Mao

Mao


8. Futian: la pérdida de la inocencia

Página 26 de 131

8. Futian: la pérdida de la inocencia

8

Futian: la pérdida de la inocencia

La nueva revalorización de la estrategia que las necesidades prácticas de la revolución y los imperativos de la supervivencia impusieron a los líderes chinos después de 1927 vino acompañada de cambios fundamentales en la naturaleza del partido.

Ellos mismos describieron el proceso, con aquiescencia, como «bolchevización». Y en cierto sentido, era una etiqueta válida: realizaron un intento consciente de emular las prácticas bolcheviques, infundir la disciplina leninista y crear una maquinaria política efectiva y centralizada. Pero, además, había otros factores en juego. Las campañas de Stalin contra Trotski y Bujarin ofrecieron un modelo de lucha interna que el Partido Comunista reprodujo diligentemente, expulsando a finales de 1929 a Chen Duxiu y Peng Shuzhi por trotskistas, y quince meses después a He Mengxiong y Luo Zhanglong (amigo íntimo de Mao desde su época de estudiante en Changsha) por derechistas. Estas tendencias acentuaron la peculiar brutalidad de la revolución china: terror blanco en las ciudades (donde, a partir de la segunda mitad de 1927, los comunistas eran perseguidos y ejecutados sin piedad), terror blanco en el campo (donde las tropas de los caciques militares y las milicias de los terratenientes quemaban rutinariamente aldeas sospechosas de albergar partidarios del comunismo), y la amenaza constante, en las zonas rojas, del asedio nacionalista y la destrucción.

Durante los primeros años, la violencia alentada por las represalias del Guomindang y el sectarismo del partido se dirigió habitualmente hacia el exterior. Los «pistoleros de uniforme negro» que obligaron a los trabajadores a declararse en huelga en 1927 actuaban ostensiblemente en contra de los «dirigentes sindicalistas amarillos», que defendían el compromiso de clases; y los omnipresentes «incendios y matanzas» que acompañaron los levantamientos armados de Qu Qiubai habían sido, en teoría, diseñados para obligar a los indecisos a decantarse por el bando comunista.

A mediados de 1928, cuando se celebró el Sexto Congreso, semejantes tácticas coercitivas fueron condenadas por considerarlas contraproducentes.[1] Cuando en abril de 1929 su fuerzas tomaron Tingzhou, Mao aseguró al Comité Central que las noticias que afirmaban que el Ejército Rojo había quemado quinientas casas y asesinado a más de un millar de ciudadanos eran «necedades, totalmente carentes de credibilidad»; que, de hecho, «sólo habían muerto cinco personas, todas ellas harto reaccionarias», y que sólo cinco hogares habían sido pasto de las llamas.[2] El terror, argumentaba Mao (como ya lo había hecho en su informe sobre Hunan de invierno de 1926), era indispensable para la causa comunista; era necesario formar escuadrones rojos de ejecución «para masacrar a los terratenientes y a la despótica pequeña burguesía, así como a sus sabuesos, sin el menor remordimiento».[3] No obstante, el terror se debía dirigir únicamente contra los enemigos de clase.

A pesar de semejantes prerrogativas, la distinción entre los enemigos y los amigos fue oscureciéndose de manera paulatina. Inevitablemente, tarde o temprano, los métodos aplicados a los primeros se usarían en contra de los segundos.

En febrero de 1930 se llegó al punto crítico, en una reunión del Comité del Frente al completo celebrado en Pitou. Mao lo había convocado originalmente para discutir sobre la decisión tomada por Li Lisan de lanzar ataques contra las ciudades, pero buena parte de la reunión se dedicó a una cuestión mucho más restringida: la situación del partido en los vecinos distritos de Donggu y Jian. En un aviso que Mao distribuyó una semana después, en nombre del Comité del Frente, explicaba:

Existe una profunda crisis en el seno del partido de la zona occidental y meridional de Jiangxi. Y consiste en el hecho de que los órganos dirigentes locales del partido, a todos los niveles, están repletos de terratenientes y campesinos acaudalados, y la política del partido es completamente oportunista. Si no acabamos definitivamente con esta situación, no sólo será imposible hacer realidad las grandes tareas políticas del partido sino que la revolución sufrirá una derrota fundamental. [Nosotros] hacemos una llamada a todos los camaradas revolucionarios … para derrocar esa política de talante oportunista, eliminar a los terratenientes y a los campesinos acaudalados … y procurar que de este modo el partido retorne al bolchevismo.[4]

Los problemas que esta jerigonza enmascaraba eran de dos tipos. Los dirigentes locales se ofendieron por el empeño de Mao en imponer el control centralizado de un Comité del Frente dominado por hombres no originarios de Jiangxi, sobre todo hunaneses; eran igualmente remisos a la nueva y estricta política de reformas de la tierra que aquellos forasteros intentaban imponer en detrimento de sus propias familias y clanes.[5]

Pero para Mao, eran «arribistas» que ponían los intereses de sus pequeñas regiones por delante de los del partido, y era necesario meterles en cintura.

