Laurie

Laurie


Capítulo 7

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CAPÍTULO VII  RECUERDOS SOMBRÍOS

En el aeropuerto ya sabían el destino al que nos dirigíamos. Me sorprendió la facilidad que tenía Adán para manejar todo a su antojo. Tuve que cambiarme de ropa porque la otra la había salpicado de sangre y no quería llamar la atención.

Estábamos subiendo por las escaleras mecánicas cuando una voz aguda llegó hasta nuestros oídos. Me giré y observé a una chica con una mochila cargada a la espalda corriendo a gran velocidad hacia nosotros.

—¡Esperad!

—Esa es… ¿Angie? —preguntó Ryuk arrugando el ceño.

Inspiré con fuerza para intentar serenarme. Me ponía nerviosa que no pensara en los peligros que conllevaba seguirnos en vez de quedarse en la academia, protegida por su hermana. Angie me buscó con la mirada al llegar a nuestro lado e hizo un mohín mientras bajaba la cabeza.

—No me llevéis de vuelta a la academia, por favor… No me quiero quedar allí sola.

—¿Cómo…?

No pude finalizar la frase. Shamsiel la miró con odio y apretó las manos en un puño antes de lanzar su furia contra ella.

—Puedo aguantar a una niña inmadura e inconsciente, ¡pero no a dos! ¿¡En qué narices estás pensando, Angie!? Esto no es un maldito juego.

—Allí nadie me quiere, salvo Soid. Solo soy un estorbo. Por favor…

Abrí la boca para responder mientras miraba a Ryuk de soslayo, que estaba negando con la cabeza; pero la cerré al ver que las personas estaban apurándose y la pantalla mostraba que nos teníamos que dirigir ya a nuestro avión. Sujeté a Angie por el brazo y tiré de ella, ya hablaríamos en otro momento en el que tuviéramos privacidad. Me negaba a aceptar que estuviera arriesgando tanto su vida para no estar sola. Sham tenía razón, aunque odiara dársela, esto no era ningún juego. Si perdía a Angie no me podría reponer.

Ella sonrió al ver que podría ir con nosotros, ignorando el hecho de que tendríamos que ocupar nuestro tiempo en protegerla. ¿Cómo iba a ir a un nido de vampiros siendo humana? Iba a atraer su atención, era una misión suicida. La miré con cara de pocos amigos y dirigió la vista al suelo. No podía estar orgullosa de haber hecho algo así.

—¿Cómo supiste que vamos a Miskolc? —susurré mientras sorteábamos a las personas que se amontonaban alrededor.

—Os escuché. —Se encogió de hombros.

Inspiré con fuerza de nuevo, intentando contener las ganas de matarla por tener ese instinto de espía. Tenía que dejar de pegar el oído en las puertas para enterarse de todas las conversaciones y ellos tenían que cuidar más la privacidad. Supuse que estaban tranquilos al saber que todos eran dhampir y no había traidores ni infiltrados a su alrededor.

—No puedes hacer eso, Angie. Sham tiene razón, esto no es un juego —la advertí.

—Prefiero acompañarte, no quiero que te pase nada.

Suspiré. No quería ser dura con ella pero no podía evitar preocuparme y pensar en lo peor. Me inquietaba lo que nos podía suceder allí, ¿cómo la iba a proteger? Debería tener mucho cuidado.

En el avión decidí sentarme con Ryuk y Angie, dejando a Sham a un margen. Lo que menos necesitaba en ese momento era rodearme de energía negativa. Miré por la ventanilla mientras intentaba acomodarme para dormir. No llevábamos más que un par de horas fuera de la academia y ya me sentía exhausta.

—Todo saldrá bien —dijo Ryuk cerca de mi oído mientras me daba unos golpes en el hombro.

—Eso espero —murmuré.

No pasaron muchos minutos hasta que mis ojos empezaron a cerrarse, los párpados me pesaban como losas de mármol y la cabeza se me iba del asiento, haciendo que me reacomodara. Me apoyé contra él para dejarme vencer por Morfeo, abrazando la oscuridad.

