Loki

Loki


Capítulo ocho

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Capítulo ocho

Thiazi apartó la vista del estanque. El constructor estaba muerto. Sus sesos, esparcidos por Gladsheim. A pesar de que Thiazi sabía que iba a terminar así, todavía le sorprendía la derrota. Después de postrar a Odín, Thiazi albergó una pequeña esperanza de que el gigante sobreviviera y destruyera a todos los Aesir de Gladsheim y luego continuara su senda de destrucción a través de Asgard. Le resultaba sencillo imaginar que la fortaleza se desmoronaba en torno al constructor mientras éste se hacía aún más grande, absorbiendo la energía de los dioses que había matado. Desde allí avanzaría para aplastar Valaskjalf, Valhalla y las demás salas de los dioses, pisoteando de paso a los einherjar y a las valkirias contra el polvo. Los Aesir no podían hacer nada contra su ataque salvo protestar. Incluso siendo poco probable, era divertido imaginar ese desenlace.

Había disfrutado de las miradas en los rostros de los Aesir. Pese a observar sus reacciones desde Thrymheim, no le resultaron menos satisfactorias que si hubiera estado allí para verlas en persona. Su miedo era tangible y su vacilación en los últimos momentos de la transformación, reveladora.

Pero todo había terminado y el resultado final era el esperado, a pesar del poder del gigante. Cuando Thiazi contempló el relámpago que anunciaba el regreso de Thor, supo que al maestro de obras le quedaba poco tiempo. El odiado Tronador era el ser más fuerte de los Nueve Mundos y nada podía hacerle frente.

Pero eso cambiaría pronto.

El artesano había cumplido su parte. Había infundido miedo en los dioses, les había preocupado por lo que pronto podría seguirle. Si los gigantes disponían en su ejército de alguien como el constructor, ¿podrían enviar a docenas? ¿Cientos? Los Aesir no podían ignorar esa amenaza. Y Thiazi sabía que no lo harían. No enviarían tropas a Jotunheim, al menos de momento. Algunos apoyarían ese curso de acción. Thor, sin duda, pero Odín no sería persuadido por su impetuoso hijo para actuar precipitadamente. Antes de comprometerse a la acción, querría conocer la amenaza. Escogería a quien supiera con certeza que no atacaría, a uno que descubriera lo que había que descubrir y luego regresara.

Y lo enviaría solo. Ésa sería la clave de su caída, porque cuando Thiazi hubiera atrapado a Loki, no tardaría en llegar la muerte de los dioses. El Tuerto podía creerse inteligente y precavido, pero descubriría que hasta a él se le podía vencer en astucia. Sabio como era, todavía no se había percatado de que su enemigo más temible llevaba siglos dentro de Asgard.

A los pies de Bifrost, Heimdall oyó el sonido constante de los cascos de caballo golpeando el polvo. Hacía horas que había percibido el sonido del animal por primera vez, abriéndose paso hacia Asgard, conducido por un viajero solitario a juzgar por el sonido de sus pisadas. Al principio pensó que el hombre llevaba dos monturas, pero el ritmo de los cascos sonaba extraño. Estaban demasiado próximos entre sí, como si un animal estuviera casi encima del otro. Cuando se acercó hasta estar casi a la vista, Heimdall comprobó que era un caballo y no dos. ¿Cómo se explicaban las pisadas de múltiples cascos? No estaba seguro y no quería conjeturar demasiado pronto.

Vio primero dos pequeños puntos que se aproximaban hacia Bifrost, uno más grande que el otro. Muy pronto los distinguió como hombre y montura, aunque sin poder apreciar en detalle a ninguno de ellos. El corcel era grande, pero su andar torpe e inexperto era el de un potro. Sonrió para sí cuando entendió por qué había sonado como dos caballos, pero su rostro se agrió rápidamente una vez reconoció a quien guiaba a la bestia.