De este modo, en la reunión se decretó la disolución de las jerarquías del partido reinantes en aquella región, y la formación de un nuevo Comité Especial del suroeste de Jiangxi,[6] comandado por Liu Shaoqi, un joven comunista hunanés que se había casado con la hermana de He Zizhen, He Yi (y que, por tanto, era cuñado de Mao).[7] Una segunda directriz secreta ordenó la ejecución de cuatro de los fundadores del partido del suroeste de Jiangxi,[8] conocidos localmente como los «cuatro oficiales del gran partido», para que sirviese de ejemplo a los otros.[9]

¿Por qué decidió Mao que se debía romper con la regla no escrita de no ajusticiar a los camaradas del partido? La resolución que había escrito seis semanas antes en Gutian, en la que advertía que los miembros del partido o del Ejército Rojo que manifestasen una «aversión individualista a la disciplina» estaban actuando de un modo «objetivamente contrarrevolucionario», ofrecía una clave para hallar la respuesta.[10] Era una noción puramente estalinista que posteriormente Mao desarrollaría en una teoría más sutil y flexible sobre «las contradicciones del enemigo y nosotros mismos» (contradicciones antagonistas) y «las contradicciones del pueblo» (que no eran antagónicas).[11] Pero, en 1930, esto ya era una justificación más que suficiente para considerar que los comunistas que obstruían la política diseñada por el partido, sin importar la razón, se habían convertido en «parte del enemigo» y debían ser tratados como tales. En tanto que la suya era una culpabilidad política, el proceso judicial era irrelevante, más allá del teatro destinado a educar a las masas. En tales casos los dirigentes del partido, incluido Mao, proclamarían que el acusado debía ser «juzgado abiertamente y sentenciado a muerte por ejecución» (no era posible un veredicto diferente, ya que así se había decidido previamente).[12]

La independencia judicial nunca había sido un punto fuerte en China, pero por poco que hubiese existido, el bolchevismo acabó en aquel momento con ese vestigio.

En este sentido, la adhesión de Mao a la violencia revolucionaria dentro del partido era simplemente un paso más en el camino que había emprendido una década antes, cuando había llegado a la conclusión de que sólo el marxismo —la misma filosofía política que había rechazado, cuando era un estudiante idealista, por ser demasiado radical y violenta— podía salvar a China. El tabú de la muerte de los propios de camaradas se había erosionado paulatinamente: primero, en la teoría, cuando Mao había defendido los motines campesinos en Hunan; después, en la práctica, un año después, cuando había dirigido las tropas en el campo de batalla. Hasta que ahora, en 1930, la definición de «enemigo» se había tornado más difusa y maleable.

Aquel «paso adelante» de Mao tendría consecuencias extraordinarias para el partido y las organizaciones armadas que él comandaba.

Habiendo recibido el mandato de iniciar las purgas, Liu Shaoqi se aplicó con esmero. Durante los meses que siguieron fueron expulsados del partido del suroeste de Jiangxi cientos de cuadros cuyo origen estaba unido a los terratenientes o los campesinos adinerados. En mayo, algunos documentos internos del partido comenzaron a mencionar, por vez primera, una facción misteriosa llamada «AB-tuan»,[T17] que supuestamente se había infiltrado en diversos comités locales, especialmente de Jian y los vecinos Anfu, Yongfeng y Xingguo. Este grupo, a menudo referido como la Liga Antibolchevique (las letras A y B de hecho denotan los diferentes niveles, novicio y veterano, de pertenencia a la tuan), era un corpúsculo derechista del Guomindang. Había sido fundado en Jian en 1926 y, a pesar de que pervivía casi moribundo en el resto de China, mantenía una presencia significativa en el suroeste de Jiangxi, junto con otros movimientos reformistas como los reorganizacionistas (seguidores del antiguo mandatario de la izquierda del Guomindang, Wang Jingwei), el Tercer Partido y los Demócratas Sociales. En un área donde los comunistas, los reformistas y los defensores del Guomindang provenían de una misma capa social, y a menudo de una misma familia o clan, y donde podían existir perfectamente lealtades divididas, la idea de la quinta columna de la AB-tuan no era intrínsecamente improbable. Pero el excesivo número de agentes que se pretendió haber encontrado va en detrimento de la credibilidad.

En octubre, cuando las fuerzas de Mao tomaron Jian, más de un millar de miembros del partido del sureste de Jiangxi —un tercio del total— habían sido ya ejecutados como miembros de la AB-tuan.[13]

No se conoce con certeza el grado de implicación personal de Mao en este episodio. Existen algunas evidencias de que debió de participar de algún modo en él. Incluso dejando al margen su relación con Liu Shaoqi, el Comité del Frente era el responsable último de los trabajos del Comité Especial del suroeste de Jiangxi. Desde el momento de su desenmascaramiento, Mao estuvo informado de las supuestas conexiones de la AB-tuan, y debió de recibir un detallado informe cuando el Ejército Rojo cruzó en junio por aquella zona, de camino a Nanchang.[14] Sin embargo, en aquel momento, a pesar de los muchos arrestos practicados, se ejecutó a un número relativamente pequeño de personas. La purga más sangrienta sólo se aplicó con rigor después de que el Ejército Rojo abandonase el lugar.

El elemento desencadenante fue el retorno de uno de los dirigentes de Jiangxi que había quedado relegado tras el nombramiento de Liu Shaoqi. Li Wenlin, intelectual de treinta años de origen campesino, al igual que Mao, se contaba entre los fundadores de la base de Donggu y, cuando el Ejército Rojo encontró allí refugio durante la primavera de 1929, impresionó a Mao por su capacidad de liderazgo.[15] En verano había ido a Shanghai para asistir al Congreso de las Regiones Soviéticas, donde estableció buenas relaciones con Li Lisan. En agosto, mientras Mao estaba ausente de Hunan, persuadió al Comité Especial para que convocase un pleno ampliado, durante el cual se destituyó a Liu Shaoqi de su cargo; apoyó la política de Li Lisan del uso del Ejército Rojo en el ataque a las ciudades; y rescindió la radical ley de la tierra, aprobada, ante la insistencia de Mao, aquella misma primavera.[16] Li Wenlin fue nombrado secretario del Comité Especial y poco después se convirtió en el jefe del Comité de Acción Provincial, fundado según las disposiciones de Li Lisan.[17]

