Laurie

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Capítulo 16

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CAPÍTULO XVI  la espada ardiente

Después de ese pequeño parón que tanto anhelábamos, Ryuk aprovechó para ausentarse y poder nutrirse de la magia o energía que necesitaba. Las dos nos quedamos mirando sin saber muy bien qué hacer, pues teníamos que esperar a que regresara.

—Sigo diciendo que yo también quiero tener algún tipo de poder, me siento inútil —protestó—. ¿Por qué no pude ser una bruja? ¿O una dhampir? Cualquier ser me valía. ¡Cualquiera! Pero no… me tocó ser una humana aburrida.

—Quizá solo es que tus poderes tardan en aparecer, ya sabes, como en los libros —respondí tratando de animarla.

Angie se quedó con la mirada pensativa mientras jugueteaba acariciando la hierba con los dedos y tiraba de algunas hojas.

—Buen intento, pero Soid se llevó la mejor parte. Yo solo tengo esto de utilidad —gruñó señalando la sartén.

—Al menos nos estás acompañando, aunque no me guste demasiado la idea. Me da miedo meterte en algún peligro.

—Mejor eso a quedarme mirando por la ventana preocupada porque tú estás aquí fuera enfrentándote a todo lo que venga. Obviamente espero lo mejor de ti y estoy segura de que podrás salvarnos de todo este lío, pero no a costa de poner en juego tu vida —dijo con un ligero temblor en el labio inferior—. Por eso quise venir, para ayudarte como pueda.

—No era necesario, pero… gracias.

Miré hacia el suelo para evitar sonrojarme. No estaba acostumbrada a que se preocuparan tanto por mí, pues la única amiga desinteresada que había tenido en estos años había sido Ana, y ya no contaba con ella. Me hubiera gustado también tener la compañía de Rocío, pero ya era tarde. Había pasado todos estos meses tratando de mentalizarme que estaba sola en esto y Angie acababa de romper mis esquemas. Ni siquiera me imaginaba que también me fueran a acompañar Ryuk, Sham y Lenci. Éramos un grupo de lo más diferente y especial.

—Para eso están las amigas. Estar en lo bueno puede hacerlo cualquiera, lo importante es estar en lo malo —respondió encogiéndose de hombros—. Nunca olvidaré cuando esos idiotas me encerraron en la capilla y tú me salvaste; pudiste haberte ido para protegerte, pero… te quedaste. Eso no lo hace cualquiera, ¿sabes? Estamos acostumbrados a mirar nuestro propio ombligo y salvar nuestro pellejo primero.

—Para eso están las amigas —repetí guiñándole el ojo.

La sonrisa de Angie fue tan amplia y contagiosa que no tardó en conseguir que esbozara una parecida, haciéndome olvidar durante unos segundos todos los problemas. En ese momento éramos dos chicas normales aprovechando el tiempo para compartir un bonito momento.

—¿Qué te gustaría hacer cuando todo esto termine? —le pregunté con curiosidad.

—Ir de fiesta y poder ligar con algún chico.

Reí al escuchar su respuesta, no había esperado ni un minuto para pensar; pero así era Angie: sincera y directa.

—¿Y tú?

—Dormir y ver todas las películas y series que pueda. También aprovechar a leer en mi rincón favorito de Luss y volver a estudiar Literatura. Recuperar mi vida normal. —Suspiré.

—La verdad es que esto de las guerras sobrenaturales y las criaturas peligrosas unos minutos está bien, pero ya empieza a dar algo de miedo —confesó—. Esto solo termina bien en los libros.

Apoyé mis manos en el suelo y me recliné hacia atrás para observar el paisaje mientras pensaba en sus palabras. Para cualquier persona sería chocante acabar metida en algo así y tendría la agria sensación de no saber qué hacer o si se estaría equivocando, como era mi caso.

Nadie me había preparado para algo así hasta llegar a la academia e, incluso así, sentía que no había sido suficiente. Necesitaría toda una vida para aprender todo lo que necesitaba de todos los seres que nos acechaban. En especial sobre ese Hijo Oscuro que me había rondado desde el principio. Me aterraba saber que en cuanto encontrásemos el Edén mi siguiente objetivo era enfrentarme a él.

—¿En qué piensas? Te has quedado callada.

—En… todo. Es que no paro de darle vueltas al asunto de tener que enfrentarme a Atary, ¿sabes? Me da miedo no ser lo suficientemente fuerte. Me da miedo volver a caer.

