Liam

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Liam

Un mes después

Caminamos por la orilla del rio Támesis, a lo largo de Grosvenor Road. Mi mano estaba bien aferrada a la de Sophie. No me importaba que nos vieran juntos porque, de ahora en adelante, las fans tendrían que aceptar que ahora solo vivía para satisfacer a una mujer: mi novia pecosa.

La gira empezaría en tres meses y estaba aprovechando cada segundo con Sophie. Quería tener una infinidad de recuerdos que me mantendrían feliz durante nuestra forzada separación.

Una corriente de aire frío nos llegó por enfrente cuando llegamos a Chelsea, el otoño aún seguía haciendo estragos en el paisaje. Todo estaba cubierto de hojas secas y los arboles refulgían con sus colores ocres, iban muy acorde a las grandes casas Victorianas.

Íbamos a ir a un pub que estaba en Battersea, a un lado del rio, cerca de Albert Bridge.

Sophie abrazó mi brazo en busca de un poco de calor.

—Jamás había hecho esto —le comenté.

—¿Qué?

—Dar un paseo por la orilla del rio —agregué en lo que aprovechaba su mano para besarla.

—¿Ya te aburrió?

—No. Al contrario, me gusta estar contigo así —respondí, sonriéndole.

Habíamos ido al centro, pero de regreso detuve el taxi enfrente del MI6 y sugerí a Sophie que diéramos un paseo por la orilla del rió. Era una tarde fría pero muy agradable, con un escenario romántico que quería disfrutar con ella.

Sophie sonrió avergonzada.

—Estas casa son muy hermosas —comentó para cambiar el tema.

—Sí, lo son… ¿Te imaginas viviendo en una de ellas ya de viejita? —Sophie rió callada—. Yo si me imagino sentado junto a la chimenea mientras bebo mi cerveza, con mis cinco nietos esperando a que les cuente algo de mi fabulosa vida de rockero.

Sophie rió alto.

—¡Cinco nietos!... ¿Cuántos hijos tuviste en esa fantasía?

—¿Tuve? ¡No, pecosa, tuvimos!

Sophie me abrazó el brazo más fuerte para esconderse. Creo que le sonrojó que estuviéramos ya hablando de formar una familia juntos… aunque fuera imaginaria. Quería todo con ella, incluso esa soga en el cuello que rechacé de cada mujer con la que me acosté.

—Tres —respondí.

—¡Ja! ¡Vera, Chuck y Dave!

La detuve para mirarla confundido. Esos nombres sonaban muy antiguos.

Sophie sonrió irónica.

—¡Ya sabes! When I’m sixty-four de The Beatles. Mi papá ama esa canción, siempre me ha dicho que quiere que su vejez sea así.

—Pues será la mía, pecosa —dije, riendo entre dientes.

—Mientras tanto yo, aun como una sexy abuelita —reí entre dientes—, voy a pedirte que les cuentes nuestra historia.

—¡Mmm!, ¿seguirás complaciente en la cama? —asintió sonriente. Seguí, conteniendo mi picardía—. ¡Ah!, ya me imagino a nuestros hijos: “¡Por dios, no! ¡No esa historia otra vez!”

Sophie soltó una risita divertida.

—Sí, y tendrán que soportarla muchas veces porque es una historia digna de que pase a futuras generaciones. Es la más romántica que alguien puede tener —contuve la risa—. Celos, sexo…

—Un imbécil entrometido.

Sophie rió.

—Sí, y una reconciliación muy creativa —dijo mirándome.

—Sí, es una buena historia —concordé.

Hubo un silencio que Sophie aprovechó para suspirar mientras seguía admirando el paisaje.

—Hijos, nietos y una casa grande… —resumí toda la fantasía que construimos por diversión.

—Sería un perfecto final feliz. Uno muy hermoso —comentó, suspirando al final.

—¡Mmm! Interesante… ¿Pero sabes que toda historia necesita un inicio, verdad? —le hice ver.

—Sí. ¿Lo estamos viviendo, no? —volteó a verme para que le prestara atención mejor.

—No, estamos viviendo la introducción melódica que toda canción tiene. Aquella que te dice qué tan buena va a ser lo que sigue. El primer verso es el que en realidad da forma a la canción. Y dejame decirte, pecosa, que nuestra introducción es muy interesante.

Sophie me miró confundida, no terminaba de entender mis palabras. Suspiré en lo que me ponía frente a ella, pude ver el Albert Bridge muy cerca.

—El primer verso empieza con una sola frase —sus gestos me preguntaron cuál era—: Cásate conmigo.

