Laurie

Laurie


Capítulo 15

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CAPÍTULO XV  en busca del edén

Cuando entramos en el hotel me quedé absorta mirando la fachada. Se trataba de un amplio edificio con una cúpula azulada como techo, simulando una mezquita. No había una puerta principal, sino unos arcos con columnas que mostraban el interior, donde distintas personas iban y venían arrastrando maletas y conversando. Incluso las ventanas de las habitaciones eran alargadas y redondas, sin cortinas ni cristales.

—¿Sorprendida? —preguntó Ryuk mirando en mi dirección.

—Bastante.

«Pero no tanto como Angie» pensé mientras la veía correr para colocarse frente a la entrada y extender su brazo mientras sujetaba el móvil, preparada para hacerse una foto para su Instagram.

Pensé que todo se iba a acabar ahí pero, después de hacerse más de diez fotos, mi amiga arrugó el ceño y fue hasta Lenci para tirar de ella y colocarla a su lado. Entorné los ojos al ver que iba a obligarla a posar cuando se notaba que Lenci no estaba por la labor, pero me mantuve al margen. Aprendí que era mejor no contradecirla.

—¿Por qué tengo que hacer una foto? —la escuché protestar.

—Porque así subirán mis seguidores, es estrategia.

Las dejé discutiendo mientras decidía aprovechar y acercarme a Ryuk, que había aprovechado a adelantarse y poner todo en orden. Junto a él iba Sham, que desde nuestro último encontronazo había decidido mantenerse lejos de mí y no dirigirme la palabra. Lo que era mejor para mí, pues me hacía perder el control con facilidad.

—Ryuk, ¿Por qué nos miran tantas personas?

Desde que habíamos puesto un pie en el aeropuerto de Bagdad hasta ahora la gente se giraba para observarnos y hablaban unos con otros, incluso algunos ponían un mal gesto o nos señalaban. No entendía nada.

—No lleváis velo. Por eso lo primero que quiero hacer es pediros unos cuantos, así podréis pasar desapercibidas. También tendréis que cambiaros de ropa.

Arqueé las cejas al escucharlo. Al fijarme con más detenimiento a nuestro alrededor me percaté de que tenía razón, las mujeres de Basora iban vestidas con ropa muy discreta y usaban unos velos que les ocultaban el cabello y parte del rostro. No entendía cómo podían soportar el calor tan tapadas, si yo ya me estaba asando. Miré a Ryuk con expresión de súplica, me iba a morir sofocada.

—¿Es obligatorio?

—Hace un año que ha dejado de serlo, pero es lo más recomendable. Hay una parte de la sociedad aún muy conservadora y además así podéis evitar enfrentamientos innecesarios.

Suspiré y asentí resignada. No quería complicar la situación todavía más.

—¿Cuándo iremos de excursión?

—En cuanto deje todo en orden aquí podemos irnos. No quiero atrasarlo demasiado, ya se ha complicado todo suficiente.

Asentí de nuevo y me mantuve en un segundo plano, observando cómo se desenvolvía hablando con el recepcionista. Saber que se trataba de un hotel que albergaba a distintas criaturas sobrenaturales hacía que mi curiosidad aumentara. Mi vista se dirigía a todos lados, intentando averiguar qué era cada uno, aunque también había humanos. Algunos entraban y otros salían de los ascensores que se encontraban en un lateral, mientras que varias personas conversaban en aire distendido, sentados en los sofás que había cerca del bar.

Al fondo, en la barra del bar, pude ver a una chica tomando una bebida. Supe que era una mujer porque llevaba el velo puesto ocultando su pelo, pero sus ojos claros parecían observarme. Me tensé pensando que podía estar vigilando mis movimientos, pero decidí calmarme. Seguramente era de aquí y no me quitaba ojo porque era la única, junto a Angie y Lenci, que no llevaba velo ni ropa larga. Pero fue en vano, aun intentando focalizarme en ese pensamiento, era incapaz de quitarme la sensación de que esa extraña mujer me miraba por algo más.

—Ya tengo las habitaciones preparadas —anunció Ryuk de repente, atrayendo mi atención.

