Lexie

Lexie


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—No dudo de sus sentimientos, dudo de mí. Ya no hay marcha atrás, sabes que soy tan testaruda y no podrás convencerme. Mi desayuno llegó así que… adiós traidora.

—Lexie no…

Apago el móvil y lo meto en el bolso. La pesada de Less puede pasar horas hablando sin parar y no tengo deseos de escuchar su retahíla.     

«---»

Ha pasado un mes desde la última vez que vi a Adrien y confieso que lo extraño cada segundo. Sé que lo nuestro no duró más que unos días, pero me enamoré de él. Tan mal me tiene que no quiero ni levantarme de la cama pero llegó la hora de hacer la maleta para ir a casa. La compañía no tiene presentaciones hasta el veintiocho de diciembre y eso me da unos ocho días con mi familia.

—Insisto, Joy. Ven conmigo a casa, mi abuelo hace un pavo de muerte. Te lo juro.

—No, ya te dije que no se me da eso de la navidad y, además, Thomas y yo estamos en un tipo de reconciliación. ¿No te importa que estemos aquí unos días?

—No tienes que preguntarlo, pero…

—Ya sé, limpio cada día, saco la basura, no ensucio los muebles y por nada del mundo tendré sexo en tu colchón. Lo he escuchado unas mil veces.

—¡Qué exagerada! —murmuro mientras cierro la bendita maleta. No es que lleve mucha ropa, la mayoría son regalos. En casa tengo lo suficiente para esos días.

El vuelo no sale hasta mañana así que iré por mi dosis de cafeína.

—¡Eh! Mark ¿Cómo va lo de tu exposición?

—Viento en popa, pero lástima que no pudiste pasar antes de llevar los cuadros a la galería. 

—Lo siento. —le digo haciendo un puchero.

—Ya la verás en la expo, flaquita. ¿Te vas a Miami?

—¡Eh! Sí. Volveré antes de tu gran exposición, Mark. —me despido de él en el lobby del edificio y camino rumbo a mi segunda casa, Starbucks.

El invierno llegó a la ciudad y hay un frío de muerte. Es difícil acostumbrarse cuando eres originaria de lugares tan cálidos como Miami.

—Señorita Hudson. —me saluda Basile.

—Dígale que no insista. —murmuro y sigo mi camino.

—Él no me envío,  yo decidí buscarla, señorita. El señor Butler se ha puesto muy enfermo desde que usted… no quiere comer, lo único que hace es emborracharse. Si usted está dispuesta a…

—Llévame con él. —Basile suspira aliviado y en cambio yo estoy temblando.

¿Adrien está así por mí? No, no. Quería salvarlo de mi oscuridad y terminé hundiéndolo en ella.

Me subo al Mercedes negro que está en la calle y Basile conduce a casa de Adrien, nunca he ido; no tengo idea con lo que me encontraré y solo de imaginarlo destruido me duele el pecho.

Puedo hacerle miles de preguntas a Basile y quizás tenga respuestas a ellas pero no quiero aturdirme más de lo que estoy.

El viaje toma unos veinte minutos y me bajo del auto en cuanto Basile lo detiene en el  sótano.

—Por aquí señorita Lexie.

—Dime solo Lexie, por favor. —él asiente y lo sigo hasta el área de ascensores. Con cada número que marca la pantalla hacia arriba, mi corazón late más fuerte. Es agonizante.

El piso diez parece ser el final de nuestro viaje y las puertas se abren. No tengo otra palabra que describa este apartamento más que sorprendente.

¡Mi Dios! ¿Cuánto dinero tiene Adrien?

—¿Hay un mapa o GPS de esta cosa? —digo como un intento de broma pero sin ninguna gracia. Basile sacude la cabeza y emprende camino adelante. Lo sigo, como un borrego a su pastor.

Cruzamos a la derecha y seguimos el pasillo alfombrado en tonos blancos y grises. En cada pared, hay dos lámparas tipo pantalla, incrustada en paneles de vidrio. Dos pequeños sofás beige adornan las esquinas, en sincronía con la decoración  que va desde el marrón oscuro hasta el blanco.

Seguimos el largo pasillo y llegamos  a una sala amplísima con sofás blancos y una mesa de centro negra, al parecer es una gran pieza de mármol, no sé mucho de decoración. Una enorme lámpara adorna más de la mitad del techo, formando una estrella con pequeños filamentos de cristal e iluminando la estancia con una luz amarillenta muy tenue. No hay ni una sola pared en este espacio, todo está rodeado por un ventanal de cristal y al fondo hay una terraza que deja ver los arboles que rodean Hyde Park[17]

—Y bien ¿Dónde está Adrien? —le pregunto jugueteando con la letra “L” de la cadena que Adrien me regaló.

—Lo dejé aquí. Quizás… déjeme y lo busco. —Basile se adentra al pasillo y a mí no me apetece esperar nada, lo sigo.

Recorremos el mismo pasillo y, al llegar al final, cruza a la derecha. Este apartamento es como un laberinto, uno enorme. Al parecer tiene dos alas y en cada una la decoración es distinta, aunque con el mismo estilo minimalista.

Pasando otra salita, un poco más pequeña que la anterior, entramos a otro pasillo y hay unas tres puertas. Mi guía se detiene en la de en medio y da dos toques.

—Señor Butler ¿Puedo entrar? —dos toques más y no responde.

»Señor Butler, abriré la puerta. —anuncia y baja la manilla cromada de la puerta caoba de más de dos medros de alto.

Me meto a la habitación no muy bien abre la puerta y todo está oscuro, lo único visible es un  reloj que marca las 9:30 a.m.

—¿Adrien? ¿Estás aquí? —Basile enciende la luz y veo un bulto enroscado entre las sabanas grises de su cama. Camino con sigilo hasta ahí, temiendo ver lo peor.