—Bueno… es normal —respondió antes de morderse la mejilla interna—. Todos hemos caído alguna vez en una relación tóxica, donde la otra persona sabe bien qué palabras usar para hacernos dudar.

—Pero yo ya caí dos veces —maticé y exhalé un suspiro de cansancio—. Lo que más me aterra es pensar que mis sentimientos no hayan sido fruto del vínculo, sino que fueran reales; porque entonces sí que estaré perdida. Y eso me hace sentirme una mierda porque también sentía por Nikola y desde que… se fue, ha dejado un vacío aquí —continué señalando la zona donde estaba escondido mi magullado corazón.

—Debe de ser muy complicado al interferir vínculos sobrenaturales. No lo he vivido, pero puedo hacerme a la idea de tu confusión. Me recuerda a cuando Elena, la de Crónicas Vampíricas,

se planteaba lo que sentía por los hermanos Salvatore.

—¿Y qué hizo?

—Primero estuvo con uno y luego con el otro —respondió encogiéndose de hombros—, chica lista. Yo también lo hubiera hecho. Los dos están para tener miles de orgasmos visuales.

—Angie…

Contuve una sonrisa mientras rodaba mis ojos. No había solucionado mi problema pero me sentía más tranquila. Aún no estaba en esa tesitura, así que no tenía que preocuparme por un problema que aún no había que solucionar. Lo mejor sería centrarme en el primer objetivo; después ya pensaría en el siguiente.

Una cálida ráfaga de aire nos despeinó, seguida de un fogonazo de luz anaranjado que nos hizo tapar los ojos con nuestras manos y parpadear para centrar la vista. Al apartarla, vimos que Ryuk ya había regresado. Para decir que iba a tardar poco y no tendríamos tiempo de echarle de menos era todo un lento. Agradecía no haber tenido ningún percance ni enfrentamiento en su ausencia.

—Listo. Ya estoy preparado para enfrentarme a cualquier peligro —anunció con una sonrisa amplia.

—Pues yo no —respondió Angie aireándose con la camiseta—. Hace un calor de mil demonios y estoy toda sudada. ¡Qué asco!

—En el Edén, si nada ha cambiado, hay una cascada. Puedes bañarte allí, si quieres, y deleitarme con la belleza de tu cuerpo al natural. Con tanto trabajo y obligaciones no he podido disfrutar.

Entorné los ojos al escucharle y meneé la cabeza en respuesta. La provocación de sus palabras y el brillo divertido de su mirada hizo que mi estómago se encogiera, haciéndome daño. Echaba de menos los comentarios mordaces de Vlad.

Decidí centrarme en lo importante, que era la mención de la cascada. Ya estaba prácticamente segura de que en mis sueños me encontraba en el tan aclamado jardín, pero su información lo confirmaba. Mi mente dio vueltas tratando de encontrar alguna explicación acerca de la marca de Lilith en el cuello de Adán. ¿Qué quiso conseguir haciendo eso?

—Será mejor que avancemos —murmuré mientras empezaba a levantarme. Seguía sumida en mis pensamientos e hipótesis.

—Sí. Si no se hará muy tarde y no es buena idea quedarnos a la intemperie de noche. Nunca se sabe lo que podemos encontrar —dijo Ryuk ofreciéndole su mano a Angie para ayudarla a levantarse.

—¿Podrá estar alguno de los jinetes por esta zona? —preguntó ella con los ojos abiertos como si fuera un búho y su cuerpo empezó a temblar como una hoja—. No quiero enfrentarme a ninguno de ellos.

—Yo te protegeré, flor —respondió guiñándole un ojo.

—No te preocupes, en caso de verme en peligro usaré mi arma secreta.

Me mordí el labio inferior para no reírme viéndola mover la sartén en el aire como si se tratara de una espada. Incluso empezó a dar patadas y mover los brazos como si estuviera haciendo Kung Fu. Ryuk soltó una carcajada al observarla y empezó a aplaudir mientras sus ojos verdes brillaban.

—Cierto, culpa mía por subestimarte. ¿Para qué pedirle a Laurie que se enfrente a los malos cuando puedes hacerlo tú? Protégenos, oh, poderosa humana.

—Ahhh no, de eso nada. Una cosa es usar mi sartén contra un monstruo que nos quiera atacar y otra bastante diferente es infiltrarme en un nido repleto de seres oscuros. Yo por ahí no paso —respondió negando con las manos.

Llevé las mías hasta mi estómago para intentar contener el dolor que me estaba generando reírme. Sabía que no era un buen momento para hacerlo, pues bastante teníamos ya encima, pero no pude evitarlo. El humor de estos dos juntos era demasiado fuerte, como un bálsamo reparador.