Me giré hacia él, agradecida por tener una distracción que me ayudara a no pensar en ello y cogí una de las tarjetas que estaba ofreciendo para todos. Lenci alzó la vista y arrugó el ceño al ver que solo había tres números.

—Somos cinco —dijo en tono obvio.

—Sí, una habitación la compartirán Laurie y Angie, otra es para Sham y la restante es para nosotros dos —respondió Ryuk con una sonrisa.

Lenci elevó las cejas de manera exagerada. Sus ojos azules comenzaron a destellar, hasta el punto de empezar a tornarse negros.

—Yo no comparto habitación con nadie. Dame esa —dijo con voz desafiante a Sham.

—Olvídame —gruñó él enseñándole el dedo del medio.

Me apresuré en calmarla antes de que dejara entrever su esencia y asustara a todo el hotel. Ryuk hizo lo mismo, pues una estela blanquecina comenzó a rodearla en cuanto dejó salir un poco de oscuridad.

—Por este motivo decidí que lo mejor sería compartir habitación, princesa, pues dejarte sola sería exponerte demasiado —le susurró al acercarse a su oído.

Cuando deshizo la magia respiré aliviada. Para mi sorpresa Lenci estaba calmada, se limitó a subir el mentón de forma altiva y quitarle una de las tarjetas para desaparecer por el ascensor.

Ryuk y yo nos miramos por unos segundos antes de suspirar.

—Empiezo a pensar que lo mejor hubiera sido que siguiera encerrada —dijo antes de ir tras ella para controlarla.

Le seguí con la mirada hasta que las puertas metálicas del ascensor se cerraron. Entonces miré el número de mi habitación y a Angie respectivamente. Lo mejor sería descansar un poco, antes de que Ryuk me avisara para poner rumbo al Edén.

—¿Hacemos un room tour de nuestra habitación?

Asentí mientras, de forma inconsciente, mi mirada se dirigía de nuevo hasta la barra del bar. Un escalofrío recorrió mi nuca al ver que la chica ya no estaba. Había desparecido sin dejar rastro. Tragué saliva y seguí a Angie hasta el ascensor, donde me olvidé de todo debido a su entusiasmo. Estaba dispuesta a hacerse fotos en cada rincón que encontrábamos, incluyendo el espejo que teníamos enfrente mientras subíamos hasta nuestra habitación.

—¿Qué? ¿Os vais a ir sin mí?

Miré hacia el suelo al escuchar el tono decepcionado de Angie y cómo había empezado a mover sus labios para formar un puchero infantil. Estaba demasiado centrada en tomarse este viaje como una aventura en vez de pensar en que podía ser algo peligroso para ella. Por eso prefería mantenerme callada, no quería tener otra discusión con ella por intentar mantenerla a salvo.

—Laurie —me llamó al ver que sus protestas no surtían efecto con Ryuk.

—Lo siento, Angie, pero tiene razón. Ir todos sería muy peligroso y aquí estás protegida.

—¡Me dijiste que me enseñarías a defenderme! —exclamó agitando sus brazos y me miró de forma desaprobatoria—. No podéis hacerme esto.

—Y te enseñaré, pero ahora tengo que centrarme en esto. Angie, por favor…

Suspiré y me masajeé la sien mientras pensaba cómo podía convencerla para que se quedara. Ahora comprendía a Nikola cuando intentaba mantenerme al margen de Medianoche y sus fiestas. En mi cabeza solo existían pensamientos de preocupación por mi amiga y la esperanza de hacerle entrar en razón.

—¡No es justo! Nada justo —continuó.

—Angie, tú eres la primera que tiene miedo de todo lo que podemos encontrarnos. ¿Y si nos topamos con algún jinete?

Moví mis pies, que habían quedado en el aire al sentarme en la cama. Ryuk había venido hasta nuestra habitación para darnos los velos y avisarme de que ya nos podíamos ir. Había conseguido dormir a Lenci gracias a su poder y la ayuda de uno de los objetos de los dhampir. Preferí no preguntar para no alarmarme. A saber qué podían necesitar para hacer dormir a una Hija Oscura con demasiado mal carácter.

—¡Tengo esto! —respondió mientras mostraba la sartén con toda la dignidad posible.

