Laurie

Laurie


Capítulo 4

Página 6 de 47

CAPÍTULO IV  PROMESAS SAGRADAS

Removí el plato de comida con la mirada perdida en la pared que tenía en frente mientras Angie parloteaba a mi lado sin parar. Todavía no había sido capaz de explicarle que Nikola, de alguna manera, se había comunicado conmigo.

Ya no podía parar de pensar en otra cosa, su nombre se colaba por cada recoveco de mi mente, haciéndome sentir incómoda. Si lo había escuchado significaba que no había muerto del todo, ¿no? Tenía que haber alguna de posibilidad de que se hubiera quedado anclado en algún universo paralelo que desconocía, ¿o es que los fantasmas pueden comunicarse? ¿Haber estado cerca de morir me abría las puertas a encontrarlo?

Ahora comprendía a Bella Swan cuando Edward la dejó y hacía lo que fuera con tal de poder verlo de nuevo, rozando la muerte con la punta de sus dedos. Era una experiencia chocante saber que hacer peligrar tu vida podía darte fuerzas para seguir, podía conseguir respuestas y rectificar mis errores. Daba adrenalina.

La voz de Angie seguía resonando en mis oídos como un eco infinito. Tenía un don para hablar sin parar aunque el resto no estuviera escuchando, con los ojos brillantes por la emoción y una sonrisa contagiosa. A veces envidiaba su buen humor, era extraño verla triste o enfadada por algo.

Mientras revolvía mi plato de arroz con verduras pensé en Ana y en Rocío, también en Vlad. Eran tantas muertes… los echaba a todos de menos, necesitaba saber cómo estaba cada uno. ¿Eso también sería posible? ¿Habría alguna manera de poder hablar con ellos? Incluso… ¿Verlos? Un cosquilleo extraño se deslizó por mi piel. Tenía que averiguar la manera de hacerlo. No podía ser tan complicado.

—Laurie, ¿me estás escuchando?

—N-no, lo siento. —Negué con la cabeza mientras la miraba. Estaba tan centrada en los muertos que no había reparado en la presencia de los vivos. Y Angie también se merecía atención.

—¿Estás bien?

—Todo lo bien que pueda estar después de pelearme con Sham y que casi me matara —gruñí.

—Están todos muy alterados. Desde que esa chica…, Senoi, llegó solo saben hablar del infierno y de Lucifer. Hablan de coordinarse con los presidentes del mundo y encerrar a la población en sus casas si todo empeora.

Miré a mi amiga con una mezcla de confusión y preocupación, iba a ser imposible controlar a toda la gente del planeta; y aún más a una horda de vampiros y otros seres de la noche. No sabíamos qué más sucedería cuando Lilith diera el siguiente paso. Era demasiado errática.

—¿Eso es posible? Esto no va a ser algo que se solucione en un par de días. Pueden morir.

—Morirán más si no se quedan a salvo en sus casas. Al menos los vampiros y lobos suelen actuar de noche, así que si se encierran conseguiremos algo.

—¿Y los demonios? ¿Sabes algo sobre ellos? Si existen los ángeles está claro que del infierno no van a salir seres muy amables.

Angie hizo un mohín y se revolvió en el asiento mientras miraba de soslayo a su hermana. Entonces observó su plato con tristeza.

—Ese tema lo lleva mejor Soid. Al no ser una dhampir no me dejan asistir a sus clases. Apenas sé sobre seres sobrenaturales, solo lo que me cuenta ella.

—Eres muy valiosa, no dejes que estos arrogantes te hagan pensar lo contrario. Dhampir o no, tú molas más.

Mi amiga sonrió al escuchar mis palabras y asintió, decidida a terminar su plato antes de que la mayoría desapareciera. Esa era la parte que menos le gustaba, cuando los momentos libres se acababan y todos tenían que centrarse en su formación. Dhampir más maduros y alguna bruja venían para darles clases sobre los distintos seres, historia de su creación, defensa personal y otras asignaturas que desconocía. Solo sabía que, a la hora de cenar, se desplomaban en sus asientos entre bostezos y quejas.

Por ese motivo, Angie solía quedarse a mi lado. Había pasado casi medio año sin querer involucrarme, centrada únicamente en recomponer cada pedazo roto. Pero ya era hora de avanzar, incluso yo tendría que empezar a formarme si quería tratar de ayudar y cumplir la venganza que tanto prometí.

