Liam

Liam


Veintitrés.

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Veintitrés.

 

LIAM.

 

Si la revelación que le atravesó como un rayo ese domingo lo impactó, el tiempo que siguió no hizo nada por atemperar su desasosiego. Los días transcurrieron lentos y vacíos, y nada de lo que hizo lo arrancó de la tristeza. Ni siquiera el trabajo agotador, en el que buscó sumergirse, lo ayudó. Entre jornadas llenas de gente y papeles que cada vez detestaba más a noches trágicamente desoladas, los días fluyeron.

Nada era igual, no podía serlo. Sin la sonrisa y la mirada de esa mujer sobre él, nada valía la pena realmente. Trató de llegar a Amelia, pero no contestaba sus mensajes ni llamados. No pudo verla de salida en el café, no estaba trabajando y eso lo confundió. Sabía que necesitaba el dinero. ¿Habría conseguido algo más adecuado? Deseó que así fuera. La idea de que ella lo hubiera sacado de su vida totalmente lo sumió en la desesperanza.

Entonces, el mensaje de texto le trajo el crudo y desesperado pedido de dinero. En las pocas palabras fue capaz de entrever la magnitud de su desesperación. Necesitaba dinero y él le daría todo lo que pidiera y más. Imaginaba cuánto debió costarle atreverse a contactarlo para algo así. Su primera intención, luego de hacer todo para agilizar la transferencia que cubriera los costos del seguro médico, fue ir hacia ella. Luego, lo pensó mejor.

Amelia estaba sufriendo, pasando momentos familiares delicados. No podía ir ante ella con su egoísta pedido de tiempo y atención, como si fuera un chico malcriado. Tanto como quería consolarla, abrazarla y decirle que todo estaría bien, no tenía ese lugar en su vida, tristemente. Lo había perdido por cretino.

Darse cuenta de esto lo hundió más y por primera vez en su vida, su coraza se resquebrajó, dejando que su tarea y su función se vieran sacudidas. Su labor como CEO del conglomerado Turner dejó de ser el timón de su vida y si no trascendió más de lo deseado fue porque tanto Alden como Ryker se convirtieron en sus bastones. Unos contra los que despotricó, a los que insultó, a los que negó sistemáticamente información sobre sí mismo y sus sentimientos. El dolor de perderla era solo suyo y lo corroía.

El único consuelo real que encontró fue el alcohol, que pasó a ser un amigo que no preguntaba ni reprochaba, que adormecía y no permitía sentir. Era débil y lo aceptaba. Solo con Avery pudo abrirse un poco más; su hermana era insistente y se preocupaba por él. Solo ante ella reconoció que amaba a Amelia y que la había tratado como un bastardo. Que no la había sostenido ni defendido, que no la había reconocido ni tratado como la mujer que tenía su corazón en su mano.

—¿Es Amelia la persona que hizo esos bocetos tan hermosos que me mostraste?

Asintió.

—Nunca aceptó nada de mí. Ni ropa, ni joyas, ni viajes. Apenas mi tiempo, momentos, charlas. Nunca entendí, hasta hoy, la riqueza de eso. Me dio amor a manos llenas y fui tan imbécil que no lo pude reconocer. Hasta que me dejó. Es probable que en parte esto lo alimentó la actitud de nuestra madre.

—Aún no perdono a mamá por hacer algo así. Sumarse a esa cabeza hueca de Melody —dijo Avery.

—La perdí. La perdí —repitió, con su rostro desolado, la viva imagen de la desazón.

—Si eres un hombre de verdad, el que nos ha dirigido todo el tiempo desde que tenías conciencia, no aceptarás eso como una verdad—Ryker entró en ese momento—. Te levantarás e irás a por ella. Vas a luchar. No es de un Turner entregarse de esta cobarde forma que has elegido.

—No voy a …

—Ryker tiene razón—Alden también había ingresado—. Y te vamos a apoyar, en lo que sea. Esa tal Amelia debe valer mucho si tu cabeza y tu corazón colapsaron por su ausencia.

—Lo vale, claro que lo vale —afirmó Liam, aturdido—. Pero no sé qué podría hacer. He intentado…

—Has hecho lo que acostumbras. Negociar, tratar de darle cosas. Cosas que, por lo que dices, no esta dispuesta a tomar—Ryker le contestó—. Debes pensar con mayor claridad y ver qué necesita de ti, de verdad.

—Ella no quiere lo que puedo darle —contestó—. Quise mimarla, consentirla, ayudarla…De la forma que sé.

—De la forma que viste a nuestro padre proceder —sentenció Avery—. La misma que detestas. Por lo que entiendo, Amelia no quiere más que tu amor.

—Es probable que sea tarde. No sé qué siente por mí de verdad. Dijo que me liberaba, que había comprometido sentimientos. Cuando me acerqué a ella por primera vez —confesó—, le dije que quería sexo sin compromisos.

—Normal —dijo Ryker.

