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Primera parte. El chico que camina en la luz » Day

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DAY

Las reglas para presenciar una pelea callejera —y apostar en ella— son bastantes simples:

1. Eliges al que crees que va a ganar.

2. Apuestas por esa persona.

Eso es todo. Aunque si tienes cuentas pendientes con la policía, es mejor que pases de entrar en apuestas ilegales: no es raro que acabes arrestado.

Es por la tarde. Estoy agazapado detrás de la chimenea de una nave ruinosa. Desde donde me encuentro se ve a la muchedumbre reunida junto al edificio contiguo. Incluso puedo escuchar sus conversaciones.

Y ahí está Tess, mezclada con ellos; su delicada figura casi se pierde en el tumulto. Lleva una bolsa con nuestro dinero y una sonrisa en el rostro. La veo escuchar a las personas que apuestan y discuten sobre los luchadores. Les hace un par de preguntas. No me atrevo a quitarle los ojos de encima. A veces, la policía ciudadana no se siente satisfecha con los sobornos e interrumpe alguna pelea de skiz, así que nunca me quedo entre la multitud para presenciarlas. Si me arrestaran y comprobaran mis huellas digitales, estaríamos acabados. Tess, sin embargo, es pequeña y astuta. Puede escapar de una redada mucho más fácilmente que yo, pero eso no significa que vaya a dejarla sola.

—Sigue andando, hermano —murmuro para mis adentros cuando Tess se detiene y se ríe de las bromas que hace un tipo de aspecto pendenciero—. Ojo con ella, chico.

Se oye un ruido a un lado y me giro por un instante. Una de las luchadoras se dedica a animar a la gente moviendo los brazos y gritando. Sonrío. Se llama Kaede, o al menos es lo que corea la multitud. Se trata de la camarera que conocí hace días en el sector Alta. Gira las muñecas, flexiona las rodillas y agita los brazos.

Kaede ya ha ganado una pelea. Según las reglas no escritas del skiz, debe continuar luchando hasta que pierda, esto es, hasta que un oponente la tire al suelo. Cada vez que gana, se lleva un porcentaje de la suma apostada a favor de su contrincante. Contemplo a la chica que ha escogido como siguiente competidora: tiene la piel aceitunada, el ceño fruncido y expresión de incertidumbre. Suspiro: sin duda, los espectadores saben cuál va a ser el resultado. La aspirante tendrá suerte si Kaede la deja con vida.

Tess aguarda hasta que nadie le presta atención y entonces me lanza una mirada fugaz. Levanto el pulgar. Ella sonríe, me guiña un ojo y se vuelve a mezclar con la muchedumbre. Le entrega el dinero al que se encarga de las apuestas, un tipo grande y muy corpulento. Nos jugamos mil billetes, casi todos nuestros ahorros, a favor de Kaede.

La pelea dura menos de un minuto. Kaede sorprende enseguida a su contrincante con un golpe fuerte, se lanza contra su cara y la otra chica se tambalea. Kaede juega con ella como un gato con la comida antes de lanzarle un directo brutal. Su adversaria se derrumba, golpea el suelo de cemento con la cabeza y se queda aturdida.

K. O.

El público aplaude y unas cuantas personas ayudan a alejarse a la perdedora. Cruzo una breve sonrisa con Tess, que recoge nuestras ganancias y las mete en la bolsa. Mil quinientos billetes. Trago saliva: no quiero emocionarme demasiado, pero este es un paso más hacia las vacunas.

Vuelvo a prestar atención a la multitud; ahora Kaede se atusa el pelo y mira alrededor con expresión de burla, lo que vuelve loca a la concurrencia.

—¿Quién va ahora?

—¡Escoge! ¡Escoge! —corea la muchedumbre en respuesta.

Kaede observa con la cabeza inclinada a las personas que la rodean mientras yo clavo los ojos en Tess, que está de puntillas. Le da una palmada vacilante en el hombro a un tipo, le dice algo y empuja para pasar delante. Aprieto la mandíbula al verla: la próxima vez, estaré a su lado y la auparé a hombros de forma que pueda ver la pelea sin tener que ingeniárselas para encontrar sitio.

Un segundo después, me incorporo de golpe: Tess acaba de pisar sin querer a un tipo bastante grande que le grita algo muy enfadado. Antes de que Tess pueda disculparse, la lanza hacia el centro del corro. Ella tropieza y la gente se echa a reír a carcajadas.

Una cólera me cruza el pecho, pero Kaede parece muy divertida.

—¿Me estás retando, niña? —grita con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Qué gracia!

Tess mira desconcertada a su alrededor e intenta retroceder pero le cierran el paso. Cuando veo que Kaede asiente en dirección a Tess, me lanzo hacia adelante: va a aceptarla como adversaria.

Ah, no, maldita sea. No mientras esté yo presente. No si Kaede quiere seguir viva.

De pronto, suena una voz que me hace frenar en seco. Una chica se ha abierto camino hasta el centro del ring y contempla a Kaede con un resoplido desdeñoso.

—No parece una lucha muy justa —le suelta. Kaede se ríe. Se hace un silencio tenso.

—¿Quién te crees que eres para hablarme así? —grita de pronto—. ¿Te crees mejor que yo? —le da con el dedo en un hombro y la muchedumbre suelta un grito de júbilo.

Tess aprovecha para escabullirse entre la multitud. La chica nueva acaba de ocupar el lugar de Tess, lo quiera o no.

Dejo escapar un suspiro. Cuando consigo tranquilizarme, estudio a la nueva oponente. Es casi tan baja como Tess, y está bastante más delgada que Kaede. Parece sentirse incómoda de ser el centro de atención. En un primer momento no le doy oportunidad, pero entonces le echo un vistazo más detenido. No, esta chica no es como la anterior. Si se queda quieta no es porque tenga miedo de pelear ni de perder, sino porque está pensando. Calculando. Lleva el pelo negro recogido en una coleta alta, y su constitución es ligera y atlética. Se queda inmóvil a propósito, con una mano apoyada en la cadera, como si fuera imposible sorprenderla con la guardia baja. Me descubro admirando su rostro. Por un instante me quedo anonadado.

La chica hace un gesto negativo con la cabeza, y eso también me deja de piedra. Jamás he visto que nadie rehusara pelear. Todo el mundo conoce las reglas del skiz: si te escogen, peleas. A esta chica no parece darle miedo la ira de la multitud. Kaede hace un gesto de burla y le espeta algo que no oigo. Tess sí que lo capta, y me dirige una mirada rápida de preocupación.

Finalmente, la chica acaba por asentir. El público berrea de satisfacción y Kaede sonríe. Me inclino hacia adelante. Hay algo en la chica nueva… no sé lo que es. Pero sus ojos parecen brillar y me da la impresión de percibir una sonrisa en su cara, aunque tal vez sea una alucinación producida por el calor.

Tess me lanza una mirada inquisitiva. Dudo una décima de segundo, pero luego vuelvo a subir el pulgar. Agradezco mucho que esta chica haya aparecido para ayudar a Tess, pero mi dinero está en juego y decido apostar sobre seguro. Tess asiente y apuesta por Kaede.

Sin embargo, en cuanto la desconocida entra en el círculo y veo su postura, sé que he cometido un error descomunal. Kaede arremete igual que un toro, como un ariete.

La otra chica es una cobra.

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