Laurie

Laurie


Capítulo 3

Página 5 de 47

CAPÍTULO III  ¿LAURIE?

El frío se instaló en la academia de la luz oculta por Edimburgo. Era una fecha muy esperada por todos los dhampir, no solo porque les gustaba poner los típicos adornos de la Navidad y podían poner en pausa sus preocupaciones, convirtiéndose en chicos normales; sino porque era el cumpleaños de todos. La palabra fiesta era la que más se escuchaba entre cada uno de ellos.

Yo había decidido salir más de la habitación y hacer algo por distraerme. Si seguía pensando en las muertes y todos los errores que había cometido me iba a volver loca. Me apenaba, había estado tan centrada en demostrarle a los demás que era autosuficiente que no había sido consciente de hasta qué punto la había cagado. Nos había metido en cientos de peligros y todos y cada uno de ellos se repetían día tras día en mi mente, hasta llegar al peor.

No me arrepentía de haberme convertido para intentar salvar a Nikola. De hecho, lo repetiría una y mil veces más, pero si me arrepentía de no haberle hecho más caso. Aún tenía mucho que aprender y madurar, pero estaba poniendo de mi parte. Quedarme inmóvil en la oscuridad no ayudaba a nadie, ni siquiera a mí.

Pasaba gran parte de mi tiempo con Angie y Ryuk. Soid se sumaba a veces, pero siempre manteniendo algo de distancia. Con Senoi las cosas estaban prácticamente igual, gastaban un montón de minutos intentando convencerme en que empezara a entrenar y centrarme en el objetivo que habían creado para mí, pero los ignoraba.

Seguía en mis trece con lo que había jurado unos meses atrás, me negaba a ayudar a Adán si seguía manteniendo esa actitud arrogante y egoísta. Y él era tan orgulloso que se negaba a reconocer que me necesitaba, no al revés como se empeñaba en comentar. Así que así estábamos, Adán de los nervios y yo deseosa de remontar. Necesitaba distraerme fuera como fuese.

Moví la cortina para mirar por la ventana, el exterior consistía en un suelo terroso y un montón de árboles ocultando de forma parcial el sol. No era la primera vez que lo hacía, pero había desistido en el intento de descifrar dónde se ubicaba la academia, puesto que me habían dicho que varias brujas la habían hechizado, ocultándola de los demás. Por eso era imposible encontrarla, a no ser que un dhampir te guiara.

Durante ese tiempo también había tenido tiempo para reflexionar. En unas semanas haría un año que Atary me había convertido y no dejaba de buscar una explicación. Ahora que volvía a ser humana el vínculo se había esfumado, así que podía descansar de esa enorme necesidad que tenía de acercarme a él, de arrodillarme y jurarle lealtad. Por fin podía alinear mis pensamientos y centrarme en recopilar datos.

En nuestro último encuentro me había repetido hasta la saciedad que me quería a su lado y que abrazara la oscuridad. A Atary le movía la avaricia y no tenía problema en degustar sangre humana, eso me hacía formular una pregunta clave: ¿Tenía algún tipo de sentimiento afectivo hacía mí? ¿O siempre se había limitado a aspirar a tenerme a su lado para ampliar su poder o usar el mío en su beneficio?

Eso me llevaba a otras preguntas mucho más importantes. ¿Dónde estaba ahora? ¿Cuál sería su siguiente paso? Porque me negaba a creer que ahora nos iban a dejar en paz. Demasiado tiempo estaba durando la calma.

Los dhampir pensaban igual pero disfrutaban del descanso. Habían sido unos meses de locura para ellos intentando proteger a las personas del descontrol que habían ocasionado los vampiros, sobre todo Erzsébet. Quizás no era mala idea eso de ceder a entrenar para volverme fuerte y poder vengar a Rocío. Se lo había prometido a Nikola, pero también a mí misma.

Coloqué la cortina en su sitio y deambulé por los pasillos. Habían puesto lucecitas de colores y guirnaldas por las paredes, también calcetines rojos y muñecos de nieve sonrientes. La escalera blanquecina principal estaba bastante cargada, era imposible acariciar el pasamanos por culpa de las guirnaldas y las luces que alumbraban en la noche, pero no era nada comparado con el inmenso árbol de Navidad.

Lo habían puesto en una esquina del salón principal, donde varios sillones presidían la zona junto a una chimenea de piedra. Estaba tan decorado que apenas se veían las ramas, eran todo bolas blancas, rojas y marrones junto a lucecitas tintineantes.

