Legacy

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E ntretanto, el vampiro Dhark llegaba al aparcamiento privado del club nocturno Trinity. Dhangeur le había dicho que en una hora tendrían una reunión con Jhensen, líder de la comunidad vampírica de New Orleans. No tenía muchas ganas de asistir y mucho menos en ese local que siempre estaba repleto de humanos, no soportaba estar cerca de ellos. Se acomodó la cazadora negra levantando el cuello, pero de pronto se sintió inquieto al escuchar un grito de mujer, enarcó la ceja… ¿sería su imaginación? Era difícil saberlo con el ruido que salía del centro.

Se detuvo al sentir un sutil aroma a sangre que hizo que todos sus músculos se tensaran y se le alargaran los colmillos. Todas las alarmas resonaron en su interior, tenía que alejarse de ese lugar cuanto antes. No deseaba alimentarse, mucho menos de un humano, sabía perfectamente las consecuencias: la última vez había terminado descuartizando a una inocente chica. Antes de entrar, un aroma femenino le inundó las fosas nasales y todos sus sentidos se estremecieron con un pensamiento que no supo comprender. Se quedó paralizado y sus instintos animales hicieron que girara y caminara casi poseído hacia ese olor. Incrédulo, ese aroma a vainilla mezclada con sangre hizo que perdiera todo el control de su cuerpo y con pasos firmes se dirigió hacia esa hembra que había logrado llamar su atención. Dobló en la esquina, tomó el pasaje, mientras esa fragancia se intensificaba.

De pronto, se detuvo ante la aparición de una mujer de increíble belleza, que respiraba agitadamente, con el pelo alborotado y unos ojos violetas que puso su mundo de cabeza. Estaba enfundada en un ridículo vestido beige que se ajustaba a sus curvas; la miró de arriba abajo y se fijó en los raspones en sus rodillas, respiró entrecortadamente cuando vio que sangraba, todo se detuvo a su alrededor, se concentró en el tamborileo del corazón de aquella chica que podía escuchar en su oído. Maldijo para sus adentros y se obligó a no pensar en sus necesidades, tenía que alejarse, pero fue incapaz de hacerlo, algo muy poderoso crecía en su interior e hizo que se quedara para ofrecerle ayuda. ¿Qué demonios estaba haciendo?

Dhark analizó a la chica, estaba aterrorizada y descalza, su instinto de macho protector hizo que corriera hacia ella y la tomara contra su pecho. Ziva lo miró confundida, agitando las largas pestañas, impresionada ante esa aparición de casi dos metros, llena de músculos y unos ojos de un azul que brillaban como zafiros.

—¿Estas bien? —interrogó el vampiro.

—Yo…

Me quedé anonadada. ¿Estaría soñando? Me encontraba en brazos de un hombre que emanaba sexo por todos los poros de su piel pálida, macizo, alto, de unos brazos anchos y fuertes. El torso era duro como el acero. Obligué a mi cuerpo a reaccionar, pero no salía del asombro. ¡Santa madre de los hombres hermosos! Esos ojos…

Dhark empezó a revisarla y fijó la mirada en los ojos violetas que hizo que la deseara de manera salvaje.

—¿Cómo te llamas?

—¿Eh?

—Solo quiero ayudarte.

—Ziva, me llamo Ziva.

—Ziva —repitió el vampiro…

La levantó del suelo mientras ella lo rodeaba con los brazos por el cuello.

—Voy a llevarte a un hospital, creo que hay uno cerca, estás herida —dijo conteniendo las ganas de morderla y beber de ella.

—Estoy bien, solo ayúdame a llegar al estacionamiento, por favor —suplicó la chica.

Le explicó que había sido asaltada por un hombre y que lo único que deseaba era regresar a su hogar.

—Pero no estás bien, voy a llevarte a casa, si gustas —ofreció, sin poder creer lo que acababa de salir de su boca.

Por mi parte no entendía cómo me sentía tan segura en brazos de aquel extraño, de madrugada. Le miré nuevamente a los ojos, con el corazón sobresaltado. ¿Cómo se podía pasar de estar en estado de shock a sentir un fuerte deseo por el hombre que me llevaba en brazos?

—Llévame hasta mi coche, lo mejor será que regrese a casa —le dijo señalándole con el dedo hacia dónde ir.

Dhark asintió con un gesto, también sorprendido por toda aquella situación. ¿Estaba ayudando a una humana y se sentía atraído hacia ella? La chica tenía algo que le pedía a gritos que la protegiera, frunció el ceño. Sin saber exactamente por qué estaba sintiendo aquello, no tenía sentido.

Cuando por fin llegaron al estacionamiento, Ziva le dirigió hasta el lugar donde había dejado el vehículo. Dhark la colocó en el suelo con cuidado y ella se lo agradeció con una sutil sonrisa. Empezó a buscar sus pertenencias, pero obviamente ya no estaban allí, tal como se lo temió desde el principio.

—Maldita sea, se han llevado mi bolso —se quejó muy contrariada, mientras se giraba hacia su salvador.

Diablos, era demasiado perfecto, pensé, sin poder creer que estaba sintiendo tan fuerte atracción cuando acababa de matar a un tipo. Palidecí ante el recuerdo del golpe, miré mis manos manchadas de sangre…

Mientras, Dhark luchaba consigo mismo, pero no podía apartar la mirada de la vena de su bonito cuello que palpitaba invitándolo a saborearla. Cerró los ojos para recomponerse. Ziva retrocedió hasta chocar con su coche y se dejó caer deslizando la espalda hasta quedar sentada en el piso. El vampiro corrió hacia ella y se agachó para consolarla.