—¿Ahora qué vas a hacer? —preguntó mientras masticaba un pedazo de carne.

—Hablaré con Adán, quiero que me dé el horario de clases o me diga quién me va a entrenar. Necesito volverme fuerte. Si Sham pudo conmigo con tanta facilidad, Lilith solo tendrá que soplar y ya estaré sin vida.

—¿Vas a unirte a ellos?

No me pasó desapercibido el tono de su voz. Sabía que por un lado le hacía ilusión que quisiera avanzar y ayudarles a proteger el caos que era ahora nuestro planeta, pero por otro significaría pasar más tiempo en soledad.

—No me queda de otra si quiero llevar a cabo mi venganza. No puedo ser tan débil o no duraré ni dos días.

—Ten cuidado. —Suspiró.

—Lo tendré, no te preocupes.

Mientras terminábamos nuestros platos empecé a darle vueltas a mi conversación con Sham. Reproches y odio aparte, no entendía cómo podía ser tan cínico de decir que él no había matado a Nikola.

Le había visto disparar. La bala se quedó incrustada en su cuerpo, haciéndole mucho daño. Había visto cómo palidecía y le costaba aguantar. Él había apretado el gatillo, decidiendo poner punto final a la existencia de alguien que había hecho mucho por los demás. Nikola no le había hecho daño a nadie.

Seguí con mis cavilaciones hasta que los primeros dhampir arrastraron sus sillas, haciendo un ruido que me hizo volver a la realidad. Tenía que apresurarme si quería ponerme al día, quizás rendir el doble que el resto.

Me despedí de Angie y me levanté del asiento. Me apresuré para buscar el despacho de Adán, seguramente seguiría allí. Intenté mentalizarme de que tendría que pasar por alto sus aires de grandeza, aunque me iba a costar. Me negaba a que se burlara de mí por pedir que me enseñara como si fuera una más.

Al llegar frente a la puerta me detuve para coger aire. Necesitaba toda la paciencia que fuera posible. Cuando me sentí preparada golpeé la madera y abrí.

Como siempre, ahí estaba él, sentado frente a una montaña de papeles con el ceño fruncido. Carraspeé al ver que no me estaba haciendo caso.

—¿Qué quieres ahora? Estoy ocupado.

—Quiero empezar las clases con los demás. Quiero entrenar.

Adán levantó la cabeza y arqueó sus cejas en respuesta. Me crucé de brazos al escucharle reír.

—¿No decías que no me necesitabas?

Inspiré con fuerza al escuchar su tono condescendiente. Me daban ganas de darle un puñetazo, pero físicamente seguía siendo Arthur Duncan, el hombre que me vio nacer.

—No tanto como tú a mí, así que no empecemos con esto. Si me formo podré ayudar, sino os apañáis vosotros. Tú verás.

El líder de los dhampir volvió la vista al papeleo sin decir palabra. Dejé el peso de un pie sobre el otro mientras me debatía si irme o no. Lo que menos esperaba era que se riera en mi cara para después ignorarme. Me hacía odiarle un poco más.

Me giré para abrir la puerta de nuevo y desaparecer cuando me detuvo. Mi mano quedó posada en el picaporte al escuchar su voz.

—Está bien, pero tendrás que esforzarte al máximo. No podemos permitirnos el lujo de formarte más de tres meses porque la situación ahí fuera se está complicando. Debemos frenar a Lilitú antes de que crezca y, sobre todo, despertar al ángel restante a tiempo. Así que prepárate para dormir poco y soportar bastantes golpes.

—¿Dónde está el otro ángel?

—Cuando termines de formarte hablaremos de tu misión. Hasta entonces tu mente estará volcada en absorber información como una esponja y tu cuerpo en soportar peleas. La de hoy con Shamsiel ha sido lamentable —gruñó—. Nada digna de una híbrida.

Contuve la respiración y cerré los ojos durante unos segundos para mantener la calma. Al abrirlos cerré las manos en un puño. Se estaba aprovechando de mi situación para burlarse.

—Genial, ¿dónde empiezo?

—Comenzarás con Ryuk. Su energía te será de utilidad.