»Adrien ¿Estás despierto? —susurro acariciando su cabello castaño con mis dedos.

Su aspecto es hosco, una barba de semanas cubre su hermoso rostro y noto las ojeras debajo de sus ojos.

—¡Mi Butler! ¡Mi amor! —murmuro mientras mis dedos siguen inquietos por su crecido cabello.

—Bonita ¿Estás aquí? No, debo estar soñando. —sus ojos celestes apenas brillan. Me duele muy dentro verlo así.

—Adrien, soy yo. Estoy aquí. —confirmo y él reacciona incorporándose de la cama. 

—Mi ángel, te necesito tanto. Tanto. No me dejes, por favor. —suplica, al tiempo que me abraza y me llena de miles de besos. Quizás no sean tantos pero los siento como montones.

—¿Por qué? ¿Qué te llevó a esto, mi amor? —balbuceo acariciándole el rostro.

—¿Me amas, Lexie? ¿Me amas de verdad? —pregunta con suplicio, como si necesitara mis palabras para renacer.

—Si, Adrien Butler, te amo. Quizás sea irracional, quizás sea demasiado pronto, pero mi pecho arde dentro de mí como una enorme antorcha y tu eres el combustible que lo mantiene encendido. 

—Te amo inmenso, mi bonita. Te amo loca y desmedidamente. —susurra y toma mi rostro con ambas manos para besarme los labios, estos dos trozos de piel que anhelaban sentir los suyos con ansías.

Hundo mis dedos en la profundidad de su ondulado cabello y dejo que mi lengua conozca a la suya. Es la primera vez que nos besamos de  forma salvaje y pasional; con anhelo y desesperación.

Su boca deja a un lado la mía y se apodera de mi cuello; siento el calor de su lengua recorriéndola, al tiempo que su barba raspilla mi piel. Jadeo y ahora no es solo mi corazón quien arde en carne viva, todo mi cuerpo está encendido.

Cierro los ojos y se vienen a mi mente esos malditos recuerdos lúgubres que me corroen el alma, la oscuridad que busca siempre arrebatar mis momentos luminosos.

—Adrien. No puedo. —tartamudeo y mis manos se sienten pesadas, en tal magnitud, que abandonan su cabello.

Mis pulmones se quedan sin aire y me falla la respiración. 

Como una maldición, me veo en ese estacionamiento, en la oscuridad, siendo embestida sin piedad y entonces grito  como no lo hice aquella vez; como debí hacerlo.

—Bonita, soy yo. Lexie, mírame. —escucho su voz como algo lejano… irreal. No quiero abrir los ojos, no quiero encontrarme de nuevo en ese maldito lugar.

—Mi amor, abre los ojos.

Adrien. Es Adrien, Lexie. Abre los ojos. 

Parpadeo dos veces y mi guardián me mira perplejo, con la mirada turbada por mi ataque de pánico. Sus dedos recorren mis mejillas, enjugando mis lágrimas, pero ellas no dejan de fluir de mis ojos como si fuese un dique agrietado.

—No puedo corresponder a tu amor, Adrien. No sé si lo logre algún día. —no reconozco mi voz en esas palabras, suenan a hiel… a sueños rotos.

—Lexie… mi amor. Mi ángel hermoso.  Tú ya lo has hecho. No sabes cuánto has llenado mi vida. Sin ti estoy incompleto, tan vacío como un abismo sin final. Mi corazón solo quiere amor y tus ojos, como dos hermosos espejos, me revelan que es real, que me quieres, bonita y eso para mí es la vida… es el oxígeno que necesito.

—Es que yo quiero… quiero entregarte mi vida, mi alma, hasta mi piel, pero no puedo y sería una egoísta si te retengo, si te condeno a esta vida que se resume a esto… besos con sabor a más; un más que no podré darte. 

—No me importa, Lexie. No quiero más, te quiero a ti. —sus dedos siguen trabajando en limpiar mis lágrimas sin poder lograrlo. Es imposible.

—Adrien. Sé que puedes ayudarme a recomponer los trozos, pero, en el proceso, puedes terminar peor que yo y esa sería mi ruina.  —el calor de sus manos abandonan mi rostro y se aleja. Se va de mí a algún lugar de su habitación.

Me quedo ahí, hincada sobre su cama, maldiciendo al hombre que me enajenó el alma; que convirtió mis ilusiones en polvo.

Adrien vuelve a la habitación y lo llena todo.

Envuelta en nuestro beso pasional, no había notado su torso descubierto, que es como un mapa demarcando las fronteras; las líneas de su pecho viajan de norte a sur, de este a oeste, exponiendo sus músculos pectorales y abdominales a la perfección; superando por mucho a cualquier escultura de Miguel Ángel.

El adonis que tengo en frente, camina hacia mí y trae consigo una cajita negra en las manos. Contengo el aliento y me quedo ahí, inamovible; totalmente congelada.

Adrien rodea la cama y me ayuda a ponerme en pie porque no soy capaz de hacerlo por mí misma.

—Bonita, desearía inventar una tecnología que te permitiese sentir lo que siento por ti, que lo puedas palpar con las manos, pero no se ha creado, aún. Así que, quiero ofrecerte este anillo como un símbolo, como una promesa de mi amor por ti.

Adrien se pone de rodillas sosteniendo mi mano y me dice:

»Lexie Hudson ¿Harías un pacto de castidad conmigo?

—¡Qué! ¿Estás hablando en serio?

—Bonita, claro que lo hago. Muy en serio. Tan en serio. Ya he tenido relaciones vanas, relaciones basadas en sexo y ¿A que me llevó eso? A nada, Lexie. Te quiero a ti, mujer. A ti, con tus miedos, con tus alas rotas, con todos tus fragmentos.

