Lily

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Capítulo 4

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Lily debió pedir a Dodie instrucciones sobre cómo llegar hasta la habitación de Zac, pues el segundo piso parecía más grande que el salón y tenía una complicada estructura: estaba dividido por varios pasillos largos y estrechos que separaban bloques de habitaciones. Numerosas puertas, todas ellas cerradas, daban sobre cada pasillo, pero no se oía ningún ruido que saliera de ninguna de ellas. Había pequeños trozos de cartón pegados a cada puerta, con nombres escritos en ellos. Al menos eso fue lo que pensó Lily, que ignoraba lo que podían significar aquellos nombres. En Salem nadie se llamaba «Paloma Matutina», «Amapola de Tallo Largo» o «Annie la Comadreja».

Lily acabó por perderse en el laberinto de pasillos. Cuando por fin se rindió, llamó a la puerta en la que el cartoncillo rezaba: «Lizzie de Leadville».

Nada. Lily volvió a dar unos golpecitos, pero siguió sin recibir respuesta. Llamó más fuerte y al fin oyó a alguien rezongando, pero la puerta permaneció cerrada.

Lily empujó un poco, sin esperanza de conseguir nada. Para su sorpresa, la puerta no estaba cerrada y se abrió con un chirrido.

Era una habitación pequeña pero decentemente amueblada, con una cama, una mesa y una silla, un armario y una cómoda con espejo. Vestidos de colores brillantes, zapatos y otras prendas que Lily no pudo identificar de inmediato yacían esparcidos por el suelo, en la silla y junto al armario. La mujer que ocupaba el cuarto estaba dormida, casi totalmente oculta bajo un cobertor de un horrible color verde amarillento.

La joven pensó que Lizzie debía de ser daltónica.

—Lamento molestarte —dijo Lily en voz baja—, pero no logro encontrar la habitación de Zac.

La joven se incorporó sobresaltada, al tiempo que lanzaba una airada exclamación que Lily prefirió pasar por alto.

—¿Quién eres tú? —La muchacha miraba a Lily con unos ojos que apenas podía abrir.

—Soy la prima de Zac, Lily Sterling. Quiero despertarlo, pero no logro encontrar su habitación.

—¿Qué hora es?

—Son casi las diez de la mañana.

—Te va a matar.

—No creo: prometió ayudarme a encontrar empleo.

—Zac no se levantaría tan temprano ni para asistir al funeral de su madre, así que imagina si lo haría para ayudarte a buscar trabajo. Ahora, lárgate.

Lizzie de Leadville se volvió a tapar con las sábanas, pero Lily no se movió. Todos aquellos comentarios críticos sobre el carácter de Zac estaban comenzando a irritarla.

—No sé por qué todo el mundo está tan empeñado en convencerme de que Zac es un ser mezquino y desconsiderado. Lo cierto es que prometió ayudarme hoy y estoy segura de que cumple sus promesas. ¿Vas a decirme dónde está su habitación o entro en la siguiente, y luego en otra, hasta que dé con él?

Lizzie volvió a asomar la cabeza con cara de pocos amigos.

—Estás hablando en serio, ¿verdad?

—Por supuesto. No puede ayudarme a encontrar un trabajo desde la cama, ¿no?

Lizzie hizo una mueca y luego se le escapó una sonrisa.

—Te equivocas. Claro que puede. Seguramente le encantaría… —La muchacha entornó los ojos y volvió a quedarse seria—. Olvídalo, en realidad no creo que lo hiciera contigo. Eso no.

Pero Lily no estaba interesada en los retorcidos pensamientos de Lizzie.

—Déjalo. Sigue durmiendo. Lo encontraré por mi cuenta.

—No, yo te llevo. —Lizzie se preparó para levantarse de la cama—. Pensándolo bien, esto es algo que no me puedo perder.

—No tienes por qué levantarte. Basta con que me digas dónde está la habitación de Zac.