A medio tiro de piedra, Loki se detuvo en seco, sopesando su retorno a Asgard. Heimdall se cruzó de brazos y permaneció en el borde de Bifrost, el perfil de una figura imponente. Era casi tan grande como Thor, fornido y poderoso. Estaba muy cerca de ser el guardián perfecto para Bifrost, el único camino para llegar a Asgard.

Loki dio varios pasos al frente.

—¿Sigo siendo bienvenido aquí?

La expresión de Heimdall no cambió.

—Eso no me corresponde decidirlo a mí.

Para Loki estaba claro que Heimdall desearía que sí le correspondiera decidir, y también estaba claro cuál sería su respuesta.

—Me culpas por lo del constructor —dijo Loki.

Heimdall no respondió.

—Tal vez tengas razón al culparme. Gracias a mi consejo el Padre de Todo aceptó el acuerdo con el constructor y también su pago.

El labio de Heimdall se curvó hacia arriba. Su odio hacia Loki era legendario.

—¿Tratas de darme un motivo adicional para despreciarte? No es necesario: no puedes caer más bajo en mi estima. Un gusano sólo puede cavar en el lodo hasta cierta profundidad.

—Me ofendes. Mira Asgard y el muro que ahora lo rodea. Cuando los gigantes marchen en el Ragnarok, recuerda que el muro está ahí de nuevo porque yo propuse el acuerdo. Y ha costado poco más que unos cuantos rayos de Mjolnir.

Heimdall se burló.

—Eres muy valiente cuando no es tu propio pellejo el que está en juego. ¿Dónde estabas cuando atacó el constructor?

Loki ignoró el tono acusador de Heimdall. Por mucho que deseara explicar lo que había sacrificado, sabía que su papel en la derrota del constructor no podía ser revelado. Lo matarían al momento —hubiera salvado o no a Freyja— si supieran que por sus venas corría sangre de gigante.

—No estoy aquí para discutir. Sólo busco ofrecer este potro como regalo para Odín.

—¿Para que nos podamos olvidar de cómo negociaste con uno de nuestros odiosos enemigos? —Heimdall entrecerró los ojos observando a la montura—. ¿De dónde lo has sacado?

Lo di a luz yo mismo después de acostarme con el caballo del constructor, pensó. Habría disfrutado de la expresión del rostro del guardián, pero ese instante sería tan breve como Heimdall tardara en desenvainar su espada.

—Es la semilla del caballo del constructor. Será un caballo adecuado para el Padre de Todo. —Por lo menos, era una verdad a medias.

—Eso explica poco. ¿Por qué tiene ocho patas? —dijo Heimdall con un tono lleno de sospecha.

—No pregunté.

Heimdall lo despreció.

—Algún día, tus palabras burlonas serán tu perdición.

Exasperado, Loki abandonó cualquier intento de conciliación. Adoptó en cambio el tono de Heimdall, golpeándolo donde sabía que más le iba a doler.

—Parece que has cicatrizado bien tras la batalla. Tal vez podrías contarme tu papel en la muerte del constructor.

Heimdall apretó los dientes y dejó sus brazos caer a los costados, con los puños cerrados.

—Ya sabes que no puedo abandonar Bifrost.

—Oh, claro. Puede aparecer algún otro peligro —asintió Loki con fingida comprensión—. ¿Y qué amenaza repeliste mientras tus compañeros estaban siendo aplastados contra el piso de Gladsheim?

El silencio hirviente de Heimdall le proporcionó cierta satisfacción, pero no demasiada. Burlarse de él mitigaba sólo parte de su irritación. Se consoló con el hecho de que por lo menos se había callado.

Heimdall dio otro paso; todavía tenía los puños apretados con fuerza.

—No me sorprendería descubrir que todo esto ha sido obra tuya. Tus estratagemas no conocen límites. Cumplí con mi deber en Bifrost manteniendo Asgard a salvo de gente como tú.

Loki sacudió la cabeza.

—Heimdall, siempre tan brillante como estratega. Este potro solitario y yo, efectivamente, planeábamos asaltar Asgard por la fuerza. Desafortunadamente no pudimos realizar nuestro plan debido a tu vigilancia inquebrantable. —Heimdall lo fulminó con la mirada—. Puesto que mi plan malvado para destruir todo lo bueno se ha visto frustrado, supongo que seguiré mi camino a Gladsheim, a menos que sientas la necesidad de desenvainar tu espada y terminar con mi terrible amenaza.