»Si me toma toda la vida unirlos, valdrá la pena solo porque estaré a tu lado, ángel. Contigo.

—En verdad estás loco. —le digo y le entrego mi mano. Un anillo hermoso, con una piedra convexa de color celeste como sus ojos, encaja a la perfección en mi dedo anular.

—Tu turno, bonita —él loco de mi novio me da un anillo, que deslizo luego en su dedo, y sellamos así nuestro pacto de castidad. Suena loco pero es perfecto.

—Señor Butler, puede besar a la novia. —pronuncio alterando mi voz para hacerlo más creíble.

Sus labios forman una perfecta curva hacia arriba y terminamos de cerrar el trato con un beso.

 

 

 

 

 

Capítulo 8

 

 

 

—¡FAMILIA! Llegó la alegría de esta casa. —grito emocionada. ¿Dónde carajos están todos? Nadie en la cocina, ni en las habitaciones, ni en la sala; simplemente se olvidaron de mí. Aunque quizás…

—¡SORPRESA! —¡Oh Dios! Toda mi familia está en el patio de la casa sosteniendo un enorme cartel que dice «BIENVENIDA A CASA CUQUI». Los amo tanto.

—¡Oh mi Dios! —corro a abrazar a mis padres y ya estoy llorando como una cría. Me hacen falta cada segundo.

Abrazo a mi tío Axxel, a mis abuelos… a mis primos. Y me siento tan feliz. Yo siempre fui la más melosa de las dos, pero luego de… no quería siquiera intentarlo.

—Adrien. —chilla mi gemela y se echa en sus brazos como si fuesen íntimos.

¿Qué haré con esa loca?

Después de nuestra pequeña ceremonia en su casa, mi novio no concebía la idea de pasar navidad sin mí. Bueno, debo admitirlo, yo también lo quería aquí.

—Cuqui ¿Por qué no me dijiste que traerías a ese? —susurra mi celador con un tono de disgusto.

—Papá, no empieces. Adrien y yo lo estamos intentando. ¿No quieres que sea feliz? —le pregunto haciendo uso de mi arma más mortal, sacar labio inferior en un puchero.

—Es lo que más deseo, mi niña. —dice con ternura. Abrazo a mi padre y me quedo ahí en su pecho más de lo que pretendía. Es que quiero recuperar esos dos años de ausencia.

—¡Oh mi Dios! —grita la loca, ya saben quién es, y todos la miramos. —¿Está comprometidos?

¡Oh no! ¡No! ¡No! ¡No! ¿Ahora qué digo?

—Algo parecido. —masculla Adrien y comienzo a sudar como si estuviera dentro de un sauna.

—Explícame eso, Butler. —ruge el león.

—Es un pacto de castidad.

—¿Un qué? —¿Han escuchado a una multitud hablando en coro? Bueno, algo así hicieron todos.

—¡Adrien! ¿Tenías que decirlo? —corro dentro de la casa y me voy a mi habitación, determinada a encerrarme ahí hasta que culmine el milenio.

Escucho unos pasos firmes pisar los listones de madera de la casa y me cruzo de brazos. Sea quien sea se quedará con las ganas de verme la cara.

—Bonita. —¿Por qué él?

—No quiero verte. —espeto.

—Mi amor, por favor. Perdóname, pero ¿Por qué te da vergüenza? Deberías sentirte orgullosa de ello. Tu tío Axxel me felicitó y hasta quiere patentar la idea para un libro o no sé qué. 

¿Está de broma?

Abro la puerta y frunzo el ceño en señal de disgusto pero, aunque lo intente, no puedo odiar a ese hermoso inglés que tengo delante.

—Papá te debe estar amando en este momento, Adrien. —farfullo y paso por su lado sin cambiar el gesto. Que sufra por bocazas.

Me despido en la noche de mi adonis, quien dormirá en su apartamento en Miami Beach, y camino a la sala como si viajara entre nubes de colores.

—¡NOCHE DE CHICAS! —grita la escandalosa de mi gemela y me uno a sus alaridos.

—¡HUDSON AL PODER! —mamá, Melanie, Maggy, Less y yo, nos adueñamos de la estancia  y enarbolamos la bandera del sexo fuerte.

—¿Han secuestrado a mi mujer? —se queja mi tío.

—Y a la mía. —se une papá.

—Ay, si. Los bebés no pueden dormir solitos. —se burla Less.

—¡No! —replican los dos.

El par de malcriados desisten de sus lloriqueos y nos dejan al fin solas para armar la fiesta. El único hombre permitido es mi bebé consentido y solo porque tiene dos añitos.

—Palomitas, listas. Sodas, listas. Chuches, listas. The notebook[18], lista.

—¿Otra vez? —me quejo.

—Calla, es un clásico. —replica Less y elevo los hombros, vería cualquier cosa si estoy con ellas.

Adrien: Que sueñes conmigo, novia.

Lexie: Sueña conmigo, novio.

Que tonto somos los dos, pero lo AMO. Así en mayúscula.

«---»

—No puedo creer que te fueras a la cama, Lexie. Todas nos quedamos ahí por ti.

—TODAS se quedaron dormidas antes que la película terminara así que las dejé solas. Hablando de otra cosa ¿Cómo lo llevas con tu Adam?

—No lo llevo, corté con él hace unos días. ¿Crees que me dijo que la Nutella no es deliciosa? No puedo salir con alguien que insulte a la Nutella.

—¡Less! Esa no es excusa. Seguro estás asustada por lo que él despierta en ti y buscas cualquier estupidez para alejarlo.

—Eso suena a algo  que cierta persona, que no pienso nombrar,  hizo dos veces, según me ha contado un pajarito.