Una de sus primeras acciones, siguiendo las órdenes de los nuevos dirigentes, fue el despliegue «del tormento más inmisericorde» para localizar a los miembros de la AB-tuan, advirtiendo que había que sospechar «incluso de algunos que parecen muy eficaces y leales, muy izquierdistas y directos en sus palabras» e interrogarlos.[18] El número de ajusticiados aumentó rápidamente, ya que cada confesión desencadenaba un nuevo puñado de víctimas, y cada víctima una nueva confesión. Cuando, en octubre, Mao llegó a Jian, se halló, de este modo, ante un problema mucho más complejo de lo que había imaginado cuando se había lanzado la purga en el suroeste de Jiangxi. Entonces se trataba simplemente de una cuestión de comités locales del partido formados por «terratenientes y campesinos acaudalados». Pero ahora, dijo al Comité Central, aquéllos estaban «repletos de miembros de la AB-tuan» que «perpetran asesinatos,[19] se preparan para entablar contactos con el ejército [blanco] y planean una revuelta para eliminar las bases soviéticas y varias organizaciones revolucionarias».[20]

La respuesta de Mao consistió en intensificar aún más las purgas. El 26 de octubre, Li Wenlin y él emitieron una declaración conjunta reclamando la expulsión de los «ricos campesinos contrarrevolucionarios» de los soviets locales, la «ejecución de los activistas de la AB-tuan», y el lanzamiento de una campaña contra la AB-tuan en el Ejército Rojo.[21]

Cuatro días después esta aparente unidad quedó truncada cuando Mao propuso «seducir completamente al enemigo», estrategia que los cuadros de Jiangxi rechazaron inexorablemente.[22] Para aquellos hombres cuyos poblados estaban en la línea de avance del enemigo, esta nueva política era un asunto de vida o muerte: significaba que sus mujeres se arriesgaban a ser violadas y asesinadas, sus hijos y ancianos a morir brutalmente, sus hogares a ser quemados y todo lo que poseían, destruido. En el ambiente se respiraba la posibilidad de un motín, mientras el Ejército Rojo se retiraba hacia el sur, por delante de los ejércitos de Chiang, que iniciaba entonces su primera campaña de asedio.

Cuando las tropas llegaron a Huangpi, donde debían reagruparse y prepararse para futuras batallas, los departamentos políticos iniciaron lo que eufemísticamente se denominó «campaña de consolidación» para extirpar los elementos sospechosos. El primero en caer fue un comandante de regimiento llamado Gan Lichen, que después de ser severamente azotado, confesó ser miembro de una red AB-tuan. Era lo que estaban anhelando. Con extraordinario esfuerzo, ante un enemigo muchísimo más poderoso, el Ejército Rojo comenzó a llamear.

Las mismas llamas que habían devorado al partido en el suroeste de Jiangxi comenzaron entonces a consumir, con no poca ecuanimidad, a oficiales y soldados, mientras, regimiento tras regimiento, se replegaban sobre sí mismos, en una auténtica fiebre de autodestrucción. Cada unidad, hasta alcanzar el nivel de las compañías, estableció un «comité para eliminar contrarrevolucionarios». Con veintidós años, Xiao Ke, entonces comandante de división y con posterioridad uno de los generales de más alto rango de China, recordaba en sus memorias:

En aquella época dedicaba todo mi tiempo al problema de las AB-tuan. Nuestra división había acabado con la vida de sesenta hombres … Entonces, decidimos una noche en el seno del Comité del Partido de nuestra división que había que ajusticiar a sesenta más. A la mañana siguiente fui a informar de ello … Pero en el Comité Militar del Cuarto Ejército dijeron: «Estáis matando a demasiados. Si son de origen campesino o trabajador sólo debéis arrancarles una confesión …». Después de oír sus palabras, regresé inmediatamente. Les dije, «no les matéis; el comité del partido de la división debe antes debatirlo por segunda vez». Después de ello decidieron liberar a más de treinta. Pero más de veinte fueron ajusticiados. En total, unos mil trescientos o mil cuatrocientos de los siete mil hombres del Cuarto Ejército fueron ejecutados.

Los oficiales políticos intentaron superarse unos a otros por miedo a ser acusados de débiles. Hubo uno que ordenó la ejecución de un «pequeño diablo rojo» de sólo catorce años por haber llevado comida a algunos oficiales que eran, sin que el niño lo supiera, sospechosos de pertenecer a las AB-tuan. La intervención de un comisario militar le salvó de la muerte. En otro lugar se masacró una compañía entera después de que su comandante cuestionase la necesidad de las purgas. En poco más de una semana unos cuatro mil cuatrocientos oficiales y soldados del Primer Ejército del Frente confesaron mantener vínculos con las AB-tuan. Mas de dos mil fueron fusilados sumariamente.[23]

Lo que había comenzado nueve meses atrás como una simple disputa sobre la reforma de las tierras, alimentada por las rivalidades locales de los nativos del Jiangxi y los hunaneses, había adquirido vida propia con unas dimensiones monstruosas.

Los términos «campesino acaudalado», «miembro de las AB-tuan» o «elemento contrarrevolucionario» se confundían inextricablemente.[24] Las disputas nacionales teñían las diferencias locales con otras tonalidades, en tanto que los líderes del partido de Jiangxi se adhirieron, por su propia conveniencia, a las ideas de Li Lisan, como recurso para contrarrestar la política de Mao.[25] Sumidos en una paranoia cada vez más intensa, mientras el asedio del Guomindang se estrechaba, la acusación de ser miembro de las AB-tuan se convirtió en un arma contra cualquiera que cuestionase la estrategia de Mao. La purga pasó a ser un baño de sangre en el que se ahogaron sus oponentes. El escenario para «los hechos de Futian» quedaba preparado.

