Laurie

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Capítulo 14

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CAPÍTULO XIV  UN VIAJE AL EDÉN

Me abracé el cuerpo al darme cuenta de que esa conexión se había evaporado y el frío estaba helando mi piel. No podía asimilar que Nikola había desaparecido otra vez, que el momento tan íntimo que habíamos tenido acababa de evaporarse y no lo podía volver a atrapar.

Miré al oráculo con expresión derrotada y los labios temblorosos, incapaz de verbalizar nada. El anciano negó con la cabeza y el adolescente arrugó el ceño, mientras que la niña seguía con su humor habitual. Nada había cambiado para ellos, pero para mí lo era todo.

—Espero que te haya servido.

—Esto va a traernos consecuencias —añadió el del medio.

—Ahora ya es tarde para cambiarlo —respondió la pequeña.

Miré a los tres con el corazón latiendo a toda velocidad. Sus palabras me estaban preocupando.

—¿Qué consecuencias?

—Lilith

—contestó el anciano.

—¿Qué pasa con ella?

Fruncí el ceño. Suficiente teníamos ya con la madre de demonios sin falta de que complicara más la situación.

—Hemos entrado en su terreno, y eso no tardará en averiguarlo. Empezará a mover hilos para saber el motivo y actuará en consecuencia —explicaron—. Los Hijos Oscuros no dejan de contener un pedazo de su alma y se mantiene ligada a ellos gracias a eso. No es tan fácil entrar en su terreno.

Asentí con la cabeza e inspiré con fuerza, tratando de asimilarlo todo. La verdad era que, con todo lo que tenía encima, que Lilith se enterara de que había hablado con Nikola era lo de menos. Lo importante era que no se enterase del objetivo que tenía con respecto a su hijo.

—¿Podré hablar con él de nuevo? ¿Me dejareis?

—Esto no es un sitio de esos que tienen los humanos para hablar introduciendo unas monedas —gruñó el adolescente.

—¿Sí o no? —insistí. Me estaba resultando muy insoportable.

—Dependerá de cómo manejes tu poder y el control que tenga él. Nosotros no podemos hacer nada más.

Suspiré ante la respuesta del anciano. El manejo sobre mi poder no era malo, pero tampoco suficiente. Esperaba que Nik pudiera hacerlo mejor y pudiéramos hablar. Al menos así no me sentiría tan perdida.

—Y, Laurie —me advirtió el mayor de los tres—, ten cuidado con los…

Las palabras se esfumaron ante una repentina ráfaga de luz que me cegó de forma temporal.

Al parpadear, me di cuenta de que estaba en la cama y mi alrededor empezó a darme vueltas. El rostro de Angie se distinguió frente a todo lo demás, que empezaba a verlo con mayor nitidez. Gruñí al recordar que no había escuchado la advertencia entera. Ya no sabía qué quería decirme.

—¿Qué ha pasado? —pregunté mientras intentaba reprimir un bostezo que amenazaba con salir.

—Adán ha llamado.

Me incorporé sujetando las manos sobre el borde de la cama. La miré frunciendo el ceño, odiaba cuando Angie no daba toda la información del tirón para generar expectación.

—¿Y qué quiere? Aparte de molestar, claro.

—Lilith ha liberado el cuarto sello. Los jinetes del apocalipsis han sido liberados, Laurie —susurró—. Todo se está complicando.

—Contábamos con ello, al menos —murmuré mientras intentaba analizar la situación—. ¿Dijo algo más?

—Que vayamos cuanto antes al Edén a por la espada.

Miré a Angie tratando de contener una sonrisa amarga. Estaba segura de que el engreído de Adán no había empleado esas palabras, puesto que la amabilidad y educación no eran unas de sus principales características.

—¿Dijo eso exactamente?

Arqueé las cejas esperando su respuesta. Angie bajó la mirada antes de sonrojarse y se mordió la mejilla interna. Segundos más tarde decidió contestar:

—Que moviéramos nuestros malditos traseros hasta el Edén para recuperar la jodida espada —matizó.

—Eso ya me parece más típico de él.

Sonreí. Me apasionaba que el primer hombre que había sido creado no fuera capaz de mover un solo dedo por miedo a que Lilith lo encontrase y no tener nada de poder, pero no tardara ni dos segundos en enviar a sus lacayos para que luchen en su lugar. Se quejaba mucho de Lilith, pero ambos eran tal para cual. En el fondo eran inseparables.