Me mordí la mejilla de forma interna para contener la risa. Admiraba su positividad, pero ambas sabíamos que eso no le serviría para nada en caso de peligro o necesidad.

—¿Es en serio, Angie? ¿Piensas freír un huevo o algo así? —preguntó Ryuk en tono jocoso, tirando de la comisura de sus labios.

—Además os tengo también a vosotros. Aquí me voy a aburrir.

—Créeme, como nos encontremos con uno de los jinetes te acordarás de lo que acabas de decir y nuestras palabras. Ir con nosotros sería un suicidio.

—¿Y vosotros podéis ir tan campantes? No es justo.

Suspiré. No podía creerme que tuviera que aguantar una pataleta, no me iba bien el papel de hermana mayor. No cuando yo hubiera hecho lo mismo de estar en su lugar. Odiaba que me dijeran lo que tenía que hacer o que pensaran que era débil. Angie era la persona más terca que podía existir, no pararía hasta conseguir lo que quería.

—Pero es lo que hay. —Se encogió Ryuk de hombros—. No podemos ir todos, alguien tiene que vigilar a Lenci. Y nosotros tenemos que enfocarnos en encontrar el arma. En cuanto lo hagamos podremos volver a Edimburgo.

—¿Y ya está? ¿Aquí termina la aventura? —preguntó decepcionada.

—¿Qué más quieres? —Arqueó las cejas—. Luego todo depende de Laurie.

—Sí —intervine con un falso tono de entusiasmo—. Me encanta saber que la puedo cagar en cualquier momento y todos estaréis pendientes de mí. Maravilloso.

Ryuk nos miró a ambas antes de menear la cabeza en señal de cansancio. Estábamos perdiendo mucho tiempo discutiendo por algo que no tenía solución.

—Te quedas aquí y punto —sentenció—. Ya nos lo agradecerás más adelante.

Si las miradas matasen, entonces Ryuk estaría a diez metros bajo tierra. Tragué saliva esperando que nos pudiéramos marchar ya y Angie se quedara quieta, pues temía que estuviera empezando a maquinar alguna locura. Decidí confiar y me levanté de la cama, haciéndole una seña con la mirada al druida para salir de la habitación.

—¿Tienes todo preparado? —preguntó al mirar mi riñonera.

Asentí. Fue lo primero que había hecho al llegar a la habitación, revisar que tenía todos los objetos en regla y no me faltaba nada. Incluso llevaba a buen recaudo el cuchillo, oculto entre mi ropa oscura.

Preparada, decidí ponerme el velo y oculté los mechones rebeldes que intentaban luchar para ser expuestos. Al verme en el espejo que teníamos frente a la cama comprobé que no me quedaba mal, podría camuflarme entre la multitud de forma más sencilla. Todavía tenía que averiguar qué sucedía con esa extraña chica, empezaba a mosquearme que tantas personas se tomaran la molestia de acecharme entre la distancia.

Bajamos en ascensor. Me relajaba saber que todas las chicas de Iraq iban vestidas de forma parecida a la mía, así pasaría desapercibida. Pero Ryuk llamaba demasiado la atención debido a su altura, su cabello dorado despeinado y el tono verdoso de sus ojos. Nunca había entendido que Nikola lo llamara elfo cuando sus orejas eran normales, pero imaginé que solo era por meterse con él de alguna manera.

Ya llevábamos un par de calles cuando él se detuvo en seco y arrugó el ceño. Hice lo mismo y le miré, sin entender qué sucedía. Entonces me hizo un gesto con los ojos, señalándome para que mirara a mi espalda. Hice lo que indicaba y mi corazón se contrajo al ver una silueta intentando ocultarse en una esquina oscura.

—Es Angie —me indicó en tono cansado.

Me relajé al escucharle. No quería que corriera peligro, pero temía que lo hiciéramos ambos al pensar en las personas que se habían tomado la molestia de vigilarme. Solo esperaba estar a salvo en Basora.

—¿Qué hacemos? —susurré, agradecida porque Angie no tuviera el oído tan fino como para escucharnos.

