Laurie

Laurie


Capítulo 2

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CAPÍTULO II  HUÉSPEDES INDESEADOS

Los meses pasaron mientras los diferentes dhampir trataban de insistirme. Al principio era constante, pero después empezaron a desistir. Sabían que no conseguirían nada.

Me sentía demasiado cansada. Estaba agotada de tener que esforzarme en luchar por todo y todos, que a nadie, excepto Angie, le importara cómo me sentía. Parecería egoísta, inmadura, débil… me daba igual qué etiqueta me pusieran, nadie excepto yo misma podía saber todo lo malo que había presenciado en un año.

Un año…

Había pasado un año desde que había puesto un pie con Ana en Edimburgo y nuestras vidas cambiaron de manera drástica. Contuve una lágrima al recordar que ella ni siquiera ya la tenía. Todos los que me querían y se arriesgaban por mí terminaban muriendo. Eso me había dejado exhausta.

Vacío.

Era la sensación que albergaba en mi interior. Me había refugiado en ese vacío que me acompañaba desde que murió una de las personas más importantes para mí. Desde que Nikola se había ido el silencio me daba miedo. Ya no tenía a nadie que me dijera qué hacer, cómo actuar. Nunca me había asustado tanto no tener a un guía que me acompañara. Ahora todo dependía única y exclusivamente de mí. Y dudaba de mi capacidad para ser racional y pensar con frialdad. Yo era una chica de impulsos, no de decisiones consensuadas.

—Laurie.

Me giré al escuchar la voz de Angie, la única amiga que me quedaba. Ni siquiera me había molestado en volver a hablar con Britt, Senoi, o quien quiera que fuese ahora. Tampoco me divertían las bromas de Ryuk y mejor no hablar de Sham. Estaba más cabreado que de costumbre por mi pasotismo, pero me daba igual. Por mí podía enfrentarse a todo el mal que había en el exterior en mi lugar.

—¿Sí?

—Han pasado ya meses. Yo… —Cogió aire para respirar con fuerza—. No me hago una idea de lo complicado que ha debido de ser todo para ti, solo puedo entenderte al recordar lo mucho que sufrí al no saber nada de Soid, pero… la situación se está complicando, mucho. Adán está preocupado porque la oscuridad crece a un ritmo descontrolado y no hay tantos seres de Lux como para contrarrestar. Si dejamos que pase mucho más tiempo… —Suspiró—. No sabe si podrá dejarte mucho más margen, está desesperado.

—Que hubiera tratado bien a Lilith en el inicio de los tiempos y nada de esto hubiera sucedido —gruñí—. Así hubieran sido los malditos reyes del Edén y Lucifer no habría tenido descendencia.

—Laurie… no podemos culparlo por algo que sucedió hace… Ni siquiera podemos llevar la cuenta.

—¿Y meterme presión a mí por un error suyo si se puede? ¿Espera que me ponga en primera fila para recibir todos los ataques mientras él se queda sentado mirando todo con una copa de vino en la mano? No, gracias. Por mí puede pudrirse en el cielo o en el infierno, donde prefiera.

—Laurie.

Sus ojos marrones me miraron con frustración y puso los brazos en jarra. Sabía que me estaba desahogando con quien menos lo merecía, pero me alteraba la prepotencia de Adán y su manera de tratar al resto, como si fuéramos menos importantes que él.

Él la había cagado, él tendría que solucionarlo.

—¿Acaso no lo has pensado? ¿Qué me dices de Lux? Oh, el gran ser que creó todo. ¿Y por qué narices no pararon a Lucifer en su momento? ¿Por qué tuvo que crear a un ser que lo sabía todo y era altamente poderoso? Un ser inmortal… ¿y tenemos que arreglarlo los demás? ¿Me tuvo que elegir a mí? ¡A mí! Es que tiene que ser una maldita broma.