—¿Qué te pasa, Ziva?

—El tipo que me atacó, yo… creo que lo he matado —confesó con lágrimas en los ojos.

El vampiro gruñó entre dientes, se tensó al saber que ella había estado en peligro, ya se encargaría del sujeto, porque no estaba muerto… Cuando encontró a Ziva supo que las manchas de sangre eran de un macho humano y herido (siendo vampiro tenía los sentidos desarrollados).

—No creo que lo hayas matado —dijo Dhark.

En ese momento sintió la presencia de un hombre, seguramente el mismo sujeto que se había atrevido a tocar a la chica. Dhark arrugó el entrecejo y se levantó de un salto, furioso y listo para enfrentarse al gusano.

—¿Estabas buscando esto, preciosa? —soltó el joven.

Sin embargo, se sobresaltó al posar los ojos en el sujeto que estaba delante de Ziva, tragó saliva al verlo gruñir y acercarse a él amenazante.

—Así que tú eres la sanguijuela que se ha atrevido a tocarla, te voy a hacer picadillo —amenazó sin dejar de caminar.

Se plantó frente a él, lo cogió de la chaqueta y lo empujó como si fuera un muñeco de trapo, hasta estamparlo contra la pared. La sangre galopó en el rostro pálido del vampiro con los ojos dilatados; sin poder evitarlo, los colmillos se le alargaron. El joven estuvo a punto de desmayarse con aquella visión aterradora.

—No, no lo hagas, por favor, no vale la pena, te lo suplico. Por favor, tú no eres como él —imploró Ziva.

Dhark se asombró ante el pedido de la mujer, se tranquilizó y soltó al humano que se resbaló hasta el cemento, temblando. Lo observó con un gesto de asco, el muy cabrón se había orinado en los pantalones. Se agachó para proferirle una última amenaza.

—Discúlpate con la dama —ordenó.

Lo sujetó nuevamente por la chaqueta y lo elevó hasta ponerlo a su altura. Dhark entró en la mente del pandillero y le implantó una orden con una amenaza: o se alejaba de Ziva o él regresaría a descuartizarlo.

—Un caballero jamás usa la fuerza bruta para tener a una mujer —enfatizó Dhark.

Y a continuación le estampó un puñetazo en el vientre, el joven pandillero aulló de dolor.

—Lo siento, por favor, aléjense de mí —soltó él con lágrimas sin entender muy bien lo que estaba pasando, mientras miraba a la pareja, perplejo.

Ziva no podía creérselo, el sujeto estaba llorando como una mariquita, ¡joder! Dhark le quitó el bolso de las manos y se levantó para entregárselo a su dueña. Él los miró por última vez, casi agradecido de estar con vida. Salió disparado del aparcamiento, mientras Dhark no apartaba la vista para asegurarse que se estaba alejando.

—Vamos, te llevaré a casa —sugirió Dhark y sujetó a la chica por el brazo, pero ella no quería moverse, estaba impresionada.

—Gracias, ya hiciste mucho por mí, no te preocupes.

—No puedes conducir en ese estado, no voy a permitirlo.

Él me miró a los ojos y me sentí perdida en su mirada oscura y peligrosa, perdiendo toda voluntad. Afirmé con un gesto, si me dijera que nos vamos a la luna, sin dudarlo le seguiría.

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Q uinientos años envuelto en un sueño místico, por lo menos estaba vivo, no tenía cómo agradecer a Silas haberle arrancado la daga enterrada en su corazón para mantenerlo inhabilitado y aislado de su propio hogar. ¿Tanta era la ambición de la reina Alaiah? ¿Había sido capaz de ordenar a los shaires condenarlo a un sueño eterno? Por supuesto, era capaz de eso y de mucho más.

Ladeó la cabeza arrancando todo eso de su interior, debía concentrarse en lo realmente importante, su venganza, que era lo único que lo había mantenido vivo cuando estuvo sumergido en la bruma del maldito sueño místico. Aunque nadie lo supiera, había estado consciente todos esos años, día a día, en los que a veces quiso simplemente abandonar la lucha y dejarse morir, pero ni eso fue capaz. La shaire que lo condenó al exilio se había encargado de que el vampiro no pudiese morir en su confinamiento. Por todo ello, ahora era un ser roto y lleno de oscuridad que solo estaba motivado por el odio a sus enemigos y su sed de venganza… en ese momento fue interrumpido por su fiel servidor.

—Mi señor, es preciso que se acostumbre a su nuevo nombre, no podemos permitir que nadie nos descubra.

—¿Tienes algún nombre en mente, mi fiel servidor?

—Así es, mi señor, Vlad Khovanskiy, un nombre que ya posee cierta fama entre todas las criaturas que viven en este lado, me he asegurado de que sea nombrado entre las diversas razas. Vlad es considerado una leyenda, un ser despiadado —apuntó Silas mirándolo siempre con respeto.

—Vlad Khovanskiy —repitió con cierto agrado—, cuéntame, Silas ¿cómo has convertido ese nombre en temible?

—Me encargué personalmente de viajar por todos los rincones del planeta, contando las proezas del vampiro más fuerte y más antiguo sobre la faz de la tierra. Muchos han estado persiguiendo información sobre él y su fama se ha incrementado en los últimos tiempos.

—Muy astuto, Silas, perfecto para cuando debamos cobrar mi dulce venganza —dijo Vlad con aquella voz ronca que intimidaba a cualquiera.

—Así es, mi señor, será como desee, es el único capaz de derrocar a la impostora.

