Lilith

Lilith


CAPÍTULO 01

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—Pero —dijo Lilith con astucia—, si hubiese una de esas autopsias... Recuerdo que le hicieron una a aquel bebé. Dijeron que no había duda de que había muerto por una dosis excesiva. Bueno, su madre no sabía. Sólo quería que se estuviese callado. Ella no sabía que la dosis era excesiva. Pero en un médico sería diferente. Él sabría...

—¿A dónde quieres ir a parar? —preguntó ásperamente el doctor.

Lilith pensaba en Jos Polgard y en todos los beneficios que habían derivado de su encuentro con él. También de esto obtendrían beneficios.

—Yo creo que usted le dio a su esposa una sobredosis de una droga porque... Bueno, quizá porque no quería verla sufrir, y quizá porque...

—¿Cómo te atreves? —exclamó él—. ¿Cómo te atreves a decir semejante cosa?

—Porque es verdad —respondió ella. Y sabía que lo era, pues él mismo se había delatado.

—Recoge tus cosas y sal inmediatamente de esta casa.

—No —replicó ella—. No. Escúcheme. Tiene que escucharme. Yo creo que obró usted bien. Yo no quiero nada para mí. Hizo bien en dárselo. Estaba mal dejar que ella sufriera y que sufriera usted y que sufriera Amanda. No servía de nada, ni para ella ni para nadie. Sé que es usted un hombre bueno, suficientemente bueno para Amanda... Y sé por qué lo hizo. Pero lo hizo. Y si tuviese que marcharme de esta casa se lo diría primero a alguien. La abrirían y lo descubrirían, ¿verdad? Yo no quiero eso. Eso heriría a Amanda. Yo quiero a Amanda... Después de Leigh, es la persona que más amo en el mundo. No quiero herirla.

Quiero que sea feliz. No pido por mí misma. Es por mi hijo. Quiero que viva en esta casa siempre... no como hijo de una criada... sino como si fuese su propio hijo. Eso es lo único que quiero. Quiero que se eduque con los hijos que usted y Amanda tengan. Y quiero estar aquí con él. Soy prima de Amanda. Soy su cuñada. Podría ser ama de llaves... una señora de compañía... pariente de Amanda. Ya sabe lo que quiero decir. No quiero que crezca sabiendo que su madre es una criada, y quiero que tenga una educación. Es sólo por él. Quiero que sea instruido como un caballero.., de modo que nadie conozca la diferencia.

—Creo —dijo el doctor— que estás un poco histérica. Siéntate y procura calmarte.

Lilith se sentó, levantando hacia él sus brillantes ojos.

—Estás sobreexcitada —continuó—. Eres una buena madre, y el niño es afortunado por ello. Creo que has estado muy preocupada a causa de él. Has visto mucha pobreza y deseas evitársela. Supongo que eso es encomiable.

Tenía la mirada perdida a lo lejos y estaba muy pálido. Lilith no podía por menos de admirarle; poseía un dominio de sí mismo que ella envidiaba.

—Espero —dijo el doctor— que nunca le menciones a la señora Tremorney estas acusaciones tan ridículas.

—No he dicho nada —murmuró ella—. Nunca diré nada... si hace usted lo que yo digo.

Él levantó una mano para imponerle silencio.

—Estás preocupada por el niño. No creas que no lo comprendo. Consideras que se merece una instrucción y una educación estable. Yo también lo he pensado.

Lilith asintió, sintiendo llenársele el corazón de una súbita exultación mezclada con una gran admiración hacia aquel hombre, pues se daba cuenta de cómo iba a manejar la situación.

—Como sabes, nos hemos hecho amigos él y yo. He pensado con frecuencia en qué podría hacer por él. Fíjate que tu absurdo comportamiento me ha hecho preguntarme si eres una persona adecuada para tener a tu cargo al niño.

Los ojos de ella fulguraron.

—Nadie más que yo tendrá a su cargo al niño.

—Eso es un sentimiento maternal natural, y sé que eres la mejor de las madres. Había pensado hacerte una propuesta más adelante. Contribuir yo a la educación del niño.

Lilith dijo con suavidad.

—¿Dejarle vivir en esta casa? ¿Educarle como a uno de sus propios hijos?

—Supongo que vendría a ser eso. Pero tengo la impresión de que debería despedirte en vista de tu ofensivo comportamiento.

—Espero que no lo haga —respondió ella humildemente, pero con una amenazadora mirada en los ojos que desmentía su tono de voz.

—No quiero hacerlo. Sé lo que has hecho por la señora Tremorney y todo lo que habéis significado la una para la otra. Él niño es ahijado suyo. Sólo eso me haría desear hacer por él cuanto pudiera.

Lilith asintió. Había ganado. Lo enfocara como lo enfocase, había ganado ella.

—Debo advertirte —continuó el doctor— que si vuelvo a oír alguna de esas ridículas insinuaciones, y si llegara a mis oídos que se han formulado en alguna parte, sospecharía inmediatamente de ti, pues estoy seguro de que nadie más que tú sería culpable de semejante falsedad. Entonces tendrías que abandonar mi casa al instante. Si quisieras llevarte contigo al niño, sería cosa tuya. Si lo dejaras aquí, podrías tener la seguridad de que yo cuidaría de él.

Lilith respondió en voz baja:

—Nunca diré una sola palabra. Lo juro. Y él estará aquí y yo estaré con él; y él tendrá de todo, exactamente igual que si fuese hijo suyo.

El doctor asintió lentamente y, de forma inesperada, Lilith se tapó la cara con las manos y rompió a llorar. No sabía por qué lo hacía, a menos que fuese por alivio, por la tensión y el miedo que la habían dominado desde que saliera de casa de su marido.

El doctor le puso una mano en el hombro; ella levantó la cara y empezó a reír.

—Basta —ordenó él.

Lilith le miró. Ella era la vencedora y, sin embargo, el doctor sabía hacer que pareciese que lo era él. Estaba completamente tranquilo, sereno y seguro de sí mismo; y ella comprendió que creía haber obrado bien, pues era un hombre bueno. Sólo un hombre bueno, razonó Lilith, podría tener su aspecto habiendo hecho lo que había hecho él.

—Lilith —dijo sosegadamente el doctor—, no necesito decirte que te has comportado de una manera abominable... De hecho, delictivamente. Si yo fuera sensato, quizá debiera despedirte, incluso aunque no te denunciara por intento de chantaje. Pero quiero decirte que comprendo que cuanto has hecho ha estado motivado por amor hacia tu hijo y por tu deseo de proporcionarle una buena vida. No creo, por tanto, que hayas actuado del todo mal, aunque así lo pensarían muchas personas. Lo importante es el motivo. Has intentado chantajearme, y eso es un acto delictivo. Si hubieras pedido dinero, te habría entregado sin vacilar a la policía; pero el motivo de tu acción era el amor por tu hijo. Temías por su futuro. Te comprendo. Mis propias ideas no son necesariamente compartidas por los demás, pero son mías y creo en ellas. Yo te juzgo bajo una luz diferente porque comprendo tus móviles. No temas. Tu hijo tendrá lo mejor que yo pueda darle; y, como no soy partidario de separar a una madre de su hijo, permanecerás aquí con él. Y ahora vete —añadió—. Ve a tu habitación. Descansa y tranquilízate.

Lilith salió a toda prisa. Corrió a su habitación y abrazó a su hijo dormido.

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