Aun con el calor de las llamas, la sala era tan grande que tenías que ir abrigado. Al llegar vi que varios dhampir estaban conversando sobre los regalos que esperaban tener y cómo añoraban a sus familias. Tenía que ser duro dejar toda tu vida atrás para proteger a las personas que quieres y formarte en el combate ante seres de Nyx. Lo que no me gustaba era cómo los hacían endurecerse y seguir firmemente a su líder, sin dejarles mucho margen para dudar. Si dudabas o fallabas te ibas, quedando a merced de tu propia supervivencia.

Tampoco me gustaba que les hicieran creer que los vampiros y demás facciones de la noche eran unos monstruos. Vale que la mayoría se dejaba llevar por su naturaleza y actuaban por impulsos, pero otros se esforzaban en ser buenos y no hacer daño a los demás. No podía olvidar la mirada que me habían dado todos cuando me habían atado al ser una neófita. Desearon mi muerte. No les importó nada más. ¿En qué posición les dejaba eso?

—Te busca el líder. Está en su despacho.

Asentí al chico de tez morena y gafas que se había girado para hablarme. No estaba acostumbrada a que interactuaran conmigo para algo que no fuera intentar convencerme de que me rindiera ante él. Dudaba que esta vez no fuera diferente, seguro que Adán quería hablar conmigo para molestar, o para ordenar, ambas cosas me irritaban.

Continué por los pasillos del primer piso, donde estaban las salas principales y de usos múltiples. Lo bueno de haber estado aquí tantos meses era que ya no me perdía, así que podía ir a mi aire por la academia.

Al llegar hasta la puerta me detuve para inspirar con fuerza. Tenía que reconocer que, aparte de no empatizar con él por su actitud, el motivo principal de mi recelo era que por su culpa había perdido al hombre que me había querido y aceptado desde que nací, y ver su rostro, aun sabiendo que ya no era él, me martirizaba. No lo soportaba.

Golpeé la madera antes de entrar para avisar, pero no esperé a su confirmación. Al verle sentado cómodamente frente a su escritorio decidí centrarme en analizar su alrededor. Era un espacio pequeño y sencillo, todo perfectamente colocado y ordenado; inclusive la pila de libros y papeles que tenía encima.

—Siéntate.

—¿Qué quieres? —pregunté alzando el mentón.

—Para empezar, que te sientes.

Me crucé de brazos mientras le miraba fijamente, incapaz de obedecer. Si quería quedarme de pie era mi problema. No era nadie para ordenarme y sabía que su objetivo era que empezara a mostrar sumisión, como todos los demás. No estaba acostumbrado a que alguien le llevara la contraria, pero no le quedaría de otra que aceptarlo.

—Al grano, Adán.

Su resoplido no me amedrentó, sino todo lo contrario. Verle removerse en el asiento con el ceño fruncido y la boca torcida me recordó a Nikola. Llevé las manos hasta mi pecho al sentir una punzada de dolor. Cómo lo echaba de menos…

—Tu comportamiento es insultante. Si no estás dispuesta a colaborar no dudaremos en echarte. Me estoy empezando a cansar.

—Mejor no hablemos de comportamientos. No pienso colaborar hasta que empieces a tratarme como una persona, no como un objeto —repliqué—. Yo sí que estoy cansada.

—¡Nuestro creador te escogió para ser un arma! —exclamó antes de dar un puñetazo sobre la madera.

—Lux me escogió para enmendar tus errores y no es nada justo. Si estás cansado de mí puedes echarme sin problemas, no me voy a quejar, pero admite que entonces estarías en un grave problema porque no tienes ni puñetera idea de cómo enfrentarte a Lilith y su séquito.

—Lilith es solo una piedra en mi camino.

—Es mucho más que eso, no entiendo por qué te resulta tan difícil de aceptar.

—Cállate —me advirtió—. No eres más que una insolente.

Inspiré con fuerza y cerré los ojos antes de cerrar también los dedos en un puño. Al abrir los ojos lo enfrenté. Me estaba poniendo de los nervios.

—¿Qué quieres? ¿Que me una a la causa? Pues trátame de una maldita vez como a una igual. No soy tu subordinada como Sham, yo estoy al margen. Deja de intentar darme órdenes porque no va a servir de nada. Es que estás entre la espada y la pared, Adán. ¡Reconócelo!

Sus ojos grises brillaron con fiereza. Mi paciencia estaba al borde de un precipicio por el duelo interno que estábamos teniendo. No estaba dispuesta a doblegarme, por mí se podía ir a la mierda.

—Te doy órdenes porque soy tu líder, mocosa —siseó—. Y es tu deber acatarlas.

Inspiré con fuerza antes de apoyar mis manos en su mesa y aproximar mi cuerpo hasta él, reduciendo el espacio entre ambos. Le miré fijamente y escupí, deteniéndome en cada palabra de la frase final:

—A mí solo me daba órdenes mi familia y da la casualidad de que… tú no eres mi padre.