—¡Mi Dios! ¿Eres el diario de Adrien? Porque si es así, tomaré cartas en el asunto. —le digo mientras enrosco mi lacio cabello en un rollete. Ya me está tocando un cambio de look, el cabello comienza a rozarme las caderas y no me convence mucho.

—No soy su diario, soy su S.O.S. —se jacta.

—¿Ah si? Creo que debo dar un paso al frente y ser el S.O.S. de un rubio llamado Adam.

—Ni se te ocurra, cuqui. —espeta y me rio.

—No me importa que sean amigos, es más, me gusta. Pero no le lances más secretitos a mi novio sin antes decírmelo. ¿Okey?

—Lo que digas. Ahora, salgamos de juerga gemela. —asiento y me meto en la ducha para salir con la loca de Less a algún lugar no planeado, así lo llama ella. Siempre toma el mapa de Miami y hunde su dedo en algún punto sin mirar y es ahí a donde vamos.

Me  pongo un top blanco junto a unos pantalones cortos en tono turquesa con mis zapatillas marrones y estoy lista. Añoraba salir sin tanta ropa encima.

—Hola, bonita. ¿Ibas a algún lugar sin mí? —corro hasta la puerta y abrazo a mi loco enamorado como si hubieran pasado días. Así de mal me tiene.

—Bien, seremos tres entonces. —murmura Less pasando de nosotros.

—¿Alquilaste un híbrido? No lo puedo creer, al fin logré influenciarte, bonito. —le digo y le planto un beso en sus carnosos labios enrojecidos.

—Linda ropa, Butler. —se burla la payasa de Less y le doy con el puño cerrado en el costado. A decir verdad, Adrien se ve gracioso con su playera y esos pantalones floridos. Creo que quiso unirse al estilo playero de Miami. Turistas.

El dedo de Less nos conduce directo South Beach y vamos allá. 

«---»

Camino tomada de la mano con mi novio y le lanzo una mirada de odio a unas cuantas chicas que insisten en practicarle un escaneo completo. Adrien es todo un partidazo, como dice Joy y que se mueran de envidia porque es solo mío. 

—No traje bañador así que eso solo significa IR DE COMPRAS. —digo entusiasmada y Less bufa, no es el alma de las compras, por así decirlo.

Mi novio me toma por la cintura y me besa los labios con suavidad. Parece que no se resiste a tener su boca lejos de la mía por menos de una hora, ya me ha besado como diez veces desde que salimos de casa.

Entramos a mi tienda favorita de bañadores en Miami y me pruebo unos cuantos. No estoy segura de cual me va mejor.

—Less ¿Qué piensas de este? —pregunto al abrir la cortina.

Oh, oh. No es Less. Es mi adonis en carne y hueso.

Veo como su manzana de Adán sube y baja varias veces y mi rostro se colorea en rojo escarlata.

—Ese es… creo que… ¿Le falta alguna pieza o eso es todo? —balbucea y veo como una gota de sudor baja por su frente.

—Mejor busco otros. —digo y me meto en el cambiador conteniendo la sonrisa. Adrien se ve tan lindo cuando se sonroja; me provoca comérmelo entero y sin prisa.

Después de mucho probar, decido por uno enterizo blanco y negro con trasparencias a los costados  y lo acompaño con un lindo pareo blanco. Less elige un modelito bastante revelador y no se lo diré, pero me da un poco de celos. Bueno, quizás más de un poco.

Si Adrien la mira más de una vez juro que le arranco los ojos.

«---»

—Cuñis. ¿No crees que Lexie está muy pálida? Deberías ponerle un poco de bronceador. —la pedazo de loca de mi hermana le entrega un tubo y veo la duda en los ojos claros de mi Butler.

—Tu… ¿Estás de acuerdo, bonita? —se aclara la garganta varias veces antes de terminar.

—¿Tú quieres? —formulo y no sé para qué pregunto. Claro que quiere y sé que no es lo único. Esta cosa de los anillos es solo simbólico ¿Cómo va a contener el deseo?

Desde mi silla playera, veo a Less teniendo una discusión con un rubio, bastante subida de tono, y me debato entre ir a detenerla o quedarme aquí.

—Ya lo resolverán, mi ángel. —susurra cerca de mí boca. Su lengua bordea mis labios y le doy acceso como si ellos tuvieran la clave para enardecer mis sentidos. De pronto, la temperatura se disparó para arriba.

—Te amo, mi bonita. A ti y a nadie más. —mientras lo dice sus manos trabajan en mi piel, esparciendo la crema bronceadora. ¿Cuándo se la puso en la mano? No tengo idea.

Cada vez que sus manos me tocan, mi sexo se humedece más y más. Estoy por jadear su nombre, estoy por quitarme  el anillo y pedirle que apague la hoguera que encendió al acariciarme.

—Creo que… me meteré al agua. —dice con un hilo en su voz.

Mi escultural novio se saca la playera y envidio al viento que pasa con libertad sobre su piel descubierta. Bajo más al sur y entonces descubro a su hombría diciendo aquí estoy. Dios  fue bastante generoso con Adrien. 

Él se hunde en el azul del mar y pego mis muslos para detener los descontrolados pulsos de mi sexo que claman por sentir su calor en mí.

—Es un… cretino. ¿Cómo va a ponerse celoso de Adrien? ¿Sabes que dijo? Qué tu novio puede confundirme contigo e intentar follarme. ¡Está enfermo!

—Less. Ponte en su lugar solo un momento.

—Yo no soy una pieza de ajedrez para cambiar de posición. Lo mandé a freír monos a África. Que se joda.

—¡Less!

—Ve con tu chico mientras pido unos aperitivos.

Pobre de Adam, la chispita se convirtió en un rayo y le cayó encima a él solito.

¿Voy o no voy? He ahí el dilema.

