Laurie

Laurie


Capítulo 13

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CAPÍTULO XIII  ERES PODEROSA, BATWOMAN

Esperaba encontrarme a un grupo de ancianos con la típica barba blanca, o alguno sin pelo. También los imaginaba con una túnica, de esas que parecían sumos sacerdotes de algún lugar del este; pero todo lo contrario.

Eran tres. La primera y más llamativa era una niña pequeña de tez morena y pelo negro corto, en el que tenía incrustada una especie de corona con hilos dorados. Sus ojos eran grandes y marrones, y en su cuello llevaba una gargantilla circular de oro. Su ropa era ancha y larga, pues no veía sus manos, de color azul. Flotando a su alrededor estaba una especie de mascota ovalada con ojos saltones y orejas grandes de color rosa. También llevaba una corona como ella y, al emitir un sonido agudo, como si cantara, creaba símbolos dorados que desaparecían a los pocos segundos.

A su lado estaba un chico alto y desgarbado, también de pelo oscuro, pero de ojos claros. Estaba enfrascado mirando una bola rosada que desprendía chispas, así que no había reparado en mi presencia o, si lo había hecho, me ignoraba. Su ropa era tan parecida a la de un humano que pasaba desapercibido.

El tercero sí que era lo más parecido al prototipo de oráculo o sabio que me había llegado a la mente. Era un anciano con una túnica oscura y el pelo canoso. Estaba sujeto a un largo bastón en forma de árbol y a su alrededor flotaba una especie de nebulosa negra.

—¿Vosotros sois el oráculo? —pregunté con perplejidad.

—¿Esperabas a unos ancianos con túnicas, arrodillados para rezar a todas horas? Aburrido —murmuró el joven rodando sus ojos.

—Discúlpalo, es un bobo. No está acostumbrado a recibir visitas y no ve más allá de su bola de cristal, nunca quiere jugar —protestó la niña haciendo un mohín.

Sus voces resonaban por la sala como si estuviéramos en un espacio infinito.

—Basta, no molestéis a nuestra invitada con vuestras discusiones. No podemos perder el tiempo —interrumpió el mayor—. Sé que tienes muchas preguntas.

—Sí. —Asentí antes de morderme la mejilla interna—. ¿Por qué yo?

—Empezamos con la pregunta más sencilla —rio el anciano, mostrando las arrugas que rodeaban sus ojos—. Todas las decisiones que han tomado las personas que hay a tu alrededor han llegado hasta ti. Solo hemos dejado fluir el destino.

—¿El destino? ¿No me ha elegido Lux?

No pude evitar sentirme decepcionada. No me entendía, pero esperaba ser importante. Ya de estar metida de lleno en el problema, al menos tener un buen motivo.

—Fue Eva quien quiso ayudar, a pesar de que le advertimos que no era bueno intervenir en el transcurso de la vida, y la consecuencia no se hizo esperar; pero todos han actuado según lo esperado.

Ladeé la cabeza al escucharle, sin comprender nada. Sentía que en vez de información clara estaba soltando acertijos o divagaciones, pero la parte de Eva estaba clara. Lux no movía un solo dedo por nadie que no fuera su dichosa creación predilecta.

—Eva es muy buena —intervino la niña dando palmadas.

—Y mira cómo estamos ahora… —murmuró el chico, que seguía absorto con su bola, la cual echaba chispas.

Parpadeé sin entender nada. Seguía sin acostumbrarme a este extraño grupo que conversaba como si no estuviera yo ahí. Balanceé mis pies por miedo a despertarme, aún tenía muchas preguntas por hacer.

—¿Podéis interceder en el destino? Podéis… —Tragué saliva al pensar cómo iba a formular la pregunta. La tenía en la punta de la lengua, pero sentía que si la verbalizaba mis miedos se harían realidad.

—¡Claro que podemos! —respondió la niña dando saltitos mientras su mascota revoloteaba a su alrededor.

—Pero no debemos —gruñó el de en medio.

—Intercedería en el rumbo de la vida, habría consecuencias —finalizó el anciano.

La nebulosa negra se expandió, como si quisiera acompañar la advertencia del tercer miembro del oráculo.

—Pero yo…

—Sabemos que quieres revivir a Nikola Alilovic —dijeron los tres al unísono.

Me sobresalté al escucharlos. Sus tres voces unidas formaron un eco que hizo erizar cada vello de mi piel, era un tono demasiado solemne y, a la vez, autoritario.

—¿Y eso está mal? —protesté—. ¡Su muerte fue injusta!

—Su muerte estaba escrita —rebatió el anciano en tono pausado—. Hay que dejar que el tiempo avance.

Resoplé, eso no era lo que quería escuchar. El oráculo debió de darse cuenta de mi molestar, pues fruncieron el ceño y el del medio torció la boca antes de negar con la cabeza.