—No sé —gruñó y sus ojos comenzaron a adquirir un brillo amarillento—, pero está acabando con mi paciencia. Teníamos que haber hecho que regresara a la academia en vez de dejar que nos acompañara.

—No le gusta estar sola. —Traté de defenderla—, y quedarse con Lenci y Sham no es la mejor de las opciones. Yo tampoco me hubiera quedado de brazos cruzados si hubiera sido al revés.

Ryuk suspiró y se dirigió hasta la esquina donde Angie se pensaba que era un ninja y nadie la vería, pero hasta con el velo sus ojos almendrados y su pequeña nariz la delataban; sin olvidarme de su fiel sartén. La expresión de su rostro fue un poema al percatarse de que había fallado de forma estrepitosa en su objetivo.

—Porfa… dejadme ir con vosotros. Llevo esto conmigo para defenderme —dijo señalando su arma poderosa.

—Llamaremos más la atención, Angie —gruñó Ryuk, perdiendo la poca paciencia que le quedaba.

—Déjala acompañarnos, estamos perdiendo demasiado tiempo y conociéndola no tardará en hacer lo mismo si vuelve al hotel.

—Solo espero que no aparezcan también los otros dos —susurró casi para sus adentros.

Negué con la cabeza al ver como los ojos de mi amiga brillaban cargados de emoción al escuchar su decisión. Esperaba no arrepentirme por haber decidido apoyarla.

Seguimos a Ryuk por cada calle que pasaba hasta conseguir llegar a las afueras. Angie se entretenía sacando fotografías a cada cosa que le resultaba de interés, incluyendo la ropa de los habitantes o los alimentos que comerciaban en los mercados.

Mientras que caminábamos nos fue explicando que se trataba de la segunda ciudad más importante y grande de Irak. La primera era Bagdad, la capital. Al parecer, Basora era comparada con la ciudad italiana de Venecia por sus múltiples canales, pero nos advirtió que estos se habían convertido en ríos de basura con productos químicos, algas tóxicas y un montón de bacterias. Incluso nos comentó que ahora también tenían esqueletos de animales, entre muchas otras cosas.

Ambas arrugamos la nariz al escucharle, pero tenía razón. En cuanto nos acercamos a la zona de los canales pudimos comprobarlo con nuestros propios ojos y olerlo con nuestras propias narices.

—Es una pena —continuó explicando Ryuk mientras seguíamos alejándonos de la ciudad en busca del deseado Edén—. Basora fue un lugar muy rico, pero lo destrozaron. En el 2003 hubo una guerra que los dejó hechos polvo, la mayoría emigró en busca de comida y agua potable.

—¿Cómo sabes tanto? —pregunté con curiosidad.

Miré a Angie al notar que su brazo me rozaba, casi tropezando. Fruncí el ceño y entorné los ojos al ver que estaba enfrascada con su móvil, tecleando cualquier cosa para Instagram. Me hubiera gustado que prestara más atención a la historia, pues a mí me resultaba fascinante. También me hubiera gustado saber más acerca de la Primera Guerra Celestial, pero eso tendría que esperar un poco más

—Me gusta informarme sobre los lugares a los que voy. —Se encogió de hombros.

—Oh, pensaba que ibas a soltarme algo así como que tenías más de cien años y lo habías presenciado.

—Lamento haberte decepcionado, ex vampirita, pero no todos somos seres milenarios —rio.

—¿Entonces tienes nuestra edad? —Arqueé las cejas.

—Veintitrés años para ser exacto.

Negué con la cabeza con una sonrisa al escuchar el tono orgulloso de su voz y seguimos caminando durante un largo rato, tanto que los minutos comenzaron a mezclarse con las horas y ya comenzaba a tener sed. Incluso Angie empezaba a quejarse del calor y de la falta de alimento. A pesar de estar iniciando el mes de abril, había que reconocer que para nosotras esta temperatura era asfixiante. En Edimburgo este mes solíamos estar rondando los quince grados, mientras que aquí rozaban los treinta y ocho. Me abaniqué con las manos, a pesar de saber que no me iba a servir de nada.

—¿Queda mucho?