La pequeña ciudad comercial de Futian descansa sobre el Fushui, afluente del río Gan, en el límite occidental de los Montes de la Blanca Nube, que la alejan de Donggu, quince kilómetros al oeste. Por detrás de un viejo puente de piedra las mujeres se arrodillan y golpean la ropa contra las losas de piedra. A lo largo de los márgenes del río se amontonan confusamente algunas tiendas, en medio de un laberinto de tortuosas callejuelas y un amasijo de edificios de tejados grises con blanqueados y artificiosos batientes.

Se trata de un paisaje pirenaico. Desde los picos, cubiertos por espesos bosques de pinos, abetos y bambúes, ahogados por plantas trepadoras, la vista alcanza cuatro distritos distintos. En el sotobosque crecen los helechos, entre torrentes que fluyen por la vertiente. Hombrecillos delgados y huesudos trabajan arduamente en verano en las terrazas de arroz inundadas, enfundados en raídas chaquetas de color azul y calzones holgados, escondidos bajo sombreros de paja de amplias alas, como si fuesen la tapa de una urna para cenizas, protegiéndose del cegador resplandor del sol. En invierno, las inmediaciones se convierten en un mar de barro. El camino hacia Donggu es impracticable y el único acceso desde el oeste son las planicies o, en bote, las profundas aguas de río.

Después de que el Ejército Rojo abandonase Jian, a mediados de noviembre, Futian se convirtió en el cuartel general del Comité de Acción Provincial de Jiangxi.

La mañana del domingo 7 de diciembre de 1930, poco después del almuerzo, un miembro del personal político de Mao, llamado Li Shaojiu, llegó de Huangpi a la cabeza de una compañía. Con él llegaron dos cartas del Comité General del Frente controlado por Mao, dirigidas al líder del gobierno provincial, Chen Zhengren, también leal a Mao.[26] Las misivas ordenaban el arresto de Li Bofang (supuestamente el jefe del cuartel de una AB-tuan secreta dentro del Comité de Acción), Duan Liangbi (jefe de sección de una AB-tuan) y Xie Hanchang (director del Departamento Político del Vigésimo Ejército en Donggu, también presuntamente agente de otra AB-tuan). Sus nombres e hipotéticos vínculos con la AB-tuan se obtuvieron bajo tortura de miembros del Ejército Rojo que confesaron ser sus cómplices.

Li Shaojiu no dejó opción alguna. Ordenó que las tropas cercasen las oficinas del Comité formando tres anillos, antes de penetrar en ellas con una escolta de diez soldados, rifles en mano. Li, Duan, Xie y otros cinco miembros del Comité de Acción fueron arrestados y atados de manos y pies. La mayoría de ellos contaba con veinte o algunos años más. Cuando exigieron una explicación, Li simplemente empuñó su pistola y apuntó a sus cabezas.

Desde los cuarteles del Comité se condujo a los ocho oficiales hasta el antiguo yamen del magistrado, un inmenso edificio rodeado de un muro blanco, penetrado por un macizo pasaje abovedado que se abría paso hasta un espacioso patio interior. Osmantos de dulces aromas crecían en elevados balcones de piedra, mientras a ambos lados discurrían pequeñas veredas porticadas de madera. En el extremo occidental, un tejado grisáceo de contrapeso, dotado de aleros de delicado resplandor, formaba una inmensa bóveda, sostenida por cuatro enormes pilares de madera que descansaban sobre pedestales de piedra labrada, cubriendo el elevado estrado donde, en la época imperial, el magistrado celebraba las audiencias. Un letrero pendía del techo proclamando: «Salón de la Sinceridad y el Respeto».

Detrás del estrado se elevaba una gran cámara de torturas recubierta de madera, donde los oficiales del yamen habían aplicado, durante siglos, los rigores de la ley imperial. Li inició en aquel escenario su interrogatorio. El primero en ser cuestionado fue Duan Liangbi:

Li Shaojiu me preguntó [escribió él mismo años más tarde]: «Duan Liangbi, ¿eres miembro de la AB-tuan? ¿Vas a confesar? Si lo haces evitarás ser torturado».

Contesté con resolución: «Mira mi historial y mi trabajo … Adelante, investiga. Si fuese un miembro de la AB-tuan, estaría cometiendo un crimen contra el proletariado. No sería necesario ni que tú me tocases. Cogería un arma y me suicidaría».

Pero Li contestó: «Por lo que se refiere a tu historial … no tengo capacidad alguna para entrar a debatir contigo sobre teorías. Yo sólo dispongo de siete diferentes métodos de tortura para castigarte…».

Después de describirme los siete castigos, añadí: «Que así sea. Pero ¿de qué debería asustarme? Hagas lo que hagas, yo …». Antes de que hubiese acabado la frase, Li ordenó a los soldados que me arrancasen la ropa. Me obligaron a arrodillarme desnudo sobre el suelo. Me sujetaron para aplicarme una tortura llamada «golpear la mina»,[27] que consistía en quemar mi cuerpo con varillas de incienso … Al principio pensé: «De acuerdo, que me quemen hasta matarme. La muerte es un parte ineludible de nuestro mundo, la única cuestión es cómo morir». Mis pulgares quedaron completamente destrozados, apenas unidos a la mano por la piel. Mi cuerpo ardió completamente, en un revoltijo purulento, sin quedar un solo punto intacto. Me acuchillaron y azotaron por todas partes.

Pero, de repente, dejaron de golpearme y Li Shaojiu pronunció: «Liangbi, quieres morir, pero éste no es mi deseo. Ocurra lo que ocurra, confesarás que eres miembro de la AB-tuan y nos dirás cuál es tu red de colaboradores. De lo contrario, te mantendré en un estado en el que no estarás ni vivo ni muerto».

