.[122] Durante los primeros años de matrimonio los celos por un antiguo amor de Mao, Tao Yi, la habían consumido, sospechando (al parecer equivocadamente) que mantenían viva su antigua relación. Ahora, escribía ella, Mao la había abandonado. Había contemplado la posibilidad de suicidarse, añadía, pero lo desestimó por amor a sus hijos.

La tregua política duraría poco tiempo. Como siempre, la razón residía en las rivalidades locales. El comité del partido de Jiangxi había estado incitando a Mao para que atacase la ciudad de Jian, ciento diez kilómetros más al noreste.[123] Pero entonces llegó desde Hunan una serie de enviados, a cada cual más insistente, solicitando que el Cuarto Ejército Rojo enviase sus principales fuerzas a los distritos del sur de Hengyang para espolear nuevos intentos de sublevación en la misma zona en que, en el mes de marzo, Zhu De había sido derrotado.[124]

No obstante, aquello no era tan ilógico como puede parecer. Hengyang controlaba el principal corredor de acceso al centro y sur de Hunan. Un levantamiento victorioso haría posible unir Hunan y Guangdong —tradicionalmente las provincias «más revolucionarias»— estableciendo una nueva base en la región en que, una década antes, Tan Yankai había acampado sus ejércitos sureños mientras esperaba su oportunidad para atacar Changsha. Pero precisamente por esa razón, como Zhu De y Mao sabían muy bien, era una región demasiado defendida como para que el Cuarto Ejército pudiese atacar.

El comité del partido de Hunan esperaba con franqueza que Mao se opusiese a ello, por lo que se le informó que el secretario provincial, Yang Kaiming, de veintitrés años, estaba de camino a Jinggangshan para tomar personalmente el mando del Comité Especial de la Zona Fronteriza, añadiendo perentoriamente: «Debes cumplir con [nuestras instrucciones] de inmediato y sin dudar». Sin embargo, poco antes de su llegada, una reunión conjunta entre el Comité Especial y el Comité Militar del Cuarto Ejército, celebrada el 30 de junio bajo la presidencia de Mao, rechazó diametralmente el plan de Hengyang.[125] En una carta enviada a Changsha, Mao advertía que, si ellos avanzaban, el Cuarto Ejército sería aniquilado.[126] Según parece, Yang sintió que su posición no era lo suficientemente fuerte para contravenir esa decisión y durante dos semanas se impuso una tensa espera.

Llegaron entonces noticias de que algunos elementos de los ejércitos de Hunan y Jiangxi preparaban una nueva ofensiva contra Jinggangshan. Se decidió que el vigésimo octavo y el vigésimo noveno regimientos de Zhu cruzasen la frontera hasta Hunan para atacar la retaguardia del ejército de Hunan. Las tropas de Mao, el trigésimo primero y el trigésimo segundo, bloquearían el avance de las unidades de Jiangxi hasta que los hombres de Zhu pudiesen retornar.

La primera parte del plan de batalla se desarrolló de forma favorable.[127] Pero cuando Zhu se disponía a regresar para unirse a las tropas de Mao, como se había acordado, Yang Kaiming y su aún más joven compañero, Du Xiujing, de veinte años, que acompañaban las fuerzas de Zhu, convocaron a la superior autoridad del partido para insistir en que las órdenes originales del comité debían ser cumplidas. Obedientemente, los dos regimientos de Zhu De marcharon hacia Hengyang.[128] El resultado fue el que Mao había previsto. Sus tropas fueron rechazadas por la superioridad de las fuerzas de Jiangxi, y se vieron obligadas a retirarse a los montes. Por segunda vez en aquel año, Jinggangshan y otros dos distritos adyacentes de las planicies fueron invadidos. Además, otro joven emisario llegó entonces a Changsha con el cometido de presionar a Mao para que tomase los efectivos que habían sobrevivido y se uniese a Zhu en el sur de Hunan. Pero en aquel momento un mensajero irrumpió en la habitación donde estaban reunidos con la noticia de que las fuerzas de Zhu habían sufrido una aplastante derrota. El vigésimo regimiento había quedado tan maltrecho que había dejado de existir como unidad de combate. El vigésimo octavo volvía con la mayor dignidad de que era capaz hacia Jinggangshan. En aquel punto, finalizó la discusión.[129]

No obstante, los problemas del Cuarto Ejército todavía no habían llegado a su fin. Las fuerzas de Zhu quedaron aún más debilitadas por las deserciones, y cuando Mao partió para unirse a él en Guidong, al suroeste de Jinggangshan, los comandantes locales del Guomindang se aprovecharon del desorden para lanzar un nuevo ataque. Esta vez estuvieron muy cerca de ocupar la misma fortaleza.