Angie meneó la cabeza en respuesta, seguramente ya cansada de escuchar siempre el mismo monólogo por mi parte. Al menos ella tenía a su hermana dentro de la academia, tenía amistades, tenía pilares a los que aferrarse si de repente flaqueaba. Pero ¿qué tenía yo? Durante las noches, si cerraba los ojos, solo conseguía nadar entre los recuerdos, la culpa, el arrepentimiento. Ni dedicando todo mi esfuerzo había conseguido volver a soñar. No había ninguna manera de recuperar a Nikola. No podía comunicarme con él. Ni con él ni con nadie, era inútil. Ya no tenía ningún trocito de esperanza al que aferrarme.

—Le diré que necesitas más tiempo —respondió tras la puerta antes de cerrarla.

—Que dejen de esperar todo de mi parte —murmuré—. No tengo nada más, estoy vacía.

Miré la puerta de madera que me separaba del resto de la humanidad. Ojalá esas cuatro paredes me protegieran para siempre, daría lo que fuera por volver a meterme en esa burbuja que me separaba de cada secreto, cada mentira, cada engaño… Ojalá pudiera volver a ser feliz. Ahora ese pensamiento lo veía imposible.

Hacía tiempo que fue destruido.

Los segundos se entremezclaban con los minutos, y estos con las horas. El tiempo estaba tan emborronado que se escapaba entre la yema de mis dedos, por eso no supe qué hora era cuando alguien llamó a la puerta.

Levanté la vista. Sentada sobre la cama pude ver como la cara jovial de Ryuk me observaba, analizando mi expresión. No le dije nada pero entró igualmente. Su figura delgada y blanquecina era de las pocas que toleraba.

—Vampirita.

—Ryuk.

—Me alegra saber que todavía recuerdas mi nombre. —Sonrió.

—¿También te vas a sumar a la larga lista de dhampir que insisten en que salga de esta habitación y dé la cara?

Mi antiguo compañero se acercó y se sentó en una esquina de la cama antes de negar con la cabeza.

—La verdad es que por el olor que desprende no te vendría mal. ¿Cuánto hace que no te duchas? Ni siquiera estás alimentándote bien. No hace falta que sigas una dieta rica en sangre de vampiro, pero los nutrientes para humanos pueden ayudar.

—No hace falta que te preocupes por mí. Si me muriese os haría a todos un favor —respondí con la voz apagada.

—Laurie, no digas eso. Sabes perfectamente que no es verdad.

—Ah, ¿no? ¿No soy una carga para todos? ¿No estáis cansados de que permanezca bajo estas cuatro paredes?

Ryuk se rascó la nuca y removió su dorado y despeinado cabello antes de continuar.

—La verdad es que últimamente no es que seas la alegría de la huerta precisamente, pero no eres una carga. Es verdad que la mayoría espera mucho de ti, pues eres el primer híbrido que hemos visto y Lux te ha escogido por algo, pero… también somos conscientes de tu situación. Es solo que las cosas empiezan a complicarse, vampirita, y si no hacemos algo todo se irá a pique. Nuestro deber es salvar a la humanidad. Proteger a cada uno de los inocentes, descendientes de Eva y Adán.

—Estoy cansada de Lux y de Nyx. De tener que pagar los errores de cada uno. Cuando ellos empiecen a mirar más allá de su ombligo entonces, quizás, moveré un dedo. Hasta entonces prefiero mantenerme en la sombra, sin hacer daño a nadie más.

Sus ojos verdes destellaron mientras su sonrisa se curvaba hacia abajo. Se hizo el silencio, pero no me importó. Estaba acostumbrada a convivir con él.

—Quiero volver atrás, Ryuk —sollocé—. Quiero despertar de esta pesadilla y aparecer en habitación de Luss, en mi cama. Poder volver a ver a Ana María abrazándome mientras llega un olor a tostadas de la cocina. Me gustaría encontrarme con mis padres y poder ir a Edimburgo a estudiar como una persona normal. Solo… solo quiero eso. Quiero que todos recuperemos la vida que perdimos o nos fue arrebatada. Quiero… que todos regresen.