Adán tuvo razón. Los meses pasaron a gran velocidad entre clases y entrenamientos. Apenas tenía tiempo para respirar. A veces me veía tentada a provocar a Sham para que intentara acabar conmigo de nuevo, por si así podía hablar de nuevo con Nik. Lo echaba tanto de menos… pero me frenaba a tiempo e intentaba concentrarme en ser más fuerte, controlar mis reflejos, evaluar las opciones. Además, aún seguía conservando cierto poder con respecto a los sueños y eso a Ryuk le interesaba.

Comprobamos que cada vez que bebía sangre de vampiro mi tatuaje crecía y brillaba. Pero no solo eso, mis habilidades se incrementaban, con lo que me era más sencillo derribar a los demás. Eso al druida le fascinaba, podía ver como sus ojos verdes miraban el tatuaje con una insaciable curiosidad.

Tenía que reconocer que a mí también me gustaba ver como el esfuerzo estaba dando sus frutos, pero necesitaba más. Ansiaba averiguar algo sobre la resurrección, sobre alguna manera de poder revivir a las personas que quería. Cada músculo de mi cuerpo se tensaba al pensar que cualquier cosa podía terminar mal, pero… si no me informaba sí que habría grandes posibilidades, si saciaba mis ganas de saber igual podía manejar la situación.

Sequé el sudor que bañaba mi piel al terminar el entrenamiento. Sham seguía enfadado conmigo y habíamos tenido algún que otro enfrentamiento, pero ya aguantaba más, lo suficiente para que empezara a respetarme. Salí del gimnasio y me dirigí hasta la biblioteca. Apenas había entrado, lo justo para realizar trabajos que entregar sobre los seres que habitaban el planeta y sus puntos débiles. Ojalá haber recibido estas enseñanzas antes, me hubieran resultado de utilidad. Lo que menos me gustaba era cuando hablaban acerca de mi condición, casi me ponían al nivel del poder de un ángel o de un semidios. No me consideraba nada de eso, además los golpes y heridas me dolían igual que a un ser humano normal; la única diferencia era que me curaba un poco más rápido.

Al entrar me tomé unos minutos para admirar cada detalle. El techo era acristalado y reflejaba una gran cantidad de luz, lo que hacía que el suelo brillara. Había una gran cantidad de estantes, tantos que me resultaba imposible contarlos. Las mesas que acompañaban la sala eran alargadas y al fondo había unos sofás. Junto a los estantes principales, con los libros que más se usaban, había unas estatuas que representaban a arcángeles y otros ángeles importantes que eran claros defensores de Lux. Sujeté una de ellas y observé los rasgos de su rostro. Los ángeles poseían una belleza particular que llamaba la atención, pero a su vez pasaba desapercibida. No era seguro averiguar cuál era su género. Lo poco que pude aprender sobre ellos era que también existía una jerarquía; y los tres principales que ahora estaban en la tierra pertenecían al segundo grupo, que incluía a las dominaciones, virtudes y potestades. Ellos eran virtudes, es decir, se encargaban de proteger a las personas y estaban al mando de los arcángeles. Semangelof era el líder de los tres.

Dejé la estatua en su sitio y busqué entre los estantes un libro que me diera algo de información. Otro que había leído en estos meses era acerca del infierno y los demonios que habitaban en él. Era un tema fascinante, saber que ahí podían estar Lilith y Lucifer, tal vez Atary. Lo que me inquietaba era pensar que Nikola también podía estar ahí, atrapado. ¿Y si allí castigaban a las almas de la noche? ¿Cómo llegaría hasta su escondite?

Por más que pasaba páginas y páginas, los dhampir desconocían el paradero. También le había preguntado a Senoi, dado que había decidido mantener una relación cordial si quería que me aportara algo de información, pero ni siquiera ella podía ayudarme. Nunca había puesto un pie en ese lugar y reconocía que era imposible, decía que solo aquellas personas que estaban muertas o eran demonios podían hacerlo.

Al leer el título de un libro viejo de color negro me detuve para cogerlo. Resurrección y otros hechizos oscuros había atraído toda mi atención. Me dejé caer en uno de los sofás que había al fondo, ocultándome gracias a los estantes cercanos, así tendría intimidad. Me parecía un tema demasiado peligroso como para exponerme.

La introducción explicaba qué era la nigromancia. Deslicé mis dedos por la ilustración que tenía, era el mismo símbolo que había usado Lilith el día de la ceremonia con los Herczeg. Me entró un escalofrío al recordar la escena, si estaba ahí dibujada era porque tenía un gran poder.

