Laurie

Laurie


Capítulo 38

Página 40 de 47

CAPÍTULO XXXVIII  LOS DESEOS MÁS OSCUROS

—Estás muy sexi —dijo nada más verme—. ¿Preparada? Al menos no es algo que no hayamos hecho antes —continuó enarcando las cejas.

—Cierto —respondí con un suspiro.

Era extraño que una parte de mí no quisiera hacerlo mientras que otra lo estuviera deseando. El poder que ejerció el juramento junto a su sangre no ayudaba, pues parte de mi mente intentaba bloquear cualquier intento de boicot hacia él. Se encargaba de hacerme pensar que no podría sobrevivir sin su ayuda. Que lo necesitaba.

—¿Estás nerviosa? —preguntó al incorporarse sobre la cama y dar unos golpes al colchón para invitarme a sentarme.

—Un poco. Es que… me resulta un poco forzado hacer algo así. Sé que en mi religión es algo muy común, pero pensé… pensaba que para vosotros sería diferente. ¿Debemos tener un bebé ya? —pregunté de golpe al recordar esa parte concreta de la boda. Solo me faltaba eso.

—¡No! No. Eso es un juramento un poco arcaico. Supongo que tanto como esta tradición, pero… En fin, podemos solo dormir si lo prefieres, aunque al verte así pensaba que estabas de acuerdo.

Me tensé al verle fruncir el ceño. Supuse que algo estaba mal y lo más lógico sería estar deseándolo y suplicando que me hiciera el amor. O lo que fuera. Cogí una bocanada de aire para serenarme, los nervios me iban a jugar una mala pasada.

—Y lo estoy, de verdad, es solo que todo esto es raro. Nada más. Llevaba sin verte mucho tiempo y ahora… ¡estamos casados! Supongo que solo tengo que asimilarlo.

—¿Segura?

Mi cuerpo respondió ante su mirada inquisitiva al analizarme y sentí un escalofrío. Sus ojos azules brillaban con fuerza, expectantes.

—Segura.

Y tenía que reconocer que no mentía, la parte que omitía era que tenía una lucha interna que librar. La lujuria que me caracterizaba contra la sensatez y el sentimiento de culpa. Qué bien.

Cerré los ojos durante unos segundos para equilibrar mi mente. No podía creerme que yo, después de todo lo que había vivido con él, me encontrara ahora en esta tesitura, calibrando qué demonios era lo mejor. Al abrirlos me di de bruces con la expresión confusa del príncipe de la oscuridad.

—¿Laurie?

Ignoré la pregunta y estampé mis labios con los suyos para llevar un ritmo exigente, casi furioso. Atary se separó unos milímetros para respirar, pero no tardó en acostumbrarse y seguirme el baile. Enredé mis manos en su pelo para facilitar el movimiento, atrayéndolo más a mí. Me sentí satisfecha al escucharle jadear y sentir como su respiración se agitaba.

—Vaya… —susurró al apartarse—. Esto no me lo esperaba.

—Calla y sigue —respondí—. Quiero que me enseñes todo lo que es capaz de hacer el príncipe del infierno. Muéstrame tus deseos más oscuros.

Decir esas palabras hizo que la lujuria me dominase. La bestia de mi interior se revolvió deseosa por satisfacer los suyos. Estaba claro que era digna hija de Vlad, quería que me hiciera temblar.

—Pero… te puedo hacer daño, Laurie. Eres humana y eso no es lo más…

Ladeé la cabeza y le miré fijamente a los ojos antes de humedecer mi labio inferior y parpadear de forma seguida. Solo me hizo falta morderlo y soltarlo despacio para atraer su atención y que olvidara sus preocupaciones.

—Por favor… no me subestimes. Se te olvida quién soy en realidad.

—Laurie Duncan, la futura reina del averno —ronroneó.

—Esa misma —respondí en un susurro y tiré de su camiseta para atraerlo de nuevo hacia mí y envolvernos en otro beso.

El contacto entre ambos empezó a quemar al sentir sus manos formar un recorrido por mi piel. Las movía de forma descontrolada hundiendo sus dedos en distintos recovecos. Mi respiración empezó a agitarse al llegar hasta mis pechos.

La tortura fue instantánea. Atary continuó con besos por la clavícula para ir descendiendo, dejando entrever su lengua para dejar un reguero de saliva que erizó el vello de mi piel.