—Por mucho que te lo explicara, te acabarías perdiendo. —Lizzie se echó encima una bata de terciopelo de un estridente color rosa, que estaba un poco raída en algunas partes, y metió los pies en unas pantuflas de color naranja, igualmente chillonas. A Lily no le quedó ninguna duda de que Lizzie realmente era daltónica—. Pero lo intentaré. La suite de Zac está en la parte de atrás. Le gusta estar lejos del ruido. Tienes que doblar dos veces a la izquierda y luego a la derecha en cuanto subas las escaleras. Recuérdalo bien porque, si no sigues cualquiera, de esos pasos, te perderás en este maldito laberinto.

Lily, en efecto, temía perderse de nuevo. En ese mismo momento ya se estaba preguntando si sería capaz de encontrar de nuevo el camino hasta las escaleras.

Lizzie vio sus dudas y se decidió a acompañarla. La fue llevando por el laberinto de pasillos, al tiempo que, encantada, llamaba a todas las puertas y anunciaba el inminente acontecimiento:

—¡Esta chica pretende sacar al jefe de la cama! ¡No te lo puedes perder!

Cuando llegaron ante la puerta de Zac, las seguía una especie de bandada de pajarracos de colores brillantes, todos a medio despertar.

—Ahí está. —Lizzie señaló una puerta solitaria, la única aislada en aquel pasillo—. Adelante. Llama. Venga, golpea.

La presencia de todas aquellas chicas hizo que Lily se pusiera un poco nerviosa, y su inquietud aumentó al ver a Dodie observándola desde el otro extremo del corredor. Era evidente que todo el mundo esperaba una explosión de ira de su temido primo y nadie quería perdérsela.

La muchacha sintió deseos de regresar a la casa de Bella y esperar a que Zac fuera a buscarla, pero decidió seguir adelante. Por mucho que le flojearan las piernas en ese momento, no era ninguna gallina, sino todo lo contrario. Además, en comparación con las cosas que había hecho en la última semana, entre otras fugarse de casa y viajar sola miles de kilómetros, despertar a Zac era una nadería.

Dio un golpecito en la temible puerta.

Nada.

Golpeó un par de veces más, con el mismo resultado.

—Tiene un sueño muy pesado —apuntó Lizzie casi en un susurro.

—Pues habrá que sacarle de él. —Lily empujó también esta puerta, que se abrió como la otra, y entró en la habitación.

En el interior la penumbra era casi total. Tuvo que esperar un poco hasta que sus ojos se acostumbraron a la oscuridad. Al principio lo único que pudo ver fue la silueta de una inmensa cama con un dosel de cuatro columnas. Poco a poco pudo ver también la forma de una persona sobre la cama. Y una lámpara sobre la mesita de noche, con una caja de fósforos al lado. Tomó aire y decidió encenderla antes de tratar de despertar a Zac.

Después de quitar la pantalla de cristal, raspó la cerilla hasta prenderla y encendió la lámpara. Cuando apagó el fósforo, hizo girar un poco la perilla y un suave rayo de luz empezó a iluminar la habitación.

Lily soltó una suave exclamación. Zac estaba acostado en medio de la cama, con las sábanas enrolladas de cintura para abajo y el pecho y los hombros al descubierto y desnudos. La chica temió que Zac se despertara, la viera observándolo y llegara a una conclusión equivocada… pero nada ocurrió. El tahúr siguió durmiendo con la misma tranquilidad.

A medida que recuperaba el coraje y se sentía cada vez más segura de lo que estaba haciendo, se iba acercando a la cama. Incluso dormido, Zac era increíblemente apuesto. Era difícil creer que un hombre así pudiera ser tan egoísta como decían. Parecía absolutamente dulce y adorable.

Lily sonrió para sus adentros. No creía que a Zac le gustara oír lo que pensaban de él a sus espaldas. Probablemente preferiría que dijeran que era peligroso y viril.

La jovencita no había olvidado la electricidad que parecía emanar de él la noche anterior. Comprendía que Zac pudiera resultar odioso a algunas personas, pero estaba segura de que nadie se quedaba indiferente ante él.