—Ha hablado también con Ryuk.

—¿Y bien?

—Quiere que se pegue a ti todo el tiempo. Él le ha contado que has ido por tu cuenta.

Resoplé al escuchar eso. Lo que menos necesitaba ahora era a un espía que le proporcionara información.

—¿Ves por qué prefiero actuar por mi cuenta? Me hacen sentir una niña. No necesito un supervisor que le indique al querido líder si estoy cumpliendo con mi trabajo. Tengo muchas más cosas por las que preocuparme, aparte del Apocalipsis.

—Pero tenemos que enfocarnos en las prioridades. ¿No te da miedo encontrarte con alguno de los jinetes? Y las personas…

—¿Adán piensa mover algún dedo para ayudarlos?

—Sí. —Asintió—. Van a establecer la alarma internacional. Los jinetes, por lo que me explicó Ryuk, se mueven de noche, así que van a crear un toque de queda entre la población para que no salgan de sus casas en cuanto anochezca.

—Eso no les va a gustar. A las personas les gusta salir, muchas tienen ocio nocturno.

—No quedará de otra —respondió encogiéndose de hombros—. Mejor eso a que les ataque un jinete salvaje.

—Sí… —Suspiré—. ¿Así que nos vamos ya?

—¿Te queda algo más por hacer aquí?

Me mordí el labio inferior. No me quedaba nada, pero ir hasta Iraq significaba que me estaba comprometiendo de verdad y el acercamiento con Atary era inminente. Ni siquiera sabía dónde estaba escondido.

—¿Sabes dónde puede estar Atary?

—Ni idea, pero nadie les ha vuelto a ver.

—Atary puede camuflarse haciéndose pasar por cualquier persona, así que es normal —divagué, pensando en dónde podía esconderse alguien como él.

—Les quedan pocos sellos por abrir, eso es lo que más nos debe preocupar. Como abran las puertas del infierno sabrás cómo encontrarlo, pero a él y a veinte mil demonios más.

La miré. Sus ojos oscuros y almendrados brillaban con preocupación. Se notaba que este problema sobrenatural la superaba, aunque intentara demostrar lo contrario.

—¿Los dhampir saben dónde está el infierno? En las clases hablaron un poco acerca de los anillos que tiene y el tipo de demonios que hay en cada uno, pero no mencionaron su ubicación. Solo que está bajo tierra.

—A mí no me mires —replicó haciendo un mohín—, lo poco que sé es por pegar la oreja a las puertas y paredes. Me hubiera encantado poder asistir a esas clases y aprender más sobre todo lo que nos rodea. Así sería de más utilidad.

—Si quieres te puedo enseñar un poco de defensa personal en cuanto tengamos tiempo.

La sonrisa que mostró al escucharme fue realmente contagiosa, consiguiendo ampliar la mía. Angie empezó a dar palmadas y sus ojos se achicaron, recordándome a la niña del oráculo. ¿Cómo se sentiría al haberse separado de Soid? Desde que la recuperó no se había despegado de ella. Estaban muy unidas.

—¡Sí, por favor! Necesito aprender a patear traseros a cualquiera que se me ponga en frente. Y no estaría mal aprender también a manejar algún arma, con esta sartén no puedo hacer mucho, solo dejar a alguien debilucho inconsciente —contestó exagerando la mueca con el labio inferior.

—¿Y te parece poco? —Arqueé las cejas—. Otros saldrían huyendo, tú al menos tienes la osadía de usar una sartén.

—Aún tengo la esperanza de encontrar algún vampiro que esté tan bueno como Atary o Vlad.

—Has leído demasiados libros sobre humanas donantes y vampiros amables —repliqué entornando los ojos.

—¡Eh! Que los abdominales de Vlad eran muy reales —contestó sacándome la lengua.

Ambas reímos, aunque por dentro estaba sintiendo varias punzadas en el estómago. Recordarlo dolía, pues su ausencia me había dejado marca.

—Oye, Lau… —empezó a decir, deteniéndose para mirarme—, me alegra que estemos algo mejor. Me preocupaba que dejáramos de ser amigas por todo esto.