Varias lágrimas se deslizaron por mis mejillas, humedeciendo mi piel. Ryuk se mantuvo callado, mirándome con preocupación. Sabía que él no podría hacer nada, era druida, no pasajero del tiempo, pero lo deseaba con todas mis fuerzas. Ansiaba tener una segunda oportunidad.

—Sabes que si pudiera lo haría, te daría todo eso que pides. Por desgracia, yo no puedo hacer nada. Es algo que se me escapa de las manos. Lo único que te puedo aconsejar es que aunque el pasado no podamos cambiarlo si podemos decidir nuestro futuro con las acciones del presente, y lo que hagamos influirá en la vida de los demás. Ya han muerto suficientes personas inocentes, Laurie, no aumentemos ese número.

—¿Y qué hay de los seres de Nyx? Si terminamos con Lilith y Lucifer todos los demás morirán. Conociste a Nikola, a Rocío, a… Todos tienen un pasado, unas preocupaciones, unos sentimientos. ¿Por qué su vida vale menos? ¿Por qué se tienen que sacrificar? Fueron humanos en su día.

—Lo sé, Laurie, lo sé. Pero también tienen su lado salvaje y les arropa la oscuridad. Están controlados por ellos, ¿crees que no los usarán a la hora de luchar? ¿Qué no los sacrificarán? Si te piensas que eres un peón, imagínate lo que son ellos. En tu mano está decidir el futuro de todos.

—Estoy cansada de tener que decidir por los demás, que sobre mis hombros pese una acción así. Yo no soy nadie para decidir el destino de la humanidad. No soy… nada. —Suspiré.

—Lo eres todo, Laurie, solo te falta recuperar las ganas de sobrevivir. Si te esfuerzas podrías ser imparable. ¿Por qué piensas que Lilith te quería destruir? Eres poderosa.

—No puedo con todo esto, Ryuk. No puedo más.

Se levantó de la cama y extendió su mano hacia mí. Al sostenerla observé como una luz anaranjada pasaba por su brazo iluminando los tatuajes que tenía, mientras unas mariposas revoloteaban a nuestro alrededor. No la solté, la calidez que irradiaba era reconfortante, pues calentaba mis mejillas, devolviéndoles un poco de rubor.

—No puedo cambiar tus sentimientos pero si otorgarte algo de paz. Espero que te sirva —dijo antes de soltarse. Bajo sus ojos apareció una fina capa de ojeras.

—Gracias.

Lo miré. Al menos él no me había engañado. Junto a Angie, él veía algo más en mí. Decidí hacerle caso y dar un paso hacia adelante. Iba a ser complicado recuperar las riendas de mi vida, pero al menos comenzaría por lo más sencillo: Salir de la habitación.

Al llegar al pasillo me di la oportunidad de maravillarme por la decoración y la amplitud. Era un espacio enorme y, aun así, no parecía vacío, puesto que dhampir de todas las alturas y tez de piel iban de un lado hacia otro. Me inquietaba que le dieran tanto uso al color blanco y los techos fueran acristalados, reflejando la luz solar.

Mientras caminábamos me di cuenta de que muchos me miraban, algunos lo hacían de manera disimulada, pero otros eran bastante descarados. Podía escuchar sus voces, los susurros, los gestos con la mano mientras Ryuk y yo intentábamos avanzar esquivándolos. Nunca me acostumbraría a eso.

Llegamos hasta una gran puerta, cerca de la majestuosa figura de Eva. Al contemplarla de cerca percibí su expresión afligida, como de piedad. Sus manos se alzaban hacia el cielo y parecía hacer genuflexión, en señal de rendición. Hasta en esa estatua era representada bajo el símbolo de sumisión, mientras Adán se magnificaba bajo una expresión de firmeza y seguridad.

Cuando Ryuk la abrió, contemplé que era la misma sala en la que me habían esposado al ser un vampiro en transición y me había tenido que enfrentar a todo su séquito. Mi cuerpo se tensó mientras analizaba el espacio con mayor detenimiento. Los recuerdos me apresaban, agravando mis heridas más internas.

En el sillón individual se encontraba la figura que había pertenecido a mi padre, pero ya no lo veía igual.