Podía sentir el fuego que se formaba entre los dos, me quemaba. Tiré de nuevo de él para sumergirnos en otro beso, más apremiante e intenso que el anterior. Al separarnos podía sentir mis labios hinchados y con más color, como los suyos.

Atary abrió la boca para decir algo, pero no se lo permití. Llevé mis manos hasta el final de su camiseta para subirla y poder quitársela. Él, mientras tanto, fue devorándome con sus ojos cargados de deseo. Cuando quedó con el torso libre posé mis manos encima y lo empujé con firmeza, dejándolo caer sobre el colchón.

Estaba desatada. En ese momento dejé mis problemas y preocupaciones atrás para dar paso a el lado salvaje que tanto me había esforzado por reprimir. Me puse encima de él y me removí contra su entrepierna para estimularla. Tampoco hizo falta mucho. Mientras lo hacía fui depositando besos y lamidas sobre su piel en sentido descendente hasta llegar a su ombligo. Entonces me aparté para quitarle los pantalones junto a sus calzoncillos. Al tenerle desnudo ante mí me sentí poderosa. Por su mirada lasciva sabía que estaba rendido a mis pies.

—Nunca te imaginé con tanta iniciativa —admitió.

Llevé mi mano hasta su miembro y la cerré para apretarlo. Los ojos de Atary se abrieron al ver el rumbo que iba a tomar la situación y sus mejillas se sonrojaron, dejando entrever sus hoyuelos. Erguí la cabeza y continué con mi entretenimiento moviendo el brazo de arriba abajo en un ritmo que iba in crescendo. Mientras lo hacía no dejé de mirarle a los ojos, desafiándolo.

—¿Más? —pregunté apretando un poco más.

El sonido ronco que brotó de su garganta no me pasó desapercibido.

—Eso no me sirve. Vas a tener que ser más conciso.

—Sí, más —alcanzó a decir en un tono más grave y relamió su labio.

Entonces me dejé llevar introduciéndolo en mi boca y dejé que mi lengua creara un baile. Fui recorriendo cada parte con pasión, entreteniéndome en su glande con movimientos circulares, haciendo que mis mejillas se contrajeran para succionar con mayor potencia. De reojo aprecié como Atary cerraba sus ojos, pero antes me miró y vi que sus pupilas se estaban expandiendo, dejando sacar su oscuridad.

No me detuve. Sentir el movimiento de su vientre al contraerse y su pecho subiendo y bajando en un ritmo frenético me hizo aumentar la velocidad, llevándolo al límite. Podía notarlo. Sus manos ahora estaban enredadas en mi pelo y me dirigía como podía, pues no le dejaba.

—Laurie… al final me estás matando tú a mí.

Me aparté para mirarlo sin apartar la mano de su miembro.

—Espero que puedas estar a la altura, Atary Morningstar.

—¿Me estás retando, pequeña?

—Sí —respondí y apreté un poco más, haciéndole abrir la boca en una sugerente o. Sus cejas se arquearon—. Dame la verdadera bienvenida al infierno, esa que siempre has deseado.

Su sonrisa lobuna no me pasó desapercibida. Al ver que se iba a incorporar le cedí el control e intercambiamos el lugar. Dejé caer mi cuerpo sobre la cama mientras echábamos un pulso con la mirada. Entonces tiró de la parte inferior de mi conjunto y yo me impulsé hacia arriba para ayudarle, arqueando la espalda.

El ataque no tardó en llegar, directo. Atary introdujo uno de sus dedos en mi interior mientras se acomodaba encima de mí. Cerré los ojos para sentir todo con mayor amplitud, incluida su respiración al acercar su boca hasta mi cuello. Me arqueé otra vez, aunque ahora fue de manera inconsciente. A medida que él incrementaba el ritmo dentro yo me removía como una serpiente.

Cuando introdujo otro abrí mi boca para inspirar con fuerza y solté un jadeo. Atary estaba tan deseoso de continuar que sacó su mano de golpe para dar paso a algo superior. La unión fue perfecta. No tardé mucho tiempo en acostumbrarse de nuevo a la fricción de nuestros cuerpos al moverse. Hundí mis dedos en sus hombros para exigirle que aumentara la velocidad y se introdujera de forma más profunda, también lo envolví con mis piernas. Sus colmillos empezaron a pinchar la zona de mi cuello cuando decidió apartarse.

—No —dije mientras intentaba contener otro jadeo—, sigue.

—No es buena idea. Yo…

—Atary —le frené—, por favor.