—Nos hemos perdido, ¿a que sí?

Los lloriqueos y protestas de Angie no tardaron en llegar al ver que, por mucho que avanzábamos, no veíamos ningún jardín ni ninguna cascada. El olor putrefacto de los ríos seguía acompañándonos y la temperatura había descendido unos grados debido a que el sol comenzaba a ocultarse tras las colinas y montañas lejanas. Ryuk la miró de soslayo y siguió caminando, sin perder su sonrisa característica.

—No. El jardín se ha escondido de nosotros, más bien. Quiere jugar al escondite.

—Pues yo no tengo muchas ganas de jugar —murmuré. Ya me sentía un poco cansada de caminar sin ver un fin.

—Que aguafiestas —respondió haciendo un puchero y se detuvo para mirar el mapa—. El caso es que no estamos mal, pues es esta zona; pero claro, nuestro líder ha tenido que guiarse con la tecnología actual y no especifican el punto exacto, así que hay un margen de error.

—¿De cuánto? ¿Minutos? ¿Horas?

El druida me miró antes de responder. El destello malicioso de su mirada me hizo ponerme alerta.

—Mientras que no sea un margen de días o semanas ni tan mal.

—Te voy a matar, Ryuk —gruñí intentando mantener mi paciencia intacta. A veces era demasiado despreocupado.

—Me uno a la causa —intervino Angie—, porque empiezo a apestar y me duelen los pies. Mañana tendré agujetas.

—Solo un poco más…

Seguimos caminando un poco más entre quejas y bromas, hasta que nos detuvimos al ver un claro verdoso y el sonido de una cascada hizo que mi corazón se acelerase. No podía creerme que por fin estuviéramos llegando. Lo habíamos encontrado.

Por si acaso, miré a Ryuk esperando su aprobación y al apreciar su movimiento de cabeza en sentido vertical emití un sonido de entusiasmo, pero nada comparable al chillido histérico y emocionado de Angie antes de echar a correr hacia allí.

—¡Angie, espera!

Me uní a ella como si fuéramos un par de niñas mientras intentaba controlar la velocidad. Si usaba cada músculo de mi cuerpo a la potencia que me había acostumbrado a trabajar en la academia ella no tardaría en quedar atrás. Cuando pisamos el claro y comenzamos a vernos rodeadas de vegetación y una pradera sin malos olores me relajé. Ya solo tenía que encontrar los dichosos árboles ancestrales.

—¿Qué había que buscar? —preguntó ella arqueando sus cejas.

—Dos árboles que existen desde el principio de la creación —resumí.

—Ah, genial —respondió levantando el pulgar hacia arriba en señal de aprobación.

Seguimos avanzando un par de minutos, hasta que llegamos a la cascada. Allí fue demasiada tentación para Angie y se tumbó en el suelo. Me acerqué hasta ella y me coloqué enfrente, mirándola con detenimiento. Entonces fruncí el ceño.

—¿Qué haces?

—¡Me rindo! Necesito un descanso. Claudico en eso de querer ser una dhampir. Es mejor ser una humana normal, sin responsabilidades que impliquen tener el culo y los pies doloridos —se quejó—. Cuando encuentres los árboles esos me avisas y me acerco a cotillear.

—Eres imposible —respondí entornando los ojos y me aparté para dejarla tranquila.

Yo también estaba cansada y con ganas de tumbarme junto a ella para cerrar los ojos y desconectar, pero no podía. Miré a Ryuk y le hice un gesto para que se quedara con Angie, pero negó con la cabeza.

—Por favor, no quiero que aparezca alguien de repente y la ataque.

—¿Y a ti?

—Yo sé defenderme mejor —siseé para que no me escuchara ella.

—Me cae bien, pero no tenía que haber venido. El plan era que yo me mantendría a tu lado por si la situación se complicaba.

—¡Estás aquí al lado! —exclamé elevando mis cejas—, llegas en nada en caso de que sea necesario. Ryuk, por dios, me conoces. Por el momento está todo controlado, no seas negativo.

—Está bien, pero ten cuidado.

Asentí con la cabeza y decidí inspeccionar la zona norte, tras la cascada. Mientras caminaba los pensamientos de mi mente viajaban de un lado hacia el otro. Esperaba hacer las cosas bien y encontrar la espada sin ningún problema, como había sucedido con la configuración de Lucifer.

