Lucifer

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Sueño Premonitorio

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Sueño Premonitorio

 

—¿Dónde mierda estuviste todo este tiempo? —preguntó la chica con vehemencia.

El fuego de mil soles explotando brillaba tras ellos, en la lejanía, allá donde cien ciudades ardían hasta los cimientos. Desde la azotea del rascacielos donde estaban, todo se podía ver como si del más grande espectáculo se tratara, el más terrorífico, el más sangriento.

—Tienes que entenderlo Vivian, yo no podía presentarme ante ti —una larga pausa —, no aún.

El viento generado por las explosiones atómicas arremolinaba el traje del hombre en torno a su silueta. Estaban tan pegados que el saco de éste golpeaba el estómago de Vivian.

—¿Por qué no? —preguntó ella con lágrimas en los ojos —¿Qué te lo impedía?

—Esperaba el momento adecuado, el momento en que estuvieras lista...

—¿Lista para qué? —lo interrumpió con violencia.

—Para afrontar tu destino.

—Creía que eras diferente, pensaba que estos malditos sueños significaban algo —dijo Vivian con rabia en cada una de sus palabras —, pero al final resulta que eres igual, eres como mis tías, al final yo no te intereso, sólo te importa esa mierda de mi destino.

Vivian sabía que estaba soñando, pero aun así, todo se sentía tan real, tan vívido. A pesar de la atmósfera onírica que todo tenía, con el cielo purpura y rojizo estallando en las alturas, Vivian por primera vez era consciente de que estaba dentro de un sueño, y lo más importante, era dueña de sus propias acciones y no sólo una espectadora como en todos sus sueños anteriores. Podía sentir el calor que las explosiones nucleares habían generado.

—Entiende Vivian, no puedo presentarme ante ti todavía, tienes que convertirte en la persona que debas ser antes de que nos conozcamos. Yo...yo no tengo derecho alguno a influir en la mujer en quien tú elijas convertirte.

—Pensé que mi destino ya estaba escrito —refunfuñó ella.

—Tu destino está ahí para que lo tomes —dijo él, mirando por encima del hombro de Vivian —. Es cuestión tuya, de tu libre albedrío si decides tomarlo u optas por rechazarlo. Yo no soy como dios, yo no te obligaré a tomar una decisión.

Ambos se quedaron en silencio, las dos únicas personas en ese mundo rojo de fuego dentro de la mente de Vivian.

—Pues no lo quiero. Ni tú, ni mis tías, ni nadie me va a decir qué hacer.  ¿Y además dime, dónde estuviste todo este tiempo, eh?

—Vivian, yo siempre he estado más cerca de lo que crees. Hace miles de años fuimos separados, pero al fin logré encontrarte, y no pienso dejarte...

—Esas son palabras tontas, palabras vacías —lo volvió a interrumpir — Si eso fuera verdad dime, ¿dónde estabas el día que casi me violaban los chicos mayores en el orfanato? ¿dónde estuviste el día que apuñalé a uno de ellos para que me dejaran en paz? ¿dónde diablos estabas cuando el rector me daba esas palizas de las cuales nadie me podía defender?

Cada palabra que salía de la garganta de la chica recién convertida en mujer destilaba un dolor y un sufrimiento que hacían que el rostro del hombre se contrajera en muecas de dolor y vergüenza.

—¡Contesta! —gritó ella —¡Contesta, maldita sea! —su grito atronó en el aire y creó una onda expansiva tan potente como las ondas nucleares. La ciudad entera se llenó con la voz de la mujer. El cielo púrpura terminó por teñirse de rojo.

El hombre, pálido como era, cayó con una rodilla en el suelo, se postró ante el poder de Vivian. La miró con admiración, con amor, con los ojos de un fiel seguidor.

El mundo comenzó a girar, la cabeza de Vivian empezó a dar vueltas, como si estuviera dentro de un tornado, los colores comenzaron a mezclarse unos con otros, en una sinfonía de caos y ruido, y el suelo y el cielo perdieron su perspectiva.

Y entonces Vivian fue arrancada del sueño, de vuelta al mundo real, al mundo de lo tangible. Sólo que esta vez lo recordaba todo. Esta vez sabía que no había sido un sueño, sino algo más, algo diferente, algo más parecido a una premonición.

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