Hizo una pausa, con las palmas hacia arriba en un gesto de súplica.

—¿No? Entonces supongo que abandonaré mis malvados planes por ahora. Quizá la próxima vez que nos encontremos estaré liderando un ejército de gigantes a través de Bifrost.

Condujo el potro pasando de largo a Heimdall, quien simplemente se quedó inmóvil. Tras unas cuantas docenas de pasos, Loki se detuvo y miró hacia atrás.

—¿Estás seguro de que no soy un gigante disfrazado, Heimdall? Odiaría que te dejaras engañar dos veces por el mismo truco.

El guardián no se volvió, pero Loki pudo ver que el esfuerzo para contenerse le tensaba los músculos del cuello.

Después de la reacción de Heimdall, sabía que no podía esperar nada mejor de cualquiera de los otros. Sólo verían lo que quisieran, y no escucharían ninguna palabra en contra. Sin embargo, había pocas alternativas salvo hacerles frente: explicaría lo que pudiera, presentaría su regalo al Alto y confiaría en que todo saliera bien.

Se dirigió a Gladsheim. La sala había sido reconstruida tras el ataque y desde lejos se veía tan sólida e intacta como siempre. Los einherjar lo miraron al pasar, pero no interfirieron. Le sorprendió reconocer al calvo que le había amenazado meses atrás. El guerrero lo miró sin comprender. Loki lo ignoró y siguió guiando su resplandeciente potro blanco por las serpenteantes calles de Asgard.

Las enormes puertas de madera de Gladsheim se abrieron lentamente y entró en la sala con el potro detrás. Caminó con confianza hacia los Aesir sentados alrededor de una gran mesa en la parte frontal del salón.

Odín estaba a la cabecera de la mesa y también estaban sentados Tyr, Balder, Frey y Thor. Los demás asientos estaban vacíos. Los restos de un banquete se esparcían sobre la mesa y en el suelo alrededor de ella; los sirvientes corrían de acá para allá limpiando el desorden.

Al acercarse Loki, los cuervos de Odín chillaron y batieron las alas. El Alto levantó la vista y llamó la atención a los demás, que le dirigieron agrias miradas a Loki. Permanecieron sentados y en calma, pero el Astuto pudo sentir su resentimiento y su ira. Estaba tan claro que lo culpaban por el ataque del constructor como que olvidaban la reconstrucción de la muralla y que Freyja estuviera a salvo.

Balder intervino cuando Loki se acercó más.

—El Astuto regresa después de casi haber provocado la destrucción de Asgard. ¿Qué inteligentes negocios propondrás hoy? ¿Invitarás al resto de los gigantes y les darás a nuestras mujeres?

Loki le ignoró y se dirigió directamente a Odín.

—Padre de Todo, es cierto que cometí un error de juicio. —Hubo gruñidos y bufidos de burla de los otros dioses—. Yo, como otros, no vi la verdadera naturaleza del constructor —hizo un breve contacto visual con Balder— y se ha tenido que pagar un precio por ese fallo. Como gesto para mostrar mi pesar, humildemente solicito permiso para ofrecerte este regalo. —Señaló al potro.

—Has causado mucho daño —dijo el Padre de Todo.

—Mi señor, yo sólo deseaba que el muro se reconstruyera para nuestra defensa continua.

—Dejaste al enemigo sobre tierra sagrada.

Loki se mordió la lengua. ¿Por qué no se culpaba a Heimdall de ese error? ¿Por qué no estaba aquí para hacer frente a la ira de Odín?

—Tal vez tenga razón, Padre de Todo. Debí haber visto a través de la apariencia engañosa del constructor. Soy consciente de que esta pequeña ofrenda no compensa el daño causado, pero es un regalo valioso.