Repasé la conversación que había tenido con Adán y Senoi antes de viajar. Sabía que había dos árboles, que yo tenía que centrarme en el árbol de la vida porque daba un fruto y llamaba a un ángel, o algo así, pero recordaba algo del otro. Sabía que se llamaba el árbol del bien y del mal, pero no recordaba para qué servía.

Intenté estrujarme la cabeza pensando si me habían advertido algo acerca de él o podría curiosearlo con tranquilidad, en caso de encontrarlo. Seguí caminando absorta en mis pensamientos hasta que un gran tronco se interpuso en mi camino y me detuve en seco, a punto de chocar con él.

Al alzar la cabeza tragué saliva. El tronco era inmenso, parecía no tener fin, pues no veía la copa. Las ramas salían disparadas hacia todos los lados y las hojas variaban de color, algunas verdes y otras de marrón oscuro, como si estuvieran sin vida.

Miré a ambos lados y comprobé que a escasos metros había otro árbol, con el tronco igual de grande pero con una copa más pequeña y redondeada. Las ramas se entrelazaban unas con otras dejando pequeños huecos por donde se podía ver más camino, y en el suelo se alzaban algunas raíces gruesas y alargadas.

Inspiré con fuerza mientras miraba a ambos por igual. Los dos tenían fruto, pero el que estaba frente a mí tenía más. Quise acercarme al otro, que deduje que era el árbol de la vida, pero el tronco que se alzaba ante mí parecía pedirme que lo acariciara.

Meneé la cabeza para intentar volver a la realidad, pues ese pensamiento era absurdo. ¿Cómo me iba a pedir un árbol que lo acariciara? Aun así, mi mano se posó en la madera y la yema de mis dedos rozaron su textura rugosa. Cerré los ojos al sentir una extraña relajación y su nombre se coló en mis oídos, murmurándolo.

El árbol del bien y del mal.

Entonces me pareció escuchar unas voces, eran tantas que fui incapaz de distinguir lo que decían. Al abrirlos, comprobé asustada que mi mano sujetaba una manzana rojiza, similar a la que había mordido Blancanieves. ¿Acaso era un símil? ¿Una advertencia sobre lo que podía suceder si la mordía? Las voces enloquecieron al ver que la sostenía y la miraba con recelo, animándome a pegarle un bocado.

Retrocedí unos pasos sin saber muy bien qué demonios hacer.

El árbol del bien y del mal… ¿Qué predominaba en mi interior?

Las voces hicieron tanto ruido que su fuerza aumentó, acercando la tentadora fruta hasta mi boca. Cuando quise darme cuenta, mis dientes se habían clavado en su suave piel y de ella salió una luz extraña que me hizo teletransportarme a algún tipo de recuerdo o sueño.

De repente me encontraba en un espacio muy grande. Mirara por donde mirase había un montón de personas, unos luchando contra otros. Sentía el calor recorriendo mi piel y la oscuridad nos rodeaba a todos. ¿Qué estaba pasando?

No entendía nada, el ruido era ensordecedor y los quejidos se entremezclaban con el ambiente. Entre todos, mis ojos atraparon a Lilith en una esquina, controlando la situación; pero, además de a ella, también pude verme a mí misma.

Me quedé helada, no entendía cómo podía verme a mí misma. Las ojeras eran notorias y mis ojos brillaban al contemplar la situación. En cuanto la vi, cuando mi doble reparó en su presencia, fue hasta ella a toda velocidad.

Entonces alguien irrumpió, golpeándome. Miré como pude hacia la silueta que había intervenido, pero ya era tarde. No sabía dónde estaba Atary, ni Angie, ni Ryuk, ni Sham… no veía a nadie que me indicara hacia dónde se había inclinado mi balanza, ni quién me había frenado; pero sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo.

La guerra había iniciado.

Parpadeé y meneé la cabeza al verme de nuevo frente al árbol. Tiré la manzana al suelo y retrocedí unos pasos de manera inconsciente mientras intentaba asimilar la premonición que acababa de ofrecerme ese fruto. ¿Si mordiese otro trozo me darían más información? ¿Acaso el futuro estaba decidido? ¿Daba igual lo que yo hiciera o pensase?

Intenté focalizar mi atención en el otro árbol, ese en el que había tenido que fijarme desde el principio, a pesar de que el otro me llamaba. Debía de admitir que el árbol de la vida era realmente bonito, con sus ramas enredadas y sus hojas verdes y luminosas. Las raíces eran grandes y traspasaban la tierra, por lo que había que tener cuidado para no tropezar.