Ni siquiera estaba pensando en las consecuencias. Mi mente se había sincronizado con mi cuerpo para cumplir el único objetivo que tenía en ese momento, complacerle a él y a mí a la vez. Era consciente del placer que les generaba morder a alguien y chupar su sangre y que también podía sentirlo yo al ofrecerme. Era lo bueno de nuestra reciente unión. Por ese motivo empecé a marcar yo el ritmo al mover mis caderas, provocándole, retándole.

Atary soltó un gruñido y cerró los ojos durante unos segundos. Al abrirlos volvía a tener las pupilas dilatadas, revelando su oscuridad. Entonces se aproximó de nuevo hasta mi cuello para hundir sus colmillos en mi piel.

El orgasmo no tardó en llegar, pero fui lo suficientemente hábil como para controlar la sensación. Me volqué en mantenerme serena para no dejarme ir, pues es en ese momento cuando permites al vampiro entrar en tus recuerdos. Clavé mis uñas en su piel para animarle a seguir succionando. Sus gemidos de placer me hicieron ver que debía de llevar demasiado tiempo sin alimentarse.

Las piernas comenzaron a fallarme y tuve que deshacer el agarre, pero llevé mis manos hasta su pelo para dejarle continuar. Sus movimientos, aun en mi interior, eran descontrolados y su manera de succionar me indicó que estaba sacando a su bestia, porque él había perdido el control.

No necesité mucho tiempo más para dejarme ir yo. Mi vista empezó a emborronarse y mis manos cayeron sobre el colchón. Sentí como sus colmillos salían de mi piel y su voz ronca resonó en mis oídos, pero fui incapaz de escucharle. Lo único que oía de fondo era un pitido agudo que comenzó a envolver la habitación.

Entonces mi respiración se ralentizó y mi corazón dejó de bombear. Abrí la boca para intentar atrapar una bocanada de aire, pero el oxígeno se escapó. Lo siguiente fue todo oscuridad.

—Laurie… Laurie…

Una voz masculina resonó a mi alrededor llamando mi atención. Aún era incapaz de ver dónde estaba, pero por el eco que se formó parecía un espacio vacío.

—Laurie. Ey, tienes que abrir los ojos. Tu momento no ha llegado todavía.

Intenté hacer caso a la insistente voz y me removí para tratar de despertar. Tenía muchas preguntas y muy pocas respuestas. La oscuridad que me envolvía poco a poco empezó a disiparse y todo me resultó más claro. No necesité que me zarandeara más para darme cuenta de que quien estaba a mi lado era nada más y nada menos que Nikola.

Cerré los puños mientras calibraba qué hacer. No me había preparado para enfrentarme a él tan pronto, sobre todo a sus hostiles ojos grises y sus labios torcidos en una mueca. La traición seguía pesando en lo más profundo de mi pecho y eso era peligroso, pues hacía aumentar la ira.

—Tú… —espeté en una especie de gruñido—. ¿Dónde estoy? ¿Qué…? ¿Qué haces aquí?

—No hay mucho tiempo, pero sé que tienes muchas preguntas y más después de… tratar de resucitarme, así que haré lo que pueda.

Sus ojos me atravesaron con ferocidad y su mueca de desagrado se acentuó, indicándome que no aprobaba la decisión que había tomado. Inspiré con fuerza y alcé el mentón. No pensaba amedrentarme.

—Estás…muerta. Casi muerta. Digamos que tu alma pende de un hilo y tienes que esforzarte para regresar o todo se habrá ido a la mierda.

—¿Tú también? —pregunté indignada—. ¿Te atreves a decirme lo que tengo que hacer después de haberme usado? ¿De haberme mentido?

—No te mentí en ningún momento, Laurie. Amélia es y será siempre el amor de mi vida. Eso nada ni nadie podrá cambiarlo.

Sus palabras rebotaron en el ambiente, pero sobre todo resonaron en mi corazón, haciéndolo tambalearse.

—Me dijiste que me querías…

—Soy un monstruo, Laurie, te lo advertí desde el principio. Sí, desarrollé sentimientos por ti, pero fueron debido a tu parecido con ella. Verte con Atary, que lo besaras, que os acostarais… mi mente me provocaba al imaginarse que se trataba de Amélia. Me volvía loco. Me obsesioné. Mi esencia es la envidia y no podía controlarlo. Tenía que hacer lo que fuera para alejarte de él. Tenía que… Sentía que, de alguna manera absurda, tenerte cerca me haría recuperar a mi esposa. Tú me hacías sentir vivo, humano… porque cada vez que veía tu rostro sentía que era ella. Tú…

Inspiré con fuerza y cerré los ojos. No quería escuchar nada más. No… no podía hacerlo. Escuchar lo que estaba diciendo era lo más doloroso que había tenido que experimentar nunca, incluso más que terminar con mi vida o sentir que una estaca atravesaba mi corazón.

