Lena

Lena


JUEGOS SALVAJES: Max

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JUEGOS SALVAJES: Max

 

Capítulo 1

 

Se había marchado.

Sin más, ni siquiera se había girado, la había observado desde la ventana del salón, tragándose las ganas de salir corriendo tras ella. Pero algo le había anclado los pies al suelo, incapaz de moverse, hasta verla desaparecer de su campo de visión y de su vida.

¿Cómo habían llegado tan lejos? No tenía respuesta para eso. No la tenía y no creía llegar a tenerla nunca. Puede que ni siquiera, quisiera conocer una para eso, pues lo dejaba a él, en un muy mal lugar, como hombre y como ser humano. Un juego, un simple pero peligroso juego y todo, se les había ido de las manos incapaces de poner freno a esa locura. No estaba orgulloso de ello.

Puede que fuese mejor de ese modo, sin ser plenamente consciente de qué era lo que había sucedido. A veces, la ignorancia era una gran aliada para evitar el dolor y en parte, los remordimientos. Porque le dolía. Lena le dolía en el alma. Todo lo que ellos le habían hecho, todo lo que ella se había dejado hacer, le atormentaba haberse enamorado de ella, le pesaba haberla visto marchar sin mirar atrás, aunque más le habría dolido que se hubiese quedado. Pues no podría soportarlo, tal como le había confesado hacía tan solo unas horas. No soportaba ver como la maltrataban, cada vez que John o Heit la tocaban, sentía como algo se retorcía por dentro y tenía que aguantar las ganas de chillar, de acercarse hasta ellos y arrancarla de entre sus brazos. Él la quería y no deseaba que nadie le hiciese daño, ella no merecía eso. La quería y podría haberla hecho feliz.

Le costó todavía un buen rato poder apartarse de esa ventana, donde su mirada se había quedado fijada, en el punto exacto donde ella se había fundido con el resto de los viandantes. Caminó midiendo la estancia a grandes zancadas, dejando que todo ese dolor se tornara rencor, odio, rabia. Un gusto amargo que subía de sus entrañas y emponzoñaba todo su ser, inundándolo todo. El regusto amargo de la pérdida, se clavó en sus papilas gustativas y dudaba, que jamás fuese capaz de deshacerse de él. Dejó que una hora muriera tras otra, en un suicidio temporal sin precedentes, sentía que la soledad del apartamento terminaría por aplastarle, pero no quería irse, tenía que estar allí cuando él llegara, escupirle a la cara todo lo que durante las últimas semanas se había callado. Era culpa suya. Él era el único responsable, de que todo se hubiese ido al traste entre ellos. Podrían haber sido felices. Una relación rara, atípica, diferente, criticable, ¿y qué? Habría podido soportar el compartirla, podría haberlo intentado al menos. Ellos estaban bien o lo habían estado, hasta que Heit lo había estropeado todo. Como solía hacer siempre. Era un experto en boicotearlo todo, llevaba haciéndolo desde el instituto, no entendía por qué seguían siendo amigos.

Cuando la llave giró y la puerta crujió sobre sus goznes, Max contuvo el aliento, se quedó inmóvil en medio del salón, como si una fuerza magnética totalmente superior a él lo hubiese anclado en ese punto. Aguardó hasta verle entrar. Era él. Sabía que sería él. John iba detrás, pero en ese instante no importaba, de hecho, apenas le vio.

Se abalanzó sobre Heit, sin darle tiempo a reaccionar. El primer golpe impactó en su cara, fuerte y certero, abriendo brecha en su ya maltrecha ceja. El segundo fue directo al estómago. Notó como John lo agarraba por la espalda e intentaba inmovilizarlo, momento que Heit aprovechó para golpéale a traición, uno en el labio, otro en el costado, directo a las costillas. Cuando Max se zafó de John, arremetió con todas sus fuerzas de nuevo contra Heit, haciéndolo caer al suelo. Ambos lo hicieron.

 

—¿Estás intentando matarme?

—No voy a intentarlo, ¡voy a hacerlo! —gritó escupiendo la rabia que tenía dentro y que le asfixiaba.

 

Golpeaban al azar, sin ser conscientes de dónde impactaban sus puños. Rodaron por el suelo, haciendo caer todo a su paso. 

 

—¡Joder! Parad yaaaaa —voceaba John sin entender o al menos no del todo, lo que pasaba, ni el por qué en ese momento.

 

Aún tuvieron que pasar unos minutos más, hasta que los dos chicos detuvieron la pelea. El sofá, el suelo y una de las butacas habían quedado salpicadas de sangre. Max fue el primero en intentar levantarse, John lo ayudó y lo sujetó, para que pudiese sentarse en una de las sillas, la única que había quedado en pie. Heit tardó un rato más en poder moverse y cuando lo hizo, escupió una cuantiosa cantidad de sangre que formó un charco en el suelo, de dónde no podía moverse. 

 

—Debería matarte —gruñó Max, que sin duda no había quedado satisfecho.

—¿Se puede saber qué mierda está pasando?  —inquirió John y en ese momento, reparó en la ausencia de Lena, puede que, debido al escándalo se hubiese escondido en la habitación, aunque no era propio de ella— ¿Dónde está Lena?

 

 

 

 

 

Continuará…

 

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