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Retales madrileños » 17. Madrid y la chulería madrileña

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17 Madrid y la chulería madrileña

La chulería, dicen, es uno de los rasgos idiosincráticos del madrileño. El sentido de esta palabra se ha deslizado hacia jactancia y arrogancia , a menudo insufribles o insultantes, pero tuvo un origen diferente. Procede de la lengua italiana: ciullo , niño. La importaron los que vinieron con Carlos III, y acaso se la sugirió el carácter extrovertido, jovial e infantil de los madrileños, especialmente los de los barrios bajos. También estos dieron entonces nombre a sus habitantes, barriobajeros , que no tenía, al igual que rastrero , las connotaciones inicuas de hoy; bien al contrario: el comportamiento heroico de muchos de esos chulos y vecinos del Rastro en la jornada del 2 de mayo de 1808 así lo atestigua. Con el tiempo le sucedería igual a chulo , sinónimo de rufián .

287. Alfred S. Campbell, Niños callejeros de Madrid , 1896.

Antes de esas contaminaciones, majos, majas , manolos y manolas venían a ser lo mismo. No se sabe de dónde procede majo/a (palabra que se adoptó después en muchas otras regiones españolas significando apuesto, simpático, fiable) y a manolo/a se le ha dado una etimología un tanto fantasiosa e improbable: habitantes de Lavapiés, el barrio en el que vivían los judíos, los manueles . Todas ellas son palabras para designar un tipo característico de Madrid: vistoso, presumido y envalentonado. En cierto modo la chulería no es sino el amor a las hipérboles, tan queridas y usadas durante el barroco, en Sevilla o en Madrid, más propias de la ciudad que del campo. Hiperbólica es la manera de hablar de los personajes de don Ramón de la Cruz, Sánchez Silva, Arniches, Valle, Cela, Umbral, los casticistas. Un habla sin consecuencias, como toreo de salón, sin muerte. Cuando aún hoy oímos este diálogo en una disputa callejera entre automovilistas, a cualquier hora, de ventanilla a ventanilla y sin que ninguno de ellos se moleste en llegar a las manos («Te voy a inflar a hostias hasta en el cielo de la boca… ¿Tú a mí? Amos anda»), estamos asistiendo a cualquiera de las escenas de sainete, de zarzuela, de género chico que marcan la pauta del habla de chulos, majos y manolas.

Vivir en la capital del reino, y codearse con la aristocracia en el teatro, los toros y la pradera de San Isidro, investían a chulos y manolas de un desparpajo que a su vez era imitado de ellos por marqueses, señoritos y lechuguinos. «Y es curioso recordar que en aquella época se produjo el triunfo de la chulería. El chulo es el rural madrileño. Pues bien; en vez de influir las clases abstractas sobre el chulo doméstico, acaeció el caso increíble de que fuese el chulo quien daba el tono a la vida madrileña, imponiendo hasta su léxico. Durante veinte años, la conversación de las altas clases directoras arrastró todo el vocabulario soez y el crudo barroquismo de la plebe madrileña. Los aristócratas o hablaban en francés o hablaban en chulo, y, por muy alto que se subiese, la dicción plebeya, en marea, salpicaba el diálogo», dice Ortega y Gasset en La redención de las provincias . Y eso explica que desde el siglo XVIII los primeros castizos hayan sido los Borbones.

288. Golfillos. Tarjeta postal, h. 1900.

El que chulos y majos se vieran implicados desde el XIX en algunas revueltas políticas, principalmente revolucionarias, acabó de fraguar en todos ellos ese uniforme color local propio que llamamos chulería y que por lo general no pasa de ser un estar de vuelta de todo y no sorprenderse de nada. Cualquier acontecimiento político, social o cultural, por prodigioso que sea, será recibido por un madrileño típico sin el menor atisbo de asombro y con un «¡natural!» o, en jerga castiza, «¡naturaca!», pues al fin y al cabo los que recibieron con entusiasmo a Fernando VII son parecidos a los que despidieron a su hija camino del exilio. Han cambiado muchas cosas en Madrid, pero no esa manera de ver la vida a un tiempo crédula y apasionadamente escéptica, y así lo siguen percibiendo muchas veces los forasteros que vienen a la ciudad o aquellos que reciben en las suyas a los madrileños.

289. Santos Yubero, Barquilleros en Madrid , 1935. Comparece esta foto aquí no en tanto que testimonio dickensiano de una época en que los niños trabajaban para sobrevivir, sino por esas humildes sillas. Se hallaban en el Retiro y en los paseos de Recoletos y de la Castellana para solaz de paseantes. En el respaldo, punteadas con taladro, las letras S.P., «Servicio Público». La mayor parte se fundieron durante la guerra civil para armamento de la defensa de Madrid. Las pocas que quedaron se fueron retirando en los años cincuenta. Compradas como chatarra, ocho de ellas, acaso las mismas que aparecen en esta foto, siguen en activo en un confín de Extremadura. Son mágicas. Cuantos se han sentado en ellas por primera vez aseguran haber oído durante unos segundos las melodías lejanas de las polcas y valses, cuando no un apagado runruneo de susurros de quienes acudían hace más de un siglo ante el quiosco de la música del Retiro o se citaban en Recoletos para las confidencias.

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