Liam

Liam


Diecinueve.

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Diecinueve.

 

LIAM.

 

Era difícil que Amelia saliera de su sistema, pues cada encuentro, cada intimidad compartida, cada vez que follaban, él se sumergía más y más en el universo de su sonrisa, en la suavidad de sus caricias y en la inquietante profundidad de sus ojos. Cada vez que la tomaba, que derramaba su pasión en ella y disfrutaba de la concreción de su lujuria en todas las formas imaginables, se comprometía más. Lo entendía y eso lo retraía.

Luego de su fin de semana en Santa Mónica, todo pareció precipitarse. Había esperado algunos días para volver a contactarla, esperando que todo decantara y su buen juicio prevaleciera, pero eso había resultado imposible. Al cabo de menos de lo que hubiera sido razonable, estaba deseando tenerla a su lado. Como si su cuerpo la necesitara y no pudiera mantenerse ajeno a ella, como si fuera un adicto y ella su sustancia, la que le quitaba buena parte de su lógica y hacía que su cuerpo y su mente se desfasaran. Cayó una y otra vez en la tentación, semana tras semana, a veces logrando resistir un poco más.

Mas cuando la abstinencia se volvía prolongada, Amelia aparecía en su retina en el medio de las reuniones más serias y aburridas. Acostada sobre su mesa, abierta para él, con sus grandes ojos incitándola a tomarla, a que la poseyera sin descanso y gozara de su sexo tibio y delicioso. Estas distracciones no habían pasado desapercibidas para sus hermanos, que le observaban, picados y asombrados. Por fortuna, a pesar de su insistencia por saber qué o quién lo afectaba así, aún lograba conservar el secreto de Amelia. Era suya, su secreto. No sabía por cuánto tiempo lo sería: suya para disfrutar, suya para compartir momentos, para no estar solo y sentir que la vida tenía otro sentido además de hacer dinero y entrenar.

Amelia y sus hermanos lo ataban a tierra y le daban lo que necesitaba para no caer en una espiral de desasosiego. Estaba agotado y comenzaba a perder la fuerza y la convicción que lo habían mantenido durante tanto tiempo a cargo de los negocios de la familia. Esta realidad se le hacía cada vez más evidente. En verdad, el contacto y la presencia de ella lo habían sensibilizado. Los años inmersos en la férrea conducción del conglomerado Turner lo habían vuelto más agrio de lo que deseaba y lo habían alejado de la naturalidad de las relaciones. Esa que sentía recuperaba en las charlas y los encuentros con Amelia. Pensar en perder esto era duro y retrasaba la decisión.

Que esto había impactado en su humor era evidente y también para sus hermanos. Fue claro que los tres habían intercambiado impresiones y se lo hicieron notar en la comida dominical. A las pullas de Ryker se sumó la intriga de Avery, que le preguntó directamente si estaba viendo seriamente a alguien.

—Por favor, que no sea Melody —le dijo.

Se rio. Sabía que ella esperaba su negativa y por eso se lo preguntó sin su presencia, que parecía haberse vuelto una constante los domingos, lo que hablaba a las claras de que su madre tenía un plan.

—No te preocupes —le guiñó un ojo—. No está en mi agenda tener algo ahora ni nunca con esa mujer.

—Por Dios, guiñó un ojo —dijo Alden—. ¿Quién eres tú en el cuerpo de Liam?

Lo miró condescendiente.

—¿Estás viendo a alguien, entonces? —volvió a la carga Avery.

Le hizo sonreír esa ansiedad por saber. Tenía claro que venía desde las mejores intenciones.

—Podría decirse.

Fue deliberadamente ambiguo. ¿Cómo cuenta uno lo satisfecho y completo que se siente por tener a una mujer que hace de sus noches y de sus horas un deleite? Alguien que es tan encantador y honesto que no parece tener cabida en su mundo. Alguien a quien no puede dejar de tocar o cuya sonrisa le llena. Alguien a quien ha dado un plazo en su vida. Alguien que le da tanto y que se ha colado hondo, que parece tener poder sobre él.