Pero ¿Quién carajos se cree ese rubia para pavonearse delante de mí Adrien? Porque es mío. MÍO. 

Me quito el pareo y hago uso de mis conocimientos de ballet para caminar con gracia hasta mi metro ochenta de perfección. Me hundo en el agua como una experta y nado debajo hasta él, hasta el hombre que me hizo conocer que la palabra amor es una posibilidad para los dos.

—Hola, bonita. —me saluda con un beso salado, que es el nuevo sabor favorito de mi dieta.

—Lo siento, Butler. —murmuro pegada a su calor.

—¿Lo lamentas? Yo no, mi ángel. Sentí que San Pedro me entregaba las llaves del cielo al tocar tu piel.

—Pero tú…

—¿Y tú?

—¡Oh mi Dios! No hablemos de eso, Butler. —digo apenada.

—Bella, no me digas Butler. Suena a que soy tu jefe o algo así.

—¿De verdad? —me rio— Ay, pero sí que eres mi jefe, el dueño de este que late aquí  acelerado cuando me besas. Eres mi Butler. Mío. —él sacude la cabeza y me toma por la cintura, hundiendo sus poderosos dedos en mi piel y convirtiéndome en la espuma que queda en la orilla del mar. 

«---»

Los últimos dos días los pasé llevando a Adrien a conocer la ciudad y estaba encantado con todo. Creo que se hizo adicto a los hotdog de Miami. Se comió unos diez en una sola sentada. Alguna cosa tiene que hacer para mantener ese cuerpo de dios griego porque come como una bestia.

Hoy decidimos quedarnos en casa viendo una comedia romántica frente al plasma de la sala. Ya he visto a papá merodear un par de veces y he escuchado unas más a mamá retándolo. Son un dúo loco.

—Bonita, te tengo una mala noticia. —susurra con pesar.

—Adrien ¿Qué pasa?

—Debo irme mañana a Londres, surgió un problema en Butler Inc. y necesitan que esté allá.

—¿Grave?

—No lo sabré hasta llegar pero no quiero dejarte. Prometí estar contigo en navidad.

—Yo lo entiendo, mi amor. No digo que no haré un berrinche, pero el trabajo es primero.

—No, Lexie. Tú siempre serás primero. Si me lo pides, me quedo contigo.

No quiero ser el tipo de novia posesiva que retiene a su novio a su voluntad. Así que no, él tiene que ir y yo debo hacerle la ida más fácil.

—Tranquilo, corazón. Vuela Londres y nos veremos el veintisiete. —le beso los labios y me acurruco en su pecho, en ese lugar que siento seguro y lleno de amor.

—¿Podemos ir a un lugar más… privado? —susurra y sonrío al ver que tuvimos la misma idea.

—Podemos. —respondo y meto mis pies en las bailarinas floreadas que quedan perfectas con el vestido blanco estilo hindú que escogí.

Salimos fuera de la casa de mis padres y tomo el control del hibrido que alquiló mi novio. Hemos ido a varias playas, pero Siesta Beach será distinta a todas, veremos el amanecer sentados en las suaves arenas de cuarzo de ese lugar mágico.  

Detengo el auto y dirijo mi mirada al hombre que amo con locura; al que me mira como si yo fuera una divinidad, un ser supremo al que debe honor. 

—¿Cómo lo haces? —farfullo.

—¿Qué?

—Mirarme como si desnudaras mi alma, como si mis secretos no fueran secretos… como si quisieras entrar a través de mis ojos.

—No lo sé. Solo te miro como lo que eres para mí, mi razón de vivir.

—Creo que eso no está bien, porque si yo llegara a faltar, si me pasara algo ¿Qué harías entonces?

Las manos que descansaban en sus muslos se trasladan a mi rostro. Sus ojos, que debían ser como el agua clara, se transforman en el azul oscuro de las profundidades.

—Bonita, si a ti te pasa algo, si tú te vas, moriré. Porque, como yo soy para ti el combustible que enciende tu corazón, tú eres mi corazón.

—¡Oh, Butler! Mi poema hecho hombre. ¿Por qué no te conocí antes? —susurro y uno sus agraciados labios a los míos. El dulzor de su lengua es como un manjar en mi boca; como un carbón encendido que abrasa cada parte de mi ser.

—¡Adrien! —jadeo al sentir sus labios en mi clavícula y su respiración se transforma en angustia. Él se aparta y sale del auto. Lo miro, respirando agitado como un animal que corrió en la selva, y verlo así me azota el corazón.

—Lexie… no soy tan fuerte como piensas. El amor que siento ha sucumbido ante el deseo tantas veces que me siento culpable. Quiero cumplir mi promesa. —lo dice de espaldas a mí y contengo un sollozo con mis manos. Sabía que era demasiado bonito para ser verdad. Me va a dejar.

Como si escuchara mis pensamientos, se gira y se lleva mis pesares—: No llores, mi niña bonita. Quiero llenar tu vida de colores pasteles, rojos, amarillos, verdes… no grises o negros —Adrien me abraza por la espalda y me muestra la magia que hace el sol al perderse en el horizonte. —Quiero ser tu atardecer, tu amanecer, tu arcoíris; tu todo, Lexie.

—Es que… Si mañana al volver a Londres te replanteas lo que somos o si te arrepientes de ese pacto que te hace más daño a ti que a mí. Porque tú eres tan hermoso, perfecto, especial… tan hombre; y no te será difícil desahogar lo que yo no logro darte con alguien más.

—Nadie puede darme lo que tú me has dado, ese hermoso corazón. Lo quiero guardar, cuidar, amar y proteger con mi vida si es posible. —susurra y me abraza fuerte, como si temiera soltarme, como si me pudiera perder si lo hace.