El 30 de agosto, un joven oficial comunista llamado He Tingying dirigió un único batallón de poca entidad para tomar el estrecho desfiladero de Huangyingjie, que dominaba las cimas que se elevan sobre Hengyang, enfrentándose a tres regimientos del Octavo Ejército de Hunan y otro regimiento de las tropas de Jiangxi. Los nacionalistas sufrieron un importante número de bajas y, cuando al anochecer el ataque remitió, su moral había sufrido un rudo golpe.[130] Mao sintió una necesidad irrefrenable de tomar su pincel para conmemorar el suceso

Nuestra defensa es como una sobria fortaleza,

nuestras voluntades, unidas, forman un muro aún más inexpugnable.

El fragor de los disparos se eleva desde Huangyangjie,

anunciando que el enemigo ha huido en la oscuridad.[131]

La situación de Mao era en ese momento muy ambigua. Yang Kaiming había asumido a mediados de julio el cargo de secretario del Comité Especial de la Región Fronteriza. Pero Mao se las había ingeniado en Guidong para crear el rival «Comité de Acción», representante del ejército, ocupando él mismo el cargo de secretario.[132]

Al mismo tiempo, la expedición al sur de Hunan había reanimado las tensiones existentes entre Zhu De y él, enmascaradas en abril cuando sus fuerzas se fusionaron.[133] Como es evidente, Zhu había gozado de la oportunidad de liberarse del tutelaje de Mao y de asumir su antigua función de único comandante militar. Habiendo probado de nuevo la libertad —a pesar de terminar todo en derrota—, ahora se mostraba reacio a aceptar que Mao asumiese, una vez más, la posición dominante que había ocupado durante el verano. Además, algunos de los seguidores de Zhu, y quizá el propio Zhu, atribuían en privado la debacle a la negativa de Mao de acceder a que el trigésimo primer y el trigésimo segundo regimientos avanzasen junto a ellos, tal como había propuesto el comité de Hunan.[134]

El Segundo Congreso del Partido de la Región Fronteriza, celebrado en octubre en Maoping, ratificó la división formal de poderes entre Mao y Yang Kaiming.[135] Yang se mantuvo como jefe del Comité Especial, aunque en términos prácticos, al encontrarse en un precario estado de salud, Tan Zhenlin, figura neutral y antiguo obrero treintañero que había sido jefe del primer gobierno soviético que Mao estableció en Chaling, fue nombrado para sustituirle.[136] Mao conservó su cargo en el Comité de Acción, lo cual a efectos prácticos le convertía en comisario político del ejército. Sin embargo, dentro de la jerarquía del Comité, que dependía del libre voto de los representantes, apareció en uno de los últimos lugares de la lista.[137] La resolución política del congreso ofreció la explicación. «En el pasado», afirmaba, «los órganos del partido estaban regidos por dictaduras individuales, autocracias del secretariado del partido; no había un liderazgo colectivo ni ningún tipo de espíritu democrático». El camarada Mao, indicaba escuetamente, estaba entre los principales encausados.[138]

Pero sus ideas políticas continuaron siendo respetadas: la estrategia política que aprobó el congreso, basada en la resolución del Comintern del febrero anterior, los detalles de la cual se habían conocido en otoño en las regiones montañosas, reflejaba fielmente los pensamientos de Mao.[139] Aun así, le comunicaron sus colegas, su estilo de ejercer el liderazgo dejaba todavía mucho que desear.

Esta anómala situación llegó a su fin a principios de noviembre, cuando, después de un viaje que duró cerca de cinco meses, llegó a Jinggangshan la directriz del Comité Central que Li Weihan había elaborado en junio.[140]

Mao difícilmente pudo contener su satisfacción. Fue, según declaró, «una carta extraordinaria … [que] corregía muchos de nuestros errores y resolvía muchas cuestiones que aquí eran objeto de controversia».[141] Se organizó un nuevo Comité del Frente, en tanto que «órgano supremo del partido» de la zona fronteriza, con Mao como secretario. Los otros miembros destacados eran Zhu De, que pasaba a sustituir a Chen Yi como jefe del Comité Militar, y Tan Zhenlin, quien a propuesta de Mao se había convertido en secretario permanente del Comité Especial, en sustitución de Yang Kaiming.[142] Esto no sólo restablecía la jerarquía de poder tradicional, según la cual el Comité del Frente tenía jurisdicción sobre los órganos locales del partido, cuando existiesen, sino que además implicaba que los intereses del Cuarto Ejército tenían prioridad sobre los de la zona base, algo que resultaría de una importancia crucial durante el invierno. Porque, a diferencia de la posición de Mao, el futuro de la zona base no había quedado asegurado.