—Lo siento. A veces la situación me supera, pero nunca dejaremos de serlo. Eres la única persona que me queda. Mi única amiga. —Suspiré—. Por eso a veces soy tan dura contigo, me da miedo perderte a ti también. No lo superaría.

—No me perderás, pero apresúrate en enseñarme todo eso de la defensa.

—Lo haré.

Nos dimos un apretón de manos en señal de promesa y salimos de la habitación. Debíamos poner rumbo a Iraq y apurarnos en encontrar el Edén antes de que Lilith diera un paso más. Desconocía cómo hacía para encontrar los sellos y abrirlos, pero llevar cuatro de siete abiertos no era un buen augurio. A este paso íbamos a necesitar más de una espada.

Preparé lo poco que había traído y salimos del hotel en dirección al aeropuerto. Estaba deseando volver a echar una cabezada e intentar reunirme con Nikola. Seguro que él tenía más cosas que decir y podría arrojar algo de luz sobre el asunto.

Volvía a encontrarme en plena naturaleza, bastante lejos de donde estaba en realidad, que era en un asiento del avión. Contemplé mi alrededor e intuí que tenía que estar sumida en otro recuerdo del principio de la creación. Era demasiado extraño que todo estuviera en calma y apenas sucediera nada, solo escuchaba el sonido de las hojas meciéndose al compás del viento.

Empecé a caminar sin rumbo fijo, dejándome guiar por lo que dictaba mi intuición, como si supiera hacia donde seguir. Al llegar frente a un claro, esa cascada que ya había visto en otra ocasión, me detuve. Desde donde estaba podía ver a una chica de cabello anaranjado y tan desnuda como Lilith, con unos ojos claros y llamativos.

Supe al instante que se trataba de Eva. Su largo cabello y las pecas que adornaban sus mejillas la delataban. Lo más llamativo eran sus labios gruesos y la expresión ingenua de su cara, parecía la chica más dulce del mundo.

Quise saber más de ella, pues que me hubiera rondado en sueños y se hubiera tomado el atrevimiento de otorgarme el poder de Lux me inquietaba. Quería saber por qué lo había hecho, si de verdad se había escondido dentro del cuerpo de mi madre. ¿Eso quería decir que mi madre había sido Eva? Era irónico que podía haber salido de un Hijo Oscuro y una hija de la luz.

El problema fue que escuché unas voces en la lejanía y, por curiosa, decidí seguirlas. Al darme de bruces con Adán y otra mujer que conocía a la perfección me detuve e intenté contener la respiración. El primer hombre estaba a punto de acostarse con Lilith.

—¿Por qué no regresas al Edén? Eva es demasiado complaciente, a todo me dice que sí.

—Me encuentro bien por aquí. El desierto no está nada mal.

Adán arrugó la nariz al escuchar la respuesta escueta de su antigua compañera y parpadeó confuso.

—Allí no hay vida, Lilitú.

—Hay más vida de la que te piensas —rebatió.

—¿Y prefieres eso a mi compañía? ¿La comodidad de la naturaleza? Aquí tienes cualquier fruto, todo lo que desees.

Lilith se aproximó hasta su oreja para susurrarle algo al oído. Adán esbozó una sonrisa bobalicona y le ofreció su cuello. No pude verlo bien, pero me pareció que los ojos azulados de Lilith me miraron antes de volver su atención hasta la ofrenda de Adán y sus labios se movieron antes de deslizar la lengua por su piel, creando una mancha oscura.

—Auch, ¿qué has hecho? —protestó él zafándose.

—Marcarte, querido, para mostrarte mi respuesta a tu pregunta.

Adán la miró con confusión, negando con la cabeza. Sus cejas gruesas se arquearon, acompañando el color oscuro de sus ojos.

—¿Qué me quieres decir con eso?

—Pronto lo sabrás, querido, pronto.

Entonces dibujó una sonrisa de satisfacción y le palmeó en el hombro antes de desaparecer por un terreno más oscuro y apagado, la que por ese entonces ya era su nueva morada. La cuna de cualquier ser sobrenatural de Nyx.

Adán se quedó de pie, observando como la que había sido su compañera volvía a alejarse de su lado. Se mantuvo así unos minutos antes de resoplar y retomó su camino hasta Eva, una que desconocía todo lo que estaba a punto de suceder a raíz de esa íntima acción.