Podía seguir teniendo su cabello, sus ojos pequeños y expresivos, su nariz alargada… pero su mirada era diferente, autoritaria, y ya no tenía ese brillo paternal que tantas veces me había tranquilizado. Mi padre ya no estaba, solo quedaba Adán.

Todavía tenía que explicarme qué había sucedido con eso. ¿Por qué había tenido tanta insistencia la mujer del sueño en hacerle despertar? Acaso… ¿Adán había permanecido dormido? Removí ese pensamiento. No tenía ningún sentido.

La tensión de mi cuerpo aumentó al ver que en esa misma sala estaba Sham, y también Senoi. Miré a ambos con odio mientras la mano de Ryuk se posaba en mi hombro en señal de advertencia.

—Laurie…

Senoi se acercó a mí con expresión cauta pero levanté la mano para que se detuviera. No quería hablar con ella, su traición también me había dolido. Lo que menos necesitaba era que abriera la boca para soltar otra sarta de mentiras.

—No —respondió indignada mientras cerraba las manos en un puño—. He decidido darte tu tiempo estos meses, pero estoy cansada de esperar. Sé que quieres explicaciones y yo puedo dártelas, pero si te alejas es imposible.

—¡Me mentiste! Me dijiste que no tenías nada que ver con todo eso, que eras una neófita. ¿Por qué lo hiciste?

—¡Eso es lo que te quiero explicar! —exclamó alzando el tono e hizo un gesto de frustración con las manos.

—Joder… ¿por qué no la matamos de una vez? Sigue siendo una carga.

Le solté una mirada de odio a Sham, seguía con ganas de darle un puñetazo. Todavía no me había olvidado de que fue él quien disparó. Por su culpa había tenido que tomar esa decisión. Si hubiera hecho caso a Nikola las cosas serían más sencillas. Sham estaría en silencio bajo tierra y él respiraría a mi lado. Pero no. Tuve que salvar al maldito y desagradecido dhampir.

—Cállate, Shamsiel. Ya sabes lo que hemos hablado y cuando Laurie decida actuar procederemos a tu despertar.

—¿Tu qué? —pregunté mirando a Adán y a él respectivamente. Si estaba cansada de secretos y mentiras, saber que había más a mi alrededor me agotaba. Me froté la sien para intentar mantener la calma.

—Ryuk —dijo su líder haciendo un gesto de mando y se apoyó contra la larga mesa que presidía—, mejor explícaselo tú.

Mi compañero de aventuras no tardó en asentir con la cabeza y tragó saliva antes de mirarme y ponerse serio. Algo poco habitual en él. Me crucé de brazos mientras esperaba la respuesta.

—Bueno…, te haré el resumen para no remontarme al inicio de los tiempos con esas movidas que tú ya sabes entre Lilith y Adán. —Carraspeó—. Llegaron a la tierra tres ángeles, enviados por Lux para detenerla a ella y a Lucifer. Esos ángeles fueron Senoi, Sansenoi y Semangelof; juntos crearon el dije que destruiría el mal, pero también la podría expandir, como ha… sucedido. En fin, el caso es que renunciaron a gran parte de su poder y adquirieron la mortalidad. No podían volver al cielo, así que se convirtieron en guardianes.

—¿Guardianes? —repetí atónita mientras observaba de reojo a uno de esos tres seres celestiales. Me miraba fijamente mientras jugueteaba con las manos—. ¿Y qué pasó con los otros dos? ¿Dónde están?

—Calma, vampirita, a eso voy. Como no podían regresar junto a Lux y exponerse era peligroso por la venganza jurada de Lilith, decidieron ocultarse adhiriéndose al alma de distintas criaturas con las que se encontraran. Se denominan huéspedes, aunque yo prefiero parásitos. —Sonrió mientras le sacaba la lengua a Senoi y esta rodaba los ojos en respuesta—. Permanecen pegados al alma de la persona que poseen y, cuando un druida sexi y poderoso los despierta, es decir…yo —continuó señalándose y me guiñó el ojo—, pues el alma de la persona muere. El cuerpo de Britt… es ella ahora.