—Incluso los monstruos tienen más corazón y empatía que tú —espeté con las manos temblorosas. Me mordí el labio inferior para intentar serenar su movimiento acelerado. Estaba cerca de explotar y llenar mi mejilla de lágrimas. Me negaba a que presenciara eso. A que me viera llorar por él. No se lo merecía.

—No esperes que me disculpe porque lo haría mil veces más si con eso consiguiera estar más cerca de Amélia. El día de nuestra boda le prometí que la amaría por toda la eternidad y… así ha sido. Nunca renunciaré a ella.

Tragué saliva y apreté los párpados con toda la fuerza que me resultaba posible para no verlo. Tenía que luchar para no enfrentarme a él y a todo lo que estaba diciendo. No me merecía algo así. Me sentía una estúpida. Estaba tan ciega que nunca me había dado cuenta y todo estuvo muy claro. Me habían avisado muchas veces y no hice caso a nada.

Podía sentir como me estaba rompiendo por dentro. Mi corazón latía a un ritmo tan bajo que temía que se parase del todo y mi garganta se estrechaba debido al nudo que la estaba destrozando. El dolor era tan fuerte que me estaba devorando por dentro. Tenía ganas de arrasar con todo a mi paso. Los Herczeg solo sabían mentir y destruir.

—Te odio, Nikola. Te odio con toda mi alma —siseé.

—Y lo entiendo. Lo acepto, Laurie, pero eso no quita que tienes que luchar para despertar y acabar con todo de una vez.

—¿Con qué derecho me pides eso, Nikola? ¿Por qué debería de arriesgar mi vida?

—Yo arriesgué la mía en varias ocasiones por ti.

—¡Por Amélia! —chillé fuera de mí—. No seas hipócrita.

Mi pecho subió y bajó en un ritmo frenético mientras mis manos se apretaban en un puño, temblorosas. Al gritar había abierto los ojos y había tenido que enfrentarme a la dureza de su mirada. Ese no era el chico del que me había enamorado. Era alguien completamente diferente. Más frío y hostil.

—No te pido que lo hagas por mí, te pido que lo hagas por todos aquellos que han muerto y quieres. Aquellos que lo han hecho por defenderte. Vlad, Ana, Angie… estoy enterado de cada muerte. Incluso Elizabeth, Rocío y Franyelis fueron víctimas de toda esta situación. ¿Acaso no merecemos todos un descanso? ¿No merece la humanidad quedar libre del mal que se ha expandido durante tantos siglos? Sin Lilith y Samael los vampiros desaparecerán. No habrá más ríos de sangre por sus deseos de venganza.

Sopesé sus palabras. Estaba furiosa por todo lo que había hecho, pero no le podía quitar la razón. Aun así, no pude evitar preguntarme si Lilith y Samael se merecían desaparecer después de haber sido apartados y castigados de esa manera. Yo no era ninguna jueza que pudiera interceder y decidir sobre vidas ajenas.

—¿Lo harás? —preguntó mirándome fijamente al ver que lo estaba observando sin decir nada.

—No lo sé —respondí con sinceridad—, pero estoy cansada de sentirme entre la espada y la pared. Todos os laváis las manos y os desentendéis. La única responsable de todo esto parece que soy yo y, precisamente yo, no pedí nada de esto.

—Nosotros tampoco decidimos ser vampiros, Laurie. Yo no quería vivir durante siglos con un sentimiento de culpa por haber terminado con la vida de mi esposa. No quería dejarme llevar por la sed de sangre y acabar con la vida de personas inocentes. Y mucho menos hacer daño a nadie. De ningún tipo. Incluso muerto sigo sumido dentro de esta pesadilla. Estoy cansado.

—Yo sí que estoy cansada. Mi padre no era realmente mi padre, me acosté con quien sí resultó serlo y mi madre parece ser que tampoco es mi madre ¡pues Eva se me apareció en sueños con su cuerpo! Ah, además fui producto de una venganza originada al inicio de los tiempos y de humana pasé a vampiresa y luego a híbrida. ¿Te parece poco?