Aquello no era algo que Li Shaojiu, a pesar de ser un asesino desalmado, hubiese ideado por sí mismo. Se limitaba a seguir unas instrucciones del Comité del Frente, aprobadas personalmente por Mao, que declaraban: «No matéis demasiado pronto a los dirigentes de más peso, antes es necesario exprimir la [máxima] información de ellos … [Después], por las pistas que os hayan proporcionado, podréis desenmascarar a otros dirigentes».[28]

En todas partes se utilizaban los mismos métodos crueles. Dieciocho meses después, una investigación del Partido Comunista Chino llegó a las siguientes conclusiones:

Todos los casos de AB-tuan han sido descubiertos a través de confesiones. Se ha hecho gala de muy poca paciencia en la averiguación de los hechos y la verificación de los cargos … Se ha seguido el método … de la zanahoria y el garrote. La «zanahoria» consiste en … arrancar las confesiones mediante engaños y artimañas … El «garrote» consiste en azotar a los sospechosos con afiladas varas de bambú después de colgarlos por las manos. Si con esto no se consigue resultado alguno, se les quema después con incienso o con la llama de una lámpara de queroseno. El método más temible consiste en clavar las palmas de las manos a una tabla e introducir después tablillas de bambú por debajo de las uñas de los dedos. Las torturas reciben nombres como «sentarse en el palanquín», «el vuelo del aeroplano», «beber agua como un sapo», o «el mono tirando de las riendas» … La tortura es el único método para tratar con los sospechosos que se resisten. Las torturas sólo llegan a su fin con la confesión.[29]

Como todos los demás, Duan acabó por confesar, pero salvó su conciencia nombrando como cómplices únicamente a los siete hombres que habían sido arrestados junto a él. Li Bofang, que poseía una gran memoria fotográfica, tomó el camino contrario, intentando confundir a sus torturadores proporcionándoles una lista de casi un millar de nombres.

A la mañana siguiente, el 8 de diciembre, Li Shaojiu realizó aún más arrestos a partir de las confesiones de la noche anterior. Zeng Shan y el secretario de Mao, Gu Bo, que acababa de llegar de Huangpi, se unieron a los interrogatorios. Antes de que aquella semana llegase a su fin, ciento veinte personas fueron encerradas en celdas dispuestas a lo largo de ambos lados del patio, escondidas tras una celosía de estrechos listones de madera, separados entre ellos un par de centímetros, que se extendían del suelo hasta el techo, como los barrotes de una jaula. Entre los cautivos estaban las esposas de Li Bofang y otros dos sospechosos, que habían llegado al yamen para informarse de la suerte de sus maridos. Fueron torturadas con aún más brutalidad que sus hombres: los soldados despellejaron sus senos y quemaron sus genitales.

Li Shaojiu partió entonces hacia Donggu, según le había mandado el Comité del Frente, para iniciar la purga del Vigésimo Ejército. Allí cometió un error fatal. Uno de los hombres que Xie Hanchang había denunciado como compañero de conspiraciones de la AB-tuan era un comandante de batallón llamado Liu Di. Al igual de Li Shaojiu, Liu era de Changsha, y consiguió convencer a Li de que había sido inculpado fraudulentamente. Sin embargo, tan pronto como se vio liberado encabezó un motín y avanzó hasta Futian a la cabeza de una columna de liberación de cuatrocientos hombres. A la noche siguiente, después de una batalla en la que un centenar de hombres de Li murieron, las pesadas puertas de madera del yamen fueron abiertas a la fuerza, y liberados los malheridos dirigentes del Comité de Acción.

En una reunión de emergencia de los supervivientes, se decidió que el Vigésimo Ejército cruzase el río Gan hasta Yonggang, donde estaría a salvo de las represalias de Mao. Se colgaron banderolas en la parte exterior del yamen, declarando: «¡Abajo Mao Zedong! ¡Apoyemos a Zhu [De], Peng [Dehuai] y Huang [Gonglue]!»; y se envió una petición a la central del partido para que Mao fuese destituido de todos sus cargos.[30] Cuando las primeras noticias de estos acontecimientos llegaron a Huangpi, los tres comandantes del ejército distribuyeron una declaración que ratificaba su adhesión a Mao y denunciaba a los rebeldes.[31] Pero el intento de dividir y desestabilizar el partido continuó por otros caminos más tortuosos, cuando circularon copias de una carta incriminadora en la que Mao supuestamente había dado instrucciones para que Gu Bo reuniese evidencias de que Zhu, Peng y Huang eran también dirigentes de la AB-tuan.[32] La falsificación fue demasiado burda para ser creíble y el Comité del Frente publicó una larga y demagógica refutación acusando a los líderes de Yongyang de rebelarse contra el partido y conspirar para sembrar la discordia entre las fuerzas revolucionarias.[33] Se llegó entonces a un punto muerto, con el Vigésimo Ejército posicionado en una orilla del río Gan, las fuerzas de Mao en la otra, y reclamando ambos contendientes ser los leales ejecutores de la política del partido.