—¿Normal?-chilló Avery-. ¿Cómo va a ser normal? ¡Las mujeres queremos mucho más que eso!

—Ella aceptó, ¿o no?

—Probablemente porque era la manera de acercarse a ti —dijo Avery—. Mírate, eres guapo, sexy, ¿quién no querría? Tal vez creyó que era lo que podía tener contigo y lo aceptó. Y cuando vio que quería más, lo que no podías darle, decidió cortar. Debe ser doloroso darse cuenta de que la persona que queremos nunca va a tomarnos en serio.

—¡No jugué con ella!

—No digo eso. Trato de ponerme en su lugar. Quizás lo hizo como una medida de protección. No involucrarse más para no terminar con su corazón roto sin remedio.

—Eres una sentimental, hermanita —suspiró Ryker—. Y me temo que nuestro hermano más rudo, o el que parecía serlo, es igual que tú. Por fortuna me tiene a mí —sonrió con suficiencia, ganándose las miradas airadas de los demás.

—Tú eres el cinismo hecho hombre —agregó Alden.

—Por eso me necesitan. Soy su protección. La voz de la razón.

—¿Qué dice tu voz, oh, gurú de la racionalidad? —inquirió Alden con sorna.

—La única manera de recuperar a nuestro CEO y hermano es lograr que la tal Amelia vuelva con él. Y eso implica ir por todo. Se me ocurre que Amelia es un desafío. Y si esa mujer lo quiere, si puede aceptar toda su mierda, hay que traerla a nuestro lado. Tienes que luchar por ella.

—Ella está pasando mal. Su tía está muriendo. Hizo el enorme esfuerzo de pedirme dinero para pagar su seguro —elevó la vista para confrontar las miradas—. Sé que les parece raro, que parece un pedido lógico de alguien que busca aprovecharse, pero…

—Sé que solicitaste a tu asistente que hicieran un giro de mucha cantidad y me llamó la atención. Te confieso que lo investigué —señaló Alden, sin hacer caso de la mirada indignada—. No se puede ser lo suficientemente precavido. Tú conoces a esa mujer, nosotros no. Y comprobé que fue con tal fin. 

—¿Cómo te atreviste?

—Tenía que saber si había algo de verdad en las palabras de nuestra madre. Me preocupo por ti. Mírate, hombre. Eres nuestro hermano mayor, el que siempre nos sostuvo, el hombre fuerte e implacable tiburón de los negocios y estás convertido en un bebé llorón —increpó Alden.

—Maldito seas —se levantó y le tiró un puñetazo, pero falló.

—Y estás debiendo demasiado.

Se volvió a sentar.

—Como sea. Es cierto que su tía está moribunda. Está quebrada. Trabajó sin cesar hasta hace unos días, en que perdió el empleo.

—Por eso no la vi. Ese jefe suyo es un …

—Es un bastardo, sí. Lo comprobé de primera mano. Así como estuve en el hospital. Esa pobre mujer tiene los días contados. Su hermana, bonita, por cierto —guiñó un ojo Alden, ante la exasperación de todos—, estudia Ciencias Económicas y le va bien. Pero depende del trabajo, ahora inexistente, de Amelia.

—Tenemos un plan —dijo Avery, cortando el discurso de sus hermanos, que tenía a Liam en vilo—. Los diseños que me mostraste son muy buenos. Entiendo que quizá podría comenzar una pequeña empresa con presencia a través de las redes y que podemos potenciar con algo de capital. Nada demasiado elaborado ni grande. Nuestra corporación sustenta muchos proyectos y microemprendimientos. Vi mucho potencial en sus diseños. Estoy segura de que puede tener éxito.

—Ella jamás aceptará nada mío.

—No tiene por qué hacerlo. Sería un ofrecimiento que se le haría a través de alguien de su entorno, alguien que nos ayude a llegar a ella.

— Ella solo tiene a su hermana Tina y a su tía.

Liam comenzaba a pensar que podía haber una chance y se sintió entibiado. Por primera vez sentía que eran sus hermanos los que lo sostenían. Los vapores del alcohol comenzaron a evaporarse.

—Su amiga Sharon. Son íntimas. Amelia la considera casi una hermana. La ha ayudado siempre.

—Me contactaré con ella —dijo Avery—. Nos encargaremos de la logística. Tendrás que tener paciencia. Esto va a llevar un tiempo. Debes darle espacio. Va a sufrir. Tenemos que darle una salida que le permita recomponerse. Y una vez que su vida comience a resolverse, deberás tomar el toro por los cuernos. Ella debe saber que la amas y estás dispuesto a todo por ella. Como en las novelas-guiñó su ojo y él suspiró, recordando la lata que le había dado denostando los dramas románticos.

Y él estaba hasta el cuello en uno.

—Lo único que tengo claro en este momento es que amo a esa mujer.

—Nunca pensé escuchar algo así— Ryker levantó las manos al cielo y rodó los ojos—. Y que seríamos parte de ello.

—Gracias —los ojos de Liam estaban vidriosos. Avery lo abrazó.

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