De repente sus ojos se clavaron en la capa de vello del color del ébano que cubría la parte superior del pecho de su primo y bajaba hacia la cintura. Lily había visto muchas veces fugazmente a su padre y sus hermanos mientras se bañaban, pero ellos eran hombres rubios y lampiños. Por así decirlo, jamás había visto a un hombre de pelo en pecho, y le fascinó. Sintió deseos de alargar la mano y tocarlo. Aquel pelo, ¿sería suave y mullido o áspero y duro?

La tentación de tocarlo era casi irresistible, pero se esforzó y al final logró contenerse. Si Zac se despertaba y la sorprendía acariciándole el pecho… Y si la veían las demás chicas, las murmuraciones serían fatales. Desde luego sería incapaz de encontrar una explicación aceptable para él y para el resto de la gente.

Contempló con atención la cara del dormido. Que la sorprendiesen mirándole el rostro no extrañaría a nadie, era lo normal.

Era muy moreno: el pelo, las cejas y las pestañas parecían de azabache. Las cejas eran gruesas y espesas y casi se juntaban en el centro. Sus pestañas eran… maravillosas, arrebatadoras. Muy largas para un hombre. El pelo era abundante y ondulado y le rodeaba la cabeza en una artística melena. Tenía la nariz fuerte y recta, labios generosos y barbilla angulosa. La barba espesa le cubría la cara vigorosamente. Sin duda cualquier mujer que tratara de besarlo antes de que se afeitara sufriría serias raspaduras.

A Lily le sorprendió la naturaleza de los pensamientos que empezaron a pasársele en ese instante por la cabeza. Aquellas eran las tentaciones que su padre le había advertido que podrían asaltarla si tenía la debilidad de quedarse a solas con un hombre. Pero, tras pensarlo un instante, no le pareció que la idea de besar a Zac fuera mala. En realidad, le pareció buena y placentera.

Era imposible no imaginarse entre aquellos poderosos brazos. Y era la primera vez que pensaba algo parecido. En su pueblo ocupaba la mente en otras cosas. Al fin y al cabo sabía que todos los jóvenes que vivían en un radio de cien kilómetros a la redonda de Salem eran conscientes de que su padre enviaría su alma a los feroces infiernos si se atrevían siquiera a tocar a la señorita Sterling.

Lily espió una vez a Mary Beth Parker y a Sam Lofton mientras reposaban en un tronco, al lado del estanque en el que los chicos se bañaban en verano. Sam tenía su brazo alrededor de Mary Beth y la apretaba contra él. Mary Beth parecía bastante feliz entre sus brazos. Lily le había preguntado a su madre qué significaba semejante escena, y le había contestado que los hombres y las mujeres decentes no hacen esas cosas y que Sam y Mary Beth se iban a meter en líos.

De todas formas, dijera lo que dijese su madre, la muchacha pensó que la escena era muy agradable. Además, ¿en qué lío te puedes meter por el simple hecho de sentarte junto a alguien? Lily se preguntó si Zac la rodearía con sus brazos si ella se lo pidiera, solo para saber qué se sentía en semejante trance.

Alguien chistó tras ella, interrumpiendo sus meditaciones.

Lily dio media vuelta y vio a Lizzie de Leadville observándola desde la puerta.

—¿Qué haces? ¿Estás contando los pelos que tiene en la cabeza? Despiértalo de una vez, si de verdad es lo que quieres.

Lily hizo señas a Lizzie para que se retirara un poco y luego se volvió de nuevo hacia Zac.

—Es hora de levantarse —dijo con un tono de voz normal.

Nada. Ni se inmutó.

—Zac, es hora de levantarse. Ya casi son las diez de la mañana.

Siguió inmóvil.

La chica agarró la lámpara de la mesita y la acercó a la cara del durmiente, pero este siguió respirando con la misma regularidad. Puso la lámpara de nuevo sobre la mesa y estiró la mano para darle un golpecito en el brazo.

—¡Despierta!

Zac se movió al fin. Lily dio un brinco hacia atrás, pero enseguida se dio cuenta de que Zac solo se estaba dando la vuelta.

—Ya te dije que tiene un sueño muy pesado. —Era otra vez la voz de Lizzie, que estaba asomada de nuevo a la puerta.