—¿No se puede hacer nada? Me estoy volviendo loca. Él… él me habla. Yo sé que está en algún sitio esperando que lo encuentre. No podéis esperar que me quede de brazos cruzados.

Los tres se miraron y murmuraron unas palabras incomprensibles para mí. Por lo que estaba escuchando no era un idioma que conociera o, al menos, me sonara. Parecía arcaico, ancestral.

Cuando terminaron de dialogar se miraron de nuevo antes de poner su atención hacia mí, que ya estaba de los nervios porque Angie no tardaría en devolverme a la realidad. No sabía si tendría más oportunidades como esa.

—¿Y bien? —insistí, exhalando con fuerza para no perder la calma.

El oráculo más antiguo extendió su mano y la nebulosa se amplió en respuesta, se volvió tan grande que parecía un espejo o un portal. Entonces flotó hasta mí, colocándose enfrente.

Los miré con el ceño fruncido, sin saber muy bien qué hacer. ¿Debía traspasarlo? ¿Mirar? ¿Tocarlo? El adolescente hizo una mueca de desagrado de nuevo antes de volver a decir algo en esa lengua desconocida. El anciano hizo un ademán con la mano, como restándole importancia, y la niña recuperó su entusiasmo habitual.

—Acércate y mira tras él. Deberás mantener la mente en blanco para hallarle y prolongar la conexión.

—¿Conexión? ¿Cómo miraré tras él con la mente en blanco? ¿Es eso posible?

Todas las dudas me golpeaban, temía no poder hacerlo.

—Claro, Nikola está unido a ti mediante la conexión —respondió la niña con una amplia sonrisa—. Y solo tienes que cerrar los ojos y concentrarte. Cuando pierdas la noción de realidad lo encontrarás.

—No… no entiendo —murmuré mientras me aproximaba unos pasos, preparada para hacer lo que me decían—. ¿Qué es la conexión?

—Al establecerse un vínculo tan fuerte entre ambos, su mente se ha anclado a la tuya y usa su poder enlazándolo con el tuyo para comunicarse en la forma que puede —explicó el mayor.

—Eso… ¿es verdad? ¿Me lo decís en serio? —La voz me vibraba en el pecho al intentar canalizar la vorágine de sentimientos y emociones que estaba sintiendo.

Los tres asintieron en respuesta.

Un cosquilleo nervioso recorrió mi cuerpo al pensar en los esfuerzos que estaba haciendo. Sabía que Nikola Alilovic era el ser más cabezota y poderoso que podía existir sobre la faz de la Tierra y más allá, pero no me esperaba algo así. No podía creerme que, incluso en otro plano, siguiera aferrándose a mí, tratando de ayudarme. La vibración no hizo más que aumentar al percatarme de que estaba cerca de poder hablar con él, o incluso…

—¿Podré verlo? Podré… ¿Puedo hablar con él?

El corazón estaba a punto de salirse de mi pecho pensando en lo que sentiría al escuchar su voz de nuevo, encontrarme con sus ojos grises, esa tormenta que me faltaba.

—Sí. —Asintieron los tres—, pero no dispondrás de mucho tiempo. Ya estamos cruzando la línea de lo permitido.

Inspiré con fuerza, intentando que los nervios no me jugasen una mala pasada y me bloquearan. Concentrarme para dejar la mente en blanco dentro de un sueño era un nivel superior, algo muy complicado de realizar.

Cerré los ojos y apreté las manos en un puño mientras trataba de imaginarme que el color negro de la nebulosa me rodeaba. Los miedos empezaron a romperse, las capas que se encargaban de protegerme fueron cayendo poco a poco y el peso de mis párpados comenzó a desvanecerse. Sentía mis pies flotando, como si fueran plumas volando por el cielo, y mi cuerpo se vio envuelto en un frío que me hizo tiritar, pero no me helaba. Me reconfortaba.

Al abrir los ojos lo primero que vi fue una inmensa noche sin estrellas y, en medio de ella, él.

El hombre que me había generado alegrías, y también tristezas; que había hecho encoger mi corazón para luego expandirlo y hacerlo vibrar, aquel que me había hecho sentirme pequeña y grande a la vez; el hombre cuyos ojos grises eran los únicos capaces de traspasarme y ver mi verdadera identidad, esa que me aterraba reconocer. Que yo, Laurie Duncan, era sinónimo de oscuridad.

—Nik…

Mi voz se quebró al flotar en el ambiente, llegando hasta él. Sus ojos me miraron con un brillo singular, uno que se me hizo muy familiar. Mi pecho se infló de esperanza al ver como sus labios empezaron a moverse, tirando de sus comisuras hasta formar una enigmática sonrisa que me partió el alma para luego volver a unirla. No sabía lo mucho que la había necesitado hasta ese momento, pues las heridas de su muerte me escocían en carne viva. Sentía todas las emociones que había retenido por su ausencia a flor de piel.