—Sigue informándome qué ha sucedido en mi ausencia. Quiero saberlo todo con lujo de detalles —exigió mientras bebía un sorbo de sangre de una copa ancha de cristal.

Silas llevaba horas relatando la situación en el reino desde el momento de la condena hasta el día en que logró burlar la seguridad de la cámara mortuoria y con ayuda de sus hombres había logrado sacar el féretro donde descansaba el cuerpo de su señor (perennemente custodiado por la guardia real). Habían logrado ingresar en el mausoleo para hacerse con el cuerpo y cambiarlo por otro; cuando lograron su objetivo, cruzaron el portal que unía el reino de Leiah con el mundo de los humanos. No había sido una tarea fácil.

Vlad lo escuchaba reclinado sobre los almohadones y muy atento, pero el semblante se le desdibujó cuando Silas le informó que tiempo después la reina había ordenado bloquear el portal con un hechizo poderoso, sellando el acceso al mismo con una niebla mística e impenetrable.

—¿Fue capaz de hacerlo?

Silas afirmó con un gesto. Vlad sacudió la cabeza, impresionado, pero su servidor le tranquilizó informándole que ya estaban trabajando en un plan para ingresar en el reino.

—Entonces no tenemos noticias de la impostora —comentó Vlad refiriéndose a la reina Alaiah.

—No, no se ha sabido nada de ella desde que mandó hechizar el portal. Nadie ha sido capaz de cruzarlo y aquí estamos entre los humanos, pero como ya le dije Cassia está trabajando con su magia para poder romper el hechizo.

—¿Por qué demonios lo hizo?

—Porque la reina se ganaba el desprecio del pueblo día a día, muchos empezaron a abandonar el reino para empezar una nueva vida entre los humanos. Por eso se empezó a perseguir a todos los que no estaban dispuestos a reconocerla como la única soberana. Muchos pidieron su cabeza, pero cegada por su codicia, se alió con los conservadores y con ayuda de un grupo de shaires bloquearon el portal. Nunca más supimos noticias de ellos. Muchos se preguntan por los que se quedaron en Leiah; no sabemos absolutamente nada, la mayoría se ha dado por vencido y han aprendido a coexistir entre los humanos. Por ejemplo, Sadel, que ahora es muy admirado en una ciudad de América del Norte.

—¿Sadel está aquí?

—Sí, mi señor, él está al frente de una alianza entre razas, ha logrado reunir a licántropos, vampiros, shaires y nefilims para luchar juntos contra una nueva amenaza contra las especies, logrando lo que nunca se pudo en Leiah.

—¿De qué amenaza estás hablando, Silas?

—Hay un grupo de humanos cazadores tras nosotros, no sabemos sus propósitos, pero están creciendo y decididos a erradicar a todas las especies de Leiah.

—Nunca hemos tenido problemas con los humanos.

—No los teníamos, mi señor, pero al considerar que somos muchos los que vinimos a este mundo, unos cuantos se han dedicado a sembrar el terror entre los humanos, lo que ha llamado su atención y han reaccionado. Por ello, ahora vendemos armas a todas las especies. Vivir en este lado se ha convertido en un total desafío, pero gracias a esta guerra usted se ha convertido en un hombre poderoso y con gran poder adquisitivo, todos nos buscan para comprarnos armas.

—Has manejado bien mi fortuna, Silas, serás muy bien recompensado cuando logremos derrocar a la impostora.

—Gracias, mi señor.

Vlad tomó otro sorbo del líquido rojo, mientras se sumergía en el primer paso de su ansiada venganza. Silas había cumplido con sus indicaciones al pie de la letra, ahora era preciso recorrer el mundo y dar la cara como Vlad Khovanskiy, el vampiro mafioso encargado de proveer armas en una guerra que realmente no era la suya. Su único interés era la venganza y lo demás solo una cortina de humo, porque estaba seguro que los agentes de Alaiah se encontraban entre un bando y otro, esa vampiresa era demasiado astuta, vaya sorpresa se llevaría cuando llegara el momento de enfrentarla cara a cara…

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Z iva se acomodó en el asiento, incrédula. ¿Cómo había terminado aceptando la orden de un extraño para conducir su coche? No sabía ni su nombre, giró la cabeza y lo observó embobada, tenía un perfil perfecto. ¿De dónde había salido ese ángel salvador? Sonrió ante aquellos pensamientos y suspiró encogiéndose de hombros.

—No me has dicho tu nombre —murmuró, rompiendo el abrumador silencio.

—Dhark, puedes llamarme Dhark.

Ziva frunció la frente. ¿Qué clase de nombre era ese? Preguntó:

—¿Es tu nombre de pila?

—Puede ser…

—No eres de aquí.

—Muy perspicaz.

—Lo digo por tu acento —señaló ella, pensando que tal vez era europeo.

—Hemos llegado —dijo.

Habían arribado a la calle Baronne, donde Ziva le había indicado. Entraron en el aparcamiento privado del edificio. Dhark se dirigió hasta donde ella le señaló. Cuando llegaron a destino, terminó concluyendo que la chica vivía en un buen sitio y por el lugar asumió que la humana tenía una buena vida.

—¿De dónde eres? —quiso saber Ziva.

—Haces demasiadas preguntas.

—Ya veo, eres un hombre de pocas palabras —señaló, poniendo los ojos en blanco.