—Apártate, por favor —masculló Lily—. Si nos encuentra aquí a las dos, seguramente se enfadará.

—No creo. —Lizzie sonreía con malicia—. Probablemente nos compre unos ramos de flores.

Lily se sintió estúpida, plantada en medio de la habitación de un hombre, conversando con otra chica mientras él dormía profundamente. Prefería no pensar lo que su padre diría si la viese en aquella situación.

—Sacúdele con fuerza —dijo Lizzie—. Nunca lo vas a despertar con susurros en el oído.

—No le he susurrado al oído.

Lizzie se rio.

La joven tomó aire, plantó las dos manos sobre el hombro de Zac y le dio una suave sacudida. Pero el bello durmiente no se movió. Entonces hizo caso a la otra chica y lo sacudió con más fuerza. Zac reaccionó soltando un gruñido, pero no se despertó.

Al oír las risitas que venían de la puerta, la muchacha se dio cuenta de que no solo tenía público, sino que además estaba disfrutando del espectáculo. No podía quedarse allí todo el día, sacudiéndolo tontamente. Así que fue hasta una de las ventanas y abrió la cortina de par en par. La luz del sol de la mañana irrumpió, gloriosa y deslumbrante, en la habitación. Una tras otra, corrió las cortinas de todas las ventanas. Luego agarró a Zac del hombro y lo empujó con todas sus fuerzas para que se pusiera boca arriba y la luz del sol le diese en toda la cara. Luego casi le gritó al oído.

—¡Despierta! Debería darte vergüenza estar en la cama a estas horas. La Biblia dice que…

Zac se sentó en la cama de un salto. Era como si hubiese tenido una pesadilla.

—¿Qué demonios pasa? —Miraba, desconcertado, a un lado y otro de la habitación.

Lily apenas podía oír las risitas que venían de la puerta. La sábana se había caído y todo el torso de Zac y parte de un muslo habían quedado totalmente al descubierto. Se quedó horrorizada al descubrir que Zac estaba completamente desnudo. Se decía que debía desviar la mirada, pero sencillamente no podía hacerlo. Su primo era la criatura más hermosa que había visto en la vida. Después de dormir de aquella manera, ni siquiera estaba despeinado, solo increíblemente adorable… y terriblemente confundido.

—He venido a despertarte.

Zac seguía teniendo dificultades para aterrizar en la realidad. Observaba a Lily sin reconocerla.

—¿Quién diablos eres tú y qué haces en mi habitación?

—Soy Lily, ¿te acuerdas? Llegué anoche. Tú dijiste que hoy me ayudarías a buscar trabajo. Bueno, pues aquí estoy.

Zac volvió la cabeza y se quedó mirando las tres ventanas abiertas de par en par, como si la luz matutina fuera un fenómeno desconocido y asombroso para él.

—¿Qué hora es?

—Aproximadamente las diez menos cuarto. Ya sé que es un poco tarde, pero si nos apresuramos…

—¿Tarde? ¡Maldición, muchacha! ¡Me he acostado a las seis de la mañana!

El lejano coro de risitas se iba incrementando poco a poco.

Lily estaba a punto de reprender a Zac por maldecir en su presencia, pero se quedó tan sorprendida al oír que era posible estar despierto hasta las seis de la mañana que se olvidó por completo de lo que iba a decir.

—Eso nunca ocurriría en una granja. —Ahora ella parecía casi más desconcertada que su primo—. Hay que ordeñar las vacas…

—Por eso, precisamente, no vivo en una granja. Sería capaz de matar a cualquier maldita vaca que quisiera que la ordeñaran a esa hora. —Zac retiró las sábanas y comenzó a levantarse de la cama.

Lily dejó escapar un grito y se tapó los ojos con la mano.

Zac maldecía.

—¡Joder!

Las risitas que venían de la puerta se convirtieron en verdaderas carcajadas.

Un rumor de sábanas y una catarata de improperios le indicaron a Lily que Zac se estaba cubriendo las vergüenzas.