Ni los hechos de Futian ni la terrible hemorragia que había sufrido el Ejército Rojo consiguieron detener la decisiva victoria de Mao sobre la primera campaña de asedio de Chiang Kai-shek. De hecho, aquellos dos contratiempos resultaron quizá una ayuda. Unidos por la furia de la purga, los que consiguieron superarla se fundieron en una fuerza de disciplina férrea y voluntad de acero de extraordinaria motivación.[34]

No obstante, la existencia de una facción disidente en Yongyang no podía tolerarse indefinidamente. Cuando a principios de 1931 Xiang Ying llegó a la zona base, su primera tarea consistió en intentar apaciguar los demonios que el incidente de Futian había conjurado. En aquel momento también Mao, con su prestigio henchido tras la última victoria, consideró que la matanza había llegado demasiado lejos.[35] Li Wenlin, arrestado en Huangpi, fue liberado, si bien bajo vigilancia,[36] y Li Shaojiu fue reprendido por su excesivo celo.[37] El 16 de enero de 1931 la recién reorganizada Oficina Central anunció la expulsión de Liu Di y otros cuatro dirigentes rebeldes, y declaró que lo ocurrido en Futian había sido un «incidente contra el partido».[38] Pero resaltó que apenas había prueba alguna de que los rebeldes fuesen miembros de la AB-tuan. Durante las seis semanas posteriores, Xiang Ying comenzó a sondear las posibilidades de alcanzar una conciliación, ofreciendo prudentes insinuaciones de que se podía llegar a un acuerdo con los que se habían descarriado.[39]

Para Mao, este aperturismo representaba una desautorización implícita, y tuvo que contenerse ante la sugerencia de Xiang de que el problema de Futian era en parte una lucha de facciones, lo que desató aún más su cólera, al tratarse de una afirmación a todas luces bien fundamentada.[40] Sin embargo, en lo que se refiere a la cuestión esencial de si la campaña contra la AB-tuan había estado justificada, Xiang apoyó a Mao, como lo hizo la mayoría del partido.[41] A lo largo de los meses de enero y febrero continuaron los arrestos de sospechosos.[42] Incluso los rebeldes de Yongyang, mientras proclamaban su propia inocencia, se mostraron de acuerdo con ello:

No negamos [lo que ellos escriben sobre] que la AB-tuan tiene una amplia organización en Jiangxi y que ha penetrado en las áreas soviéticas, ya que nosotros mismos hemos combatido activamente la AB-tuan … El camarada Duan Liangbi fue el primero en luchar contra la AB-tuan en el Comité Especial de Jiangxi … [Pero ahora] también él es un señalado miembro de la AB-tuan.[43]

Que los antiguos dirigentes del Comité de Acción, a pesar de las torturas que habían sufrido, pudiesen todavía adherirse a la purga dice mucho del estado mental de las regiones base en aquel período. En marzo de 1931 la mayoría de ellos había abandonado ya las armas y había retornado para afrontar las consecuencias, habiéndoseles asegurado, así lo creían ellos, que serían tratados con clemencia.

Desafortunadamente para ellos, su vuelta coincidió con las noticias de la caída en desgracia de Li Lisan. Los dirigentes de Shanghai tomaron una actitud extraordinariamente radical ante los hechos de Futian, que eran vistos ahora como una manifestación de la «línea de Li Lisan contra el Comintern y contra el partido». En abril, Liu Di fue conducido ante un tribunal militar, presidido por Zhu De, sentenciado a muerte y decapitado. Tenía poco más de veinte años. Li Bofang y otros dos más fueron también ejecutados.[44]

Este nuevo posicionamiento fue ratificado en una reunión general de la Oficina Central, celebrada bajo la autoridad de la delegación del Cuarto Pleno:

La AB-tuan se ha convertido en un pequeño partido dentro del Partido Comunista, [llevando a cabo] … actividades contrarrevolucionarias bajo la bandera de la revolución. ¿Cómo le ha sido posible [actuar así] en los últimos tiempos? Las principales razones son … [Primero,] los terratenientes y los campesinos adinerados se han infiltrado con facilidad en el Partido Comunista Chino … Cuando la revolución se desarrolla … estos elementos se dedican a traicionarnos … [Segundo,] el partido ha seguido la errónea línea política de Li Lisan … [Tercero,] en el pasado no pusimos la atención suficiente a la tarea de purgar los elementos subversivos. Los miembros capturados de la AB-tuan eran ejecutados inmediatamente, en lugar de usarlos para desenterrar más pistas … [Esto] ha permitido además que la AB-tuan se haya expandido.

El Comité del Frente (bajo la dirección de Mao) fue elogiado por haber seguido una línea política «en general correcta» y haber adoptado la posición, ante la rebelión de Futian, de la lucha de clases. La Oficina Central (bajo las órdenes de Xiang Ying) fue duramente condenada por su «conciliación con la línea de Li Lisan», y por su interpretación «absolutamente errónea» de los hechos de Futian, «alejada del enfoque de la confrontación de clases», que había llevado a «los organismos, mayores y menores, del partido a relajar, suavizar y ralentizar la lucha contra la AB-tuan».[45]

La conclusión de que los principales rebeldes de Futian eran todos ellos «importantes miembros de la AB-tuan … que defendían una rebelión contrarrevolucionaria bajo el estandarte de la línea Li Lisan» (definición de bastante más alcance que la de unos simples camaradas descarriados que había intentado sugerir Xiang Ying), y su corolario —que la línea Li Lisan y la AB-tuan eran las dos caras de una misma moneda—, representaban enormes ventajas para Mao y la renovada central del partido.[46] Mao podía ahora argumentar legítimamente que la purga, lejos de dirigirse en contra de oponentes faccionalistas, era una defensa fundamental de la línea del partido. Los estudiantes retornados de Shanghai, más influidos por las prácticas estalinistas que los anteriores dirigentes del Partido Comunista Chino, consideraron prioritaria una más profunda bolchevización del partido, lo que para ellos significaba, por encima de todo, desterrar a los seguidores de Li Lisan y acabar con la cerrazón ideológica y la disidencia; en resumen, la transformación del partido en un sumiso instrumento leninista. Conseguir encerrar en un mismo saco a todas las formas de oposición bajo la etiqueta genérica de la AB-tuan convertía la tarea en algo mucho más sencillo.