Me acerqué y tragué saliva antes de contemplar el único fruto que este ofrecía. Era más oscuro, muy poco apetecible; aun así, sabía que lo debía de probar, así que suspiré y lo quité de la delgada rama que lo unía.

Lo observé. Era increíble que una espada se escondiera tras un fruto que podía estar a la vista de cualquiera, pero supuse que nadie repararía en un árbol entre tantos otros y que encima tenía un alimento tan poco apetecible. Lo acerqué a mis labios y le di un mordisco, algo más tímido que el anterior. Al instante me sentí más fuerte, más poderosa; era como si hubiera bebido la sangre de cien vampiros juntos. Inspiré con fuerza y miré a ambos lados, esperando que sucediera algo.

Al ver que un par de minutos más tarde todo seguía igual, me preocupé. ¿Había hecho algo mal? ¿La había cagado al haber mordido la manzana primero? Un fogonazo de luz me sorprendió, haciéndome retroceder. Protegí mis ojos con las manos para acostumbrarme y una silueta me hizo apartarlas.

Palidecí al darme de bruces con ese ángel que me había anticipado Adán. El primer ángel que veía con su verdadera forma. Tragué saliva mientras mis ojos lo analizaban de forma inconsciente. Era pequeño, pero no llevaba pañales como solían representarlos en la Tierra. Tenía cuatro pares de alas doradas que se alzaban con majestuosidad y un ropaje vaporoso tapaba su cuerpo. Sus ojos parecían transparentes y transmitían una gran luz. Lo más sorprendente era su rostro andrógeno y su sonrisa afable. Un solo gesto y había conseguido serenarme.

—Tú debes de ser Laurie.

—¿Me conoces? —Abrí la boca, sin creérmelo.

—Claro, estoy anclado a este lugar. Sé que ibas a venir, todos lo esperábamos.

Seguí mirándole sin asimilar lo que estaba sucediendo. Entablar conversación con un ángel era algo que no entraba en mis planes.

—Perdona, lo mejor será empezar por el principio. Soy Haziel, querubín de la misericordia y el perdón; protector del Edén y vigilante —se presentó e hizo una reverencia inclinando su torso.

—Yo… yo soy Laurie. —Asentí, sintiéndome tonta segundos más tarde al darme cuenta de que él ya me conocía. Lo había dicho hace un minuto—. ¿No ha venido nadie antes?

—Muchos investigadores e historiadores lo intentan, pero yo me encargo de mantener a salvo la tierra sagrada. Dejar el fruto en malas manos puede desencadenar el caos.

—Y… —Tragué saliva. No dejaba de pensar en el error que podía haber cometido al haber probado el otro fruto. La manzana prohibida.

—Está todo bien —respondió al adivinar mi temor—, el árbol del bien y del mal decide a quién revelar un trozo del futuro.

—¿Eso va a pasar? Es… ¿es real? —murmuré abrazándome el cuerpo.

—Tan real como que tu nombre es Laurie Duncan y eres la primera híbrida.

Un escalofrió erizó cada vello de mi piel al escuchar mi nombre ser pronunciado por sus labios. La solemnidad con la que lo decía imponía respeto. Miré a ambos lados intentando encontrar la espada, incluso observé de soslayo sus manos; pero estaban vacías.

—¿Buscas el arma?

Asentí con las manos temblorosas por lo que podía pasar, la presión se posaba sobre mis hombros cansados.

—Deja tu mente en blanco y aproxímate al tronco del árbol de la vida. Él decidirá si eres la justa dueña de la espada más poderosa.

Inspiré con fuerza al escuchar su orden y avancé unos pasos. El cantar de los pájaros y el sonido de las hojas al ser movidas por un tímido viento me acompañaba. Cerré los ojos mientras acariciaba la corteza como me había indicado el querubín y apreté los párpados con tanta fuerza que empecé a sentirme absorbida por la oscuridad.

Aun así, respiré. Intenté mantener un ritmo calmado mientras caía en ese abismo que me resultaba tan familiar. Intenté dejar a un lado los problemas, preocupaciones, dudas y miedos. Me centré en focalizar mi atención en el fogonazo de luz que había presenciado minutos antes con la llegada de Haziel. Solo eso necesitaba para desconectar del mundo real.

Una repentina calidez acarició mis manos y un peso metálico me hizo abrir los ojos de manera abrupta. Al parpadear la vi. Sentí y palpé el arma más deseada por todos. Una espada blanca de la que salían llamaradas rodeando el filo. Entonces pasó algo que no me esperaba al sostenerla.

Me sentí ligada a ella, estaba absorbiendo mi reciente poder.

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