Laurie

Laurie


Capítulo 17

Página 19 de 47

CAPÍTULO XVII  DESAPARICIÓN

Parpadeé al encontrarme frente a una situación que no me esperaba. La luz y colores blanquecinos del fondo provocaban que las personas que se estaban enfrentando unas con otras pareciesen destellos fugaces.

Miré a un lado y al otro, sin saber muy bien qué hacer ni qué decir. Las presencias vibraban a mi alrededor, consiguiendo que mi cuerpo temblase. Me abracé el cuerpo mientras intentaba abrirme paso, esquivando a los distintos seres alados, intentando buscar a alguien clave. ¿Era una escena del pasado? ¿O una del futuro? ¿Por qué estaba teniendo esta visión?

Tragué saliva. No quería pensar en la posibilidad de que pudiera suceder una Segunda Guerra Celestial, pues eso significaría que había fallado en mi misión y se había desatado el caos. Seguí caminando mientras intentaba centrarme en los detalles de cada rostro que se interponían en mi rumbo. Era muy difícil debido a sus rasgos andrógenos.

Abrí la boca para hablar, pero sellé mis labios al ver que no iba a servir de nada. Todos estaban demasiado ocupados como para percatarse de mi presencia. Me alejé pegando un salto al ver que una ráfaga cálida me rozaba. No entendía por qué no veía demonios o a algún ser oscuro. ¿Estaban peleándose unos ángeles con otros?

Traté de mover las manos, deseando tener algún poder. Solté un bufido al ver que no estaba sirviendo de nada. Parecía que solo había llegado a esta escena para ser pasiva. Por mi lado pasó otro ángel con dos grandes alas, sus ojos destellaban con furia mientras usaba una espada.

Mi corazón se detuvo un instante al fijarme en esa arma etérea. Su filo era blanco y de él salían unas llamaradas en forma circular y sentido ascendente. La movía con determinación, haciendo retroceder a los ángeles que atacaban con ferocidad. Sin duda se trataba de la misma espada que, en el plano terrenal, tenía yo en mis manos. Ese podía ser ¿Haziel?

Enmudecí al presenciar la figura de un ángel que destacaba entre todos los demás. A pesar de no haberlo visto antes, el tono oscuro que cubría su iris y la mueca que formaban sus labios era característica. Era el más alto y robusto, el más fiero. Sus movimientos eran directos y certeros, su garra sobresalía entre todos.

Ese tenía que ser Lucifer.

Inspiré con fuerza al visualizar la temible escena. Me consolaba que si era Haziel quien sostenía la espada y Lucifer aún tenía aspecto angelical, era porque me encontraba ante la Primera Guerra Celestial. La batalla hacía que las luces tintinearan unas con otras.

Me sentía impotente. Saber que era una escena del pasado no me impedía que tuviera ganas de ayudar, quizás por saber que ese hecho había marcado el futuro de la humanidad. Daría lo que fuera por poder advertirles y que lo encerrasen en el Cielo, no desterrarlo a la Tierra, pues había sido nefasto para todos.

Palidecí al ver como Lucifer se abalanzaba por Haziel, pero otro ángel bastante grande y luminoso lo detuvo, usando su poder. Una bocanada luminosa lo rodeó, haciendo que se arrodillara en el suelo y tirase su arma. Lo siguiente que pude ver fue como sus alas caían al lado mientras soltaba un ruido ensordecedor.

—Laurie.

Me llevé la mano hacia la frente y cerré los ojos con fuerza. El regreso a la realidad había sido tan fuerte que mis piernas flaquearon, haciéndome caer al suelo. Mi pecho subía y bajaba a gran velocidad, pues me costaba respirar.

—¿Estás bien? —escuché a Ryuk a mi espalda.

—Más o menos —conseguí responder.

Relamí mis labios, estaban tan secos que los notaba agrietados. Me sentía vacía, como si no pesara nada. Incluso mi vista no había terminado de adaptarse al entorno en el que nos encontrábamos.

—¿Esa es la espada?

Parpadeé para ubicarme y encontrar la dichosa arma. Había sido una visión mucho más poderosa que todas las que había tenido hasta el momento.

Iba a cogerla, pero Ryuk se adelantó. Extendió su brazo para intentar sostener el mango, pero apartó su mano de golpe, como si se hubiera quemado. Sus ojos verdosos me miraron con asombro y recelo antes de suspirar.

—Supongo que solo acepta un dueño.

—Eso me dijeron —murmuré mientras me inclinaba para cogerla yo.

—¿Ha pasado algo en mi ausencia digno de mención? Pareces un trapo.

—Muchas visiones —gruñí—. Me han dejado exhausta.

El druida se arrodilló a mi lado para posar su mano encima del pecho. Las mariposas no tardaron en aparecer para comenzar a revolotear a mi lado. Minutos más tarde se esfumaron, como si hubieran completado el chequeo.

—Es como si algo hubiera chupado parte de tu energía. He hecho lo que he podido.

—Ha sido la espada. —Asentí.