El resultado fue que, a partir del mes de abril, la purga se retomó con una ferocidad nunca vista.[47] A pesar de los repetidos esfuerzos de centralizar las investigaciones a través de los departamentos de Seguridad Política,[48] los ignorantes oficiales de los comités de purga de los pueblos y las ciudades, a menudo analfabetos, detentaban un poder enorme.[49] La muerte dependía de un antojo, llegaba con el más mínimo pretexto, o sin pretexto alguno. Un investigador del Partido Comunista Chino informó:

Los que se quejaron de la letargia en que había entrado el partido, los que rechazaron cargar las provisiones con las pértigas sobre los hombros, los que se mantuvieron al margen de las congregaciones de masas, los que no comparecieron en las reuniones del partido … todos fueron arrestados como miembros de la AB-tuan. El terror estaba tan extendido que mucha gente se negó a aceptar un nuevo trabajo, incluso si representaba un ascenso … porque el riesgo de ser acusado de pertenecer a la AB-tuan era mayor si eras un recién llegado … En el clímax [de la purga], incluso el hecho de hablar con otra persona podía representar un motivo de sospecha de pertenecer a la AB-tuan. Por ello, los miembros del partido rechazaron asistir a las reuniones a menos que algunos oficiales de alto rango fuesen testigos de lo que se discutía.

[Durante el último verano] el Departamento de Seguridad Política de Jiangxi propuso arrestar a todos los campesinos adinerados [de la zona base] para investigarlos, sólo porque probablemente eran miembros de la AB-tuan … Dijeron abiertamente que era mejor matar a un centenar de inocentes que dejar libre a un auténtico culpable … A causa de estos fantasiosos pensamientos, todos los órganos y grupos revolucionarios conquistaron la potestad de arrestar, interrogar y ejecutar a los contrarrevolucionarios. La moda que prevalecía era perseguir a la AB-tuan para demostrar la propia lealtad a la revolución.

Cuando los sospechosos eran torturados para revelar los detalles de las «redes» a las que supuestamente pertenecían, denunciaban a conocidos o intentaban recordar los nombres de personas que habían visto trabajando en las oficinas del partido. Para protegerse a sí mismos, los oficiales borraban sus nombres de las insignias o simplemente no se las ponían.

Durante la tercera campaña de asedio no hubo tiempo ni siquiera para los interrogatorios. En algunas unidades se adoptó un sistema que consistía en pasar revista: a los que confesaban pertenecer a la AB-tuan se les concedía una amnistía; los que rechazaban tener cualquier relación eran ejecutados.[50]

En julio, las unidades del Vigésimo Ejército que habían huido a Yongyang después de los hechos de Futian (y habían permanecido allí después de que los dirigentes del Comité de Acción se entregasen en marzo) fueron convocados in extremis a la zona base para contribuir a la lucha contra el movimiento de tenaza de Chiang Kai-shek. El día 23 se unieron a las fuerzas de Mao en Ping’anzhai, unos treinta kilómetros al norte de Yudu. Su comandante, Zeng Bingqun, se había mantenido en contacto con la Oficina Central, y parece ser que creía que la sombra política que se cernía sobre el contingente se había disipado. Pero, lejos de ser así, su cuerpo fue rodeado y desarmado tan pronto como llegó. Todos los oficiales, desde el mismo Zeng hasta el más humilde comandante de sección de apoyo, fueron arrestados. Los soldados rasos quedaron dispersados entre las otras unidades del Ejército Rojo. En el breve lapso de unas pocas horas el Vigésimo Ejército había dejado de existir. Su nombre no volvería a ser usado por ningún otro ejército comunista chino.[51]

Un mes después, Li Wenlin y los otros dirigentes todavía vivos del Comité de Acción, junto con Zeng y la mayoría de sus oficiales, fueron sentenciados a muerte en Baisha ante una multitud de varios miles de personas por un tribunal presidido por Mao.[52]

El número total de muertos durante la purga de verano y principios de otoño de 1931 sólo se puede estimar de un modo aproximado.[53] Fallecieron cuatrocientos oficiales y soldados del Vigésimo Ejército, y probablemente varios centenares del Trigésimo quinto, reclutado también en Jiangxi y purgado en fechas muy similares. Hubo muchos más de otras unidades del Ejército Rojo. En el partido local de Jiangxi fueron asesinadas tres mil cuatrocientas personas, y eso en sólo tres de los más de veinte distritos. A principios de diciembre un inspector central del Partido Comunista Chino informó que «el 95 por 100 de los intelectuales del partido y la Liga de las Juventudes del suroeste de Jiangxi» habían confesado mantener conexiones con la AB-tuan. Actualmente, los historiadores chinos más documentados hablan simplemente de «decenas de miles» de muertos.

A medida que el año se acercaba a su fin y las tensiones generadas por el asedio nacionalista se suavizaban, las dimensiones de la purga menguaron y la participación de Mao en ella disminuyó. En diciembre se realizaron esfuerzos renovados y, en esta ocasión, mucho más serios, para imponer controles institucionales realistas. Se promulgó en nombre de Mao un «Procedimiento Provisional para Manejar los Asuntos Contrarrevolucionarios y Establecer Órganos Judiciales» que, entre otros objetivos, pretendía «salvaguardar los derechos de las masas».[54] Los funcionarios de menor rango fueron desposeídos de la potestad de ordenar ejecuciones, se instituyó un sistema de apelaciones y se condenó el uso de la tortura. Pero las nuevas ordenaciones sólo se cumplían y se respetaban ocasionalmente, y en todo caso ofrecían muchos subterfugios. Más aún, estaba explícitamente estipulado que la clase social debía ser el factor determinante para la toma de decisión sobre la pena, procedimiento que continuaría vigente incluso después de una decisiva reforma en el sistema legal comunista chino. Los terratenientes, los campesinos acaudalados y los de «origen capitalista» debían ser sentenciados a muerte; las «masas» tenían la posibilidad de comenzar de nuevo.