—Eres perfecto y te amo. TE AMO. —grito y me importa muy poco que la  gente me mire. Antes de él jamás pensé que amaría, que alguien me amaría con mis heridas.

—Quiero guardar este momento en una bola de cristal y llevarla conmigo a donde vaya. —susurra mi amor y sonrío.

—¿Sabes que existe un aparatito donde tomas una foto y la guardas o compartes en las redes? —me burlo y Adrien suelta una risita— ¿Te reíste? Creo que tu sangre inglesa te está traicionando.

—Eso es lo que más amo de ti, Lexie. La forma sutil y misteriosa con la que cambiaste mi vida. Ve por tu aparatito y capturemos este momento. —bromea y debo decir que su humor no es tan malo como pensaba.

Tomamos varias fotos con el escenario esplendoroso del atardecer detrás de nosotros y las acompañamos siempre con muchos besos.

«---»

La navidad finalmente llegó a este lado del mundo y sin duda esta será mucho mejor que las anteriores.

Deslizo un vestido rojo de gasa por encima de mi cabeza y cierro los diez pequeños botones que trae al frente, forrados con el mismo tipo de tela. El cuello en “V”, deja al descubierto mis hombros y la falda se abre libre desde la cintura, sin llegar más lejos de la mitad de mis muslos.

Me tomo una selfie y se la envío a mi loco enamorado. Hablamos a diario por skype y no deja de decirme cuanto me extraña. Suspiro y me pongo mis stilettos negros de Louboutin, adoro los zapatos.

—¡Oh por Dios! Estás ardiente, cuqui. Si Adrien te ve te juro que se muere.

—Less… ¿Sabes que hoy es noche buena? Ponte algo decente. Unos leggins con una franela holgada que dice Take Me[19] no es nada adecuado para ir a casa de los abuelos.

—Es cómodo. —dice con un puchero.

—Si como para dormir. Espérame. —me meto en mi closet y saco un vestido muy chic a cuadros estilo escocés. La falda es vaporosa, como la que yo llevo, pero con una linda correa de cuero y una chaqueta a juego le dará ese aspecto punk que tanto le gusta a Less.

—Un vestido ¿Quieres que use un puto vestido? —gesticula con las manos al aire.

—Sí y es un Alexander McQueen así que no lo estropees.

—¿Y quién es ese? —pregunta con los brazos cruzados y golpeteando el suelo con la punta del pie.

—¡Oh mi Dios, Less! Póntelo. 

—¿Qué gano yo con eso?

—¿Qué ganas? Verte hermosa.

—¡Asco! ¿Y si me das algo a cambio?

—¿Cómo qué? —pregunto entrecerrando los ojos.

—Que saltes en benji conmigo.

—Hecho. —contesto y ella abre la boca como un pez fuera del agua.

—Eres la peor, Lexie. LA PEOR. —mi gemela me arrebata el vestido de la mano y azota la puerta de su habitación después.

«---»

—¡Oh! Pero que hermosas están mis niñas. —la abuela Helen nos abraza y besa a cada una con dulzura. Ella es un amor y la mejor cocinera que ha pisado la tierra. Navidad y Año Nuevo la pasamos en su casa y nos damos un festín.

Luces de navidad adornan el patio de la casa y une mesa alargada, con unos doce puestos, nos espera con varias canastas de frutas en medio. Aún falta más de la mitad de la familia pero desde ya estoy emocionada; tenía dos navidades sin venir.

Veo a Ryan de pie en un fondo apartado y decido acercarme. Él es muy parecido a mi tío pero más alto y con ese porte de chico malo que conquistaría cientos de corazones.

—Ray ¿Puedo acompañarte? —él asiente y me paro a su lado. — ¿Cómo estás?

—Aquí, intentando buscarle un sentido a mi vida. Es duro. Muy duro, Lexie.

—Lo sé.

—No lo sabes. —murmura y patea una piedra con su bota militar. Sé que él quiere parecer un chico malo con esos tatuajes y  al vestir de esa forma tan gótica, pero en el fondo Ryan es muy dulce. La persona más amable que había conocido.

—Quiero decir… lo puedo imaginar, Ryan. Pero aislándote del mundo no vas a lograr nada, te lo digo por experiencia. Estás vivo, sigues aquí y mis tíos te aman tanto. Hazlo por ellos al menos.

—Si estoy aquí es solo por ellos, pero te equivocas en algo, yo no estoy vivo, yo perdí mi corazón. —Sus botas crujen en la grava cuando se aleja y me provoca darme una bofetada por ser tan imprudente.

¡Estúpida!

—¿Cómo lo sabe? ¿Cómo puede Adrien saber que no soy tu?

—¿Ahora qué hiciste? —le pregunto a Less girando los ojos

—Le envié una foto muy sexy desde tu móvil.

—Ahora si te mato Less. Corre si quieres vivir. —la amenazo y ella se ríe, mirando mis pies.

—¿Y vas a dañar tus tacones favoritos en el proceso? No lo creo.

—Estás totalmente loca, Less. ¿Por qué insistes en avergonzarme? —le arrebato el móvil y busco el chat qué carajos le envío está mujer a mi novio.

»¡OH MI DIOS! ¿Cómo pudiste?

—Lexie, solo tenías cinco años.

—Sí, pero parecía un oso polar lleno de cauchos.

—Eres malvada. MALVADA y estás así —uno mi dedo  índice y pulgar casi por completo —de encabezar mi lista de las personas que odio.

La dejo sola y me siento en una de las sillas que rodean la mesa. Adrien me ha enviado corazones, globos e imágenes cursis de esas que tiene la aplicación.

Lexie: Hola, bonito. ¿Cómo va tu navidad?

Adrien: Solitaria, triste y vacía sin ti.

Lexie: ¡Qué exagerado! En cuatro días estaré en Londres.