Uno que no podía permitir que tuviera. Liam comenzaba a notar que la relación trascendía el deseo y lo veía también muy claro en los ojos bellos de Amelia. No podía permitirse generar falsas expectativas, en ella ni en él. Sabía que había sido claro desde el inicio, pero todo había sido tan bueno que comenzaba a trascender los objetivos iniciales.

—¿Cómo así? —dijo Avery.

—Puedo decirte que estoy viendo a alguien, pero no es importante.

—Es extraño. Ha logrado cambiarte y mejorar tu ánimo. Distraerte —sentenció Alden.

—Mi ánimo no tenía ningún problema.

—Claro. No es importante, pero ya no gruñes, no se te ve amargado ni a punto de estallar. La piel y el rostro se tensan de lo bien que estás. Pero no es nadie, seguro —dijo Ryker—. ¿Me puedes pasar el teléfono de ese alguien? Si no planeas que sea algo permanente. Podría disfrutar de lo mismo. El tratamiento que da parece muy bueno.

La sola idea de que alguien tocara a Amelia hizo que una pesada bola se instalara en su estómago y miró a Ryker con encono. Le molestaba siquiera imaginar que otro la acariciara, la besara o la penetrara como lo hacía él, para recibir sus gemidos de pasión. Sabía que era un maldito bastardo, pero no podía evitarlo. Ella era suya.

—Tranquilo, no me saltes a la yugular —se retiró su hermano—. Esa relación que tienes, esa mujer, no es alguien tan liviano como nos quieres hacer creer —sentenció con una carcajada.

—¿De qué mujer hablan, Liam?

La pregunta de Melody, que había llegado sin que se percataran, interrumpió la conversación y el fastidio se hizo patente en todos, pero la blonda pareció inmune.

—Nada que pueda interesarte —contestó Liam, sin dar espacio para más interrogatorio.

—De seguro nadie importante, querida —intercedió la mujer mayor, haciendo un gesto a su hijo para exigir compostura, que él ignoró.

—Deseaba verte hoy. Has estado ausente —sonrió Melody, sin insistir en el tema. Liam no contestó-. Hay un gran evento en la empresa de mis padres, la semana próxima. Va a ser una fiesta súper exclusiva y me encantaría tenerte a mi lado.

—Por supuesto que irá. Liam es un caballero —intercedió su madre, contestando por Liam como si fuera un pequeño, lo cual lo molestó más.

No había hecho bien su tarea cuando era niño, ¿a qué venía su interés por su futuro?

—Es muy importante para mí. Mi padre ha decidido darme más responsabilidades y soy la organizadora. He tomado la decisión de que la fiesta será de estricta etiqueta. Dorado y negro —dijo, con seriedad.

—Impresionante responsabilidad —dijo Alden, con malicia, a lo cual Melody no contestó.

—Será maravilloso. No dudo que lograré que acuda lo más granado del Estado. No puedes faltar a mi lado, Liam.

Este no se molestó en contestar. Ni se le ocurría acudir. Prefería estar con Amelia que ahogarse toda una noche en alcohol para evitar la cháchara insoportable de Melody.

—Siempre cuentas conmigo si Liam no puede ir —argumentó Ryker, haciendo una reverencia.

Melody lo miró y le sonrió, pero era evidente, que su presa era Liam. Hizo un gesto coqueto y tocó a este en el hombro, haciendo que la cadera se posara en su costado, gesto que este rápidamente evitó, caminando hacia el comedor.

—Lamento decir que tengo planes para ese día. No creo poder ir. Ahora, ¿les parece si comemos? —apuró el paso.

El rostro de Melody mostró su contrariedad, pero la madre de Liam le hizo un gesto y lo dejó pasar.

 

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