Liam

Liam


Ocho.

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Ocho.

 

AMELIA.

 

Algo en su tono llamó la atención de su amiga que la observó esperando a que se explicara. Amelia se había perdido momentáneamente en el recuerdo del principal de las empresas, en su mente perfectamente perfilado ese hombre alto y musculoso, de mirada impactante que esa misma tarde le había dicho las frases más lascivas que hubiera escuchado, en un tono de deseo tal que todavía la hacía vibrar. 

—Había unos diseños espectaculares— recuperó el habla—. Tan exquisitos que no podía dejar de mirar. Gucci, Balenciaga, Dior. Lo más sofisticado del mundo de la moda estaba presente.

—Veamos esas fotos.

Desbloqueó su teléfono y buscó las imágenes, algunas de las cuales había guardado, tanto le habían gustado los vestidos. Le señaló algunos de los modelos y aprovecharon a cotillear de telas, peinados y apliques. Sharon acertó en casi todos los diseñadores de zapatos y no era raro, los conocía de memoria por estar horas extasiada frente a las vidriera virtuales y físicas de exposición de las grandes galerías. En una de las fotos apareció la imagen de Melody y Amelia bufó.

—¡Esta es la mujer por la que me echaron! —sentenció.

Así dicho parecía demasiado serio.

—¿Te echaron?-la mandíbula de Sharon pareció desencajarse-. ¿Qué pasó? Cuéntame todo, detalle por detalle.

—Me distraje, ante tanto brillo, debo ser honesta. Iba con una bandeja de copas y me acerqué a ofrecerlas a un grupo en el preciso momento en que esta rubia hacía un gesto con el brazo. Tocó mi bandeja y las copas de champagne se volcaron.

—¿Dom Perignon?—Sharon chilló.

—Exacto, lo mejor del mundo para esos millonarios. Muchos dólares líquidos encima de mi camisa y de mis senos. Y algunas gotas en su vestido.

Sharon desorbitó sus ojos.

—¡Debe haber hecho un escándalo! Tiene todo el aspecto de bruja —la miró más de cerca, haciendo zoom a la foto—. Esas rubias esqueléticas con hambre siempre están a la busca de alguien sobre quien descargar su estrés.

Amelia sonrió ante la obvia subjetividad de su amiga, que pretendía animarla.

—Pues sí que gritó y se molestó de tal forma que el maître estuvo con ella en un segundo. Pedí disculpas y corrí a recomponerme como pude, pero me despidieron de inmediato. Y sin paga, porque me descontaron el dinero para pagar los gastos de tintorería.

—¡Qué mal momento debes haber pasado!—Sharon tomó su mano.

—Sí, la verdad es que me sentí torpe. Además, me dijo cosas bastante feas.

—¿Qué cosas?

—Que mi aspecto ya denotaba que no podría hacer el trabajo con agilidad. Ya sabes, lo clásico.

—¡Perra! —empinó su copa y luego la miró—. Te prohíbo ponerte mal por eso.

—No, eso ya no me importa. El problema es que perdí una fuente de ingreso que me solucionaba mucho. La agencia de cáterin no era un empleo constante, pero me servía. No sé qué voy a hacer ahora.

—No te desanimes, algo vas a conseguir.

—Le pedía a Bratt algunas horas más en la cafetería, pero ya sabes cómo es.

—¡Ese cretino inmundo! —hizo un gesto de odio. Lo conocía y lo detestaba, siempre con algún comentario insidioso o chabacano en la boca—. No debes dejarte caer. Vales mucho y llegará tu momento de brillar— la confortó y ella asintió, aceptando el mimo.

—No es todo lo que tengo para contarte. Ni siquiera lo más grande —dijo, dando un gran mordisco a su pizza y masticando, mientras Sharon la observaba con expectativa.

Cuando pareció que no terminaba de masticar, la atosigó.

—¡Cuenta ya!

—Hoy en la mañana Liam Turner fue por la cafetería.

—¿Ese es…? —La miró expectante—. ¿Te refieres a uno de los dueños de la empresa?

—El jefe máximo.

—¿Y qué quería? No te habrá ido a amenazar… Esos millonarios son increíbles. ¿Es que fue a increparte por el vestido de la tal Melody? ¿Es su novia? —Sharon tendía a hablar sin parar cuando se ponía tensa o algo la sacaba de su tranquilidad.

—Tranquila, tranquila —la calmó, pues había elevado la voz y algunos rostros se volvían hacia ellas—. En realidad, fue a hacerme una propuesta.

—¿Una propuesta? —estaba perdida.