Dhark la miró con gesto serio y retiró la llave de la ranura, abrió la puerta, salió del coche y lo rodeó para ayudarla a salir. La llevaría hasta su casa y luego desaparecería de su vida para siempre… pero antes le borraría los recuerdos. No necesitaba liarse con una humana, mucho menos ahora que tenía tantos problemas. Ya se había entrometido más de la cuenta en sus asuntos. La ayudó a salir del coche, la tomó entre sus brazos con mucha facilidad y se dirigió hacia los elevadores.

No podía creer que estaba en los brazos fuertes de un extraño, ¿en qué diablos estaba pensando?, pero por algún motivo desconocido me sentía segura a su lado. ¡Santa madre de los extraños guapos y fuertes que aparecen en medio de la noche para salvarla a una!

Cuando tomaron el ascensor, ella apretó el botón del piso 14, las puertas se cerraron y lo miró a los ojos, casi hipnotizada. Necesitaba saber si se volverían a ver, aspiró aquel aroma tan masculino que no supo reconocer, tuvo ganas de acariciar su melena oscura y besarlo… De pronto sus ojos se encontraron y ella suspiró como una quinceañera enamorada.

—¿Volveré a verte?

—No, me encargaré que me olvides para siempre.

—¿No me dirás ahora que tienes poderes sobrenaturales? —bromeó ella ante la absurda afirmación.

—Quizás… —respondió Dhark sin dejar de mirarla.

—Asumiendo que los tienes, ¿por qué habría de olvidarte, Dhark? —preguntó con una risita divertida.

—Porque no soy lo que piensas, Ziva, y no te conviene tenerme cerca…

—¿Y si no quiero? —desafió ella, asombrada por sus propias palabras.

¿Había dicho eso en voz alta?

—Eso no está en discusión —concluyó Dhark con voz autoritaria.

El elevador se detuvo y la puerta metálica se abrió dando paso a un corredor. Dhark ignoró los deseos de la humana y la llevó hasta el apartamento 1405. Cuando se detuvieron frente a la puerta, la colocó en el suelo con cuidado. Ziva buscó la llave, abrió la puerta, lo invitó a pasar, el vampiro la miró asombrado y entraron en el elegante piso de paredes blancas, mobiliario de estilo minimalista, ordenado y muy femenino al mismo tiempo; contaba con grandes ventanales y una buena vista. Dhark maldijo para sus adentros.

Ella retrocedió sin romper el contacto y él se le acercó peligrosamente hasta que sus cuerpos se rozaron con la única barrera de sus prendas. Dhark sintió la necesidad de poseerla de todas las maneras posibles, lo estaba desarmando… No entendía cómo era posible, llevó la mano hasta el hermoso rostro y la acarició con las yemas de los dedos trazando un camino desde la mejilla hasta la tentadora boca…

Me estremecí ante la sutil caricia que me incendió de puro deseo.

—Dhark —gimió, demandando la atención del hombre que le estaba haciendo perder la poca cordura que aún le quedaba.

Intenté posar las manos en su duro torso, pero me lo impidió cogiéndome de ambas muñecas, abrí los ojos como platos, normalmente lo hubiera mandado a la mierda, pero en vez de eso, arqueé la cabeza como una invitación, lo necesitaba dentro de mí ¡Santa Madre de los hombres guapos y misteriosos, ¿qué diablos le estaba pasando a mi cuerpo y a mi voluntad?!

—Puedo sentir tu deseo, pero no es posible, Ziva —murmuró Dhark acercando su boca.

—¿Por qué no?

—No soy bueno para ti, soy un…

—No serías capaz de hacerme daño.

—No deseas conocerme del todo y no deberías exponerte ante un… —y calló.

La temperatura se elevó en el piso o eso le pareció a Ziva, ambos ardían de deseo, sobre todo Dhark, luchando contra sí mismo. Sus deseos de beber sangre y las ganas de hundirse en ella… ese olor lo estaba literalmente matando, podía sentir la humedad que emanaba de su centro, mezclada con el olor de la sangre de sus heridas que aún estaban frescas… Por si fuera poco, estaba lista y caliente para él. Dhark no necesitaba tocarla para saberlo, estaba excitada al máximo y él era un macho dispuesto a montarla.

Dhark se horrorizó con aquellos pensamientos, suspiró derrotado y acercó la boca peligrosamente a la de ella. Ziva entreabrió los labios, gimiendo su nombre, él introdujo la lengua con movimientos envolventes, penetrando esa boca que reclamaba toda su atención… La sujetó por la cintura, mientras la empujaba hacia la pared que tenía enfrente, la inmovilizó y restregó la enorme erección por aquel vientre, meneando las caderas en círculos.

Ziva deseaba tenerlo encima, desnudo y muy dispuesto a sus deseos, no le importaba que fuera un extraño, una fuerza sobrenatural reclamaba a ese hombre dentro de ella. Calor. Dhark descendió hasta su cuello, se detuvo para sentir el flujo vital de su sangre, escuchó atento aquellos latidos fuertes que aclamaban su nombre, lamió aquella zona enloquecido por la sed…

Ziva gimió poseída por un deseo casi salvaje, él aspiró aquel aroma que lo estaba volviendo literalmente loco, pero se detuvo casi de forma violenta, rompiendo el contacto de sus cuerpos y se separó de ella. Perturbado, angustiado, como si estuviera sufriendo, temió por un segundo romperla con sus caricias lascivas, los ojos azules se le dilataron hasta casi oscurecerse como la medianoche.

