Mao

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10. En busca del Dragón Gris: la Larga Marcha hacia el norte

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Los primeros indicios fueron todos negativos. El Joven Mariscal, el cordero sacrificial cuya poderosa acción había hecho posible el acuerdo, fue sometido a un tribunal de guerra, condenado a diez años de cárcel, amnistiado, y después sometido a arresto domiciliario (del que no quedaría liberado hasta su nonagésimo aniversario, más de cincuenta años después, en Taiwan). Lejos de retirarse, como Chiang había prometido, los nacionalistas enviaron refuerzos. En Nanjing volvió a aflorar la presión para lanzar una expedición punitiva. Las tropas de Zhang comenzaron a construir fortificaciones defensivas y, en enero de 1937, Mao indicó al Ejército Rojo que se debía «preparar firmemente para la guerra».[145] Pero meses después la crisis se había disipado.[146] Chiang y Zhou Enlai retomaron los contactos, primero indirectos, después cara a cara. Pero la anhelada posibilidad de un frente unido se mostró tan huidiza como siempre. A lo largo de la primavera y el inicio del verano, los dos bandos discutieron sobre cuestiones que abarcaban desde el número de divisiones que debía tener el ejército hasta el tipo de insignia que debían lucir en sus cascos.[147]

Posteriormente, comunistas y nacionalistas afirmarían por igual que el incidente de Xi’an fue un punto de inflexión, un momento decisivo que cambió el curso de la historia de China. Mao estaba cerca de la verdad cuando dijo al Politburó, poco después de la liberación de Chiang, que si se alcanzaba una tregua con los nacionalistas, no sería porque el Generalísimo hubiese dado su palabra, sino «porque la situación no le dejaría otra opción».[148] Los sucesos de Xi’an fueron un catalizador fundamental. Pero no fueron la principal cuestión en juego.[149] Ésta entró en escena el 7 de julio, cuando las tropas japonesas ocuparon un enlace ferroviario clave junto al puente de Marco Polo, en Lugouqiao, ocho kilómetros al suroeste de Pekín.[150] La guerra del Pacífico había comenzado.

Incluso entonces el Generalísimo dudó.[151] Una semana después del ataque japonés continuaba poco dispuesto a permitir que el Ejército Rojo partiese hacia el frente. En un telegrama dirigido a la Comisión Militar del Partido Comunista Chino, Mao reclamó precaución:

No permitamos que Chiang sienta que se le está empujando hacia un rincón. [Nuestro] deber ahora es animarle a dar el último paso para la formación del frente unido, y puede haber todavía algunos problemas al respecto. Ha llegado el momento de la verdad, en el que se va a decidir si nuestro país vivirá o morirá. Éste es el momento clave en el que Chiang Kai-shek y el Guomindang deben cambiar completamente de política. Todos nuestros actos tienen que respetar estas premisas generales.[152]

Aquel mismo día, después de que Mao firmase el telegrama, el 15 de julio de 1937, Zhou Enlai viajó hasta Lushan, enclave montañoso en el que el Generalísimo se alojaba cerca de Nanchang, para mantener su tercer encuentro del año.[153] Zhou le entregó el borrador de una declaración, reiterando anteriores compromisos comunistas y asegurando el apoyo del partido a la revolución democrática iniciada por el fundador del Guomindang, Sun Yat-sen. A cambio, dijo, el Partido Comunista Chino sólo tenía dos exigencias importantes: la guerra contra Japón, y la «democracia», un término en clave para designar la legalización de las actividades comunistas.

Chiang todavía se mostraba reacio.

El 28 de julio, Mao lanzó un ultimátum: el Ejército Rojo, con Zhu De como comandante en jefe y Peng Dehuai como su lugarteniente, iniciaría el 20 de agosto su aproximación hacia el frente, tanto si el Guomindang estaba de acuerdo como si no.[154]

Al día siguiente, las tropas japonesas ocuparon Pekín, y acto seguido Tianjin, el día 30. Pasaron diez días más. Entonces, el 13 de agosto, atacaron Shanghai, amenazando directamente la base de poder de Chiang. La decisión no se podía posponer por más tiempo. «Ve y dile a Zhou Enlai», ordenó a uno de sus auxiliares, «que [los comunistas] deben enviar las tropas inmediatamente. No necesitan esperar más». Poco después se anunció que el Ejército Rojo había sido rebautizado como el Octavo Ejército de Campaña del Ejército Revolucionario Nacional [del Guomindang].[155]

Finalmente, el 22 de septiembre, el Guomindang publicó la declaración que dos meses antes le había entregado Zhou Enlai, y el Generalísimo en persona anunció que, en interés de la nación, el frente unido había quedado rehabilitado.[156]

Las reticencias de Chiang de llegar a un acuerdo eran comprensibles. Durante diez años había conseguido arrinconar a los comunistas en el desierto, en los márgenes de la vida política china. Pero ahora volvían a aparecer en el centro de la escena como un partido legal de dimensión nacional, con una plataforma de alcance público y protagonista de una renombrada aportación patriótica. Había quedado abierto para Mao el camino hacia el poder. Como dijo a un aturdido Kakuei Tanaka, décadas después primer ministro de Japón, lo habían abierto los japoneses.

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