—Pensé lo mismo que veo en tu cara. Bueno, como no podíamos hablar en la cafetería porque Bratt estaba insufrible, me citó en su empresa y fui hoy por la tarde.

—Ay, Dios, qué nervios me estás dando. ¡No pares, dime más!

—Empezó por decirme que no tenía que preocuparme por nada y que sabía que el despido fue un exceso.

—¡Claramente!

—Yo había estado preocupada, pensé que me podrían demandar. Si había fotos de esa mujer en mala postura en las fiestas en las redes, no iba a ser bueno. Luego me dijo que se había interesado en mí, y sabía de mis problemas económicos. Dijo que le gusto mucho y…

—¿Y? —la instó a completar la frase, con los ojos entrecerrados.

—Que quiere que sea su amante.

—¿Qué? —gritó y ella le apretó la mano, sonrojada hasta las orejas, haciendo un gesto para que bajara el tono. Sharon cerró los ojos y respiró, para luego seguir—. ¡Esto es inaudito, increíble! Están rodeados de lo más importante, tienen casi todo a su alcance y creen que pueden conseguirlo todo. ¡Qué desfachatez! ¿Qué dijo cuando lo rechazaste?

Amelia bajó la cabeza.

—Bien, en verdad...

—¿No le dijiste que no? —agregó, con sorpresa, pero ahora interesada.

—Fue dulce y no me hizo sentir mal. Por el contrario…

Amelia sentía que era verdad. Liam había sido amable, honesto y sumamente sensual. No podía sustraerse a la atracción enorme que ejercía sobre ella.

—Cuéntame punto por punto todo—Sharon sirvió más vino.

—Anoche mismo, creía haber sentido su interés . El …bueno…

—Me imagino, te miró los senos.

—Fue más que eso. Hoy, en la cafetería y en su despacho. Me miró, me vio. No es solo una mirada de deseo, aunque me hizo saber con claridad y hasta con palabras muy gráficas, que le gusto y mucho.

—Sí, me hago una idea, amiga. Muchos hombres te miran así, y ni te detienes a considerarlo. ¿Por qué con él?

—Te confieso que estoy tan azorada y sorprendida de que un hombre como él se haya molestado en venir por mí y me mire como lo hace.

—No deberías. Eres una mujer preciosa, mucho más que cualquiera de esas que estaban anoche, te lo puedo asegurar. Te has acostumbrado a infravalorarte y te has creído el discurso que algunos imbéciles, tu ex incluido y tu jefe actual, te han tirado encima. ¿Te gusta este hombre?

—¡Claro que sí! Es impresionante. Es un hombre formidable, atractivo, te juro que por un momento me sentí un pajarillo frente a una serpiente, no en el mal sentido— se corrigió.

Sharon la escuchaba mientras tipeaba en su móvil, obviamente buscando hacerse una idea gráfica del dechado de virtudes.

—¡Aquí está! Woww, Santa María de los hombres sexys! Te entiendo —la miró—. Es un espécimen abrumador.

Le mostró las imágenes que aparecían en línea, cada una de ellas mejor que la otra.

—Ese es.

—Yummy. Si un hombre así viniera por mí no tendría que rogarme para que me quitara las bragas.

Amelia sonrió, mordiendo su labio inferior.

—Estoy a medias entre la incredulidad, el halago y el terror. Sé que lo que me propone es inmoral.

—¿Se atrevió a ofrecerte dinero? ¿Te trató como a una cualquiera?

—No, no. Dejó entrever que conoce mis problemas económicos. Se movió con rapidez para saber de mí.

—Esos hombres son objetivos de muchas cazafortunas, de ambos sexos. No es extraño.

—Me hizo saber con meridiana claridad sus intenciones. Te va a sonar horrible, pero casi me derrito cuando me dijo que me desea, que quiere hacerme suya. No sé, me hizo sentir…Mujer.

—Amiga, ¡cómo no entenderte! Tú y yo hemos pasado mierda juntas, ¿no es así? Desprecio y ninguneo, más desengaños —terció Sharon, con un dejo de tristeza en su voz.

—Lo sé. También fue muy enfático al aclarar que no tiene intenciones de involucrarse sentimentalmente.

—Práctico y al blanco. Un tiburón de los negocios. Su honestidad es algo a valorar.

—Me sentí extraña, como si no fuera yo. Le escuché sin inmutarme, en el momento me pareció hasta algo natural. Como si una parte de mi creyera que …Anhelara aceptar. No quiero que me juzgues mal.

Sharon la observaba con seriedad y Amelia sintió que se ruborizaba. Sabía que estaba dando consideración a una oferta que no era más que sexo vacío, pero no podía dejarlo atrás.