Me aparté antes de darle tiempo a responderme y salí de su despacho dando un portazo. Giré para perderme por uno de los pasillos principales con la esperanza de conseguir algo de paz, pero una mano sujetando con firmeza mi brazo me detuvo.

Intenté zafarme removiéndome de su agarre, pero fue imposible. Mi cuerpo se vio impulsado y acabé metida en el gimnasio, con la espalda apoyada contra una pared. Al centrar la vista me encontré con la mirada furiosa de Sham, sus ojos con heterocromía destacaban más que nunca, seguido del piercing que adornaba su labio inferior.

—¿Se puede saber qué haces? —protesté mientras intentaba librarme de él.

Sham aumentó la firmeza de su mano contra mi cuello, intentando ahogarme. Había perdido tanta resistencia que era incapaz de liberarme. Intenté removerme como una serpiente para lograr respirar.

—¡Sham!

Golpeó mi cabeza contra la pared antes de soltarme y su pecho empezó a subir y bajar en un ritmo frenético. Sus ojos chispeaban y su labio inferior se tornó tembloroso.

—Deja de ser una maldita egoísta —gritó—. Me tienes hasta los huevos. ¿Sabes lo que significa tener un puñetero ángel en tu interior pegado a tu alma? ¿Saber que me queda poco tiempo de vida? ¡Joder! No podré cumplir con el objetivo.

—¡Y yo qué culpa tengo! No me cuentes tu vida, Shamsiel. ¿No veneras a Adán y todo su rollo? Pues es lo que hay.

Sabía que estaba empeorando la situación, pero no era nadie para recriminarme nada. Yo no había decidido que tuviera un ángel en su interior que lo matara. Y él había terminado con Nikola. Si no le hubiera disparado…

—¡Tú mataste a mi abuelo! —chilló señalándome—. ¡No me tenía que haber tocado a mí! ¡No tan pronto!

—¡Y tú mataste a Nikola! Si no lo hubieras disparado seguiría vivo porque yo iba a terminar con Atary. ¡Me obligaste a hacerlo! —contraataqué con los puños con fuerza. Me estaba haciendo daño al clavar las uñas en mi piel—. Además, ¡tu abuelo tenía a Angie! ¡Queríais matarnos! ¿Qué pretendías que hiciéramos? Tenía que haber acabado contigo también. No estás en posición de recriminarme nada cuando eres igual que yo.

—Yo no maté a Nikola.

Escuché las cinco palabras que escupió con dureza, esbozando una mueca de asco. Esas cinco palabras cargadas de cinismo y envueltas en mentira me hicieron cegarme por la rabia, solté un chillido agudo de dolor.

No soportaba su falsedad, que tuviera la indecencia de decírmelo como si nada, haciéndome creer que yo tenía toda la culpa. Era cruel. Se había pasado de la raya.

Corrí para abalanzarme hacia él y le empujé con todas mis fuerzas hasta conseguir tirarlo al suelo. Forcejeé encima dando manotazos sin fijarme si estaba apuntando. De fondo podía escuchar voces, pero nadie podía entrar porque Sham había bloqueado la puerta. Continué golpeándole, esperando conseguir un poco de paz. Se lo merecía; se lo merecía por ser tan insensible e idiota.

Cuando su contraataque llegó cerré los ojos. El resquemor en mi mejilla derecha no tardó en llegar, así que intenté bloquear sus manos. Sham fue más rápido y nos hizo girar, usando su cuerpo para impedir que me moviera.

—Deja de ser tan inmadura y asume tus puñeteros errores, como tanto le recriminas a nuestro líder. Ana murió por tu culpa, Nikola también. Estás demasiado acostumbrada a cagarla y que otros se sacrifiquen por ti, cargando con tu mierda. No has aprendido nada.

Golpeó mi cabeza contra el suelo y el impacto me aturdió. Mi alrededor empezó a tornarse borroso, así que parpadeé con rapidez para intentar enfocar a mi contrincante. Shamsiel no era nadie para decirme eso. Me negaba a creer que tuviera razón. Yo no quería que muriesen. Había intentado salvarlos con todas mis fuerzas. Estaba segura de ello.

Volví a moverme intentando liberar mis manos, pero él tenía mejores reflejos. Volvió a llevar las suyas hasta mi cuello y lo apretó con sus dedos, haciéndome toser al ver que empezaba a ahogarme.