De repente desperté en un lugar extraño, una pradera llena de árboles y arbustos. No parecía tener fin. Miré hacia ambos lados esperando obtener una pista, tenía claro que era un sueño. En la vida real me esperaba un edificio repleto de personas yendo de un lado hacia otro, no un paisaje paradisíaco y natural.

El silencio era lo que más me inquietaba. Podía escuchar el cantar de los pájaros y el aire meciendo las hojas. Empecé a caminar esperando encontrar a alguien pronto, si el sueño me había traído hasta aquí era porque me quería mostrar una escena pasada o una futura.

Eso era algo que me fascinaba y me asustaba a la vez. Pensar que en sueños podía viajar en el tiempo era algo sobrenatural. Suspiré cuando, minutos más tarde, seguía sin encontrar a nadie. Debía de apresurarme, no podía ser que estuviera tan sola y podía despertarme en cualquier momento. No sabía la diferencia temporal que había entre la realidad y los sueños.

—¿Hay alguien? —insistí mientras continuaba caminando.

Me mordí el labio inferior al llegar hasta un claro. Al fijarme con mayor detenimiento, vi que al fondo había una cascada que me resultaba familiar. Decidí acercarme y me fijé que había dos árboles. Uno de ellos era frondoso, muy alto; era tan imponente que tuve que alzar el cuello para ubicar la copa. El otro no daba buen augurio, parecía marchito, pues algunas ramas estaban caídas y secas. Solo cuatro o cinco se salvaban, mostrando unas hojas grandes y verdes, con un fruto que invitaba a ser probado.

Tragué saliva. No había visto fotografías del Edén y los árboles que había mencionado Adán, pero sin duda ese paisaje me hizo pensar en ellos. Seguí avanzando por el claro hasta que vi a una pareja acercándose a gran velocidad, entre risas.

Decidí ocultarme tras el frondoso árbol, pues no tenía muchas más opciones. Estaban tan cerca que pude captar a la perfección el pelo largo y oscuro de Lilith y las facciones duras del que deduje que era Adán; su auténtica identidad.

—Vamos a la cascada.

Escuché el chapoteo del agua al meterse. Me avergonzaba ver sus cuerpos desnudos, sin un ápice de preocupación. En ese instante comprendí que se trataba del inicio de los tiempos, cuando solo estaban ellos dos en la tierra. Me pregunté dónde estaría en ese momento Lucifer.

Me removí al escuchar unos besos unos segundos más tarde, me negaba a observar cómo empezaban a acalorarse y dar rienda suelta a la pasión. Aun así, la curiosidad me podía, así que miré de reojo como se habían tumbado a la orilla y se entregaban al amor.

Suspiré. No sabía qué quería mostrarme el sueño, pero era bastante incómodo. Lo que si me resultaba interesante era ver esa faceta de Lilith, esa chica humana e ingenua que desconocía en qué se iba a convertir y lo que iba a desencadenar.

—Adán, para. Me haces daño —protestó Lilith.

Decidí mirar de nuevo. Ella trataba de zafarse de su agarre, pues la había sujetado por las muñecas, pero él era más fuerte.

—Lux nos creó para poblar estas tierras. Debes cumplir su mandato.

—¡No así! No cuando tu brusquedad me hace sentir incómoda. No quiero esa posición.

Adán siguió insistiendo, ignorando las palabras de su compañera. Lilith trató de zafarse de nuevo, removiéndose con las piernas.

—No estás en condiciones de negociar, Lilitú. Soy el primer hombre creado por Lux y debes guardarme sumisión.

—Soy tu compañera, Adán. Nuestro creador nos hizo a ambos a su imagen y semejanza, no eres mi superior —rebatió—. Si no me haces caso me niego a formar descendencia contigo. No estoy dispuesta a estar con alguien que no me trate como igual.