Balder habló:

—¿Así que traes una criatura antinatural aquí, a Asgard, para congraciarte con el Alto? ¿De dónde has sacado esta bestia?

Loki no respondió inmediatamente. Valoró cómo reaccionarían a su transformación en yegua y al alumbramiento del potro. Concluyó que les causaría repugnancia.

—El potro es un regalo para el Padre de Todo. Es el…

—Todavía no nos has dicho de dónde has sacado este caballo —interrumpió Balder.

Loki se tragó una réplica furiosa.

—Las Nornas me dieron el potro —dijo—. En cierto modo.

Los dioses guardaron silencio y lo miraron con atención.

—¿Has visitado a las Nornas? —preguntó Tyr.

—Sí. Me hablaron de una yegua con… ciertas cualidades que podrían distraer de su labor al caballo del constructor. Utilicé a la yegua con ese propósito. Sin su montura, el maestro de obras no fue capaz de completar el muro.

—Y este potro es… —preguntó Tyr.

—El vástago de ambos.

Frey dijo en voz alta a los demás:

—Probablemente es cierto que lo que impidió completar la muralla al constructor fue la pérdida de su caballo. Todos vimos la energía y la velocidad del animal y lo lento que fue el gigante sin él esos últimos días.

Balder no pudo contener su indignación.

—Esta historia de Loki como el héroe es ridícula. —Se volvió hacia él—. Nada puede ser más absurdo que cualquier escena contigo como salvador de Asgard.

La irritación de Loki fue en aumento, como le había pasado con Heimdall.

—¿Y cuál fue tu papel en la defensa de Asgard, Balder? ¿Cansar al gigante colocándote en el camino de sus puños?

Balder se puso de pie, con los nudillos apretados. Antes de que pudiera desenvainar, se detuvo por una palabra de Odín.

—Espera.

Balder miró fijamente a Loki, pero de mala gana volvió a tomar asiento. Se giró hacia Odín, casi escupiendo veneno.

—No debería escapar al castigo por su papel en esto, padre.

Thor habló por primera vez.

—Me aburro. Un gigante llegó a Asgard y lo matamos. ¿Qué más hay que decir?

—Hay mucho que decir —contestó Frey—. Si Loki es el responsable.

Thor apartó su silla de la mesa.

—Bah. Incluso si lo es, ¿qué pueden hacer unas simples palabras? Jotunheim ha enviado para destruirnos al mayor gigante que cualquiera haya visto. Ahora su cerebro se encuentra disperso por todo Gladsheim. Espero que envíen más. Me gustaría enfrentarme a una docena como él.

Los otros ignoraron los alardes de Thor. Frey dijo a Loki:

—Escondes algo, al menos eso es cierto.

Loki logró resistir la tentación de burlarse de él. Echó un vistazo a Odín. El Alto lo miraba inexpresivamente, pero sabía la verdad. Sin embargo, como siempre, no revelaría sus secretos a los otros Aesir. Loki se alegró por una vez de que Odín no lo contara todo. Si desvelaba su secreto, la muerte sería el menor de sus castigos. Confiaba sin embargo en que el regalo del potro le permitiera a Odín allanar el camino con los demás.

—No puedo revelar todo lo que las Nornas me dijeron. Fueron claras en eso. Lamento ocultar cosas a los Aesir, pero tuve que pronunciar un juramento para que estuvieran dispuestas a ayudarme.

Balder no quedó satisfecho con la respuesta.

—Las medias verdades no son más que mentiras con otro nombre.

Loki no le hizo caso y se dirigió directamente a Odín.

—Padre de Todo, te ofrezco a Sleipnir. Un día será el caballo más rápido de los Nueve Mundos y podrá llevarte más lejos que cualquier otro. He consultado las runas y he visto que está destinado a la grandeza. Será un caballo adecuado para el Alto.

Sleipnir se adelantó sin tener que hacerse hueco y se presentó ante Odín. Los otros dioses, a excepción de Balder, no podían dejar de admirar al animal, y había cierta cualidad en él que reflejaba las palabras de Loki. Su presencia estaba imbuida de un poder efímero que era evidente para casi todos los reunidos.