Ella lo observó y se perdió en esa mirada profunda, él por su parte soltó una exclamación y casi sin pensarlo sus labios aterrizaron de nuevo en los de Ziva, que entreabrió la boca para recibirlo. Ambos ladearon la cabeza, él la acarició con suavidad, como si se tratara de una delicada flor. Tenía que tener sumo cuidado para no hacerle daño, después de todo era un ser de la oscuridad, que tenía que cazar para poder saciar sus instintos animales. Dhark se separó apenas un instante para tomar aire a bocanadas, se calmó y concluyó que aquella mirada dulce, tan transparente, era capaz de tranquilizarlo, pero también de hacerle arder en deseos.

La tomó nuevamente, ella había logrado capturar su alma para siempre… ¿pero cómo era posible? ¿Acaso sus sentimientos no habían muerto con la única que amó con todo su ser? Sacudió la cabeza negando todo aquello, no quería recordar el pasado. ¿Pero a quién quería engañar? Dhark estaba conmocionado ante esa extraña que lo había desarmado como ninguna. Era mucho más fuerte que él.

El vampiro tensó los músculos del cuerpo al recrear esa imagen, no dejaría que nadie le hiciera daño, profundizó el beso y ella suspiró su nombre. Dhark la apretó un poco más contra su pecho. Demonios, deseaba tanto hundirse en su interior, quería conocerla, entrar en su alma y saberlo todo de ella, pero supo que aquello no estaba bien. No podía ponerla en riesgo, mucho menos ahora que su propia vida corría peligro. Su peor enemigo había jurado arrancarle la cabeza, si descubriera que estaba interesado en una mortal la usaría como carnada. Dhark suspiró devastado y se separó de ella con decisión firme.

—Dhark —musitó la chica conmocionada.

—Debo hacerlo por tu bien.

—¿De qué hablas?

Dhark sacudió la cabeza lamentando lo que haría a continuación. Se concentró para entrar en la mente de la chica, acunó aquel rostro con ambas manos, suspiró sin poder evitarlo y cuando sus ojos se encontraron Dhark murmuró una exclamación.

—Olvidarás nuestro encuentro, nunca me conociste, no pasó nada en el callejón, llegaste sana y salva a tu apartamento, despertarás con un dolor de cabeza producto de una noche intensa. Sé feliz, Ziva, disfruta lo que yo no puedo —finalizó Dhark contrariado.

Aliviado, le estampó un beso en la mejilla y rápidamente desapareció de su vista…

7

 

 

 

 

 

 

 

 

V lad se sumergió en el agua llena de espuma, disfrutando aquel momento de privacidad. Silas se había encargado de darle la mejor habitación de la mansión, decorada a todo lujo, el suelo de mármol, las ventanas con vidrios especiales que bloqueaban los rayos ultravioletas (mortales para los vampiros). Una enorme cama ocupaba el centro de la instancia, adornada con un fino cobertor de azul acero que hacía juego con las cortinas. El cuarto de baño era tan grande como la habitación y tenía un enorme jacuzzi.

Vlad se daba un baño de espuma en ese momento, sumido en sus recuerdos y planes de venganza. Aquella noche había bebido sangre de dos humanas hasta quitarles la vida. Lo lamentaba por ellas, pero era de vital importancia recuperarse cuanto antes, ya tenía programado un viaje al nuevo mundo para conocer al encargado de comprarles armas para los aliados. Además, tenía mucho interés en aquel grupo y en su líder, el nefilim Sadel. Viajaría por otras ciudades de Estados Unidos para seguir con sus planes; Silas ya se estaba encargando de su agenda.

Vlad retrocedió en el pasado a una velocidad vertiginosa y recordó el momento preciso cuando le enterraron la daeshia en el pecho con aquella sentencia que lo hizo gruñir de ira al rememorarlo:

—Descenderás al inframundo envuelto en un sueño místico —balbuceó una exclamación en su lengua.

Ya se ocuparía de todos los que se habían encargado de enviarlo a un encierro injusto en el que estuvo consciente cada día. Sacudió todo aquello de su interior, tratando de serenarse. Al menos había sido precavido en aquel entonces: Silas tenía instrucciones precisas en caso de que algo malo le llegara a pasar. Vlad era muy precavido y agradeció contar con un fiel servidor. Pensó también en la extraña desaparición de otro de sus más fieles servidores, el vampiro Caleb. Tenía que encontrarlo antes que sus hijos, no podía poner en riesgo sus planes, sabía más de lo debido. Cuando terminó con aquella sesión de relajación, salió de la enorme bañera, con el cuerpo gloriosamente desnudo y portentoso de músculos. Se miró al espejo sin poder encontrar su reflejo, exclamó entre dientes, se cubrió con una toalla y se dirigió hasta la habitación para terminar de vestirse. Silas llamó a la puerta y Vlad le dio permiso de entrar.

El fiel servidor observó a su señor, notó que comenzaba a recobrar su fuerza sobrenatural y sus habilidades. También se estaba acostumbrando rápido al estilo de vida humana. Vlad se encontraba fascinado con todo lo que descubría; los humanos habían desarrollado tantas cosas interesantes… Se sorprendió cuando Silas le mostró aquellos aparatos que llamaban móviles y que permitían comunicaciones muy fluidas; claro que en ese aspecto los vampiros podían hacerlo a través de la mente. Sea como sea, empezó a respetar los adelantos tecnológicos, así que puso todo de su parte para familiarizarse con esa época y forma de vida.

Silas le interrumpió para enseñarle las prendas que había traído; Vlad frunció el rostro cuando vio aquellos trajes extraños, mientras Silas le explicaba que debía vestirse de acuerdo a su posición social, ya que representaba a un hombre de negocios y al líder de una organización de venta de armas, algo que ya le había explicado al detalle.