Esas fueron sus últimas palabras antes de apartarle y desaparecer corriendo. Al pasar por mi lado miró hacia donde me encontraba, consiguiendo que mi cuerpo se tensara. Sus ojos azules resplandecieron como zafiros, como si me observaran con detenimiento. Por suerte, decidió seguir su camino sin mediar palabra, dejando atrás a un Adán solo y atónito, pues no asumía que su compañera se hubiera rebelado.

Parpadeé al sentir una mano zarandeándome con cuidado, devolviéndome a la realidad. Masajeé la frente mientras intentaba adaptarme a la nitidez y estímulos del avión. Las voces de algunos viajeros conversando cerca nuestro y la azafata taconeando por el pasillo me estaban agobiando, dándome dolor de cabeza. Al enfocar mi alrededor me encontré con los ojos verdes de Ryuk observándome con cautela.

—¿Estás bien?

—Sí. Estaba soñando —respondí mientras me recolocaba en el asiento—. Hacía mucho que no me sucedía esto.

—Creo que mientras estabas en la academia estabas protegida, al salir estás expuesta a los peligros y problemas que nos rodean —caviló—, pero es una buena oportunidad para entrenar y manejarlos a tu antojo. Que tengas ese poder es sumamente interesante e importante.

—A veces me gustaría no soñar… me angustia pensar que pueden observarme o saber que estoy allí, como cuando te encontré a ti.

—Tienes que aprender a diferenciar los tipos de sueño que manejas —respondió—. No es lo mismo un sueño de rastreo que un sueño temporal.

—¿Cómo sabes tanto?

Ignoré el pitido que nos anunciaba que estábamos cerca de aterrizar. No entendía cómo Ryuk podía saber tanto acerca del tema, más allá de lo que le había contado en estos últimos meses.

—Tengo relación con el oráculo. Ellos me formaron.

Recordé cuando lo habían nombrado en nuestro enfrentamiento con Sham al llegar a Edimburgo. ¿Tan importantes eran?

—¿Y ellos saben acerca de mis sueños? ¿Cómo te formaron?

—No puedo contar mucho sobre ellos, pero son videntes. Se encargan de observar desde un espacio paralelo —explicó en voz baja—. Fui entrenado para poder realizar el despertar.

—¿Solo te entrenaron a ti?

—Sí, a los druidas nos forman los elementales que controlan la tierra. Esto era un aprendizaje aparte para servir mejor a Lux, por eso tuve que alejarme cuando Lilith me tuvo en el punto de mira. Si la palmaba, iban a aumentar los problemas en gran medida. El oráculo no puede formar a otro druida en un periodo breve de tiempo, se necesitan años para que controlemos nuestro poder.

Asentí con la cabeza mientras razonaba sus palabras. No entendía cómo podían confiarse tanto formando a un único druida cuando podía morir en cualquier momento. Aunque supuse que formar a más equivalía a otorgarles más poder o información de la que deseaban y necesitaban a alguien confiable.

Caminamos por el aeropuerto de Budapest con prisa. Sham y Ryuk estaban nerviosos, pues era terreno de Ákos y, en consecuencia, de los vampiros; mientras que Angie iba entusiasmada por ser el primer viaje que hacía. No me hizo falta preguntar a Sham para saber que estaba tenso por pisar el lugar donde había muerto mi mejor amiga. Yo también lo estaba. Ese lugar me traía demasiados recuerdos agridulces.

—Lo mejor será que busquemos un sitio para resguardarnos —aconsejó Ryuk.

—Id vosotros para cuidar a Angie. Yo quiero ir a Lillafüred.

—¿A Lillafüred? —preguntó Sham en tono hosco—. ¿Acaso estás loca? ¿Qué vas a hacer allí? ¿No crees que ya tenemos suficientes problemas?

—Ákos sabe dónde se mueven todos los vampiros, los controla —argumenté—. Quiero preguntarle por Lenci, no quiero perder el tiempo.

—Moooola —respondió Angie, mirándonos con fascinación.

