Magic

Magic


Parte I. Efecto

Página 4 de 33

I. EFECTO

1

Confía en mí por algún tiempo.

Entiendo que ésta es realmente la política seguida por la araña en sus relaciones con la mosca, y no «entra en mi sala de recibo», como asegura la leyenda popular, y también me doy cuenta de que no siempre soy vuestro tipo más Walter Cronkite, vigoroso, fiel, constante, etc. Pero en este caso particular no le cabe la menor duda a mi mente perdone-usted-la-expresión de que sé lo que hablo.

Corky cree que estoy loco.

Alguien está seguro.

No sé cómo decir esto sin que suene indebidamente a melodramático, pero algo, y por Cristo que me agradaría entenderlo, le está sucediendo a Corky.

Está cambiando.

Un momento. No hay ningún error en el cambio. Y no estoy dando a entender que esto es algo sacado de la Invasión de los ladrones de cuerpos y que hay algún gigantesco gusano procedente del espacio exterior que empieza a vivir en su cerebro.

Y también sé que está funcionando a tope, que su carrera está siendo meteórica y que las damas que escoge constantemente no parecen quejarse —aunque nunca he comprendido por qué solamente las ve una vez, como si lo decepcionaran o algo parecido, pero su vida sexual no es cosa mía. Probablemente se aburre— y no sólo lo esté haciendo bien y, por consiguiente, dejando satisfecha a una mujer, sino que sigue siendo un tipo tan decente y considerado como siempre, aunque inicie el final del ciclo de su vida.

Pero, ¡maldita sea!, veo señales.

Ejemplo: la melancolía. Nunca solía estar allí. Y si en los viejos tiempos sufría momentos de depresión, yo siempre podía estimularlo un poco, despertarlo de su letargo, pero no más.

Ahora se presentan estos largos silencios.

Y está encerrándose en sí mismo. Antes acostumbraba ser un elemento tan abierto, que uno casi ansiaba aconsejarle que mintiera un poco. Pero ahora sí que está mintiendo. Y no poco.

¿Mi temor más grande? Creo que Corky está agrietándose, enloqueciendo.

Interrogante: Defínenos a los que estamos intelectualmente menos equipados que tú —¡oh, sabio!— el vocablo «enloquecer».

Un freudiano no muy ortodoxo respondería de la siguiente manera: estado de cabra, de haber perdido algún tornillo o debilidad mental.

Continuando con el interrogante: y realmente uno llega a la conclusión de que porque un amigo íntimo a veces se muestra melancólicamente pacífico y en otras ocasiones embustea, ¿acaso es ésta una prueba de que se está entonteciendo?

No, creo que no, pero tampoco yo puedo sentarme aquí tranquilamente e ignorar el hecho de que esta misma tarde, ante Dios y ante todo el mundo, tuvo por vez primera en su vida una fuerte jaqueca digna de una Joannie Crawford. ¿Puede creerse esto en los años 70?

Estuvo tranquilo durante lo que a mí me pareció un período de tiempo excesivamente prolongado, así que pregunté: —¿Ocurre algo?

—No, ¿es que tiene que ocurrir algo?

Respuesta demasiado inocente para que yo me la tragara del todo, de modo que añadí: —Estás mirando por la ventana desde hace mucho tiempo.

—Estoy pensando, eso es todo.

—¿En qué?

Se encogió de hombros.

—Cosas.

—Muy específico.

—En nada en realidad, quizás en un par de cosas que probablemente me preocupan.

—Exacto —respondí lógicamente y en tono bajo—. Si hay cosas que te preocupan, entonces, lógicamente, por definición, algo debe de ocurrir. De manera que simplemente pregunto otra vez: ¿de qué se trata?

Y acto seguido explota.

Corky. Chillando, gritando. El mismo Corky, que a veces es tan dulce que dan ganas de verle gritar, cosa que nunca me canso de señalarle, me está insultando a voz en grito.

Éste es mi Diario y deseo anotar en él lo que quiero y dejar de anotar lo que mejor me parezca, y así, decido olvidar los detalles de los insultos. Pero los insultos continúan sin parar hasta que, finalmente, digo: —¡Oh, por favor, muchachito! ¡Por Jesús, solamente intentaba ayudarte!

Corta los alaridos. Comienza a pasear de un lado a otro. Se detiene. Inicia otra vez el nervioso paseo, pero ahora más lentamente. Después parpadea. Uno intuye algo. Se detiene por segunda vez. Los pulsos laten imperceptiblemente en sus sienes. Allí estaba y uno podía ver realmente el momento en que el dolor atacaba, el momento en que la dolorosa punzada descendía arrobadora como una nevada.

¿Tengo necesidad de decir que yo estaba a punto de llorar?

Comentario ético: esto está empezando a parecer resbaladizo, Fats, viejo amigo.

Contestación honesta: lo sé, lo sé, y nosotros no somos nada resbaladizos en ese sentido, pero no puedo soportar el modo como suena todo esto. «Lágrimas», «jaquecas». Algunas veces creo que si yo y Corky sostuviésemos una de esas incesantes e infinitamente complicadas relaciones homosexuales sadomasoquistas, muchacho, la vida sería muy sencilla.

La Sabiduría según FatsAnotación: 10 de octubre de 1975

Encontrado en: 7 Gracie Terrace

Penthouse One

20 de octubre de 1975

El contenido de todo este Diario

se registrará como:

PRUEBA POLICIACA D

Ir a la siguiente página

Report Page