—Con este calor podríamos freír un huevo en la sartén —gruñó mi amiga mirando hacia los canales que nos seguían acompañando, los cuales recibían el agua de los ríos Tigris y Éufrates—. Imaginaos si tengo calor que hasta bebería de esa sucia y mugrienta agua verde.

Arrugué la nariz al escucharla. La única amiga que me quedaba estaba loca perdida si decidía beber de esa agua, quizás hasta se volvía radiactiva. Estuve tentada a comentárselo y escuchar una idea loca, pero cerré la boca. Conociéndola, si le decía que bebiendo esa agua cabía la posibilidad de que adquiriese poderes, era capaz de hacerlo, y yo no quería intoxicarla.

—No será necesario que hagas eso, no quiero que te conviertas en spiderwoman. Caminaremos unos minutos más y nos resguardaremos bajo la sombra de algún árbol para comer algo.

Sentí una punzada en el estómago al escuchar su mote, me recordaba al que me dedicaba Nikola cada vez que me metía en problemas. La risa de Angie relajó el ambiente al imaginarse soltando telas de araña por sus manos.

—¿Has traído comida? Pensaba que estábamos viajando con las manos vacías.

—Me subestimas, nena —le respondió imitando la voz del típico badboy de las películas juveniles.

—¿Y tú cómo harás? —pregunté mirándole de forma directa.

Todos sabíamos que Ryuk no se alimentaba de comida humana y no tenía ni idea de dónde estaba el sitio donde le había encontrado la primera vez. Me mordí la mejilla interna mientras rebuscaba entre mis recuerdos cómo era el lugar, visualicé un inmenso árbol rodeado de otros que parecían rodearlo formando una cadena.

—Pues me ausentaré de forma temporal, pero no me llevará mucho tiempo.

Parpadeé con fuerza al recordar también el universo paralelo donde estaba escondido el oráculo de Lux y fruncí el ceño. Entonces miré a Ryuk, que seguía con su expresión infantil y desenfadada, silbando una melodía.

—¿Tu refugio está en el mismo lugar que el oráculo?

Los ojos de Angie brillaron con curiosidad al escuchar la pregunta y el druida se frenó en seco al escuchar mi pregunta. Esbocé una sonrisa ladeada de satisfacción al ver que había dado en el clavo.

—Sí, ese lugar tiene la energía suficiente para poder alimentarme de ella —admitió—. ¿Cómo has llegado a hilarlo? Solo alguien que ha estado…

Cerró la boca y me miró fijamente, alzando las cejas de manera exagerada.

—¡¿Has estado allí?!

—Una vez, y quedé intrigada al ver ese extraño mundo. ¿Solo viven ellos o hay alguien más? ¿Existe algún tipo de fauna?—. Entonces recordé a las mariposas que me acompañaron revoloteando a mi alrededor.

—Guau… —silbó Angie mirándonos a ambos con gran interés—. Yo también quiero ir, ¿cómo es?

Ryuk se rascó la nuca y arrugó la nariz. Inspiró con fuerza antes de mirarme con recelo y seguir caminando, instándonos a movernos también.

—¿No nos vas a responder? ¡Es injusto!

Le di un golpe a mi amiga en el hombro en señal de advertencia. Si él no quería contestar era porque era muy reservado con ese tema, seguramente porque debía de mantenerse en secreto. Le miré de soslayo, analizando su gesto distraído al contemplar el horizonte. Quién sabía lo que podía estar pensando en ese momento.

Minutos más tarde volvió a detenerse en seco y me miró con incredulidad.

—¿Cómo llegaste? ¿Fue en sueños? Es que… no es tan fácil encontrarlos. Para acceder ahí necesitas su permiso.

Tragué saliva, no sabía cómo guardarme la parte de Nikola y que habían decidido responder mis preguntas, a pesar de que no tuve tiempo para plantear todas las que rondaban por mi mente.

—No sé, estaba soñando y… llegué. Me encontré en medio de un lugar abierto y extraño, predominaban los colores rosados y púrpuras. Era bonito —cavilé.

—¿Por qué tienes tanto interés en ellos, Laurie?

—Ya te lo dije, pensé que podían ayudarnos si tanto poder tienen. No entiendo porque todo el peso recae sobre nosotros —respondí encogiéndome de hombros.