Mi propuesta la dejó muda. No la esperaba. Ni yo, no tenía planeado proponerle matrimonio por el momento, pero me sentí cómodo con nuestra fantasía y sin pensarlo quería eso a su lado.

Esperé paciente a que terminara de creerlo. Mientras tanto, retiré aquellos cabellos que el viento movía para tapar su asombro, que era más encantador con cada segundo que pasaba.

Sus labios finalmente se abrieron.

—Sí.

Al instante, sonreí y nos abrazamos muy fuerte. Sentí su felicidad que era infinita, y espero que ella haya sentido la mía.

Lentamente nos fuimos separando para mirarnos fijamente. La frustración de que no podíamos besarnos de la manera que dicha propuesta ameritaba, se sentía casi como la fuerza de la jodida gravedad.

Acaricié su mejilla amorosamente como consuelo.

—¿No hay un anillo? —preguntó en tono bromista.

—No —respondí, lamentando que el momento haya perdido la perfección por mi espontaneidad.

Presté atención a mi mano que seguía acariciándola, y ahí tuve la respuesta.

—¡Espera! —dije, quitándome el anillo que siempre traía. El que había comprado con el primer cheque que me llegó como músico; era mi recuerdo de ese momento.

Tomé su mano y lo deslicé por su índice, a mi parecer solo le quedaba ahí.

—No tiene un diamante pero te recordará hasta que te de uno, mi promesa de amarte y hacerte feliz. De que quiero ese final contigo.

Sophie rió nerviosa y tan llena de felicidad que me deslumbró.

—No, ¡este es perfecto!

—¿No quieres uno de compromiso? ¿Uno que diga a todos que ni se les ocurra echarte el ojo porque estás comprometida conmigo?

Me abrazó por la cintura.

—No, ojitos lindos. Sé cuánto amas este anillo, porque lo has usado desde que te conozco. Al dármelo me estás diciendo que es en serio todo, ¿verdad?

Asentí, todavía sorprendido de lo sencilla que era Sophie.

—¡Es perfecto! —exclamó, conteniendo una sonrisa maravillosa.

La abracé fuerte. Tenía razón, Sophie era la indicada.

Al poco rato, se movió de tal manera que terminé abrazándola por detrás. Contemplamos el río un rato, sin dejar de suspirar. De vez en tanto besaba largamente su coronilla y ella daba un vistazo a mi anillo, como si aún no creyera que le había propuesto matrimonio. Pero no estaba admirando la ilusión de tener pronto uno con un diamante que sería la envidia de todas sus amigas y mis fans, sino lo que representaba: la fantasía que iríamos transformando poco a poco en realidad.

—Vera, Chuck y Dave —murmuré.

Sophie se retorció un poco para preguntarme algo, o al menos eso me pareció cuando movió sus labios, pero, como era mi costumbre, los malentendí. Creí que estaban ansiosos por ser besados, por eso acudí a su llamado sin dudar.

Iba a ser uno pequeño, tímido, para darnos un rápido consuelo, pero apenas sentimos el cálido aliento del otro y no tuvimos control de lo que se desató.

—Te necesito ahora, muffin. Regresemos a casa. Vera, Chuck y Dave tendrán que esperar por un buen tiempo porque solo quiero hacerte el amor hasta que te desmayes de cansancio —me susurró sin cortar el beso por completo. Su respiración ya era jadeante.

—¿Habrá canto y lap dance? —pregunté sonriendo travieso, y sin retirarme de sus labios.

—Todos tus deseos serán cumplidos, amor —susurró antes de besarme como solo ella sabía hacerlo, llevándome a una locura que me daba orgasmos sin querer.

Sophie terminó el beso abruptamente y logró zafarse de mis manos que querían manosearla un poco, luego retrocedió sin dejar de verme.

—¡Te amaré más allá de los 64 años! —exclamó con esa sonrisa tonta que siempre he amado.

Mi vida a su lado siempre iba a estar llena de sorpresas.

Mientras la miraba, pensé que a veces no es malo tener un plan alternativo con la persona que menos creías estar, porque siempre puede convertirse en el definitivo… Y ella puede ser la mujer de tu vida. La única que te hará desear un futuro que ni siquiera estaba en tus planes.

—Si me quieres, tendrás que perseguirme… ¡muffin! —dijo aun dentro de su juego.

Muy satisfecho, fui detrás de ella entre risas llenas de deseo. Detrás de la mujer de mi vida, la que construyó un ansiado futuro para ambos desde el primer segundo en que nuestras miradas se cruzaron.

Sophie McNamara, la pecosa que siempre amaré.

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