—Me alegra que estés escandalizada. —Zac estaba fuera de sí—. Te lo mereces por irrumpir de esta manera en la habitación de un hombre que está profundamente dormido. Y, por Dios santo, abre ya los ojos. Ya me he tapado todo lo que puede ser interesante.

Lily miró a través de los dedos, con cautela, y luego bajó la mano.

—Nunca he visto a un hombre desnudo.

—Lo siento, pero yo no quiero ser el primero.

—No quería decir que quisiera verte desnudo, sino sencillamente que nunca había visto a un hombre desnudo.

Zac se levantó de la cama con cuidado. Mientras sostenía la sábana alrededor de su cuerpo con una mano, utilizó la otra para agarrar a Lily del hombro.

—No deberías estar sola en la habitación de un hombre desnudo. —Le dio media vuelta—. Y menos si ese hombre soy yo. Tu reputación se irá al basurero si esto llega a saberse. —Empujó a Lily hacia la puerta—. Vuelve inmediatamente a la casa de Bella. Pídele que te prepare un buen desayuno y déjame dormir.

—Ya he desayunado.

—¿Antes de las diez de la mañana? —Zac hizo una mueca de espanto.

Al llegar a la puerta, el tahúr encontró a una docena de mujeres arremolinadas en el pasillo.

—¿Qué es esto? ¿Una conspiración?

Las chicas, risueñas y alborotadas, retrocedieron unos cuantos pasos, pero no parecían tener intención de marcharse.

Lizzie fue la primera en dar una explicación.

—Solo queríamos ver lo que iba a suceder.

—Lleváosla y atadla a una cama hasta una hora decente. —Dicho esto, Zac desapareció de nuevo dentro de la habitación y cerró la puerta tras de sí.

Contrariada al verse expulsada del cuarto como si fuese una chiquilla, Lily se apresuró a girar el picaporte, en el mismo instante en que su primo, al otro lado, echaba la llave.

—Ha cerrado la puerta con llave —dijo Lizzie.

La chica llamó a la puerta.

—No puedes volver a acostarte. Prometiste que me ibas a ayudar a encontrar empleo.

—Pídele a Dodie que te ayude —gritó Zac desde el otro lado de la puerta—. Sabe muy bien todo lo que pasa por aquí durante el día.

Lily, obstinada, volvió a llamar con los nudillos.

—Deja de golpear en la puerta. —La voz de Zac sonaba cada vez más lejana—. Me estoy tapando la cabeza con las almohadas para no oírte.

—Se acabó —terció Lizzie—. Una vez que se tapa la cabeza con las almohadas, nada puede despertarlo. Ni un terremoto.

—Pero ¿qué voy a hacer con lo del trabajo? ¡No estoy dispuesta a sentarme a esperar que se haga de noche! Y el trabajo se busca de día…

Dodie se dirigió a las demás.

—Chicas, vosotras volved a vuestras habitaciones. Si no descansáis un poco, no habrá maquillaje capaz de disimular vuestras caras de muertas.

Tras decirlo, esperó hasta que las muchachas se retiraron del pasillo. Luego habló a Lily en voz baja.

—¿Quieres volver a entrar en esa habitación?

—Claro. Pero Zac ha cerrado con llave.

—Conozco otra manera de entrar. Pero, si te la enseño, tienes que prometerme que no permitirás que te vuelva a echar.

—¿Y cómo voy a impedirlo, si es mucho más fuerte que yo?

—Si te echas atrás solo porque los demás son unos centímetros más altos o unos cuantos kilos más pesados, nunca llegarás a ninguna parte en esta ciudad.

A Lily le gustó ese razonamiento. La ponía nerviosa ser la elegida para ponerlo en práctica, pero se sentía animada al recordar que la Biblia está llena de situaciones en las que la gente se enfrenta a grandes desafíos y triunfa. Tal vez Zac Randolph era su Goliat.

—De acuerdo: prometo patalear y gritar hasta conseguir que venga todo el cuerpo de policía si intenta echarme otra vez. Muéstrame esa entrada secreta.

—Es por ahí. —Dodie señaló una puerta que había al final del pasillo—. Lleva directamente al vestidor de Zac, luego al baño y finalmente a su habitación.