—Iremos contigo —dijo Ryuk con firmeza—. Ahora no eres una vampiresa y no estás bajo la protección de Nikola. Seguramente se te echen encima en cuanto pongas un pie allí.

—No. Si me acompañáis se lo tomarán como un enfrentamiento y será peor, son demasiados contra nosotros y Angie no se puede proteger. Prefiero ir sola.

—No digas tonterías —gruñó Sham—, si no te acompañamos morirás en décimas de segundo.

—¡Y con vosotros antes! —protesté—. Puedo controlar a Ákos, sé que puedo.

—No puedes, Laurie. Deja de pensar que eres ultra poderosa y que puedes acabar con todos, porque no es así.

Sus ojos heterocromáticos me traspasaron. Me negaba a tener un enfrentamiento con él, ir los cuatro iba a ser invitarles a un duelo a muerte y eran demasiados vampiros como para ganar. Sabía que lo mejor era ir sola, así podría disuadirlo. Incluso podría convencerlo de que seguía siendo una vampiresa. Ákos no sabía nada sobre mi cambio en Edimburgo.

—Ákos no sabe acerca de mi nueva condición. Puedo hacerlo.

Sham abrió la boca para hablar, pero Ryuk le mandó callar. Me miró con sus ojos verdes en señal de advertencia.

—Mejor no hablar demasiado. Estamos en un sitio que nunca se sabe quién puede escuchar.

Asentí con la cabeza mientras miraba al dhampir gruñón de soslayo, no se había quedado muy convencido.

Cogimos el tren en dirección a Miskolc, allí teníamos que alquilar un coche para ir hasta el terreno del gobernador de Hungría. Seguimos el consejo de Ryuk y no conversamos sobre ese tema, en el fondo los cuatro sabíamos que mi decisión era la mejor. Ákos me llevaría hasta Lenci, y ella hasta la bruja milenaria. Estaba segura de que, al ser Morgana una de ellas, conocería su ubicación. Solo me preocupaba lo que podría ser capaz de hacer si se sentía amenazada, no recordaba que tuviera una expresión muy amable.

Al llegar contemplé con un nudo en el estómago la imponente fachada del palacio de Ákos. Sabía que me iba a traer recuerdos, pero no que me iban a golpear con tanta fuerza. Aun así, respiré con fuerza para serenarme y les hice un gesto, habían decidido mantenerse a una distancia prudencial, preparados por si era necesario hacer una señal y atacar. Una sola llamada y ya teníamos a un grupo de dhampir preparado para cubrirnos las espaldas, pero lo más sorprendente de todo era ver a Angie sostener una sartén que había robado de la cocina de la academia, como si fuera el arma definitiva.

Me mentalicé de que podía hacerlo. No era necesario armar una guerra entre ambos bandos, puesto que iba a salir muy mal para nosotros, no éramos tantos como ellos. Aun así, confié en mis capacidades, siempre podía dejarme llevar y soltar a la Bestia que aun formaba parte de mí, aunque fuera de diferente modo, pues ahora en vez de querer desangrar humanos eran vampiros. Muy útil.

Golpeé la puerta con firmeza, esperando salir ilesa. Al encontrarme con el rostro de un vampiro que no me resultaba familiar me confié. Quizás así sería más sencillo acceder al interior del palacio.

—¿Quién eres? —preguntó con voz hosca.

—Soy una… antigua amiga de Ákos. Me ha invitado para la próxima fiesta que haga en Medianoche y quería venir a verle personalmente.

Recé para que no olfateara el rastro de Angie. Ryuk estaba usando su energía para formar una capa protectora sobre ella, pero no sabíamos a ciencia cierta si funcionaría. Miré al vampiro con gesto hostil intentando no amedrentarme.

Sus ojos claros me escudriñaron esperando encontrar algún signo que indicara una mentira. Me mantuve firme alzando el mentón a pesar de que por dentro me aterraba pensar que algo podía salir mal. Agradecí que mi mente todavía recordara el idioma.

—¿Cómo te llamas?

—Dafne. Mi nombre es Dafne.

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