Lo intenté. Juro que me moví para todos lados e intenté golpearle con mis piernas, pero me tenía bloqueada por completo. Cada vez sentía que la vista me fallaba más y más, las voces de los demás dhampir se entremezclaban y el sonido seco de unos golpes contra la puerta, como si quisieran derrumbarla, hizo que mis oídos pitaran.

Mi cuerpo se rindió ante Sham. Él era más fuerte.

—¿Laurie?

Laurie…

Traté de parpadear, esperando hallar algo entre la oscuridad que me envolvía. Me sentía atrapada, sin saber muy bien dónde estaba. La voz me resultaba familiar y rebotaba a mi alrededor como si estuviera dentro de una caja. Empecé a moverme con impaciencia, intentando volver a escucharla. Había algo en ella que me hacía estar ansiosa.

—Laurie… —repitió.

Quería hablar. De verdad que necesitaba saber más, averiguar quién se hallaba detrás de ese tono que me resultaba tan familiar, pero me resultaba imposible.

—Tienes que vivir, Laurie. No hemos luchado tanto para nada.

¿Luchar? El anhelo a esa voz hizo que lo tuviera todo claro, pero a la vez me aterrorizaba pensarlo. ¿Era él? ¿Podía ser él? ¿Cómo era posible? ¿Estaba soñando? ¿Era real? Joder… necesitaba hablar, ¿cómo podía hablar? Nikola… su nombre rebotaba en mi mente una y otra vez. ¿Acaso era una especie de trampa?

—Sí, soy yo. No tenemos tiempo, Batwoman. Tienes que esforzarte en regresar. Concéntrate en volver, piensa en tu objetivo, lo que me prometiste. Cumple tu venganza, Laurie. Conviértete en lo que Lilith teme. Sé su mayor pesadilla.

Al ver un poco de luz filtrándose entre la oscuridad el miedo me invadió. No quería irme aún, no todavía. No podía regresar sin ni siquiera poder verle, sin poder verbalizar todo lo que había retenido en mi interior. ¿Estaría bien? ¿Tendría miedo? Si me estaba hablando era que había alguna manera de hacerle regresar. Tendría que haberla. Me aterraba pensar que esta podía ser nuestra última conversación y algo me impedía poder decir una sola palabra.

—No te esfuerces, Batwoman. No puedo decir mucho más, nos pueden escuchar. Piensa en lo que hablamos, no lo olvides nunca. Y no dejes que nadie olvide qué eres, quién eres; Laurie Duncan.

La luz se expandió, reduciendo la oscuridad a un pequeño trozo que luchaba para aferrarse a mí, o yo a él; no lo tenía claro. Sus palabras seguían resonando como si fuera una droga, intentaba retenerlas en mi mente por el miedo de poderlas olvidar. No podía hacerme eso. No podía dejarme sola otra vez.

—Nik… —logré decir a duras penas.

—No te resistas más o morirás. Tienes que dejarme ir.

De estar frente a él tenía claro que estaría anegada en lágrimas. No podía hacerlo, no podía irme así como así, con todo lo que teníamos pendiente. ¿Por qué podíamos hablar? ¿Lo haríamos de nuevo? No estaba dispuesta a cortar el lazo que nos mantenía unidos.

La luz empezó a quebrarse, soltando trozos a su paso. Estaba tan centrada en intentar escucharle otra vez que no me estaba concentrando en regresar. Todavía tenía esperanzas, su última frase seguía repitiéndose a mi alrededor.

Los destellos luminosos siguieron rompiéndose, entremezclándose con la oscuridad que me envolvía. El miedo me hizo debatir qué hacer. Quizás si moría todo se habría terminado: la culpa, la tristeza, el arrepentimiento, la sed de venganza, el odio… estaba tan cansada de que los sentimientos negativos me controlaran… era tan fácil dejarme ir…

—Laurie, no.

Quise rebatirle, pero no pude. Sentí como si algo o alguien me empujara y, de repente, un fogonazo de luz me rodeó. Era un destello tan fuerte que, por un momento, sentí que perdía el conocimiento otra vez.

—Laurie.

Mi cuerpo se tensó al escuchar esa voz. Ese tono también era familiar, pero no en el buen sentido. Al parpadear e intentar enfocar vi que unas siluetas borrosas se amontonaban a mi alrededor. Ninguna era Nikola. Lo había perdido, pero…

¿Había sido real? ¿De verdad había podido hablar con él? O… ¿Estaba volviéndome loca?

«Nikola…»

Su nombre quedó adherido a mis labios, sin querer soltarlo. Si de verdad habíamos hablado, si de verdad había conseguido encontrarlo, no dudaría en remover cielo y tierra para salvarlo. Necesitaba tenerle a mi lado, otra vez. No estaba preparada para decirle adiós.

Ir a la siguiente página

Report Page