Me desperté a raíz de las turbulencias del avión. De soslayo observé cómo Angie se sujetaba al asiento como si le fuera a servir de algo y Ryuk reía al ver su expresión de susto. Shamsiel miraba por la ventanilla con preocupación, sin decir una sola palabra, y Lenci… habíamos quedado en que lo mejor sería que viajara con la compañía de los vampiros. Ellos se encargaron de unir su transporte al nuestro mediante la conexión que tenían sus miembros de la empresa con la nuestra, así que la vampiresa milenaria viajaba metida en un ataúd junto a las maletas, como si fuera un objeto más.

Ella había protestado, claro, pero no le quedó de otra que entrar en razón si queríamos viajar y llegar a la vez sin acabar con todos los viajeros, seguramente incluidos nosotros. La empresa, además, se encargaba de ofrecerle suministro de sangre para lo largo del viaje, como hacía la nuestra con los alimentos.

Al ver que me había despertado, Ryuk me observó con detenimiento. Le devolví la mirada mientras me debatía qué hacer. Quería hablar con él sobre el oráculo y los sueños o visiones que estaba teniendo, pero me daba miedo que luego le contara todo a Adán. Aunque la culpa no era suya, sino mía, por pensar que la amistad prevalecía sobre el trabajo, pues había subestimado lo que Lux y su grupo significaban para él; era más que respeto o lealtad, era devoción. Para Ryuk su religión lo era todo.

—¿Estás bien? —susurró—. Ya queda poco para llegar.

—S-sí…

Suspiré y me acomodé de nuevo en el asiento, esperando que el viaje acabara pronto. Lo mejor por ahora sería mantenerme callada y esperar a tener algo de privacidad. Ahora había demasiadas personas a nuestro alrededor y alguno podía tener la oreja puesta. Lo mejor sería no llamar la atención.

—Sé que el vuelo es cansado y tienes mucha presión, pero podrás con ello.

—Solo espero llegar pronto hasta allí —respondí.

—Lo conseguiremos gracias a esto. —Sonrió mientras mostraba el mapa en donde Adán había indicado la ubicación.

Arrugué el ceño pensando en ello, no entendía cómo podíamos fiarnos así como así de un huésped. Había estado durante demasiado tiempo más dormido que despierto.

—¿Y si se equivoca? Hace… mucho que no va allí.

—Cuando regresó ha aprovechado para ponerse al día, y hoy en día hay muchísimas facilidades gracias a internet.

Asentí, al menos eso era de agradecer. Aun así, me preocupaba no conseguir lo que ellos querían o que algo saliera mal. Seguía inquietándome el hecho de que Atary estaba por ahí fuera, esperándome. Todavía teníamos una cuenta pendiente.

—¿Vamos a ir todos hasta allí? No quiero poner en peligro a Angie —le advertí—. Y estoy segura de que ella querrá estar. La situación se está poniendo demasiado fea como para arriesgarnos.

—No, ella se quedará con Lenci y Sham.

—¿Con Lenci y Sham? —Arqueé las cejas—. No sé qué opción prefiero, las dos son igual de horribles.

—¿Prefieres que te acompañen a ti alguno de los dos?

—Tampoco —gruñí—. Lo que prefiero es ir yo sola. No necesito acompañantes.

—Claro que sí —replicó ofendido—. ¿Y si acabas tú en peligro?

—Me las puedo apañar. He sido una buena alumna en la academia.

Los ojos del druida empezaron a echar chispas, volviéndose amarillentos. Empezaba a pensar que, tras esa insistencia e instinto de protección, se escondían las órdenes de Adán. ¿Es que no se fiaba de mí? ¿Temía que me fugara con el arma y los dejara tirados?

—Laurie… —siseó entre dientes.

—¿Qué?

—No irás sola, así que tú decides quién prefieres que te acompañe: Shamsiel o yo.

—¿Por qué? —insistí.

—Porque hay unas instrucciones y pasos a seguir. No puedes ir por libre o corremos el riesgo de que todo se vaya a la mierda, y no me gusta hacer de poli malo. Colabora un poco —suplicó.

Inspiré con fuerza antes de asentir y chasqueé la lengua. Seguía sin gustarme eso de tener niñeras a mi espalda. Por el momento lo dejé pasar, el arma me iba a ser de utilidad en caso de acabar metida en más problemas.