Adrien: Cuatro días, dos horas, cinco minutos y veinte segundos para ser exactos.

Lexie: Mi Butler… si llevas hasta los segundos.

Adrien: Si te digo que me estoy muriendo por un beso tuyo. ¿Vendrías a salvarme de la muerte?

Lexie: Iría si eso fuera posible. Nadie se muere de amor.

Adrien: Si lo hacen, yo soy una prueba fehaciente de ello.

Lexie: ¿Para ver?

La video llamada se activa y veo a mi hermoso novio vistiendo muy formal, traje negro, corbata gris y camisa blanca debajo.

Parece estar en un restaurant y me mata la intriga. ¿Dónde está metido mi Butler?

—¿Qué lugar es ese?

—El evento de caridad al que vengo cada año. Ya que no estaba en Miami con el amor de mi vida, decidí pasarme un rato...

—Cariño, están por servir el primer plato y…              

Adrien finaliza la llamada y me quedo mirando fijo la pantalla ¿Qué mierda? ¿Esa rubia platinada con escote de puta lo llamó cariño?

¿Él… me engaña?

Los minutos pasan y creo que no he parpadeado ni una vez. ¿Por qué finalizó la llamada? ¿Por qué no ha llamando tratando de explicarlo?

La duda se convierte en llanto y el llanto en desconcierto. Lo odio. Lo odio. Lo odio. Llenó mi corazón de ilusiones y las destrozó en segundos. ¿Por qué le creí? Me quito el estúpido anillo de castidad y lo lanzo lo más lejos que puedo.

ILUSA.

INGENUA.

TONTA. 

—Lexie ¿Estás bien? —me pregunta mi madre y la miro. Ella da un paso hacia mí y niego con la cabeza.

—Él no me quiere, mami. Él me engañó. —lloro y me escurro en sus brazos. Lloro con pesar… con mucho dolor.

—¡Cuqui! —grita mi padre al verme y me arrebata de los brazos de ella. —¿Estás bien? ¿Qué tienes mi princesa?

—Nada, papi. Solo que el amor no fue hecho para mí. —me aparto de él y me quito los tacones para poder correr al baño de arriba. Mi papá me llama pero no le hago caso, quiero estar sola.

El móvil comienza a sonar y sé que es él. No sé si esté dispuesta a escucharlo en este momento. No sé si quiera verlo de nuevo alguna vez.

¿Quiere que le hable? Pues le voy a hablar.

—Escucha mentiroso, petulante y arrogante Adrien Butler, vete a la mierda.

—Bonita, espera.

—Qué bonita del carajo. ¿Te la estás follando? ¿Tan rápido se te acabó el amor? —le reclamo y la sangre que corre por mis venas arde como la lava.

—Lexie, ella es Beverly, la esposa de mi padre. —me dice y quiero morirme. Lo mandé a la mierda y es solo su madrastra.

Cuelgo la llamada y corro fuera del baño para ir por mi anillo. Me arrodillo en el suelo, cerca de la verja del patio y gateo por el suelo buscando la dichosa argolla.

—¿Qué haces? —pregunta Sam poniéndose en mi nivel.

—Busco un anillo con una piedra celeste. Ayúdame.

—Si me pagas dos de los grandes.

—¡Sam!

—Necesito dinero y  tú el anillo. Es ganar–ganar.

—De acuerdo.

—¡LESS! —grita él y yo me lo quedo mirando. Mi hermana salta  hacia aquí como una niña inocente y entorno los ojos.

—¡Oh no! ¡No!  ¿Tú lo tienes? —ella me muestra su mano y ahí está. ¿Cómo lo encontró tan rápido?

—Mi paga. —pide Sam con la mano extendida.

—¡No! Less lo tuvo todo el tiempo.

—Sí, pero el trato fue que te ayudara a buscarlo y lo encontré.

—Vete si no quieres que le diga a tío Axxel.

—Aguafiestas.

Después de mucho insistirle a la pesada de mi hermana, prometerle unos tickets al juego de los Laker, dos entradas a ver un grupo de esos de rock y un tarro de Nutella, me entrega el anillo. Lo meto en mi dedo anular y suspiro aliviada.

Ahora tengo que pedirle a Adrien que me perdone por ser una celopata de lo peor y por decirle arrogante, mentiroso y petulante. Le envío un mensaje de texto con la palabra lo siento repetida mil veces. Él no me responde ni uno de los tantos mensajes que le escribo y decido llamarlo.

Buzón de voz. Mierda.

—Ven cariño, serviremos la cena.  —me dice el abuelo Harry y me calzo los zapatos para salir. Todos los puestos están ocupados menos uno, el de Ryan.

Tía Mel se seca un par de lágrimas mientras mi tío le besa el cabello y me siento culpable por haber molestado a Ryan; solo trataba de ayudar.

Abuelo Harry corta el pavo y la mesa se convierte en un ir y venir de platos vacíos que regresan llenos de pavo, ensalada, jamón. Huele muy bien pero no tengo ganas de comer nada; solo quiero abrazar a mi Adrien.

Less: Adrien dice que lo mandaste a la mierda. Eres una niña mala, Lexie Papá Noel no te dará un regalo esta noche.

Lexie: Dile a mi novio que por favor responda mis mensajes.

Less: Espera.

Ósea, mi hermana está escribiéndose  con mi novio y mi novio no quiere hablar conmigo. Esto es increíble.

Less: Que dice que si no confías en él entonces lo mejor es que terminen.

—Mentirosa. —grito levantándome de la silla de un salto.

—¡Lexie! —me regaña mamá y yo no sé para donde fijar la mirada. Estoy actuando como una niña tonta. Es la peor navidad de la vida.

