Laurie

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Capítulo 8

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CAPÍTULO VIII  SIEMPRE EN PELIGRO

El vampiro arrugó el ceño antes de asentir con la cabeza. Se hizo a un lado para dejarme pasar y yo tuve que luchar con todas mis fuerzas para no voltearme y mirar hacia donde mis compañeros estaban escondidos. Ya no había vuelta atrás.

—Espera aquí, voy a avisarle —me ordenó antes de desaparecer por las escaleras que conducían al piso superior.

El sonido que hizo la puerta al cerrarse me sobresaltó, pero intenté no pensar en ello. Miré a ambos lados para inspeccionar la zona, había menos vampiros de los que recordaba. Cavilé qué sería mejor hacer ahora. Me costaba tener que pararme a pensar cuando era más de tomar decisiones impulsivas, pero no quería meter la pata. Sabía que si recorría el palacio por mi cuenta para investigar me metería en problemas, así que decidí mantenerme quieta. Con suerte podría manejarlo.

—Dafne.

Me tensé al escuchar esa voz ronca que me resultaba familiar. Por las escaleras bajó con paso tranquilo Ákos, con el mismo pelo castaño y ojos hipnóticos. Sus manos se deslizaban por el pasamanos con aire provocador, como si saborease cada centímetro que nos iba acercando.

—¿Qué hace una belleza como tú en un sitio como este? Y más cuando en nuestro último encuentro me dejaste… tirado. ¿Dónde está Nikola?

Succioné mi labio inferior antes de tirar de él para hablar. Sus pupilas se expandieron al fijarse en ese detalle, abandonando cualquier rastro de raciocinio. Me aproveché de ese instante de debilidad, esa fijación que tenía el gobernador de Hungría por mí podría resultarme beneficiosa. Le miré fijamente mientras pensaba cada palabra que iba a salir de mi boca.

—Lo han asesinado los dhampir. He venido para hablar con Lenci, es importante.

—¿Cazadores? —Arrugó el ceño—. Nikola es más fuerte que todos ellos.

—Nos tendieron una trampa. Eran demasiados, yo pude escapar.

Me esforcé para no tragar saliva y contener el brillo que amenazaba con delatar mi mirada, cargada de emoción. Pronunciar esa mentira era de las cosas más difíciles que había hecho. Sus ojos me recorrieron como había hecho antes el otro vampiro, intentando analizar mi expresión. Resoplé y cambié el peso de un pie a otro, estábamos perdiendo el tiempo.

—Ákos, ¿dónde está Lenci?

—Encerrada en una sala del palacio.

—¿Qué? ¿Por qué?

Sus ojos me atravesaron antes de volver a hablar.

—Sígueme.

No confiaba en él, pero no me quedaba de otra. Avanzamos por un pasillo hasta dar con una trampilla que estaba camuflada gracias a una alfombra. «Malditos palacios y castillos, todos tienen algo que ocultar» reflexioné mientras descendíamos por una escalera de piedra.

Contemplé el espacio con fascinación. Las paredes tenían antorchas que iluminaban el suelo para saber dónde pisar. Era como si fuera un piso subterráneo, con la misma longitud y distancia que el piso principal.

Al llegar frente a una puerta de hierro se detuvo. Quise preguntarle el motivo, pero los gritos provenientes del interior me respondieron. Lenci se abalanzó hacia nosotros con los ojos inyectados en sangre y la piel pétrea, como si estuviera hecha de ceniza. Lo que más preocupaba eran sus colmillos, eran demasiado alargados y tenía las encías ensangrentadas.

—¿Qué…? ¿Qué le pasa? —pregunté horrorizada.

—Pasamos por alto muchas masacres a humanos, pero no podemos permitir que acabe con los nuestros. No me ha quedado de otra que encerrarla, ha perdido su capacidad de autocontrol.

Mis ojos miraban a uno y a otro sin parar. Tras los barrotes podía ver su expresión demacrada y sus ojos idos. Necesitaba ingerir sangre de manera urgente o no podría razonar.

—¿Por qué quieres hablar con ella? —Frunció el ceño mientras se cruzaba de brazos—. Dame una sola razón para no encerrarte a ti también. Aún recuerdo tu poder y me podría resultar de gran utilidad.

Aproveché su duda y que estábamos solos para sacar el cuchillo que llevaba escondido bajo la ropa. Lo empujé contra la puerta mientras el filo rozaba su garganta, haciéndolo sangrar.

—Aquí la tienes.

No hizo falta decir más. El olor a sangre vampírica hizo que Lenci se descontrolase, su sed de sangre le hacía convertirse en un animal salvaje, el más peligroso de todos. Pude ver como las pupilas de Ákos se dilataban por el miedo, las manos de su presa se habían colado por las rendijas y tantearon el espacio hasta conseguir sujetarlo. Esa sensación de desprotección hizo que su seguridad se desplomara. Intenté centrarme en el negro de sus pupilas para controlar mi sed. No podía volverme igual que ella.