En un informe enviado al Comité Central tres semanas después, Mao describió con detalle las dificultades que estaba experimentando.[143] Un problema clave, escribió, era que las filas del partido en la zona fronteriza estaban compuestas casi exclusivamente por campesinos, cuya «conciencia pequeñoburguesa» propiciaba la falta de firmeza y provocaba que mudaran violentamente del coraje más temerario a los arrebatos de pánico.[144]

La solución a largo término, afirmaba Mao, era aumentar «la conciencia proletaria», introduciendo a un mayor número de obreros y soldados en los cuerpos de dirección del partido.[145] Sus palabras no eran una mera genuflexión ante la ortodoxia marxista, destinadas a complacer a los ideólogos de Shanghai. Después de presenciar cómo, al ser sometidos a presión, eran aniquilados, uno tras otro, los regimientos campesinos —entre ellos, en Sanwan, el tercer regimiento de Mao, en septiembre de 1927, y el vigésimo noveno de Zhu De, en julio, cerca de Hengyang—, comprendió que «el liderazgo proletario» era realmente una premisa para el éxito, no por razones de dogma del partido, sino para dar vigor a la revuelta de los campesinos. Existía otro remedio a corto plazo, que asimismo tendría consecuencias de gran alcance para el posterior desarrollo del partido: las purgas.[146]

A lo largo del verano —cuando la región fronteriza alcanzó su máxima extensión, los comunistas impusieron un firme control, y la posibilidad de enrolarse en el partido fue sopesada por muchos como una opción válida—, las filas del partido se engrosaron hasta sobrepasar los diez mil miembros. Para entonces ya se había logrado extirpar el cáncer de los terratenientes, la pequeña burguesía y los campesinos ricos, así como los implicados en «los juegos de naipes, las apuestas, el vandalismo y las actividades corruptas». A consecuencia de ello, informaba con orgullo Mao, había surgido un partido más reducido, pero mucho más combativo.

Sin embargo, la principal actividad en la región fronteriza no era la política, sino la milicia. «La lucha», dijo Mao al Comité Central, «ha llegado a convertirse en nuestra vida cotidiana». Los soldados profesionales que se habían unido a los comunistas en las sublevaciones de Nanchang y de la cosecha de otoño configuraban la espina dorsal del Ejército Rojo. Pero únicamente un tercio del grupo original se mantenía activo: el resto había sido víctima de la muerte, las heridas y las deserciones. Para cubrir las vacantes resultantes se reclutó a prisioneros de guerra y «holgazanes» (o sea, bandidos, vagabundos y ladrones). A pesar de su desafortunado linaje, estos últimos, defendía Mao, eran «guerreros particularmente buenos» y el Ejército Rojo aún necesitaba a más de los suyos. La mayoría de los soldados, añadía, había desarrollado sentimientos de clase: sabían por qué luchaban y so portaban las difíciles condiciones sin rechistar.[147]

Aun así, a medida que se acercaba el invierno, el ambiente se tornaba cada vez más aciago. Mao recordaría tiempo después aquella «atmósfera de agotamiento y derrota».[148] Zhu De escribió que «las tropas comenzaban a morir de hambre».[149] La onza de sal costaba un dólar de plata —la paga mensual de los obreros—[150] y no se podía disponer siquiera de otros bienes fundamentales.[151] No había tela con que confeccionar ropa para el invierno, ni medicinas para los enfermos.

A causa de la escasez de fondos, se abolieron los salarios, y en su lugar se instituyó un sistema de aprovisionamiento.[152] Aun así, se necesitaban cinco mil dólares mensuales para adquirir comida, y hasta la última moneda de cobre era fruto de las expropiaciones a los terratenientes y comerciantes. Según explicaba una educada «carta oficial para la recaudación de fondos», firmada por Zhu De:

El Ejército Rojo … se esfuerza al máximo por proteger a los comerciantes … [Sin embargo,] debido a la actual carestía de suministros de comida, os escribimos para pediros que recolectéis en favor nuestro cinco mil dólares, siete mil pares de sandalias de paja, siete mil pares de calcetines [y] tres mil rollos de tela blanca … Con la máxima urgencia, deberéis hacernos entrega de ello … antes de las ocho de esta noche … Si ignoráis nuestras demandas, nos daréis pruebas de que [vosotros] los comerciantes estáis colaborando con las fuerzas reaccionarias … En ese caso nos veremos obligados a quemar todas las tiendas reaccionarias [de la ciudad] … ¡No digáis que no os hemos avisado![153]

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