—¿Me estás diciendo que Britt falleció? Que… ¿Qué ese parásito le ha arrebatado la vida para salvar la suya? —siseé señalando a la chica que había sido mi amiga. Eso estaba siendo demasiado difícil de digerir para mí.

—Mejor saltemos ese tema. —Se removió cambiando el peso de un pie con el otro—. El caso es que cuando los tres ángeles se junten podrán otorgarle un gran poder a Adán y este luchar a tu lado. Sin ellos… él no puede hacer gran cosa, no deja de ser mortal. Sansenoi está adherido al alma de Shamsiel, por eso lo puedo despertar cuando llegue el momento, pero nos falta el más escurridizo.

Ignoré esa información debido a que otra ocupaba gran parte de mi mente. Recordé ese instante en el que Adán se había comportado como un idiota conmigo. Me centré en la mujer del sueño, Eva… tenía clarísimo que yo había sido la culpable de devolver a la vida a ese narcisista. Yo había… ¿había destruido a la única persona que había visto algo de luz en mí?

Respiré con fuerza para intentar serenarme. La culpa me estaba carcomiendo de nuevo, no podía creerme que ya no quedara nada de Arthur, de mi padre, porque yo había hecho que se esfumara. El único rastro familiar que quedaba se había borrado entre mis dedos.

Cerré los ojos y camuflé toda la tristeza bajo una capa de rencor. Incluso la religión se había encargado de venerarle, cuando Adán la había cagado más que ningún otro por culpa de su egoísmo.

—Así que… sin la ayuda de esos ángeles y la mía no eres nadie ¿verdad, Adán? —pregunté alzando la cabeza y saboreé la sensación de mirarle fijamente, de observar cómo su rostro se endurecía y me observaba con severidad.

—Mucho cuidado con lo que dices, mocosa. No quieras enfrentarte al máximo exponente de la luz.

—Yo solo veo a un humano jugando a ser inmortal. Una persona que disfruta pisando a los demás y es tan inepto que no es capaz de reconocer sus propios errores. Ahora comprendo a Lilith, ¿sabes?

Sus puños se cerraron mientras el resto enmudecía. Incluso Sham se había quedado callado, sus ojos bailaban de un lado al otro.

—Cambia tus palabras y arrodíllate ante mí. No eres más que una niña inmadura con la lengua demasiado larga. Sin mi ayuda no eres nadie, te destruirán al segundo, igual que le sucedió a Lilitú. Las dos sois igual de ingenuas por pensar que podéis actuar por vuestra cuenta cuando nuestro creador solo os hizo para garantizar la descendencia. Las mujeres sois débiles —dijo, terminando la frase en tono furioso mientras me señalaba.

—Si soy tan débil ¿por qué todos esperáis que luche contra el mal? ¿Por qué muchos me consideran el arma definitiva? Incluso Lux decidió depositar parte de su poder en mí, mientras que tú necesitas la ayuda de unos ángeles milenarios y te escondes bajo estas cuatro paredes.

Avancé unos pasos hacia él. Ryuk intentó detenerme sujetándome por el brazo, pero me deshice de su agarre. Estaba demasiado furiosa por las palabras de Adán, ¿acaso no había aprendido nada?

—Yo soy una mujer, Adán, y no he sido creada para acatar órdenes de ningún hombre. He sido creada para seguir mis propias reglas. Que no se te olvide nunca o tus problemas no habrán hecho más que aumentar.

Le di la espalda sin esperar respuesta. La furia que sentía había hecho que mi piel vibrase y llevé la vista hacia mi brazo. Mientras desaparecía por el pasillo contemplé que el modesto tatuaje que aun poseía brillaba. Lo oculté con la otra mano mientras regresaba a la habitación. No lucharía hasta que estuviera preparada y no pensaba arrodillarme ante mi padre.

Si Adán quería que me enfrentara al mal tendría que pedírmelo directamente.

Las tornas habían cambiado. No estaba dispuesta a ceder más.

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