Vlad cogió una corbata en la mano, tratando de entender cómo se usaría esa ridícula tira de tela. Silas le explicó que aquella prenda debía usarse sobre la camisa blanca. El vampiro tomó aquellos trajes para probárselos. Entretanto, sus pensamientos viajaron nuevamente al pasado, a unos ojos azules que le miraban con fascinación cuando se vestía como ahora. Vlad arrancó de su interior el recuerdo, cuánto dolía hacerlo, incluso después de tanto tiempo. Ese amor permanecía en su interior como una llama ardiente en su pecho y sospechó que nunca más volvería a amar de aquel modo.

Sacudió la cabeza, terminó de abotonar la camisa de un impoluto blanco y Silas le ayudó a colocar la corbata mientras le iba explicando paso a paso cómo hacerlo de forma correcta. Silas había pensado en todos los detalles, aquella noche tendrían su primera aparición en público ante un grupo de vampiros que buscaban a su señor para concretar ciertos negocios. Vlad ya se había puesto al corriente de los asuntos comerciales que le atañían.

—¿Cómo va nuestro viaje?

—Ultimando detalles, mi señor. Partiremos en un par de días, ya tenemos confirmadas las citas con nuestros clientes y precisamente quería comentarle algo que me pareció extraño.

Vlad enarcó la ceja y lo miró a los ojos, expectante.

—Como ya le expliqué antes, hay un grupo de vampiros que han declarado la guerra a Sadel y a los aliados, porque muchos los han tomado como ejemplo y en algunas grandes ciudades se están juntando para poder hacer frente a los cazadores humanos.

—Sí, ya me explicaste eso, pero… ¿qué es lo que te preocupa, Silas?

—En New Orleans, el vampiro Lhiamx, líder de la banda de los renegados que también pertenece a la resistencia, desea hablar con usted.

—Vaya, eso sí que es toda una sorpresa, nunca imaginé que fuera parte de la resistencia y mucho más que fuera su líder —reflexionó Vlad.

—¿Desea que concerté la cita?

—Sí, me gustaría saber qué es lo que quiere de nosotros, seguro que nada bueno.

Vlad tenía la necesidad de conocer a todos los líderes de los diversos bandos, para poder reconocer a los espías de Alaiah, porque estaba seguro de que ella no dejaría ningún cabo suelto, ni siquiera en el mundo de los humanos. Se sorprendió bastante al saber que Lhiamx, un acaudalado noble de la corte, se encontraba entre los humanos y nada menos que como líder de una banda de la resistencia, ya averiguaría bien la historia.

—Háblame de la reunión de ahora —quiso saber Vlad, cambiando de tema.

Silas le explicó que se reunirían con unos vampiros interesados en comprar armas para contrarrestar los ataques en Roma, donde también había un grupo de cazadores humanos que estaban dispuestos a erradicarlos.

—¿Cómo son de peligrosos esos cazadores?

—Dicen los rumores que están bien entrenados, conocen nuestras debilidades, algunos aseguran que sus armas son letales.

—Vaya, vaya, empiezo a preocuparme seriamente por esos gusanos…

8

 

 

 

 

 

 

 

 

Z iva se despertó bastante confundida, con el cuerpo dolorido, quiso saber por qué se sentía de esa manera, frunció la nariz y se estiró sobre el colchón, mientras bostezaba. De pronto se sobresaltó ante un vago recuerdo, unos ojos azules, después nada, en blanco…

¡Joder! Había bebido demasiado. Hizo un esfuerzo para recordar, había salido del Moonshine a eso de las tres de la madrugada, llegó hasta el coche y luego no había más recuerdos, tenía que dejar de beber…

Se levantó de la cama de un salto, a regañadientes. Se dirigió hacia la ducha, reguló la temperatura del agua y se metió bajo el chorro, exclamando por el fuerte dolor de cabeza. De forma extraña e inesperada, sintió un vacío interior y se abrazó a sí misma.

¡Qué extraño!, como si algo no encajara, pensé. Cuando terminé con mi habitual rutina de baño, me envolví con la toalla, me miré al espejo y me escandalicé al observar las profundas ojeras. Nada como un buen corrector naranja para cubrirlas. Me fui al vestidor, abrí el cajón del medio y elegí un juego de interiores color blanco, luego me decidí por un vestido color rosa palo y unos tacones que hacían juego con mi atuendo. Comencé a vestirme y luego fui al tocador para secarme el pelo, tarea que odiaba porque me quitaba diez preciados minutos de mi tiempo. Me maquillé meticulosamente. Cuando terminé, me miré de nuevo en el espejo y quedé bastante satisfecha con el resultado. A los diez minutos ya me encontraba en el estacionamiento del edificio, pero extrañamente no recordaba dónde había dejado el coche la noche anterior. ¡Mierda, resaca del demonio!

Me encogí de hombros y me puse a buscarlo; unos minutos después por fin lo encontré, subí, metí la llave en la ranura y me extrañé al ver que el asiento estaba más atrás de lo habitual. Lo arreglé enseguida para poder llegar a los pedales. Era jueves y tenía mucho trabajo, genial, ya me había retrasado diez minutos, tomé el móvil, llamé a mi asistenta para y decirle que ya estaba en camino.

Ziva trabajaba para una firma publicitaria, era jefa de lanzamientos; en ese momento trabajaba para una compañía de cosméticos, que, dicho sea de paso, era su favorita. De pronto sus pensamientos se tornaron nuevamente en ese algo que no sabía qué podía ser. Realmente ese día se había despertado bastante extraña, con resaca y muy confundida, se concentró en el volante. Odiaba el horrendo tráfico a esas horas de la mañana, se detuvo ante el semáforo y mientras esperaba conectó el iPhone al equipo del sonido y escogió la canción del momento.