—Vamos, Amelia, soy yo. Jamás vería mal que hagas algo que te llene. Te detendría si fuera una locura total, si estuviera tu vida en peligro. ¿Qué puedes perder en esta propuesta? ¿Años de celibato, tiempo con tu consolador, las telarañas de tus zonas íntimas?

Rieron y apuraron la bebida.

—¿En serio lo piensas?

—No veo mal disfrutar del sexo, más si es con alguien así. Aquí lo que importa es lo que tú sientes y quieres. Y doy por sentado que lo deseas a rabiar. De no ser así, le hubieras abofeteado cuando te lo propuso y te hubieras ido rápido de ese lugar sin mirar atrás, sin siquiera plantearte la duda.

—¿Cómo no me va a gustar? ¿Cómo no me voy a sentir halagada de que un hombre así, alguien que puede tener a quien quiera con un chasquido de dedos, me desee a mí? —afirmó.

—Cariño, te has acostumbrado, por la fuerza de los hechos, a hacer el gusto y el bien a los otros. ¿Por qué no tomar lo que se te ofrece con tanta libertad? ¿Dar cabida a tu deseo, tener algo solo para ti?

—Porque está mal. Porque no puede durar.

—¿Según quién? Además, si te convences de antemano de que será sexo y nada más, podrás disfrutarlo sin etiquetas, sin esperar más. Podrás dejar que las cosas fluyan.

—Sabes que no soy así. Tampoco tú lo eres. No somos chicas para un rato, no queremos eso. Queremos todo.

—¿Nos ha ido bien? No —su voz se elevó un tanto para afirmar lo obvio—. Cambia el objetivo. Deja de pensar en el felices para siempre. ¿Por qué no liberar tu mente de ataduras y apostar por algo que puede ser lo más lindo que te puede pasar?

—Porque no va a durar.

—Tal vez no. Tal vez sea algo breve. No obstante, ¿si es de tal intensidad que te deja el mejor recuerdo de tu vida?

—No quiero que piense que quiero algo de él.

—Está clarísimo que quieres algo de él —guiñó el ojo con picardía.

—Algo económico, me refiero.

—Lo pensará y se va a desengañar. No necesitas tomar ni pedir nada que no sea el disfrute de su cuerpo y algunos regalos. Un hombre así se mueve en otros estratos, está acostumbrado a lo mejor del mundo. Vino por ti, amiga. Da una bofetada a ese ego maltrecho que tienes y menéalo para que todas las perras lo vean.

Volvieron a reír de manera ruidosa, ajenas a las miradas.

—Pensarme en esa situación me hace sentir vértigo, me consume de nervios… Y de deseo —reconoció, bajito.

—Amelia, me pasaría igual —tocó su mano y le sonrió con aliento—. Estás en un momento de tu vida en el que apenas puedes superar las funciones básicas. Trabajas sin descanso, te desvelas por Tina y tu tía, te preocupa el futuro de ambas. No has pensado en ti hace mucho, en lo que anhelas, en tu futuro. Sé cuánto amas a tu familia, pero también mereces tener algo. Esto puede ser algo, grande, disfrutable.

Amelia sabía que tenía razón.

—Me muero por tener algo con ese hombre —confesó.

—No lo dudes, ve por él. Llámalo ya —la instó, tomando su móvil—. Dile que sí, que estás dispuesta a tener una relación con él. Y entonces, haz todo lo que puedas para disfrutarlo al máximo. Él quiere gozar de ti, tú has lo mismo. Hazte valer.

—¿Cómo hacer para no comprometer mi corazón? —expresó su reticencia más grave. Amelia jamás había tenido sexo por el simple placer del mismo.

—Sabiendo que no puedes hacerlo. O pagando el precio —le contestó con crudeza—. Si al final te dejas llevar y te destroza, será porque decidiste ser valiente. ¿De verdad quieres vivir los próximos años pensando qué hubiera pasado si?

Amelia supo que Sharon tenía razón.

—Amiga, no sé qué haría sin ti. Tenía miedo de que me juzgaras. Yo misma no he dejado de hacerlo.

—Nunca haría eso. De la misma forma que sé que tú no lo harías conmigo. Quiero que seas feliz. Que disfrutes. Y este es un primer paso, uno que reafirme tu confianza y te haga ver lo hermosa y bravía que eres, para que en un tiempo te sientas confiada y decidas que mereces más de lo que tienes y ese… Ese será el momento en que te comerás el mundo y dejarás atrás a todos los que te hicieron pelota. ¡Por las mujeres anchas y buenorras, amiga! ¡Para que haya más millonarios sabrosos para ellas!

Amelia rio y levantó su copa. Estaba decidida. Lo estaba.

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