Al ver que reaccionaba ante mis gestos, ante mi voz, ante mí… quise correr hacia él. Sentí una imperiosa necesidad de aferrarme a su cuerpo y anclar mis brazos en su espalda, deseando que nada ni nadie nos separase. Quería recuperar esa ancla que me motivara a seguir adelante, que me hiciera sentir segura; en paz. Pero fui incapaz de moverme, no lograba controlar mis músculos y grité en respuesta.

—Laurie —dijo entonces, como si saboreaba cada letra con sus labios—. Estás aquí.

—Te prometí que no te abandonaría, Nik —respondí, notando como cada sonido que salía de mi boca me quebraba más y más. No podía creerme que no me pudiera acercar. Que no pudiera sentir la calidez de su piel o la electricidad que me generaba con solo rozar la mía gracias a la delicadeza de sus dedos.

—Es peligroso.

—¡Me da igual! —exclamé—. Me da igual todo, Nik. No es justo, nada justo. Tendrías que estar aquí, conmigo.

Un carraspeo grave me hizo sobresaltar. Miré a ambos lados sin comprender de dónde venía, pues no veía a nadie más.

—Yo también me alegro de escucharte, ángel oscuro. Empezaba a cansarme de él, sigue siendo igual de exasperante.

—¿Vlad?

Sentí mi cuerpo caer, aunque no hubiera suelo. Escuchar su voz grave resonando a mi alrededor fue demasiado para mí, rompiendo los esquemas que tenía formados. ¿También estaba unida a él?

—El mismo, ¿me extrañabas?

Aunque no lo viera, pude imaginarme la sonrisa socarrona plasmada en su rostro junto a sus ojos azules, pícaros y vivos. La esperanza se expandió en mi pecho, pensando que, si ellos dos estaban ahí y podían comunicarse conmigo, quizás también podría recuperar a los demás.

—¿Cómo…? —Mis labios temblaron, incapaz de seguir formulando la pregunta. No sabía de qué manera controlar la emoción que crecía en mi interior.

—No hay tiempo, Laurie —respondió Nik con el mismo tono autoritario y cansado de siempre—. Escúchanos.

—Demuestra que tienes parte de mi ADN. Úsalo en tu beneficio —intervino Vlad—. Demuéstrale a todos que mi muerte no fue en vano.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté mirando a Nikola directamente. Aunque la pregunta estaba dirigida hacia Vlad, ambos sabíamos que mi corazón esperaba respuesta de otro Hijo Oscuro, uno demasiado independiente y calculador.

—Lilith quería acabar contigo. Para ella eres importante, poderosa. Te teme, ángel —respondió—. Era cuestión de prioridades. Mi muerte la debilitaría, pues pierde parte de su alma. La mía a cambio de fortalecerte a ti es un buen precio para pagar. La venganza digna y justa. Y ya estaba cansado de follar, después de ti no me quedaba a nadie por probar. Pero me timaron, pensé que aquí encontraría a alguien más y, desde luego, no voy a perder mi tiempo con este. No se me empalma.

Negué con la cabeza mientras rodaba los ojos. Estaba claro que Vlad respondería algo así. No pude evitar sentirme presionada, todos tenían una fe ciega en mí y temía defraudarlos. No era tan poderosa como ellos pensaban. En realidad, era muy débil, seguía viéndome como a una niña indefensa y desprotegida, por mucho que de cara a los demás tratase de demostrar lo contrario.

—Puedes hacerlo, Laurie. Tú eres capaz de eso y más. Enfócate en las prioridades y ve a por ellas —insistió Nikola, traspasándome con su mirada—. Eres poderosa, Batwoman.

—Nik…

Me sentí una niña indefensa y frágil, incapaz de decirle todas las cosas que me rondaban por la mente en ese momento. Ser capaz de verle, escucharle, poder mantener una conversación… me estaba dejando desbordada. Sentía como el oxígeno se quedaba oprimido en mis pulmones, pidiéndome más.

—Laurie…

Su voz reverberó en el ambiente, generándose un eco que se iba alejando más y más. Parpadeé al ver que su rostro empezaba a difuminarse, convirtiéndose en arena negra que se entremezclaba con el fondo. Con ese abismo que había sido mi principio y mi final.

—¡No! —chillé mientras intentaba mover mis brazos para aferrarme a él.

Pero fue imposible. El rostro de Nikola siguió desvaneciéndose como granitos dorados atrapados en un reloj de arena, quedando relegado a una dolorosa nada. Una nada que estaba abriendo cada una de las heridas que tenía adheridas a mi piel.

Lloré al verme de nuevo frente al oráculo y la nebulosa flotó hasta colocarse otra vez junto al anciano. Lágrimas y más lágrimas se deslizaron por mis mejillas, debilitándome. Caí al suelo de bruces, sin ser capaz de soportar el peso del dolor que me estaba envolviendo. Cada hueso y músculo de mi cuerpo se quebró y, con ellos, me quebré yo también.

Nunca lo podría superar.

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