Laura

Laura


QUINTA PARTE » X · Comentario

Página 58 de 61

X

COMENTARIO

Unos días más tarde publicaba un periódico una relación de la muerte de Irene y la poesía suya en la que hablaba de que moriría envuelta en la nieve soñando en los países ardientes de los trópicos.

En la poesía hablaba del monte, de la cabra salvaje que se asomaba por entre los picachos, del cazador y del deportista joven que caminaba con los esquíes al hombro. Ella marchaba al lado del sabio, embebido en las frialdades de la ciencia, sin pensar en el corazón ardiente que palpitaba a su lado. El aire helado invitaba a vivir con energía en un mundo duro, fuera de las consideraciones míseras de la moral de las multitudes de esclavos. En la poesía palpitaba el recuerdo del Manfredo de Byron y del Zarathustra nietzscheano.

La poesía confirmó que no había sido la muerte un accidente casual, sino un suicidio. Los antropósofos y los espiritistas probablemente pensaron que aunque fuera un accidente imprevisto ella pudo tener la intuición de lo que le iba a ocurrir al pasar al plano astral.

Al cabo de algún tiempo Laura se enteró del suceso y preguntó a su marido lo que había ocurrido con Irene, y Golowin le contó el hecho escueto. Terminó diciendo:

—Era una mujer loca que no veía el mundo y la vida más que en teatro. La cuestión era dejar un gesto que asombrara a la gente. Todo lo preparó de antemano, los versos que tenía que publicar la revista, con su retrato; el traje de deportista, las flores, etc… Podía haber tomado otro compañero para su hazaña. Ahora se me quiere considerar a mí como un personaje byroniano y satánico. ¡Qué tontería! ¡Qué estupidez! Fue una ingenuidad mía. No pude comprender que a esa mujer no le podía interesar una materia tan abstrusa como la astronomía o la física…, me preguntaba y yo cándidamente le daba explicaciones creyendo que le interesaban, y ella no hacía mientras tanto más que preparar ese final ibseniano o wagneriano, tan absurdo…

—Debes olvidar eso —le dijo Laura.

—Hace uno todo lo posible, pero le queda la sospecha de tener una ligera culpa en ello y me inquieta.

«Es lo que pasa en la vida en muchas colaboraciones —pensó Laura—, el uno lleva una idea y el otro otra diferente y a veces contraria, pero mientras van juntos parece que están identificados.»

Laura pensaba que la mayoría de las veces la gente no se entendía, y cuando se entendía, como ella con Golowin, el amor quedaba tan oculto y tan sereno que no se notaba. Para notarlo tenía que haber algo de peligro y de tragedia; lo que no comprendía su marido, y que, sin embargo, era cierto aunque él lo considerase despreciable.

Ir a la siguiente página

Report Page