Al ver una mano posarse sobre la página di un bote en el asiento. Lo que menos esperaba era encontrarme con los ojos bicolores de Shamsiel.

—¿Qué haces?

—Nada —gruñí.

Me apresuré para cerrar el libro y esconderlo como podía, pero era tarde. Sham ya había visto el contenido.

—Eres una idiota irresponsable si de verdad te crees que vas a conseguir resucitar a tu amor con la nigromancia. Es peligroso, un suicidio.

—¿A ti qué más te da lo que haga? Métete en tus propios asuntos y deja los míos en paz.

Me incliné para levantarme y poder leer en soledad, pero su mano me lo impidió. Eso también me hizo recordar esos momentos en los que era una chica ignorante de dieciocho años, cegada por el amor que Atary me profesaba.

—Hazme caso por una maldita vez. A mí también me gustaría poder recuperar a Ana, pero es imposible. La resurrección pertenece a la magia oscura, solo las brujas más expertas pueden controlarla.

Le miré a los ojos. No entendía por qué se tomaba esas confianzas conmigo. Si quería obtener más información era mi problema, al menos así nadie me podría manipular. ¿Desde cuándo éramos amigos?

—¿También tengo que pedirte permiso para leer? No sabía que ahora tenía que ser una ignorante para que todos me usen a su antojo.

—Lee lo que te dé la gana, pero limítate a defender a las personas y seres de Lux. Los muertos se mantienen al margen.

Se giró para alejarse, pero lo llamé. Para mi sorpresa, Sham se detuvo y me enfrentó. Contuve la respiración antes de formular la pregunta que tanto me rondaba.

—¿Cómo puedes mantenerte así de estable? ¿Cómo puedes… centrarte en algo que no sea sentirte perdido, echarla de menos, añorar su voz? No sé.

—Porque ya no está y vengarla es lo que más ansío en esta vida. Lo peor es saber que no voy a poder, que mi destino ya está escrito y no puedo hacer nada. Al menos mantengo la esperanza en que otros lo logren por mí.

Me mantuve en silencio procesando sus palabras. Comprendía el odio que tenía a los vampiros, ellos habían asesinado a mi mejor amiga, pero no entendía por qué había disparado a Nikola en vez de a mí. Hubiera sido lo mejor.

Sham pareció darse cuenta al verme bajar la cabeza de forma inconsciente. En estos meses seguía sin poder olvidar lo sucedido. Ni siquiera se lo había contado a Angie por si se lo decía a Soid y ella al resto. Sentía que, si lo contaba, me tacharían de loca o me impedirían cumplir lo que tenía pensado. Lo mejor era guardarlo para mí.

—¿Por qué dijiste que no mataste a Nikola? Le disparaste.

Podía escuchar los latidos de mi propio corazón. Me aterraba imaginarme la respuesta. ¿De verdad había una posibilidad de que estuviera siendo sincero? ¿Qué significaría eso?

—Sí, lo disparé. Pero hace falta más que disparar a un Hijo Oscuro para acabar con él. Eso solo lo debilitó lo suficiente para que no pudiera llegar muy lejos, estaba a punto de caramelo para dar el golpe final. Me ahorraste manchar mis manos con su sangre.

A pesar de ver su sonrisa pérfida cargada de disfrute fui incapaz de hacer nada. Observé cómo se alejaba con orgullo, sabiendo que sus palabras habían sido el dedo que tocaba la llaga que yacía en mi interior. Su respuesta me había dejado paralizada, generándome más dudas e incertidumbre.

¿Qué me estaba queriendo decir? ¿Acaso Nikola me había engañado? ¿Sabía que tenía una oportunidad para salvarse y me había mentido? ¿Pesaba más para él cumplir su venganza que permanecer a mi lado?

Abracé mi cuerpo, de repente sentía demasiado frío. Salí de la biblioteca con el libro de nigromancia entre las manos, debatiéndome sobre cómo de sinceras habían sido sus palabras. ¿Me había querido alguna vez? O… ¿siempre había actuado su esencia, hasta el punto de dominarle? El vínculo, su pecado capital, su objetivo vital… Tragué saliva para contener los sentimientos negativos que me empezaban a dominar. Sacarlos a flote solo significaba una cosa: destrucción.

Ir a la siguiente página

Report Page