Lily atravesó sin dificultad las estancias sumidas en la penumbra. A su padre no le gustaba encender las lámparas más que para estudiar la Biblia, así que se había pasado la mitad de la vida entre tinieblas.

Cuando la chica entró de nuevo en la habitación, Zac estaba otra vez en la cama, las cortinas estaban cerradas de nuevo y la lámpara, por supuesto, apagada. La joven se detuvo un momento para pensar la mejor manera de llevar a cabo aquel segundo asalto. Quitarle bruscamente las sábanas no era buena idea, pues en cuanto lo hiciera tendría que taparse los ojos con una mano y entonces le resultaría muy fácil echarla a empujones.

Podría tirarle agua a la cara, pero temía que su primo la arrojase al mar en venganza. Tal vez si le echara nada más que unas gotitas… Lily se acercó a la cama de puntillas, pero enseguida se dio cuenta de que andar así era una idiotez, puesto que de lo que se trataba era de despertarlo, porque el tahúr dormía de nuevo como un tronco. A Lily le costó trabajo creer que alguien pudiera quedarse dormido de esa manera con tanta rapidez.

La chica volvió a abrir las cortinas. Zac no se inmutó con la luz. En vista de su fracaso, Lily se dirigió al baño, echó un poco de agua en un tazón que Zac usaba para el afeitado y regresó con esa carga a la habitación. Levantó el tazón sobre la cama, se mojó los dedos en el agua y estaba a punto de dejar caer unas gotas sobre la frente de Zac, cuando este abrió los ojos.

—¡No te atrevas!

Lily se sorprendió tanto al oírlo que dio un salto, soltó el tazón y toda el agua cayó sobre la sábana, la almohada y el cuerpo de Zac.

El frustrado dormilón se levantó de la cama como un volcán en erupción, olvidando por completo que no llevaba nada encima. Tampoco pareció preocuparle que llegara a los oídos de la dulce jovencita un torrente de palabras que seguramente no había oído en su vida. Lily no entendía la mayor parte de las blasfemias, pero sí se daba cuenta de que su vida peligraba seriamente. Y también percibió algo más.

—¡Todavía estás desnudo! —Desvió un poco la mirada, al tiempo que corría a esconderse detrás de un sofá para evitar que su primo la estrangulara.

—¡Claro que estoy desnudo! ¿Cómo esperas que duerma?

—Con un camisón, como cualquier cristiano normal —respondió Lily, siempre procurando no mirarle—. Cúbrete. Con todo el ruido que estás haciendo, la gente va a entrar aquí en cualquier momento.

—¡Maldita sea! —Zac se lanzó sobre la cama, se envolvió en una sábana y se volvió a sentar, todo en un solo movimiento extremadamente ágil. Luego miró con odio a Lily, pareció calmarse un poco, se levantó con suavidad y comenzó a acercarse a ella con movimientos lentos e inquietantes.

Lily se debatía entre el miedo a que su primo la asesinara, desde luego con algún motivo, y la tentación de mirar la sábana mojada, que se ceñía provocativamente por el costado del hombre, desde el hombro hasta el trasero redondo y musculoso.

Desde hacía mucho tiempo Lily era consciente de lo atractivo que podía ser el físico masculino, pero nunca había visto un espécimen de manera tan clara y cercana, y extrañamente excitante. El efecto era hipnótico y el hecho de que la mojadura llegase casi hasta la entrepierna casi la dejaba paralizada de algo muy similar al deseo. Si toda la sábana hubiese estado mojada, dejando ver cuanto había debajo, Lily se habría desmayado, no lo dudaba.

—¿Por qué no te tapas los ojos ahora? —Zac, mientras la miraba con unos ojos tan penetrantes como los de un gato en plena cacería—. ¿Por qué no te tiemblan las rodillas ni se te revuelve el estómago?

Lily se agarró al respaldo del sofá.

—Se me está revolviendo el estómago y me tiemblan las piernas, pero no me atrevo a taparme los ojos por miedo a que me agarres y me hagas algo terrible.

