Lola

Lola


PRIMERA PARTE » 13

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Estuvieron conversando un buen rato y no se despidieron hasta que Angela consiguió arrancarle a Dylan la promesa de que la llamaría con frecuencia. Él sabía que ella continuaría llamando igual que lo hacía en Reino Unido, y ella, que en el improbable caso de que lo olvidara o se retrasara, sería Dylan quien lo hiciera. Hablaban casi a diario y ambos sabían que esa circunstancia no cambiaría por el hecho de que ahora vivieran en países diferentes. 

Dylan dejó el móvil sobre el apoyabrazos de su sillón y se desperezó a gusto. Se descalzó y fue a la cocina mientras se quitaba la camiseta. Con todo lo imponente que era la vivienda, lo mejor, con mucho, era la cocina. Le había indicado a Marisa que le gustaba cocinar por lo que era imprescindible que la vivienda contara con una cocina grande y muy bien equipada.

Y vaya si lo era; contaba hasta con una cocina con fogón de gas, además de la vitrocerámica habitual en las viviendas modernas. Era una señora cocina. Sonrió al comprobar que el frigorífico seguía la misma tónica que el resto de la casa; parecía un armario y al abrirla comprobó que casi lo era. Dentro había de todo; un auténtico paraíso para un gourmet. Por lo visto, Marisa había ido de compras con cargo a su tarjeta de crédito. 

Cogió una botella de cerveza de importación y de regreso al salón fue inspeccionando los recovecos de su nueva casa. Comprobó que estaba completamente equipada hasta en los detalles; había tabaco de su marca favorita distribuido en los diversos ambientes y toda una colección de cremas y potingues para el cuidado masculino en ambos baños.

Un vez en el salón, Dylan bebió un buen sorbo mientras sus ojos se perdían en la inmensidad azul del Mediterráneo. 

—No está nada mal —murmuró.

Sin embargo, tuvo que reconocer que no había en él ni una cuarta parte de la excitación que había esperado sentir. 

No sabía el porqué, pero así era.

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