Me siento en mi lugar y rastrillo la ensalada con el tenedor sin probar un solo bocado. ¿Será verdad lo que escribió Less? No puedo seguir en esto, necesito hablar con él.

Me levanto de la silla y le quito el móvil de las manos a  mi hermana. Adrien hablará conmigo lo quiera o no.

—Mi amor. Perdóname es que… soy una persona muy insegura. Soy una tonta, una niña malcriada que sintió morir al pensar que te perdía. Te amo demasiado, Adrien. Te amo y no concibo mi vida sin ti. —murmuro y él no dice nada— Butler. Háblame.

—Bien, Lexie. Recuerda eso cada vez que estemos separados y recuerda también que nunca te haría algo así. Ahora debo irme, tengo un discurso que dar. —la llamada finaliza sin un adiós, sin un te quiero bonita y mi corazón se hace un ovillo dentro de mi pecho.

 

 

Capítulo 9

 

 

 

Llego a Londres el veintisiete de diciembre a las nueve de la mañana. Esperaba encontrarme con Adrien en el aeropuerto, pero eso no estaba ni cerca de suceder. Desde nuestra pelea de navidad solo me ha respondido unos cuatro mensajes y no sé qué hacer para  remediar mi estupidez.

Abro la puerta de mi loft y me dejo caer en el sofá. El lugar parece estar bastante limpio y ordenado, Joy lo hizo bien esta vez. Dan dos toques a la puerta y corro como una desquiciada esperando que sea mi poeta enamorado detrás de ella.

—Hola. —murmuro.

—Hola, flaquita. —Mark pasa a mi apartamento con Donatella en sus brazos, una gata que adoptó desde hace unos meses en un refugio.

»¿Cómo te trató Miami?

—Fue una montaña rusa emocional.  —mascullo sin ánimo y me descalzo los pies para cruzar las piernas en mi sofá.

—¿Y eso?

—Nada. Háblame de tu expo.

—Por eso vine. Necesito salir un par de días de la ciudad y dejaré sola a Dona. ¿Tú podrías darle de comer por mí? 

—Sí, claro. —Mark se detiene en el anillo de mi dedo y entorna los ojos. Espero que no arme un lío por ello.

—¿Te vas a casar con ese sujeto? —dice alzando la voz y no me gusta su tono.

—Mark… no vuelvas ahí. Quiero que llevemos la fiesta en paz. Adrien es mi novio y tienes que aceptarlo.

—¿Tú novio? ¿Cuándo coño pasó eso?

—Mark, lo mejor es que te vayas. —la gata se baja de su regazo y amasa la alfombra antes de acostarse ahí.

—Lo siento, Lexie. No me alejes de nuevo. Yo… lo entiendo. Sé que soy muy poco para alguien como tú. —murmura bajando la cabeza y no quiero que se menosprecie; no quiero que piense así de él.

—Mark —me acerco su lugar y le tomo la mano. Ya me siento más segura al tener contacto con otras personas— Eres un gran hombre. Ahí fuera debe haber alguien especial para ti, solo debes  mirar con más atención.

—Lex… si pudiera al menos besarte una vez. Si me dieras una oportunidad. —dice acariciando mi mejilla con sus dedos rugosos. Rastros de pintura están impregnados en las yemas de sus dedos y sentirlo tan cerca es más de lo que puedo soportar.

—Mark, no. —susurro pero él avanza. Sus labios tocan los míos y no puedo alejarme. No creo que esté respirando.

—¡Lexie! —escucho la voz de Adrien y doy un salto.

—Adrien, no es lo que parece. Él… yo no. ¡Mi Dios! —él sacude la cabeza a los lados y sale de mi apartamento.

¿Cómo entró aquí? ¿Por qué no lo escuché?

—Lo siento, mariposita. Yo le abrí la puerta y no sabía que Mark y tu…

—Mark y yo nada. —corro fuera y bajo las escaleras de dos en dos y apenas logro alcanzarlo en la salida. El frío sube por mis pies descalzos y me importa un carajo; necesito abrazarlo, necesito que me mire a los ojos.

—Adrien —lo llamo y él se detiene. —No me dejes. No te vayas.

—¿Por qué? ¿Para qué debería quedarme?

—Porque mi corazón te necesita para latir. Eres mi combustible. Eres mi brújula  en medio de un océano. Eres mi destino, mi amor.

—No puedo verte ahora, Lexie. Necesito tratar de borrar esa imagen que se repite en mi cabeza. Tengo que irme antes de volver dentro y asesinar a ese pintor de mierda. —veo como sus manos se empuñan y doy un paso adelante.

—Adrien —hablo y toco su espalda. Él hace un movimiento brusco para alejar mi mano y me tumba hacia atrás sin querer.

—¡Señorita Lexie! —grita Basile y Adrien mira atrás.

—¡Ángel! Perdóname. Perdóname. —dice y no puedo creer que esté llorando.

—No fue tu culpa. Yo no debí…

—¡No! Yo lo causé. Te hice daño y no tienes que justificarlo. —Adrien me levanta del suelo y me lleva dentro.

»¿Puedes caminar?

—Sí, no fue nada. De verdad. —ratifico cuando veo la duda en sus ojos.

»Adrien, necesito que me abraces. Necesito saber que solucionaremos esto.

—No, bonita. No hay solución. Soy una bestia y eso que viste es solo una parte. Es mejor que me aleje de ti. Perdóname por no cumplir con mi palabra, por no ser quien llene tu vida de colores.

—¡Adrien! ¡ADRIEN! —grito y la puerta se cierra detrás de él.

¿De qué bestia habla? Él es el hombre más dulce que he conocido en la vida. Luego de insistir tanto para que le diera una oportunidad; luego de verlo destruido en su Pent House cuando yo lo dejé, ¿Se aleja de mi solo por una estúpida caída?

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