—Debería tirarte por la ventana, desde luego. —Zac siguió avanzando con pasos melodramáticos, mientras sostenía la sábana con una mano. Pero Lily no creía que estuviera hablando en serio. En realidad, estaba un poco ridículo intentando intimidar a una mujer completamente vestida, mientras trataba de cubrirse con una sábana. Sin embargo, tampoco confiaba totalmente en él. No podía descartar del todo que quisiera tirarla por la ventana. Estaba a solas con él, con la puerta cerrada con llave, y no había manera de pedir ayuda.

—¿Te gustaba disfrazarte el Día de los Difuntos cuando eras pequeño? —Lily, desesperada por encontrar alguna forma de distraerlo, le soltó lo primero que se le pasó por la cabeza.

—¿De qué demonios estás hablando?

Zac la miraba como si creyera que estaba loca, pero a Lily no le importó. La verdad es que con aquella tontería había dejado de avanzar hacia ella.

—Pareces un fantasma. Yo siempre quise disfrazarme de fantasma, pero papá no me dejaba. Decía que es una tradición impía.

—Creo que tu papá y tú estáis locos de atar. —Zac pareció abandonar la intención de asustar a Lily—. Ahora lárgate de aquí y déjame dormir.

—No puedes volver a meterte en la cama. —Lily estaba más tranquila, pero por si acaso aún procuraba mantenerse lejos de su alcance—. Prometiste ayudarme a encontrar trabajo No sé muy bien a qué se dedica la gente aquí en San Francisco, pero no creo que haya muchas cosas que yo sepa hacer. Es posible que nos cueste varios días encontrar algo adecuado para mí. Solo tengo dinero para una semana o menos. Por eso debemos empezar a buscar enseguida. El tiempo apremia.

—¿Siempre hablas como una cotorra, diciendo una insensatez tras otra?

—Solo cuando estoy nerviosa. O atrapada en un cuarto con un hombre desnudo.

—¿Y eso ocurre con frecuencia?

—Todo el tiempo estoy nerviosa, porque todo el mundo se pone nervioso cuando mi papá está cerca.

—Me refiero a que si te quedas atrapada en un cuarto con hombres desnudos con frecuencia.

—Nunca me quedo atrapada en habitaciones en las que hay hombres desnudos… es decir, no es que no me quede atrapada aunque entre, sino que jamás entro… Por Dios, estoy temblando como una hoja. No entiendo cómo a alguien puede gustarle eso.

No era del todo sincera. Estaba nerviosa, pero también de alguna manera encantada. Tenía la sensación de que quedarse atrapada con Zac en cualquier parte sería maravilloso, pero, naturalmente, no tenía intención de decírselo. No era tonta, sabía muy bien lo que ocurría entre el macho y la hembra de la especie humana, pero también le habían enseñado que quien hacía cualquiera de esas cosas fuera del vínculo sagrado del matrimonio era devorado por la ira de Dios. En realidad, no acababa de creerse esto último, pero tampoco estaba interesada en poner a prueba la teoría.

—A los hombres les gusta. Y también a algunas mujeres —Zac se acercó un poco más—. ¿Quieres que te explique la razón?

Por la mente de Lily cruzó la imagen de Zac levantándose de la cama como un rayo y tal como Dios lo trajo al mundo.

La chica respondió con una vocecita casi inaudible.

—Me la puedo imaginar.

—Bueno, ya sabes, si quieres yo puedo aclararte todas las dudas.

—Lo que quiero es que te vistas y me ayudes a buscar un trabajo.

Los dos comenzaron a caminar alrededor del sofá, él detrás de ella, como un par de ridículos duelistas.

—Qué manera tan poco interesante de pasar una mañana. Si tengo que estar despierto, y parece que así es, al menos debería recibir alguna recompensa por mi esfuerzo.

—Tendrás la satisfacción de saber que me ayudaste a encontrar un trabajo.

—Esperaba conseguir algo un poco menos espiritual, por así decirlo. —El tahúr se acercó un poco más.

Lily se puso fuera de su alcance por enésima vez y se situó detrás de una mesa y un par de sillas.

