Loki

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Capítulo trece » Los hijos de Loki

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Los hijos de Loki

El Astuto, tras haber sido desterrado de Asgard, pasó largas noches en Jotunheim, en los aposentos de la giganta Angrboda. Resultaba hermosa a la vista, a pesar de que su belleza no se podía comparar a la de Freyja o a la de Sif de los cabellos dorados. Loki había tenido suficiente de las diosas e incluso había abandonado a su propia esposa, Sigyn, en favor de la hermosa giganta.

Su morada había sido tallada en la roca sólida de una montaña en apenas dos días y era lo suficientemente grande para albergar un ejército en el salón principal y tener espacio de sobra. Pero no era en el salón principal donde los dos pasaron la mayor parte del tiempo.

Después de muchas largas noches, Angrboda sintió un vigor en su interior y meses más tarde dio a luz a tres hijos. Los ojos de Loki y Angrboda estaban cegados por el amor que los padres sienten cuando acunan a sus hijos recién nacidos; de lo contrario, se habrían dado cuenta de que las criaturas que habían brotado de sus entrañas eran en realidad monstruosas.

El primero en salir estaba cubierto de pelo y tenía cola y un largo hocico. Llamaron Fenrir al cachorro, que significa «lobo de abajo», y él mamó con entusiasmo la teta de su madre. El segundo en salir no tenía pelo ni extremidades y estaba cubierto de escamas. Llamaron Jormungand al crío, que significa «gran vara», porque vieron que estaba destinado a crecer hasta tener una fuerza y un tamaño enormes. El tercero era una hermosa hija de cintura para arriba, pero de cintura para abajo, sin embargo, estaba ennegrecida y como muerta. Le pusieron por nombre Hel, que significa «encubierta», pues su primer instinto fue cubrirle la mitad inferior de manera que nadie pudiera verla.

No pasó mucho antes de que la noticia de los tres hijos de Loki llegara a Asgard. Los dioses se reunieron con las Nornas en el Pozo de Urd para pedirles su consejo.

—El lobo se comerá al sol y al padre —dijo Urd.

—La serpiente se tragará el relámpago —dijo Skuld.

—El cadáver traerá legiones —dijo Verdandi.

Las tres Nornas estaban de acuerdo en que eran malvados y en que marcarían la caída de los dioses.

—Proclamarán el final —dijo Urd.

—Surgirán en el Ragnarok —dijo Skuld.

—Destruirán a los mejores de vosotros —dijo Verdandi.

Los dioses se alarmaron y decidieron tomar medidas para evitar que las profecías de las Nornas se cumplieran. Se introdujeron furtivamente durante la noche en Jotunheim e, invisibles gracias a la magia de Odín, irrumpieron en los aposentos de Angrboda mientras ella dormía. Antes de que pudiera abrir un párpado ya la habían atado con fuerza. Loki no estaba por ninguna parte y los dioses se alegraron de no tener que lidiar con él, pues a menudo se dice que cuando más furioso se vuelve un padre es en defensa de su propia casa.

Odín descubrió primero a la serpiente. La sacó de su cuna y la arrojó con todas sus fuerzas. Jormungand salió volando de los salones, atravesó Midgard y cayó al océano en el borde del mundo, donde se hundió hasta las profundidades y se alimentó de peces peregrinos. Sin ser molestada y, con el paso del tiempo, cada vez más enojada, creció hasta hacerse enorme y finalmente rodeó la totalidad de Midgard bajo el mar. Pensando que su cola era alimento, hundió sus dientes en ella. Se alzaría en el Ragnarok para vengarse de los Aesir.

Odín descubrió después a Hel. Abrió la boca asqueado cuando vio el tronco inferior corrupto y la lanzó hacia el suelo con todas sus fuerzas. Ella penetró el piso del aposento y luego la piedra de Midgard, aterrizando finalmente en el inframundo conocido como Niflheim. Allí convirtió a los muertos en sus siervos y le erigieron una morada al borde de un acantilado. En el Ragnarok, enviaría un ejército de muertos para vengarse de los Aesir.

Odín se encontró con el tercer hijo, el lobo Fenrir, y estaba a punto de poner las manos sobre él cuando Tyr habló:

—Ten piedad al menos de éste, Padre de Todo. No es más que un cachorro.

—Habéis oído la profecía de las Nornas. No se puede permitir que crezca.

Pero a Tyr no le parecía monstruoso como los otros dos y lo sentía por la pequeña criatura. Dijo:

—Cuidaré de él en Asgard, le daré de comer y me aseguraré de que no tiene motivos para vengarse de los Aesir.

Odín cedió y los dioses volvieron a Asgard llevando tras ellos a Fenrir…

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