Laurie

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Capítulo 7

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Dos semanas después de la revisión, el doctor Albright le pidió que fuera a su consulta para analizar los resultados. Eran buenos.

—El peso está más o menos donde debería, la presión sanguínea es normal, lo mismo que los reflejos. Los niveles de colesterol han mejorado respecto a la última vez que nos dejaste sacarte sangre…

—Lo sé, hace mucho —dijo Lloyd—. Probablemente demasiado.

—De probablemente nada. En cualquier caso, por ahora no hace falta que te recete lípidos, lo cual deberías considerarlo una victoria. La mitad de mis pacientes de tu edad los toman.

—Camino mucho —explicó Lloyd—. Mi hermana me regaló una perra, una cachorrita.

—Los cachorros son la idea que tiene Dios de un perfecto programa de ejercicio físico. Por lo demás, ¿cómo te va? ¿Te las arreglas?

Albright no necesitaba ser más específico. Marian también había sido su paciente, y mucho más aplicada que su marido en lo relativo a los chequeos semestrales; muy proactiva en todo, así era Marian Sunderland; pero el tumor que primero le robó la inteligencia y luego la mató había escapado a su proactividad. Eclosionó a demasiada profundidad. Un glioblastoma, pensaba Lloyd, era la versión de Dios de una bala del calibre 45 en el cerebro.

—Bastante bien —respondió Lloyd—. Ya duermo bien. La mayoría de las noches me acuesto cansado, y eso ayuda.

—¿Por la perrita?

—Sí. Sobre todo por ella.

—Deberías llamar a tu hermana y darle las gracias —sugirió Albright.

Lloyd consideró que era buena idea y esa misma tarde siguió el consejo del médico. Beth le contestó que había sido un placer. Después Lloyd llevó a Laurie a pasear por la playa. Él contempló la puesta de sol. Ella encontró un pez muerto y le meó encima. Los dos volvieron a casa satisfechos.

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