Zhou Enlai llegó entonces desde Shanghai para ocupar su cargo como secretario permanente de la Oficina Central y, en enero de 1932, las dimensiones y el desarrollo de la purga quedaron, por vez primera, cuestionados:[55]

Matar a un hombre se tenía por una bagatela [reconoció la Oficina]. El efecto más permanente que ello provocó fue el pánico en el partido. Incluso los órganos dirigentes quedaron afectados. No se trató de una política … consistente en aislar a los oponentes [del partido] y atraer a las masas que habían quedado defraudadas por la influencia contrarrevolucionaria; fue justamente lo contrario. Dañó nuestra propia fuerza revolucionaria e hizo flaquear a los que se encontraban en el frente de batalla de las masas. Éste fue un error muy grave.[56]

Pero la reprimenda se dirigía únicamente contra las matanzas desorganizadas. Tanto la Oficina como el mismo Zhou Enlai siguieron insistiendo en que la campaña contra los contrarrevolucionarios era per se «completamente correcta».[57] Si se debía cambiar el método no era para poner fin a la campaña, sino para dotarla de mayor eficacia.

Aquella primavera las ejecuciones continuaron, si bien a un ritmo más pausado. En mayo de 1932 Li Wenlin, Zeng Bingqun y otros tres supuestos líderes de la AB-tuan —quienes, desde el «juicio» del agosto anterior, habían desfilado ante las masas congregadas por las aldeas de todo el suroeste de Jiangxi— fueron públicamente decapitados. Durante los dos años posteriores, cuando la purga languidecía acercándose a su fin, los departamentos de Seguridad Política instruyeron unos quinientos casos al mes de los que, de media, el 80 por 100 acabaron en ejecución.[58]

Las matanzas de Jiangxi eran parte de una trama mucho más amplia.[59] En Fujian occidental más de seis mil miembros y funcionarios del partido fueron ejecutados acusados de ser socialdemócratas encubiertos.[60] Hubo diez mil muertos en la antigua base de Peng Dehuai de la frontera entre Hunan y Jiangxi.[61] En E-Yu-Wan, en los montes de Dabie, poco más de cien kilómetros al noreste de Wuhan, el licenciado de la Universidad de Pekín, nacido en la gran urbe, Zhang Guotao, entonces miembro del Comité Permanente del Politburó y, al igual que Mao, uno de los fundadores del partido, presidió una purga en la que dos mil «traidores, miembros de la AB-tuan y elementos del Tercer Partido» perdieron sus vidas. Chen Changhao, su comisario político, explicó:

La marea revolucionaria irrumpe día a día con más fuerza … El enemigo ya sabe que sus aeroplanos, sus cañones y sus ametralladoras son totalmente inútiles. Por ello se sirve de los reorganizacionistas, la AB-tuan y el Tercer Partido para infiltrarse en nuestras áreas soviéticas y en el Ejército Rojo … Se trata de un plan realmente maligno. Para nosotros es muy sencillo divisar al enemigo cuando nos ataca con aeroplanos y cañones, pero no es nada fácil distinguir a los reorganizacionistas, la AB-tuan o el Tercer Partido. El enemigo puede llegar a ser extraordinariamente malvado.[62]

Después de que varios miles de contrarrevolucionarios fuesen purgados en la base del noreste de Jiangxi, el dirigente izquierdista al cargo, Zeng Hongyi, se desplazó hasta el norte de Fujian, donde asesinó a otros dos mil, por ser «reformistas y [pertenecer a] la AB-tuan».[63]

Lentamente la mentalidad de la purga expandió su veneno por todas las áreas comunistas. Hasta 1937, cuando la situación política cambió a nivel nacional, grupos sitiados de combatientes del Ejército Rojo, batallando en desventaja numérica abrumadora, a menudo en condiciones inimaginables de privación y miseria, se revolvían, en brotes periódicos de sangrienta paranoia, en contra de ellos mismos, en algunos casos provocando entre sus propios camaradas un número de bajas más elevado que el que los ejércitos nacionalistas habían causado.

Los pretextos para las purgas eran invariablemente los mismos: disputas sobre la reforma de la tierra, rivalidades locales o étnicas y cuestiones políticas relacionadas con «la línea Li Lisan». Lo mismo ocurría con las técnicas: «Se le obliga a confesar», explicaba el jefe de la oficina de seguridad de Fujian oriental, «después confiesa, se le cree, y se lo ejecuta; o no confiesa, e igualmente se lo ejecuta».[64] La causa última de las purgas también era siempre la misma. Todas apuntaban al poder: el poder individual de los dirigentes para imponer su voluntad y asegurar que sus partidarios les siguiesen.

El ejemplo del estalinismo, así como la influencia de su retórica, forman parte de la justificación de lo que ocurrió durante los primeros años de la década de 1930 en las bases rojas de China, pero representan sólo una causa menor. Las grandes matanzas que formaron parte de las purgas de Rusia no comenzaron hasta cuatro años después de Futian, cuando se produjo la muerte de Kirov en Leningrado. La forma en que la cúpula dirigente del Partido Comunista Chino pasó de ser un conciliábulo idealista e inefectivo de intelectuales bienintencionados que quedaron desplazados tras el primer empuje del Guomindang, hacía poco más de tres años, a ser un correoso núcleo bolchevique que, en épocas excepcionales, ordenaba extraordinarias matanzas de hombres y mujeres que, como tiempo después se descubriría, habían sido absolutamente leales, tenía mucho más que ver con la situación interna de China.

Ir a la siguiente página

Report Page