—Abre la puerta.

—No sabes lo que estás diciendo —siseó—. Si la abro moriremos los dos.

—Ábrela o morirás desangrado igualmente.

Sus ojos vacilaron, así que le ayudé a decidirse. Empecé a clavar el cuchillo en la zona del pecho, buscando su corazón. No tendría la fuerza de Vlad para meterle la mano y sacárselo, pero sí la valentía. O eso me gustaba pensar. Ákos hizo un gesto de dolor, pero siguió inmóvil. La hundí un poco más, lo justo para rozar su órgano más importante.

Sabía que no tenía mucho tiempo. Si no conseguía convencerle terminaría muriendo igualmente y su séquito no tardaría en venir a buscarle. Si no lo habían hecho ya era porque Ákos era demasiado arrogante y confiado, pensando que me podría doblegar.

Me di cuenta de que no conseguiría nada al ver el miedo que le tenía a Lenci, pero había dejado la llave a la vista, seguramente porque pensaba que la mejor manera de velar su encierro era custodiándola él mismo. Clavé hasta el fondo el cuchillo, sintiendo como rasgaba su corazón. Eso hizo que perdiera el conocimiento, lo justo para arrebatárselas y conseguir liberarla.

Me tiré al suelo al tiempo que ella lo sujetaba para meterlo en la sala. No le llevó ni cinco segundos vaciarlo y sus ojos rojos se encontraron con los míos. El vello de mi piel se erizó al escuchar el chillido agudo que brotó de su garganta. En ese momento Lenci había perdido la razón, era un monstruo en estado puro, la esencia que la definía. El halo negro que la rodeaba daba auténtico pavor.

La miré por un instante señalando el piso de arriba, rezando para que me entendiera y fueran suficientes vampiros para saciarse y volver a la normalidad. Sabía que había hecho una misión suicida, pero confiaba en que litros y litros de sangre vampírica compensaran los dos litros que podía ofrecerle yo.

Al ver que desaparecía como si fuera una sombra, suspiré. Los gritos y quejidos de los vampiros no se hicieron esperar cuando la seguí y decidí esconderme en una esquina. Esperaría a que terminara para evaluar su estado. Si era malo correría por mi alma y pediría a los dhampir que abrieran la puerta, puesto que manteníamos comunicación por un pequeño aparato en el que podían escuchar mi voz. Así habían conseguido bloquear el paso a los vampiros e impedirles escapar.

No relataré el estado en el que quedaron los vampiros tras abalanzarse Lenci a por todos ellos. Solo he de decir que el suelo estaba formado por charcos de sangre y parecían marionetas, con sus ojos vacíos y sus extremidades retorcidas. Aguardé a que ella se diera la vuelta, rezando para que todo hubiese salido bien.

Al mirar sus ojos suspiré y mis hombros se relajaron.

Su iris volvía a ser azul.

—Gracias.

Inspiré con fuerza antes de responder. Estaba calibrando cuán peligrosa podía ser ahora que había quedado saciada, pues su rostro volvía a ser el de antes, pero sus ojos estaban apagados, sin vida.

—Has…

Señalé nuestro alrededor sin creerme la masacre que acababa de hacer en décimas de segundo. Lenci podía ser una bomba atómica si se lo proponía.

Para mi sorpresa, Lenci se puso a reír como loca y, al intentar caminar, hizo una especie de s, como si estuviera descoordinada. Segundos más tarde perdió el equilibrio y terminó sentada en el suelo con las mejillas encendidas.

No sabía qué hacer, ver a Lenci en ese estado me había dejado muy confundida. El sonido que hizo la puerta principal al abrirse me distrajo, el grupo de dhampir no tardó en entrar para evaluar el espacio, seguidos de mis compañeros.

Decidí ignorarles para intentar centrarme en mi objetivo principal y me acuclillé para quedar a su misma altura. Sus ojos parpadearon antes de ladear la cabeza y mover el brazo para intentar golpearme. Me alejé como pude, cayendo al suelo yo también.

Sentí la presencia de Ryuk acercarse a mí y se acomodó a mi derecha, evaluando con atención a la vampiresa de actitud extraña. Me giré para mirarle, frunciendo el ceño.

—¿Qué le pasa?

—No soy experto en vampiros pero creo que tiene exceso de sangre —respondió agitando una mano frente a su cara—. Está borracha.

—¿Eso es…?

Cerré la boca al recordar una de las fiestas de Medianoche a las que había asistido. Nikola me había explicado que si alguna persona ingería alcohol y el vampiro bebía de su sangre, podía emborracharse también; pero no me había dicho nada de vampiros quedando saciados hasta el punto de embriagarse. ¿Eso también era posible?