—Está bien —accedí—, puedes acompañarme, pero me preocupa que Angie acabe con ellos dos. O la matan a ella o el uno al otro. Me preocupa Lenci y su… problema —carraspeé.

—No te preocupes por eso, lo puedo solucionar de manera temporal.

—Vale, eso me tranquiliza un poco —admití.

Me callé al ver que Angie miraba hacia nosotros, no quería que sospechase nada. Por suerte, el avión ya estaba a punto de aterrizar y podríamos poner rumbo a Bagdad, la capital de Iraq.

Le quité el mapa a Ryuk para poder observarlo con detenimiento. En él Adán había marcado con un círculo la ciudad a la que nos dirigíamos y había escrito unas anotaciones al lado, indicando que debíamos seguir el rumbo de los ríos Tigris y Éufrates hacia el sur, hasta llegar a un punto donde ambos parecían juntarse, rodeando así una pequeña porción de tierra verde: El Edén.

Me tensé al pensar en todo lo que iba a tener que hacer al llegar allí, pero aún más al recordar los sueños que había tenido donde revelaban su pasado junto al de Lilith. No entendía por qué motivo ella parecía verme, pues estaba segura de que había clavado en las dos ocasiones sus ojos azules en mí. Además, no podía olvidarme de la advertencia del oráculo. Odiaba no haber podido escuchar a tiempo el final, puesto que así sabía a qué tenía que atenerme.

¿Lilith me estaría buscando? ¿O quizás era otra persona? Todavía tenía que resolver el tema de que una silueta que no había podido reconocer me había seguido en dos momentos y lugares diferentes. ¿Sería la misma? ¿O eran varios? Apreté los dedos contra mi frente para hacer presión. Y a eso había que sumarle la llegada de los jinetes.

—Ryuk —lo llamé tirando de su camiseta para captar su atención, la tenía puesta en la ventanilla para ver cómo descendíamos.

—¿Sí?

—Los… jinetes. —Hice una pausa para clavar mi mirada en él. No quería irme de la lengua por precaución. Él asintió para animar a continuar—. ¿Van en grupo?

—No. Cada uno sale en un lugar distinto, lo que facilita y complica las cosas a la vez.

Asentí al comprenderle, no necesitaba una mayor explicación. Lo que Ryuk quería decir era que era más peligroso para las personas, pues podían abarcar a una mayor población al ir separados, pero más fácil puesto que era más sencillo enfrentarse a uno antes que a cuatro en caso de que fuera necesario.

—¿Hay alguna manera de detenerlos?

—Sí, pero se necesita un gran grupo. Y hay uno que… ya sabes, es imposible.

Asentí, me acordaba de la advertencia sobre muerte. Ese era, lógicamente, el más letal de todos. Era algo de información, pero necesitaba más. Tenía que saber a quiénes podía enfrentarme y cómo defenderme. Ni siquiera sabía qué eran exactamente. ¿Vampiros? ¿Demonios? ¿Otra raza? ¿Algo superior? La cabeza me daba vueltas solo con pensarlo.

—Tenemos que hablar de esto en privado —pedí—, necesito estar preparada, por si acaso.

—Está bien, ahora vamos a Basora. Sé de una que está deseando llegar al hotel.

Ambos miramos en dirección a Angie, ahora que habíamos aterrizado se había abalanzado a por el teléfono móvil para anunciar por Instagram a sus seguidores de que pronto podría subir fotos de su intrépido viaje. Entorné los ojos, ella tenía un don para estar aterrada y emocionada a la vez. Solo esperaba que todos saliéramos ilesos de esta extraña misión al final.

Salimos del aeropuerto para tomar un tren hasta la ciudad, lo que equivalía a cuatro horas de viaje. Allí teníamos un hotel de lujo dirigido por seres sobrenaturales de Lux. Miré a Lenci, que la habían sacado del ataúd para acompañarla hasta encontrarnos, era la que más me preocupaba. Su sed de sangre era un añadido más a la lista de problemas que teníamos actualmente, pero esperaba que entre todos la pudiéramos controlar. Su falta de control podría ser útil en caso de necesidad.

Miré por última vez el mapa antes de arrugarlo en mi mano mientras estaba en el tren. Al mirar por la ventanilla contemplé la belleza que irradiaba la ciudad. Basora nos estaba esperando y, con ella, todos los secretos y peligros que escondía.

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