Odín pareció ver realmente el caballo por primera vez. Si las ocho patas le parecieron inusuales, no lo indicó. Tras valorar al animal en silencio, habló durante largo rato.

—He visto que me será muy útil. Pese a que el porvenir de Sleipnir está entrelazado con su destino final, las fronteras corrientes de los Nueve Mundos no lo retendrán. —Se levantó—. Voy a reflexionar sobre tu destino, Loki. Márchate ahora. Te haré llamar cuando haya tomado una decisión.

Loki permaneció quieto durante largo tiempo, con la sensación de que aún necesitaba decir mucho. Finalmente, al darse cuenta de que su audiencia y su alegato se habían terminado, dio media vuelta y se marchó. Muchas miradas frías lo siguieron mientras atravesaba las puertas de Gladsheim con la incertidumbre sobre su suerte creciendo en su interior.

No pasó mucho tiempo antes de que Loki recibiera la llamada de Odín. Un viejo y arrugado criado lo condujo más allá de la sala principal del Valaskjalf hasta una de las habitaciones privadas de Odín. Se detuvieron frente a una puerta negra tallada con runas. El criado la abrió y Loki entró mientras el ruido sordo del cierre rompía el silencio interior.

Estaba en una cámara redonda con runas labradas en el suelo y en las paredes. Alzó la vista para ver la oscuridad de un cielo nocturno despejado. Era mediodía cuando había entrado en Valaskjalf, sólo unos minutos antes.

La cabeza de Mímir se encontraba en un pedestal en el centro de la cámara. No había nadie más en la habitación. Loki se acercó a la cabeza: tenía los ojos cerrados y parecía sin vida, pero no era la primera vez que Loki había estado allí. Sabía que Odín buscaba el consejo de la cabeza de Mímir. Había sido sabio en vida y Odín confiaba en esa sabiduría también en la muerte. O lo que quiera que fuera.

Los ojos se abrieron de golpe y lo miraron fijamente, moviendo la boca sin emitir sonido alguno.

—¿Tienes algún consejo para mí? —le preguntó.

La boca siguió trabajando mientras los ojos le miraban fijamente. Loki oyó un débil susurro y se inclinó más cerca.

—… ruge el caos dentro de ti…

Él entrecerró los ojos.

—Mímir te ve con claridad.

Loki se volvió, sorprendido por la voz de Odín. El Alto estaba justo detrás aunque no había oído entrar a nadie en la cámara. Se preguntó cuánto llevaría allí. Reponiéndose rápidamente, inclinó la cabeza.

—Padre de Todo, ¿me has mandado llamar?

Odín pasó junto a él y tomó la cabeza de Mímir del pedestal, acomodándola suavemente en el hueco de su brazo. Se acercó a una silla que Loki no recordaba haber visto y se sentó, depositando la cabeza sobre su rodilla. Hizo un gesto con la mano libre y Loki se volvió para ver otra silla a su lado. Cuando se sentó, se preguntó si habría sido invocada o si había estado allí todo el rato y no se había dado cuenta.

—Has cambiado desde que visitaste a las Nornas —dijo Odín.

Loki hizo una pausa, sopesando antes de contestar lo que quería decir Odín.

—Una audiencia con tales seres cambiaría a cualquiera, mi señor. Salvo a usted, por supuesto.

Odín miraba hacia abajo, a la cabeza de Mímir, que tenía ahora la boca cerrada.

—Ellas ven lo que otros no. No son como ningún otro ser en los Nueve Mundos. —Alzó los ojos para mirar a Loki—. Pero yo veo incluso lo que ni ellas ven.

Loki agachó la mirada.

—Me sacrifiqué en Yggdrasil durante nueve noches, y mucho me fue revelado. —Se volvió de nuevo a la cabeza colocada sobre su rodilla—. Mímir, ¿qué le depara a Loki el futuro?

La boca de Mímir se movió de nuevo, el susurro más fuerte que antes:

… el tesoro de Jotunheim… el joven de Asgard… la carne dorada de la diosa… serán tomadas… consumirá el fuego… el crepúsculo vendrá…

—¿Qué piensas de estas palabras?