—Estaba muy débil —completé—, cuando la vi parecía a punto de desintegrarse. Ákos dijo que estaba fuera de control.

—Morg… —susurró en un tono lastimero—, y Nik.

Mi corazón latió acelerado hasta el punto de golpear mi pecho. El dolor que estaba sintiendo me lo había transmitido al mismo nivel. No podía creerme que ella se hubiera dado cuenta de su ausencia sin pronunciar una sola palabra.

—Será mejor que hablemos cuando estés más estable.

Tiré de su brazo para levantarla del suelo, así no podríamos entablar ninguna conversación seria. Lenci estaba tan ida que era incapaz de centrarse en nada que no fuera el vuelo de una mosca.

Miré hacia los dhampir que inspeccionaban el lugar.  No sabía qué iba a suceder ahora que el gobernador de Hungría había muerto, ni si eso generaría repercusiones en el resto de los vampiros. Tampoco sabía cuántos podían estar aquí, dado que gobernar un vampiro equivalía a que muchos se instalasen a su alrededor. Solo esperaba poder largarme a tiempo, antes de que todo empeorase.

Nos dirigimos hasta una habitación cercana y la dejé sobre la cama. Mientras ella dormitaba caminé de un lado hacia otro, sin saber qué hacer. Me preocupaba su despertar, que volviera a tener hambre. Por si acaso, decidí sostener el cuchillo. Valía más estar preparada a sufrir un ataque de una chica sin fondo.

Verla así, tan frágil y vulnerable, me hizo sentir lástima. Bajo esa apariencia de persona fría y egoísta se escondía una chica solitaria y desconfiada, a la que seguramente le habían hecho mucho daño. Había perdido a su hermana y también al chico que, para ella, era su amor. Si era algo complicado con lo que lidiar para un humano, para un vampiro era mil veces peor. Los sentimientos se magnificaban, sobre todo los negativos, y podían llegar a ser muy desgastantes.

Al escuchar un ruido me sobresalté, sobre todo cuando sentí una mano rozar mi hombro. Al girar me di de bruces con Ryuk, que miraba a Lenci con la misma cara de preocupación que yo.

—Tienes que estar completamente loca para querer que nos acompañe una Hija Oscura que ha tardado menos de un minuto en masacrar un palacio lleno de vampiros. —Sonrió.

—Tienes que admitir que es muy fuerte.

—Demasiado, pero no deja de ser una Hija Oscura —matizó.

—Una que ha perdido a su hermana por culpa de Lilith.

Ryuk suspiró, cruzándose de brazos. Me miró fijamente antes de volver la vista hacia ella.

—Es muy peligroso.

—Usa tu poder, por favor —pedí —. Así controlaremos su despertar.

Sus cejas se arquearon al escuchar mi petición, debía de estar alucinando.

—¿Has visto como ha masacrado a todo un grupo de vampiros? Mi poder no le hará nada.

—Eso será mejor que nada.

Mi compañero suspiró negando con la cabeza, pero no dijo nada. Observé como cerraba los ojos para concentrarse, en seguida un calor amarillento salió de la palma de sus manos y llegó hasta el cuerpo dormido de Lenci. Su poder se convirtió en una enredadera que empezó a enlazarse por su piel, creando unos nudos en sus extremidades.

Los ojos de Lenci no tardaron en abrirse e intentó forcejear como pudo, haciendo que la enredadera sonara como si se estuviera rompiendo. Ambos retrocedimos por el miedo, no queríamos enfrentarnos a una mujer furiosa. Por la frente de Ryuk no tardó en llegar un sudor perlado al intentar mantenerla, seguido de unas ojeras bajo sus ojos.

—¿Qué hacéis? —graznó.

—Es por precaución. No queremos terminar igual de vaciados que esos vampiros —siseó Ryuk.

—Por ahora estoy saciada, pero no me tientes.

Le hice un gesto a Ryuk para que frenase, tampoco quería que se debilitara. De soslayo estaba controlando la reacción de Lenci, parecía molesta y sincera.

—¿Estás segura? —me preguntó mientras retrocedía unos pasos.

—Sí.

Su poder cesó en cuanto respondí. Lenci gruñó, pero se mantuvo quieta sentada sobre la cama. Sus ojos danzaban entre uno y otro, esperando algún tipo de explicación. Miré a Ryuk para que nos dejara solas, podría apañármelas con un cuchillo y el poder de Lux. Por suerte, miró por última vez a la vampiresa y decidió desaparecer, cerrando la puerta con cautela.

—Aprovecha mis últimos minutos de buen humor, después volveré a tener sed y no tendrás más oportunidades para hablar.