 

Falling too fast to prepare for this

Tripping in the world could be dangerous

Everybody circling is vulturous

Negative, nepotist…

 

Mirándome en el retrovisor, empecé a canturrear la melodía, ¡joder, que mal me sentía esta mañana!, pero era una mujer feliz, demonios. Una risa tonta me salió de la garganta sin entender muy bien las sensaciones que tenía; nuevamente aquellos ojos azules me taladraron hasta la médula, no entendía qué estaba sucediendo, ya llamaría a Kate para que me pusiera al corriente. ¿Habría conocido a algún tío de ojos azules?

Con ese pensamiento siguió conduciendo. A los veinte minutos llegaba hasta el complejo empresarial en la calle Poydras, estacionó derrapando, mientras el hombre de seguridad la miraba con cara de pocos amigos como todos los días.

—Lo siento, no lo siento —exclamó entre risas.

Apagó el motor, tomó el bolso y bajó del coche a toda prisa, tenía una cita con la señora Bells, directora de la marca de cosméticos para la que estaba trabajando, tenían que coordinar los detalles del lanzamiento de la máscara de pestañas que prometía ser la mejor del mercado. Corrió sobre sus tacones para llegar al elevador.

Revisé mentalmente todos los encargos del día. Mierda, había olvidado ir a ver a la diseñadora, necesitaba un vestido para la fiesta de lanzamiento. Sonreí ante la idea, adoraba esas fiestas, tenía que estar hermosa para la ocasión. Tomé el teléfono para concertar una cita con el centro de moda.

Mary, su asistente, ya la estaba esperando con una pila de documentos; tenía trabajo atrasado y ambas se dirigieron al despacho. Se dispuso a ultimar detalles para la reunión que tenía programada para esa tarde, luego pasaría por el apartamento de su hermano para asegurarse de que estuviera bien.

—¿Café?

—Por favor.

Ziva abrió el ordenador para revisar la presentación, estaba especialmente encantada con la campaña, el producto era bueno, de buen precio, respaldado por un nombre de prestigio y además contaba con una buena distribución de mercado. Por si fuera poco, había logrado la colaboración de una renombrada actriz de Hollywood que había grabado el spot publicitario. Se aplaudió mentalmente a sí misma. Abrió el video y se mostró más que satisfecha con el comercial que sería presentado en la fiesta de lanzamiento.

Ziva se sentía a gusto con su vida profesional, adoraba el mundo de la publicidad, trabajaba en la mejor agencia, bien remunerada; además, vivía en un bonito piso que estaba pagando puntualmente cada mes. Si sus padres vivieran, estarían orgullosos por todos sus logros.

De pronto el recuerdo de un hombre con vaqueros gastados y cazadora de cuero se le vino súbitamente a la cabeza. Las imágenes venían a la cabeza como las imágenes de una serie de televisión.

Madre mía, me había besado y estuve a punto de entregarme a él. ¿En serio, Ziva? ¡Demonios!, pero cómo era posible que no me hubiera acordado de todo ello por la mañana. Estrés, tenía demasiadas responsabilidades encima, además me había salvado de un maldito pandillero.

Ziva se levantó de su asiento, recordando cada detalle desde que salió del Moonshine hasta el momento en que el hombre que la había auxiliado condujo su coche para llevarla a casa. Todo empezaba a cobrar sentido en su interior, sacó el móvil de su bolso, tenía que contárselo a Kate.

—Dhark, se llamaba, Dhark —murmuró Ziva estremecida con el recuerdo de sus besos…

 

9

 

 

 

 

 

 

 

 

D hangeur dibujó una sonrisa enseñando una dentadura blanquísima, con aquel típico gesto juguetón que solía hacer. Se miró en el espejo, aún tenía la esperanza de que algún día ocurriese un milagro y pudiera verse el rostro, aunque más o menos sabía qué aspecto tenía: por suerte tenía un gemelo y todos aseguraban que eran idénticos.

Giró sobre los pies, salió de su enorme habitación, la más lujosa de la mansión, decorada con elegantes muebles al estilo mediterráneo. Aquella casa contaba con muchos niveles y arcones; era preciosa, con muchos detalles que le daban un toque fastuoso. Dhangeur había encargado a una decoradora humana dejarla a su gusto. Se acomodó la camisa negra, dobló las mangas sobre el antebrazo y se peinó el cabello pasando los dedos sobre la cabeza.

Ya fuera de la habitación, se desmaterializó y apareció en la enorme cocina de la primera planta. Se encaminó a la nevera para sacar una unidad de sangre, la abrió con los colmillos y vació el contenido en una copa de cristal. Bebió de la copa como si se tratara de un vino tinto de reserva. Por supuesto, la sangre era aún más exquisita cuando se bebía directamente de la vena, pero los aliados tenían un acuerdo para respetar a los civiles humanos, por eso cada tanto los vampiros estaban autorizados a robar sangre de los hospitales para saciar su hambre.

En ese momento apareció Dhark, que lo miró desganado y pálido. Era evidente que la noche anterior no se había alimentado. ¿Habría el muy idiota terminado de extinguir a los pobres animalitos de los pantanales? Sonrió ante aquel pensamiento burlesco, pero luego recordó que estaba enfadado con él.

—¿Se puede saber por qué diablos no apareciste en la reunión?