Me crucé de brazos mientras le desafiaba con la mirada. Todo el mundo se quejaba de sus problemas, pero nadie parecía escuchar los míos.

—Todos tenemos problemas.

Inspiré con fuerza para contener mis ganas de acabar con él, si eso fuera posible. Nikola se había vuelto más insensible y arisco de lo que ya era en vida.

—Mira, lo siento por… haberte usado de esa manera. Sé que estás molesta, y lo comprendo, pero esto va más allá de todo eso. Ninguno pidió esto, pero aquí estamos. Se fijaron en ti porque te veían fuerte y poderosa. Ahora solo tú puedes remediar este desastre. Haz que vivir merezca la pena, Laurie.

—¿Por qué? ¿¡Por qué demonios tengo que ser yo!?

—Porque eres batwoman.

Nos quedamos en silencio al escuchar el apodo que me había puesto tiempo atrás. Oírlo de nuevo salir de sus labios escocía como si tuviera una herida en carne viva. Tragué saliva antes de asimilar que tenía razón. Tenía que acabar de decidirme por un bando y hacerlo pronto, a pesar de las consecuencias que esa elección traería. Estaba cansada de tanta mentira y manipulación. Quería dejar todo atrás.

—¿Cómo salgo de aquí? ¿Qué hay que hacer para regresar?

—Lo llevas practicando mucho tiempo. Solo tienes que concentrarte para volver a llevar el alma a tu cuerpo.

Lo miré antes de asentir. Tenía que ser masoquista porque, aunque me dolía contemplar sus facciones, mi mente se esforzaba en retenerlas para atesorarlas. Querer a alguien y no ser correspondido es lo más doloroso que puede experimentar una persona.

Pensé en Vlad. Incluso él, más allá de toda la lujuria y sus perversiones, se había arriesgado para protegerme. A su manera me había demostrado que le importaba. Me quería.

—Nikola.

—Dime —respondió de manera escueta.

—¿Cómo está Vlad? Está… ¿Está bien?

Sus ojos grises me atravesaron antes de contestar:

—Me dijo que está orgulloso de ti y de tu ADN.

No pude evitar que una sonrisa elevara la comisura de mis labios.

—Adiós, Nikola. Haré lo que pueda para salvar el mundo.

Él asintió antes de retroceder unos pasos. Entonces decidí cerrar los ojos y apretar las manos en un puño para concentrarme. Tenía un largo trabajo por delante para regresar.

Cuando ya estaba sintiendo un cosquilleo en mi cuerpo que fue creciendo más y más, la voz de Nikola me acompañó en un susurro helador:

—Sé que lo harás, batwoman.

El fogonazo de luz fue inminente. El regreso a mi cuerpo fue brusco, pero conseguí despertar. Lo primero que hice fue incorporarme y abrir la boca para inhalar el mayor oxígeno posible mientras mi pecho subía y bajaba desesperado.

Mis ojos encontraron los de Atary, que estaba frente a mí con un rastro de sangre en sus labios y tenía el pelo revuelto. Su expresión preocupada no me pasó desapercibida y al tocar mi boca me di cuenta de que había ingerido la suya. Me relamí al apreciar su dulce sabor.

Quería más.

Necesitaba más.

Mi mente recordó todo al instante. Durante varios segundos el plan fue proyectado en mi interior y barajé varias opciones. No podía creerme que pudiera seguir adelante y mi lealtad hacia él no me frenase. Era ahora o nunca.

—Laurie… —Escuché que decía con voz ronca al ver que había vuelto en mí—. Me habías asustado, pequeña.

No le di mucho tiempo de margen. Doblé mi cuerpo para sacar el arma que había guardado bajo la cama, la espada ardiente del Edén, y sostuve su mango. A gran velocidad, la moví en el aire para que cargara energía y la llevé hasta él, usándola para atravesar su pecho hasta notar que perforaba su corazón. Los ojos de Atary se abrieron de par en par, al igual que su boca.

Tragué saliva al ver que salía sangre de su interior, aunque esta era de un tono más oscuro, y movió sus manos como si intentara quitar el arma de encima. Mi pecho se agitó al apreciar que una humareda ceniza comenzaba a salir de su cuerpo debido a la llamarada de la espada. También me fijé en sus labios, que se movieron para decir algo, pero exhaló un suspiro y se desplomó sobre la cama. Su rostro comenzó a adquirir un tono plomizo y varias venas aparecieron, otorgándole un aspecto macabro.

¿Lo había matado?

Ir a la siguiente página

Report Page