Suspiré mientras revolvía mi pelo, esto no iba a ser sencillo. Aproveché para apagar el aparato que permitía escuchar a los dhampir nuestra conversación. No me interesaba que supieran lo que estaba planeando.

—¿De parte de quién estás, Lenci?

—¿Acaso importa? —rebatió en tono mordaz.

—Mucho. Sé que intuyes lo que ha pasado, así que prefiero no pronunciar esas palabras. Solo te transmitiré algo que él siempre ha querido: venganza.

Sus ojos me escudriñaron, como si tantease qué decir. Se incorporó de la cama para cruzarse de brazos y mirarme fijamente.

—¿Y qué planeas?

—Quiero encontrar a la bruja que estaba ese día con Lilith. La que daba mal rollo —respondí sin rodeos.

Sus cejas se arquearon y se echó a reír, negando con la cabeza.

—¿A Elly? ¿Para qué? Si esperas su ayuda o convencerla de algo te aviso que va a ser imposible. Es una vieja huraña y egoísta.

—Quiero intentarlo —insistí.

—¿Para? Tendrás un buen motivo para estar tan convencida.

Me negaba a compartir mi objetivo con ella. Por mucho que la hubiera ayudado seguía siendo Lenci, la misma chica egoísta y celosa que me había hecho la vida imposible cuando era una vampiresa en transición.

—No tengo por qué contártelo.

—Y yo no tengo por qué ayudarte —respondió, sonriendo con maldad.

Resoplé. Con ella iba a ser imposible, disfrutaba haciéndome de rabiar.

—Yo te he ayudado a ti. Podías seguir ahí dentro, pudriéndote en una mugrienta celda.

—Tú quisiste sacarme de ahí, yo no te lo pedí.

La miré fijamente, entornando los ojos. Lenci estaba agotando mi paciencia y no estaba dispuesta a ceder ante ella. Me negaba a que se saliera con la suya. Ahora entendía a Nikola, parecía que estaba enfrentándome a otra yo.

—Hagamos algo —propuso—. Iré contigo, así te indicaré dónde es.

—¿Y tú para qué querrías ir? —pregunté con cierto recelo.

—Para enterarme. Además, alguien tendrá que sacarte de ahí si la situación se complica.

Decidí aceptar. Ya me encargaría de que no se enterase de lo que planeaba o volveríamos a estar en problemas. Prefería mantener mi secreto a salvo, por si ella o cualquier otra persona decidía impedirme llevarlo a cabo. No confiaba en Lenci. Debía de reconocer que no confiaba en nadie. Si en algo tenía razón Nikola era que no podía fiarme de nadie si quería seguir en pie, todos tenían objetivos ocultos que me perjudicaban.

—¿Y bien?

—Vale, pero mantén tus colmillos alejados de mí —le advertí.

—Seguro que tu sangre me daría dolor de estómago —gruñó, volviendo a ser la Lenci insoportable de siempre.

—Ese sería el menor de tus problemas, te lo prometo.

Nos miramos fijamente, sin dejarme amedrentar. Llevaba meses de práctica discutiendo con Nikola, así que tenía suficiente experiencia en no echarme atrás.

—Será mejor que nos demos prisa. No aguantaré demasiado tiempo saciada.

—Pero tienes que prometerme algo.

—¿El qué? —preguntó frunciendo el ceño.

—Esto quedará entre tú y yo.

Sus ojos brillaron, mirándome con desconfianza.

—Algo muy grande debes de ocultar para querer que tus amigos se queden al margen.

—¿Lo harás? —pregunté con impaciencia.

—Está bien, pero no te acostumbres. Solo lo haré porque quiero saber qué tramas.

Asentí con la cabeza y le hice un gesto con la mano, señalando la ventana. Era tarde y, debido a los sellos que estaban abiertos, la noche seguía priorizando sobre el día. Además, Lenci era una Hija Oscura, lo que le otorgaba bastante poder. Era el momento idóneo para escapar, antes de que mis compañeros quisieran saber a dónde íbamos y nos siguieran.

Moví el manillar e inspiré con fuerza antes de contemplar la distancia que nos separaba del suelo. Estábamos en el segundo piso, así que era demasiado alto para una persona normal, pero una nimiedad para unos seres sobrenaturales como nosotras.

Me tensé al escuchar un ruido. Eran unos pasos, alguien se estaba acercando.

—Vamos —susurré y me impulsé para dar un salto.

Cuando llegué al suelo alcé la cabeza y vi que Lenci me seguía detrás. Al mirar hacia la ventana por donde habíamos saltado vi que Angie asomaba la cabeza y me miraba sin entender nada.

—Corre.

No le di tiempo a que avisara a los demás. Usé mis pies todo lo que pude para escapar del palacio de Ákos, ese que ya no le pertenecía; ese que contenía un recuerdo que había conseguido, en parte, poder sanar.

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