—Nada, Padre de Todo. Estoy seguro de que su sabiduría le habla a alguien como usted, pero yo no sé darles sentido. —Lo que Mímir decía era similar en algunos aspectos a lo que decían las Nornas y creyó haberlas entendido. El crepúsculo se refería al Ragnarok. Se preguntó si el joven de Asgard significaba Balder, el más joven de los Aesir. ¿Era Freyja la diosa de la carne dorada? Pero al igual que las Nornas, Mímir hablaba con acertijos que podían tener muchos significados.

—En sus palabras se expone todo lo que necesitas conocer. Sólo has de vislumbrar su significado. —Los ojos de Odín tenían la mirada perdida, señal cierta de que estaba viendo más de lo que allí había.

—No soy lo suficientemente sabio para entenderlo, mi señor. —En presencia de Odín, siempre tenía la cautela de subyugarse a sí mismo, evitando traspasar los límites.

… eres uno y muchos… —murmuró Mímir—. … te seguirán legiones… estarás siempre solo…

A Loki no le gustaba oír a Mímir. Vertía enigmas y verdades a medias.

—Padre de Todo, ¿Mímir acierta siempre?

—¿Qué recuerdas de tus padres? —preguntó Odín, ignorando la pregunta de Loki.

—Mi señor, ya lo sabe.

—Responde.

—No sé nada de ellos. El suyo fue el primer rostro que recuerdo haber visto. Crecí bajo sus auspicios.

—¿Y a quién has servido durante tanto tiempo como recuerdas?

—A usted, mi señor.

—¿Y todavía lo haces?

Loki tragó saliva.

—Sí, Padre de Todo. No sirvo a ningún otro y nunca lo haré. Le debo todo lo que soy.

… servirá a la llama… la llama le servirá a él…

—No puedo dar sentido a la sabiduría de la cabeza parlante, mi señor. —Estaba empezando a molestarle: cada palabra que pronunciaba estaba concebida para incriminarlo por alguna fechoría imaginada.

—Algún día me mirarás por encima del hombro. Seré Mímir y tú el Padre de Todo. —Odín tenía otra vez la mirada nublada.

—¿Mi señor?

El ojo de Odín se despejó.

—Debemos hacer frente a la nueva amenaza; el constructor no es la última a la que nos enfrentamos.

—En tal caso, ¿cómo puedo serle de ayuda?

Odín se detuvo y lo miró de manera curiosa.

—Es extraño escucharte hacer tal pregunta.

Loki ladeó la cabeza, perplejo.

—¿Por qué, mi señor? Servirle es siempre mi deseo.

—Lo veremos —dijo Odín, tan bajo que Loki casi no lo oyó. Se incorporó y colocó la cabeza de Mímir de nuevo en el pedestal, dando la espalda a Loki—. Volarás a Jotunheim. Buscarás al gigante Thiazi, en el hogar de las tormentas conocido como Thrymheim.

—¿Cómo voy a volar, Padre de Todo?

Odín se volvió hacia él y Loki pudo sentir su mirada penetrante atravesándole: si el caos en su interior era algo físico, estaba seguro de que Odín podía verlo. Por supuesto Odín, omnisciente, conocía su secreto, pero éste permanecía sin ser pronunciado. Ambos comprendían los papeles que debían desempeñar. Ninguno de ellos desvelaría jamás el auténtico linaje de Loki.

… vestirás la piel del halcón…

—Thiazi envió al constructor y tratará de provocar nuevamente la caída de Asgard. Ve a buscarlo.

—¿Qué debo hacer cuando lo encuentre?

Odín lo miró con atención.

—Él te encontrará. Y entonces le servirás como me has servido a mí.

No le gustaba el tono de Odín, pero sabía que no tenía más remedio que cumplir la voluntad del Alto. Confiaría en su sabiduría, aunque no pudo evitar tener un mal presentimiento acerca de la tarea que se le había encomendado.

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