—Creo que te estás burlando de mí, en venganza por haberte despertado. Yo sé que tú no serías capaz de hacer nada malo, pero de todas maneras desearía que dejaras de decir esas cosas, aunque las digas en broma. Me estoy poniendo muy nerviosa.

Zac se detuvo.

—¿Cómo me puedes despertar a esta hora tan indecente y reprocharme que quiera divertirme un poco? ¿Cómo entraste aquí? Creí que había cerrado la puerta con llave.

Zac se acercó a la puerta y revisó la cerradura.

—¡Está cerrada! —dijo y volvió a avanzar hacia ella—. ¿Cómo demonios has entrado?

Los ojos de Lily se dirigieron involuntariamente hacia la puerta del baño.

—¿Cómo descubriste lo de la otra puerta?

—Simplemente la vi al final del pasillo. —Lily dio un paso más hacia atrás—. Tenía que llevar a alguna parte.

—¿Quién te lo dijo?

Zac se acercaba amenazadoramente de nuevo. La muchacha dio otro paso hacia atrás.

—¿Por qué tiene que habérmelo dicho alguien? —Lily siguió retrocediendo hasta que prácticamente se tropezó con la cama. Entonces trató de alcanzar el otro extremo del sofá.

—Dímelo o te prometo que te…

Lily, al ver que ya no sabía con qué amenazarla, sonrió involuntariamente.

—Dodie me lo dijo. Creo que tenía curiosidad por saber si podía despertarte sin que me mataras.

—Debería estrangularos a las dos. —El tahúr habló con un tono tan siniestro que parecía estar considerando seriamente esa posibilidad.

—Mientras te decides, podrías ir vistiéndote. Supongo que la gente que estrangula a otra persona, normalmente, no lo hace envuelta en una sábana. ¿Cómo vas a colocar las dos manos alrededor de mi cuello si con una tienes que sujetar la sábana para taparte las vergüenzas?

Zac soltó una carcajada que sobresaltó a Lily.

—Estás completamente loca y yo debo de estar igual de loco para hablar contigo. Pero no te equivoques: estoy despierto del todo. ¿Por qué no te portas como una niña buena y bajas un rato, mientras yo me visto?

—Preferiría esperar aquí, si no te molesta.

—¿Y si me molesta?

—No veo por qué podría molestarte. —Lily trataba de evitar la mirada de Zac—. Tú vas a estar en el baño y tu ropa está en el vestidor. Así que no me verás de nuevo hasta que estés completamente vestido.

—Esa no es la auténtica razón, ¿verdad?

El hombre la acechaba de nuevo y ella retrocedió una vez más. No sabía lo que podía hacerle si le ponía las manos encima, y tampoco quería averiguarlo.

Y todavía tenía menos interés en averiguar cuál sería su propia reacción. La idea de sentir las manos de Zac sobre su cuerpo se estaba volviendo cada vez más excitante. Nunca había sentido de aquella manera la cercanía del cuerpo de un hombre. Y empezaba a descubrir lo estimulante que podía ser esa proximidad. Su padre le había advertido que debía evitar todas las situaciones de aquel tipo, pero ahora lo que pensara el predicador no le importaba gran cosa. La muchacha no dejaba de pensar en el cuerpo desnudo de Zac, tenía un extraño e inmenso deseo de quedarse mientras se vestía, a ver qué podía ocurrir.

Ya estaba informada de una parte del asunto, de lo que ocurría entre hombres y mujeres, incluso aunque no estuviesen casados. Pero debía de haber mucho más que eso que le habían contado. Ella conocía gente que había estado comprometida durante muchos años antes de casarse. Sin duda, tenía que haber algo más que el sexo, algo en lo que ocupar el tiempo con la pareja…

Zac tendió la mano hacia ella.

—Si te vas a quedar, tal vez podrías ayudarme a tomar un baño. Me vendría muy bien que alguien me enjabonara y me frotara la espalda.

Fue demasiado para Lily.

—Esperaré abajo. —Dicho esto, casi corrió hacia la puerta.

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