Locke

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Las cualidades primarias y la ‘nueva filosofía’

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LAS CUALIDADES PRIMARIAS Y LA ‘NUEVA FILOSOFÍA’

Por último, la lista de cualidades primarias de Locke es objetable. El número parece fuera de lugar, porque e u ando varias cosas tienen un efecto conjunto, no es su número el que produce el trabajo. La solidez ocupa una posición cuestionable por la razón contraria. Aceptando la analogía común entre mecánica y geometría, Locke supuso que las propiedades de los cuerpos implican sus poderes, esto es, la forma en que interactuarán —así como los teoremas son derivados de las propiedades que definen las figuras geométricas—. Como Boyle antes que él, nos recuerda con frecuencia cómo los relojes deben sus capacidades específicas a su real estructura mecánica perceptible:

25.… No dudo de que si pudiéramos descubrir la forma, el tamaño, la contextura y el movimiento de las partes minúsculas constitutivas de dos cuerpos cualesquiera podríamos conocer, sin necesidad de pruebas, varias de sus operaciones, del mismo modo que conocemos las propiedades de un cuadrado o de un triángulo. Si conociéramos las propensiones mecánicas de las partículas del ruibarbo, de la cicuta, del opio y de un hombre, de la misma manera que un relojero conoce un reloj, y por qué realiza sus operaciones, y conoce también las propiedades de una lima que por su acción puede cambiar la forma de cualquiera de sus mecanismos, seríamos capaces de afirmar que el ruibarbo purga a un hombre, que la cicuta lo mata y que el opio le produce somnolencia, del mismo modo que un relojero puede afirmar que un trocito de papel, puesto en el balancín, impide que ande el reloj hasta que sea removido; o que si alguna de sus partes ha sido rebaja por una lima, la maquinaria permanece completamente quieta y el reloj ya no anda más. Quizá entonces podríamos saber por qué se disuelve la plata en aqua fortis y el oro en aqua regia y no viceversa, con menos dificultad de la que supone para un cerrajero el saber por qué la vuelta de una llave abre una cerradura y no lo hace la vuelta de otra llave. (IV. III, 25, pág. 828-829).

En términos generales Descartes abogó por esta visión, pero con diferencias importantes. Descartes rechazó el concepto de espacio vacío, sosteniendo como algo evidente para la razón que la propiedad fundamental de la materia era simplemente la extensión y, derivadas de ella el reposo y el movimiento definidos geométricamente. La ley fundamental de la inercia, a tenor de la cual Descartes dedujo todas las otras leyes, está sostenida por un Dios inmutable en la medida en que Él mantiene el mundo en su ser. Desde el punto de vista opuesto de Locke, el desarrollo del concepto de solidez de Robert Boyle cumple dos funciones. Primero, es una propiedad de los cuerpos que los distingue conceptualmente del espacio vacío; segundo, es una propiedad real en la que se basa el poder de los cuerpos para interactuar mecánicamente, de acuerdo a leyes que se siguen de su propia naturaleza corpórea, sin necesidad de recurrir a la acción divina:

1. La idea de solidez la recibimos por nuestro tacto; y proviene de la resistencia que notamos en un cuerpo a que cualquier otro cuerpo ocupe el lugar que tiene, hasta que cede. No existe ninguna otra idea que recibamos de forma más constante a través de la sensación que la de solidez. Bien nos hallemos en movimiento, bien en reposo, sea cual fuere la posición en que estemos, siempre sentimos algo debajo de nosotros, algo que nos sostiene y que nos impide hundirnos todavía más. Y los cuerpos que diariamente manejamos nos hacen darnos cuenta que mientras están en nuestras manos, a causa de una fuerza irresistible, impiden que se aproximen las partes de nuestras manos que los oprimen. Eso que impide de una forma tal el acercamiento de los cuerpos, cuando se mueven el uno hacia el otro, es lo que yo llamo la solidez… [la palabra] conlleva algo más positivo que el término de impenetrabilidad, que es negativo, y que tal vez sea más una consecuencia de la solidez que no la misma solidez. (II, IV. 1, pág. 189).

2. Ésta es la idea perteneciente al cuerpo por la que concebimos que él llena el espacio. Esta idea de llenar el espacio lleva consigo que, en cualquier lugar que imaginemos que un espacio está ocupado por una sustancia sólida, concebimos que dicha sustancia lo posee de un modo tal que excluye a cualquier otra. (II, IV, 2, pág. 190).

5. …También depende de la solidez de los cuerpos su mutuo impulso, resistencia y expulsión. (II, IV, 5, pág. 193).