—¿Cómo son? —intervino Angie con su particular curiosidad.

—Extraños… eran una niña, un adolescente y un anciano. Cada uno tenía algo a su lado, como si fuera una mascota.

Ryuk arrugó el ceño pero se mantuvo callado, escuchando como detallaba a cada uno. Angie asentía con la cabeza y abría y cerraba la boca a medida que hablaba de todos. Al terminar, los ojos verdes del druida se posaron en los míos.

—Son así porque representan los momentos vitales de la vida: El pasado, el presente y el futuro; al igual que la infancia, la juventud y la etapa más adulta. Por eso Gadrick tiene la nebulosa a su lado, simboliza la muerte.

Me tensé al escuchar su explicación. Si el anciano había usado su nebulosa para que pudiera encontrar a Nikola y hablar con él significaba que estaba muerto. Realmente se había ido de mi lado. Aun así, la idea de que pudiera estar atrapado en algún plano me seguía rondando; sino no entendía por qué había podido hablar con ellos y Nik tenía esa incertidumbre y presión, como si temiera por algo o alguien. Apreté las manos en un puño de forma inconsciente al pensar que podía estar en peligro. ¿Y si me necesitaba?

—Te has quedado muy pensativa —dijo Ryuk, sacándome de mis ensoñaciones.

Tragué saliva al ver el brillo que desprendía su mirada, era inquisidora y ansiosa, como si supiera que escondía algo. Intenté relajarme destensando mis dedos, deseando que fuera suficiente.

—Reflexionaba sobre lo que has dicho. La verdad es que ahora tiene sentido, pero no entiendo la relación de las otras dos mascotas. ¿Para qué sirven?

—Será mejor que encontremos un árbol para resguardarnos y os intentaré explicar lo que pueda. Espero que entendáis que para mí es difícil, es un tema muy privado.

Las dos asentimos y seguimos caminando un poco más mientras tratábamos de ignorar los asquerosos olores que nos acompañaban desde hacía un largo rato. Para mí era peor, pues tenía el olfato mejor desarrollado y la basura me producía nauseas. Aun así, conseguí controlar la revoltura de estómago y pudimos sentarnos bajo la sombra de un árbol que tenía una enorme copa, lo que nos permitía disminuir un poco el sofoco que traíamos.

—Espero que esta información no salga de aquí, bastante me estoy arriesgando ya.

—¿Por qué?

—Porque, al igual que todos correríamos un grave peligro si Samael consigue volver a Cielo, si algún enemigo llega hasta el oráculo desatenderán sus mandatos y las líneas que componen el tiempo se romperían, generando el caos —explicó—. El pasado se mezclaría con el futuro, y el presente los atravesaría. Personas del pasado regresarían y otras del presente o el futuro podrían desaparecer. Sería un desastre.

—Genial —murmuré—. Es maravilloso que pueda suceder algo así.

—Por eso se han tomado las molestias de crear su propio universo, para poder estar a salvo.

—¿Y por qué el poder ese que obtienes está allí? —intervino Angie.

—Porque lo crean ellos, no es algo que la Tierra pueda ofrecer. Gracias a ellos puedo hacer cosas que un druida común no.

—¿Cómo qué?

—Curar heridas graves —respondió—. Los otros se encargan de las superficiales. Su poder es básico porque lo absorben de la naturaleza terrestre. Y no pueden… despertar. Ya sabéis.

Ambas asentimos mientras empezamos a rebuscar por la mochila lo que íbamos a comer. Las dos estábamos ansiosas por poder hincarle el diente a lo que fuera que estaba envuelto en esas telas. Mientras lo hacíamos, pensé en lo complicado y, a la vez, interesante que se había vuelto mi alrededor. Algo en mi interior me decía que el Edén no me iba a defraudar y que sería importante mantenerme alerta. Me preocupaba no haber vuelto a ser atacada o encontrarme a algún ser de Nyx.

Mi corazón se contrajo al recordar la mirada penetrante de Atary y su tatuaje reluciendo en su níveo cuello, el cual me había indicado desde el principio el peligro en el que me estaba metiendo, pero fui incapaz de escapar.

Atary siempre había sido un cazador y yo su presa.

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