—Será mejor que la ocultes, podría ser peligroso dejarla a la vista de los demás. Todos querrán hacerse con ella.

—Pero tiene un dueño —repliqué antes de morderme el labio inferior—. No deberían de poder.

—Por si acaso, toda precaución es poca. Y, aunque no puedan, intentarán quitártela. Los que apoyan a Lilith y Lucifer harán lo que sea con tal de impedirnos bloquearlos. Están deseando que lleguen a Cielo otra vez.

—¿Crees que es posible que Lux pueda ser derrotado?

Sus ojos verdosos brillaron antes de ocultarlos al bajar la mirada hacia sus dedos. El chasquido que hizo al retorcerlos me hizo vacilar. No hizo falta que contestara para saber que en su mente bailaba la duda.

—Es mejor no averiguarlo.

—¿Y ahora qué? —pregunté después de estar unos minutos en silencio.

Me preocupaba no saber dónde estaba Angie. Podía rondarnos cualquier tipo de peligro y no quería que se quedara sola.

—Ahora tenemos que regresar al hotel. Lo mejor sería volver a la academia y hablar con… Arthur —dijo enarcando sus cejas—. Nuestro siguiente paso es encontrar a Atary.

—No va a ser sencillo.

—Quizás sí. Le interesas y le mueve la avaricia. Suma uno más uno y tendrás dos.

—No es tonto. —Suspiré—. Lo estás subestimando.

—Para nada. Sé que esto funcionará si usas bien tu astucia e intuición. Y soy consciente de los riesgos que conllevan ese acercamiento, pero no nos queda de otra.

—Eso es lo que más me preocupa —murmuré.

Me extrañaba demasiado que todavía no hubiera aparecido, al igual que hubiera alguna persona siguiéndome. Podía sentirlo. La chica del hotel me había inquietado bastante. ¿Qué estaría haciendo? ¿Estaba guardando fuerzas para vencernos a todos?

Acepté su mano para levantarme del suelo y volvimos hasta donde estaba Angie, completamente ajena a los peligros que podía haber a nuestro alrededor. Nunca me hubiera imaginado que la iba a encontrar tumbada sobre el césped, con sus manos apoyadas en la nuca.

—Angie.

—¿Ya habéis acabado? —preguntó mientras se incorporaba.

—Parece que sí. Será mejor que volvamos al hotel para comprobar que está todo bien —respondí.

Mi amiga asintió con la cabeza, pero sus ojos almendrados me miraron con curiosidad antes de arrugar el ceño y acercarse un poco más a mí. Ryuk permaneció a nuestro lado, pero sin inmutarse, silbando alguna canción.

—¿Te pasó algo interesante? ¿Encontraste la espada?

Me mordí el labio inferior. No quería ocultarle información, pero tampoco era la mejor idea contarle todo. Ya había aprendido a base de golpes que había cosas que era mejor reservarse para uno mismo. No porque Angie me fuera a traicionar, aunque en ese momento nada me sorprendería, sino por si alguien la podía usar para obtener información jugosa. No lo permitiría. Lo mejor sería ofrecer respuestas escuetas.

—Sí, al menos lo importante ya está hecho. Solo espero que Adán no me dé más la brasa.

—Hala, ¿y cómo es? ¿Puedo verla? Me encantaría aprender a luchar.

—Mejor cuando estemos en privado. Toda precaución es poca —susurré.

—Jo, qué aburrido. No me dejáis participar en nada.

Traté de contener un suspiro al ver que su rostro formaba un mohín y se cruzaba de brazos mientras caminábamos. Cada secreto que me guardaba generaba un muro entre las dos. Pero ¿y qué podía hacer? La vida me había enseñado que lo mejor era actuar en solitario. Cuanta menos gente mejor.

Aun así, decidí mantenerme en silencio y perder mi mirada entre el paisaje. Estaba deseosa de poder llegar al hotel y descansar un poco. No tardamos en dejar atrás la zona verdosa por la vegetación, con sus sonidos llenos de vida y de esperanza. Pasar al terreno desgastado por la población me apenaba. Era increíble el choque de realidades.

Cuando pusimos un pie en el hotel pude notar que algo iba mal. No me hacía falta ser bruja para saber que se desprendía un aura extraña, de peligro.

Miré a Ryuk y a Angie de soslayo antes de entrar en la habitación en la que se habían quedado Lenci y Shamsiel. La puerta rebotó contra la pared de forma ruidosa al ver que no había nadie.

Tragué saliva. ¿A dónde se habían ido? Y, lo más importante de todo, ¿por qué? Todas las opciones que fueron apareciendo en mi mente me tensaban. Desde que Lenci hubiera acabado con Sham, hasta que se los hubieran llevado. De ser lo último, tenía que ser alguien lo suficientemente fuerte o poderoso.

¿Atary?

Inspiré una gran bocanada de aire. De ser así estábamos perdidos, no tardarían en atar cabos y saber que teníamos un as bajo la manga. El líder de la luz podía estar en peligro. Y toda la humanidad también.

Ir a la siguiente página

Report Page