—Lo siento, demoré mucho en los pantanos —mintió Dhark, recordando nuevamente el rostro que le había marcado el alma.

—¡Quién te entiende!, querido hermano, tienes alimento al alcance de tus manos —le dijo señalando el contenido de su copa.

—Ya te dije que no te entrometas en mi vida.

—Pues lo hago, bobo. Jhensen y Tasil vienen de camino, por si te interesa estar al tanto de los renegados.

Dhangeur se desmaterializó para aparecer en el comedor principal, donde ya estaba el diario del día, gracias a su asistente humano, que cada día se encargaba de sus asuntos y ordenaba la casa, mientras los vampiros se encerraban en sus respectivas habitaciones para protegerse de la luz solar.

Dhangeur arqueó una ceja al releer las noticias, habían encontrado el cuerpo de otra jovencita cerca del cementerio San Luis-I, pero no había detalles de la muerte, solo se presumía que la chica había sufrido un ataque por parte de algún pandillero. ¿Otro cuerpo desangrado?

Tiró el diario a la papelera restándole importancia a la noticia, la vida de los humanos no era su puto problema, luego pensó en su gemelo y su extraña desaparición, de hecho, el muy irresponsable no había aparecido en la reunión pactada en el Trinity, y además se había negado a darle explicaciones, por lo que habían tenido que postergarlo para esta noche. En ese momento apareció Jhensen, líder de la comunidad vampírica de New Orleans, con su metro noventa, cabello largo atado en cola de caballo y la expresión siniestra que le daba un toque aterrador a su mirada.

Dhangeur lo miró divertido, Jhensen mostraba un gesto de asombro por la fastuosidad de la mansión; no era la primera vez que estaba en esta residencia, pero nunca dejaba de admirar el lugar, una casona lo bastante apartada de otras viviendas. Ubicada en Garden District, valorada en cuatro millones por su ubicación estratégica, fue un capricho de Dhangeur, al que le gustaba presumir de dinero.

Dhark se unió a los vampiros y se saludaron con un apretón de manos. Luego se dirigieron al despacho de Dhangeur, tomaron asiento rodeando el escritorio y Jhensen les informó de los resultados de la misión que tenían entre manos.

Los gemelos trabajaban mano a mano con las diversas razas unidas en un pacto para poder vencer al escuadrón de Phenomena, una institución de humanos que se estaba dedicando a eliminar a todos los refugiados de Leiah. No contaban con mucha información sobre sus enemigos, pero lo que más les preocupaba era que esos humanos habían logrado erradicar a muchos de sus amigos, por lo que cada día perdían guerreros en sus filas.

New Orleans ahora se había convertido en un campo de batalla entre esos cazadores y aliados, pero también luchaban contra la banda de los renegados, un grupo de vampiros que no compartían sus ideales: no querían unirse a ellos para formar un frente común contra los cazadores.

Los renegados que residían en Luisiana solo tenían un objetivo y era aniquilar al vampiro Dhark por un asunto pendiente del pasado… Jhensen miró a Dhark, enarcando la ceja. Nunca le había escuchado hablar, los rumores entre la raza era que el vampiro era mudo, algunos aseguraban que el sujeto no hablaba porque se había cortado la lengua, otros decían que el vampiro simplemente no decía nada porque aún estaba de luto por la muerte de la que fue su compañera en Leiah.

Dhark dibujó una mirada de advertencia ante el escrutinio. Jhensen entendió el mensaje y desvió la mirada hacia Dhangeur, que tenía la mandíbula apretada con un gesto indescifrable. Eran como dos gotas de agua, pero Jhensen podía diferenciarlos: nunca había escuchado la voz de Dhark y Dhangeur tenía un piercing sujeto en la ceja.

—¿Alguna información sobre nuestro padre?

—Nada, colega, empiezo a creer que los renegados no tienen nada que ver con la desaparición de Caleb, ni con la de Marion. No tiene sentido que hayan desaparecido el mismo día y que no sepamos nada de ellos.

Jhensen guardó silencio al ver que los gemelos discutían telepáticamente.

—Tu padre es un buen tipo, también deseo encontrarlo —aseguró Jhensen.

Lo había conocido hacía más de un siglo. Caleb era un vampiro honorable.

—Lo sé, pero no entiendo que no hayamos encontrado un solo rastro de él después de treinta años, como si se los hubiera tragado la tierra. A veces creo que están muertos.

—No debemos perder la esperanza, recuerden que hace unos años tuvimos información de Marion, la vieron en Francia.

—Y no tenemos más pistas —recordó Dhangeur.

Los gemelos habían recorrido el mundo en busca de su padre y de Marion, y cada pista nueva se convertía en una desilusión en cuanto investigaban. Los gemelos sospechaban que era obra de los renegados; por ello, decidieron cruzar al otro lado del océano, pero cuando empezaron a perder la esperanza regresaron junto a los aliados; tendrían que ayudarlos, así fue como terminaron estableciéndose en New Orleans.

El móvil de Dhangeur los interrumpió, este respondió la llamada y les informó que el nefilim Tasil, hermano de Sadel, acababa de arribar a la mansión. El vampiro fue hasta la puerta para recibirlo. Pasados unos minutos se unieron a los demás en el despacho.

—¿Novedades? —quiso saber Tasil.

—No hay pista de los renegados, han abandonado su última residencia en Kener, pero mi gente está detrás de ellos, es cuestión de horas que averigüemos su nueva ubicación —aseguró Jhensen.

Mientras, Dhark evocó la imagen de la vampiresa Marion, cuánto deseaba verla de nuevo, solo ella podría entenderlo.

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