6. Si alguien me pregunta ¿qué es la solidez?, habré de remitirlo a sus propios sentidos para que lo informen… Las ideas simples que tenemos son tal como la experiencia nos las muestra. Pero si intentamos ir más allá con las palabras para hacerlas más claras a la mente, tendremos el mismo éxito que si nos pusiéramos a esclarecer, mediante el habla, la oscuridad de la mente de un ciego, con el objeto de comunicarle, hablando, la ideas de la luz y del color. (II. IV. 6, pág. 194).

La distinción que establece Locke entre la solidez y el poder de la impenetrabilidad, así como su insistencia en que la solidez es una cualidad sensible indefinible, pero tal que una sola experiencia sensible puede enseñarnos lo que es, concuerda con su sugerencia de que las cualidades primarias constituyen lo necesario para entender lo que los cuerpos son fundamentalmente, y, en consecuencia, lo que hacen. Que ‘los cuerpos sólidos son impenetrables’ está implicado como un axioma que liga un propiedad intrínseca real (comparable en rango a la forma) a una propiedad causal o poder. No obstante, esta sugerencia es, y siempre lo fue, insostenible. Sentir la solidez de un objeto no es percibir una simple cualidad sensible cuya naturaleza se capta mediante el cómo se siente, y en virtud de la cual el cuerpo interactúa mecánicamente con el cuerpo de uno —sosteniéndolo, ejerciendo presión sobre él o lo que sea—. Más bien, tal como el lenguaje de Locke podría sugerir, se trata de tener conciencia táctil de la interacción misma. El aspecto cualitativo de cómo se siente la presión de algo en uno, o tener que mantener las manos separadas, no brinda una intelección acerca de la propiedad intrínseca del cuerpo responsable de la resistencia sentida. Pero eso sería lo requerido para satisfacer el ideal mecanicista de inteligibilidad y el programa de reducir los poderes a propiedades reales.

Por muy poderosa que pueda ser alguna de las objeciones precedentes o todas ellas juntas con respecto a la distinción de Locke, no consiguen socavar su propósito epistemológico más general. Éste era el de establecer que los objetos de la experiencia sensible, en sí mismos, pueden ser muy diferentes de la manera en que ordinariamente los concebimos basados en esa experiencia. Esto puede parecer ahora una verdad obvia, pero los aristotélicos no habían vislumbrado esa división que Locke reconoce entre el nivel de la ‘historia natural’ o la observación y el experimento, y el nivel del entendimiento científico. Ellos daban por supuesto que la reflexión racional sobre generalizaciones basadas en la experiencia conducía de manera natural a la ‘ciencia’, es decir, al conocimiento sistemático de las esencias funcionales o naturaleza de las cosas, esencias en virtud de las cuales podían explicarse las propiedades de las cosas (como por ejemplo, las propiedades observables del corazón pueden explicarse por su función) Descartes, en contraposición, reconoció una tajante división entre las creencias naturales provenientes de la experiencia y las teorías acerca de la naturaleza última de las cosas. Pero sostuvo que el solo intelecto, de manera innata, es capaz de ‘ciencia’, de comprender los principios de la física mecanicista, sin referencia a la experiencia. De acuerdo con eso, dedicó mucho menos tiempo y respeto que Locke a las creencias preteóricas y a la probabilidad. Locke se opone a la visión cartesiana por medio de dos principios de sentido común: primero, que los sentidos en sí mismos proporcionan conocimiento de nuestro entorno, si bien tosco y fenoménico; y, segundo, que lo que está más allá de la experiencia sigue siendo tópico de la especulación que empieza a partir de la experiencia, y es, en el mejor de los casos, tema de conclusiones probables.

Este núcleo de sentido común y antidogmático del argumento de Locke puede aparecer difuminado en medio de su discusión principal en torno a las cualidades primarias y secundarias, que atiende al deseo de establecer la naturaleza de los cuerpos en sí mismos. Locke puede parecer simplemente ansioso por reemplazar una concepción científica de la materia por otra —la de Descartes por la de Boyle—. No obstante, allí donde Descartes apela al supuesto poder de la razón para percibir la esencia de la materia clara y distintamente y, por tanto, de manera infalible, Locke apela a lo que a su juicio tenía más sentido, o a lo único con sentido, a las limitadas facultades humanas. La ‘hipótesis corpuscular’ es simplemente la que ‘se supone va más lejos en una explicación inteligible de las cualidades de los cuerpos’, pero se queda bastante corta con respecto a la pretensión de entender de una manera clara y segura la necesidad en la naturaleza. (IV, III, 16, pág. 817).

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